Colecciones fotográficas

Más allá del Atlas

Las artes del barro

 

   La arquitectura de adobe es universal. Ejemplos señeros abundan en casi todos los países, desde la arquitectura popular de adobe y entramados propia de las tierras de Castilla y León, hasta las ciudades de barro del Yemen, como Sa'da o Shibam del Hadramaut, famosa esta última por sus 'rascacielos' de adobe de hasta ocho pisos, pasando por las medinas de ladrillo del sur de Tunicia, como Tozeur o Nefta. 
Mas alla del Atlas    Por adobe entendemos la masa formada por ladrillos o bloques de barro mezclado con paja o heno y secado al aire, que se utiliza sobre todo en la arquitectura popular de ciertas regiones y países. Los muros de adobe de los edificios se levantan por medio de la superposición de capas hechas a base de masas de barro o arcilla apelmazadas a golpes. El ladrillo crudo se fabrica con tierra extraída de la obra misma o de un lugar cercano, a la que se le añade agua para crear el barro, al cual se le mezcla paja y barcia (los restos que quedan al aventar el grano), pisándolo con los pies descalzos. Los ladrillos adquieren su forma gracias a una especie de molde prismático de madera, y se van apilando en hileras puestas a secar al aire durante medio día y, una vez haberles dado la vuelta, durante un día más. Por lo general son utilizados inmediatamente tras su fabricación. Una vez colocados, se les añade un revoque a base de barro y paja para su mayor consistencia, recubrimiento que puede restaurarse tras los deterioros provocados por las lluvias. 
   Los ladrillos de barro, crudo o cocido, han tenido fines decorativos además de los propiamente constructivos desde los primeros tiempos del islam. La pobreza intrínseca del material es compensada por la pericia técnica con que son empleados en la decoración. Los bloques son dispuestos en distintos planos, formando dibujos como dameros, triángulos, cruces o rombos, alternando los entrantes y salientes para producir efectos de claroscuro en las fachadas de los edificios. Este tipo de ornamentos excluye deliberadamente cualquier representación icónica de vida, humana, animal o incluso vegetal, siguiendo al pie de la letra las interpretaciones más estrictas de la doctrina islámica, pues sólo Alá posee la facultad de crear vida. No es casualidad que los mismos o parecidos diseños geométricos puedan hallarse también en otras manifestaciones artesanales de los bereberes, como las joyas, la cerámica o las alfombras. 
   El uso del ladrillo cocido por parte de los primeros constructores islámicos fue heredado de los romanos y de los persas sasánidas, que lo empleaban con profusión y maestría en multitud de edificaciones. Los efectos decorativos producidos por la yuxtaposición y entrelazado de ladrillos aparecen ya desde los primeros tiempos del islam, en el palacio abasí de Ujaydir, en el desierto iraquí, y en la puerta de la ciudad siria de Raqqa (722 d C). Esta técnica llegó a su culminación en Bujara (Uzbekistán), en la tumba de los soberanos samaníes (siglo X), y continuó propagándose por todo el mundo islámico hasta los tiempos modernos.
   Los ladrillos cocidos se utilizaban principalmente en zonas urbanas del mundo islámico, con el fin de construir edificios duraderos, mientras que en las zonas rurales y pequeñas poblaciones estuvo más extendido el uso del ladrillo crudo o secado al sol. En las ciudades existían varios gremios especializados en la fabricación de ladrillos, en su talla y en su colocación con fines ornamentales en construcciones, mientras que en aldeas y pueblos la fabricación y colocación del ladrillo crudo era efectuada por las mismas personas, con la materia prima local y con ladrillos de dimensiones no uniformes (de unos 24 x 10 x 7 cm, o mayores), adoptando en cada caso el tamaño más adecuado para las necesidades de cada construcción. 
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   En los ksur y kasbas de los oasis presaharianos al sur del Atlas marroquí, el ladrillo de adobe es usado en abundancia tanto con fines estructurales como decorativos en portadas, ventanas, columnas, arcos, escaleras, muretes superiores de las fachadas y almenas. No obstante, la base constructiva de la mayoría de estos edificios es el tapial, es decir, la yuxtaposición de grandes bloques prismáticos de tierra prensada para formar la estructura y los muros de las edificaciones. El módulo básico del tapial se fabrica rellenando con tierra húmeda un encofrado de tablas de madera con travesaños, sujeto por cuerdas y colocado sobre dos andas que permitan su posterior traslado. La tierra va a veces mezclada con guijarros para aumentar su consistencia, y se apelmaza golpeándola con un mazo de madera característico. Cuanto más prensado esté el barro, más resistente será la construcción. 
   Los bloques de tapial varían de grosor en función de su emplazamiento dentro de la estructura del edificio. Los utilizados en los cimientos y la planta baja serán los más gruesos (entre 60 cm y un metro), mientras que los de los pisos superiores irán disminuyendo de grosor con la altura, con el fin de rebajar el peso del conjunto del muro y evitar los desplomes. El uso de tracerías, arcos ciegos y vanos en las partes superiores tiene también este objetivo funcional, no sólo meramente embellecedor. El escalonamiento de los muros resultante de la progresiva reducción de los grosores de los bloques de tapial suele ser disimulado con un revestimiento externo de tierra, confiriendo a muros y torres un perfil en talud ligeramente curvo, que es sólo aparente. 
   Añadamos finalmente que la madera es también usada en la arquitectura del sur de Marruecos como materia prima complementaria en elementos constructivos como los techos, las vigas y los dinteles de puertas y ventanas. Por lo general se echa mano de troncos de árboles que crecen en las cercanías, como pueden ser las palmeras, los álamos blancos o los tamarindos. Hasta hace poco las contraventanas eran también de madera, decoradas con labores de celosía y ventanillos (foto058). 
   La versatilidad del barro como material de construcción ha dado lugar a una extraordinaria diversidad de soluciones arquitectónicas en todo el mundo, llegando en el Marruecos presahariano a variar las tipologías arquitectónicas de comarca a comarca, de valle a valle e incluso de pueblo a pueblo. 
   Las nuevas generaciones de marroquíes van optando poco a poco por nuevos tipos de vivienda, siguiendo los usos occidentales. El gran aumento demográfico experimentado en la zona –y en Marruecos en general–, que ha triplicado la población en los últimos cuarenta años (con una media de ocho hijos por matrimonio), unido a la influencia cultural producida por la emigración a países europeos, están contribuyendo a este desplazamiento de hábitat de los jóvenes. 
   La arquitectura de barro acarrea consigo una perenne labor de mantenimiento que requiere un esfuerzo continuado por parte de sus habitantes para la restauración, sobre todo tras sobrevenir lluvias torrenciales que pueden derrumbar porciones grandes de las construcciones. Esta es una de las causas de su progresiva sustitución por viviendas hechas de hormigón y materiales más modernos –tendencia importada por los emigrantes que regresan de Europa–, y que son menos adecuados al clima de la zona. 
   Se da la paradoja de que mientras en el resto del mundo se revaloriza y vuelve a la arquitectura de barro, dentro de las tendencias marcadas por las nuevas arquitecturas bioclimáticas, en Marruecos, donde a lo largo de su historia se ha aplicado el barro en la construcción con resultados excelentes en cuanto a aislamiento del clima extremado del desierto, y en la perfecta integración al paisaje y ecosistemas, se está abandonando esta tradición y desterrando el adobe, a costa de otros materiales menos acordes a su entorno. 

