Colecciones fotográficas

Ciudades de porcelana

Isfahan. La mitad del mundo

 

   Isfahan no es ya una ciudad de las Mil y Una Noches, como reza el tópico, sino una urbe muy moderna, que conserva diseminados entre sus calles hermosos vestigios de su pasado esplendor de la época de los shas. El foco monumental más impresionante de la ciudad se articula en torno a la Plaza del Imam, donde se pueden admirar las mezquitas Lutfallah y del Imam, obras cumbres del arte safávida, así como el palacio de Ali Qapu. 
   Aunque Isfahan arrastra más de treinta siglos de historia en su haber, los restos más antiguos detectados datan de la era de los sasánidas (la dinastía Ciudades de porcelanaanterior a la conquista árabe, llevada a cabo en 637). Los árabes tomaron Isfahan en 642 y la promovieron a capital de la extensa provincia central de al-Jibal ('las Montañas'), que ocupaba lo que antaño fue la Media, el país de los medos. Continuó prosperando bajo los buyíes (siglo X), cuyo ascenso al poder fue simultáneo al declive del califato abasí de Bagdad. El conquistador turco Toghril Beg, fundador de la dinastía y el imperio de los selyúcidas, capturó la ciudad a mediados del XI y la hizo capital de sus vastos dominios. Pero fue con el advenimiento de su nieto Malik Shah al poder, en 1073, cuando la ciudad empieza a desarrollarse y expandirse hasta llegar a ser una gran metrópoli. Los dominios del imperio selyúcida alcanzaron entonces una extensión parecida a la de los imperios aqueménida y sasánida, y llegaban desde Siria y Turquía hasta China. Las artes florecieron con pujanza en este periodo. Es la época del astrónomo, matemático y poeta persa Omar Jayyam. 
   De los siglos XI (bajo los selyúcidas) al XVIII (bajo los safávidas) Isfahan fue un laboratorio de experimentos arquitectónicos y un foco de irradiación de la cultura iraní. Perdió, no obstante, cierto protagonismo tras la caída de los selyúcidas, siendo eclipsada por otras poblaciones como Tabriz o Qazvin. Pero reconquistó su importancia bajo los safávidas, y alcanzó su edad de oro con el advenimiento al trono del emperador Shah Abbas I el Grande (1571-1629). 
 
   Shah Abbas, soberano de la dinastía safávida de Persia de 1588 a 1629, es el gran artífice de la gloria arquitectónica de Isfahan. El fundador de la dinastía había sido Shah Ismail, en 1502, pero fue casi un siglo más tarde cuando Shah Abbas llegó al poder y expandió el imperio hasta sus más remotos confines. 
    Shah Abbas fortaleció la dinastía al vencer a las tropas otomanas y uzbekas, expulsarlas del territorio persa, y fundar tras ello un ejército regular. En el invierno de 1598 trasladó la capitalidad de Persia de Qazvin a Isfahan. Militar y constructor, promovió el comercio y financió la arquitectura y las Ciudades de porcelanaartes, que bajo su reinado alcanzaron un punto culminante. Además de su mecenazgo hacia la cultura, es de justicia constatar que se preocupó también por el bienestar de sus súbditos. 
   Cuando Shah Abbas el Grande elevó de nuevo Isfahan al rango de capital, la ciudad continuaba siendo una urbe poderosa. Pero el sha potenció aún más su opulencia al hacerla objeto de un plan integral de urbanización que reestructuró sus calles, plazas, parques y puentes, al tiempo que la embellecía con magníficos monumentos religiosos y civiles, lo que valió a la ciudad el apelativo de Nesfe Jahan (la Mitad del Mundo). Isfahan había alcanzado su cénit, y tenía entonces, según el viajero francés Jean Chardin, 162 mezquitas, 48 medersas o escuelas de teología coránica, 273 hammam o baños públicos, y más de 1.800 caravansares o establecimientos hosteleros. El sha promovió también las comunicaciones entre la capital y la periferia construyendo una extensa red viaria por todo el país, con multitud de puentes para salvar los cursos de agua y de caravansares para aliviar las etapas de los caminos. 
   El extenso complejo palaciego de Isfahan se componía de un conjunto de edificios y terrenos ajardinados, que contaba con mezquitas, palacios, mercados, patios, baños, fuentes y estanques. Un ejemplo de perfecta planificación urbana, de sentido muy avanzado para el siglo XVII. 
   El ejército persa fue derrotado en 1722 muy cerca de Isfahan por los afganos Ghilzai, comandados por Mahmud, y la ciudad sufre un largo asedio hasta ser conquistada, pereciendo 100.000 de sus habitantes víctimas del hambre y de la peste. Isfahan nunca volvió a recuperar su pasada gloria. 
   Pese a que sus principales monumentos históricos han sido restaurados en el siglo XX, queda relativamente poco del antiguo esplendor de Isfahan, su parte antigua cada vez más ahogada por las nuevas barriadas industriales, desfigurada por avenidas y edificios modernos sin carácter, invadida por el avance inexorable del hormigón y del asfalto. 
 

