Exposiciones fotográficas

Verracos

Una selección de verracos

 

   Ofrecemos a continuación una serie de breves reseñas sobre cada uno de los verracos mostrados fotográficamente en nuestra exposición:

Ávila
  
   En la provincia de Ávila hay más de un centenar de verracos atribuidos a los vettones, dispersos por diversos pueblos y aldeas, habiendo sido más de la mitad de ellos trasladados a la capital en distintos momentos de la historia. 
   Varios de los verracos de Ávila han sido rescatados de la Muralla de la ciudad, donde habían sido reaprovechados en época medieval como relleno para la construcción del recinto defensivo. Todavía pueden hoy verse, empotrados en la muralla, abundantes elementos de épocas anteriores, como sepulcros, cistas y lápidas romanas con inscripciones. 
   De los 58 verracos existentes en la ciudad de Ávila, 13 proceden de Tornadizos de Ávila, 3 de Bernuy Salinero (lugar donde se halla también un dolmen de corredor con túmulo de la época megalítica, en el paraje llamado Campo de las Cruces, de donde proviene un verraco), 3 del castro de Las Cogotas, 8 de la dehesa de Guterreño, y otros de Bascarrabal, Chamartín de la Sierra, San Miguel de Serrezuela, Muñogalindo y Vicolozano

- Verraco del Alcázar
   (Fotos 01 y 02
    Así como la mayoría de verracos abulenses están instalados en el interior de edificios públicos y privados (Palacio Episcopal, Escuela de Arquitectura, Parador Nacional, Agencia Tributaria, etc.) o custodiados en museos, hay uno a la vista del público en la plaza de Calvo Sotelo, Verracosdonde estuvo el Alcázar de Ávila, dentro del tramo oeste de la muralla, junto al Arco del Alcázar. 
   De tamaño bastante grande, es uno de los pocos que no dejan lugar a dudas por sus rasgos de que se trataría de una representación de cerdo macho. Procede de Cardeñosa, pueblo próximo al castro vettón de Las Cogotas. El alcalde de esta localidad intentó en 1877 vender este verraco al conde de Oñate, aduciendo que estaría mejor conservado bajo su propiedad, al tiempo que con su coste podría abonarse el jornal que se adeudaba al guardián de Las Cogotas. La venta no fue autorizada, pero el rey Alfonso XII ordenó su traslado a Ávila. 
   Indice de textos 

- Museo de Ávila
   En el Museo de Ávila, habilitado en la antigua Casa de los Deanes, se muestran en varias salas hallazgos de la cultura de los castros, procedentes de Las Cogotas, la Mesa de Miranda, El Raso y Ulaca. Se exhiben tres verracos de pequeño tamaño, uno de ellos con una inscripción conmemorativa en latín. 

- Museo-almacén de Santo Tomé
   La vecina iglesia románica de Santo Tomé el Viejo se ha acondicionado como almacén visitable, donde se van reuniendo a la vista del público piezas arqueológicas de época prerromana, romana, medieval y moderna encontradas en la zona. Entre los verracos, destacan: 
      . Verraco procedente de la Plazuela del Rollo, Ávila. 
      . Verraco hallado en el cementerio viejo, Ávila. 
      . Cinco verracos que se habían reutilizado empotrados en las murallas medievales de la ciudad y aledaños, rescatados en recientes restauraciones. 
      . Un verraco, así como piedras de molino y adobes, procedentes del castro de Las Cogotas
      . Un verraco procedente de El Fresno. 
      . Cuatro verracos con sus correspondientes cupæ o cistas de época romana, hallados en un campo en Martiherrero, en el lugar conocido como El Palomar, excavados por Martín Valls y Pérez Herrero. Una de las cistas, empotrada en una tapia, contenía restos de huesos calcinados. En la misma zona se encontró un modesto ajuar funerario, con un sestercio de bronce de tiempos del emperador Clodio Albino (acuñado en 193-195 d C), pero no se ha hallado en los alrededores ninguna población con la que relacionar el asentamiento. Uno de los verracos porta una inscripción funeraria en latín muy borrada: "Consagrado a los Manes. Titullo procuró hacer este monumento a Titillo" (Mariano Serna Martínez, 'Estudio de los verracos abulenses', en Diario de Ávila, 12 octubre 2003). 
      . Cuatro verracos más, de varias procedencias. 
   Además se almacenan otras piezas de época protohistórica: 
      . Una 'bicha' procedente de San Miguel de Serrezuela. 
      . Molinos naviformes hallados en el Cerro del Berrueco, en Medinilla. 
      . Una pieza de martinete, descubierta en El Raso

- Palacio de los Verdugo
   Toro con las patas cortadas y provisto de una gruesa papada, instalado al pie de la fachada de este palacio gótico. Descubierto en un solar de Muñogalindo. De grandes dimensiones (231 x 125 x 65 cm). 

- Parador Nacional Raimundo de Borgoña
   (Foto 03
   En el jardín interior de este palacio renacentista rehabilitado como parador se conserva un verraco de tamaño pequeño, con aspecto de novillo. 
Verracos  
- Agencia Tributaria

   Torso de verraco sin patas, encontrado junto al Arco de San Vicente, instalado en un patio privado junto a la pared de la muralla. Se hallaba bajo los cimientos de la Muralla de Ávila y podría tener una función protectora de una de las puertas de entrada a la ciudad. 

