Exposiciones fotográficas

Los cedros sagrados del Líbano

El Árbol de la Codicia

 

   La luna salió desde el monte Sunín y alumbró las costas, las colinas y las montañas. Y podíamos ver las aldeas desparramadas por el valle como apariciones que de pronto surgieran ante algún conjuro de la nada. Podíamos contemplar la belleza de todo el Líbano bajo los plateados rayos de la luna.
   Los poetas occidentales piensan en el Líbano como en un sitio legendario, olvidado, puesto que por allí pasaron David, Salomón y los profetas; como el jardín del Edén, perdido tras la caída de Adán y Eva. Para estos poetas occidentales, la palabra Líbano es una expresión poética, que asocian a la montaña cuyas laderas están perfumadas por el incienso de los Cedros Sagrados. Les recuerdan los templos de cobre y mármol erectos, firmes e impenetrables, y los rebaños de ciervos pastando en los verdes valles. Aquella noche, yo mismo vi al Líbano de ensueño, con los ojos de un poeta.
   
   Jalil Gibran. Alas rotas 

 

   Gibran Jalil Gibran (1883-1931), el más célebre poeta libanés contemporáneo, nació en un pueblo de montaña llamado Bsharré, no lejos del cual todavía crecen los míticos cedros del Líbano. 
Cedros del Libano   El pueblo de Bsharré se asoma a un precipicio que cae verticalmente en las entrañas de un profundo cañón (foto25) horadado por el río Qadisha, cuyo caudal brota de una cueva abierta en lo alto de un circo rocoso dominando el poblado. Este cañón, tapizado de bosques, estrecho en los primeros tramos, que se va abriendo y ensanchando río abajo, se conoce como Valle de Qadisha o Valle Sagrado.
   ¿Por qué sagrado? El Valle de Qadisha es –según la Unesco– uno de los más importantes asentamientos monásticos del cristianismo primitivo que hay en el mundo. Este Valle reúne la mayor concentración de monasterios, ermitas y eremitorios de todo el Líbano, datando algunos de los mismos albores del cristianismo. 
   Los escarpados paredones rocosos del Valle de Qadisha han servido durante siglos como lugar de aislamiento y oración para monjes y eremitas de diversas ramas del cristianismo, predominando los adeptos a la iglesia católica maronita. Los farallones que delimitan el cañón están perforados, a distintas alturas, por grutas y covachas difícilmente accesibles y semiocultas por la vegetación boscosa (foto26), en las que se refugiaban los monjes. Al abrigo de estas cavidades naturales se erigían pequeñas ermitas, algunas de las cuales fueron creciendo a lo largo del tiempo hasta constituirse en grandes monasterios edificados en fábrica de sillería. Muchas de estas construcciones están en ruinas tras siglos de abandono, pero otras todavía albergan comunidades monacales en activo (los principales monasterios son el de San Antonio de Quzhayya, Nuestra Señora de Hauqqa, Qannubin y Mar Lichaa) que han ejercido y ejercen una gran influencia religiosa, política y social sobre los campesinos y pobladores de la región.Cedros del Libano   
   Aunque ciertos monasterios hayan experimentado ampliaciones y reconstrucciones hasta fechas relativamente recientes, su origen puede ser muy antiguo –remontándose en algunos casos al siglo IV–, como lo testimonian los restos de frescos bizantinos que subsisten en algunos muros y capillas. En los alrededores de los cenobios había acondicionadas terrazas con pequeñas huertas en las que los monjes, eremitas y campesinos de la región podían cultivar grano y árboles frutales. Algunas siguen hoy en uso.
   
