Colecciones fotográficas

El país del Nilo Azul

Lalibela, la Jerusalén de África

 

   Lalibela es un pequeño pueblo rural asentado a 2.600 m de altitud en las onduladas estribaciones del monte Abuna Joseph, región de Lasta (estado de Amhara), en el centro-norte de Etiopía. Según la Agencia Central de Estadística de Etiopía, su población en 2005 era de 14.668 habitantes, de los que la mayoría profesaba el credo cristiano ortodoxo etíope.
Nilo Azul   Centro religioso con una nutrida comunidad monástica, Lalibela es la segunda ciudad santa del país después de Axum. Es asimismo una importante meta de peregrinaje y un lugar muy venerado por los fieles nativos.
   Su nombre primitivo era Roha. Fue rebautizado como Lalibela en honor a su monarca Gebre Meskal Lalibela, el más ilustre rey de la dinastía zagüe (o zagwe), de la que la ciudad de Roha fue capital durante 300 años. Según la tradición, este emperador (rey de reyes) impulsó la creación de las once iglesias monolíticas que han hecho famoso al lugar. El soberano las mandó fundar con la intención de reemplazar a Axum como capital imperial de Etiopía.
   Gebre Meskal Lalibela (1172-1212), personaje canonizado por la Iglesia Etíope, había nacido en Roha, siendo el benjamín de la familia reinante. Al poco tiempo de nacer, un enjambre de abejas se posó en su cuna, lo que suponía un claro augurio sobre el futuro glorioso a que estaba destinado. Nunca tan pocas sílabas tuvieron tanto sentido: Lalibela quiere decir en la lengua de los zagües 'las abejas reconocen su soberanía'.
   La historia, como es habitual en Etiopía, se entreteje con la leyenda cuando relata que Dios ordenó al rey construir diez iglesias monolíticas, proporcionándole instrucciones detalladas sobre su estructura arquitectónica e incluso sus colores.
   Cuentan también que Lalibela, cuando era muchacho, fue envenenado por su hermanastro, que era a la sazón el rey y temía que le disputara el trono. Lalibela cayó en un coma de tres días durante los cuales fue llevado al cielo, donde tuvo una visión de una ciudad enteramente esculpida en roca que le inspiró el proyecto. Otros relatos aseguran que Lalibela marchó en peregrinación a Jerusalén, la ciudad santa de los judíos, los cristianos y los musulmanes, y allí hizo el voto de crear una Nueva Jerusalén cuando regresara a su tierra.
Nilo Azul   Leyendas no faltan en torno a estas iglesias: hay incluso quienes afirman que fueron realizadas por los templarios europeos. Se habla asimismo de la existencia de un largo túnel subterráneo que conduce de Lalibela a Jerusalén.