- Campo de Golf
   (Foto 45
   Potente toro de granito, relativamente bien conservado, que se ubica en las instalaciones del Campo de Golf. 

- Cementerio musulmán
   (Foto 46
   Verraco de granito con forma de cerdo, en buen estado de conservación, descubierto el 1 de septiembre de 2003 cerca de la iglesia de San Nicolás, en unas excavaciones en la margen derecha del río Adaja. Se hallaba soterrado en el mismo lugar donde hace unos años se encontró un cementerio musulmán, que en el siglo XIX fue a su vez heredad de los marqueses de Casa Muñoz. 

- Dehesa del Pinar
   Tres toros de granito fueron descubiertos en la finca de la Serna, cercana a la capital, y trasladados a la Dehesa del Pinar, al norte de Ávila. Un cuarto zoomorfo indeterminado fue hallado en el mismo lugar y se desconoce hoy su paradero. 

   Están registrados en Ávila varios verracos hoy desaparecidos: 

- Toro de la Romarina (246 x 161 x 64 cm). Ubicado varios años en la plaza de San Vicente, tras ser reclamado por su propietario se encuentra en la actualidad en paradero desconocido. 

- Zoomorfo que estaba a mediados del siglo XIX abandonado en la Plaza de la Feria, procedente del Palacio de los Verdugo, y perteneciente a Ramón de Campomanes, poseedor del mayorazgo de los Verdugo. Actualmente desaparecido, se especula si podría ser el mismo verraco custodiado en el almacén de Santo Tomé, procedente de la Plazuela del Rollo. (Juan Ruiz-Ayúcar, 'El verraco misterioso', Diario de Ávila, 14 septiembre 2003). 
  

  
 
Guterreño
  
   En distintos emplazamientos de la dehesa de Guterreño se han hallado hasta ocho toros de piedra, con dimensiones que oscilan entre los 94 y 120 cm de longitud, y entre los 42 y 90 cm de alto. 
  

 
  
Bascarrabal
  
   Cerdo grande de granito encontrado en la dehesa de Bascarrabal, en el Valle Amblés, de similares proporciones (142 x 88 x 41 cm) al recientemente descubierto en el cementerio musulmán próximo a la iglesia de San Nicolás de Ávila. Se conserva en el mismo lugar donde fue excavado. 
  

  Verracos

Narrillos de San Leonardo
(Fotos 04 y 05
  
   Hay un verraco monolítico de tamaño mediano emplazado en un porche junto a la iglesia del pueblo. Aunque muy fragmentado y deteriorado por el paso del tiempo, conserva ciertos rasgos y el perfil general de toro. Le faltan las patas delanteras y la plataforma de base. Llaman la atención los numerosos orificios de poca profundidad que perforan un costado del cuerpo. 
   
  
 
  
Vicolozano
(Foto 47
  
   Se puede ver un verraco de pequeño tamaño, tipo bóvido, colocado sobre una tapia, en la encrucijada de la carretera Ávila-Villacastín con la carretera de Brieva. 
   
  

  Verracos

Tornadizos de Ávila
(Fotos 06 y 07)
    
   De este pueblo cercano a Ávila son originarios gran número de los verracos trasladados en distintas épocas a la capital. Instalado sobre una fuente pública en una plaza, se mantiene un torso de verraco de tamaño mediano y más bien grueso de cuerpo. Muy desgastado, sin cabeza ni patas, su grado de deterioro le hace semejar una simple roca, siendo difícil discernir si se trata de un toro o un cerdo. 
   Existen al sur, en la dehesa de La Alameda Alta, otros verracos clavados en tierra. 
  

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Mingorría
(Fotos 08 y 09

   Verraco con perfil tirando a cerdo, instalado a media ladera de una colina coronada por una ermita, en las afueras del pueblo. De tamaño mediano, se conserva muy entero, con su plataforma de base.
   Tiene un orificio perforado en su lomo, elemento que aparece en muchos verracos. Según cierta teoría (Manuel Gómez-Moreno), esta cazoleta a modo de recipiente habría tenido como fin recoger líquidos de libaciones o depositar incienso, de modo semejante a las aras romanas. Esta hipótesis es cuestionada por Mariano Serna, quien nos notifica que este agujero sirvió para cristianizar la escultura, empotrando en él una cruz de via crucis.