  
Mezquita del Viernes (Masyid-e Yami)
  
   La Mezquita Mayor o del Viernes de Isfahan es la mezquita monumental más antigua de la ciudad. Se oculta dentro del dédalo de calles y callejuelas del bazar en la parte vieja, y hay que llegar a ella perdiéndose por pasadizos abovedados, túneles y arcadas, plagados de comercios rebosantes de mercancías al estilo de una medina árabe. Apenas pueden distinguirse sus fachadas desde el exterior, englobadas como están en el abigarrado revoltijo de las construcciones de ladrillo anexas, pero una vez franqueados sus portales, es posible captar las perspectivas de sus inmensas interioridades, en las Ciudades de porcelanaque las distintas épocas y periodos artísticos de la historia de Irán han ido dejando sus huellas, convirtiendo al edificio en un auténtico tratado de arte y arquitectura iraníes. 
   Se han hallado, en excavaciones recientes, trazas de la primitiva mezquita del siglo VIII, y abundantes vestigios de la del siglo X (periodo buyí), que fueron absorbidos por la gran mezquita de la época selyúcida. La planta de la mezquita fue agrandándose y complicándose a lo largo de los siglos con las adiciones que iban incorporando los sucesivos soberanos. En el periodo mongol, una de las arquerías laterales del patio fue transformada en sala de oración, con un magnífico mihrab. La medersa adjunta data de la época de los muzzafaríes, y los timúridas añadieron una sala de oración de invierno y una bella portada. Por fin, en la época safávida se cubrieron algunos iwanes con decoración de mocárabes, y se levantaron los minaretes que realzan el iwan principal, que da a su vez a una cámara cupulada orientada a la alquibla. 
 
   Todo el complejo religioso se articula en torno a un gran patio central rectangular, con sus consabidos iwanes en mitad de los cuatro lados, con dos estanques, uno cuadrado y otro polilobulado, pero el resto del edificio se extiende multiplicándose en una infinidad de dependencias, cámaras, galerías porticadas, salas hipóstilas (con distintos tipos de columnas y bóvedas de ladrillo, y columnas que se inclinan para todos los lados), y hasta urinarios antiguos, que llegan juntos a formar como un pequeño barrio dentro de la ciudad. 
   Los cuatro iwanes son distintos entre sí, cada uno con su juego de alvéolos y mocárabes ingrávidos, siempre nuevos, siempre dispuestos con gran sentido visual. Destacan por su grandiosidad y belleza los iwanes oeste y sur (éste último, el principal, precede a la sala cupulada de Malik Shah), cuyos abovedamientos en cascadas de alvéolos de ladrillo, de época selyúcida, son sumamente originales (fotos 02 y 06). Sus dibujos ornamentales llaman la atención por su sobriedad, a base de puntos oscuros contrastados sobre un fondo liso color crema, trazando líneas que se entrecruzan en grafismos geométricos o que componen letras y palabras, de rasgos angulares (foto03), con un sentido del diseño gráfico que podría ser totalmente actual. El periodo timúrida trae otro tipo de decoración basada en mosaicos de cerámica ornados de floridos arabescos de gran viveza cromática, como puede apreciarse en las arcadas del patio (foto10). 
   En las distintas salas de oración hay mihrabs riquísimamente trabajados en estuco, y paneles de cerámica vidriada y policromada. Las numerosas salas hipóstilas (una de ellas, la Sala de Invierno, de época timúrida, carece de columnas propiamente dichas, al llegar la curva de sus bóvedas de arista hasta casi el nivel del suelo) muestran más de un centenar de cúpulas de ladrillo diferentes entre sí, y diferentes al tipo omeya primitivo. 
   En el iwan norte, de frente al iwan principal, es habitual ver a los devotos practicando sus rezos de cara a la Meca, o descansando sobre las alfombras. 
 

