Colecciones fotográficas

Persia rupestre

El imperio sasánida. Breve historia

 

Persia preislámica
ca 550-312 a C.      Imperio persa aqueménida  
312-175 a C.           Seléucidas  
247 a C - 224 d C.    Partos  
224-651 d C.           Sasánidas 

 

   A la caída del imperio persa aqueménida, provocada por la ofensiva militar de Alejandro Magno, siguió el rápido desmembramiento del efímero imperio macedonio que éste había creado. Muerto Alejandro, en el reparto de los territorios conquistados entre sus generales correspondió a Seleuco la gobernación de los países del oriente próximo y medio, hasta las tierras del actual Pakistán, pero el reino seléucida pronto fue desplazado por la invasión y hegemonía de los partos, que en el siglo I a C instituyeron un imperio (Partia) que abarcaba desde Mesopotamia hasta Sogdiana y desde Armenia hasta el Mar Arábigo. Durante los 400 años que duró esta potencia, Partia no cejó en su ambición de recuperar las provincias occidentales antaño ocupadas por los aqueménidas, lo que se tradujo en una sucesión de conflictos con Roma, con el consiguiente debilitamiento y la postrera división del imperio parto en dos reinos.
Persia rupestre   Ardashir I (224-241 d C), un príncipe nativo de Fars –la región al sur de Irán que fue cuna de los aqueménidas, donde nació y fue enterrado Ciro, y donde se construyó Persepolis–, fue el fundador de la dinastía sasánida. Ardashir derrotó con sus tropas en 224-226 al rey parto Artabanus IV, tomó su capital Ctesifonte e inauguró un nuevo imperio, el sasánida, cuyos territorios llegaron a alcanzar con el tiempo la extensión del antiguo imperio aqueménida (ss. VI-IV a C), aunque sus fronteras oscilaron frecuentemente, al ser disputadas por Roma y Bizancio al oeste y por el imperio kushana de la India septentrional al este.
   En su época se produjo una revitalización del nacionalismo iranio, tomando como referente el legendario esplendor del imperio persa de Ciro y Darío, con un anhelo por restaurar su pasada grandeza. Los reyes sasánidas proclamaban ser los descendientes de la estirpe aqueménida, lo que avalaba su legitimidad al trono.
   Una vez establecido un firme control sobre el vasto territorio conquistado, Ardashir I tomó posesión del palacio de Ctesifonte y fue investido con el título de 'Rey de Reyes de los Iranios'. Los sasánidas retomaron las históricas hostilidades de Persia con Roma (229-232), reclamando el norte de Mesopotamia y las ciudades fortificadas de Edesa (actual Urfa) y Nísibis, en el Kurdistán turco.
  
