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El zoo del faraón

El enigma de la esfinge

El zoo del faraon

 

   En la iconografía religiosa del antiguo Egipto, donde proliferan los dioses representados con cuerpo humano y cabeza de animal (de chacal en el caso de Anubis, de ibis en Tot, de leona en Sejmet, de cocodrilo en Sobek...), la esfinge es un ser híbrido compuesto a la inversa: con cuerpo de animal y cabeza de hombre. No se trata de ninguna deidad, sino más bien de un monstruo con atribuciones de guardián, centinela o numen protector de determinados templos o recintos sagrados, apostado por lo general a su entrada.
   Las esfinges proliferan por todo el Egipto, acechando con su enigmática mirada y su ademán impasible a los visitantes de las ruinas faraónicas. Nos toparemos con esfinges en Alejandría, en el oasis del Fayum, en Menfis o en Tebas, donde una kilométrica avenida flanqueada por dos hileras de 365 esfinges conecta los templos de Luxor y Karnak (foto81). A veces las esfinges no son androcéfalas, sino criocéfalas (es decir, con cabeza de carnero). Son en tal caso encarnaciones del dios Amón, como se las puede ver en las nutridas hileras de carneros de cuerpo entero apostados a la entrada del complejo templario de Karnak.
   También existen esfinges fuera de Egipto, como en Wadi es-Sebua (o 'Valle de los Leones', Baja Nubia, actual Sudán), erigidas en la época de dominación de Ramses II. La morfología de la esfinge fue adoptada por otras culturas de Oriente Próximo (véanse las esfinges hititas de Alaça Höyük, en territorio de la actual Turquía). Fue asimismo transplantada a la Grecia clásica, donde el animal era imaginado con cabeza y pechos de mujer, alas de pájaro, y cuerpo y patas de león. Es muy conocida la leyenda de la esfinge que asolaba la región de la Tebas griega planteando enigmas a los hombres y devorando a quienes no sabían resolverlos; fue Edipo quien la derrotó, al responder a su acertijo: "¿Cuál es el animal que tiene cuatro patas, luego dos y luego tres, y cuantas más patas tiene, más débil es?".
   Algunas esfinges egipcias, al igual que ocurría con los obeliscos, fueron exportadas ya desde tiempos de la dominación romana a otros países de Europa, como podemos comprobar en esta foto del palacio de Diocleciano en Split (Croacia).
  
