Colecciones fotográficas

El dinosaurio estaba allí

La era de los reptiles gigantes

 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...
   (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)

   Aquella noche tuve pesadillas. Soñé con brumosos paisajes de helechos arborescentes y raras plantas que jamás había visto.
   En mis sueños había viajado millones de años atrás en el tiempo, a épocas primigenias en que el hombre no había hecho su aparición sobre la Tierra.
   Sin embargo la Tierra estaba infestada de extrañas bestias. Reptiles de tamaño monstruoso, con cuerpos acorazados de cuernos y placas óseas, con patas de ave gigante, rabos como látigos, ojos fulgurantes. Dotados de poderosas garras y dientes.
   Eran dinosaurios. Soñé que uno de ellos avanzaba amenazador hacia mí, dejando al caminar profundas huellas en el barro de las ciénagas. Entonces desperté sobresaltado.
   Mas cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí.

 

   El término 'dinosaurio' se acuñó con las palabras griegas deinos y sauros (= 'lagarto terrible'), en alusión al enorme tamaño que llegaron a alcanzar estos reptiles, siendo algunos de ellos los animales más grandes que han pisado la Tierra.
   El hombre llegó a toparse con el mamut, pero nunca conoció el dinosaurio. Cuando los primeros homínidos empezaron a poblar el planeta, los dinosaurios llevaban millones de años desaparecidos. ¿Sin dejar rastro?
   No. Afortunadamente estos animales dejaron innumerables huellas, las suficientes como para poder hoy reconstruir con un alto grado de fiabilidad sus anatomías y estudiar sus comportamientos. El pasado, por muy remoto que nos parezca, no está muerto. Sólo está enterrado. La arqueología y la paleontología se encargan de desenterrarlo y hacerlo revivir.
   Con las técnicas modernas de comparación estratigráfica y medición de isótopos radiactivos se pueden datar con cierto grado de exactitud los restos fósiles de dinosaurios que van saliendo a la luz en toda la superficie del Globo.
   Sin embargo, cuando intentamos clasificar cronológicamente la época de los dinosaurios, nos ahogamos en un río de ceros. Para nuestras limitadas mentes pocas diferencias hay entre 6, 65 ó 650 millones de años. Simplemente somos incapaces de imaginar tan grandes periodos de tiempo, porque son magnitudes inasimilables para nuestros cerebros. Ocurre con estas cifras como con las referentes a distancias astronómicas: provocan vértigo. Y dan que reflexionar. Nos hacen sentir la insignificancia de la vida humana y lo minúsculo del mundo en que nos movemos.
   Reflexionemos, pues. Si hiciéramos equivaler la historia de la Tierra a la duración de un año, el fugaz paso del hombre por este planeta no sería más que el último segundo del último día de tal año.
   Se calcula que 3 millones de años, como mucho, es el tiempo que el ser humano ha vivido sobre la Tierra. Pues bien, los dinosaurios la dominaron durante más de 140 millones de años. ¿Quién sería aquí el verdadero 'rey de la Creación'?
   Y si especies cincuenta veces más longevas que el hombre han perecido, ¿por qué la especie humana iba a estar a salvo de extinciones?

 