  
Plaza del Imam (Meidan-e Imam)
  
   Antes de la revolución jomeinita era conocida como Meidan-e Shah o Plaza del Sha. Es apodada también como Naqs-e Jahan o la Imagen del Mundo. Desde el año 1979, la plaza con sus monumentos está incluida como bien cultural en el catálogo del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. 
   Una de las más grandes plazas del mundo y ejemplo excelso de planificación urbana, la Plaza del Imam es un vasto rectángulo oblongo de 160 x 500 m, bordeado en sus cuatro lados por una sucesión continua y uniforme de galerías porticadas de dos pisos destinadas a albergar locales, establecimientos comerciales y almacenes (foto14), que siguen abriendo sus tiendas todos los días, excepto los viernes. Fue construida en 1612, en tiempos del emperador safávida Shah Abbas. 
   En la parte central de la explanada unos estanques alimentados por fuentes de surtidor se encargan de refrescar el ambiente. Dos pares de postes de piedra, a uno y otro extremo de la plaza, testimonian que este recinto era antaño utilizado como campo de juego de polo para recreo del rey y sus invitados, que contemplaban el espectáculo desde el privilegiado punto de vista de los balcones del palacio Ali Qapu (foto13). Este palacio sobresale a cierta altura del lado oeste de la plaza, rompiendo la línea recta de los pórticos. 
   Hoy en día, sólo las calesas a caballos dan vueltas por la plaza, transportando a paseantes, que pueden admirar también las fachadas de dos soberbios monumentos religiosos: la Mezquita del Sheij Lutfallah (foto16), en el lado este, justo enfrente del palacio; y la espectacular Mezquita del Imam (foto25), en la mitad del lado sur, que domina el conjunto con su cúpula y sus alminares revestidos de loza. Las fachadas de ambos santuarios, al contrario de lo que ocurre con el palacio, están embebidas en el trazado urbano de la plaza; sus portales, en vez de sobresalir, hacen entrantes, conformando sendas plazuelas adosadas a la principal (foto17), a modo de vestíbulos al aire libre, que se integran perfectamente con el conjunto porticado al que están conectadas. 
 

 
Bazares
Foto12
  
   En el extremo norte de la Plaza del Imam se abren los pórticos que dan entrada al Qaysariyeh, o bazar real de Isfahan. Se trata de una kilométrica red de galerías cubiertas, abovedadas con cúpulas redondas, con calles principales y secundarias. Algunas bocacalles dan a patios con talleres, otras a jardines, otras a mezquitas. Algunas calles atraviesan los patios de las mezquitas, formando calle y mezquita un conjunto urbano unitario. Ni siquiera hay que descalzarse para transitar por sus patios. 
   Se ven al pasar gremios como el de los joyeros, la calle de los samovars, zapateros, alfombras, tintoreros, ferreteros, especias (donde se venden hasta flores de opio). Los cafetines dispersos por distintas esquinas de este dédalo de túneles garantizan el suministro a todas horas de vasos de té a los trabajadores y artesanos de los puestos circundantes. Los gremios de artesanía (miniaturas pintadas sobre hueso de camello, telas, cajas damasquinadas, narguilés, tarros de cobre pintado) se agrupan en la calle principal, que prolonga la Plaza del Imam hacia el norte, y éste será el único sitio, junto al bazar de las alfombras, donde los comerciantes aborden a los transeúntes para pregonar sus mercancías. 
 


Mezquita del Sheij Lutfallah
  
   En el lado oriental de la Plaza del Imam se encastra esta bella mezquita que, aunque de dimensiones relativamente pequeñas (35 x 40 m en planta), es una de las obras maestras indiscutibles de la arquitectura de Isfahan. Construida entre 1602 y 1618 a instancias de Shah Abbas, carece de minaretes para llamar a los fieles a la oración, pues tenía la función de capilla de uso privado para la familia real. Se distancia también del modelo clásico de mezquita iraní en el hecho de que no tiene patio ni iwanes. 
   El portal de entrada se abre al fondo de una plazuela perfectamente integrada en el sistema de arcadas y galerías de la plaza (foto18), con sus muros revestidos de paneles de azulejos, que proponen nuevas variantes de los consabidos motivos de caligrafía coránica y entrelazados vegetales de la decoración del periodo safávida, realzados con un alto zócalo de alabastro color miel que corre a lo largo de toda la base (fotos 19 y 20). El gran arco que enmarca la puerta exhibe una maravillosa bóveda de estalactitas y alvéolos en cerámica de vivos colores (fotos 21 y 22). Es de admirar la unidad plástica del conjunto, que no está lastrada por el puntillismo y minuciosidad de los detalles pictóricos, pero estos mocárabes no tienen ya apenas función estructural, sino estética; un alarde de virtuosismo ornamental, diríamos, dentro de una tendencia que irá acentuándose en subsiguientes fachadas. El dintel de la puerta se cubre con una banda epigráfica de escritura coránica de caligrafía entrelazada sobre fondo azul, siendo éste un elemento recurrente en todas las fachadas de edificios religiosos. Las aristas del arco están subrayadas por un elegante marco de triple toro trenzado color azul turquesa, que también aparecerá en otros monumentos.   
 