 

 

Oasis marroquíes al sur del Atlas. Breve historia

   El norte de África fue uno de los escenarios de la fulgurante expansión del islam en las primeras décadas a partir de su nacimiento. El caudillo Sidi Oqba, tras ocupar la región hoy conocida como Tunicia y fundar la ciudad santa de Kairuán en 670 d C, emprendió una expedición más al oeste, hacia los territorios bereberes de la entonces conocida como Mauritania Tingitana, llegando hasta el valle del Draa. Con el pretexto de propagar la nueva religión mahometana, estas incursiones iban acompañadas de saqueos de las fértiles tierras y poblados presaharianos. 
Mas alla del Atlas   En esa época había en el Magreb dos ciudades que mantenían desde hacía siglos relaciones comerciales con el África negra, a través de una red de tráfico de caravanas: Todra y Ziz. Ésta última se ubicaba quizá en el valle del mismo nombre, aunque fue posteriormente relegada en su hegemonía por otra ciudad más al sur, en pleno valle del Tafilalt: la legendaria Sijilmassa, cuyas precarias ruinas a duras penas subsisten hoy en las afueras de la moderna población de Rissani, y evidencian que ya desde entonces el adobe era un componente esencial entre los materiales de construcción de la zona. 
   En 710, el nuevo gobernador de Kairuán, Musa Ibn Nosair, lanza una nueva campaña islamizadora entre los bereberes del Magreb. Un caudillo de esta etnia, Tariq, atraviesa con sus huestes en 711 el estrecho de Gibraltar (Gebel Tariq), dando inicio a la conquista de Al-Andalus. En 740 empiezan las primeras revueltas bereberes contra la presión fiscal del califato de Damasco, instigadas por el 'jareyismo', cuyos representantes habían llegado huyendo de Arabia, donde eran perseguidos. Esta corriente del islam fue sofocada rápidamente en Kairuán, pero no así en el Magreb occidental, donde triunfó, escapando desde entonces esta zona al control de Oriente. En 750 se produce el derrocamiento de la dinastía omeya de Damasco y su sustitución por la nueva dinastía de los abbasíes, que implanta su capital en Bagdad. En 756 Abderrahman I funda el emirato omeya de Córdoba, que proclama su independencia respecto a los califas orientales. Al año siguiente se funda el emirato jareyita de Sijilmassa, abarcando los antiguos reinos de Todra y Ziz, así como los valles presaharianos hasta el Draa, y unificando políticamente la zona, con su capital en el Tafilalt. De esta forma, Sijilmassa constituye el primer estado islámico de la historia de Marruecos, anterior a la dinastía idrisí de Fez, y su prosperidad va a durar más de dos siglos. Dentro de la general islamización de la zona, perduraron pequeñas islas de población de cristianos, animistas y hebreos, llegando estos últimos hasta nuestros días. 
   La región se convirtió en una de las más prósperas del Magreb, codiciada por los califas del norte y del este. Se cultivaban dátiles para el propio consumo y la exportación, además de otros productos frutales y hortícolas que crecían en las feraces vegas de los ríos y uadis, regadas por las crecidas estacionales. Con el dromedario fue posible organizar caravanas Mas alla del Atlastransaharianas para exportar la riqueza agrícola de los oasis a los países al sur del desierto. La tribu de los 'zenetas' de Sijilmassa reclutaba cada invierno enormes caravanas compuestas por millares de dromedarios para viajar a un oasis en medio del Sahara, Teghaza, donde se hallaban las mayores minas de sal del continente. Intercambiaban allí sus mercancías (dátiles, tejidos, metales) por sal, y proseguían más hacia el sur, hasta llegar al imperio de Ghana y a Tombuctú. En Ghana volvían a cambiar los cargamentos de sal por su peso en oro, pues la sal era imprescindible para sobrevivir en los rigores climáticos de la región. 
   Además de oro en polvo, los mercaderes zenetas compraban también esclavos negros, hechos prisioneros en las diferentes reyertas tribales. Finalizadas las transacciones (que incluían también productos como el marfil y las plumas de avestruz), las caravanas regresaban con su nuevo cargamento de mercancías surcando rumbo norte las interminables dunas del Sahara, en una travesía que podría rondar los dos meses. Ya en el Tafilalt, el oro y los esclavos eran trasladados a Fez o a Tremecén (en la actual Argelia). 
       
   En el siglo XI Sijilmassa, el Draa y el Sus caen bajo el poder de los almorávides, dinastía con orígenes en una tribu bereber de la familia de los 'sanhaya', procedente del Adrar de Mauritania, y convertida al islam desde el siglo IX, que disponía de un ejército de monjes-guerreros y seguían ritos de inspiración sufí. La expansión de su imperio comprendió la invasión y conquista de Al-Andalus, disgregada entonces en reinos de Taifas, y absorbió todo el comercio transahariano, aunque en menos de un siglo fue sustituido por un nuevo imperio: el almohade. El movimiento almohade, o 'unificador', nació precisamente en las montañas del Atlas, en concreto en la 'zauia' de Tinmal (enclave en la falda norte del Atlas occidental donde puede admirarse una de las más bellas mezquitas de Marruecos –ver foto– muy representativa de la arquitectura almohade, construida en ladrillo y yeso en el siglo XII), fundado por los seguidores de Ibn Tumert, un discípulo de al-Ghazali. Tras la conquista de Marrakesh se convirtió en una potente dinastía que expandió aún más los límites del predecesor imperio almorávide. 
Mas alla del Atlas   Tras la disgregación del poder almohade, Sijilmassa y el Tafilalt entraron en un periodo de continuas luchas internas y sucesivas invasiones exteriores, hasta que una tribu de origen bereber, la de los Beni Merín, procedente de las estepas orientales, se impuso al resto y adquirió el poder suficiente para llegar a fundar la gloriosa dinastía merínida o de los benimerines, cuyo poderío irradió desde Fez. Esta dinastía permitió la entrada en sus territorios de diversas tribus árabes, que extendieron la lengua clásica del Profeta por todo el país. El habla bereber fue quedando paulatinamente relegada a los macizos montañosos y a los territorios al sur del Atlas, estando caracterizada por la multitud de dialectos en que se divide, que pueden llegar a variar sustancialmente de un valle a otro. 
   Hacia 1331 los merínidas pierden el control de las regiones al sur del Atlas y entran en un periodo de decadencia que desemboca en la desintegración del imperio. La tribu Dui Mansur se impone sobre las demás y en el siglo XIV crea un estado independiente, de nuevo con base en Sijilmassa. Las antiguas rutas comerciales devienen peligrosas por la presencia de tribus incontroladas que se dedican al saqueo de las caravanas, por lo que el comercio caravanero se desplaza a otras rutas más lejanas pero menos inseguras. Se recrudecen las luchas entre facciones por el control de las tierras y el agua. El comercio termina replegándose y limitándose al consumo interno. 
   En 1587 el Tafilalt y el resto de los oasis al sur del Atlas caen en poder de los Beni Saad. Se descubren y explotan yacimientos de hierro en toda la zona. En el siglo XVII el poder pasa de los saadianos a los alauitas, una familia 'shorfa' (es decir, de descendientes del profeta Mohamed, por vía genealógica de su hija Fátima, con el prestigio y la autoridad que tal condición conllevaba) llegada de Arabia en el siglo XIII. Enriquecidos con el comercio del oro, y preocupados por su control, someten la zona, y en 1632 Mulay Sherif El Alaui es proclamado sultán del Tafilalt. La primacía local del nuevo sultanato no logra evitar las luchas con otros reinos, que se desgasta y divide tras sucesivas guerras. Mulay Sherif abdica en su hijo Mulay Mohamed, que inicia la reunificación del Tafilalt y conquista efímeramente Fez. Su hermano Mulay Rashid llega al trono en 1666, y ocupa de nuevo Fez, además de Marrakesh y Taza. Un tercer hermano, Mulay Ismail continúa con las campañas contra las tribus insumisas, como la de los rebeldes nómadas Ait Atá, y contra las 'zauias' o cofradías religiosas (la más beligerante fue la de Dila), que constituían auténticos focos hostiles de resistencia al sultanato, hasta llegar a someter a unas y otras. Las rutas comerciales tradicionales son reabiertas. 
   
