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Capadocia. La tierra de los prodigios

Capadocia. Breve historia

 

   Capadocia es el nombre antiguo de la región de la península anatólica (actual Turquía) comprendida entre la Galacia al norte, los montes Taurus al sur, el Distrito de los Lagos al oeste y el río Eúfrates al este. Se cree que deriva del término 'Katpadukya' (= 'Tierra de bellos caballos'), pues los caballos de la región tenían fama desde que habían sido ofrecidos en obsequio al rey asirio Asurbanipal, y a los emperadores persas Dario y Jerjes. Hoy el topónimo de Capadocia se aplica a la comarca en torno al triángulo formado por las ciudades de Nevsehir, Kayseri y Nidge, que se caracteriza por las fantásticas formaciones litogénicas creadas a lo largo de los siglos por la erosión de las gruesas capas de ceniza y lava volcánica solidificadas que conforman su suelo.
Capadocia   Capadocia fue un país abierto a todos los vientos invasores. Sus más antiguos asentamientos se remontan al paleolítico, y también subsisten vestigios hititas, neo-hititas, asirios, persas, griegos y romanos, aunque la mayor parte de los monumentos que podemos admirar allí hoy en día daten de la época cristiana y sean de estilo bizantino.
   Hay registros arqueológicos del siglo VI a C, de cuando Capadocia era una satrapía persa y tenía templos zoroastrianos y una nobleza feudal iranizada. La región mantuvo ese carácter iranio hasta los tiempos de la ocupación romana.
   Alejandro Magno, en su reconquista del imperio persa, rodeó la Capadocia pero no penetró en ella, y este territorio persistió como una brecha rebelde abierta en el interior del nuevo imperio macedonio. Fue su general Pérdicas quien en 322 a C sometió la zona, que se había convertido en refugio montañoso de muchos seguidores de Darío III. A la par que el imperio de Alejandro se desmembraba, Capadocia recobró la independencia, regida por una aristocracia irania y un linaje de reyes que, paradójicamente, acuñaban monedas griegas; este estado de cosas duró hasta la victoria de los romanos en Magnesia (190 a C).
   Cada cultura dejó impresas sus propias señas de identidad, y así podemos constatar que no toda la Capadocia es bizantina, cuando vemos cerca de Göreme, suspendido a media altura de un descomunal pitón rocoso, un inconfundible edificio romano excavado en la piedra (foto049), con su umbral de perfectas formas rectilíneas, con sus dos columnas toscanas de fachada que no sustentan entablamento alguno, sino que cuelgan como encoladas al dintel, al faltarles la casi totalidad de sus fustes. Capadocia había sido aliada y cliente de los romanos, y en esa época gozaba ya del rango de provincia de Roma.
   Capadocia se mantuvo fiel en su alianza con los romanos, a pesar de los ataques pónticos y armenios del siglo I a C. En el año 17 d C fue anexionada a Roma como provincia por Tiberio. Controlando los pasos estratégicos de los montes Taurus, Capadocia permaneció como un bastión del Imperio Romano de Oriente hasta el siglo XI.
  
  
  
Monjes y trogloditas
  
   El horizonte abierto tras la conquista de Asia por Alejandro Magno "proporcionó a los viajeros una nueva libertad. Los monjes budistas de Asoka partieron en viajes misioneros desde la India hasta Siria, donde puede que estimularan la aparición de los primeros movimientos monásticos en la historia del Mediterráneo."
   (Robin Lane Fox, Alejandro Magno, conquistador del mundo)
    