   Por encima del portal, despunta en un segundo plano la gran cúpula de loza vidriada (foto17), que se distingue de otras de Isfahan por su color crema predominante, a diferencia de los azules y verdes característicos de las cúpulas de la ciudad. Examinando el alzado del edificio, esta cúpula rompe la simetría de la fachada, al estar ligeramente desplazada hacia el sur. Esto responde a que el cuerpo de la mezquita, a excepción de la fachada, está girado 45 grados con respecto al eje de la Plaza del Imam, con el fin de que el santuario esté preceptivamente orientado hacia la alquibla, es decir, en dirección a la Meca. 
   Por este motivo, el oscuro pasillo de acceso ha de dar un fuerte quiebro para conectar con la sala de oración. Consiste ésta en una única sala de planta cuadrada, dotada de un lujoso mihrab de mosaicos, y coronada por la gran cúpula circular riquísimamente decorada de azulejos, de ornamentos florales enmarcados en rombos dispuestos concéntricamente y en tamaño decreciente según se acercan hacia el centro (foto24). La cúpula se sustenta sobre un tambor cilíndrico perforado por 16 ventanas de celosía, y éste a su vez sobre un ingenioso sistema de cuatro pechinas angulares que llegan hasta el suelo y se intercalan con otros tantos arcos ciegos, formando un octógono. Los lados del octógono se desdoblan aún por medio de otras pechinas secundarias hasta formar en planta un polígono de 16 lados, y es así como se produce la transición gradual del cuadrado a la circunferencia, del cubo a la esfera (foto23). Mas la cúpula no es esférica, sino que su perfil coincide con el llamado arco persa (ligeramente apuntado y con dos radios de curvatura, ubicuo elemento estilístico en la arquitectura del Irán antiguo), combinando una curva más pendiente hacia los bordes con otra curva más plana hacia la cúspide. 
   La única iluminación proviene de las celosías, que tamizan la luz diurna y sumen la sala en una acogedora semipenumbra, sobre la cual la cúpula parece flotar en el aire. Un efecto visual parecido se produce con la cúpula central de Hagia Sofia en Estambul, aunque la distribución espacial interna de la mezquita Lutfallah recuerda más bien a las grandiosas y aéreas realizaciones del insigne arquitecto otomano Sinan. 
   Por la maestría de sus soluciones arquitectónicas, la exquisitez de sus proporciones y la riqueza de conjunto y detalles de su ornamentación de cerámica, se puede considerar esta mezquita como una de las joyas arquitectónicas que han dado gloria a Isfahan. 
 


Mezquita del Imam (Masyid-e Imam)
  
   Antes Masyid-e Shah, o Mezquita del Sha. No sólo estamos ante una obra maestra del arte safávida, sino de la arquitectura mundial. Un monumento único en grandiosidad y perfección, donde se despliega en su máxima expresión todo el saber arquitectónico de la Persia de los shas. Fue mandada construir por el gran Shah Abbas, y su erección tardó 26 años, siendo completada en 1638, cuando el soberano ya había fallecido. Su planta mide 120 x 130 m. 
Mezquita del Imam (grabado)   El gran portal de entrada, alineado con la plaza, forma, sin embargo, un ángulo con la línea axial de la mezquita, ya que ésta gira 45 grados con el fin de orientarse a la Meca. Ocurre lo mismo con la Mezquita Lutfallah, y otros santuarios de Isfahan. No es un caso excepcional: un fenómeno similar se aprecia en las ruinas de Medina Azahara (Córdoba), cuya mezquita se desgaja del conjunto urbanístico, formando con él un pronunciado ángulo debido a su orientación hacia la ciudad santa de Arabia. Lo excepcional es la forma con que los arquitectos proyectaron este cambio de eje entre el edificio y su portal, que es casi imperceptible y no desequilibra la perspectiva general del monumento desde la explanada (foto25). 
   Este soberbio portal, que forma una plazuela adyacente al lado sur de la Plaza del Imam, tiene 30 m de alto, y es un ejemplo muy ilustrativo del increíble grado de exquisitez y magnificencia que llegaron a alcanzar la arquitectura y la decoración safávidas. Su gran arco a modo de iwan tiene el intradós cubierto con una bóveda estrellada y de estalactitas de cerámica policromada (fotos 28, 29 y 30), formando un juego de alvéolos que caen en cascada apoyándose unos en otros, el conjunto subrayado por una moldura de triple toro trenzado color turquesa (foto27). Paneles de mosaicos de azulejo con motivos florales, caligráficos y geométricos, cubren las paredes, guardando las proporciones entre sí, y un alto zócalo de alabastro color crema corre a lo largo de la base de los muros (foto26). 
 