   Los numerosos hijos del poderoso sultán Mulay Ismail (1672-1727), que contaba en su harén de Mequínez con no menos de quinientas esposas de todas las razas, y cuyo esplendor fue coetáneo y rival del de Luis XIV en Francia, entran en una lucha fratricida por la sucesión. Las agrupaciones religiosas vuelven a la carga y hasta se produce la insurrección del propio ejército del sultán. El Tafilalt vuelve a sufrir otro periodo de decadencia. Vuelven a ser peligrosos los caminos y el comercio caravanero se traslada una vez más a otras rutas. Se mantiene, sin embargo, la ruta del Draa, más segura al estar protegida por los propios caídes o jefes de tribu. Entre éstos sobresale el caid Glaui de Teluet, cuyos sucesores desempeñarán a partir de entonces un papel decisorio en la política marroquí hasta nuestros días. 
    Las luchas entre distintas facciones tribales y el estado alauita con capital en Fez será la tónica a lo largo del siglo XIX, simultánea al proceso de colonización que empezaban a llevar a cabo Francia y España. Las tribus rebeldes de los Ait Atá son derrotadas en la batalla de Tiliuín, aunque seguirán ejerciendo su dominio sobre las poblaciones del Todra, Dades y Draa. La zona vuelve a ser insegura cuando da comienzo la colonización francesa del Magreb. En 1830 Francia inicia la ocupación de Argelia, trayendo como consecuencia que el tráfico de caravanas se desplace hacia occidente, por Gulimime y el Draa. En 1893 los franceses penetran en Mauritania y paralelamente conquistan Tombuctú, poniendo punto final al comercio caravanero transahariano. España por su lado ocupa el Sahara Occidental. 
Mas alla del Atlas   El sultán alauita Hassan I se alía con el caid de los Glaui en Teluet, por lo que es concedido al Madani Glaui el rango de 'jalifa', o representante del sultán, en las regiones de los Glaua, el Todra y el Tafilalt. El poder que llega a alcanzar le permite sustituir un sultán por otro, pero la dominación francesa y española va en aumento. Mientras el Glaui facilita la ocupación y llega a pactos con las potencias extranjeras para compartir parcelas de poder, las tribus de los Ait Atá y Ait Margad continúan oponiendo una fuerte resistencia a las fuerzas invasoras. Con el Tratado de Fez, en 1912, se reconoce el protectorado francés. En 1920, el Glaui conquista el Dades y Tinerhir. De entonces datan las llamadas kasbas 'del Glaui', que aparecen en las poblaciones importantes, destinadas a sedes de gobernación local. Entre 1932 y 1934 se rinden el Tafilalt y el Draa, con lo que se da fin al proceso de colonización del sur marroquí. 
   El protectorado ejerce una fuerte influencia cultural sobre los modos de vida de Marruecos. Empieza el proceso de occidentalización del Magreb, que ha continuado tras la independencia, transformando los usos y costumbres de sus habitantes, mezclándose con su cultura, pero sin llegar a desplazar por ello sus ancestrales tradiciones. 
   Siendo ya independiente Marruecos, la antaño influyente familia de los Glaui cae en descrédito durante el reinado de Mohamed V, acusada de colaboracionismo con las fuerzas extranjeras ocupantes, y es despojada de sus prerrogativas, quedando sus imponentes fortalezas abandonadas hasta la ruina. 
   Hoy en día la zona de oasis al sur del Atlas marroquí está dividida en dos provincias regidas por sendos gobernadores: la de Uarzazat, que abarca los antiguos territorios Glaua, y la de Errachidía, que comprende el resto. Uarzazat y Errachidía son dos modernas ciudades administrativas construidas en las encrucijadas clave de las carreteras de la región, con vastos cuarteles y guarniciones militares. 
   Los núcleos importantes de población están regidos por un 'basha' o un caid, que responde ante el gobernador de su provincia. Estos dirigentes ya no son elegidos por votación popular sino directamente designados desde el gobierno de Rabat. No obstante, para cuestiones locales como problemas de regadío, terrenos o construcción, siguen funcionando las asambleas de poblado, donde los cabezas de familia debaten y toman acuerdos sobre los asuntos que les afectan a nivel de aldea. Existen también dos tipos de juntas comunales para cuestiones de ámbito mayor, y que funcionan a modo de ayuntamientos, regulando la recogida de basuras, reparto de aguas y obras públicas en general.

 

 

Una selección de lugares 

   

El Atlas y más allá

   La gran cordillera del Atlas es una inmensa barrera natural, con varias montañas que superan los 4.000 metros de altura, que atraviesa el Magreb en toda su extensión, recorriendo todo Marruecos de norte a sur, todo el norte de Argelia y alcanzando con sus estribaciones a Tunicia.
   El nombre de 'Atlas' proviene de la mitología griega. Según algunas versiones, el titán Atlas reinaba en el noroeste de África, donde tenía un árbol que daba frutos de oro, con un dragón vigilándolo. A este reino se dirigió Perseo tras haber dado muerte a la Medusa; se presentó como hijo de Zeus y pidió hospitalidad a Atlas. Pero éste rechazó a Perseo, exigiéndole que se marchara del país. Entonces Perseo sostuvo la cabeza de Medusa –cuya sola mirada petrificaba– ante los ojos de Atlas, transformándolo en una gigantesca roca a la que se dio el nombre de cordillera del Atlas, y condenándolo a soportar eternamente sobre sus hombros la bóveda celeste. Se decía que estas montañas eran tan altas que tocaban el cielo, aunque sus bosques eran tan espesos que imposibilitaban la ascensión.
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   "Atlas, el inmenso, se convirtió en una montaña; la barba y el pelo se transformaron en bosques, los hombros en acantilados, las manos en cordilleras; donde había estado su cabeza surgió una altísima cumbre; sus huesos se hicieron de piedra. Entonces cada parte creció de forma desmedida (como ordenaron los dioses) y sobre sus hombros descansó toda la bóveda del cielo con las innumerables estrellas."
   (Ovidio. Metamorfosis, 4, 627)
   