   La undécima iglesia de Lalibela fue supuestamente realizada por Meskal Kebra, la esposa del rey Lalibela, también venerada como santa por la Iglesia Etíope.
   Las iglesias de Lalibela están divididas en dos grupos de cinco (a excepción de Bet Giorgis, que fue esculpida aislada), las de cada grupo conectadas entre sí por un laberinto de túneles y desfiladeros, y provistas de un sistema de canales de evacuación de aguas, murallas, fosos y trincheras, todos ellos rupestres, así como de pasadizos destinados a procesiones rituales.
   Los dos grupos de iglesias están esculpidos en dos promontorios rocosos diferentes, separados por un profundo barranco horadado por un torrente semiseco al que llaman río Jordán. En su cauce se levanta una cruz monolítica labrada en una roca de la orilla, que marca el punto de partida del recorrido ritual por las iglesias de Lalibela.
   El grupo a un lado del Jordán representa la Jerusalén terrenal, mientras que el del otro lado simboliza la Jerusalén celestial, la ciudad de oro y joyas que resplandece en el cielo 'como jaspe cristalino' de la que habla el Apocalipsis (21: 11).
   Las once iglesias de Lalibela constituyen metafóricamente las estaciones de una peregrinación a Jerusalén, una especie de via-crucis que conduce al devoto de la casa de Belén al pretorio de Pilatos, y de aquí al Gólgota. No falta tampoco la tumba de Adán, el huerto de Getsemaní, la colina del Calvario y, en las cercanías, el monte Tabor.
   El mismo territorio de Lalibela es denominado por los nativos 'Tierra Santa'. En una de sus colinas se replantaron siete olivos traídos del Monte de los Olivos de Jerusalén.
   También los nombres de las iglesias contienen reminiscencias judías: Beth significa 'casa' en hebreo. Así, la iglesia llamada Bet Lehem (= Belén) se podría traducir como 'Casa del Pan Bendito'.
Nilo Azul   Lalibela atrae a miles de peregrinos en las fechas de sus más importantes celebraciones religiosas (Año Nuevo, Meskal, Navidad, Epifanía). El complejo está atendido por más de mil sacerdotes de la iglesia ortodoxa tewahedo.
   Inmersa en un hermoso entorno natural, que ya quisiera para sí la Jerusalén de la reseca Palestina, la arquitectura popular de Lalibela se caracteriza por el tukul, vivienda de planta circular muy común en África, que en esta región se compone de dos pisos con una escalera externa, rematada por un tejado cónico de paja (foto117). Desgraciadamente, este tipo de vivienda está en proceso de desaparición.
   El pueblo de Lalibela es también un centro de mercado para los campesinos amáricos de la región (ver fotos).
  