    Nada más entrar a la mezquita, el visitante queda deslumbrado por la rutilante decoración de kasis, azulejos de loza policromados con esmaltes, que cubren hasta el último centímetro cuadrado de muros, bóvedas, cúpulas, arcos y pavimentos (foto36), y Ciudades de porcelanapor la bellísima iluminación natural que posee el santuario, con un inacabable juego de gradaciones del claro al oscuro que crean una atmósfera entre mágica y fantasmal. Los colores de los esmaltes adquieren diferentes reflejos y matices conforme va variando la luz con el paso de las horas. Los dibujos nunca se repiten; cada uno de ellos es un prodigio de saber técnico, minuciosidad y belleza. Las flores, tallos, hojas y zarcillos se abrazan entre sí, siguiendo una pauta geométrica no aparente a simple vista, y se enroscan e interactúan combinándose en intrincadísimos diseños que mantienen siempre, no obstante, un patrón de simetría. Los motivos están tomados de la naturaleza, pero es una naturaleza idealizada como si fueran los paisajes de un edén mental. 
    Hay una gran pila de abluciones en el vestíbulo, de piedra tallada con relieves florales. Se entra por estrechos y oscuros pasillos al fulgor del gran patio central (foto33), que ciega la vista, amplio y luminoso, y punteado en sus cuatro costados por cuatro grandes iwanes, a cada cual más hermoso, que duplican su belleza al reflejarse en el espejo del estanque. Colosales, pero a la vez ligeros, estos iwanes son como cuatro enormes biombos o pantallas que ocultan las estructuras de ladrillo cara vista que conforman el edificio. Uno de ellos hace las funciones de vestíbulo, mientras los tres restantes comunican con sendos santuarios cubiertos de cúpulas, siendo el mayor el santuario sur, donde se encuentra la alquibla, y por tanto el mihrab principal. Dos minaretes cilíndricos de loza azul se yerguen custodiando los flancos de este mismo iwan, que precede a la gran cúpula sobre el mihrab (foto45). La simetría del conjunto es total. A uno y otro lado del gran patio se emplazan dos medersas adyacentes, con sus correspondientes patios ajardinados, rodeados de arquerías que dan acceso a las celdas de los estudiantes, con puertas y ventanas de madera. 
   Cada una de las bóvedas circulares que cubren las estancias en torno al gran patio central exhibe una solución arquitectónica diferente, experimentando todos los juegos imaginables en la transición mediante trompas yMezquita del Imam (grabado) pechinas del cuadrado al círculo para su sustento. No sólo no hay dos bóvedas iguales en estructura, sino tampoco en decoración, pues cada una está revestida con un siempre distinto diseño de módulos estrellados y concéntricos, hecho con coloridos azulejos de loza esmaltada, que producen un efecto caleidoscópico (fotos 39, 40 y 41). 
 
   La gran cúpula sobre la sala del mihrab, que alcanza los 21 m de diámetro, es de doble casco, y por ello lo que se ve desde el interior no se corresponde con el exterior (foto48). Mientras la cúpula exterior sobresale a gran altura, con su forma de bulbo sobrepasado sobre un tambor cilíndrico, alcanzando los 54 metros de alto, la cúpula interior está rebajada para ajustarse a las proporciones de la sala, pues de lo contrario su altura sería desproporcionada a la vista, provocando un efecto de chimenea. Entre la cúpula interior y la exterior hay un inmenso espacio estanco, no accesible ni visible, con un tinglado oculto de vigas de madera que refuerza el doble casco. Existen precedentes de este tipo de cúpula en la arquitectura timúrida, y tuvo también sus herederos entre los constructores de la India, bajo los emperadores mogoles (véase el Taj Mahal). 
   En el centro del iwan principal, debajo de la gran cúpula, hay empotradas en el suelo unas losas de color más oscuro que, si se golpean, resuena en la sala un eco repetido más de siete veces con gran claridad. Hay que descalzarse en los lugares de oración. El suelo está embaldosado con motivos de fantasía pintados con esmaltes. El iwan oriental está coronado por un goldasteh, especie de quiosco cuadrado de madera de tejado piramidal empleado para dirigirse a los fieles desde las alturas. Cuando el almuédano llama a la oración, se desalojan las dependencias para dar paso a los orantes. 
   La Mezquita del Sha está casi en permanente proceso de restauración, en particular la cúpula y la techumbre. En algunos nichos pueden verse almacenados los ladrillos con caras vidriadas utilizados para reparar las calvas y desconchados que el paso del tiempo va provocando en la decoración de azulejos (foto52). Recordemos que el arte de la alfarería y la cerámica aplicada a la arquitectura sigue vivo en Irán (foto71). 
 


