Colecciones fotográficas

El país del Nilo Azul

Un heterodoxo cristianismo ortodoxo

 

   Las iglesias independientes del cristianismo oriental, que no reconocen la autoridad del Papa de Roma ni la del Patriarca ecuménico de Constantinopla, la mayoría de ellas de origen muy antiguo, son las siguientes:

Nilo Azul   - La Iglesia Siríaca Occidental (Iglesia Ortodoxa Siríaca de Antioquía)
   - La Iglesia Siríaca Oriental
   - La Iglesia Armenia
   - La Iglesia Copta de Egipto
   - La Iglesia Ortodoxa Tewahedo de Etiopía
   - La Iglesia Malabar de India

   Su denominador común, el dogma que las separa de las iglesias romana y constantinopolitana, es la aceptación de la doctrina del monofisismo.
   De todas ellas, la que cuenta con un mayor número de fieles es la Iglesia Etíope.
   Se desconocen las primeras etapas de la cristianización de Etiopía. A fines del siglo IV d C existía ya una Iglesia Ortodoxa etíope, que tomaba como base los dogmas de la Iglesia Siríaca y funcionaba bajo la influencia del Patriarcado de Alejandría.
   Una figura histórica comprobada en estas primeras fases de evangelización es la de San Frumencio, obispo de Axum (murió hacia 380 d C), cuyos restos yacen enterrados en un nicho cavado en una roca de esta localidad.
   Axum era la capital de lo que fue un gran imperio, heredero del mítico reino de Saba, cuyos dominios comprendían como mínimo los actuales países de Etiopía, Eritrea y Yemen, a ambos lados del Mar Rojo. Hay otro país que disputa a Etiopía el rango histórico de haber sido la tierra donde floreció el reino de Saba: Yemen. No es descartable que, dada la cercanía geográfica (sólo les separaba el estrecho de Bab el-Mandeb), los dominios de los monarcas sabeos comprendieran ambos territorios, el arábigo y el africano. Así puede desprenderse de un escrito del jesuíta español Pedro Páez: "Si es cierto que ésta es la ciudad de la reina de Saba, es posible que su reino no sólo abarcara Etiopía, sino también Arabia".
   Los reyes de Axum pertenecían a la dinastía 'salomónica', que reclamaba descender directamente de Salomón a través de Menelik I, el hijo que el rey de Israel tuvo con la reina de Saba. Para los cristianos etíopes, así como para otras comunidades cristianas primitivas, era una aspiración esencial tener raíces en Israel y ser considerados como la 'nueva Israel'. En Axum estaba depositada el Arca de la Alianza, objeto de máxima sacralidad en el culto etíope.
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   Ezana, rey de Axum de la dinastía salomónica (ca 320-360 d C), se convirtió a la fe cristiana, un acontecimiento que está registrado en fuentes numismáticas y epigráficas.
   En las monedas de Axum, las más antiguas acuñadas en el África subsahariana, se puede detectar el momento del cambio (el siglo IV). Las monedas inmediatamente anteriores son de simbología pagana (sobre la efigie del rey aparece una luna creciente), mientras que las posteriores son de 'cara y cruz': presentan un retrato del rey en el anverso y una cruz en el reverso.
   Dispersas entre las ruinas de Axum se pueden encontrar estelas monolíticas cubiertas de inscripciones trilingües (en griego, geez y sabeo), verdaderas piedras de Rosetta que han permitido reconstruir retazos de la historia de Etiopía en los primeros pasos de su evangelización (foto242).
   Parece deducirse de las mismas fuentes que un buen número de personas se resistió a la nueva religión, de modo que el monarca tuvo que practicar una política conciliadora. Sus sucesores hubieron de combatir contra sus enemigos religiosos, los judíos, y más tarde contra los musulmanes. Uno de ellos fue el renombrado rey Kaleb (ca 514-530), quien, tras su victoria sobre el reino de Himyar en el sur de Arabia (Yemen), se hizo monje, y siglos después fue canonizado como uno de los más importantes santos de la Iglesia Etíope.