   Las casas del pueblo de Bsharré, suspendido a 1.400 m de altitud sobre la misma cabecera del Valle Sagrado, se encaraman por una empinada ladera en las estribaciones septentrionales de la cordillera del Monte Líbano. Sus tejados de tejas rojas, con inclinaciones a dos y cuatro aguas, revelan a simple vista que las lluvias y nieves han de ser copiosas en estas alturas. Al atardecer cae lentamente la niebla, todo se va cubriendo de un ligero velo de humedad, las temperaturas bajan, y es curioso constatar que en Oriente Próximo y en pleno verano se puede pasar frío. Entre los tejados de Bsharré emergen los campanarios de varias iglesias, pero por encima del conjunto urbano sobresale, en el centro del pueblo, la catedral, con sus dos torres gemelas de afilados chapiteles y su cimborrio de sabor bizantino. En las calles abundan las imágenes de vírgenes y santos. Una tienda vende objetos litúrgicos. En las afueras se puede visitar la "gruta de Nuestra Señora de Lourdes". 
   No se oye nunca en Bsharré el canto del almuédano, tan recurrente como es en el Líbano (un país con un 40% de cristianos y un 60% de musulmanes). No hay ninguna mezquita en toda la comarca. De hecho, las leyes locales no permiten a los musulmanes instalarse con sus familias en esta región de tradiciones cristianas históricamente tan arraigadas.
   Si damos la espalda al precipicio y ascendemos monte arriba unos siete kilómetros, llegaremos a un extenso altiplano entre montañas peladas, donde se halla el famoso Bosque de Cedros, el enclave natural más emblemático del Líbano. Estamos a 2.000 m de altitud, en las faldas del monte Makmel. Si prosiguiéramos nuestro avance más arriba y rumbo a oriente, salvando un puerto de montaña a una cota de 3.000 m, impracticable en invierno, azotado por un viento gélido que moldea las últimas manchas de nieve de julio, accederíamos al valle de la Bekaa, donde se asienta la mítica Baalbek.
    
   Relacionado con el Valle de Qadisha por proximidad geográfica y lazos históricos, el Bosque de los Cedros de Dios (en árabe, Horsh Arz el-Rab) es el último vestigio superviviente de los antiguos bosques del Líbano y uno de los raros lugares donde el Cedrus libani crece todavía. Ambos enclaves fueron incorporados en 1998, como bienes de carácter natural/cultural a la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
   La madera de cedro del Líbano, por su nobleza, resistencia y longevidad, era un material de construcción sumamente apreciado en el mundo antiguo, utilizado con preferencia para erigir templos y palacios. Árbol "esbelto y empinado" (Isaías, 2:13), "príncipe de los árboles" por su altura y majestuosidad, su madera va adquiriendo, conforme envejece, la dureza de la piedra. No ha de extrañar por ello que en las ruinas de las ciudades milenarias sea frecuente hallar restos de madera de cedro. Los países consumidores de esta materia prima obtenían el cedro bien mediante intercambios comerciales, bien por la fuerza militar, cuando las montañas libanesas eran ocupadas por las distintas potencias en expansión.
  Cedros del Libano Hasta su independencia en 1946, el Líbano no era más que una pequeña región de Siria, y Siria es la salida de Oriente al Mediterráneo. Una encrucijada donde convergían los intereses geoestratégicos de los más poderosos imperios del mundo antiguo (egipcio, babilonio, asirio, persa, macedonio, romano), que sometieron sucesivamente las tierras del Líbano y explotaron sus recursos naturales, el principal de los cuales era la preciada madera de cedro. Existe una inscripción cuneiforme babilónica que mandó grabar Nabucodonosor II: "Para la construcción traje enormes cedros, los cuales yo corté con mis propias manos del monte Líbano".
   En el más antiguo texto que se conserva de la historia de la literatura, el Poema de Gilgamesh, reconstruido a partir de tablillas mesopotámicas en escritura cuneiforme, se describe un "Bosque de Cedros" situado en las montañas del Líbano, que era la guarida del monstruo Humbaba, al que Gilgamesh debía dar muerte:
   
"... ellos iban a alcanzar la montaña del Líbano." (IV, 10)
"Quedaron inmóviles en el lindero del Bosque,
contemplando la altura de los cedros (...)
Contemplan la Montaña de los Cedros, la morada de los dioses, el santuario de Irnini.
En las laderas de la montaña, se levantan, potentes, los cedros, 
su fresca sombra está llena de perfumes,
las zarzas se entrelazan, el Bosque extiende su manto por doquier." (V, 1)

   Es digno de observar que ya desde los tiempos más remotos los cedros del Líbano eran tenidos como árboles sagrados, y la montaña donde crecían era la "morada de los dioses".
Cedros del Libano   Los antiguos egipcios utilizaron ampliamente la madera de cedro importada del Líbano para pilares, vigas y techos artesonados de templos y otros edificios, así como para la confección de sarcófagos y ataúdes reales o de la nobleza. Empleaban también un conservante de resina de cedro, llamado 'vida de los muertos', en los procesos de momificación de cadáveres. 
   Asimismo usaban la madera de cedro para la construcción naval. Una de las barcas solares de Keops, descubierta en 1872 al pie de la Gran Pirámide, fue remontada y es custodiada en un museo cercano a su primitivo emplazamiento. Allí podemos admirar el barco más antiguo del mundo, perfectamente conservado gracias a haber sido construido en madera de cedros del Líbano. Los fenicios y otros pueblos también usaban troncos de cedro para fabricar mástiles de embarcaciones. "Del Líbano tomaron un cedro para erigirte un mástil", escribe el profeta Ezequiel (27:5). Del cedro se extraía también brea para calafatear e impermeabilizar los navíos.
   La destilación de la madera de cedro producía un aceite aromático muy apreciado. Se tenía asimismo en muy alta estima el aroma de la resina de cedro.
      