Palacio de Ali Qapu (Kaj-e Ali Qapu)
Foto13
  
   El Palacio de Ali Qapu, o de la Puerta Alta, es un esbelto edificio de siete pisos, como un gran prisma que quiebra el trazado rectilíneo del lado occidental de la Plaza del Imam, para dominarla con su mole. Mandado construir por Shah Abbas sobre un edificio timúrida anterior, fue empleado como sede de gobierno por los soberanos safávidas, y constituía la zona de recepción y la entrada principal al complejo palaciego que se extiende al oeste de la plaza dentro de un amplio parque. 
   Delgadas columnas de madera, similares a las del Chehel Sotun, sostienen un techo artesonado de madera sobre una balconada que da a la plaza por su lado occidental, justo enfrente de la Mezquita Lutfallah, con un panorama soberbio sobre toda la Plaza del Imam, la ciudad vieja y al fondo las afiladas montañas que rodean Isfahan. Desde aquí, los emperadores y sus invitados ejercían de espectadores de torneos de polo y de lucha, que se desarrollaban en la plaza a sus pies. 
   Gran parte de la decoración mural de mosaicos de sus estancias, corredores y escaleras ha desaparecido, quizá debido al carácter profano de sus motivos. Conserva aún nichos con pinturas figurativas de doncellas paseando por frondosos jardines. La fachada ha sido adornada recientemente con dos paneles de baldosas con los retratos de los ayatolás Jomeini y Jamenei. 
   En los pisos superiores, de gran altura, las múltiples dependencias poseen una decoración de nichos calados polilobulados perforando todas las bóvedas (que recuerdan la decoración mogol de algunas estancias del Fuerte de Lahore), y de estalactitas con formas de instrumentos musicales. Aquí era donde se obsequiaba a los embajadores con conciertos de música. 
 


Palacio de las 40 Columnas (Chehel Sotun)
Ciudades de porcelana   
   Es un gran pabellón con un aéreo porche de acceso en forma de veranda, en medio del Chahar Bagh, un vasto parque arbolado de propiedad real que se extiende detrás del palacio de Ali Qapu. Se trata del salón de recepciones de Shah Abbas II (1642-1666), usado también como pabellón de recreo, construido hacia el final de su reinado. El concepto safávida de palacio se gesta a partir de un jardín, dentro del cual hay diseminados distintos quioscos y pabellones, cada uno con una función diferente. 
   En realidad el Chehel Sotun sólo tiene veinte estilizadas columnas de madera, sosteniendo el techo del pórtico, pero duplicadas por el reflejo del estanque cercano, que forma parte del complejo palaciego, suman en total cuarenta. Son columnas altísimas y delgadas, de trabajados capiteles. Cuatro de ellas se sustentan sobre basas de piedra, cada una con forma de cuatro leones imbricados entre sí (foto56). El techo de madera muestra una labor de entrelazados geométricos que trae lejanas reminiscencias de los techos artesonados moriscos del Magreb y al-Andalus, al otro extremo del mundo musulmán. Aún se conservan algunos nichos y arcos ciegos con pinturas figurativas de personajes nobles lujosamente ataviados. 
   Su interior, en el que destaca el nicho al fondo del pórtico donde se emplazaría el trono real, bajo una elaborada bóveda cubierta de alvéolos de espejos (foto57), alberga un museo de armas y coranes, y exhibe pinturas murales de tema histórico, como las que tienen por protagonista a Humayun, el segundo emperador de la dinastía mogol de la India, ilustrando sus batallas contra uzbekos, turcomanos y en el Indostán. 
 


Hesht Behesht
  
   O Palacio de los Ocho Paraísos. Data de 1670, de tiempos de Shah Suleiman. Un cartel a la entrada advierte que debió ser harén de los príncipes safávidas. Cuatro porches, con dos altas columnas de madera en cada porche, semejantes a las del palacio de Ali Qapu, sosteniendo techos de madera de motivos geométricos entrelazados, permiten la entrada al salón central por sus cuatro lados. A medias reconstruido, sus habitaciones octogonales están adornadas de frescos con motivos florales por techos y paredes. Los pisos superiores están perforados de nichos. La cúpula central se remata con un lucernario decorado con espejos (foto59). 
 

