Colecciones fotográficas

Petra

Al otro lado del desfiladero

 

"Y labraban sus casas en las montañas, creyéndose seguros". 
(El Corán, Sura XV, o de Petra, 82)


  
   En  la aproximación desde el poblado de Wadi Musa a la entrada al desfiladero del Siq, vamos viendo al caminar las primera tumbas nabateas excavadas en acantilados, y los llamados bloques djin, grandes monolitos exentos tallados en forma prismática, de incierto cometido (foto01). El paisaje se va haciendo más y más agreste. En un recodo del camino aparece la Tumba de los Obeliscos y el Triclinio, tallados en una misma pared rocosa uno encima del otro, que anuncian ya el Bab el-Siq o Puerta del Siq, la entrada al desfiladero.

  
Tumba de los Obeliscos
  
   Sólo aparentemente superpuesta al Triclinio, pues las fachadas no están alineadas verticalmente en el mismo eje (por lo que se duda que ambos monumentos estén relacionados entre sí), se trataría de una tumba de época anterior. 
   En su fachada tallada (foto02) destacan los cuatro grandes obeliscos macizos de pie sobre un plinto sin decoración, de más de 7 metros de alto cada uno (en su estado original). Entre los dos obeliscos centrales, se ve en la pared un nicho que contenía antaño una imagen escultórica, hoy muy erosionada. La composición del conjunto recuerda a la de la fachada del templo rupestre de Ramsés II en Abu Simbel, Egipto, y de hecho las influencias estilísticas egipcias ya empiezan a dejarse notar desde este monumento, único en Petra, aunque el sentido Petraiconográfico difiera del que se les atribuía en el país del Nilo; aquí los obeliscos simbolizarían cuatro deidades, representadas bajo la forma abstracta de monolitos-dioses, un tipo de representación no-figurativa de la deidad que se dio entre los nabateos y aparece frecuentemente en Petra y otros lugares de Oriente Próximo. 
   En medio del plinto se abre una puerta sencilla que da acceso a una cámara pequeña de 7 x 5 m, desprovista de decoración, con dos nichos mortuorios a cada lado y uno en la pared del fondo. 
 




  
Triclinio de Bab el-Siq
  
   Se encuentra inmediatamente debajo de la Tumba de los Obeliscos, tallado en la vertical de una roca cuya insuficiente altura no ha permitido desarrollar unas proporciones clásicas para la fachada, quedando ésta como encajonada entre el suelo y la tumba superpuesta (foto02). No se conocen las razones por las que se eligió lugar tan poco adecuado para el edificio, habiendo tantos donde poder escoger. 
   Se llama triclinio al asiento en forma de diván en que se reclinaban griegos y romanos para asistir a un banquete, y, por extensión, al comedor o sala en la que tenía lugar el ágape. En Petra encontraremos varios ejemplos de triclinios usados en banquetes funerarios rituales. 
   La mitad superior de la complicada fachada, con su juego de frontones triangulares y circulares, sigue el mismo modelo que el de la Tumba del Frontón Partido, que veremos más adelante en Wadi Farasa, mientras que el conjunto recuerda en su composición a la parte inferior de la Tumba Corintia. Aparecen ya aquí significativos rasgos del estilo arquitectónico-escultórico llamado nabateo. 
   Entre las dos pilastras adosadas centrales de las seis que componen el piso bajo de la fachada, una deteriorada puerta perfora el muro y da entrada a una simple cámara de 7 x 8 metros, desnuda de todo ornamento, a no ser por una bancada corrida de 2 metros de ancho tallada adosada a tres de las paredes. 
 




  
Desfiladero del Siq
  
   El curso del Wadi Musa es interceptado por una pequeña presa que le impide el paso al Siq, siendo desviado por un túnel lateral que atraviesa el monte, socavado ex profeso para canalizar el agua de las eventuales riadas originadas por lluvias torrenciales. 
Petra   La presa se salvaba mediante un puente. Esta única puerta de entrada a Petra había de ser franqueada pasando bajo un arco monumental que enlazaba las dos paredes verticales del primer tramo del Siq. Todavía pueden apreciarse a cierta altura restos del arranque del arco, así como los dos nichos entre pares de pilastras, antaño albergando quizá sendas estatuas, que harían las veces de jambas. El arco estaba todavía en pie el siglo XIX, como puede admirarse en un bello grabado romántico de León de Laborde del paisaje de Bab el-Siq, hasta que se derrumbó en 1896. 
   El desfiladero del Siq, una enorme pero muy angosta diaclasa o falla que divide en dos la masa pétrea en la que Petra se esconde, como si la montaña el Kubtha se hubiera resquebrajado de arriba abajo y dejara una rendija para atravesarla, avanza haciendo eses, se ensancha a ratos, se estrecha otros hasta extremos increíbles, sus paredes verticales toman una altura de hasta 70 metros. Por el lateral izquierdo corre a todo lo largo del suelo del desfiladero una canaleta excavada en la piedra por los nabateos. A intervalos irregulares aparecen nichos votivos esculpidos en las paredes. 
   El espectáculo de luces y colores que Petra reserva al viajero no ha hecho más que comenzar. La luz cenital se va tamizando al penetrar en la profunda grieta, rebota en los acantilados y tiñe la penumbra de tonos rojizos. Vetas de areniscas estratificadas en distintos colores, del amarillo al violeta, surcan las superficies rocosas y se mezclan con bandas de tono claro que chorrean desde lo alto y pintan los paredones. El viento, el agua y las inclemencias del tiempo moldean a su capricho peñascos y salientes, creando formas delicuescentes que parecen derretirse en una especie de magma que se escurre por los acantilados, dejándolos cubiertos de costras y salpicaduras (foto04)
   Llegado a cierto tramo, el pasadizo se sume en la oscuridad y el cielo, que hasta ahora se reducía a una exigua cinta de luz azul allá en lo alto del doble acantilado, desaparece por completo. Estamos en la parte más profunda y oscura del Siq, pero ya cerca del final. De pronto retumban las paredes con el golpeteo de los cascos de los caballos de los beduinos que atraviesan el desfiladero (foto03), y el eco se reproduce por toda la falla. Por fin, tras 1.200 metros de claustrofóbica marcha, se vislumbra tras un último recodo el tramo final del desfiladero. Y al fondo, como en un cuento, va apareciendo poco a poco, por la vertical rendija, como si un telón se abriera, la maravilla: el Jazneh Fairum o Tesoro del Faraón (foto05 y siguientes). Es un momento mágico e inolvidable para cualquier visitante de Petra. 
 