 

 

Castro de Las Cogotas
(Foto 10

   Uno de los más representativos castros vettones de la Meseta, entre los excavados, es el de Las Cogotas, cuyas ruinas a duras penas se distinguen entre la vegetación de un montículo a pocos kilómetros de Cardeñosa (Ávila). Pertenece a la Edad del Hierro, con una cronología aproximada entre los siglos VI y III a C. 
   Situado a 1.156 metros de altura, es conocido desde 1876 y fue excavado por J. Cabré en los años 1927-31, permitiendo identificar la cultura de los vettones. Se calcula que sus 15 hectáreas de superficie albergarían a unas 250 personas. 
   Mucho más reducido en dimensiones que la ciudad de Numancia, tenía varios recintos amurallados reforzados con bastiones de gran espesor. Uno de ellos estaba cercado por cuatro líneas de murallas, la superior de las cuales servía de acrópolis, con cuatro puertas flanqueadas por cubos. En el exterior se han hallado restos de una línea de 'piedras hincadas' para dificultar los ataques. Las casas se distribuían aleatoriamente en enclaves adecuados del abrupto terreno, sin formar calles. Algunas casas estaban agrupadas por medianiles comunes y apoyadas contra la muralla, creyéndose que debieron pertenecer a las élites del poblado. El recinto exterior meridional se debió dedicar a ferias de ganado y actividades artesanales, como fraguas y alfarerías. 
   En las cercanías se ha exhumado una extensa necrópolis, con más de mil seiscientos enterramientos repartidos en cuatro zonas, tal vez correspondientes con los distintos clanes del pueblo. 
   Del castro de Las Cogotas proceden diversos verracos, como el que puede verse en Mingorría, o el exhibido en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Es de destacar que en los cercanos pueblos de Mingorría y Cardeñosa se fabrican también hoy en día verracos esculpidos en granito, de moderna factura, con fines comerciales. 
  

  

El Oso
(Fotos 11 y 12)
Verracos
   Curioso verraco instalado a modo de monumento junto a la iglesia de San Pedro, que se levanta a la entrada del pueblo. Se conserva casi entero, con sus patas en pie sobre la característica basa de piedra que suele formar parte integral del monolito, que mide 127 x 94 x 53 cm. Las extremidades están muy bien talladas, identificándose las formas de los jamones, las rodillas, los corvejones y las pezuñas. En la grupa se observan restos de una cruz incrustada. La cabeza está en parte fragmentada, habiendo adquirido sus facciones un perfil chato, que parece conferir una vaga forma de oso a lo que probablemente era otro animal. Su tipología indeterminada se ha clasificado en el tipo B; es decir, se da por seguro que no se trata de un toro. Al bicho se le denomina 'el oso' y aseguran que este animal de granito es el origen del nombre de este pueblo de la comarca abulense de la Moraña, tierra de cereales. El Oso posee además un entorno de paso de multitud de aves, gracias a sus lagunas. 
   Su lugar de origen es desconocido, pero hacia 1250 el verraco de El Oso aparece mencionado en el pueblo en la consignación de rentas del cardenal Gil Torres a la Iglesia y Obispado de Ávila. Cuenta la leyenda que una manada de osos pasaba por las cercanías, cuando uno se desvió y acabó siendo abatido por los mozos del lugar. 
   Unos vecinos de Papatrigo nos refirieron una costumbre que antaño practicaban en El Oso los jóvenes del pueblo que querían contraer matrimonio: en determinadas fiestas, los mozos y las mozas casaderos tenían que atravesar con su cuerpo el agujero rectangular que forma la tripa, las patas y la base de piedra del verraco; si lo conseguían, se consideraba un augurio favorable para las nupcias. 
   En breve, la Diputación de Ávila tiene prevista la recuperación del verraco de El Oso, propiedad del Ayuntamiento, y el acondicionamiento de su entorno, con el fin de integrarlo dentro de los circuitos arqueoturísticos por las localidades donde se custodian muestras del rico patrimonio vettón de la provincia. 
  

 Verracos

Santa María del Arroyo
(Foto 13

   Verraco de pequeño tamaño instalado sobre una peana en la plaza frente a la iglesia. El hueco que habitualmente forman tronco, patas y pedestal-base está aquí sin perforar, sólo insinuado. El toro o novillo no está de pie, sino recostado sobre el suelo, con sus extremidades recogidas a la manera de los rumiantes. Se distingue también el pellejo colgante de su papada. 
  

  

Castro de Ulaca
  
   El despoblado de Ulaca esconde sus ruinas en un montículo aislado que domina la fértil llanura del valle Amblés cruzada por el Adaja, al norte de la sierra Paramera, cerca del pueblo de Solosancho, junto al castillo de los Estrada en Villaviciosa y no lejos del castillo de Aunqueospese, de Sotalvo, cuyas torres del siglo XV despuntan sobre una colina a oriente. En su tiempo, la población de este asentamiento de la cultura de los vettones pudo llegar a los 4.000 habitantes. El lugar tuvo una secuencia cronológica continuada desde la Edad de Cobre (final del III milenio a C) hasta su abandono en época romana (hacia el 72 a C, probablemente a consecuencia de las Guerras Sertorianas), dándose su apogeo en la Edad de Hierro. 
   Con sus 74 hectáreas de superficie, el castro de Ulaca es uno de los mayores oppida de Europa, y se cuenta entre los más extensos de la España prerromana. Se trataría probablemente de un santuario colectivo que, ante la presión romana, se amuralló y se convirtió en una inexpugnable ciudad fortificada. Situado a 1.500 metros de altura, su visita implica una empinada ascensión de una hora hasta la cima del monte. 
   Se han identificado en su interior más de siete recintos, zonas de terreno diferenciadas donde se instalaban las casas y los corrales de ganado. Estos recintos estaban resguardados por sus respectivos cinturones de murallas, alcanzando la suma de sus perímetros más de seis kilómetros. Al ir ascendiendo por la colina, se perciben con cierta frecuencia poderosos lienzos de muralla de aparejo casi ciclópeo luchando por sobresalir entre la vegetación, que trepan y escalan por las escarpaduras, y se acoplan a los accidentes del terreno, aprovechando de vez en cuando como bastiones las impresionantes formaciones caballares de rocas de granito que jalonan la colina y constituyen auténticas defensas naturales. Parte de la muralla norte quedó a medio ejecutar, y puede distinguirse su técnica constructiva de doble y triple muro. En puntos estratégicos de los muros se abrían hasta una decena de puertas, de acceso a la ciudad y de interconexión entre los recintos, algunas de ellas dispuestas de forma lateral para dificultar posibles ataques y flanqueadas por imponentes bastiones circulares. Ulaca constituía así un poderoso conjunto defensivo que podía ser guardado de incursiones enemigas por una población con un número relativamente pequeño de habitantes. 
  
