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Ciudades de porcelana

Del azulejo como una de las Bellas Artes

 

   La utilización de azulejos en paredes y pavimentos era corriente en Oriente Medio y Persia desde la antigüedad. El uso islámico del azulejo con reflejos metálicos empezó en Samarra, en la época de la dinastía abasí, y se propagó por el Egipto fatimí, llegando tan lejos como hasta al-Andalus por occidente, y el Indostán por oriente. 
   Consignemos para empezar que el término castellano 'azulejo' deriva obviamente de la palabra 'azul', el color del cielo sin nubes, pero quizá sorprenda Ciudades de porcelanamás saber que la etimología de 'azul' es precisamente de origen persa: 'lazurd' (= azul), que a su vez viene de 'lazaward', que significa 'lapislázuli', el mineral (alumosilicato de sodio) de color azul intenso y brillo vítreo considerado como piedra preciosa ya en el Egipto de los faraones y en la antigua Mesopotamia. El vocablo 'azulejo', que designa a diversos tipos de ladrillo vidriado, es por otro lado de origen árabe ('azz-zulaiy'), y éste a su vez deriva también del persa 'lazurd'. Es significativo que el azul sea el tono predominante en la decoración cerámica de los edificios persas musulmanes, una especie de 'color corporativo' o marca de fábrica de Irán, cuya denominación de origen llegó a hacerse universal. 
   La tradición iraní del uso de cerámica vidriada para la ornamentación de los edificios monumentales tiene remotos precedentes en Babilonia y en el arte persa aqueménida (como el famoso friso de los Arqueros, procedente del palacio de Darío en Susa, hoy en el museo del Louvre), y prosiguió con los sasánidas. Esta usanza resucita tras varios siglos de letargo con los abasíes (la ornamentación de ladrillos vidriados color lapislázuli de la mezquita aljama de Bagdad, del 903, es un buen ejemplo), y se renueva en tiempos de Malik Shah, monarca de la dinastía de origen turco conocida como de los selyúcidas (1038-1194; no confundir con los seléucidas, de Seleuco, general de Alejandro Magno y uno de sus sucesores tras la desintegración del imperio). Los arquitectos islámicos habían heredado las técnicas del ladrillo cocido de los romanos y los sasánidas. Fueron los selyúcidas quienes introdujeron el sistema de alternar ladrillos en entrantes y salientes para crear efectos de claroscuro e inscripciones caligráficas en relieve. La decoración selyúcida se caracteriza también por el empleo de mosaicos muy sobrios que contrastan sobre un fondo continuo de ladrillo cocido color ocre (foto07). 

   Más tarde, en el siglo XIII, se difunde en Irán la cerámica vidriada de formas hexagonales y estrelladas. Empieza a tener gran desarrollo el mosaico de azulejo, de técnica muy distinta al mosaico clásico grecorromano: mientras en éste los elementos básicos son las teselas (pequeños trozos de mármol prismáticos, más o menos similares en forma), el mosaico de azulejo en Persia se compone de piezas cerámicas minuciosamente recortadas Ciudades de porcelanaen diversos perfiles y tamaños, que se ensamblan unas con otras encajándose como en un puzzle para formar complicados dibujos de conjunto. Los artesanos tallaban sus piezas en placas de azulejo usando cincel, regla y patrones de papel. Luego las colocaban sobre un enlucido de yeso con el dibujo previamente abocetado, o bien directamente sobre el muro, o sobre grandes planchas que luego se trasladaban al muro. Si las superficies a cubrir eran curvas o esféricas (como en bóvedas, cúpulas, o alminares cilíndricos) se usaban paneles de base con la forma curva adecuada, equivalente a la superficie curvada a decorar. 
   El primer edificio totalmente recubierto con esta técnica sería la madrasa de Sirçali en Konya (Turquía), que data de 1242, aunque el mosaico de azulejo alcanzará una riqueza sin precedentes en la Turquía otomana y en la Persia safávida de los siglos XVI y XVII. 
   La decoración de la época timúrida (siglos XIV-XV) es todavía sobria, también con mosaicos de azulejo, con cada pieza recortada según la forma exigida por el diseño, pero predominando en este caso las líneas curvas y sinuosas, con motivos tomados del mundo vegetal: flores, hojas, tallos, hierbas y zarcillos. El número de colores se reduce al mínimo. Sólo hay cuatro tintas básicas: los azules (claro y oscuro), el blanco, el castaño rojizo y el verde, pero los artesanos consiguen, combinándolas entre sí, contrastando los primeros términos con las superficies de fondo, unas composiciones ornamentales llenas de gracia y vivo colorido, nunca chillonas ni recargadas, sino equilibradas y gratificantes para la vista, tanto en su conjunto como en los detalles. Bajo los timúridas se reconstruyeron y ampliaron gran número de edificios de épocas anteriores, que fueron embellecidos con sus propias pautas estéticas, cuya fuente de inspiración llegaba desde lugares tan lejanos como Bujara y Samarcanda (donde se halla el mausoleo de Timur o Tamerlán, fundador del imperio timúrida), en Uzbekistán (ver en fotoAleph exposición Uzbekistán. Una república ex-soviética de Asia Central). 
 