   Durante el reinado de Shapur I (241-272), hijo y sucesor de Ardashir, el imperio sasánida llegó a abarcar de Sogdiana y Georgia al norte hasta el sur de Arabia, y del valle del Indo al este hasta las cuencas septentrionales del Tigris y el Eúfrates al oeste.
   Nada más ascender al trono, Shapur I tuvo que defender Persia de una invasión de los romanos al mando del emperador Gordiano III (238-244), a quien derrotó y dio muerte. En 256 se produjo un nuevo enfrentamiento entre Roma y Persia, con una nueva derrota de los romanos en Siria, país que quedó, con su capital Antioquía, en poder de los sasánidas. Aún se dio un tercer conflicto entre las dos potencias cuando el emperador Valeriano acudió al rescate de la ciudad de Edesa, asediada por las tropas de Shapur. La aplastante victoria de los persas fue aquí definitiva, y el emperador Valeriano fue capturado y llevado cautivo a Persia, junto a los oficiales de su ejército. La hazaña fue inmortalizada en piedra en uno de los relieves rupestres de Naqs-i Rustam (fotos 02, 03 y 04).
    Shapur I asumió el título de 'Rey de Reyes del Irán y del No-Irán', fórmula que quedó consagrada en adelante para designar a los sucesivos emperadores sasánidas. Las diferentes provincias del nuevo imperio persa pasaron a ser regidas por miembros de la dinastía sasánida nombrados por el rey con el título de shah, con un sistema estatal fuertemente centralizado, siendo abolidas las antiguas dinastías hereditarias locales que provenían de tiempos de los partos.
   Un ilustre contemporáneo de Shapur I fue Mani, profeta místico persa (215–274?) fundador del maniqueísmo, una religión gnóstica de carácter dualista que interpretaba el mundo como una interacción entre pares de opuestos: espíritu y materia, los principios del bien y del mal, en perpetua lucha. Mani, que declaraba ser el último apóstol de Cristo, trataba de combinar las enseñanzas de Zaratustra y de Jesús, en una interpretación gnóstica de los evangelios, con el fin de dar a luz una nueva religión de alcance ecuménico. Mani gozó de los favores del rey Hormidz I, heredero de Shapur, pero cayó en desgracia bajo su sucesor Bahram I, quien, cediendo a la presión de los estamentos eclesiásticos, lo mandó ejecutar. El maniqueísmo se difundió no sólo por el imperio sasánida sino también por el romano tardío, y más tarde por el mundo islámico, Asia Central y China.
   Por otra parte, el cristianismo, en la segunda mitad del siglo III, había arraigado entre las comunidades arameas de Mesopotamia y poco a poco logró expandirse por tierras persas, conviviendo con las demás religiones de la zona.
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   Bahram II (276-293) fue uno de los reyes sasánidas más débiles. Vencido en la guerra contra el emperador romano Carus, tuvo que devolver Armenia y Mesopotamia. Reprimió con dificultad la revuelta de su hermano Hormidz II, que intentaba crear un reino oriental independiente, y perdió el poder frente Kartir, un poderoso sumo sacerdote del culto zoroástrico. Kartir, que había promovido el zoroastrismo hasta la categoría de religión de estado, fue responsable de la persecución de cristianos, judíos y budistas, y uno de los instigadores de la muerte de Mani. El siglo III concluyó con un periodo de luchas dinásticas y una nueva guerra con Roma (296-298), en la que Persia hubo de ceder a los romanos cinco provincias al este del Tigris.
   Cuando Constantino despenalizó el cristianismo en el mundo romano, los sasánidas atribuyeron un trasfondo político a las relaciones entre los cristianos iranios y los romanos, sus eternos enemigos. En el transcurso del siglo IV surgen nuevos focos de hostilidad cuando el imperio romano de Oriente se va transformando en un imperio cristiano, el bizantino. A modo de reacción, los sasánidas reforzaron el poder del clero zoroástrico; esto dio pie a un nuevo periodo de intolerancia hacia otros modos de fe, y el choque entre los dos imperios terminó por tomar un cariz de guerra de religiones. A partir de 339 los cristianos de Persia sufrieron graves persecuciones por parte de Shapur II y sus sucesores. Pese a ello, considerables comunidades cristianas sobrevivieron en zonas de Persia hasta mucho después del fin de la dinastía sasánida, y todavía subsisten en el actual Irán (ver foto de la iglesia de Belén en Isfahan, de culto cristiano-armenio).
   El emperador sasánida Shapur II (309-379), un general que dirigía en persona grandes ejércitos y se consideraba a sí mismo como heredero del gran imperio aqueménida, fue un notable político y un consumado estratega que conseguía provocar disensiones entre sus enemigos. Durante su mandato, el imperio persa sasánida alcanzó el cénit de su esplendor.
   Shapur II entabló dos guerras con Roma. En la primera (337-350) obtuvo relativamente poco éxito, pero en la segunda (359-363) Roma fue una vez más vencida. Juliano el Apóstata había enviado a Persia un enorme ejército que llegó a las mismas puertas de Ctesifonte, pero fue mortalmente herido en una escaramuza (foto34), y su sucesor Joviano fue obligado a acatar una humillante tregua de treinta años y a ceder a Persia las provincias al este del Tigris, así como las ciudades de Nísibis y Singara. Shapur II dirigió entonces su atención hacia Armenia, país aliado de Roma en los límites occidentales del imperio sasánida, que conquistó temporalmente.
   A su muerte en 379, el imperio persa sasánida había incrementado sustancialmente sus dominios y nunca había sido tan poderoso. Desde entonces, las guerras a pequeña escala de finales del siglo IV y del siglo V raramente conllevaron grandes expediciones militares, pero la amenaza del imperio sasánida sobre los romanos permaneció, sin embargo, constante. Y los conflictos bélicos con Roma se hicieron tan habituales que llegaron con el tiempo a minar el poderío de los sasánidas.
  