   El Atlas marroquí se compone de tres cordilleras concatenadas –el Atlas Medio, el Alto Atlas y el Anti Atlas–, la sucesión de las cuales divide diagonalmente a Marruecos en dos zonas climáticas: el noroeste fértil y el sureste seco. Más al sur comienza el desierto, pero entre la montaña y las primeras 'hamadas' del gran Sahara hay una franja intermedia semidesértica, habitada por el hombre desde tiempos inmemoriales, donde se concentran la mayor parte de las manifestaciones de la peculiar arquitectura de adobe de Marruecos. 
   En esta zona semiseca la vida surge en torno a los ríos, arroyos y uadis, cuyas orillas se convierten en auténticos oasis, con palmerales y huertos irrigados. El resto es completamente árido. Las aldeas y pueblos de viviendas de adobe se asientan siempre cerca de estas zonas cultivadas, adoptando su mayoría una urbanización en forma de ksar o pueblo fortificado. Aquí y allá dominan las kasbas, irguiendo sus esbeltas torres decoradas en los enclaves dominantes de cada pueblo. El área se caracteriza por una gran variedad étnica de la población, aunque predominan las tribus bereberes, sobre todo en las zonas montañosas. No son infrecuentes los nómadas, que habitan en 'jaimas'. La economía de muchos de estos oasis y pueblos de montaña es de mera supervivencia, no siendo los asentamientos autosuficientes, y debiendo depender para sus ingresos de las aportaciones exteriores de los emigrantes. 
   Las abundantes precipitaciones de nieve que recogen los Atlas a lo largo de casi todo el invierno, al llegar el deshielo en primavera y verano se transforman en cursos torrenciales de agua, que empujan con ímpetu hasta abrir profundos cañones en la atormentada orografía, y terminan por convertirse en ríos o uadis que bajan decididos hacia el desierto. Al llegar a la llanura, los ríos del Atlas aminoran su velocidad y rodean el monte Saghro por dos lados. Hacia occidente se dirigen los ríos Imini, Margán, Unila, Madri, Hayay, Izerki, Imasini, Mgun y Dades, que unen sus caudales en el pantano Al Mansur para formar el río Draa. El más caudaloso es con diferencia el río Mgun, que nace en las faldas del monte homónimo. Hacia oriente van los ríos Todra, Targuit, Tanguerfa, Rerís y Ziz, que terminan por confluir para formar el valle del Tafilalt. 
   Más allá las aguas se filtrarán en las arenas y los cursos se harán subterráneos prosiguiendo durante centenares de kilómetros por el subsuelo del Sahara. 
  
  
  

  
Tafilalt y el valle del Ziz
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   El fértil valle del Tafilalt está situado en la confluencia de dos ríos que bajan del Alto Atlas: el Ziz y el Rerís. Siendo muy escasas las lluvias, la economía agrícola de la región depende exclusivamente de las crecidas periódicas de estos dos cursos de agua, que riegan los palmerales y huertos a lo largo de una ancha franja de terreno llano. 
Mas alla del Atlas   El Tafilalt ha desempeñado a lo largo de la historia un papel esencial en la política y la economía de Marruecos. Fue pasillo de tránsito en las rutas comerciales de oro y esclavos procedentes de Sudán o Guinea y por ello se convirtió en una región próspera, disputada por todas las dinastías que han reinado en el Magreb. Aquí tuvo sus orígenes la casa real alauita, última y más longeva de todas las dinastías regentes del país, fundada en el siglo XVII y que sigue actualmente en el trono encarnada en Mohamed VI, hijo primogénito de Hassan II y nieto de Mohamed V, primer monarca de Marruecos tras su independencia. 
   Sin embargo, hoy en día no quedan en el Tafilalt sino unos escasos restos de la que fue una populosa y ajetreada urbe comercial, que difícilmente permiten hacerse una idea del grado de prosperidad y lujo alcanzado en su tiempo por sus habitantes. La deforestación, las devastaciones provocadas por las crecidas, y el lento pero inexorable avance de las dunas de arena del desierto han ido borrando poco a poco las trazas del esplendor de antaño. 
   Las muy exiguas ruinas de la que fue capital del Tafilalt, la ciudad de Sijilmassa (fundada, según León el Africano, por un general romano, un tal Sigillum Massæ, aunque tal teoría ha sido cuestionada), yacen hoy olvidadas y en pleno proceso de desmoronamiento a las afueras de la ciudad de Rissani, la actual capital. De aquella urbe de más de 100.000 habitantes, eterna rival de los sultanes de Fez y Marrakesh, que contaba con centenares de castillos y fortalezas, los arqueólogos no han hallado en la actualidad sino unos pocos precarios muros de adobe y guijarros, medio enterrados en la arena. 
   En el valle del Tafilalt puede admirarse, no obstante, una excepcional sucesión de hermosos ksur presaharianos, construidos algunos totalmente en adobe (a excepción de las murallas, que son de piedra), en un estilo arquitectónico que sólo se da en esta zona. Desprovisto por lo general de las afiladas torres y torretas que distinguen los pueblos fortificados de más al sur, un ksar del Tafilalt nos ofrecerá un perfil más horizontal y bajo, pero atravesado el gran portal de entrada nos encontraremos con una populosa aldea escondida tras las murallas, recogida y oscura, con un dédalo de calles cubiertas como largos y negros túneles, donde las tinieblas sólo son rasgadas de vez en cuando por un rayo de sol que se filtra por una rendija. Es un urbanismo pensado para soportar los rigores del sol, la lluvia y las tormentas de arena. No en vano estamos a orillas del Sahara. 
   
   En toda la franja verde del valle, y sobre todo en los alrededores de la ciudad santa de Rissani, encontraremos decenas de ksur y kasbas, perdidos entre los palmerales y las dunas, además de morabitos y mausoleos salpicados entre los campos de cultivo cercados de muros de adobe. 
   El sultán alauita Mulay Ismail construyó en Rissani una kasba (imitada posteriormente por otros sultanes, que terminaron por dotar al Tafilalt de un notable conjunto de palacios fortificados), y un extenso y complejo ksar para residencia de la parentela regia, que todavía hoy subsisten. Entre los monumentos desparramados por las afueras, se encuentra aún en pie el mausoleo de Mulay Ali Sherif, padre de Mulay Rashid y fundador de la dinastía alauita, que fue reconstruido en 1955 tras su devastación por una crecida del río Ziz. Cerca dormitan las ruinas del ksar Abbar, recinto de adobe de cinco hectáreas de extensión, elevado en el siglo XIX para servir de morada a los familiares del sultán y para custodiar el tesoro real. 
   A dos kilómetros podemos visitar el imponente ksar de Ulad Abd el-Halim, construido a fines del siglo XIX o principios del XX como residencia del gobernador del Tafilalt, cuyo interior desmoronado queda oculto por las soberbias murallas, reforzadas con torreones decorados con delicadas tracerías de ladrillo (fotos 001002003). 

   Más lejos, se puede llegar caminando hasta el ksar de Tinrheras, pequeña aldea de casas de adobe que se encarama rodeada de murallas sobre un enorme espolón rocoso desde el que se dominan los palmerales hasta el horizonte, y se divisan las primeras dunas que anuncian el Sahara (foto009).
   Una jerarquía establecida y mantenida con constancia en todo el norte de África gobierna la disposición de los zocos musulmanes, y tal es el caso también del importante mercado de Rissani, que se celebra los martes, jueves y domingos, y que centraliza el comercio de todo el oasis del Tafilalt. Los alimentos se suelen vender al aire libre, en una vasta plaza de planta irregular rodeada de pórticos y con un gran quiosco central (foto005). Además de hortalizas, cereales, frutas y demás productos de la tierra, se ofrecen también artículos de artesanía local, joyas de plata, alfombras y Mas alla del Atlastapices, cestería, ferretería y carpintería. Intercalados entre los puestos, pueden verse tenderetes de farmacopea bereber, que se identifican por su copioso muestrario de animales disecados o enjaulados (tortugas, lagartos, aves rapaces...). El mercado no acaba en esta gran plaza, sino que se prolonga en dependencias anexas, consistentes en amplios patios porticados construidos en adobe (foto006), adosados unos a otros, donde tienen lugar la compraventa de animales: corderos, ovejas, terneros, bueyes, caballos y asnos. Cada recinto suele estar dedicado a un tipo de ganado, lanar, bovino o equino, y existe también una vasta explanada destinada a 'aparcamiento' de los asnos con los que los campesinos se trasladan en ida y vuelta de su aldea al mercado (foto008), así como un espacio adyacente que se usa como depósito para las alforjas (foto007). 