   La fragancia de tus vestidos
   parece fragancia del Líbano.
   Cantar de los Cantares (4:11)
   
    En el siglo X a C, a fin de construir el Templo de Jerusalén, edificio cuya belleza y suntuosidad iban a hacerse proverbiales, el rey Salomón de Israel sostuvo tratos comerciales con el rey fenicio Hiram de Tiro, intercambiando veinte mil cargas de trigo y veinte mil medidas de aceite anuales por maderas de ciprés y de cedros del Líbano. "(Salomón) revistió los muros interiores del templo con planchas de cedro desde el suelo hasta las vigas del techo (...). El cedro del interior presentaba bajorrelieves de calabazas y capullos abiertos; todo era de cedro, no se veía la piedra." (I Reyes, 6:9, 18)
   El cedro del Líbano es citado 103 veces en la Biblia.
   
Cedros del Libano   ¿A quién compararte en tu grandeza?
   Mira: a un cedro del Líbano
   de espléndido ramaje, 
   de fronda de amplia sombra
   y de elevada talla.
   Entre las nubes despuntaba su copa.
   (...) su tronco superaba en altura
   a todos los árboles del campo,
   sus ramas se multiplicaban,
   se alargaba su ramaje,
   (...) en sus ramas anidaban
   todos los pájaros del cielo,
   bajo su fronda parían
   todas las bestias del campo,
   a su sombra se sentaban
   naciones numerosas.
   (...) 
   Ningún árbol, en el jardín de Dios,
   le igualaba en belleza.
   Yo lo había embellecido
   con follaje abundante,
   y le envidiaban
   todos los árboles del Edén,
   los del jardín de Dios.
   Ezequiel, 31:1-9

   Esos cedros milenarios del Líbano que, brotados humildes como el hisopo, exigieron centurias para alcanzar toda su altura y completar su desarrollo, pero que persisten hasta hoy, tan imponentes como hace ochocientos años, cuando a su sombra se cobijaron los primeros cruzados que iban a libertar el sepulcro de Cristo.
   Paul Groussac. La gloria de Dante

    
   En ciencia botánica se asigna el nombre de cedro a cuatro especies de coníferas perennes de madera muy noble (género Cedrus, familia Pinaceae), tres de ellas nativas de las áreas montañosas de la región mediterránea y una de los Himalayas occidentales.
   Existen otros muchos árboles coníferos conocidos como "cedros", pero que no lo son. Se parecen a los cedros auténticos en que son de madera rojiza, hoja perenne y resina aromática (por ejemplo, el junípero o la tuya). Tampoco es "de madera de cedro", estrictamente hablando, la mayoría de los artefactos calificados como tales en el mercado internacional. El auténtico cedro es un árbol muy escaso en nuestro planeta.
Cedros del Libano   El cedro del Atlas marroquí (Cedrus atlantica), el cedro de Chipre (Cedrus brevifolia), el deodar o cedro del Himalaya (Cedrus deodara) y el cedro del Líbano (Cedrus libani) son los verdaderos cedros. Las distinciones entre las cuatro especies de cedro verdadero son difíciles de deslindar, debido a sus múltiples cruzamientos, pero hay expertos que consideran las cuatro como variantes geográficas de una sola especie, que sería el cedro del Líbano.
   Son árboles de muy alto porte, gruesos troncos y copas masivas e irregulares, con ramas que se extienden horizontalmente hacia los lados. Los troncos jóvenes están cubiertos de una suave corteza de color gris oscuro, que se va haciendo con los años más amarronada, estriada y escamosa. 
   La madera de cedro es ligera, suave y duradera, incluso cuando está en contacto con la tierra o la humedad. Debido a ciertas sustancias amargas que exuda, no es atacada por la carcoma, las orugas y otros insectos xilófagos. 