  
Jazneh Firaum
  
   El Jazneh Firaum, o Tesoro del Faraón, es el primer monumento de Petra realizado con un marcado carácter helenístico y uno de los que mejor se conservan. Es el primer edificio que se descubre nada más atravesar el estrecho desfiladero del Siq, que da acceso a la ciudad muerta. Todo él monolítico, completamente esculpido de arriba abajo en la gran pared frente a la que desemboca el Siq, nos hallamos ante una obra que podemos calificar dePetra arquitectura-escultura. Su pureza de líneas, sus proporciones, la calidad de talla, son de primerísimo orden, y su estado de conservación es casi intacto, haciendo de éste un edificio único en el mundo. 
   Dado su emplazamiento, en el fondo de un profundo barranco de altos paredones, llamado Wadi al-Jarra, la luz del sol apenas incide en la fachada del Jazneh unas pocas horas del mediodía, estando el resto de la jornada bañada por luces indirectas que se reflejan en las paredes y resaltan el color rosado del conjunto (foto09 y 10). También en la sombra la fachada resplandece y su color cambia con el paso de las horas, transitando por todos los matices desde el crema tostado hasta el malva (foto11 y 12). 
   Encastrado en una profunda oquedad tallada en la roca, el monumento es prolongado hacia arriba por el resto del acantilado, que lo domina y protege de las lluvias y el viento, lo que explicaría su óptimo estado de conservación. 
   El tamaño de la fachada (30 m de ancho x 43 m de alto) es colosal, y se puede apreciar por referencia a los nativos y a los dromedarios que suelen verse al pie. Sólo la urna que remata la fachada mide más de 3 metros (foto14). Los capiteles, la linterna, los frontones angulares, el friso de guirnaldas, las esculturas de seres alados, grifos, águilas y caballos situadas en los intercolumnios, la decoración de las puertas, alcanzan un grado de refinamiento que sería difícil de encontrar en la misma Grecia. La estatua central del thólos o quiosco circular superior ha sido identificada como Isityché, una divinidad sincrética que responde a las características de Isis y de Tyché, o diosa de la Fortuna (figura que también aparece en las monedas de Petra). Lástima que las estatuas hayan sido martilleadas y casi destruidas, la mayoría en la época inmediatamente posterior a la expansión de la nueva fe islámica, en la que se desató una furia iconoclasta en todo Oriente Próximo, tras la promulgación de un decreto del califa Yazid II (720-24) que ordenaba la destrucción de todas las estatuas e imágenes en tierras musulmanas.  
   
   La gran urna maciza que corona el edificio da su nombre al monumento: Jazneh Firaum o Tesoro del Faraón. Con el colapso del mundo grecorromano y posterior implantación del islam, los usos, ritos y lenguajes clásicos perdieron su sentido para los habitantes de Oriente Próximo, dando paso a nuevas interpretaciones basadas en el mito y la fantasía. Una de las leyendas que arraigó fue la de que Petra ocultaba tesoros en inexpugnables escondrijos, uno de los cuales estaría en el interior de la vasija de piedra que remata el tejado del quiosco superior del Jazneh, y sería nada menos que un rico tesoro guardado allí por el faraón de Egipto. Esta leyenda ha subsistido hasta hoy día, y no era raro ver hace pocos años a beduinos disparando con sus fusiles a la urna de piedra maciza, en un vano Petraanhelo de hacerla estallar para desparramar el oro y las piedras preciosas que contiene en su interior (práctica que hoy está oficialmente prohibida.) El toponímico árabe de la honda garganta en la que se ubica el Jazneh, Wadi al-Jarra, hace también referencia a la urna del tesoro. 
   No hay acuerdo entre los arqueólogos acerca de la fecha y uso original de este monumento. Su estilo arquitectónico es ajeno al estilo nabateo que predomina en Petra y se ajusta a los cánones del helenismo tardío, en su momento de decadencia y abarrocamiento. Los capiteles son de inspiración corintia. Su exquisita fragilidad no tiene paralelo en otras realizaciones arquitectónicas de Petra. Se ha aventurado la hipótesis de que el monumento fue diseñado por arquitectos y artistas traídos del occidente heleno, probablemente en tiempos del rey nabateo Aretas III Filheleno (84-56 a C). Otros supuestos apuntan a que el edificio sería el mausoleo del soberano Aretas IV (9 a C - 40 d C). 
   La planta tripartita se corresponde grosso modo con el plano de un templo egipcio. Un patio exterior con un pórtico (foto13) de seis columnas corintias de fuste cilíndrico liso (una de ellas tiempo ha derrumbada, pero relevantada en 1960: de haberse tratado de un edificio construido y no esculpido, se hubiera venido abajo con la columna) y un patio interior con accesos a tres cámaras, dos laterales y una grande enfrente, a la que se entra por una puerta monumental con tres escalones, en cuya pared del fondo se abre una pequeña cámara a modo de santuario. Se accede a las cámaras laterales, más pequeñas, por sendas puertas (foto15) excavadas en la pared, de afiligranada decoración escultórica con pilastras en lugar de jambas, friso, ménsulas, cornisa, acróteras y, rematando el conjunto, hermosos óculos de bordes esculpidos (foto16)
   Las paredes interiores de todas las cámaras, tanto en éste como en otros edificios de Petra, son lisas y desnudas de toda decoración. No era así en tiempo de los nabateos, ya que los paramentos estaban enlucidos y pintados. Hoy apenas quedan restos del lujo decorativo desplegado en las construcciones de Petra y la Nabatena, pues se ha perdido la pintura; pero aún pueden distinguirse las estrías sobre las que se asentaba el mortero. La superficie de piedra de los muros nunca se pulía, sino que se dejaban unas delgadas estrías paralelas incisas en diagonal por toda la extensión del muro, para ayudar a una mejor fijación del emplaste. 
 




  
El Siq Exterior
  
   La garganta del Wadi Jarra tuerce a partir del Jazneh hacia la derecha y se va ensanchando, mientras atraviesa ahora la sierra de Attuf, en dirección al área central de Petra. El cauce del Wadi Musa se abre paso por esta fractura (foto18) y, cuando lleva agua, arrastra derrubios que terminan por formar el pavimento del sendero. 
   Este tramo se denomina Siq Exterior. Al avanzar por él se van viendo a los lados decenas de fachadas de edificios excavados en los acantilados, adyacentes entre sí, y modeladas en un peculiar estilo de origen asirio. Estamos en la llamada Calle de las Fachadas, un extraño conglomerado de habitáculos esculpidos en forma de prismas (foto17) cuya función como tumbas o casas está todavía en debate entre los arqueólogos. Estas edificaciones, que cuentan entre las más antiguas de los nabateos, ostentan en general una sencilla fachada prismática horadada por una puerta y cruzada por cornisas. PetraSu rasgo más exótico lo constituyen los frisos adornados de curiosos relieves en forma de almenas escalonadas que denominan 'escalerillas de cuervo'. Las cámaras interiores son pequeñas, de planta rectangular y por lo general desprovistas de adornos, aunque hoy día llenas hasta la mitad de arena. Son simples cajas de paredes, suelo y techo lisos, que contrastan por su austeridad con la magnificencia y lujo decorativo de las fachadas correspondientes. 
   El color predominante es el rojo, pero se dan muchos otros colores: amarillos, malvas, violetas, formando las areniscas caprichosas estratificaciones y veteados. Es un fenómeno geológico erosivo que se combina con la talla de la mano del hombre para crear un conjunto, mitad artificial y mitad natural, que es propio y único de Petra. 
   Más adelante surge a la derecha un grupo de tres tumbas adyacentes, entre las que domina una con fachada de doble cornisa. El nivel del terreno ha subido, y algunas tumbas de tipo asirio quedan medio enterradas, percibiéndose sólo sus partes superiores. Una falla horizontal en la pared del acantilado fue utilizada para canalizar aguas, mediante la instalación de piezas de tuberías cilíndricas de barro acopladas entre sí (de las que pueden verse muestras en el museo de Petra). 
   Mención especial merece una tumba exenta, clasificada bajo la denominación de Tumba Brünnow 70 (según el sistema de numeración de monumentos de Petra propuesto por el arqueólogo alemán Brünnow). De forma prismática, ostenta una fachada con una falsa puerta adornada con un friso de triglifos y metopas, y con un frontón triangular (foto19). Sobre ella, una doble cornisa corre por todo el perímetro del edificio y está coronada por una azotea plana rodeada en los bordes por una a modo de cerca esculpida con el motivo asirio escalonado que, en este caso, no es en bajorrelieve sino de cuerpo entero exento y semejante a un parapeto de almenas. Se trata de una solución arquitectónica única en Petra, aunque puede verse un motivo similar rematando (en una reconstrucción conjetural) el tejado del santuario central del Gran Templo de Bel, en Palmyra.  La fuerte erosión provocada por siglos de intemperie hace que parezca que las caras de este bloque monolítico de piedra arenisca se estén derritiendo. El bloque está quebrado en dos, con una línea de fractura que corre de techo a suelo por una fachada lateral. 
 