   La reanudación de las actividades misioneras cristianas se produjo en el siglo VI con la llegada a Etiopía de monjes sirios (sus nombres fueron inmortalizados en la Crónica de los Reyes) que introdujeron en el país el monofisismo.
   La doctrina monofisita defendía que Cristo posee una sola naturaleza, la divina, frente a quienes argüían que Cristo posee dos naturalezas, una divina y una humana. La corriente monofisita fue ratificada en el Concilio de Calcedonia (451) por las Iglesias Siríaca occidental, Armenia y Ortodoxa Copta de Alejandría, y declarada herética por las demás. Este Concilio desencadenó la separación entre las iglesias copta y católica, y muchas de las creencias de esta última fe no son aceptadas en Etiopía.
Nilo Azul   Cuando el Patriarcado de Alejandría fue transferido al Cairo (hacia 640), la Iglesia Etíope pasó a depender enteramente de él, a través del Abuna (Padre) o Metropolitano, un único obispo de origen egipcio designado por el Patriarca egipcio, que no podía ordenar obispos sino únicamente sacerdotes.
   Desde la invasión árabe hasta el siglo XIII, la historia de la cristiandad de Etiopía es apenas conocida. Las comunidades cristianas vivirían en precarias condiciones, compitiendo con las costumbres animistas y la poligamia, generalizadas tanto entre la realeza y el clero como en los estratos populares.
   Algunos dirigentes del siglo XII son, sin embargo, venerados en Etiopía como santos. Eran vistos como defensores de la fe cristiana frente a los graves peligros que la rodeaban.
   En torno al año 960 los ejércitos de la reina pagana Gudit (o Judith) destruyeron lo poco que quedaba de lo que antaño había sido el gran imperio de Axum, aniquilando a toda la familia real (según la leyenda, se salvó el heredero, que luego restauraría la dinastía salomónica). La iglesia de Sión, la más antigua de África, la que custodiaba el Arca de la Alianza, fue totalmente arrasada. Gudit gobernó sobre los restos del imperio, persiguió ferozmente a los cristianos, y legó el poder a sus descendientes, que rigieron Etiopía hasta 1137.
   Ese año, un agau llamado Mara Takla Haymanot los derrocó, estableciendo en el poder a la dinastía zagüe. Los agau (o agaw) eran un pueblo de etnia camita (indígena africana) que habitaba en la región de Lasta, al sur de Axum, y había permanecido hasta entonces bajo el dominio del imperio axumita, del que eran tributarios.
   Aunque considerada como usurpadora del poder legal, al haber cortado la continuidad del linaje salomónico de Axum, la dinastía zagüe reclamaba para sí su legitimidad al trono por pertenecer a la estirpe genealógica de Salomón a través de otro supuesto hijo que habría tenido el rey con la doncella principal de la reina de Saba, una mujer agau (camita).
   Los zagües reinaron en Etiopía hasta el año 1270, instaurando un reino poderoso con un régimen sociopolítico de tipo feudal, que mantenía relaciones diplomáticas y comerciales con otros países. Su capital era la ciudad de Roha, en las montañas de Lasta. El monarca más recordado de esta dinastía fue Lalibela, con cuyo nombre fue rebautizada la localidad.
Nilo Azul   Gebre Meskal Lalibela (1190-1225) está considerado como el principal promotor de la creación del complejo de iglesias rupestres que ha hecho de Lalibela un lugar célebre en el mundo.
   Su cuerpo fue inhumado en una de ellas: Bet Gólgota. En el siglo XV fue declarado santo por la Iglesia Etíope.