Las iglesias monolíticas de Lalibela
  
   La tipología más común de iglesia en Etiopía –aún hoy– es la de planta redonda, cuya forma básica deriva del tukul, la cabaña cilíndrica con tejado cónico de paja que constituye la vivienda tradicional de los nativos etíopes y africanos en general.
   Las once iglesias rupestres medievales de Lalibela, la 'Nueva Jerusalén', constituyen una notable excepción. Están excavadas en el suelo rocoso de las faldas de un monte, rodeadas de un pueblo tradicional de tukuls de dos pisos de altura.
Nilo Azul    Las iglesias excavadas en roca de Lalibela son ejemplares excepcionalmente bellos y complejos de una tradición de arquitectura rupestre arraigada desde siglos antes en Etiopía. Un viajero al que no le asusten las caminatas de montaña puede disfrutar en Etiopía de la rara oportunidad de visitar iglesias y monasterios monolíticos, escondidos y casi ignotos, cincelados en las vertiginosas alturas de los afilados riscos y agrestes acantilados del centro-norte del país, sobre todo en el estado de Tigray, donde se han contabilizado más de 150 templos de este tipo, algunos de los cuales se remontan al siglo VI y podrían ser los más antiguos edificios cristianos de África.
    Pero no cabe duda de que el conjunto rupestre más grandioso y estilísticamente más desarrollado de Etiopía es el de Lalibela. No existe en el continente africano nada equivalente (si exceptuamos Egipto, que en la época de los faraones tuvo una larga tradición de arquitectura rupestre; véase, entre otros muchos ejemplos, Abu Simbel).
   El sacerdote portugués Francisco Álvares, capellán de una embajada portuguesa, se refirió en los siguientes términos al complejo eclesiástico de Lalibela en una crónica de 1521: "Me es penoso escribir más sobre estos edificios, puesto que no se me va a dar crédito si escribo más (...) Juro por Dios, en cuyo poder estoy, que todo lo que he escrito es verdad".
Nilo Azul   Las iglesias rupestres de Lalibela fueron excavadas en la masa rocosa de la montaña, íntegramente bajo el nivel del suelo, con una variedad de formas muy diferentes. Se dice que Lalibela es una especie de antología de los estilos de iglesias que existían en Etiopía en esa época (coincidente con el románico y principios del gótico europeo).
   Se cavaban de arriba abajo profundas hondonadas en forma de rectángulo, aislando en el centro un bloque sólido de roca, que era luego tallado por el exterior y el interior para dar forma a la iglesia. Ésta quedaba enclaustrada dentro de un profundo patio, en cuyas paredes circundantes se horadaban a su vez grutas que servían de tumbas o de celdas para monjes, muchas de las cuales están todavía en uso.
   Las iglesias de Lalibela se distribuyen en dos grupos, comunicadas en cada uno por un intrincado laberinto de corredores, escaleras, pasadizos y pasillos subterráneos. La única excepción es la iglesia Bet Giorgis, que fue cavada aislada en un peñasco aparte (foto253).
   La maestría técnica con que fueron esculpidas las iglesias rupestres de Lalibela ha sido relacionada con el estilo arquitectónico de la iglesia del monasterio de Debre Damo, la más antigua iglesia de Etiopía que se conserve intacta, construida en un escarpado cerro no lejos de Axum, reforzando la hipótesis de la existencia de una tradición nativa etíope de arquitectura. Se especula también sobre posibles influencias egipcias, armenias e incluso de la India. Si hay una influencia clara es la bizantina, transmitida a través de Siria, que se detecta en el frecuente uso de la planta basilical cristiana.
   Aunque no se sabe con exactitud en qué época fueron realizadas, probablemente lo fueron a lo largo de un dilatado periodo de tiempo, comenzando hacia 1187, año en que los musulmanes al mando de Saladino tomaron Jerusalén, abortando las peregrinaciones a Tierra Santa. La tradición afirma que fue el rey Lalibela quien mandó tallar (a principios del siglo XIII) estas estructuras, con el propósito de crear un lugar sagrado y de alto valor simbólico. 
    Dice la leyenda que las obras se llevaron a cabo a gran velocidad, pues los ángeles ayudaban a los hombres durante el día, y por la noche duplicaban la cantidad de trabajo realizada por los obreros en las horas diurnas. Una de las iglesias (Bet Abba Libanos, foto258) fue terminada en una sola noche.
Nilo Azul   Las once iglesias de Lalibela, con sus capillas y dependencias adyacentes, pasillos de interconexión, murallas y fosos fueron cinceladas en una roca de origen volcánico y color rojizo. Todos sus elementos arquitectónicos, puertas, ventanas, columnas, bóvedas, suelos y techos, exteriores e interiores, forman parte de una sola y única roca, una gigantesca escultura cincelada en un monolito. Cuatro de las iglesias fueron acabadas como estructuras exentas, unidas a la roca madre solo por sus bases. De las restantes, algunas son semi-exentas, y en otras la única parte tallada visible en el exterior de la roca es la fachada.
    No será preciso subrayar que todas las columnas y bóvedas mencionadas son estructuralmente innecesarias, como ocurre siempre en la arquitectura rupestre, pues no soportan nada, no contrarrestan ningún empuje de las masas en juego. Si se suprimieran de un plumazo, los techos seguirían sustentándose de igual manera, pues son parte integrante de un todo monolítico.
  