  
Teatro
  
   Al rato de progresar por el Siq Exterior hace su aparición a mano izquierda el teatro romano, que tiene sus graderíos también tallados en roca, como es usual en Petra (foto20). En fases posteriores a la conquista de Petra por las legiones de Roma en el 106 d C, tras un largo asedio en el que lograron la Petrarendición al cortar el suministro de agua, los colonizadores romanos reurbanizaron la ciudad y erigieron nuevos monumentos siguiendo una política de implantación de los usos y estilo de vida de la metrópoli. 
   Un barrio entero de casas fue arrasado en esta zona para excavar la cavea del teatro, propinando un gigantesco mordisco a la colina rocosa en la que se asienta. No faltan las escaleras de circulación entre las 33 hileras de gradas, que podían acoger entre tres y cuatro mil espectadores. Todo el graderío está esculpido en un basamento monolítico, hoy muy erosionado, que se prolonga por arriba con las fachadas de casas o tumbas de estilo asirio que, al estar colgadas a suficiente altura, se salvaron de la remodelación. Quedan en Petra los escasos restos de otro teatro más pequeño y de época posterior, situado un poco más adelante, cerca del Ninfeo, en el punto donde el Wadi Musa hace un recodo y tuerce hacia el área central de la ciudad. 

   Poco más allá del teatro, el Siq Exterior se ensancha y encamina hacia el extenso valle central de Petra. Un bloque djin monolítico se halla caído en posición oblicua, reclinado sobre otras rocas. El cauce del Wadi Musa rodea los bastiones del monte Attuf y, dejando a la derecha las masivas murallas del monte Kubtha, tuerce con decisión hacia el oeste para alcanzar el comienzo de la Calle Columnada. 
   Una bifurcación a la derecha permite seguir bordeando los acantilados del monte Kubtha y descubrir un grupo de tumbas rupestres que rivalizan en espectacularidad con el Jazneh y el Deir: las llamadas Tumbas Reales, formadas por las tumbas de la Urna, de la Seda, Corintia y del Palacio. 
 




  
Tumba de la Urna
  
   Llama la atención por su gran altura. Está tallada en una profunda concavidad a modo de patio vaciada en la pared del acantilado, cuyo suelo, situado a elevado nivel, está sostenido por un basamento compuesto por dos pisos de arcadas abovedadas (foto21)
   No hay consenso sobre su uso primitivo, habiéndosele apodado sin fundamento 'Corte Real de Justicia'. Algunos estudiosos sostienen que se trataría más de una capilla funeraria o un triclinio al aire libre que de una tumba propiamente dicha. Tampoco es fácil de fechar. Autores antiguos sugieren que nos hallamos ante la tumba del rey nabateo Malchus II (fallecido en 70 d C). Las reducidas ventanas entre las columnas de la fachada comunican con cámaras independientes colgadas a gran altura e inaccesibles para animales y ladrones, que serían loculi o nichos para depositar cuerpos difuntos. La del centro está cerrada por una losa, esculpida con una figura muy borrada que, según testimonios del pasado, representaría el torso de un hombre vestido con una toga; según el Abate Starcky, estaríamos contemplando el retrato del difunto Malchus II, a quien pertenecería la cámara funeraria trasera. La tradición nabatea de colocar las cámaras funerarias en lugares inviolables por su gran altura se repite en varias tumbas de Petra, y hallaremos reminiscencias de esta costumbre en las torres-tumba de Palmyra, Dura Europos y todo el Oriente Próximo grecolatino. 
   El estilo arquitectónico de la tumba posee un marcado aire romano en su composición general, aunque las características concretas de la decoración y detalles constructivos son nabateas y helenísticas. La fachada adopta la característica doble cornisa nabatea y en lo más alto luce un gran frontón rematado otra vez por una vasija o urna de piedra maciza, que da su nombre al monumento. Dos columnatas de robustas columnas cilíndricas lisas flanquean el gran patio de 23 m de ancho que antecede a la gran cámara baja central de 19 x 21 m, iluminada por una monumental puerta con frontón. 
   Desde el patio se domina una espléndida vista panorámica sobre el área central de Petra, cercada de farallones montañosos, entre los que domina el Umm al-Biyara. 
 




  
Tumba de la Seda
  
   Esta tumba se encuentra un poco más al norte, tallada también en las paredes rocosas del monte Kubtha, al fondo de una profunda concavidad. 
   La Tumba de la Seda no presenta ningún rasgo excepcional desde el punto de vista arquitectónico, al tratarse de una tumba que sigue un modelo simple, abundante en Petra, con cuatro pilastras adosadas al muro de fachada sustentando una doble cornisa rematada por el típico motivo asirio de escalerillas. Esta tumba es, no obstante, célebre a causa de la vívida coloración de su fachada de piedra, puesta en evidencia por la erosión de su superficie externa, que deja ver las subyacentes bandas de veteados polícromos de la arenisca en toda la parte baja de la fachada (foto22)
   Los colores de las vetas (azules, salmones, lilas, rojos, rosas, malvas, violetas, grises) se funden entre sí tan suavemente y trazan un dibujo tan sinuoso y de matices tan delicados, que evocan al combinarse la textura tornasolada de un tejido de seda; de ahí el nombre otorgado al monumento. 
 




  
Tumba Corintia
  
   A poca distancia de la anterior, siguiendo más hacia el norte, la Tumba Corintia recibe este nombre de los primeros arqueólogos que la estudiaron y dieron por supuesto que sus borrados capiteles eran de orden corintio. Esta interpretación sería inexacta, dado que los capiteles son variaciones de los que adornan el Jazneh. 
   Los derrumbamientos y la erosión de siglos han desfigurado este monumento hasta el punto de que sólo se puede distinguir el esbozo de lo que fue (foto23)
   La fachada se divide en dos claros pisos superpuestos, pero las partes superior e inferior se basan en estilos arquitectónicos diferentes. La mitad superior es una directa imitación de la parte superior del Jazneh, mientras que la inferior reproduce el complejo juego de líneas y planos del Triclinio del Bab el-Siq, y ofrece una gran similitud con las fachadas de la Tumba del Frontón Partido y la Tumba del Renacimiento. Responde, por tanto, a una mezcla o más bien a una superposición del estilo helenístico con el estilo nabateo local. La tumba adopta, y esto se aprecia al primer golpe de vista, el mismo porte y modelo estructural que el Jazneh y el Deir. 
   En la parte baja de la fachada, las puertas laterales entre las columnas de la izquierda rompen la simetría propugnada por las directrices clásicas, no estando compensadas por los pequeños nichos que se abren a la derecha. La cámara central, de 10 x 13 m de planta, gravemente deteriorada en varias zonas, no conecta con las otras cámaras laterales. 
 