  
   Las relaciones de la Iglesia Etíope con la Iglesia Copta de Egipto eran estrechas. En el siglo XII, el principal dignatario de la Iglesia Etíope fue elegido por la jerarquía copta como Patriarca Copto. Esta conexión Egipto-Etiopía era de importancia para los coptos, dado que tras la invasión árabe del valle del Nilo y la gradual desaparición del cristianismo en Nubia en el siglo XIV, los cristianos etíopes necesitaban el amparo de los cristianos egipcios. La destrucción de las iglesias de Egipto tuvo su contrapartida con la destrucción de mezquitas en Etiopía.
   El último rey zagüe fue destronado por Yekuno Amlak, supuesto descendiente de los emperadores de Axum, quien en 1270 restauró la llamada 'dinastía salomónica'. Posiblemente fue en esta época cuando se redactó el Kebra Nagast, texto que recoge diversas tradiciones y cuyo principal propósito era fundamentar la legitimidad y continuidad de tal linaje. Con la nueva emergencia de la vieja estirpe salomónica, el centro del estado se deplazó más al sur. Las luchas contra el islam se intensificaron. El monasticismo creció en importancia.
   Durante el reinado de Zara Yacub (1434-68), la Iglesia Etíope alcanzó el cénit de su poder. Este rey fue un reformador religioso que promovió la construcción de monasterios y escuelas.
Nilo Azul   Bajo la presión de las invasiones musulmanas de 1520-51, el reino etíope llegó a un acuerdo con la Iglesia Católica romana encaminado a obtener apoyo militar de los portugueses. Comenzaron a llegar a Etiopía misioneros jesuítas. Entre ellos se mantiene vivo el recuerdo de Pedro Páez, jesuíta español que en 1620 escribió en portugués una Historia de Etiopía.
    El rey Susinios se convirtió en 1622 al credo católico (de Calcedonia). Roma mandó un patriarca católico al país africano, y en 1626 la religión católica fue declarada oficial.
   Este estado de cosas duró muy poco, pues el hijo y sucesor de Susinios, el rey Fasilides (o Fasil) revocó las medidas instauradas por su padre a favor del catolicismo. Llegó incluso a aliarse temporalmente con los musulmanes para combatir a los católicos, en una especie de cruzada al revés. Los jesuítas fueron expulsados. Muchos franciscanos fueron martirizados.
   En el siglo XIX los misioneros capuchinos tuvieron más éxito, y hoy existen en Etiopía más de 70.000 católicos que acatan la autoridad religiosa de Roma.
   En el siglo XX se produjeron cambios en la administración de la Iglesia Etíope. El emperador Haile Selassie reorganizó la iglesia en 1929, aumentando a doce el número de obispos.
Nilo Azul   Los esfuerzos por independizarse de la Iglesia Copta de Egipto triunfaron en 1948, cuando un arzobispo etíope, Basilio, fue reconocido como autocefálico (autónomo) respecto al Patriarcado copto, pasando desde entonces el cristianismo etíope a denominarse 'Iglesia Ortodoxa Tewahedo de Etiopía', donde el Patriarca copto retiene una preeminencia honoraria, pero la primacía jurisdiccional recae en el Patriarca de Etiopía.
   Tewahedo es un vocablo de la antigua lengua semítica geez que significa 'Unificado', emparentado con el árabe tawhid (= 'unidad'), que en el islam se aplica al dogma de la 'unicidad' de Dios. Desde que se produjo este cisma, es impropio calificar como copto (adjetivo que viene del árabe qubt, una modificación del griego Aigyptos, que equivale a 'egipcio') al credo etíope.
   A partir de 1955, la Iglesia Ortodoxa Etíope Tewahedo adquiere el rango de religión oficial de estado. Se organiza en una serie de arzobispados que abarcan todo el país, y tiene también una sede en Jerusalén. Hoy es el credo mayoritario de Etiopía (coexistiendo con el islam y el animismo de las zonas tribales), congrega a más de 10 millones de miembros (incluyendo Eritrea), y es por lo tanto la mayor de las iglesias independientes orientales.