   En 387 Armenia fue dividida en dos zonas entre Persia y Roma. En 399 Yazdegerd I accedió al trono. Su reinado fue valorado de forma opuesta por los cristianos y los seguidores de la religión zoroástrica. Mientras estos últimos elogiaban su clemencia, los cristianos se referían a él como Yazdegerd 'el Pecador'. En la primera etapa de su reinado mostró tolerancia hacia el cristianismo y el judaismo, permitiendo construir iglesias y sinagogas, y practicar en público sus respectivos cultos. Pero el creciente fanatismo de los cristianos le condujo a revocar en 409 su política permisiva y a iniciar un nuevo periodo de represión de las religiones 'heréticas'. Tras su muerte en 420, fue sucedido por su hijo Bahram V, celebrado en la tradición popular por sus proezas en la caza y el amor, pero que fracasó en su guerra con Constantinopla (420-422), viéndose obligado a firmar un tratado de paz por cien años y a garantizar la libertad de culto de los cristianos. 
   En las siguientes décadas el imperio sasánida se resintió con una revuelta de Armenia y sufrió continuos ataques por parte de los heftalitas o hunos blancos, un pueblo nómada de linaje turco-mongol que había ocupado grandes territorios al oeste de la India. El rey Firuz (457-484) fue abatido por éstos en una batalla y el territorio sasánida fue invadido y saqueado. Su hermano Balash fue depuesto y la corona recayó en su hijo Qobad I (488-531), que emprendió dos guerras contra Constantinopla, en la segunda de las cuales derrotó al general bizantino Belisario.
   La doctrina nestoriana, que proclamaba que las personas divina y humana se mantenían separadas en el Cristo encarnado, era por entonces predominante entre los cristianos de Persia y fue definitivamente aceptada en el imperio sasánida. En la época en que Cosroes I (531-579) llegó al poder, la teología zoroástrica había evolucionado hacia un intento de superar el viejo dogma del dualismo entre el bien y el mal, considerando a Ormuz y Ahriman como emanaciones de un mismo principio original y eterno: Zurvan. No obstante, Cosroes I declaró herética la secta de los zurvanitas, persiguiendo a sus fieles, y restableció la ortodoxia zoroástrica.
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   Cosroes I fue uno de los más ilustres monarcas sasánidas, considerado en vida y mucho después de su muerte como un rey justo y sabio. Reformó el sistema fiscal del imperio, haciéndolo más equitativo, y en 532 firmó la paz con el emperador bizantino Justiniano. Sin embargo, en 540 reemprendió las guerras contra Constantinopla, que, aunque interrumpidas por varios armisticios, se prolongaron hasta 561, cuando se refrendó un tratado de paz por cincuenta años. Cosroes I, aliado con los turcos, una nueva nación que había surgido al oeste, derrotó definitivamente a los heftalitas y extendió su poder hasta el Mar Negro. Cuando los turcos se aliaron con los bizantinos, se produjo una nueva guerra (572-590), proseguida por el hijo de Cosroes Hormidz IV, en la que Persia terminó por ceder a Constantinopla gran parte de Armenia y de Iberia (antiguo nombre de Georgia).
   Hormidz IV fue depuesto por una conspiración y sustituido en el trono por su hijo Cosroes II (590-628), apodado Parviz ('el Victorioso'). Tomando como pretexto el asesinato del emperador bizantino Mauricio, que le había ayudado a obtener el poder, Cosroes II reemprendió las guerras contra Bizancio (603-628). Sus tropas ocuparon la Mesopotamia bizantina, Siria, Palestina (Cosroes se llevó de Jerusalén la reliquia de la Verdadera Cruz), Egipto, el Transcáucaso, penetraron hasta Calcedonia (ciudad próxima a Constantinopla), e invadieron también las islas de Chipre y Rodas. Esta fue la máxima expansión que llegó a alcanzar el imperio sasánida, que, aunque efímeramente, igualó por un tiempo la amplitud del imperio aqueménida.
   No tardó mucho en organizarse una contraofensiva bizantina al mando del emperador Heraclio, que forzó la retirada de los persas tras la definitiva debacle de sus fuerzas en la batalla de Nínive, en una especie de preámbulo de las Cruzadas, restableciéndose las fronteras previas a la invasión. A esto siguió una insurrección militar en la que Cosroes II fue asesinado por su hijo Qobad II, fallecido a su vez al poco tiempo. El sucesor, Ardashir III, hizo las paces con los bizantinos y la reliquia de la Vera Cruz fue devuelta a Jerusalén. El subsiguiente periodo de anarquía, con cinco soberanos en cinco años, concluyó con la llegada al poder (633) de Yazdegerd III, que estaba destinado a ser el último de los reyes descendientes de Sasan.
   Se puede considerar el reinado de Cosroes II, que fue próspero y esplendoroso, como el canto de cisne de los sasánidas. Cosroes pasó a la leyenda y la poesía persas como un rey opulento y magnánimo, pero que tuvo el más trágico de los finales. Las artes experimentaron un último florecimiento en su época, como puede apreciarse en el programa escultórico del Gran Arco rupestre de Taq-i Bostan (fotos 15 y siguientes).
  