  
Tumba del Palacio
Petra  
   Contigua a la Tumba Corintia, la llamada Tumba del Palacio, también conocida como Tumba de los Tres Pisos, es renombrada por sus inmensas proporciones. Ostenta una de las más grandes e imponentes fachadas de Petra, compuesta de tres pisos de complicados ritmos arquitectónicos, y está en su mayor parte realizada en técnica rupestre, pero combinada con una superestructura construida en piedras sillares (foto24)
   Se le llama Tumba del Palacio por su supuesta similaridad con un palacio real, ya que poseía elementos que habrían sido imitados de la Domus Aurea de Nerón, en Roma. 
   La articulación de la planta baja no se corresponde con la del resto del edificio, que es de pronunciado acento nabateo. Cuatro hermosos portales, enmarcados por pilastras y ornados con frontones triangulares y curvos alternos (todos, excepto el de la derecha, en un deplorable estado de conservación), invitan a penetrar en las cuatro cámaras correspondientes, estando sólo las dos centrales interconectadas. La mayor mide en planta 11 x 8 m aprox. En su tiempo, estas salas estarían enlucidas y cubiertas de motivos pictóricos ornamentales. Hoy los lisos paramentos lucen otro tipo de decoración: el que la Naturaleza reservaba para nuestra sorpresa oculta bajo la capa de pintura desaparecida. Y es, una vez más, el maravilloso juego abstracto de líneas, masas y colores, a base de manchas de cebra ocres sobre fondos rojo sangre y racimos de vetas ondulantes como olas petrificadas, que se pone en marcha cuando las entrañas profundas de estos montes de areniscas polícromas son horadadas y alisadas por el cincel. 
   En el piso intermedio, dieciocho columnas adosadas sostienen un entablamento a base de entrantes y salientes, patrón que se repetirá en el piso superior, muy arruinado. La mayor parte de este tercer piso estaba construida en piedra sillar y no excavada en la roca, al sobrepasar el monumento la altura del acantilado. Su derrumbamiento parcial dificulta calcular la altura original del edificio. Tampoco ha podido ser datado con seguridad. 
 
   El sendero prosigue al norte de las Tumbas Reales y cruza un segmento arruinado de la antigua muralla bizantina, que se levantó en este lugar a fin de mejor defender el sector norte de Petra de las incursiones foráneas. Desciende luego al fondo seco de un wadi que corta la montaña y en el agudo promontorio que forma la confluencia de los dos cauces hace su aparición la penúltima de las tumbas talladas en el Kubtha, aislada y alejada de las demás: 
 




  
Tumba de Sextus Florentinus
  
   Se trata de la única tumba de Petra que muestra una inscripción en latín y fechable. La inscripción se halla grabada en una losa sobre la puerta, bajo el frontón circular central. Deja constancia de que nos hallamos ante un monumento funerario en honra y memoria de Lucius Papirius Sextus Florentinus, gobernador romano de la provincia de Arabia (hacia el 127 d C), mandado construir por su hijo (hacia el 130 d C), obedeciendo la voluntad de su progenitor, que habría querido ser sepultado aquí. Entre otros muchos títulos, Sextus Florentinus ostentaba el cargo de Legado de la Legión VIIII Hispania, y tenía autoridad para acuñar monedas de oro y plata. 
   El complejo diseño de la fachada es de carácter romano, pero los detalles constructivos reflejan una marcada influencia nabatea. Destacan los tres frontones superpuestos, los que rematan la fachada y el portal, triangulares, y el del centro, curvo, casi semicircular, con el borroso relieve de un águila posada en el tímpano. Las áridas condiciones climatológicas de Petra han trabajado también para desgastar la fachada, que parece derretirse en blandas capas de lava fundida. 
 




  
Tumba Carmesí
  
   Más al nordeste, en la orilla frente a la garganta que corta el Kubtha, al borde de su desembocadura en el valle central de Petra, la Tumba Carmesí hace pareja con la de Sextus Florentinus, como si entre ambas guardaran la entrada al wadi. 
   Debe su nombre al vívido colorido rojizo que impregna su fachada, producto una vez más de la descomposición de la superficie de piedra arenisca que destapa el veteado natural subyacente, en una explosión de manchas granates y bermellones que se entremezclan con bandas espigadas a modo de plumas de colores azules y blancos (foto25)
   Desde esta tumba partía en dirección oeste la muralla nabatea septentrional levantada para proteger esta zona del valle, que al estar circundado de colinas y montes más bajos y accesibles de lo habitual en el laberinto rocoso de Petra, constituía un punto débil entre las defensas naturales de la ciudad. 
   Al norte, al fondo del valle, domina la mole puntiaguda de Moghar al-Nassara, en cuyas abruptas laderas salpicadas de peñascos se arraciman otros grupos de edificios rupestres. 
 




  
Moghar al-Nassara
  
   Es el nombre con el que se conoce este conglomerado de habitáculos y tumbas, diseñadas con distintas soluciones arquitectónicas, que trepan por las Petrapendientes de la colina (foto26). Se trataría de un suburbio de Petra situado extramuros al norte de la muralla septentrional. Por la gran cantidad de cruces incisas en sus paredes, se ha deducido que se trataba de un barrio periférico habitado por cristianos, o tal vez un ghetto cristiano, poblado en el periodo entre el declive de la Petra romanizada y el advenimiento del islam. El nombre de Nassara (Nazaret en árabe) da pistas sobre su procedencia. 
   Algunas de las tumbas están habitadas esporádicamente por familias de beduinos, y otras son usadas de establos para las cabras. Destaca, entre otras, una erosionada tumba de fachada de corte clásico, con cuatro sólidas pilastras adosadas que parecen no sostener nada (foto27). Y es que el entablamento consistiría seguramente en una superestructura no tallada, sino construida con hiladas de sillares, que ha desaparecido sin dejar rastro bajo los embates del tiempo. 
   Las cisternas donde los nabateos almacenaban el agua de las lluvias abren sus bocas en el suelo con más frecuencia por esta zona, y en los sitios más inesperados. Son enormes y las hay de muchas épocas, si bien todavía no han sido datadas con exactitud. La boca de cada cisterna es reducida, pero su interior, horadado en la roca maciza del suelo, se ensancha en extraplomo como si fuera el interior de un ánfora de dimensiones gigantes. Los agujeros no se ven en el pedregoso terreno hasta estar prácticamente encima, no están vallados ni señalizados, y si alguien se cayera dentro de uno de los aljibes que perforan estas remotas y desiertas laderas, le sería imposible salir sin ayuda. 
 




  
Tumba Turkamaniya
  
   Más a occidente, a orillas del wadi Turkamaniya y a nivel del agua, dos nuevas tumbas rupestres esculpen sus fachadas en un paredón vertical de las crestas de Ma'aiserat. 
   La más destacable es la llamada Turkamaniya. Está muy deteriorada, pues le falta toda la mitad inferior, probablemente a causa de los destrozos provocados por las riadas, quedando toda la parte superior como colgada y en peligro de desplome. 
   La tumba es señalada porque es la única que conserva una inscripción en nabateo muy extensa y de claro trazado. Puede distinguirse grabada en el muro liso entre las dos pilastras centrales (foto28). Proclama que esta tumba, con todas sus numerosas dependencias y utillaje, estaba consagrada a la divinidad Dushara o Dusares, 'el Dios de nuestro Señor'. Del texto se desprende que cada tumba era un complejo funerario compuesto de muchas dependencias adjuntas, como habitaciones, triclinio, depósito de agua, jardines, etc., además de la cámara sepulcral propiamente dicha 
   El interior consta de una cámara prismática de 10 x 7 m en planta que comunica con otra cámara más interna, en cuya pared del fondo se ha horadado un nicho mortuorio sencillo. 