     
   La Iglesia Ortodoxa Etíope ha sabido mantener su propia idiosincrasia a través de los siglos, adquiriendo una personalidad única, vibrante de fuerza espiritual. A ello ha podido contribuir su aislamiento geográfico respecto al resto del mundo cristiano y el hecho de ser depositaria de muchos y antiguos valores profundamente enraizados en los pueblos de las altiplanicies centrales de Etiopía.
   Su Biblia canónica es la versión más extensa de los escritos bíblicos cristianos. Se basa en la versión griega de la Biblia (la Septuaginta), e incorpora además textos apócrifos como el Libro de los Jubileos (un libro del Génesis original y exclusivo de la Iglesia Tewahedo), Esdras IV, el etíope Enoch, los Paralipomina de Baruch, la Ascensión de Isaías, el Pastor de Hermas, y otros. El Credo de los Apóstoles no aparece. A diferencia de lo que ocurre con el catolicismo romano, el Antiguo Testamento bíblico (Orit) tiene un gran peso como fuente normativa en el cristianismo etíope. Según el profesor S. Kaplan, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, "no existe en ningún otro lugar del mundo una Iglesia que haya permanecido tan fiel a la letra y espíritu del Antiguo Testamento como la Iglesia Ortodoxa de Etiopía".
   Todas estas diferencias doctrinales quedan relegadas a un segundo plano ante las peculiaridades derivadas de las influencias judaicas, que penetraron en el imperio de Axum ya en la antigüedad, probablemente desde el sur de Arabia (actual Yemen).
Nilo Azul   Entre las costumbres y tradiciones judeizantes arraigadas en el cristianismo etíope mencionaremos:
   - La presencia del Sión (colina santa) en Axum, sede del Arca de la Alianza, donde están depositadas las Tablas de la Ley de Moisés, una réplica de las cuales (tabot) es un objeto esencial de culto en toda iglesia etíope.
   - El cumplimiento del sabbath.
   - La circuncisión (realizada siempre antes del bautizo).
   - La distinción entre carnes ritualmente puras o impuras, con las restricciones en la dieta alimentaria prescritas por la ley mosaica en el Levítico (11: 1-47) y el Deuteronomio (14: 3-21). A los etíopes cristianos no les está permitido ingerir carne de cerdo, conejo, pato, caballo y camello. Los animales permitidos han de ser desangrados completamente siguiendo unas normas concretas, al igual que ocurre en las tradiciones judía y musulmana (para más información, consultar artículo 'Normas coránicas sobre la carne' en la exposición de fotoAleph 'La carne y el Corán').
    - El ayuno y la abstinencia, que puede abarcar largas temporadas del año, en las que los creyentes, y sobre todo los clérigos, se abstienen de comer carne y productos lácteos.
   - Los rituales de purificación.
   - La obligación de descalzarse para entrar en las iglesias.
   Es habitual que la oración vaya acompañada de frecuentes genuflexiones, y el devoto llegue a postrarse en tierra tocando con su frente el suelo. Podemos ver también muchas veces cómo los creyentes besan las jambas de la puerta o el suelo del umbral antes de entrar en el templo.
Nilo Azul   Obedeciendo a preceptos bíblicos, los devotos ortodoxos etíopes distinguen entre los llamados 'estados de pureza ritual', que les permiten o no entrar en la iglesia. Es habitual ver a fieles asistir a la misa en el exterior de los santuarios, orando de cara a sus muros o bajo sus ventanas, guardando la distancia correspondiente a su grado personal de pureza, de acuerdo con su propia conciencia.
   También perviven entre los cristianos de Etiopía costumbres más bien paganas, como los ritos de redención, que implican el sacrificio de una cabra o un cordero para propiciar la curación de personas enfermas, y prácticas y conjuros mágicos que apenas ocultan su trasfondo de origen animista.
    Los feligreses asisten a los oficios religiosos vestidos de blanco: generalmente cubren su cuerpo y su cabeza con una tela blanca de algodón que simboliza la pureza. Es obligatorio vestir así si se desea recibir la comunión (qurban), que se administra bajo las especies de pan y vino.
   Otras diferencias del culto etíope con el catolicismo radican en que no se practica la confesión y el concepto de Purgatorio no existe. Los cristianos etíopes no se rigen por el calendario gregoriano sino por el antiguo calendario juliano, que consta de doce meses lunares de 30 días más un mes de 5 días (6 en los años bisiestos), y por ello las fechas de sus principales festividades no coinciden con las del resto de los países cristianos. Así, el Año Nuevo se celebra el 11 de septiembre, y la Navidad, el 7 de enero. Tampoco su sistema horario se corresponde con el internacional: la hora del amanecer es la una de la mañana.
   Las ceremonias religiosas se celebran de pie, con gran pompa y solemnidad, el sacerdote acompañado de tres diáconos, ataviados todos ellos con vestimentas litúrgicas de gran riqueza y colorido. Curas, monjes y dabtaras suelen portar mekuanias, largos bastones con una empuñadura metálica en forma de T.
Nilo Azul   Suenan cánticos y letanías, cuya cadencia y volumen van in crescendo conforme avanza la celebración, acompañados del repiqueteo de los sistros (esa especie de sonajeros que ya usaban los egipcios en la época faraónica) y el percutir de los timbales keberos. Las mekuanias, golpeando la punta contra el suelo, también marcan el ritmo. Los devotos van moviendo el cuerpo al compás, con un balanceo sincopado. Se quema incienso en abundancia, y el ambiente se satura de un denso aroma que todo lo penetra: es el olor de Etiopía, uno de los pocos países, junto al Yemen, productores de los árboles del incienso y la mirra, resinas profusamente utilizadas por los nativos, incluso en celebraciones laicas, como por ejemplo la popular 'ceremonia del café'.
   
