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Tarragona romana y paleocristiana

Tarragona paleocristiana

 

   "...anhelando desde hace muchos años ir a vosotros, espero veros de paso cuando me dirija a España..."
   (San Pablo, Epístola a los Romanos, 15, 24)

  
   La tradición afirma que San Pablo desembarcó en Tarraco y fue, a la par que Santiago, uno de los apóstoles que introdujeron el cristianismo en Hispania.
   Por su situación geográfica y su importacia política y comercial, la antigua capital hispano-romana de la Tarraconensis era una de las principales puertas de entrada a la península de todas las novedades venidas de Oriente por vía marítima, muchas veces con escala previa en el Africa septentrional. Fenicios, cartagineses, judíos, griegos, sirios y bizantinos habían ya arribado en sucesivas oleadas a las costas mediterráneas de Iberia, y dejado allí su impronta, detectable en el marcado carácter oriental que rezuman los estilos artísticos y manifestaciones culturales de la Hispania prerromana y romana. No será, pues, de extrañar que Tarraco fuera uno de los primeros escenarios peninsulares donde se introduciría y propagaría el mensaje del Evangelio, rango que también se disputan Ampurias y Cartagena.
   Fueran paulinos o fueran jacobeos, los orígenes apostólicos de la cristianización de la península ibérica se escapan a la comprobación histórica y se difuminan en las brumas de la leyenda. Lo único seguro es que Tarraconense, Bética y Galicia fueron los tres ángulos de la península donde en primer lugar se implantó el cristianismo y, por ende, el arte cristiano, como se deduce de la abundancia de sus vestigios arqueológicos de época paleocristiana.
   Además de ser la más antigua y más grande colonia romana en tierras ibéricas, Tarragona constituye también la capital del arte paleocristiano hispánico, por la amplitud y calidad de los hallazgos efectuados en la necrópolis tardorromana y cristiana descubierta al oeste de la ciudad, a orillas del río Francolí, con más de dos mil tumbas fechadas entre los siglos III y VII d C. No menos significativa es la existencia, a pocos kilómetros de Tarragona, de la tumba monumental de un insigne personaje hispanorromano, el mausoleo conocido como Centcelles, singular edificio del siglo IV d C donde se mezclan y conviven la iconografía clásica con la cristiana primitiva. Prueba documental de que la nueva religión ya había arraigado por estos pagos en la época del Imperio Romano tardío, y de que no se produjo un corte, sino una transición gradual, del paganismo al cristianismo.
   Tarragona llegó a ser durante la Edad Media la sede del obispo primado de España, categoría por la que compitió con Toledo. Arrasada por las invasiones bárbaras del siglo V y por las musulmanas del siglo VIII, su hegemonía entró en fase de decadencia a partir del siglo IX.

  
Basílica del Anfiteatro
Foto 05
  
   Está constatado que a partir del siglo IV d C el culto a los mártires tuvo gran importancia en la España cristiana.
   Poco queda, sin embargo, de la primitiva basílica visigótica de triple nave erigida en honor al obispo Fructuoso, y a sus diáconos Augurio y Eulogio, protomártires tarraconenses: sus escasas huellas de los siglos VI-VII están absorbidas por los muros de una iglesia románica posterior, Santa María del Milagro (siglo XII), cuyas ruinas aún se mantienen parcialmente en pie sobre la arena y parte de la cavea del anfiteatro romano de Tarraco: el mismo lugar donde presumiblemente habían sido quemados vivos los tres mártires (el 21 de enero de 259), en el contexto de las persecuciones promovidas por los emperadores romanos Emiliano y Valeriano.
   Se puede distinguir, sin embargo, el trazado de la nave principal, de 23 x 2,60 m, con once basas para las columnas de las arcadas que separaban las naves. La planta del ábside, en forma de herradura, es claramente visigótica.
  