  
   Si siguiéramos el curso del wadi Turkamaniya, que enfila decidido hacia el sur, paralelo al trazado de la muralla septentrional de Petra, desembocaríamos otra vez en el wadi Musa en su discurrir por el centro urbanizado de la ciudad. 
   Pero dejemos la descripción de este centro para más adelante, y antes dispongámonos a trepar por el escarpado cañón del wadi Farasa, que se abre trabajosamente paso entre los riscos del monte Attuf, en la zona más meridional del paraje de Petra, deteniéndonos ante cada uno de los monumentos que jalonan el camino. 
   Nada más empezar, los acantilados se pueblan de una abigarrada multitud de edificios rupestres tallados unos junto a otros al azar de las anfractuosidades del terreno, como si formaran frentes de fachadas de calles de un pueblo, que a veces se superponen hasta tres niveles de altura (foto29). Al igual que en la Calle de las Fachadas, son en su mayoría monumentos de perfil prismático, con decoración de molduras de caveto y remates escalonados asirios. 
 


Petra

  
Tumba Renacentista
  
   Es el primer monumento que hallamos en esta garganta, cincelado en el paredón de la izquierda. Aunque no tiene nombre específico, y ni siquiera se ha confirmado que sea una tumba, se le ha dado en llamar así por la belleza y el virtuosismo desplegados en su fachada de equilibradas proporciones, que recuerda lejanamente al estilo de algunos pórticos de la Italia del Renacimiento. 
   Frente a un patio amplio y espacioso, se eleva el imponente frontispicio, que parece formado por dos fachadas concéntricas: la exterior compuesta de dos enormes pilastras de estilo nabateo que soportan un entablamento con frontón triangular rematado por tres urnas, enmarcando el conjunto la fachada interior, donde se repite el juego de pilastras, pero esta vez con frontón curvo (foto30)
   Al estar apartado del centro, lejos de la vigilancia de los guardianes de las ruinas de Petra, éste y otros edificios de la zona son eventualmente ocupados por familias de beduinos de vida nómada, dedicadas al pastoreo, que suelen encontrar refugio temporal en estos habitáculos. 
 




  
Tumba del Frontón Partido
  
   A poca distancia de la anterior, justo antes de que el cañón del Farasa empiece a cerrarse, esta pequeña tumba es interesante desde el punto de vista artístico porque resuelve algunos de los desajustes que se daban al intentar combinar el estilo nabateo con el clásico en la arquitectura de Petra. Se han suprimido detalles superfluos y simplificado al máximo los elementos arquitectónicos, hasta alcanzar la síntesis básica de una fachada grecolatina de frontón partido, diseñada con una sencillez y claridad de líneas de indiscutible sabor clásico. Datará probablemente del periodo romano. 
   Por una escalinata se sube a la plataforma que antecede a la entrada, en cuyo suelo rocoso se excavaron dos depósitos de agua. La cámara está horadada con abundantes loculi sepulcrales. 
 
   La garganta del wadi Farasa se va estrechando por momentos hasta convertirse en un mero pasillo entre montañas, al mismo tiempo que emprende con brío el ascenso hacia las cumbres. Pero antes de internarnos por esta ruta, que nos conducirá al Lugar Alto de Sacrificios, visitemos antes otra garganta paralela un poco más al sur, al pie del Gebel al-Najr. Allí descubriremos la 
 




  
Tumba al-Najr
  
   Es una de las tumbas más desconocidas de Petra, al no ser apenas visitada por hallarse en un remoto escondrijo a desmano de todas las rutas y senderos. 
   Su fachada, de corte clásico, se asemeja a la de la Tumba del Soldado Romano, aunque es más baja y alberga un solo piso (foto31). El vértice superior del frontón está ligeramente redondeado y rematado por un pedestal cuadrado. En el interior se abren loculi a gran altura. Se puede fechar con casi total seguridad en el periodo romano de la historia de Petra. 
 
   Retomamos el cañón del Farasa donde lo habíamos dejado y comenzamos a ascender por el encajonado camino, que salva mediante una amplia escalinata de piedra el último desnivel antes de llegar al complejo funerario presidido por la llamada Tumba del Soldado Romano. 
 




  
Tumba del Soldado Romano
    
   Las escalinatas desembocan en un amplio patio natural formado por un ensanchamiento de la garganta. En una hondonada de la pared de la derecha se eleva la fachada de la tumba; frente a frente, al otro lado del desfiladero, se abre la puerta del Triclinio. Ambos edificios estaban conectados por un patio columnado del que no quedan vestigios. Algún tanque de agua es detectable por las cercanías. Los altísimos acantilados se ciernen amenazantes sobre todo el complejo, que parece sumergido en un profundo pozo. 
   Más cercana a la tradición mediterránea occidental que a la nabatea, el frontis de la tumba responde en su composición general a los modelos clásicos ortodoxos (foto32). Sólo algunos detalles, como los capiteles, son de raigambre nabatea. La factura de estos capiteles podría ser descrita como una variante del orden corintio, con el perfil externo de los racimos de hojas de acanto simplificado y estilizado hasta la abstracción geométrica. 
   Al esculpir el edificio, fue destruido otro anterior en el lugar, como lo delatan los nichos que asoman por encima del frontón, restos supervivientes del precedente. Dos pilastras cuadradas y dos columnas cilíndricas encastradas en un muro de fachada sostienen el entablamento con friso de triglifos y metopas discoideas (semejantes a las de la Tumba de la Urna), y encima el frontón, respaldado éste por un paramento liso. Más arriba arranca la abrumadora masa del acantilado. 
   En los vanos que dejan las columnas se abren a la altura del segundo piso tres ventanas rectangulares ciegas, de las cuales asoman sendas estatuas antropomorfas. Las tres estatuas están esculpidas en varios bloques cada una y adosadas a las ventanas. La estatua decapitada central ha sido clasificada como la de un soldado romano, en base al tipo de armadura que viste. Las otras dos están más desgastadas, y ninguna ha podido ser identificada con algún personaje en concreto, aunque se presume por la magnitud del complejo funerario que el mausoleo estaría consagrado a un dignatario de muy alto rango. 
   El interior alberga dos cámaras, con nichos arcados en las paredes para introducir sepulcros. 
 




  
Triclinio
  
   Su situación cara a cara de la Tumba del Soldado Romano no deja lugar a dudas sobre la interconexión de ambos recintos. 
   Aunque carece de fachada, y de la puerta no queda sino un informe hueco, éste es el triclinio más llamativo y mejor conservado de Petra, por el lujo inusitado de su interior (foto33). De hecho, aparte el Jazneh, es el único edificio de Petra que conserva decoración rupestre interna, realizada a base de semicolumnas de fuste bellamente estriado embebidas en las paredes, alternadas con hornacinas en los vanos. Los capiteles son de orden toscano. 
   No obstante, el máximo artífice del decorado interior del Triclinio no fue el hombre, sino la Naturaleza, coautora anónima de esa ciudad de los prodigios llamada Petra, que pone aquí una vez más en danza la maravillosa paleta de colores ocultos bajo la superficie de estas piedras, aflorados con el tiempo para recreo de nuestros ojos. Un fondo general de rojos, fucsias y granates de varios tonos y gradaciones, surcado de relampagueantes vetas en color gris plateado, confiere a la estancia una atmósfera de cálida semipenumbra, propicia para efectuar un descanso en la fatigosa ascensión. 
   Una amplia bancada corrida en forma de U recorre tres de los muros, en torno al centro, donde estaría la mesa de banquetes, para la celebración de las fiestas funerales en honor a los difuntos. 
   Fuera, un nuevo tramo de escaleras salva el desnivel que conduce a un idílico rincón agazapado entre estos abruptos peñascos, donde se esconde un pequeño edificio rupestre llamado Templo Jardín. 
 