   El diseño arquitectónico de las iglesias parece reflejar la división tripartita de las sinagogas hebreas, que imitan a su vez la estructura del templo de Salomón en Jerusalén. Tanto si son de planta circular como cuadrangular, las iglesias etíopes están siempre orientadas de este a oeste, y circundadas, junto a sus capillas auxiliares, bibliotecas y demás dependencias anexas, por un gran muro de piedra que encierra el recinto sacro en su conjunto. El interior del edificio de culto se divide en tres estancias, distribuidas en tres círculos concéntricos en el caso de las iglesias redondas, o en tres salas consecutivas en las iglesias cuadrangulares: el Qenet Mahalet, antesala de oración situada al oeste a la que se accede por tres puertas (la del norte para los hombres, la del sur para las mujeres y la del oeste para el clero); el Qeddest (o 'Santo'), salón central donde se celebra la misa y se administra la eucaristía; y el Qeddus Qeddusan (o 'Santo de los Santos'), estancia orientada al este, oculta tras un iconostasio a base de mamparas, muros o cortinas, donde únicamente pueden entrar los clérigos. En estos reductos velados los sacerdotes llevan a cabo ciertas partes de las ceremonias litúrgicas siguiendo un ritual 'esotérico', tapado a las miradas de la feligresía.
Nilo Azul   Ninguna iglesia de Etiopía puede ser visitada por entero debido a la ancestral práctica de la iconostasis, común a todas las iglesias de credo ortodoxo: el ocultamiento a los ojos de los fieles del sancta-sanctorum, la zona más sagrada del templo, donde solo pueden penetrar los sacerdotes, y que en el caso de Etiopía es también el lugar, llamado maqdas, donde se guarda el tabot, réplica simbólica de las Tablas de la Ley.
    Tabot es un término en lengua geez que se asocia tanto con el Arca de la Alianza de los hebreos como con el altar de los cristianos, poniendo de relieve la conexión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Por lo general consiste en una tablilla de piedra o madera más o menos cuadrada, de 30 a 60 cm de lado y unos 5-10 cm de grosor, cubierta de inscripciones y dibujos referentes al santo patrón de la iglesia que lo alberga. La palabra tabot designa también, por extensión, el arca de madera donde se guarda la tablilla. Durante la misa los tabots son colocados en el altar. En las procesiones, los sacerdotes los portan sobre sus cabezas. A partir de que un obispo consagra un tabot, éste ya no puede ser visto por los fieles, por lo que es mostrado en público cubierto con tejidos de finos brocados.
Nilo Azul   Una tradición narra que el Arca de la Alianza original, mandada confeccionar por el rey Salomón, siguiendo las instrucciones de Yahvé, para guardar en ella las Tablas de la Ley de Moisés y otras reliquias de la antigua religión hebraica, fue sustraída del templo de Jerusalén por Menelik I, el hijo de Salomón y la reina de Saba, quien se la llevó consigo en su viaje de regreso a Etiopía (según está recogido en la saga nacional Kebra Nagast o 'Gloria de los Reyes', ca 1300). Se supone que el Arca perdida está desde entonces depositada y celosamente guardada en la catedral de Santa María de Sión, en Axum, oculta en el maqdas tras un iconostasio (foto084), aunque nadie, a excepción de los sucesivos sacerdotes encargados de custodiarla, ha podido verla jamás, ni siquiera los reyes de Etiopía.