   Del cedro se obtiene un aceite que se denomina cedrino; todos los objetos que se embadurnan con él, incluso los libros, por ejemplo, no se ven atacados ni por las polillas ni por la podredumbre. (...) El templo de Efeso, la estatua de Diana e incluso los artesonados –tanto allí como en otros santuarios notables– están hechos de esa madera aprovechando su gran durabilidad.
   Vitruvio. Arquitectura, II, 9, 13

   Sus rígidas hojas aciculadas (en forma de aguja) brotan en densos penachos a lo largo de las ramas. Cada hoja lleva dos canales de resina y permanece en el árbol de tres a seis años. Las piñas femeninas son grandes, resinosas y con forma de barril, de color verdoso o purpúreo, y tardan entre treinta y cuarenta años en echar simiente.
    
   La actual bandera del Líbano exhibe, entre dos franjas horizontales rojas, un grafismo que representa la inconfundible silueta, en color verde, de un cedro, puesto que se considera este árbol como símbolo y emblema de la nación. Pocos son, sin embargo, los cedros que crecen hoy en el Líbano, el país de los cedros. La elevada densidad de población y la creciente presión demográfica, acompañadas de un caos urbanístico que va trepando de la costa a las montañas, suponen muy serias amenazas para el medio ambiente, con fuerte impacto en su masa forestal. Hemos visto, sin embargo, que la deforestación del Líbano viene de antiguo, provocada por la tala masiva de cedros y otros árboles que perpetraron los sucesivos imperios que rigieron el país. Desastre ecológico que ya está denunciado en el Antiguo Testamento: "Extranjeros, los más bárbaros entre las naciones, lo han talado y lo han abandonado. En los montes y por todos los valles yace su ramaje; sus ramas están destrozadas por todos los barrancos del país." Ezequiel (31:12)
   En el año 118 de nuestra era el emperador romano Adriano promulgó medidas para proteger los cedros del Líbano y frenar la deforestación, fijando límites alrededor de los bosques protegidos, algunos mediante marcas talladas en las rocas.
Cedros del Libano   En los siglos siguientes, y durante la Edad Media, los pobladores de estas montañas utilizaron la madera de cedro para construir viviendas, como leña y como combustible para hornos. Bajo el imperio otomano, y hasta bien entrado el siglo XIX, los bosques de cedros del Líbano continuaron siendo expoliados. Durante la Segunda Guerra Mundial las tropas británicas emplearon la madera de cedro en la construcción de la línea ferroviaria entre Trípoli y Haifa.
  
    Entre los exiguos reductos forestales que han sobrevivido en este país del levante mediterráneo, el Bosque de los Cedros de Dios, cerca de Bsharré –objeto de la presente exposición de fotografías– es el más antiguo del Líbano. Es un lugar emblemático, "una medalla de honor en el pecho del Líbano", según expresión de Jalil Gibran (El retorno del amado). La escasez de recursos naturales del país (que carece de minería o petróleo) confiere todavía más valor, tanto en el plano material como en el simbólico, a este último baluarte en que el Cedrus libani se defiende de su extinción.
   Situado entre 1.900 y 2.050 m, a una altitud donde solo crecen las coníferas más resistentes, su superficie abarca poco más que 100 hectáreas. Un bosquejo de bosque, por así decir. Se estima que de los 350 árboles que tiene esta reserva, cuatro pueden ser milenarios. A algunos ejemplares se les atribuye 1.500 años de edad. Algunos alcanzan una altura de 35 metros y una circunferencia del tronco de 13 metros. 
   En 1876 el Bosque de los Cedros de Dios fue rodeado por una muralla protectora que en parte financió la reina Victoria de Inglaterra. En un claro del bosque se levanta una capilla cristiana maronita de la misma época, escenario de una celebración especial cada 6 de agosto. 
   En los últimos años se han desarrollado varias campañas de protección de los cedros del Líbano y se está llevando a cabo en los alrededores del Bosque un proceso de reforestación de esta especie arbórea. Por su lento crecimiento, habrá que esperar décadas para ver resultados.
   Aparte de éste, los únicos bosques de cedros que quedan en el Líbano son:
   - Reservas naturales de Horsh Ehden y Hadeth Al Jubbeh, en el mismo Valle Sagrado de Qadisha.
   - Jaj, cerca de Lakluq.
   - Reserva de Cedros del Chuf, la mayor del Líbano, que alberga seis bosques de cedros (uno sobre el monte Baruk) en un hábitat frecuentado por gacelas, jabalíes, lobos y doscientas especies de aves.
   