  
Templo Jardín
Petra  
   Erróneamente apelada Tumba del Jardín, no muestra ningún elemento que permita deducir que se trata de una tumba, sino que más bien su fachada y estructura interna sugieren que nos hallamos ante un templo. En cuanto al jardín que le da nombre, no queda ni rastro, como no sea un puñado de matojos que mordisquean unas cabras que bajan en picado desde la montaña, por el fondo del cañón, siguiendo la ruta ancestral. Pero el enclave es recogido y placentero (foto34), sobre todo en primavera, cuando se ven verdear algunos arbustos que se encaraman por los roquedos. Los montes siguen creciendo a ambos lados, sin que se divise el final. 
   El templo es más antiguo que la Tumba del Soldado Romano, pero fue incorporado con posterioridad a dicho complejo funerario, que yace inmediatamente debajo. Sobre una terraza nivelada se abre un portal clásico con dos columnas exentas de tambores cilíndricos, entre dos pilares cuadrados adosados a modo de jambas, formando el conjunto un pórtico in antis, umbral de entrada a una cámara trapezoidal, prolongada por una segunda cámara interna rectangular más pequeña iluminada por un tragaluz. Se puede acceder al tejado por el exterior, para observar unas pequeñas cisternas que se abren en la azotea. 

   Una sucinta vereda camuflada entre los arbustos ataca ya la parte más empinada de la garganta. Torciendo a la izquierda, trepa decidida rumbo a la cumbre del monte Attuf por un zigzagueante sendero de cabras que, en sus vueltas y revueltas por los escarpes modelados por la erosión con las formas más inverosímiles (foto35), con extraplomos que desafían la gravedad, presenta de cuando en cuando tramos de escaleras cinceladas en el suelo de roca para ayudar a salvar peligrosos pasos al borde de precipicios. El agotador ascenso requiere la buena forma física de un montañero, pero sobre todo exige carecer de vértigo. Aquí y allá se ven grandes lagartos recostados al sol. 
 




  
Relieve del León
  
   A media altura de la montaña el viajero se topa con un gran relieve moldeado en la pared, con la forma de un león de unos cinco metros de largo, visto de costado y con la cara de frente. Los restos cercanos de un canal de agua revelan que este monumento sería antaño una gran fuente pública de agua potable, para uso de quienes efectuaban el ascenso al Alto Lugar de Sacrificios por esta ruta procesional. El agua manaría de un caño colocado en la boca del león. 
Petra   El león tenía un papel en la simbología de la religión nabatea: era la criatura asociada a la diosa Al-Uzza. Las dos deidades principales del panteón nabateo eran Dushara y Al-Uzza, que destacaban entre otras muchas divinidades y genios (djin). 
   Dushara, en griego Dusares, fue un dios masculino, probablemente adoptado de los edomitas. Se le simbolizaba no de una forma figurativa sino abstracta (en la tradición de otros pueblos de Cercano Oriente, que rechazaban la figuración icónica de la divinidad, entre ellos los israelitas) con un bloque de piedra más o menos cuadrado y exento de adornos, al que llamaban Beth-El, la Casa de Dios. El betilo sería la piedra negra que habría entregado el arcángel Gabriel al patriarca Abraham, en las tradiciones preislámicas de los pueblos de Cercano Oriente. Este betilo o piedra sagrada podía adoptar también otras formas, como la de un pilar o un obelisco. El culto a Dushara era de carácter aristocrático y no popular, con ceremonias privadas reservadas a la familia real y altos dignatarios. Con la romanización, Dushara fue asimilado con Dionisos. 
   Al-Uzza era una divinidad femenina, con un papel secundario respecto a Dushara. Originalmente era llamada Allat (la Diosa) por los pueblos de la región. Su nombre significa 'la Poderosa' y era considerada como la diosa del pueblo, siendo su culto más común, extendido a todas las capas populares. Los romanos la identificaron con Venus. 

   Al proseguir la escalada por esta antigua ruta ceremonial van surgiendo de las paredes otros restos rupestres: nichos votivos, altares, deidades-bloque. Llegamos por fin a la cima, agotados, sudorosos y sedientos, bajo el sol abrasador de la Arabia Pétrea. Todo Petra se extiende allá abajo a nuestros pies, con su valle central y el laberíntico circo orogénico que lo amuralla, con la imponente mole vertical del Umm al-Biyara dominando la escena en primer término. Más allá la cadena montañosa continúa y sus cumbres se van difuminando con la bruma hasta perderse en un horizonte borroso. 
 




  
Alto Lugar de Sacrificios
  
   La cima del monte Attuf está aterrazada por la mano del hombre, formando una vasta explanada dividida en dos partes. La parte sur es la Plataforma de los Obeliscos y la parte norte el Alto Lugar de Sacrificios. 
   La Plataforma de los Obeliscos es un área relativamente nivelada, en medio de la cual emergen y disparan sus puntas hacia el cielo dos grandes obeliscos monolíticos de más de siete metros de alto, situados a una treintena de metros uno de otro y alineados en dirección este-oeste (foto36). Son de perfil troncopiramidal con cuatro caras de pronunciado talud, y no están colocados sobre el suelo sino que forman parte indisolciable de él, pues están labrados en la misma masa rocosa que el resto de la montaña. De hecho, no son los obeliscos los que han sido tallados, sino la montaña entera alrededor de ellos, en una labor de vaciado de toda la cima hasta lograr despejar los dos monolitos. Una excavación de magnitud faraónica que nos plantea preguntas acerca del propósito último de tan descomunal esfuerzo, aunque el estado actual de los conocimientos sobre la religión nabatea no permite sino respuestas conjeturales. 
   Los obeliscos representarían a una o dos deidades, según la simbología anicónica en forma de dios-bloque con que se evocaba a Dushara. El enclave es conocido en árabe como Zibb Attuf, que podría traducirse como 'el lugar del Falo Misericordioso'. Quizá haya aquí reminiscencias de cultos a la fertilidad practicados anteriormente en el lugar, pero no deja de ser una hipótesis sin confirmar, aunque se sabe seguro que el Alto Lugar era ya utilizado para ritos sacrificales por las tribus que precedieron a los nabateos. 

   Cerca se ven las ruinas de una especie de fuerte construido con bloques de piedra, casi completamente arruinado, y del que no hay acuerdo en la datación. No se sabe si es cruzado, bizantino o nabateo. 

   Un poco más al norte, y a un nivel más elevado, se extiende la explanada del llamado Alto Lugar de Sacrificios, Madhbah en árabe, que es el mejor preservado de todos los altares de sacrificios de la antigüedad. 
   Estamos nada menos que a 1.100 metros de altura sobre el nivel del mar, por lo que es aún más sorprendente, dadas las extremadas condiciones climáticas de este desierto pétreo, el buen nivel de conservación con que nos ha llegado el complejo rupestre. 
   Se compone de una plataforma más o menos ovalada, en mitad de la cual se ubica el santuario. Un patio de 16 x 7 m muestra en el centro una pequeña tabla saliente rectangular, que sería la mesa de ofrendas. Un triclinio mira hacia la tabla. Más arriba, unos escalones rupestres conducen a otro nivel donde se hallan los altares propiamente dichos, uno rectangular, que levanta un metro sobre el suelo, y otro circular, que se usaba para libaciones, ambos provistos de pequeñas canalizaciones de drenaje. En el centro del altar rectangular hay un pequeño zócalo donde se instalaría el betilo o piedra sagrada, que era exenta y portátil. Cerca se abren pequeñas cisternas y un tanque de agua. 
   En estos altares se celebraban sacrificios cruentos. Los canales evacuaban la sangre, y los depósitos de agua servían para la limpieza de las instalaciones y las abluciones de los sacerdotes. La sangre era un símbolo de vida y los sacrificios eran vistos como ceremonias de renovación de la relación entre los hombres y los dioses, con el fin de propiciar el bienestar y la prosperidad de los ciudadanos, llevándose a término el ritual en una atmósfera de júbilo y festejo. La mayoría de las veces se sacrificaban animales, pero hay testimonios de que se practicaban también sacrificios humanos. La diosa Al-Uzza, como Estrella Matutina, recibía el sacrificio de muchachos y doncellas que se inmolaban en su honor. 