  
Necrópolis paleocristiana y Museo
  
   Entre 1923 y 1933, con motivo de las obras para la construcción de una fábrica de tabacos, se descubrió y excavó en las afueras de Tarragona, a orillas del río Francolí, un vasto cementerio tardorromano y paleocristiano, donde se desenterraron más de dos mil sepulturas de todos los tamaños y formas: desde tumbas sencillas hechas de ánforas o tejas, hasta suntuosos panteones familiares, pasando por sarcófagos paganos reaprovechados, la mayoría datados entre los siglos IV y VI d C. Ofrendas funerarias, mosaicos sepulcrales, lápidas... forman parte del conjunto descubierto y han proporcionado abundante información sobre la estructuración social de los habitantes de la antigua Tarraco.
   Ya desde la época de la república romana, esta zona había sido ocupada con distintos usos: como villa o finca rural, y como cementerio pagano. El establecimiento de la gran necrópolis paleocristiana se produjo a mediados del siglo III d C. Los enterramientos se realizaron alrededor y en el interior de un gran templo o basílica paleocristiana, en el centro de cuyo ábside –un lugar preferente– se pudo identificar el probable sepulcro de los primitivos mártires tarraconenses Fructuoso, Augurio y Eulogio: tal parece deducirse de una inscripción parcial ("TVOSI / A") sobre los fragmentos de la lápida que cubría el sarcófago. El texto completo sería "(Frvc)TVOSI / A(vgvrii et Evlogii)". La necrópolis habría crecido, por tanto, en torno a una tumba santa muy emblemática para los tarraconenses. Los restos de esta basílica paleocristiana se destruyeron para dejar terreno libre a la fábrica de tabacos.
   Al menos se tuvo el buen criterio de conservar in situ parte de la necrópolis, edificándose sobre ella un Museo monográfico, inaugurado en 1930, que exhibe las piezas más significativas halladas en el lugar:
   Sarcófago de los Leones. Siglo III d C. Sepulcro pagano reaprovechado, realizado en mármol, con sendos relieves de león atacando a ciervo en sus extremos (foto 33) y el busto de un severo personaje femenino en el centro, que sería el retrato de la difunta (foto 34).
   Sarcófago del Pedagogo. Siglo III d C. Sepulcro esculpido en mármol blanco, en el centro de cuyo frontal destaca, enmarcado por una decoración de estrigiles (estrías en forma de S alargada), un relieve que representa una escena de lectura. Un pedagogo (o filósofo, o poeta) sentado, lee en voz alta a sus jóvenes discípulos un rollo que sostiene en sus manos (foto 35). Uno de los jóvenes avanza hacia él portando otro rollo. En los dos extremos del frontal aparecen los relieves de dos personajes (masculino y femenino), que se supone son los difuntos.
   Mosaico sepulcral de Optimus. Siglo IV d C. Se trata de una lauda o lápida de sarcófago revestida con labor de mosaico. Aunque no son piezas muy frecuentes, se ha hallado en la península un número considerable de lápidas funerarias ornadas con mosaicos, sobre todo en la costa del Mediterráneo, con la mayor concentración en Tarragona. Este mosaico muestra un elegante retrato del obispo Optimus sobre un fondo de flores y cubierto con una orla (foto 36). Ataviado con una toga blanca, porta un rollo en la mano izquierda, y alza su mano derecha en ademán de bendecir. Una obra excelente del arte musivo peninsular, en el que se detecta una fuerte influencia estilística de los mosaicos de Africa del norte.
   Mosaico sepulcral de Ampelius. Siglo IV d C. El mosaico que cubre esta lápida sepulcral muestra una representación del cordero místico, símbolo de Jesucristo, acompañado de un jarrón con ramos de flores, elemento decorativo muy presente en el arte romano (foto 37). En la inscripción de la izquierda se puede leer claramente "AMPELI IN PACE REQVIESCAS".
   Sarcófago de Leocadio. Siglo V d C. En el extremo izquierdo de su cara frontal puede verse la figura de Moisés que recibe de una mano divina las tablas de la ley, aquí en forma de rollo en el que está grabado un crismón: la ley mosaica del Antiguo Testamento queda equiparada así a la ley de Cristo del Nuevo Testamento. En el extremo derecho se ve la escena de Abraham a punto de sacrificar a Isaac, con la mano divina que le detiene (foto 38).
   Sarcófago de los Apóstoles. Siglo V d C. Separados por bandas de estrigiles, en el extremo de la izquierda se ve a San Pedro y en el de la derecha a San Pablo, personaje tradicionalmente ligado a la cristianización de Tarraco. Ambos portan un rollo en la mano y están encuadrados con cortinajes (foto 39). La hechura de los relieves, que es tardorromana, prefigura vagamente al estilo románico que iba a llegar seis siglos más tarde.
   Sarcófago de los Orantes. Siglo V d C. Se trata de una lauda o lápida sepulcral, en cuyo centro aparece la imagen del difunto portando un rollo, y a ambos extremos las figuras de dos familiares femeninos en ademán de oración. Los tres personajes están separados por bandas de estrigiles. La disposición del conjunto coincide con la de otros sarcófagos hallados en Cartago, realizados además en el mismo tipo de mármol grisáceo, por lo que se cree que se trata de una obra importada del norte de Africa.
  