   La creación del reino psíquico de la fantasía halla su completa analogía en la institución de “parques naturales”, allí donde las exigencias de la arquitectura, de las comunicaciones o de la industria amenazan con destruir un bello paisaje. En estos parques se perpetúan intactas las bellezas naturales que en el resto del territorio se ha visto el hombre obligado a sacrificar –muchas veces con disgusto– a fines utilitarios, y en ellos debe todo, tanto lo inútil como lo perjudicial, crecer y expandirse sin coerción de ningún género. El reino psíquico de la fantasía constituye uno de estos parques naturales sustraído al principio de la realidad.
   Sigmund Freud. Introducción al psicoanálisis






Con los ojos de un poeta

   El pueblo de Bsharré, el Valle Sagrado de Qadisha y el Bosque de los Cedros de Dios fueron los lugares en los que transcurrió la infancia del poeta Jalil Gibran. Escenarios agrestes y pastoriles que quedaron grabados en lo profundo de su mente y que siempre iba a evocar desde su exilio en Estados Unidos, idealizados por la nostalgia, como un Jardín del Edén del que había sido expulsado. 
Cedros del Libano   La poesía de Gibran (pronúnciese Yibrán) es un continuo canto de amor a la naturaleza y de alabanza a la vida de campo, que contrapone como ideal frente a la ajetreada y esclavizante vida de la ciudad.
   
   Los que hemos pasado la mayor parte de nuestra existencia en ciudades llenas de gente sabemos muy poco de la vida de quienes habitan en los pueblos y en las aldeas apartadas del Líbano. Nos arrastra la corriente de la civilización moderna. Hemos olvidado –o por lo menos así lo pensamos– la filosofía de esa vida hermosa y simple, llena de pureza y de candor espiritual. Pero si volviéramos la mirada hacia esa vida, la veríamos sonreír en la primavera, la veríamos durmiendo la siesta al sol en verano; la veríamos cosechar en el otoño, y reposar en el invierno, y la consideraríamos como a nuestra madre naturaleza en todos sus estados de ánimo. Somos más ricos en bienes materiales que aquellos aldeanos; pero el espíritu del campesino es más noble que el nuestro. Nosotros sembramos mucho, y no cosechamos nada; en cambio, todo lo que ellos siembran lo cosechan. Nosotros, los que vivimos en la ciudad, somos esclavos de nuestros apetitos; ellos, son los hijos de la alegría simple. Nosotros bebemos en la copa de la vida un líquido enturbiado con amargura, desesperación, temores y hastío. Ellos beben el claro vino de la vida sencilla.
   Jalil Gibran. Ninfas del valle 