 

El río Ziz
   Antes de llegar al Tafilalt el río Ziz surca de norte a sur una alargada llanura, a la que sus aguas van verdeando de palmerales. Entre ellos se esconden los ksur de adobe del valle del Ziz, que no distan mucho en su tipología arquitectónica de los del Tafilalt. 
   El ksar de Maadid es el más grande, ya que está compuesto por cuatro ksur adyacentes, que no se comunican entre sí y tienen puertas de acceso independientes. La suma de los cuatro ksur configura un conjunto urbano compacto, con una planta general en forma de rectángulo, delimitada por una única muralla almenada en la que se abren soberbios portalones de triple arco flanqueados de torreones. Bajo el grosor de estas puertas hay acondicionadas estancias cubiertas, llamadas masuría (foto011), cuyos techos de troncos de palmera están sostenidos por columnas de adobe o de madera. 
   El ksar de El Gara ofrece la peculiaridad de estar protegido por una doble muralla, una compuesta por las paredes exteriores de las casas y otra construida posterioremente que discurre, jalonada de torreones, en paralelo a la primera, dejando entremedio una calle circundante a modo de camino de ronda (foto013). La planta general de El Gara es cuadrada, dividida en dos por una calle central a cielo abierto de la que parten a izquierda y derecha bocacalles perpendiculares semicubiertas por las que se accede a las puertas de las viviendas (foto015). Tal distribución urbana está planeada para que todas las casas sean iguales en dimensiones y no destaque ninguna sobre las otras. El Gara fue escenario de hechos históricos, como la batalla entre los alauitas y la zauia de los Dila (1646).
   Al oeste de Erfud, un largo tramo del valle del Rerís, afluente del Ziz, está salpicado de diversos ksur de adobe. El pueblo de Yorf se compone de una aglomeración de siete ksur, estrechamente agrupados para defenderse mutuamente. Cada ksar está cercado de una muralla con una sola puerta de entrada (foto016). El mayor es el ksar Ulad Ghamin. 
  
  
  

  
Valle del Todra
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   El antiguo mercado del lunes del Todra estaba ubicado donde se levanta hoy el gran pueblo de Tinerhir, una importante encrucijada de caminos, a medio trayecto entre el Tafilalt y el Draa, y era compartido en el siglo XIX por las tribus de Ait Todra, Ait Atá y Ait Mergad. Hoy en día el mercado sigue funcionando los lunes. 
Mas alla del Atlas   Actualmente un centro administrativo, esta antigua guarnición militar despliega sus casas de adobe en forma de terrazas junto a un soberbio palmeral, uno de los más vastos de Marruecos. La aglomeración esta coronada por las ruinas de una gran kasba (del Glaui) erigida en la cumbre de una colina desde donde se divisa el verde oasis a orillas del río Todra. 
   Siguiendo este palmeral por los innumerables senderos que se abren paso entre los vergeles y pequeños campos circundados de tapias de adobe e irrigados por acequias, se llega al cabo de unos quince kilómetros a las impresionantes y bien conocidas Gargantas del Todra (foto027). Cortadas en tajo por las aguas del río, las gargantas se abren formando un estrecho desfiladero entre unos descomunales acantilados pétreos de más de 300 m de altura en vertical, que durante un tramo sólo dejan ver una estrecha banda de cielo en lo alto. Al pie mana una fuente cuyas aguas tienen reputación de curar la esterilidad femenina. 
   El exuberante palmeral del Todra, donde se cultivan toda clase de hortalizas y donde crecen, además de las palmeras datileras, olivos, higueras, almendros, granados y melocotoneros, está flanqueado a ambos márgenes del río por una sucesión de ksur de adobe, casi todos abandonados y en ruinas. Entre ellos destacaremos el ksar de Asfalú, construido en lo alto de un farallón rocoso, con un trazado urbano muy irregular para adaptarse a los accidentes del terreno, y que poseía un barrio hebreo. Algunas de sus casas se asoman con atrevimiento al barranco, con balcones y galerías que sobresalen en extraplomo sobre el vacío y recuerdan a las 'casas colgadas' de Cuenca (foto021 y siguientes). Estas viviendas abandonadas se van desmoronando y cayendo a trozos al precipicio; su proceso de deterioro se aprecia de año en año.
   Más allá de las gargantas, remontando durante veinte kilómetros el curso alto del río Todra, se llega al remoto pueblo de Tamtatusht, situado a 1.800 m de altitud (foto028). Es ésta una zona montañosa de clima extremadamente frío, ocupada desde hace dos siglos por pastores nómadas de la tribu Ait Mergad. Los tres ksur que aquí se levantaban están en estado de total ruina, pero en cambio sobreviven habitadas y en buen estado de conservación nueve kasbas construidas en el siglo XX, entre las que destaca la kasba del caid Fuas Basú.
 
  
Mas alla del Atlas


Valle del Dades
Foto029 y siguientes

  
   El río Dades nace entre el monte n'Tizi Mkorn (3.223 m.) y la cadena principal del Atlas, al norte de Msemrir, para dirigirse hacia el sur abriéndose camino entre escarpadas crestas rocosas y tallando abruptos cañones y barrancos, entre los que destacan por su belleza las célebres Gargantas del Dades. Entre éstas y la ciudad de Bumaln se sucede una serie de pequeños pueblos fortificados de adobe o ksur, cada uno con un conjunto de magníficas kasbas de soberbio perfil turriforme, en medio de un espectacular paisaje de caprichosos plegamientos orogénicos de colores rojizos, que contrastan con la verde placidez de la vega cultivada del río. Aquí ya no se ven palmeras, sino otro tipo de árboles frutales más adaptados a la altitud. 
   Sobresalen por su belleza las kasbas de Ait Larbi, con sus altas y delgadas torres troncopiramidales, embellecidas con ornamentos de ladrillo y rematadas por pináculos (foto037 y siguientes). Hoy casi todas las hermosas kasbas del Dades están semiabandonadas, siendo utilizadas únicamente de establo o almacén para guardar aperos de labranza. 
   Al alcanzar el río la ciudad de Bumaln del Dades, la corriente tuerce hacia occidente, serpenteando durante un centenar de kilómetros por la meseta que separa el Alto Atlas del monte Saghro y recogiendo las aguas de los afluentes Mgun, Imasini, Hayay, Madri e Izerki, que alimentan en conjunto el pantano Al Mansur, cerca de Uarzazat. 
   Cuando los judíos fueron expulsados de España en 1492, un buen número de familias sefardíes se instalaron en el valle del Dades, sumándose a los hebreos que ya moraban allí desde siglos antes. 
  
   Bumaln del Dades es un gran burgo urbanizado en torno a un ksar existente en una importante encrucijada de caminos, que es actualmente centro administrativo de la región y donde tiene lugar un importante mercado que atrae a los campesinos de toda la comarca (foto046). Dentro del antiguo ksar arruinado, o adyacentes, se elevan varias kasbas que siguen habitadas, destacando por su altura la de Ait Uzá. 
  