  
   Determinados rasgos estilísticos de las iglesias de Lalibela han sido heredados del arte del antiguo imperio de Axum. Por ejemplo, los vanos de muchas puertas y ventanas poseen una forma característica, consistente en un rectángulo coronado por un arco semicircular descansando sobre dos salientes prismáticos a modo de ménsulas, en un diseño que recuerda el ojo de una cerradura. Esta morfología reproduce en hueco el perfil de la parte superior de los más altos obeliscos precristianos de Axum (foto233), que datan de los siglos III-IV d C, de poco antes de la cristianización de Etiopía. Llamaremos a este elemento arquitectónico 'arco axumita'. En los ejemplos más desarrollados, el arco puede ser apuntado, como si fuera ojival, o puede adoptar incluso una silueta que recuerda al arco conopial de la arquitectura gótica tardía.
Nilo Azul   Obsérvense también los cuatro paralelepípedos que sobresalen en las cuatro esquinas de los marcos de muchas puertas y ventanas: están calcados de un recurso ornamental que aparece sistemáticamente en las antiguas ruinas de Axum, en los motivos arquitectónicos tallados en relieve en los fustes de los obeliscos axumitas (foto236), o en las puertas a las cámaras de las tumbas reales de la dinastía salomónica. Repetían en piedra un detalle constructivo de la arquitectura de madera (se pueden ver en Etiopía ejemplos de edificios rupestres que hacen uso de jambas, dinteles y vigas de carpintería ensamblados en la estructura rocosa): los cuatro cubos salientes imitarían cabezas de vigas de madera. Denominaremos a este elemento 'marco axumita'.
    Una de las iglesias monolíticas de Lalibela (Bet Emanuel) muestra una curiosa fachada estriada a base de bandas horizontales superpuestas, configuradas mediante ligeros entrantes y salientes, como si fueran estratos o capas (foto257). Es un intento de imitar en el monolito las formas de una tipología de iglesias cuyos muros se construían alternando hiladas de mampostería y de madera. El modelo original de este estilo constructivo era la primitiva catedral de Santa María de Sión en Axum, el primer templo cristiano que se construyó en Etiopía (s. IV d C), erigido por el converso rey Ezana para albergar el Arca de la Alianza, y que fue siglos más tarde destruido. No obstante, aún subsisten no lejos de Lalibela iglesias edificadas en esta modalidad, como la de Mekina Medhane Alem y la del monasterio de Yeremhanna Kristos, consideradas como el vínculo que conecta la arquitectura 'salomónica' de Axum con la arquitectura zagüe de Lalibela.
   A partir del siglo XV, los interiores de las iglesias de Lalibela fueron totalmente recubiertos de pinturas al fresco, plasmando motivos tanto vegetales y geométricos como figurativos. Los iconos murales describían a modo de relato gráfico distintos episodios del Antiguo y Nuevo Testamento, y de la historia temprana del cristianismo etíope, en sucesiones de cuadros distribuidos en registros superpuestos. Por las pinturas que han sobrevivido (sobre todo en Bet Mariam y Bet Mercurios), podemos apreciar que responden a ese estilo naif, de tosca factura pero de gran colorido y expresividad, que es el denominador común a toda la pintura religiosa etíope, incluso la ejecutada en nuestros días (ver sección Pinturas). Los fondos son planos y las composiciones no tienen en cuenta la perspectiva. Los ángeles, santos, reyes, patriarcas y demás personajes bíblicos son dibujados con rostros hieráticos de expresión impávida y grandes ojos negros de mirada penetrante. Sus rasgos anatómicos, sus posturas, los pliegues de sus vestimentas, el trazo en general, evocan el estilo de las pinturas románicas, bizantinas y mozárabes.
   Su iconografía difiere en no pocas ocasiones de la católica. Por ejemplo, la Trinidad (Selassie) es representada como un trío de venerables ancianos de luengas barbas blancas (foto305).
Nilo Azul 
  