   Gibran ve con ojos de poeta la vida del campo pero, contra lo que pudiera parecer, su visión no es meramente la de un romántico. La belleza formal, el lirismo y el aliento místico que rezuman sus poemas apenas dejan sospechar los broncos comienzos de su carrera literaria. Los primeros libros de relatos que publicó Gibran en lengua árabe (Ninfas del valle, Espítitus rebeldes y Alas rotas) cayeron como bombas en la sociedad libanesa. En Espíritus rebeldes (1911), narración que discurre en el Valle de Qadisha, pone en boca de Kahlil, procesado por hereje, la siguiente diatriba contra el poder del clero, cómplice del régimen tardo-feudal al que todavía estaban sometidos a principios del siglo XX los campesinos del Líbano:
Cedros del Libano   
   ¿Habéis reparado en que esta tierra que trabajáis como esclavos les fue arrebatada a vuestros padres cuando las leyes se escribían sobre el filo de la espada? Los monjes engañaron a vuestros antepasados y los despojaron de campos y viñedos cuando las leyes religiosas se escribían en los labios de los sacerdotes. ¿Qué hombre o mujer no está bajo las órdenes del Señor de los campos, quien los conmina a cumplir la voluntad de los sacerdotes? Dios dijo: 'Comeréis vuestro pan con el sudor de vuestras frentes'. Pero Sheik Abbas come el pan horneado con los años de vuestras vidas y bebe el vino que contiene vuestras lágrimas. ¿Es que Dios eligió a este hombre entre vosotros mientras se hallaba en el vientre de su madre? ¿O son acaso vuestros pecados los que os convirtieron en sus propiedades? (...) 'No acumuléis oro, ni plata ni cobre'. ¿Entonces qué designios permiten a los sacerdotes vender sus plegarias a cambio de oro y plata? En el silencio de la noche, oráis diciendo: 'Danos el pan de cada día'. Dios os ha dado esta tierra de la que extraéis el pan de cada día, pero ¿de qué autoridad ha investido Él a los monjes para que os roben esta tierra y este pan?
   Maldecís a Judas porque vendió a su Maestro por unas pocas monedas, pero bendecís a aquellos que lo venden cada día. Judas se arrepintió y se colgó por su mala acción, pero estos sacerdotes se yerguen orgullosos, usan hermosos atavíos resplandecientes de cruces que cuelgan de sus pechos. Enseñáis a vuestros hijos a amar a Cristo y al mismo tiempo los instruís para que obedezcan a los que se oponen a Sus enseñanzas y violan Sus leyes. (...)
   Vuestras almas se hallan a merced de los sacerdotes, y vuestros cuerpos aprisionados entre las garras de los gobernantes. ¿Qué podéis señalar en la vida y decir: '¡esto es mío!'? Queridos compatriotas, ¿conocéis acaso al sacerdote a quien teméis? Es un traidor que usa las Escrituras como una amenaza para apoderarse de vuestro dinero... un hipócrita que lleva una cruz y la usa como una espada para cortaros vuestras venas... un lobo disfrazado de cordero... un glotón que adora las mesas en lugar de los altares... una criatura hambrienta de riqueza capaz de seguir al dinar hasta la más remotas regiones... un ladrón que hurta a las viudas y a los huérfanos.
   Jalil Gibran. Espíritus rebeldes
Cedros del Libano
   En Alas rotas (1912), inspirándose en hechos reales de su experiencia autobiográfica, Gibran arremete contra la inveterada tradición, tan enraizada en la sociedad libanesa, del matrimonio concertado por la autoridad de los padres. (Problemática costumbre que otro gran escritor libanés, Amin Maalouf, también denuncia en su novela La roca de Tanios). 
   La reacción de los estamentos político y eclesiástico no se hizo esperar y fue implacable con Gibran. Espíritus rebeldes fue tachado de "peligroso, revolucionario y nocivo para la juventud". Gibran fue excomulgado por la iglesia católica maronita y formalmente desterrado de su país. Sus libros fueron, al poco de su edición, quemados públicamente en una plaza de Beirut. 
   He aquí lo que sus críticos decían:

   Es inmoderado y fanático hasta la locura. Aunque es un idealista, su finalidad literaria consiste en envenenar la mente de los jóvenes... Si hombres y mujeres siguieran los consejos de Gibran sobre el matrimonio, se romperían los lazos familiares, la sociedad sucumbiría y el mundo se volvería un infierno poblado de diablos y demonios.
   Su estilo es hermosamente seductor, lo que significa el peligro de este inveterado enemigo de la humanidad. A los habitantes de esta montaña sagrada (el monte Líbano) les aconsejamos que rechacen las insidiosas enseñanzas de este hereje anarquista y que quemen sus libros, para que sus doctrinas no lleven por el mal camino a los inocentes. Leímos Alas rotas y verificamos que era veneno cubierto de miel.
   
   Y he aquí la contundente respuesta de Jalil Gibran:
   
   Eso es lo que la gente dice de mí, y está en lo cierto, porque soy muy fanático y siento predilección tanto por la destrucción como por la construcción. Mi corazón odia lo que mis detractores santifican y ama lo que ellos rechazan. Y si pudiera desarraigar algunas costumbres, creencias y tradiciones de la gente, lo haría sin dudar. Cuando afirman que mis libros son un veneno, dicen la verdad, porque lo que yo digo es veneno para ellos. Pero mienten cuando dicen que lo mezclo con miel, porque yo uso el veneno en toda su potencia y lo sirvo en un vaso transparente.
   Jalil Gibran. Narcóticos y escalpelos 
Cedros del Libano
   En su exilio en Estados Unidos, Jalil Gibran no solo desarrolló hasta la maestría sus dotes de escritor, alcanzando la fama internacional en 1923 con la publicación en inglés de El profeta, sino que cultivó también el arte de la pintura, que había estudiado en el Beirut de su primera juventud. En sus poemas y relatos son constantes las referencias a su Líbano natal, paraíso perdido de su infancia, al que siempre soñó con regresar, sin que nunca llegara ese tan anhelado momento: murió en Nueva York en 1931 a la edad de 48 años.
   La profunda espiritualidad de la poesía de Gibran trasciende lo religioso para entrar en los territorios del misticismo, si bien su sentido de lo místico roza con frecuencia la heterodoxia y podría calificarse de panteísta. Según Gibran, el amor a la naturaleza conduce al amor a Dios. Hay una unidad subyacente entre el ser humano, la naturaleza y Dios, que se revela a través del amor, motor que mueve el mundo. Por su temática y estilo Jalil Gibran ha sido a menudo comparado con el escritor inglés William Blake, otro poeta místico que también fue pintor, y que influyó sensiblemente en su obra literaria. En sus versos y prosa poética parecen a veces resonar ecos de San Juan de la Cruz y de Miguel de Unamuno. Por otra parte su estilo recuerda al Nietzsche del Zaratustra –que Gibran había leído– en lo que se refiere al tono 'profético' que adopta el autor para enunciar sus aforismos. 
    