   El primero y más amplio de los recintos del castro de Ulaca consta de 46 hectáreas, más que todos los restantes juntos, y albergaba el grueso del caserío. Se han localizado en la zona noroeste, que no era residencial, diversos edificios públicos monumentales de probable carácter religioso: 
   - Un 'altar de sacrificios' tallado en una gran peña, rodeado de un recinto pétreo a modo de temenos de planta cuadrangular aterrazada. Se trata de los restos de un complejo rupestre sin equivalente en otros castros célticos de la Meseta. El altar monumental dispone de piletas y dos escalonamientos tallados, orientados hacia la Sierra Paramera, que conducen a una plataforma superior. Se relaciona su cometido con prácticas sacrificales y libatorias. 
   - 'La Fragua': una supuesta sauna ritual, también rupestre, esculpida en la pared de una gran roca, donde se distinguen tres estancias, que se han interpretado por paralelismo con las 'pedras formosas' de la cultura castreña como antecámara, cámara y horno. Este último es una pequeña cámara donde se calentaba el agua, conectada por una ventana arqueada con la cámara principal. Se supone que este edificio se utilizaba en algún tipo de ceremonia purificadora de iniciación entre la casta de los guerreros (M. Almagro Gorbea y J. Álvarez Sanchís). 
   Otros elementos de interés aparecen en diversos puntos del extenso recinto: 
   - 'El Torreón': una gran torre de sillares de piedra en ruinas, reducida a un gran montón de cascotes, pero donde puede discernirse todavía la forma rectangular de la planta. Era quizá una atalaya defensiva. 
   - Más de cien casas, algunas de grandes dimensiones. Las casas se construían por lo general con troncos, ramas y barro, por lo que apenas queda rastro de ellas. Pero algunas asentaban sus tabiques de adobe sobre unos muros base de mampostería, lo que ha permitido hallar trazas del caserío, si bien a nivel de basamento. En algunas áreas, grandes lajas planas de piedra en el terreno fueron usadas como suelo de algunas viviendas, para preservarlas a salvo de la humedad. 
   - Canteras. En diversos puntos de la colina y en su parte más alta, pueden verse hoy día las canteras de donde se nutrían los vettones para su material de construcción. Se aprecian claramente las filas de perforaciones para la introducción de cuñas, y enormes bloques cortados de granito que no llegaron a utilizarse, pues la vida del oppidum llegó a su fin y su población se trasladó a otros lugares. 
    - Manantiales para el suministro de agua al poblado, uno de ellos junto a la gran torre de piedra. 
   En el tercer recinto se encontraron diversos verracos, lo que ha llevado a la teoría (no confirmada) de que se trataba de un recinto para ganado. 
   Los ritos funerarios de los vettones entre los siglos V y II a C se basaban en la incineración, por lo que se disponían campos de urnas en las afueras, con sepulturas en forma de hoyo o de túmulo, donde se depositaba un ajuar funerario. A partir del II a C debió experimentarse un cambio hacia otro rito, con ocultación de cadáveres para evitar su profanación por invasores, lo que explicaría el hecho de que no se hayan descubierto necrópolis vettonas posteriores a esa fecha. 
   Recientemente (septiembre de 2003) ha sido descubierta la necrópolis de Ulaca, tras años de búsqueda, habiéndose iniciado las primeras catas para su excavación por los arqueólogos Gonzalo Ruiz-Zapatero y Jesús Álvarez. En una pequeña llanura amesetada, al norte del oppidum, frente a dos de las puertas de la muralla, se han hallado cerámicas (vasos y urnas), piezas de ajuar funerario (una funda de puñal, una aguja de hierro, un cuchillo y cuentas de collar de pasta de vidrio), el suelo empedrado de un túmulo de enterramiento, y restos de animales como caballos, de donde se deduce que debía ser ésta un área dedicada a actividades religiosas ligadas a ritos sacrificales dentro del ámbito funerario. Se cree que lo encontrado hasta ahora no es sino la punta del iceberg de lo todavía por hallar, vestigios que proporcionarán en un futuro gran cantidad de información sobre este poblado de la Edad de Hierro que alcanzó su esplendor en los siglos II y I a C (Diario de Ávila, 10 octubre 2003). 
   El castro vettón de Ulaca ha sido declarado Monumento Histórico-Artístico y Arqueológico por decreto de 3 junio 1981, habiéndose últimamente realizado trabajos de excavación, recuperación y señalización. 
   G. Ruiz-Zapatero y J. Álvarez Sanchís llevaron a cabo trabajos de prospección en Ulaca, que revelaron la distribución del caserío y edificios públicos. El profesor Mariano Serna Martínez ha estudiado recientemente el asentamiento de Ulaca, y publicado los datos recogidos en 'El castro de Ulaca. Una aproximación topográfica'. 
  