   La cruz, emblema de Cristo y símbolo supremo del cristianismo, es ubicua en Lalibela, por no decir en toda Etiopía. Hace su aparición en las plantas de las iglesias, en las bóvedas, en los pilares, en las cisternas bautismales, en las puertas y ventanas, en los rayos de sol que se filtran por las ventanas cruciformes e iluminan el suelo alfombrado de los templos salpicándolos de cruces de luz (foto135). Los cristianos etíopes llevan siempre una pequeña cruz colgada de una cadena al cuello (foto128), y no pocas veces una cruz tatuada en la frente. Una de sus celebraciones religiosas más importantes es la fiesta del Meskal (= Cruz).
   Toda iglesia o monasterio de Etiopía posee un almacén (a veces lo llaman museo) que guarda los tesoros del santuario, muchas veces donados por soberanos y grandes señores. El sacerdote guardián mostrará con placer al visitante interesado esos tesoros, uno a uno, que indefectiblemente incluyen manuscritos iluminados en libros de piel de cabra, suntuosas coronas ceremoniales, sistros, tambores, cálices, casullas, incensarios, parasoles, mekuanias y, sobre todo, elaboradas cruces procesionales de metal o madera, engarzadas en la punta de un largo mango.
   Las cruces de metal están forjadas en oro, plata o bronce según la antigua técnica de la cera perdida, por lo que no hay dos iguales. En los cuatro ángulos delimitados por los ejes que se cruzan se añaden adornos afiligranados rellenando todo el espacio disponible con un abigarrado diseño que llega a desdibujar la cruz original. Por las características del diseño se puede diferenciar la llamada 'Cruz de Axum' de la llamada 'Cruz de Lalibela'.
   En determinadas ceremonias, el sacerdote restriega físicamente la sagrada cruz de Lalibela sobre los cuerpos de los devotos con el fin de transmitirles su influjo benéfico e impartirles su bendición (foto140). A continuación los fieles besan la cruz por ambos lados.
Nilo Azul   Perforados en los gruesos muros de las iglesias, podemos ver en las ventanas todo un despliegue de diseños en forma de cruz, tallados a modo de celosías: cruces latinas, griegas, de Malta, de San Andrés, foliadas, cruces del Calvario, cruces en Tau y cruces gamadas (foto138). Algunas ventanas son ciegas, de función meramente decorativa. Por mucha repugnancia que nos suscite la visión de la cruz gamada o esvástica, símbolo del III Reich, no podemos olvidar que este tipo de cruz no tiene en su origen absolutamente nada que ver con la ideología nazi, sino que aparece desde la antigüedad en muchas culturas (por ejemplo en el hinduismo y el budismo: la palabra svastika proviene del idioma sánscrito) y simboliza la vida.
    Las iglesias rupestres de Lalibela fueron incluidas como bien cultural en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1979. Esta institución promovió recientemente la instalación en los grupos noroeste y sudeste de unas grandes cubiertas traslúcidas con el fin de proteger a estas viejas iglesias rupestres de la erosión provocada por las lluvias.

   Para información visual sobre las iglesias rupestres de Lalibela, ver en fotoAleph colección de fotografías 'Lalibela. Etiopía rupestre'.
  
  
Otras iglesias y lugares rupestres cerca de Lalibela
Asheton Mariam
Bilbilla Qirqos
Bilbilla Giorgis
Bilbilla Arba Tenza
Sarsana Mikael
Trono de Imrahana
Ghenneta Mariam
Camcanit Mikael
Kiddist Arbuta Washa (la cueva donde supuestamente nació el rey Lalibela).


  
Nilo Azul  
Un monasterio en la montaña
  
    A 5 km de Lalibela y cavado a casi 4.000 m de altura en los abruptos peñascos del monte Asheton, que domina con su mole escarpada la comarca entera de Lalibela, se esconde el remoto monasterio rupestre de Asheton Mariam. Se llega a este paraje, auténtico nido de águilas desde el que se otea una vasta panorámica de las montañas de Lasta, tras una dura y empinada caminata de dos horas monte arriba. Por el sendero de ascenso surgen aquí y allá pequeños manantiales, que los nativos aseguran ser de agua bendita. El acceso final se realiza atravesando la montaña por un estrecho túnel-desfiladero natural que traspasa de lado a lado un farallón (foto160).
   El complejo es propiamente hablando un eremitorio, un macizo rocoso acribillado de un gran número de celdas rupestres habitadas aún hoy por monjes y ermitaños. La iglesia principal, en proceso de consolidación y restauración, remeda, aunque con formas más toscas, el modelo de la iglesia Bet Medhane Alem de Lalibela, con un peristilo exterior de columnas monolíticas irregulares rodeando el núcleo del santuario.
   El interior es sencillo y prácticamente desprovisto de decoración, aparte de unas cruces talladas en las falsas bóvedas. Un deambulatorio da paso a la iglesia, dividida en tres naves por dos pilares de tosca ejecución. El suelo está cubierto de alfombras y los cortinajes ocultan diversos lienzos. En este templo se custodian numerosos objetos sacros, como manuscritos iluminados, coronas ceremoniales y cruces de plata, que el monje guardián muestra a los visitantes a cambio de un donativo (foto161).
   La fundación de este monasterio se atribuye a Nakuta Laab, sobrino del rey Lalibela y quien le sucedió en el trono de la dinastía zagüe.