   Tened piedad de la nación que lleva vestidos que no teje ella misma, que come un pan cuyo trigo no cosecha y que bebe un vino que no mana de sus propios lagares.
   (...)
   Compadeced a la nación dividida en fragmentos, cada uno de los cuales se considera una nación.
   Jalil Gibran. El jardín del profeta 

   Sin embargo, Gibran es la antítesis de Nietzsche. Mientras el filósofo alemán exalta la voluntad de poder, desprecia el cristianismo como religión del rebaño y aboga por el advenimiento del superhombre, el poeta libanés propugna la compasión, no reniega de sus raíces cristianas y, frente a los poderosos, frente a aquellos que "no conocen otra hambre que la de los bolsillos", toma partido por el débil y el desfavorecido. 
   
   Vosotros tenéis vuestro Líbano y yo tengo el mío.
   El vuestro es el Líbano político y sus problemas.
   El mío es el Líbano natural en toda su belleza.
   Vosotros tenéis vuestro Líbano con programas y conflictos.
   Yo tengo el mío con sus sueños y esperanzas.
   (...)
   Vuestro Líbano es un enmarañado nudo político que el Tiempo intenta desatar.
   Mi Líbano es una cadena de cumbres y montañas que se elevan, reverentes y majestuosas, hacia el cielo azul.
   Vuestro Líbano es un problema internacional aún por resolver.
   Mi Líbano es los calmos valles encantados, murmurantes de campanas de iglesia y susurrantes arroyos.
   (...)
   Vuestro Líbano es una partida de ajedrez entre un obispo y un general.
   Mi Líbano es un templo en el cual mi alma encuentra asilo cuando se harta de esta civilización que se desliza sobre rechinantes ruedas.
   Vuestro Líbano es dos hombres: uno que paga impuestos, y otro que los cobra.
   Mi Líbano es un hombre que reclina la cabeza sobre su brazo a la sombra de los Cedros Sagrados, ajeno a todo menos a Dios y a la luz del sol.
   Jalil Gibran. Vuestro Líbano y el mío
Cedros del Libano
   Si Gibran asumió de alguna manera el papel de profeta –en cierta ocasión confesó que su libro El profeta "es parte de mí mismo"–, fue con el deseo de despertar la conciencia de sus compatriotas, sumidos a su juicio en un letargo cultural arrastrado durante siglos. Y ello a sabiendas de que era predicar en el desierto.
   El desierto era el Líbano, telón de fondo de toda la obra de Gibran. Pero en medio de ese Líbano física y culturalmente desertizado crece un árbol que fue el más majestuoso del jardín del Edén. Para Jalil Gibran el Bosque de Cedros Sagrados era mucho más que el símbolo de su país natal, era un tesoro enterrado en los estratos más hondos de su ser.
   
   (...) donde los Cedros Sagrados y
   Las rosas y el jazmín exhalaban
   Su fragancia...
   Jalil Gibran. Los secretos del corazón 

   Mi amor es tan fuerte como tus pirámides, y el tiempo no podrá destruirlo.
   Mi amor es tan firme como tus Cedros Sagrados, y los elementos no podrán con él.
   Jalil Gibran. Unión 
   
   No me lloréis enlutados por mi ausencia.
   Lucid blancas vestiduras y regocijaos conmigo;
   No habléis de mi partida con suspiros tristes, cerrad
   Los ojos y me veréis siempre con vosotros.
   Tendedme sobre frondosas ramas y
   Llevadme lentamente sobre vuestros hombros amigos...
   Lentamente hacia los bosque silentes.
   No me llevéis a la necrópolis donde mi sueño
   Sea perturbado por el crujido de los huesos.
   Llevadme al bosque de cedros y cavad un sepulcro donde florezcan las violetas
   Y las amapolas.
   Jalil Gibran. La belleza de la muerte