  
Puentes
  
   Puente de los 33 ojos (Si o Sé Pol). Construido en 1602 por Allahverdi Jan, general del ejército de Shah Abbas. Es el más grande de Isfahan, con sus 300 m de longitud. Su doble nivel está concebido de forma que los parapetos superiores abovedados den con su peso más consistencia a los pilares de la base. En el primer tramo de la parte baja del puente hay instalado un café que sirve narguilés o pipas de agua, muy animado desde por las mañanas (foto55). En las orillas del río hay familias haciéndose la comida con hornillos de camping-gas.
  
   Puente de Jwayu (Pol-e Jwayu). Construido por Shah Abbas II hacia 1650, con 24 ojos, arcadas a dos niveles y pilares sobre diques para canalizar el agua del río Zayandeh, que divide en dos Isfahan. Tiene un pabellón central decorado, que es como un palacete en medio del puente, y otros dos más pequeños, uno a cada extremo, vigilados por estatuas de leones de piedra estilizados a modo de guardianes (foto53). El puente se recorre por el camino del piso superior, que está encajonado entre dos arquerías con nichos en forma de pabellones que dan hacia el exterior. Pero los puentes de Isfahan no se usan sólo para cruzar el río, sino también para contemplar el panorama, y como lugar de reunión y vida social. Bajo las arcadas del piso inferior hay instalados puestos de té, donde se puede fumar una pipa de agua o beber una 'parsi-cola' disfrutando del runrún del caudal al deslizarse entre los pilares, y también acuden allí familias a hacer picnic a la sombra y frescor de sus arcos (foto54).
  
   Puente de Shahrestan (Pol-e Shahrestan). A tres kilómetros al este del Puente Jwayu, se trata del puente más antiguo entre los que cruzan el río Zayandeh, pues data del siglo XII, aunque su estructura de piedra y ladrillo se sustenta sobre cimientos muy anteriores, remontables a la época de los sasánidas, algo que también ocurre con los demás puentes. 
 

  
Medersa Chahar Bagh
  
   Conocida también como del Shah Sultan Hussein o de la Madre del Sha, esta medersa, erigida entre 1706 y 1714, sigue funcionando hoy en día como escuela teológica. Desde la revolución islámica de 1979, el acceso está prohibido a los no musulmanes, y no se permite hacer fotografías en su interior. 
Ciudades de porcelana   Sus puertas de metal repujado, bajo un precioso portal abovedado con estalactitas (fotos 66 y 67), están cerradas y hay que llamar golpeando con las aldabas para poder entrar en el iwan oeste, que hace las veces de vestíbulo. 
   Desde este recibidor se divisa un hermoso patio ajardinado con cipreses y fuente central, auténtico refugio de tranquilidad en medio del ajetreo de la ciudad (foto68). En la mitad de cada uno de los cuatro lados del rectángulo se yergue un iwan monumental elegantemente decorado. Uno de ellos, el meridional, flanqueado por un par de minaretes revestidos de loza vidriada, precede a la sala del mihrab o santuario, dispuesto bajo una gran cúpula de bulbo sobre tambor, cuya superficie de mosaicos de loza de fondo azul celeste con un bello diseño de volutas vegetales enlazadas refulge en la distancia al reflejar los rayos del sol (foto65). La circunferencia de base de esta cúpula está inscrita en su interior en un polígono de 16 lados 
   La medersa ofrece innovaciones importantes en las técnicas de abovedamiento de sus salas. Cada iwan tiene una planta diferente, cuyo trazado es más complejo que el de los iwanes tradicionales, complicándose con ábsides y absidiolos que conforman a modo de pequeños iwanes integrados dentro de los grandes. La decoración de los interiores retorna a una mayor sobriedad de formas y colores (foto69), que no se veía desde los selyúcidas, con un nuevo minimalismo estilístico que juega con las figuras geométricas básicas: cuadrados, rombos, triángulos, hexágonos y octógonos. Los diseños resaltan las nervaduras y líneas de fuerza de las bóvedas con trazos oscuros, contrastados sobre el fondo general liso de tonalidades claras, apasteladas. Los arcos están rebajados, por lo que el perfil de las cúpulas resulta más plano (foto70). Las estalactitas, por el contrario, son más salientes, y sus alvéolos más profundos, pero en esta ocasión están sobreañadidas y no tienen un cometido estructural. 
   La medersa de Chahar Bagh, de más de 20.000 metros cuadrados de planta, integrada dentro de un complejo urbano más extenso que incluye un gran caravansar anexo de la misma época y parecidas dimensiones (actualmente reconvertido en hotel de lujo), y en su lado norte la principal galería cubierta del gran Bazar, constituye el canto de cisne de la arquitectura safávida en Irán, que a partir de aquí entra en declive, aunque su influjo seguirá por un tiempo irradiando hacia la India, desde su conquista en 1737 por Nadir Shah. La decadencia continuará a lo largo del siglo XIX. 
 