   Los dinosaurios no son los más antiguos animales conocidos. Anteriormente a ellos hubo otras formas de vida animal. Las más antiguas descubiertas hasta hoy son microorganismos semejantes a bacterias, hallados en rocas de 3.100 millones de años. Unos 2.500 millones de años más tarde empezaron a proliferar organismos más complejos, como se comprueba por fósiles de corales, medusas y gusanos acuáticos. Todo este largo periodo en que los seres vivos dieron sus primeros balbuceos, se denomina Precámbrico.
   Se suele dividir el tiempo en que ha habido organismos vivos complejos en el planeta Tierra (los últimos 600 millones de años, o Fanerozoico = 'vida visible') en tres eras: Paleozoico, Mesozoico y Cenozoico. Los dinosaurios vivieron durante el denominado Mesozoico (= 'vida media'), encuadrado entre el Paleozoico (= 'vida antigua') y el Cenozoico (= 'vida reciente').
   El Paleozoico abarca de 600 a 225 millones de años atrás. En esta era surgieron, aunque en formas primitivas, casi todos los grupos principales de la flora y fauna que conocemos en la actualidad.
   El lapso del Mesozoico abarca desde hace 225 hasta hace 64 millones de años. En el Mesozoico, además de los saurios gigantes, vieron la luz otros tipos primigenios de mamíferos, aves, insectos y plantas, cuya descendencia en gran parte sobrevive aún hoy. A finales del Mesozoico se produce la extinción masiva de los dinosaurios.
   El Cenozoico comprende desde 64 millones atrás hasta nuestros días. Es la era en que se desarrollan las actuales especies de mamíferos y aves. Sin embargo, los primeros homínidos no hicieron su aparición hasta su fase más inmediatamente reciente. El hombre, en concreto, hace sólo 2 ó 3 millones de años.
Dinosaurio. Helecho arborescente   
   El Mesozoico, la era en que 'los dinosaurios dominaban la Tierra', se subdivide a su vez en tres períodos: Triásico, Jurásico y Cretácico.
   A finales del Triásico (225-200 millones de años atrás) dieron sus primeros pasos los saurios más primitivos, por lo general de pequeño tamaño.
   En el Jurásico (200-135 millones de años) se produjo la gran explosión biológica de estos reptiles, con la aparición de variadas especies, muchas de gran tamaño, así como su dispersión por todos los continentes.
   El fenómeno se prolongó durante el Cretácico (135-64 millones de años), con una gran diversificación de especies unida a la aparición de otras nuevas, hasta que en la última fase del Cretácico Inferior o final, hace unos 64 millones de años, sobrevino la total extinción de estos lagartos terribles, por causas aún no bien determinadas del todo.
   Los registros geológicos de los más antiguos estratos del Cenozoico, es decir, los inmediatamente posteriores al Cretácico, no presentan ya ni el más mínimo vestigio de la pervivencia de dinosaurios.
   Por lo tanto, cuando nacieron los primeros seres humanos, hacía más de 60 millones de años que los dinosaurios se habían extinguido. Adán no le pudo poner nombre al brontosaurio.
   Las causas que han barajado los científicos para explicar esta repentina desaparición se sustentan en teorías, ninguna de ellas plenamente satisfactoria. Cambios orográficos, cambios de temperatura, cambios en la vegetación y dieta, epidemias, aparición de mamíferos depredadores de huevos de dinosaurio, cataclismos climáticos causados por impactos de meteoritos...

   Conviene tener en cuenta, sin embargo, que la de los dinosaurios no es la única extinción de seres vivos que se ha dado en la historia de nuestro planeta. Se han registrado por lo menos cinco ocasiones en que la fauna y la flora existentes hasta el momento desaparecieron casi íntegramente, sobreviviendo sólo unas pocas formas de vida, a partir de las cuales se desarrollaron por evolución nuevas especies. La más importante de estas extinciones masivas se produjo antes de la era de los dinosaurios: a mediados del Pérmico, hace unos 330 millones de años, en que se desvaneció el 95% de los seres vivos de la Tierra. En otras veintiún extinciones parciales pereció entre el 30 y el 60% de los animales y plantas, siendo las más recientes las que se produjeron en el Eoceno (hace 57 millones de años) y en el Plioceno (hace 5 millones de años).
   Y también hay que constatar, en contraposición, que otros grupos zoológicos coetáneos de los dinosaurios lograron sobrevivir hasta nuestros días. Mencionemos entre ellos: los cocodrilos, primos hermanos de los dinosaurios; las tortugas, las más antiguas de cuyas especies provienen del Triásico; los ofidios y lagartos, entre los cuales destaca el célebre dragón de Komodo, un varano o monitor gigante endémico de unas pequeñas islas de Indonesia, que es el reptil más grande hoy viviente. Todos ellos son descendientes directos de la fauna del Mesozoico. De la flora de aquel tiempo también hay ejemplares supervivientes: pongamos como ejemplo los helechos arborescentes de la isla de Java, también en Indonesia, plantas de las que se han hallado restos fósiles de más de 300 millones de años de antigüedad. La vida se abre camino a través del tiempo, y, en expresión de Nietzsche, "se supera a sí misma".