   Del Alto Lugar de Sacrificios parte otro camino ritual que baja el monte Attuf por la vertiente norte y va a parar al Siq Exterior, cerca del teatro romano. La vía tiene tramos excavados en forma de rampas profundas entre paredes verticales, cuya monumentalidad hace suponer que ésta sería la principal ruta de subida al centro ceremonial. 
   Una vez abajo dirigimos los pasos hacia el corazón del valle de Petra, y tomando la gran Calle Columnada que enfila hacia el oeste, nos encaminamos por fin al área central de la ciudad. 
 




  
Área central de la ciudad
  
   El centro urbano de Petra se asentaba hacia la parte media de un amplio y ondulado valle rodeado de una colosal muralla montañosa fracturada por cañones, por el que atravesaba el cauce del Wadi Musa (foto37)
   Paralela al cauce corría de este a oeste la gran Calle Columnada, flanqueada de importantes edificaciones públicas. Hoy esta zona es un amasijo informe de escombros y montículos de arena, muros derrumbados, sillares desperdigados, tambores de columnas caídos y amontonados en un grupo de ruinas tan caótico que tardará décadas en desvelar sus misterios enterrados. La zona está actualmente en periodo de excavación y poco a poco, año tras año, van saliendo a la luz nuevas construcciones y restos que van ayudando a componer el ingente rompecabezas. Las excavaciones son llevadas a cabo, entre otras entidades, por el Instituto Francés de Arqueología de Oriente Próximo y por el Departamento de Antigüedades de Jordania. 
   Lo que está claro es que este centro urbanizado desmiente la percepción inicial de que Petra es una ciudad compuesta por edificios rupestres. Aquí todo es construido en aparejo de piedra, por contraste con la mayoría de monumentos descritos hasta ahora, que eran cincelados en roca. 
   Por la cantidad y extensión de las ruinas de las barriadas residenciales, se ha calculado que en el momento de su apogeo, hacia el siglo II d C, la ciudad daría cobijo a unos 20.000 habitantes. 
   La Calle Columnada era la arteria central de la vasta urbe con trazado ortogonal de calles y manzanas de casas, agrupadas por barrios y jalonadas de edificios públicos grandiosos. Hoy ha sido despejada en parte y relevantadas algunas de sus columnas, de fustes cilíndricos compuestos de tambores más delgados que lo habitual en el mundo romano (foto38). Al comienzo, en la confluencia entre el Wadi Mataha y el Wadi Musa, crece un frondoso árbol que marca el emplazamiento de un Ninfeo o fuente pública dedicada a las ninfas. Las aguas desviadas del Siq salían por aquí y el ninfeo era una terminal del sistema de aguas. 
   Yendo en dirección oeste por la Calle Columnada, a un lado y a otro se elevaban adyacentes diversos edificios y recintos públicos. A la izquierda: tres mercados consecutivos con hileras de pequeñas tiendas que daban a la calzada, un gran templo con propileo y un templo más reducido. A la derecha hay una torre bizantina y más adelante un edificio llamado Palacio Real, un gimnasio anexo, y el gran templo de la diosa Atargatis, con un pórtico de 17 x 9 m y una cella porticada. Todo degradado hasta un estado de ruina total, la mayor parte a nivel de mero basamento y semienterrado por dunas de arena y escombros. 
   La avenida desembocaba en el Temenos o recinto sagrado del templo principal, de 130 x 65 m, embellecido con tres exedras semicirculares, al que se accedía por una puerta triunfal de tres vanos, decorada con columnas y jambas con paneles de rosetas. 
 




  
Qasr el-Bint
  
   El templo albergado en el recinto es actualmente conocido como el Qasr el-Bint, y es el mayor y más entero de todos los edificios construidos en aparejo de piedra (no rupestres) de Petra. Su nombre completo en árabe hunde su origen otra vez en las leyendas: Qasr el-Bint Firaum o 'Palacio de la Hija del Faraón'. 
   El Qasr el-Bint, por su posición sobre un promontorio y por la gran altura de sus paredes, que a pesar de las sacudidas sísmicas todavía alcanzan los 23 metros, domina majestuosamente el Temenos o recinto sacro. Hasta hace poco se creía que era de época romana, pero recientes estudios lo cuestionan. En la actualidad se cree que es nabateo tardío, probablemente del reino de Obodas II (30-9 a C). 
   Adyacente y en el mismo eje de entrada se eleva una plataforma de sillares rectangular, a la que se llega por una escalinata, que sería el Altar de los Altares. 
   El exterior del templo es un prisma casi cúbico de proporciones masivas elevado sobre un ancho podio y tiene una orientación norte-sur. Un pórtico columnado in antis, o sea, embebido en el edificio y no saliente, de cuatro columnas y dos pilastras, estaba coronado por un frontón clásico. Los muros de sillar sostenían un friso de rosetas y triglifos, una cornisa y un parapeto. Paneles cuadrados con decoración de yeso adornaban las pilastras esquineras, de parecida manera a la decoración de la puerta del Temenos. El descarnado arco de medio punto que se ve actualmente a gran altura era en realidad el arco de descarga del gran portal rectangular de acceso al recinto. 
   El interior estaba compuesto por una cella, precedida por una pronaos y prolongada por dos adyton en las esquinas (en la misma fórmula seguida en Baalbeck y en el Templo de Bel en Palmyra), con una cámara intermedia entre ellos. Tenía dos pisos. El lujo decorativo era inusitado, conjugando elementos como frisos de guirnaldas y motivos arquitectónicos en trompe l'oeil realizados en yeso (de los que quedan algunos restos) sobre las paredes. Todo emplastecido y coloreado al gusto nabateo. 
   Por la magnitud y prominencia del Qasr el-Bint, se ha deducido que este santuario estaba consagrado al dios supremo Dushara. 
 




  
Wadi Hadhbat al-Zeitun
  
   No lejos del Qasr el-Bint, detrás de la gran peña donde se halla el museo de Petra (una cámara excavada en la roca con unos pocos restos escultóricos y cerámicos expuestos en vitrinas), el cauce del Wadi Siyagh bordea a un lado unas canteras y al otro el pie del Umm al-Biyara, el monte más alto de Petra, un colosal peñasco con todas sus paredes cortadas en vertical. De una surgencia brota agua, que al poco se convierte en escueto arroyo. Llama la atención la súbita aparición del verde: huertas y matorrales, adelfas en flor, un pequeño oasis en medio de los secarrales. Tras un meandro el riachuelo es alcanzado por el cauce seco del Wadi Hadhbat al-Zeitun, afluente del anterior. Este cauce baja por unas gargantas que, al ser remontadas se transforman en un formidable cañón que tuerce y se hace cada vez más agreste y pendiente. Los acantilados a la derecha tienen a veces superficies talladas y alisadas por la mano del hombre. Las alturas a las que los operarios debían trabajar son inmensas. Los riscos se van afilando y recortando, y el sendero avanza entre grandes cascajeras, hasta hacerse impracticable. Allá arriba, en lo alto de estas mismas intrincadas peñas, se yergue el Deir o Monasterio, del que nos separan precipicios. 
 