  
Otras mezquitas
  
   Los Minaretes Basculantes (Manar Jomban). Foto60. Pequeña mezquita perdida en las afueras de Isfahan, como a siete kilómetros. Su modestia desde el punto de vista artístico no impide que sea la mezquita más famosa de Isfahan, a causa de un curioso fenómeno asociado a sus alminares, que Ciudades de porcelanaconsignamos aquí como anécdota. Esta mezquita posee dos minaretes cilíndricos muy pequeños y estrechos, a los que se accede por una angosta escalera de caracol por la que apenas cabe una persona medio agachada. Cuando uno de los minaretes es zarandeado desde lo alto con el simple peso de un cuerpo humano que se asome a la ventana, la torreta entera oscila inclinándose a uno y otro lado acompasadamente. Y cuando un minarete bascula, el otro también lo hace, al transmitirse el movimiento de uno a otro a través de la estructura constructiva del edificio, como si fuera un diapasón gigante. La sensación que se experimenta es de mareo y vértigo, y se tiene la impresión de que las torres van a derrumbarse en cualquier momento. Pero ahí siguen en pie. 
 
   Mezquita Hakim. Fotos 61 y 62. Exterior todo de ladrillo e interior preciosamente decorado con motivos geométricos ortogonales formando palabras, que cubren iwanes y arcos. Patio amplio y tranquilo, con fuente central, donde los devotos practican sus oraciones y echan la siesta sobre las alfombras. Una de las fachadas tiene una interesante decoración de ladrillo y estuco, anterior al arte safávida. 
 
   Mezquita de Ali. Fotos 63 y 64. Se distingue dentro del laberinto de callejuelas entre casas de adobe en estado de semirruina por el altísimo minarete cilíndrico de ladrillo, que recuerda poderosamente al Qtub Minar de Delhi. Tiene un bello portal con decoración de ladrillo, en la que los ladrillos vidriados trazan motivos dibujados por contraste con el fondo ocre de los ladrillos simplemente cocidos, en unos diseños que recuerdan a los de las afamadas alfombras persas. 
 

  
Iglesias
 
   En el barrio de Jolfa, al sur de Isfahan y en la orilla derecha del río, abundan las iglesias cristianas. Se trata de un barrio con mayoría de habitantes cristianos de la antigua religión armenia. De arquitectura impersonal, salpicada de bancos, garajes, talleres y establecimientos comerciales, su mayor interés histórico se centra en sus antiguas iglesias. Algunas sinagogas dan fe de que también hay comunidades judías establecidas desde antiguo en la ciudad, si bien la población de origen hebreo ha decrecido drásticamente en los últimos años en Irán. 
   Las iglesias en poco se diferencian por fuera de las mezquitas musulmanas de Isfahan, con su gran cúpula central de ladrillo. Pero cada cúpula está rematada por una cruz, y existen además torretas de cubierta piramidal, como las que se ven en Armenia.
  
   La iglesia de Belén (foto72) figura entre las más antiguas del barrio, aunque ha sido víctima de las múltiples transformaciones del tiempo. Si la estructura arquitectónica responde a los arquetipos de las mezquitas de Isfahan, con su cúpula esférica rebajada sosteniéndose sobre trompas, por dentro está decorada de arriba abajo con escenas figurativas de motivos bíblicos y de hechura naif, que resultan insólitos tras haber contemplado la serena abstracción anicónica de los edificios chiíes. Querubines de cuatro alas en las pechinas de la cúpula central, paneles con episodios de la vida de Cristo, del Juicio Universal incluyendo un Infierno infestado de demonios y serpientes, con detalles como uno de los ofidios mordiendo el pecho de una mujer. Escenas de martirologio: a un mártir le descoyuntan la cabeza con una prensa, a otro le tiran a un pozo, a un tercero le jalan de los pelos, a otro le hieren con hoces, le cuelgan a otro de un árbol boca abajo, vierten plomo fundido en el cuerpo de otro, etc. El altar tiene por delante una gran barra por la que corre una cortina a modo de iconostasio, que se extiende como un telón en algunos pasajes de las ceremonias, para ocultar el altar y al oficiante de la vista de los fieles.
  
   La catedral de Van es muy semejante. Cúpula central, torres de campanario rematadas por techumbre piramidal, un gran baptisterio, y por dentro muros cubiertos de frescos de chillones colores y temas análogos. El ambiente oscuro, cargado de humo de velas, del interior de la iglesia crea una atmósfera de templo bizantino, aunque aligerada por los elementos arquitectónicos safávidas.  

 

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FotoCD19

Ciudades de porcelana
Arquitectura de cerámica en Irán

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Irán

 


 

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