 

La 'globalización' de los dinosaurios

   Para comprender la evolución y la distribución geográfica de los dinosaurios, hay que combinar la cronología temporal con las coordenadas espaciales. En la época de los dinosaurios la Tierra no presentaba el aspecto que tiene en la actualidad. Con el transcurso de las eras, los continentes se mueven. Las tres dimensiones del espacio cambian en función de una cuarta dimensión que es el tiempo, aunque estos cambios del continuum espacio-temporal sólo son apreciables cuando intervienen grandes cifras.
   El hecho de que unas mismas variedades de dinosaurios hayan aparecido en los más distintos rincones del Globo, en continentes aislados y alejados entre sí, no viene sino a confirmar la teoría de la deriva de los continentes.
   Los continentes se desplazan por el movimiento de las placas tectónicas de la corteza terrestre. La energía que propulsa el sistema es generada por el calor del magma incandescente interno de nuestro planeta. La circulación de las rocas fundidas del manto arrastra grandes masas superficiales de la corteza terrestre por fricción. Estas placas chocan o se separan, los continentes 'flotan' sobre ellas, los mapas se modifican. Todo ello a un ritmo, imperceptible para el ojo humano, de unos pocos centímetros por año. Multiplicados esos centímetros por millones de años, las distancias se hacen considerables.
   Cualquiera que contemple un mapamundi puede observar por sí mismo que el perfil occidental de África coincide con el perfil oriental de Sudamérica, e intuir que en algún momento del pasado esas dos piezas del puzle pudieron estar ajustadas, el actual Brasil tocando al actual Camerún.
   En el Triásico hubo un gran continente de continentes –se le llama Pangea– que a lo largo de millones de años se fue desgajando en trozos, los continentes derivando y dejando entrar brazos de mar en extensiones que antes eran planicies de tierra. Territorios que hoy están muy separados, estuvieron juntos, y viceversa.
   Este fenómeno se ha demostrado, además de por mediciones paleomagnéticas (que detectan en las rocas las variaciones de dirección del magnetismo terrestre a lo largo de las eras), por las numerosas pruebas físicas que constituyen los restos de fauna aparecidos en países muy alejados entre sí. Así, de un extraño animal del Triásico parecido al cerdo, llamado Lystrosaurus, han aparecido restos en Sudáfrica, India, China, Australia y la Antártida.
   En el Jurásico, aunque el supercontinente Pangea ya se estaba desmembrando en vastos fragmentos, algunos continentes todavía mantenían líneas de contacto, como se deduce de la semejanza entre los fósiles de diplodocos e iguanodontes descubiertos tanto en África como en Norteamérica.
   En el Cretácico continúa la separación de los continentes, y su perfil ya se va aproximando más al mapa actual del mundo. El océano Atlántico se expande y Sudamérica se escinde de África. Las nuevas configuraciones territoriales afectaron a la distribución de los dinosaurios. En tierras que llegaron a quedar aisladas –como la Patagonia– se produjeron evoluciones endógenas o restringidas de la fauna, surgiendo especies estrambóticas remotamente emparentadas con las demás, pero a la vez muy diferentes (Argentinosaurus, Giganotosaurus...), mientras que en regiones que todavía permanecían adyacentes –como Asia oriental y América del Norte, conectadas por el estrecho de Bering–, los paleontólogos han detectado a ambos lados dinosaurios de las mismas especies.
   No ha de extrañar por ello que en la zona geográfica donde centramos nuestra exposición de fotografías (Soria y La Rioja, en España), podamos contemplar huellas de dinosaurios, como por ejemplo de iguanodóntidos, que se sabe habitaron también en los territorios de actuales países y continentes bien alejados de estos lugares, como lo evidencian los restos similares hallados en Gran Bretaña, los Urales, Australia o América del Norte. 

 

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FotoCD35

El dinosaurio estaba allí

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Soria y La Rioja (España)