 Verracos

Solosancho
(Fotos 14 y 15

   Un verraco de granito instalado sobre una plataforma, junto a la iglesia. De tamaño medio-grande, con las extremidades cortadas, potente cuello y larga envergadura, es un soberbio ejemplar de tipo bóvido, de gran estilización y belleza. Testuz plano, señales de orejas, presencia en lugar de ojos de dos agujeros para la colocación de cuernos (posiblementre de bronce), son algunos de sus rasgos destacables, además de una protuberancia en medio de la panza a modo de sustentador para conferir una mayor consistencia a la escultura. Proviene del vecino castro de Ulaca, en concreto de la Fuente del Oso. Según el profesor Serna Martínez, los indígenas prerromanos de tierras de Ávila y limítrofes asociaban los toros de piedra a los manantiales y cursos de agua, en torno a los cuales crecían ricos pastos: tal es el caso de la famosa 'Fuente del Oso', que toma su nombre precisamente de este verraco que se halló en su contigüidad, en la parte nororiental del castro. 

 

  

Villaviciosa
(Foto 16

   Verraco de pequeño tamaño y muy deteriorado, instalado en una plazuela frente al castillo de los Estrada, del siglo XV. Fue hallado accidentalmente hace siglos por un campesino en el Campo de Barbacedo de Villaviciosa, al tropezar su arado con la escultura. 
   Situada a 1.180 m de altura, y al pie de la colina donde se encaraman las ruinas del castro vettón de Ulaca, Villaviciosa (término de Solosancho) recibe su nombre de la Villaviciosa de Asturias, y aquí tenían su solar los Estrada, señores del castillo en los tiempos de la Repoblación de Ávila. 
  

  
Verraco de Chamartín de la Sierra 
Chamartín de la Sierra
(Fotos 17, 18 y 19

   En la plaza de la Inmaculada se conserva un hermoso verraco, grande y de estilizadas proporciones, al que faltan las extremidades. Su desgastado perfil deja adivinar las formas de un toro. 
   Otro verraco, esta vez de perfil porcino y muy fragmentado (le falta la cabeza y las patas), se halla depositado en un edificio cercano, al comienzo de la pista que conduce al impresionante castro vettón de la Mesa de Miranda
    
  
  

Castro de la Mesa de Miranda
(Fotos 20, 21, 22 y 23)

   A unos cuatro kilómetros de pista desde Chamartín de la Sierra, en un despoblado de paisaje más agreste que bucólico tachonado de bosques de encinas y rocas de granito, se pueden visitar las ruinas de este representativo oppidum de los celtas de la Meseta. De todos los castros vettones abulenses es el que mejor conserva las murallas, de más de 2.800 m de perímetro, que encierran tres recintos yuxtapuestos de unas 30 hectáreas de superficie. Algunos lienzos de las murallas se componen de dos o tres paramentos de aparejo semiciclópeo, con rellenos de cascotes más pequeños. 
Verracos   Se penetra en los sucesivos recintos por puertas monumentales. Los dos primeros recintos se han interpretado como zonas residenciales, pese a no haberse hallado casas en su interior, y están separados por una muralla transversal perforada por dos puertas. La puerta suroriental de la muralla del primer recinto conserva el foso semienterrado y espectaculares campos de piedras hincadas frente a la puerta principal, para dificultar los ataques en este punto clave. 
   Desde el extremo norte del castro se divisa un amplio panorama, que nos permite tomar conciencia de la estratégica situación de la ciudad, protegida por dos profundos valles y grandes roquedos que ofician de defensas naturales, y controlando el paso a la sierra desde las llanuras del Duero. 
   Ante la puerta del tercer recinto se extendía una vasta necrópolis, con estelas y estructuras tumulares.
   La muralla se reforzó con torres cuadrangulares y un acceso en embudo, que fue interpretado como un encerradero de ganado a partir del hallazgo en su interior de tres verracos. 
   El tronco de un verraco muy erosionado por el tiempo, pero aún de sugerentes formas, ha sido depositado sobre una plataforma de madera en mitad de un campo. 
   Como los restantes castros vettones, el castro de la Mesa de Miranda fue abandonado antes de la romanización. Sus ruinas fueron estudiadas en los años treinta y cuarenta del siglo XX por J. Cabré y su hija. En la necrópolis de La Osera, Cabré excavó 2.230 sepulturas de incineración, algunas de ellas con estructuras tumulares, ajuares excepcionalmente ricos y ubicación privilegiada dentro del cementerio, de los siglos IV - III a C. La necrópolis se dividía en seis zonas diferenciadas, cuya orientación (según Baquedano y Esparza) respondía a complejos cálculos astronómicos. 
  