   La esfinge más grande de Egipto, escultura mundialmente conocida e icono emblemático del Egipto antiguo, es la Gran Esfinge de Giza (foto73).
   Giza es el área norte de la necrópolis de Menfis, una zona mesetaria sobre la que se levantan las grandes pirámides de Keops, Kefren y Micerino.
   Próxima al ángulo noroeste del Templo Bajo, o de Granito, del complejo piramidal de Kefren, se levanta la Gran Esfinge, guardiana del lugar de Giza, y frente a ella yacen las ruinas de otro santuario paralelo, llamado Templo de la Esfinge. Los árabes llaman a la Gran Esfinge de Giza Abu l-Hol, cuya traducción, el ‘padre del terror’, parece evocar todavía el antiguo cometido de la bestia como guardián. Su rostro mira al este y ve salir cada día el sol.
El zoo del faraon   La Esfinge de Giza está considerada como la primera de todas, la más antigua. No se puede precisar con seguridad su datación. Dado que parece estar integrada en el complejo piramidal de Kefren, al lado del Templo Bajo y orillando la calzada de acceso, se suele fechar en tiempos de este faraón (IV Dinastía, hacia 2550 a C). Apoya esta hipótesis el gran parecido entre el rostro de la Esfinge y el de la estatua de Kefren hallada en el Templo Bajo de su pirámide y expuesta en El Cairo (ver foto). No sólo los rasgos de la cara: la corona en forma de ‘nemes’ (ese característico tocado faraónico con una tela a rayas que sobresale tras sus orejas) y el ‘ureo’ (la insignia en forma de cabeza de cobra o de buitre que sale de la frente del faraón, símbolo de su poder real) guardan también notables semejanzas en una y otra escultura.
   La de Giza no sólo es la más antigua de las esfinges, sino que también ostenta el rango de ser la escultura más grande de Egipto, tierra pródiga en estatuas colosales. No se trata de una escultura en sentido estricto, pues su condición híbrida se extiende también a la técnica: está en parte tallada y en parte construida. Su núcleo es un promontorio rocoso natural que fue parcialmente labrado para crear la cabeza y el torso. El resto del cuerpo consiste en un recubrimiento de hiladas de piedra sillar, convenientemente dispuestas para modelar las redondeadas formas del cuerpo de un león en reposo, con sus extremidades, cuartos traseros, garras y cola perfectamente distinguibles. Llaman la atención las excesivamente alargadas proporciones del cuerpo del león (foto75), que no armonizan con el tamaño de la cabeza, defecto que se atribuye a la aparición de fallos estructurales en el núcleo de la roca durante su construcción, que obligaron a prolongar la longitud del animal.
   Tiene 57 m de largo y 20 m de alto. La oreja mide 1,37 m y la nariz 1,70 m. En el transcurso de los siglos ha padecido los efectos de la erosión provocada por las arenas arrastradas por el viento. Ha tenido varias restauraciones, las primeras ya en tiempos antiguos, la última hace escasos años, pero su deterioro sigue imparable. Varias veces ha tenido que ser desenterrada, al haber sido ocasionalmente cubierta por las dunas del desierto. Herodoto y otros escritores clásicos que visitaron las pirámides omiten en sus obras la descripción de la Esfinge, por lo que cabe deducir que en su tiempo estaba totalmente sepultada bajo la arena.
   Es conocida la leyenda inscrita en los jeroglíficos de una gran lápida instalada entre las patas delanteras de la bestia por orden de Tutmosis IV (XVIII Dinastía). En ella Tutmosis IV relata en primera persona que cuando era príncipe, fatigado tras una jornada de cacería de gacelas, se quedó a dormir recostado a los pies de la Gran Esfinge. Ésta le habló en sueños, y le prometió que si la desenterraba del manto de arenas que la cubría, a cambio le favorecería para que llegara a ser faraón; como así ocurrió.
   La Esfinge ha sufrido también grandes daños perpetrados por la mano del hombre. Así, su rostro perdió la nariz y la típica barba postiza de los faraones ya en la época de los mamelucos (hacia el siglo XIV d C). No fue este deterioro producido, pues, por las prácticas de tiro de los soldados napoleónicos, como se ha afirmado a veces.

 

El zoo del faraón
Fauna del antiguo Egipto

Bibliografía consultada
  
- Anónimo. El libro de los muertos (Hyspamérica Ediciones / Orbis, Barcelona, 1988)
- Brodrick, M. Morton, A.A. Diccionario de Arqueología Egipcia (Edimat Libros, Madrid, 2003)
- Eggebrecht, Arne. El Antiguo Egipto. 3.000 años de historia y cultura del imperio faraónico (Plaza & Janés Editores, 1984)
- Heródoto. Los nueve libros de la historia. Libro segundo: 'Euterpe' (Edición ‘Biblioteca personal Jorge Luis Borges’, Hyspamérica Ediciones-Orbis, Barcelona, 1987)
- Jacq, Christian. El enigma de la piedra (Ediciones Grupo Zeta, 1999)
- Montet, Pierre. La vida cotidiana en el Egipto de los faraones (Argos Vergara, Barcelona, 1983)
- Pemberton, Delia. El antiguo Egipto (Editorial Debate, Madrid, 1992)
- Pijoan, José. El arte egipcio hasta la conquista romana (Summa Artis, Historia General del Arte. Vol. III. Espasa-Calpe, Madrid, 1985)
- Solé, Robert. Diccionario del amante de Egipto (Paidós, Barcelona, 2003)
- V.V.A.A. Egipto. El mundo de los faraones (Editado por Regine Schulz y Matthias Seidel, Köneman, 1997)
- Wildung, Dietrich. Egypt. From Prehistory to the Romans (Taschen, 1997)

 

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FotoCD124

El zoo del faraón
Fauna del antiguo Egipto

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Egipto

 


 

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