   La muerte le visitó a Jalil Gibran en el exilio. Sus honras fúnebres fueron oficiadas en la iglesia maronita de 'Nuestra Señora de los Cedros', en Boston. Su cuerpo fue trasladado por mar a Beirut, y de allí conducido en procesión triunfal hasta su nativa Bsharré. El Líbano, el país que le había repudiado, rendía honores a título póstumo al mundialmente más célebre de sus hijos. Gibran fue sepultado en Mar Sarkis, un monasterio construido dentro de una cueva en las afueras del pueblo, donde había estudiado en su niñez.
Cedros del Libano   Más tarde este monasterio fue totalmente remodelado y convertido en el Museo Jalil Gibran. En este edificio, cuya compleja distribución de salas se adapta a las intrincadas oquedades de la caverna, se exhibe el grueso de la obra pictórica de Gibran, así como los muebles y utensilios que usó en vida. Tenía una nutrida y variada biblioteca, con volúmenes de poesía, ensayo (filosofía, historia, humanidades) y ficción. Nos llamó la atención una edición en inglés de la novela de Pío Baroja César o nada
   Los óleos y dibujos de Jalil Gibran remiten en sus motivos y formas, al igual que sucede con su poesía, a la obra gráfica de William Blake. Su estética está asimismo influenciada por la corriente artística del simbolismo, muy en auge en los años de juventud de Gibran. Cuerpos desnudos de hombres y mujeres, ángeles, vírgenes, ninfas de los valles, seres celestiales, sobre fondos de paisajes entre bucólicos y oníricos, con dominio de la anatomía y un certero instinto para las armonías de colores. Se puede afirmar que la pintura es para Gibran otro medio de exteriorizar su mundo interior, de mostrar a los demás lo que ve con sus ojos de poeta. Es la misma poesía, pero pintada.
   Por unas estrechas escaleras de este museo-mausoleo se desciende a un sótano situado en el nivel más profundo de la cueva. En esta lóbrega estancia subterránea un nicho abierto en una pared de roca alberga el ataúd de metal en el que descansan los restos del poeta. En otro rincón de la cripta se ha reproducido el despacho en que escribía y pintaba, y un sistema de luces proyecta a intervalos en las paredes sombras silueteadas con la figura de Jalil Gibran, una en pie y otra sentado a su mesa de trabajo, como si el poeta aún estuviera vivo y su presencia se sintiera muy cercana.
   El balance que se desprende de la vida y obra de Jalil Gibran es muy triste. El Líbano que detestaba, esa nación dividida en fragmentos cada uno de los cuales se cree una nación, sigue siendo un enmarañado nudo político que el tiempo no consigue desatar, un tablero de ajedrez en el que la religión y la política disputan una partida interminable y extremadamente cruenta. El Líbano que amaba, el de los bosques de cedros, los valles de arroyos susurrantes y las montañas que se elevan hacia el cielo azul, va desapareciendo arrasado por una superpoblación y una contaminación desbocadas. Dieciocho sectas cristianas y musulmanas controlan sus respectivos feudos y dictan sus propias leyes. El mismo pueblo de Bsharré, donde nació y donde duerme el poeta su sueño eterno, no tolera musulmanes entre sus conciudadanos. Y, sin embargo, Jalil Gibran había escrito: "Te amo, hermano mío, quien quiera que seas, lo mismo si adoras a Dios en una iglesia, que si te hincas de rodillas en un templo o rezas en una mezquita" (La voz del maestro). Con Gibran parece cumplirse, una vez más, el viejo dicho de que nadie es profeta en su tierra.
   
   Clamar, clamar en el desierto. Pero el desierto oye, aunque no oigan los hombres, y un día se convertirá en selva sonora, y esa voz solitaria que va posando en el desierto como semilla, dará un cedro gigantesco que con sus cien mil lenguas cantará un hosanna eterno al Señor de la vida y de la muerte.
   Miguel de Unamuno. Del sentimiento trágico de la vida
     

Textos: Eneko Pastor
   
Todas las citas de Jalil Gibran han sido extraídas de
Khalil Gibran. Obras Completas (3 tomos. Ediciones Teorema, Barcelona, 1982), en traducción de Fath al-Santott. 



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FotoCD140
   
Los cedros sagrados del Líbano
   
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