  

La Aldea del Rey Niño
(Foto 48)
   
   Verraco de pequeñas dimensiones muy desfigurado, se hallaba hasta hace poco tendido en una calle, olvidado y desconocido. 
  

  

Riofrío
(Foto 24)
    
   Supuesto verraco (?) empotrado en un muro de mampostería en el centro del pueblo, que parece una simple piedra sillar de gran tamaño. Sin embargo, su silueta permite conjeturar que podría tratarse del torso de otro verraco de tipo bóvido, sin patas, muy semejante a los de Solosancho y Chamartín de la Sierra. La duda sólo podrá despejarse el día que se desmantele el muro y extraiga la pieza para su estudio, pero la pregunta esencial es: ¿cuántos verracos más se hallan en condiciones de abandono y olvido, dispersos en remotos lugares de las antiguas tierras de los vettones, todavía por descubrir? 
   En Riofrío se han detectado trazas de la existencia de un monumento funerario de época romana cerca de la dehesa de Gemiguel, al cual pertenecerían al menos los siete verracos y las dos cistas que se hallan empotrados en las partes bajas de las cuatro esquinas de una de las construcciones en ruinas. Excepto uno, los verracos se hallan tendidos, lo cual imposibilita saber si portan o no inscripción. 
  

  

Toros de Guisando
(Fotos 25, 26, 27, 28 y 29)
    
   Los célebres Toros de Guisando se hallan en un descampado del lugar llamado Ventas de Guisando, al pie del cerro Guisando, cerca de El Tiemblo (Ávila). 
   Es un grupo de esculturas representando cuatro robustos toros de poderoso cuello y gruesa papada, alineados de pie sobre pedestales, con sus testas orientadas hacia poniente. Son de tamaño natural y están talladas en sendos bloques exentos de granito. Cada uno de ellos es monolítico, aunque uno de ellos había sido destrozado y posteriormente recompuesto.
Toros de Guisando   El primero de los toros (de izquierda a derecha, mirándolos de frente) ostenta en el lateral derecho del cuerpo una inscripción conmemorativa en latín, en la que se anuncia que un ciudadano llamado Longino, de la tribu celtíbera de los calaéticos, eleva el monumento a la memoria de su padre:
   "LONGINVS, PRISCO-CALA, ETIQ-PATRI-F-C"
   Que puede traducirse como: "Longino, a su padre Prisco, de los calaéticos, procuró hacerlo".
   El segundo toro tiene incisos en el cuerpo dos petroglifos, uno en forma de Y griega.
   En el tercer toro, que es el reconstruido, llaman la atención el detalle realista de las arrugas en el cuello del cuadrúpedo y los profundos hoyos destinados a acoplar los cuernos.
   La cuarta escultura presenta otra inscripción latina en su costado izquierdo: la primera línea muestra las letras "A.N.-A." y la segunda, la palabra "CALAETICOS". Los cuatro animales muestran verdugones en las nalgas derechas, como si fueran marcas de ganadería.
   Los Toros de Guisando imponen por su gran tamaño (con un promedio de 2,70 m de largo, 0,80 m de ancho y 1,50 m de alto) y poderosa constitución anatómica, de prominentes lomos y espesas papadas con pliegues, que les hace parecerse a grandes bueyes o incluso a bisontes.
   No se conoce la exacta procedencia y finalidad de este grupo escultórico, ni siquiera si los cuatro toros formaban grupo en origen, pero a juzgar por los epígrafes latinos mencionados, y por el parecido con otros de su estilo (Martiherrero, Gemiguel, la Alameda alta de Tornadizos) se conjetura que pudieran ser cuatro verracos vettones de los siglos III-II a C, originarios de este mismo lugar y reubicados en tal disposición espacial en tiempos romanos (quizá bajo Augusto) con algún fin cultual, conmemorativo o funerario.
   Los Toros de Guisando son mencionados en El Quijote:
   Vez también hubo que me mandó fuese a tomar en peso las antiguas piedras de los valientes Toros de Guisando, empresa más para encomendarse a ganapanes que a caballeros. (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, II, 14)
   Cerca se levanta el Monasterio de Guisando, fundado por el rey Enrique IV en 1464 y protegido por el segundo marqués de Villena. Aquí se proclamó en 1468 a Isabel la Católica heredera del trono de Castilla, título que rehusó aceptar en vida de su hermano Enrique IV. El primitivo edificio sufrió un incendio del que sólo se salvó la capilla gótica de San Miguel. El actual edificio, del XVI, ostenta en su claustro los escudos del marquesado de Villena. 
   
  
   

Villatoro
(Fotos 30, 31 y 32)
  
   Tres verracos, de tamaño mediano, con forma de toro instalados en la plaza Mayor, junto a la iglesia parroquial del XVI. Parece ser que el nombre del pueblo deriva de la existencia de estas piezas, como se da también el caso en otros pueblos como Navaltoro, Campo del Toro, El Oso, Barraco, o en parajes como el pico Berrueco, Berrueco Gordo, etc.
  