  
  
  

  
Valle del Mgun
Foto047 y siguientes
Mas alla del Atlas
   El caudaloso río Mgun nace en las zonas más altas del Atlas Central, en la cara norte del monte Irril Mgun (4.068 m). Tras un accidentado recorrido en sus comienzos, toma la dirección este-noreste, para dar luego un quiebro repentino hacia el sur y traspasar una cadena montañosa abriendo espectaculares cañones. Avanza después lentamente hacia El Kelaa Mguna para confluir allí con el río Dades, al que aporta el caudal más abundante de todos los afluentes de la zona. 
   El ecosistema del Mgun y sus afluentes es muy similar al de las riberas del Dades, y lo mismo ocurre con la tipología arquitectónica general de sus poblados. Los campesinos que habitan los numerosos ksur dispersos entre alamedas a orillas de los cursos de agua –pertenecientes a la tribu de los Ait Imgún– siembran también trigo, cebada, maíz, patatas y nabos. La altitud no permite el cultivo de palmeras, pero sí el de almendros. 
   El relativo aislamiento de estos pueblos, a muchos de los cuales no se puede llegar sino por pedregosas pistas sólo aptas para camiones, y, a los más lejanos, tras horas a pie por senderos de monte, les ha ayudado a preservar las costumbres, atuendos y modos de vida que han sido característicos de los bereberes de las montañas desde tiempos medievales. La sensación de salto atrás en el tiempo se intensifica al contemplar el arcaísmo de las edificaciones de adobe, los ksur colgados de peñascos, las kasbas con torres ornadas de arquerías y dibujos realizados con adobes, el patio central casi inexistente, como una mera chimenea de luz. 
Mas alla del Atlas

   
   El Kelaa Mguna es una importante población fortificada a 1.460 m de altitud, en la orilla izquierda del río El Oat, cerca del lugar donde éste confluye con el Dades. Esta localidad es afamada por sus rosales y su 'agua de rosas', muy apreciada como perfume en Marruecos. Cada año se celebra aquí el 'mussem de la rosa', pretexto para numerosas manifestaciones folclóricas. 
   Los alrededores de El Kelaa regalan la vista con bellísimos paisajes fluviales, donde entre rocas y peñascos se recortan los perfiles altivos de desafiantes kasbas dominando desde sus alturas toda la cuenca. Atravesando el río por un tronco de árbol a modo de puente, se pueden alcanzar los semiderruidos muros de adobe de varios ksur en proceso de ruina (foto059 y siguientes), auténticos pueblos fantasma habitados sólo por las cigüeñas que han plantado sus nidos en las puntas de las torres más afiladas (foto062). 
  
  
  
  
  
Skura
Foto065 y siguientes
    
   El oasis de Skura, cerca del moderno pueblo del mismo nombre, esconde en su palmeral algunas de las más bellas kasbas de Marruecos. Una de las más grandes y complejas es la de Mas alla del AtlasAmeridil, pero destacan también, diseminadas entre los espesos bosques de palmeras datileras, las impresionantes kasbas de El Kebbaba, Dar Aichil, Dair Ait Sidi el Mati y Dair Ait Sus, así como el granero-morabito de Sidi Mbarek, coronado por una cúpula. 
   La ornamentación de ladrillo mitiga la severidad de muchas construcciones norteafricanas, y lo mismo ocurre en Skura. La parte baja de sus kasbas suele ser de tapiales de barro, mientras que la parte alta es de ladrillo crudo dispuesto en forma de entrantes y salientes que forman arcadas, nichos y diseños geométricos. 
   Pueblan el gran palmeral de Skura –donde el cultivo predominante, aparte de los dátiles, son los rosales para fabricar la reputada agua de rosas– los bereberes arabizados, habiendo desaparecido los hebreos, que emigraron tras la creación del estado de Israel. Los pocos que se quedaron en Skura se fueron convirtiendo al islam, con el fin de evitar la discriminación. 

   La llana y pedregosa meseta que se extiende a 1.500 m de altitud en la región de Skura está surcada por ríos que bajan del Atlas de norte a sur, como el Izerki, el Ugní y el Ilagrar, que son afluentes del Dades. La llanura parece extenderse hasta el horizonte, pero al avanzar por las pistas de pronto el terreno queda cortado por alargadas depresiones y hondonadas excavadas por los ríos, donde crecen, ocultos a un nivel inferior, verdes palmerales que no se ven hasta que se llega al mismo borde de estos cortes, y en cuyo seno se cobijan diversas kasbas y ksur de adobe, en gran parte deshabitados y en ruinas. 
   Uno de los escasos pueblos habitados en esta zona es Timatdit, a orillas del Ilagrar, cuyas cinco kasbas de adobe sobresalen airosas por encima de las palmeras (foto073). Sus esbeltas torres esquineras de perfil troncopiramidal están embellecidas con una rica ornamentación de arcos ciegos y rematadas por almenas. Desgraciadamente estas kasbas están deshabitadas y en proceso de desmoronamiento (foto075).
  
  

  
  

Ait Ben-Haddu
Foto076 y siguientes
  
   Ait Ben-Haddu es el ksar más importante del valle del Unila, a una treintena de kilómetros al norte de Uarzazat. Su extraordinario conjunto de edificaciones de adobe constituye un amplio muestrario y un buen resumen de las técnicas constructivas presaharianas del otro lado de la cordillera del Atlas marroquí. 
Mas alla del Atlas   Un llamativo granero-fortaleza corona la montaña a las faldas de la cual se asienta el ksar (foto077). Este tipo de graneros colectivos se denomina 'agadir', o 'igrem' en bereber, y es frecuente en el Marruecos meridional. Su carácter defensivo es aquí muy evidente, dado su emplazamiento dominando el pueblo y el sistema de fortificaciones que enlaza el ksar con el granero, que posibilita utilizar éste como último bastión en caso de asedio. En regiones donde no era posible un fuerte control administrativo centralizado, la fortificación de casas y edificios comunales era necesaria para la seguridad tribal. Esas formas perduraron como tipología arquitectónica regional cuando su función defensiva ya no era tan importante. 
   El ksar de Ait Ben-Haddu está constituido por seis grandes kasbas fortificadas, probablemente erigidas en el siglo XVIII con técnicas muy arcaicas (foto088). Estas técnicas consisten en la construcción de muros de adobe, murallas de varias hiladas de ladrillos o piedras, ladrillos moldeados y secados, motivos decorativos geométricos en ladrillo crudo en las partes superiores de los edificios, etc. El conjunto de fortalezas y viviendas están adosadas entre sí y tan densamente imbricadas que forman un todo compacto, un conglomerado inextricable de edificaciones por el que se circula por un laberinto de callejas y pasajes cubiertos que van trepando por la montaña, desde lo alto de la cual se divisa una extensa panorámica de la región, con las crestas nevadas del Alto Atlas como telón de fondo. 
   No es de extrañar que el pueblo haya sido elegido muchas veces, por su extraordinaria belleza, como escenario para ambientar películas históricas o de aventuras, como Gladiator o El cielo protector. Del rodaje de El hombre que pudo reinar de John Huston (1975) data la construcción del gran portal de triple arco que, tras atravesar el río, permite la entrada al ksar. 
   El conjunto arquitectónico de Ait Ben-Haddu se halla muy bien conservado y puede calificarse como uno de los ksur más impresionantes de todo Marruecos, por lo que desde 1987 ha sido incluido como bien cultural en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. 
   
   A unos pocos kilómetros al norte de Ait Ben-Haddu, cerca del punto donde confluyen el río Margan y el río Unila, se levanta el pequeño pueblo de Tamdajt, donde destaca su kasba del Glaui, con sus altísimas torres de adobe que dominan el palmeral, también en proceso de ruina (foto092).