   La fulgurante expansión musulmana del siglo VII d C en su avance hacia oriente inundó primero Iraq y a continuación le tocó el turno a Persia. Mesopotamia (hoy Iraq), formaba parte entonces del imperio persa, e incluso los reyes sasánidas tenían su capital en Ctesifonte, cerca del emplazamiento donde posteriormente creció Bagdad. Sin embargo, la población de Mesopotamia era de origen semítico, no persa (del tronco indoeuropeo), hablaba el siriaco y estaba en gran parte cristianizada, por lo que guardaba pocos lazos culturales con Persia y poco apego a los monarcas sasánidas. En la batalla de al-Qadisiyah (637), las milenarias tierras del Tigris y del Eufrates fueron invadidas por los árabes, quienes ocuparon Ctesifonte e instauraron centros militares en Kufah y Basora, donde concentrar a los beduinos de Arabia para luego emprender la conquista de Armenia, del Cáucaso y por fin de Persia.
   Las abruptas montañas y mesetas iraníes fueron terreno poco propicio para la caballería árabe, y los persas sasánidas, orgullosos herederos de un poderoso pasado imperial, resistieron con tenacidad a la invasión. Poco a poco el último emperador sasánida Yazdegerd III fue batiéndose en retirada y terminó asesinado en Merv (Jorasán, hoy Turkmenistán) en 651. Su hijo Firuz II huyó a China, desde donde nunca pudo llegar a organizar un contraataque.
   El zoroastrismo, religión oficial de los persas, fue privado de apoyo, y comenzó la conversión de Persia al mahometanismo, que aquí adoptó la doctrina chiíta, es decir, la profesada por la rama política de los seguidores de Ali (shi'at Ali o partido de Ali), yerno del profeta Mahoma y cuarto califa de los musulmanes.

 

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Bibliografía consultada

- Flandin, Eugène (pintor). Coste, Pascal (arquitecto). Voyage en Perse (Farhang-Sara. Yassavoli, Tehran)
- Stierlin, Henri. Iran des bâtisseurs. 2500 ans d'architecture (Editions Genève, Editions Sigma, 1971)
- V.V.A.A. Arqueología de las ciudades perdidas (Vol. 7. Medio y Extremo Oriente. Salvat, Pamplona, 1988)

 

FotoCD94
   
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El arte de los sasánidas

Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Naqs-i Rustam y Taq-i Bostan (Irán)

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