 

Villanueva del Campillo
(Fotos 33, 34, 35, 36 y 37)
    
   A pocos kilómetros del pueblo, en la linde entre dos campos de labranza, se hallan dos magníficos verracos poco conocidos, hasta hace poco tirados por tierra y semienterrados, que por su evidente importancia arqueológica están siendo objeto de restauración. Uno es de tamaño mediano, y el otro, de grandes proporciones (dos metros y medio de alto por dos metros de base), siendo éste último con toda probabilidad el más grande de los verracos vettones hasta hoy encontrados. Verracos de Villanueva del Campillo 
   De tamaño mayor que el natural, el gran verraco de Villanueva supera en dimensiones a los mismos Toros de Guisando. Se halla fragmentado, el cuerpo partido por la mitad, habiendo desaparecido la parte de los cuartos traseros. No obstante, se aprecian perfectamente la cabeza, el grueso cuello y papada, las patas delanteras y la losa que suele servir de plataforma base para los verracos monolíticos. El voluminoso lomo le confiere un aspecto parecido a un bisonte, y su descomunal tamaño induce a pensar en el uro, antecesor extinguido de los bovinos en Europa. 
   Ambos verracos estaban caídos de lado con la misma orientación, la cabeza mirando al oeste, lo que permite suponer que, a diferencia de la mayoría de los verracos que han sido trasladados y cambiados de sitio a lo largo de la historia, estos dos bóvidos de granito podrían encontrarse in situ, circunstancia que les otorgaría un valor añadido excepcional. Una excavación sistemática de la zona puede revelar sorpresas en el futuro, como la pedregosa colina al norte del emplazamiento de los dos verracos, que contiene numerosos indicios de que podría haber albergado un asentamiento. 
   La Junta de Castilla y León y la Diputación de Ávila se han encargado de los trabajos de restauración de estas dos piezas, que han sido completadas y relevantadas en el pueblo vecino. La finalidad es que el público pueda admirar estas obras insustituibles del arte estatuario de los vettones, entre las que se encuentra el más grande de los verracos celtas conocidos hasta hoy, que no ha recibido aún el reconocimiento que merece como una de las más impresionantes joyas escultóricas de la antigüedad hispana. 
   
  
   
  
San Miguel de Serrezuela
(Fotos 49 y 50)
    
   Un verraco de descomunal tamaño con anatomía de toro (el segundo más grande conocido después del de Villanueva del Campillo), procedente de este pueblo, es exhibido en el Torreón de los Guzmanes de Ávila.
 
  
 
  
Castro de El Raso
(Foto 38)
    
   A unos diez kilómetros al noroeste de Candeleda, en el fértil valle del Tiétar (Ávila), han sido excavadas las ruinas de un extenso castro vettón, distribuidas por varios montículos y laderas montañosas del lugar conocido como El Raso o El Freilo (así también llamado por el cercano arroyo del mismo nombre). 
   Junto a la actual población de El Raso, que hay que atravesar para llegar a este castro, se encontró en el llano otro poblado vettón, cuya existencia, según Fernando Fernández Gómez, que lo excavó parcialmente, se dio entre los siglos V - II a C, esto es, durante la segunda Edad del Hierro. Estaba provisto de una necrópolis de esa época, contemporánea a las de Las Cogotas y Chamartín.
   Las gentes de este poblado y de otros que debió haber por los alrededores, como consecuencia de la incursión de Ánibal en 219 a C, cuyo ejército los pudo destruir, se trasladó varios kilómetros más arriba, al lugar donde ahora se encuentra el castro de El Raso.
   Este castro alto, perteneciente a la tercera Edad del Hierro, tuvo una vida corta, pues a mediados del siglo I a C debía estar prácticamente abandonado.
    De 20 hectáreas de superficie, ocupaba una destacada posición sobre la garganta de Alardos, que le servía a modo de foso. Su parte alta estaba protegida por una fortificación, y la parte baja por una poderosa muralla de 2-3 m de espesor jalonada de torreones, de la que se conserva la puerta sur. Esta estratégica ubicación posibilitaba el control de la llanura por parte de los habitantes del castro, así como los accesos a los pastos de la Sierra de Gredos.
   En el interior de su recinto amurallado se han excavado diversos barrios, la mayoría con casas humildes, pero con algunas viviendas más amplias y mejor distribuidas, con porches al exterior y hogares en la habitación central, en torno a los cuales había bancos corridos de piedra adosados a la pared. Una pieza de la casa siempre estaba destinada a almacén o despensa. Se ha detectado entre las mansiones un horno de forja de metales.
   Los vettones dieron muestras aquí de cierto sentido de la urbanización, pues sus casas se alineaban adyacentes pared contra pared, formando calles y bloques de manzanas (lo que contrasta con la distribución aleatoria del caserío en otros castros celtas de la región), probable influencia de los usos constructivos romanos. Dos casas del centro han sido reconstruidas para facilitar su comprensión.
   Calculando en 300 ó 400 los hogares existentes, multiplicados por 5-6 personas, la población del castro, según Fernando Fernández, debió rondar entre los 2.000 y los 3.000 habitantes.
   En una de las casas del barrio bajo junto a la muralla se ha encontrado un pequeño tesoro formado por brazaletes y denarios de plata de época romana.
   No se ha descubierto todavía la necrópolis de este castro.
 