Teluet
Fotos 094 y 095
Mas alla del Atlas   
   Teluet es una población ubicada a 1.800 m de altitud en un aislado valle de la vertiente sur del Alto Atlas, regado por el uadi Imarene, que era antaño un importante lugar de paso de caravanas, aunque hoy está alejado de todas las rutas principales. De población bereber, situado en el corazón del país de los Glaua, Teluet es el lugar de nacimiento de Al Hadj Thami (1875-1956), más conocido como 'el Glaui', que fue pachá de Marrakesh durante el protectorado francés de Marruecos.
   El pueblo está dominado por la gran kasba del Glaui, asentada sobre un promontorio, que fue residencia del pachá hasta el fin del protectorado (foto094). La kasba había sido construida sobre un antiguo ksar de arquitectura bereber de adobe, del que aún pueden reconocerse algunas ruinas (foto095). El interior de la kasba, construida en el siglo XX, es de un lujo inusitado, con los muros y columnas embellecidos con una minuciosa labor de alicatado (zelig), yeserías y marquetería de cedro de inspiración andalusí, que evoca las técnicas decorativas de la Alhambra de Granada
   Tras la independencia de Marruecos, todos los bienes de la familia del Glaui, que cayó en desgracia por su colaboración con el ejército francés, fueron expropiados, quedando la kasba abandonada y sumida en un imparable proceso de ruina. Aún hoy en día los habitantes de Teluet se quejan de que el gobierno marroquí mantiene la represalia dejando al pueblo marginado del progreso general del país, sin invertir en carreteras y otras infraestructuras.

  
  
  
Mas alla del Atlas
Uarzazat
Foto096 y siguientes
   
   Moderna ciudad construida a partir de 1928 a orillas del río del mismo nombre para ejercer de capital administrativa de la región del Draa y de los Glaua. El interés arquitectónico de Uarzazat no reside en su núcleo urbano, sino en las soberbias kasbas que se hallan diseminadas por sus alrededores, entre las que mencionaremos las de Tifultut, Tameslá y Taurirt.
    Destaca por su gran tamaño (15.000 metros cuadrados) la kasba del Glaui en Taurirt. Antaño residencia del pachá de Marrakesh, este palacio de adobe de dos pisos, constituido por un conjunto de dependencias de carácter militar, es como una pequeña ciudad fortificada, ostentando una rica decoración de ladrillo en su fachada y torres almenadas (foto096). Tras caer en ruina ha sido recientemente reconstruido, y todavía pueden distinguirse en su interior las antiguas habitaciones del Glaui, el comedor, y la cámara de la favorita, con decoración de estuco pintado y techos de madera de cedro. 






Valle del Draa
Foto100 y siguientes
  
   Con sus 1.100 km de longitud, el Draa es el río más largo de Marruecos. Nace de los uadis Dades y Uarzazat, que a su vez tienen sus fuentes en el Alto Atlas. Se abre paso entre los montes Saghro y Siroua, en el macizo del Anti Atlas, hasta perforar el cañón de Kheneg Taghia, a la salida del cual, y tras la ciudad de Agdz, empieza el valle del Draa propiamente dicho, Mas alla del Atlasque durante 200 kilómetros constituye un oasis ininterrumpido de verdor, contrastando poderosamente con las resecas y rojizas montañas circundantes. Se trata de una larga y hermosa sucesión de palmerales y de huertos cultivados, que están jalonados cada cierto tiempo por un buen número de impresionantes ksur construidos en adobe. Entre estas poblaciones destacan la moderna Zagora y la apartada Mhamid, la 'puerta del desierto'. Lo corrobora un cartel instalado donde el asfalto de la carretera se interrumpe para dar paso a las dunas: 'A Tombuctú, 52 días en camello'. 
    Defendidos por murallas, estos pueblos fortificados se elevan a orillas del desierto formando aglomeraciones de distinta importancia, y de muy original urbanización, con viviendas dispuestas en terrazas, decoradas con arcadas y balaustres, y punteadas por esbeltas torretas con almenas. Los ksur del Draa fueron construidos para defenderse de los invasores, pero su arquitectura alcanza cotas insuperables de belleza, en las proporciones de sus masas y vanos, la pureza de líneas y los juegos de luz y sombra de sus muros de adobe. 
   En un pasado remoto el Draa sería el río más largo de Marruecos, si bien en la actualidad sus aguas se filtran en las arenas del desierto cerca de Mhamid y prosiguen su trayectoria de forma subterránea, torciendo su rumbo y dirigiéndose durante más de 600 kilómetros hacia el Atlántico, con su desembocadura a la altura de Tan Tan. 
   Del bajo Draa provenía una tribu árabe llamada de los Beni Saad, que al intervenir en el comercio caravanero del oro, fue adquiriendo más y más poder económico, hasta llegar a fundar una dinastía imperial, los saadianos, que expandió su poder por todo Marruecos, y batalló contra los incipientes intentos de colonización de los portugueses. Las suntuosas tumbas de sus principales sultanes pueden admirarse en Marrakesh. 
   Los habitantes del valle del Draa son sedentarios pero han sentido la influencia de los nómadas del sur marroquí. La población está compuesta por árabes y bereberes de diversa procedencia, a menudo mestizados con gentes de razas de piel más oscura originarias del sur, quizá descendientes de esclavos traídos de Sudán o Etiopía, y se estima que su número llega a alcanzar los 80.000 habitantes. Existen también pequeñas comunidades de judíos en las 'mellahs' (o juderías) de algunos pueblos. 
   La vida de estas poblaciones depende totalmente de las aguas con que el Draa irriga este inmenso oasis longitudinal. El cultivo predominante en sus riberas son las palmeras, productoras de dátiles de la apreciada variedad 'boufeggous'. Se cosechan asimismo cereales, Mas alla del Atlaslegumbres y alheña (o henna). En el palmeral crecen además diversos árboles frutales, tamarindos, laureles y los primeros ejemplares de acacias que anuncian el gran sur de África. 
   Entre los centenares de ksur y kasbas de adobe que se levantan a una y otra orilla del río, mencionaremos unos pocos, siguiendo de noroeste a sudeste el sentido de la corriente:
    
   Tamnugalt, en la orilla izquierda del Draa, es la antigua capital de la tribu de los Mezguita y uno de los mayores ksur del valle, solo en parte habitado. Se compone de tres barrios (uno de clase alta con una gran kasba central, otro de clase popular musulmana y el tercero judío), a los que se accede por cuatro portalones. Los muros de la kasba que dan al palmeral alcanzan los 17 m de altura, reforzados con tres torreones y rematados por una arquería de arcos ciegos (foto100). El trazado urbano interior es muy irregular, formado por un laberinto de callejas y callejones que conducen a las distintas viviendas (foto107), algunas con claustro de dos pisos, y a una mezquita en ruinas (foto108).
   
   La kasba de Ait Hamú U-Said se levanta con sus cuatro pisos sobre un promontorio rocoso a la orilla izquierda del Draa (fotos 109 y 110). Construida en fecha relativamente reciente (1930) a instancias de un representante del Glaui, tras su abandono fue rehabilitada como escuela pública infantil.
   
   La kasba de Ulad Atman, en la orilla derecha del Draa, fue construida como residencia para el caid Larbi (que gobernaba en nombre del sultán) a principios del siglo XX (foto111). La kasba está en la actualidad parcialmente habitada por los descendientes del caid, pero el ksar que la rodea está en proceso de ruina (foto112).
   
   El ksar Rumiat está totalmente cercado en todo su perímetro por una imponente muralla en muy buen estado de conservación, jalonada a tramos regulares por torreones troncopiramidales (foto115), que deja entre sus lienzos y el núcleo de viviendas una calle a modo de camino de ronda. Tanto los torreones como las puertas en arco que perforan la muralla están ornamentados con juegos geométricos de ladrillos y coronados por almenas escalonadas (foto116).
Mas alla del Atlas   
   El ksar Amezrú se halla en la orilla izquierda del Draa muy cerca de la populosa ciudad de Zagora. Es uno de los ksur más antiguos del valle (Amezrú significa en bereber algo así como 'el primero'). Rodeado de una muralla, su trazado urbano está constituido por dos calles rectas longitudinales de las que parten a intervalos regulares bocacalles perpendiculares, y una calle en curva que corresponde al barrio de los judíos. En una plaza se levanta la mezquita, con un minarete de adobe de 12 m de altura ornamentado con arcos ciegos (foto120). En la calle de la judería se conserva, transformada en cocina de una vivienda particular, una curiosa sinagoga de planta trapezoidal.
    