  
Los monasterios rupestres de Tigray
     
   Las iglesias de Lalibela no constituyen, ni mucho menos, el único complejo rupestre existente en Etiopía, pues este tipo de arquitectura aparece con regularidad en las montañas del centro y norte del país, sobre todo en el estado norteño de Tigray, colindante con Eritrea, donde se han contabilizado más de 150 estructuras rupestres, talladas en los agrestes acantilados y peñascos que salpican la región. Los estudiosos aún no se han puesto de acuerdo sobre su cronología, que es muy Nilo Azulcontrovertida, aunque coinciden en que algunas de estas edificaciones pueden ser las más antiguas iglesias rupestres de Etiopía, remontándose quizá al siglo VI. Comprobamos así que el arte rupestre de Lalibela llevaba a sus espaldas una larga tradición.
    Muchos de estos monasterios y eremitorios, horadados a gran altura en los farallones rocosos, son de muy difícil acceso, necesitándose para conseguirlo poco menos que dotes de escalador. Algunos están tan escondidos, tan camuflados en el entorno circundante, que pasaron desapercibidos para los invasores italianos de principios del siglo XX, y solo muy recientemente han sido redescubiertos y estudiados. Estas joyas arquitectónicas, verdadero patrimonio cultural del pueblo etíope, continúan hoy en su mayoría en activo, habitadas y cuidadas por monjes eremitas. Muchas de ellas conservan en sus interiores magníficas pinturas murales y valiosos tesoros artísticos.
   Como botón de muestra, presentaremos tres monasterios rupestres que se ocultan en las montañas de la región de Adigrat (estado de Tigray), conocidos como el grupo de Teka Tesfai.
  
Medhane Alem Adi Kasho
   Tallado en un acantilado en lo alto de un monte, este monasterio es de los más grandes y complejos de la región de Tigray. La fachada de su iglesia tiene forma de pórtico columnado, cerrados los intercolumnios por muros encalados, el de la puerta decorado con pinturas murales.
   Una estrecha antesala a modo de nártex se prolonga por los dos laterales de una capilla central, a la que se accede por puertas con jambas y dinteles de madera, con cabezas de viga sobresaliendo de las esquinas, rasgo característico de la antigua arquitectura de Axum. Unas ventanas de marcos de madera, también con detalles de raigambre axumita, atenúan las espesas tinieblas del interior. Los techos y falsas bóvedas están ornamentados con tallas en relieve de distintos diseños, algunos con formas que semejan casetones.
   Una tradición asevera que esta iglesia fue obra del propio Jesucristo. En el camino de subida se ven unos huecos en la roca del suelo: son, según dicen los nativos, las huellas dejadas por el caballo de Cristo.
  
Mikael Melehayzenghi
   Está cavado en un afloramiento rocoso del tamaño de una colina. Se accede a su interior por dos puertas talladas en la roca pero enmarcadas en madera (foto114). Una gran sala, cubierta por una inhabitual cúpula redonda ornada de relieves geométricos, precede al santasantórum, cerrado tras unas mamparas decoradas con paneles de pinturas naif de vistoso colorido (foto272).
  
Petros y Paulos
   Encaramado a media altura de un acantilado, resguardado dentro de un abrigo natural, se halla el monasterio en desuso de San Pedro y San Pablo. Se trepa hasta él por una empinada y tambalenate escalerilla de madera. El edificio es semi-rupestre, con parte construida en sillares y parte cavada en la roca, y aunque está abandonado y en ruinas, todavía conserva algunas pinturas murales de ángeles y santos.

 

 

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FotoCD131
   
El país del Nilo Azul

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Fotografías: Eneko Pastor, Agustín Gil

   


   

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