   

Otros castros celtas de Ávila
  
   - Castro de El Berrueco, en Medinilla, sobre un destacado cerro que domina las llanuras del Tormes. 
   - Gran recinto de Los Castillejos, en Sanchorreja, dominando la Sierra de Ávila.
 

Otros lugares de procedencia de verracos en Ávila
  
   Arévalo (2) 
   Barraco (1) 
   Bernuy Salinero (3) 
   Candeleda (1) 
   Cardeñosa (5) 
   Martiherrero (4) 
   Medinilla (1) 
   Muñogalindo (2) 
   Padiernos (1) 
   Papatrigo (1) 
   San Juan de la Nava (1) 
   Santo Domingo de las Posadas (1) 
   Sotalvo (3)


 
Salamanca

- Verraco del Lazarillo de Tormes
   (Fotos 39 y 40)
    
   Restaurado e instalado en una alta plataforma junto al puente romano sobre el río Tormes. Este gran verraco con trazas de toro, fragmentado y sin cabeza, es célebre como protagonista del episodio recogido en el capítulo primero del 'Lazarillo de Tormes', donde el aprendiz de pícaro Lázaro relata en primera persona la pesada broma que le gasta el ciego al que sirve como lazarillo, a costa de su juvenil inocencia (leer episodio).

  

Verracos
- Museo de Salamanca
  
Fotos 41 y 42
   . Un verraco de insólitas formas que evocan a un porcino de prominente hocico, procedente de Gallegos de Argañán, villa salmantina próxima a la frontera con Portugal, fechado entre los siglos III y II a C (II Edad del Hierro).
  
Fotos 43 y 44
   . Dos verracos a nivel de simples torsos informes sin cabeza ni patas, de perfil redondeado y grueso, y de pequeño tamaño. 

  

 
Ciudad Rodrigo (Salamanca)

- Verraco vandalizado
   (Foto 51)
    
   La web Arteselección nos envía como noticia un acto vandálico realizado en julio de 2010 sobre un verraco de Ciudad Rodrigo, que fue pintarrajeado mediante sprays con pinturas de colores.
   El atentado se produjo de madrugada contra el verraco instalado junto a la muralla y el castillo de Enrique II de Trastamara. Datado en el siglo IV a C, se trata de una de las mejores piezas del patrimonio de Ciudad Rodrigo. La escultura fue descubierta hace 500 años en las inmediaciones de la localidad. La administración local lo promociona como parte de la Ruta de los Castros y los Verracos prerromanos de Castilla y León.
   Más información en Noticias Arteselección

 

Madrid
  
   Verraco expuesto en el Museo Arqueológico Nacional, sección de la Edad de Hierro (sala VIII). Procede de la necrópolis de Trasguija, junto al castro de Las Cogotas, en Ávila. De tamaño mediano-pequeño, tiene plataforma base con su correspondiente hueco entre las patas, papada, poca cabeza y torso muy redondeado.
  
   En el término de San Fernando de Henares, perteneciente al área metropolitana de Madrid, hay depositados en una finca del Ministerio de Agricultura dos verracos procedentes de Sotalvo (Ávila). Estas esculturas se trajeron a Madrid hace más de sesenta años, y al principio se instalaron a la entrada del Pabellón de Ávila en la Feria Internacional del Campo de Madrid, siendo trasladadas en 1983 a su emplazamiento actual.
   (Información y foto 52 facilitadas por José María Hernández Escorial).

 

Verracos
Arte escultórico de los celtas

Bibliografía consultada

   - Anónimo. La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades ('Los lazarillos en la literatura'. S.A. de Promoción y Ediciones, Madrid, 1984) 
   - Bozal, Valeriano. Historia del arte en España (Colección Fundamentos, Ediciones Istmo, Madrid, 1972) 
   - Pascual, M. José. Toros, dioses y hombres (National Geographic, España, diciembre 2002) 
   - Sánchez Moreno, Eduardo. Vetones: historia y arqueología de un pueblo prerromano (Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, 2000) 
   - Serna Martínez, Mariano. Ulaca. Una aproximación histórica (serie de cuatro artículos publicados en El Diario de Ávila los días 5, 12, 18 y 25 agosto 2002) 
   - Serna Martínez, Mariano. Estudio de los verracos abulenses (Diario de Ávila, 12 octubre 2003) 
   - Serna Martínez, Mariano. Los verracos. Esculturas zoomorfas vettonas
 

Enlaces a webs con temas relacionados:

Federación de Asociaciones del Patrimonio de la Humanidad de Castilla y León 
http://www.patrimoniocastillayleon.org

 

FotoCD12

Verracos
Arte escultórico de los celtas

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en las provincias de Ávila y Salamanca (España) 
Ilustraciones: Miguel Ángel Eugui