   El ksar Ait Ishful se levanta junto al ksar Nesrat en el curso bajo del Draa, donde el valle ya empieza a ser invadido por las primeras dunas del desierto del Sahara (foto123). En sus campos circundantes aún subsisten algunos pozos característicos (foto125), consistentes en tres pilares de adobe a los que se sujetan dos pértigas de troncos de tamarindo con sendos cubos en los extremos, que basculan para extraer el agua.
   
  
  
  
  
Tata
Fotos 130 y 131
   Moderna ciudad construida en un extenso oasis irrigado por tres uadis que provienen del Anti Atlas y confluyen para sortear el monte Bani y desembocar en el Draa. La población, bereber en su mayor parte, pertenece a los grupos shleuh y haratín, que hablan el dialecto 'tamazight', además del árabe. 
   A lo largo y ancho del palmeral de Tata se elevan más de treinta ksur de adobe de tonos rosados, perfectamente integrados en el entorno del oasis, y muy representativos de la arquitectura de tierra al sur del Atlas. 
  
  
  

  
Tafraut
Foto132 y siguientes
  
   Tafraut es el nombre de una pequeña población a 1.200 m de altitud, que se asienta en una verde cuenca en el corazón del macizo del Anti Atlas, al sur de Marruecos, rodeada de un colosal circo de peñas y farallones de granito rosa. Es centro administrativo de una región fértil, densamente salpicada de diminutas aldeas que trepan por las Mas alla del Atlasfaldas de los montes o se arraciman al pie de imponentes promontorios rocosos, y cuyos habitantes viven en su mayoría de la agricultura. Un animado mercado tiene lugar aquí todos los miércoles. 
   Las montañas del Anti Atlas son de naturaleza muy distinta a las del Atlas central. Siendo más antiguas en su génesis, ya que se remontan a la era geológica Primaria, han sufrido desde mucho antes el proceso de erosión ocasionado por las condiciones climáticas y el paso del tiempo. Las resecas y pedregosas aristas se han ido desmoronando con el transcurrir de los milenios, creando profundos cañones, cuyos cauces secos tapizados de cantos rodados son aún hoy, a falta de verdaderas carreteras, las principales vías de comunicación pedestre entre los distintos pueblos. Son escasos los manantiales, y al no existir pozos, el abastecimiento de agua se realiza mediante cisternas excavadas en las pistas cercanas a los mercados, los poblados y los 'agadir' o graneros comunitarios. 
   La población sedentaria es en su mayoría de etnia bereber y habla el dialecto 'shleuh', dándose un considerable grado de emigración, pues los recursos locales no son suficientes para la subsistencia de todos sus habitantes. Destaca la tribu de los 'amein', cuyos miembros tienen fama en todo Marruecos por sus buenas aptitudes mercantiles.
   Predomina en Tafraut el cultivo de almendros y otros árboles frutales, y todas las primaveras puede contemplarse el hermoso espectáculo de la eclosión de los almendros en flor, que transfiguran el valle con vivos colores y aromas, motivo para la celebración anual de la Fiesta del Almendro. Crecen también, en las zonas de regadío, las higueras y los olivos. Entre los cereales, se cosecha la cebada, que resiste mejor las duras condiciones ambientales del lugar. El pastoreo, aunque escaso, es posible gracias a los árboles de argán, a los que trepan las cabras para mordisquear sus brotes y hojas tiernas, y cuyo fruto se usa para extraer el preciado aceite de argán y como alimento para la menguada cabaña bovina de la zona. 
   
   También aquí los pueblos están erigidos siguiendo las tradicionales técnicas de construcción en adobe del resto del Marruecos meridional, pero con una tipología arquitectónica y un estilo distinto, y con mayor empleo de la piedra. Por lo general, el barro es utilizado en Mas alla del Atlaslas casas autóctonas de la región como revestimiento y decoración de fachadas, más que con fines estructurales. La vivienda típica consiste en un edificio cúbico de dos o tres pisos, con un angosto patio central y una torre de poca altura en un ángulo. La terraza desborda ligeramente la línea de muros de fachada, y es rematada en su perímetro por una serie de salientes colocados a intervalos regulares, a modo de pequeñas almenas escalonadas, que se dice contribuyen a ahuyentar los malos espíritus y otras influencias maléficas. Los muros, de piedra local, se cubren con una gruesa capa de revoque de color ocre o rojizo, mientras las ventanas van enmarcadas de blanco (fotos 140141142). 
   Es común divisar en el punto más alto de cada poblado el típico granero colectivo fortificado, que en lugar del término árabe 'jazen' o del bereber 'igrem', recibe aquí el nombre de 'agadir'. 
   Entre los pueblos y aldeas que gravitan en torno al centro de Tafraut, mencionaremos: 
   
   Agard Udad. Poblacho de viviendas pintadas de color granate que se apiña al pie de un espectacular risco de piedras caballares llamado 'el Dedo' (foto139). 
  
   Aday. Otro pueblo que semeja estar aplastado por una abrumadora masa de rocas graníticas, que crean caprichosas formas en un equilibrio aparentemente inestable. Las viviendas trepan y se imbrican con este caos de rocas, hasta formar un sorprendente paisaje urbano mitad natural y mitad artificial (fotos 143 y 144). 
  
   Umesnat. Se trata de un conjunto más o menos disperso de poblados que se encaraman desde un fértil valle sembrado de huertos y vergeles, plantados de almendros y olivos, por las faldas del monte Lekst (2.278 m), cuyos extraños farallones graníticos crean las formas más inverosímiles (foto132 y siguientes). Sería ésta la zona de mayor presencia de la tribu de los amein. 
   La vivienda tradicional de los amein ofrece unas características propias y únicas en Marruecos. El rasgo más llamativo es su fachada, donde se concentra todo el virtuosismo estético de sus constructores, que contrasta con la extrema sobriedad del resto del edificio (fotos 135 y 136). Dos grandes salientes a modo de contrafuertes se elevan a todo lo alto del muro del frontis, para encuadrar la puerta de entrada a la mansión y la ventana de la sala de recepciones en el primer piso. Un arco cimero en herradura remata el conjunto. Esta fachada se adorna con motivos geométricos consistentes en incrustaciones de piedras planas de esquisto verdoso colocadas de canto, o de losetas de cerámica dispuestas en ajedrezado, sobre un fondo blanqueado de cal. Los amein perpetúan así una tradición suntuaria que viene de muy atrás en el tiempo, y cuyo estilo empieza a evocar los motivos decorativos propios del África negra. 

 

 

 

Más allá del Atlas 
Arquitectura de adobe en Marruecos 

Bibliografía consultada

   - Michell, George. La arquitectura del mundo islámico. Su historia y significado social. Textos de Ernst J. Grube, James Dickie, Oleg Grabar, Eleanor Sims, Ronald Lewcock, Dalu Jones y Guy T. Petherbridge. (Alianza Forma, Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1985)  
   - Mimó, Roger. Fortalezas de barro en el sur de Marruecos. Fotografías de Jordi Esteva (Compañía Literaria, Madrid, 1996)  
   - Unesco. El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos, 1994)

 

 

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Arquitectura de adobe en Marruecos

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Marruecos
    
     


 

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