   Es con los sefawi o safávidas (1501-1732), y sobre todo con Shah Abbas a principios del siglo XVII, cuando la decoración de cerámica desarrolla toda su potencialidad y alcanza su perfección. La dificultosa técnica del mosaico Ciudades de porcelanava siendo sustituida por la de los kasis, baldosas de azulejo policromado con esmaltes, de forma cuadrada para cubrir superficies planas, o triangular y trapezoidal para cubrir superficies curvas, que simplifica y acelera el proceso de revestimiento de los muros. Los paramentos de kasis de azulejo vidriado cubren la totalidad de fachadas y frontispicios, ocultando su estructura más que mostrándola, como si fueran mantos o pantallas (foto45). El tratamiento de la caligrafía, los diseños geométricos y los temas vegetales alcanza un barroquismo inusitado (muy distinto al arte barroco europeo, del que es, sin embargo, contemporáneo), pero equilibrado por el rigor de sus proporciones y la abstracción extrema de su concepción formal. Y propone diseños siempre nuevos, cada vez más virtuosos e imaginativos. Los mejores ejemplos los encontraremos en Isfahan. 
   Tras los safávidas, y con las últimas dinastías regentes en Irán, el arte de la cerámica aplicada a la arquitectura entra en una fase de decadencia que se manifiesta en un progresivo manierismo ornamental. Se introducen nuevos colores (el rosa) y nuevos temas iconográficos, pero la inspiración mengua y no hace sino rizar el rizo de lo ya logrado en siglos anteriores. Los revestimientos cerámicos van perdiendo las funciones estructurales primitivas que se daban, por ejemplo, con los selyúcidas, y van pasando a ser meros recubrimientos de aplacados o baldosas que ocultan las verdaderas estructuras, con un fin simplemente decorativo y carentes de verdadera necesidad orgánica. 
   Pese a ello hay que reconocer que en Irán nunca llegó a perderse el arte del azulejo, que sigue vivo y pujante hoy en día. De hecho, los antiguos monumentos de la Persia islámica son objeto de continuas restauraciones, y éstas se realizan con la misma destreza técnica y el mismo sentido estético de que hacían gala los antepasados en el oficio. No es difícil toparse por las calles con talleres de alfarería decorativa, donde se puede admirar a los artesanos en plena faena, cincelando piezas de mosaico o pintando a mano azulejos con esmaltes de colores (foto71). Las fachadas, los portales, las superficies de iwanes y cúpulas son constantemente rejuvenecidos con flamantes labores en cerámica esmaltada, en mosaico de azulejo, en loza vidriada, en mocárabes y estalactitas, de diseños tan complejos, delicados y armoniosos como los de antaño. Las piezas deterioradas son sustituidas con mimo por otras de nueva factura, y los edificios brillan con un fulgor y un colorido siempre renovados, como si estuvieran moldeados en porcelana fina. ¿Qué es lo nuevo y qué es lo antiguo en estas obras de arte, en estas ciudades de porcelana? En el fondo poco importa. Su belleza es la misma.  

 

 

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FotoCD19

Ciudades de porcelana
Arquitectura de cerámica en Irán

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Irán

 


 

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   Fotografías:  Ramon Pouplana Solé