   
   La práctica del celibato en el clero etíope está reservada, por definición, a los monjes. Hay también monjas, en menor número, que viven recluidas en conventos. Los sacerdotes, en cambio, pueden contraer matrimonio (siempre antes de su ordenación) y tener hijos.
   Los fenómenos del monacato y el eremitismo persisten con fuerza en la Iglesia Etíope. Estos modos de vida son practicados por un gran número de personas. Se calcula que existen más de 13.000 monjes en Etiopía –el mayor porcentaje entre las iglesias cristianas orientales–, alojados en 800 monasterios, cada uno de éstos bajo la autoridad de un abad prior. Los monjes, que pueden también adoptar las funciones de diáconos, sacerdotes o dabtaras, ejercen una gran influencia religiosa, moral e intelectual sobre los fieles cristianos etíopes.
   Hay dos clases de clero en la Iglesia Etíope. Los sacerdotes que administran los sacramentos reciben escasa preparación y no se les exige arduos requisitos para ser ordenados. Tienen pocos seguidores entre las masas, entre las que la poligamia, el amor libre o el infanticidio no son inhabituales. Se espera de ellos que dominen la antigua lengua geez –utilizada en las ceremonias religiosas, aunque no comprendida por la mayoría de los fieles, que hablan el amárico– lo suficiente como para leer los textos litúrgicos. El geez es un idioma semítico, con alfabeto propio de más de 200 signos escrito de izquierda a derecha y provisto de vocales, que desde el siglo IV ha sido vehículo de la literatura etíope, sobre todo la religiosa. Todos los libros manuscritos e iluminados con ilustraciones naif que podemos ver (fotos 297 y 301) en las iglesias de Etiopía están escritos en geez, el latín de los etíopes.
   Los dabtaras son clérigos seglares, encargados de los cánticos y danzas –imprescindibles en la liturgia de la misa y los festivales religiosos–, así como de la enseñanza y administración de las escuelas. Hasta 1900, las escuelas eclesiásticas eran los únicos centros educativos en el país. En ellas se seguían cuatro estadios de aprendizaje: lectura, himnos, poesía y exégesis o interpretación de las sagradas escrituras.
   La división del clero ortodoxo etíope entre sacerdotes y dabtaras tiene probablemente su origen en el antiguo Israel, donde se diferenciaba entre sacerdotes (descendientes de Aarón) y levitas (de la tribu de Leví).
   La cabeza de la jerarquía religiosa de la Iglesia Ortodoxa Tewahedo la ocupa la figura, homóloga a la del Pontífice romano, del Patriarca de Etiopía, que es elegido por los obispos en sínodos. El Patriarca puede ordenar obispos y arzobispos, y su sede se halla en la capital del país, Addis Abeba. El antiguo título de Abuna, que se aplicaba a los obispos delegados del Patriarca de Alejandría, hoy se ha extendido a todos los obispos de Etiopía.

 

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FotoCD131
  
El país del Nilo Azul

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Fotografías: Eneko Pastor, Agustín Gil

   


   

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