Villa romana y mausoleo de Centcelles
  
   En la ciudad de Constantí, a 5 km al nordeste de Tarragona, se levantan las imponentes ruinas de una vasta villa romana, conocida como Centcelles (= Cien Celdas). Dos construcciones contiguas de volúmenes bien marcados, cubiertas de tejas, constituyen la parte principal de lo que queda de esta casa de campo, que, por sus amplias dimensiones (estaba incluso dotada de termas privadas), nunca fue concluida del todo.
   Una de estas construcciones fue remodelada en el siglo IV d C con la intención de servir de mausoleo monumental a un insigne personaje hispanorromano (?). Su exterior es de planta cuadrada. Su interior es una estancia de planta circular en la que se abren cuatro ábsides con bóveda de cuarto de esfera, y que está cubierta con una excepcional cúpula de ladrillo de 11 m de diámetro y 13,60 m de alto, revestida con mosaicos de gran calidad, aunque desgraciadamente muy fragmentados. El monumento es único: no existe ninguno semejante en España ni en Francia, y para encontrar algo parecido en la arquitectura de la época, hay que viajar hasta Roma (Santa Constanza) o Salónica (San Jorge). Se trata, además, del más antiguo ejemplar conocido de cúpula con mosaicos cristianos en todo el territorio del Imperio Romano.
Tarragona paleocristiana   Este mosaico es un gran puzle de un millón de piezas, la mayoría de las cuales se ha perdido para siempre en el correr de los siglos. Con las pocas teselas que se han salvado se puede recomponer (así lo ha hecho un equipo del Instituto Arqueológico Alemán) unos exiguos fragmentos dispersos, con grandes lagunas entre ellos, pero que, no obstante, permiten intuir el dibujo de conjunto. Distribuidas en tres franjas concéntricas superpuestas, aún se distinguen algunas escenas, en las que se mezclan la iconografía pagana con temas extraídos de las Sagradas Escrituras cristianas. Así:
  
   En el registro inferior:
   - Escena (continua en toda la circunferencia) de caza de ciervos (foto 44) por parte de jinetes a galope (foto 43), usando trampas y redes, y auxiliados por perros. Un tema frecuente en los mosaicos de las villas romanas de la época. Entre los fragmentos sobreviven las cinco cabezas de un grupo de cazadores que presiden la cacería (foto 45). Una de estas cabezas, en pose frontal, se presume es el retrato del difunto al que está consagrado el mausoleo.
  
   En el registro intermedio:
   16 escenas extraídas de episodios del Antiguo y Nuevo Testamento, delimitadas por columnas jónicas con fustes de estrías helicoidales, entre las que se pueden identificar, por no decir adivinar:
   - Adán y Eva.
   - Daniel entre los leones (detalle en foto 42).
   - Jonás arrojado al mar desde el barco.
   - El arca de Noé.
   - El Buen Pastor.
   - Los tres hebreos rehusando adorar la estatua de Nabucodonosor.
   - Resurrección de Lázaro.
   - Los tres hebreos en el horno de Babilonia.
  
   En el registro superior:
   - Alternadas con personajes entronizados, alegorías de las Cuatro Estaciones, de las que han sobrevivido parte de la Primavera (foto 47) y el Otoño, esta última con la figura semidesnuda del genio del Otoño portando racimos de uvas en la mano (foto 46).
   En lo más alto de la cúpula, la composición queda rematada por un medallón cenital, cuya temática no ha sido descifrada por la escasez de materiales conservados.
  
   Las paredes del cilindro que sostiene la cúpula fueron decoradas en su parte baja con pinturas polícromas, que han sido arrasadas por el tiempo, con excepción de un fragmento, que a duras penas se discierne, y que representa a una figura femenina (foto 48), ataviada con una diadema de perlas y pendientes.
   La estancia contigua, de dimensiones similares, es de planta cuadrada y está cuadrilobulada con cuatro ábsides, dispuestos con distinta orientación a los de la sala del mosaico. Se cree que se trataría también de una cámara sepulcral que albergó en su momento cuatro sarcófagos.
   El subsuelo de la sala del mosaico esconde otra estancia a modo de cripta funeraria, con bóveda de medio cañón, que debía albergar el sarcófago del difunto. Aún hay más: debajo de esta cripta se ha descubierto otra sala más pequeña, cuya función sería la de preservar de humedades la sala superior.
   Debido a la grandiosidad del edificio, único por sus características en España, y al extremo cuidado desplegado en su realización y decoración, digno de una tumba imperial, se ha conjeturado (H. Schlunk lanzó la hipótesis) que este mausoleo pudo ser el sepulcro del emperador Constante –uno de los tres hijos de Constantino el Grande–, que fue asesinado en las Galias (Aquilea) el año 350.
  
  
  
Bibliografía consultada

- Fontaine, Jacques. L'art préroman hispanique (Zodiaque, colección 'La nuit des temps', 1973)
- Palol, Pedro de. Arte paleocristiano de Occidente (siglos III, IV y V) en Historia del Arte, vol. III (Salvat Editores, S.A., Barcelona, 1970)
- Tarrats Bou, Francesc. Tarraco: Puerta de la romanidad (Salvat, S.A. de Ediciones, colección 'Arqueología de las ciudades perdidas', vol. 5, Pamplona, 1988)

 

 

FotoCD65 
   
Tarragona

Romana y paleocristiana

Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Tarragona (Cataluña, España)

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