  
Subida al Deir
  
   El Deir o Monasterio se halla enclavado en la parte alta de un conjunto montañoso rodeado de afilados riscos cortados por precipicios, lejos del centro urbano, que no se puede alcanzar sino subiendo a pie durante tres cuartos de hora de penoso camino entre rocas. Algunos tramos en los que el tortuoso Petrasendero sortea barrancos o salva pendientes empinadas están provistos de escaleras talladas en el suelo de roca en tiempo de los nabateos. El total de escalones suma 750 en todo el trayecto. 
   Al principio de la ascensión, al fondo de un pequeño wadi con alguna otra tumba excavada, se abre el Triclinio del León, cuya puerta central ha adoptado por obra de la erosión la forma de un enorme ojo de cerradura (foto39). La fachada rupestre luce dos pilastras adosadas con capiteles de estilo nabateo, un arquitrabe, un friso de triglifos y metopas con medallones, y un frontón con acróteras rematado por una urna. La puerta está flanqueda por dos leones en bajorrelieve, que dan nombre al monumento. 
   Continuando la escalada, el paisaje se va haciendo más y más escarpado, y adopta infinidad de caprichosas formas como consecuencia de la erosión de milenios (foto40). A los lados del sendero se abren vertiginosos abismos. Los pastores de cabras se comunican entre sí desde la cima a los valles por el procedimiento del grito, y pueden llevar conversaciones a larga distancia sin necesidad de teléfono. Poco antes de llegar a la cima, un peñasco a la derecha está acribillado de cubículos rupestres a distintas alturas, como si se hubiera incrustado aquí un rincón de la Capadocia. Llaman a este paraje el Hermitage, y quizá fue transitado en época paleocristiana, pero no hay evidencia firme de que se tratase de un eremitorio. 
   Llegamos al término de la ruda subida a una extensa planicie aterrazada artificialmente a 200 metros sobre el nivel del valle, preparada para las grandes congregaciones que asistían a los rituales en este alto lugar. A la derecha, como luchando por escaparse de la masa rocosa que la envuelve y aplasta, emerge de la montaña la deslumbrante fachada del Deir. Estamos en el límite occidental de Petra. 
 




  
El Deir
  
   La fachada del llamado Deir o Monasterio, de dimensiones titánicas, está profundamente esculpida en el flanco de una montaña de piedra, y tiene 47 m de ancho por 42 m de alto (foto41 y 42). Debió ser utilizada como tumba de un rey, y más tarde convertida en un lugar de culto. 
Petra   Se trata, por tanto, de una gigantesca escultura monolítica con forma de edificio. Un ejemplo señero de arquitectura rupestre, en un enclave de especial santidad para los nabateos. El esquema general y la disposición de los elementos 'arquitectónicos' en dos pisos, con dos frontones angulares flanqueando un thólos central (foto44) rematado por una urna, están inspirados en el modelo del Jazneh o Tesoro, con un eslabón intermedio en la Tumba Corintia, pero la estructura es de mayores dimensiones y de un estilo más simplificado, despojado de estatuas y adornos. La composición global puede conservar un cierto aire helenístico, pero la factura es ya totalmente autóctona. No hay temas figurativos: nichos ciegos, frisos sin más iconografía que unas metopas discoideas, triglifos y gotas. La estilización llega al máximo con los capiteles 'de cuernos', abstracción geométrica a partir de los acantos corintios (foto43). Los constructores/escultores acentuaron al máximo, con sus juegos de líneas cóncavas y convexas, de entrantes y salientes, los efectos de claroscuro. 
   Las proporciones relativas de los dos pisos superpuestos son tan perfectas que no dan idea del colosal tamaño del monumento, haciéndole parecer más pequeño de lo que es, ilusión que se desvanece cuando una persona se aproxima y pueden así apreciarse, por referencia, sus descomunales medidas. La puerta mide 9 metros de alto, y sólo el zócalo que cierra la base tiene la misma altura que la persona. A diferencia del Jazneh, el santuario no posee un vestíbulo porticado. El interior no es sino una sencilla cámara cúbica de paredes lisas, de 13 x 11 m en planta, cuya austera desnudez contrasta con la monumentalidad de la fachada. Al fondo hay un nicho con arco al que se accede por unos escalones, y que antaño custodiaría la estatua de alguna divinidad. 
   Se ha supuesto también que este edificio podría ser la tumba de Rabbel II, último monarca independiente de Petra (71-106), siendo acondicionada como monumento funerario en conmemoración del rey divinizado. Otros autores lo identifican como un mausoleo de mediados del siglo II d C consagrado al culto de Obodas I, rey nabateo de principios del siglo I a C. Sea como fuere, es difícil de datar, pero por su estilo podría situarse su ejecución en fechas próximas a la ocupación romana (106 d C). 
   Por una peña lateral se puede trepar hasta la parte superior del Deir, una enorme urna cimera de piedra maciza colocada sobre un capitel de estilo nabateo a modo de peana que corona el templete circular central (foto45). Este gigantesco remate de seis metros alcanza tal altura sobre la montaña que puede ser divisado desde el fondo del valle y de los más lejanos puntos de Petra, como un mojón de referencia. 
   Si el Jazneh es el alfa, el Deir es el omega del arte de Petra, el último gran logro de los arquitectos nabateos antes de la decadencia. 
 


Petra
  
La Pequeña Petra
  
   A 15 km al norte de Petra, existe otra Petra en miniatura y casi desconocida, en el sitio llamado Wadi al-Barid. 
   Es un pequeño desfiladero (foto47) abierto en el mismo macizo montañoso donde se esconde Petra, cuya entrada hay que franquear por una cancela, junto a una tumba tallada en la pared, al estilo de las nabateas, pero distinta a todas por algún detalle divergente. Se avanza por una angosta falla apodada el 'Pequeño Siq' y, una vez atravesada, aparece en la vertical de los peñascos la fachada de una tumba monumental con cuatro columnas clásicas (foto48), así como gran cantidad de estancias cavadas a un lado y otro del estrecho valle. En el interior de una estancia alta pueden apreciarse unos pocos restos de pinturas murales sobre estuco, a base de motivos vegetales de zarcillos entrelazados, algún pájaro, y figuras humanas. Todo en un pésimo estado de conservación, al hallarse el paraje en completo abandono y olvido. 
   Este recinto natural era empleado en tiempos antiguos como caravasar o lugar de hospedaje para caravanas de camellos. El valle se corta bruscamente por unos empinados paredones de piedra reseca. Hacia arriba el paisaje se vuelve más silvestre, se resquebraja en barrancos, brechas y wadis secos que taladran una altiplanicie salpicada de encinas y rastrojos. Más atrás, cadenas montañosas de piedra negra se superponen a otras de piedra ocre semejantes a dunas. Al fondo, el atormentado paisaje se suaviza y aplana, cayendo hacia una llanura de la que no se ve el horizonte, velado por la bruma. Más allá está Palestina. 
 
  




  
Beidha
  
   Asentamiento de la Edad de Hierro a unos kilómetros de Petra, es uno de los pocos vestigios del pueblo antecesor de los nabateos por estos pagos: los edomitas. Las exiguas ruinas, a nivel de basamento, de un modesto poblado de casas de piedra con restos de molinos, pueden datarse alrededor del 6.000 a C. 

 

 

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FotoCD10

Petra
El tesoro oculto en el desierto

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Petra (Jordania)

    


   

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