   La antigua capital de Capadocia, Cesárea (actual Kayseri) se convirtió a partir del siglo III d C en un importante centro religioso de la cristiandad.
   Las más antiguas trazas de asentamientos monásticos en la Capadocia son del siglo IV d C. El movimiento monacal había sido impulsado en Anatolia por el obispo de Cesárea Basilio el Grande. Junto con él destacan en esta época otros teólogos de los llamados Padres Capadocios, como Gregorio de Nyssa y Gregorio Nacianceno.
   El fenómeno del eremitismo, que empezó a propagarse por Asia Menor durante ese lapso impreciso en el que el centro de gravedad del imperio estaba basculando de occidente a oriente, de Roma a Constantinopla, no es un fenómeno exclusivo de Capadocia, sino que se produjo en diversos países del Viejo Mundo. Las ciudades se abandonaban y contingentes de ciudadanos se desplazaban al campo, cambiando la forma de vida urbana por una vida de retiro espiritual.
   Algunos de estos cristianos renuncian por completo a la vida social y se retiran a la soledad del desierto o de los montes, a vivir entre privaciones como eremitas o ascetas, "lejos del mundanal ruido", de modo muy similar a lo que hoy sucede en la India con los rishis o renunciantes. 
   Tenemos ejemplos tempranos de este movimiento eremítico, o fuga mundi, en Palestina, en Egipto (como ocurrió en la llamada 'Tebaida', donde los ascetas se retiraban a vivir en cuevas artificiales que en algunos casos no eran sino antiguas tumbas abandonadas de la época faraónica alrededor de la antigua Tebas del Nilo, y entre los que hay que mentar un personaje como San Antonio, el de las tentaciones, cuyo ejemplo tuvo muchos seguidores) y en Siria (con Simeón y los estilitas, ascetas cuya renuncia consistía en pasar toda su vida en lo alto de una columna o stylé. ¿Recuerda usted Simón del desierto de Luis Buñuel? No era surrealismo, era historia; las pruebas arqueológicas están en Qalat Samaan).
   Otros cristianos deciden vivir apartados de la sociedad pero agrupados y organizados en cenobios o monasterios, como monjes, practicando el celibato y dedicándose a la oración y a la vida contemplativa. Hacia el siglo VI d C empiezan a esculpirse las primeras iglesias cristianas en los paredones y chimeneas de hadas de Capadocia. Los rasgos formales de estos templos rupestres van evolucionando a lo largo de los siglos, de más sencillos a más complejos, pero siempre en paralelo a la evolución estilística de la arquitectura bizantina convencional. Lo que empezaron siendo simples cámaras de planta rectangular terminaron creciendo y complicándose hasta convertirse en 'catedrales' de tres naves columnadas y dos pisos, con vestíbulos, bóvedas, criptas, capillas anexas... 
   Los enterramientos de los monjes se hacían en fosas rectangulares talladas en el mismo suelo rocoso de los monasterios y tapadas con losas.
   Parecidos ejemplos de concentraciones monacales tuvieron lugar en otras zonas de Turquía en el mismo periodo histórico, como puede verse en las agrestes montañas de Heracleia del Latmos, cerca de Mileto, o en la remota Bin Bir Kilise (las 'Mil y Una Iglesias') en la antigua región de Licaonia, cerca de Karaman.

  
   La arquitectura rupestre de Capadocia es mundialmente célebre, pero es menos sabido que este fenómeno también se produjo en la Edad Media en otros países de Europa muy alejados entre sí, como Bulgaria (monasterio rupestre de Ivanovo), el sur de Italia y Sicilia (pongamos como ejemplo los sassi de Matera, en la región de Basilicata), Francia (celdas rupestres en los farallones del valle del Loira), y España (mencionaremos los poco conocidos eremitorios rupestres prerrománicos concentrados en torno al alto valle del Ebro, en las provincias de Cantabria, Burgos, La Rioja, Alava y Navarra, que no sólo son coetáneos de los de Capadocia, sino similares en muchos de sus elementos estructurales y estilísticos).
   A partir del siglo VII d C, como consecuencia de las cada vez más frecuentes incursiones árabes, los habitantes de Capadocia se agrupan en comunidades troglodíticas, más fáciles de defender. Los peñascos y chimeneas, los acantilados y farallones de los barrancos son cavados, socavados, con redes internas de galerías, cámaras, estancias, pozos, escaleras... que constituyen en conjunto auténticos termiteros humanos. Iglesias, capillas, monasterios con múltiples celdas son tallados, cincelados, perforados en la blanda roca volcánica.
Capadocia   Otras muchas ciudades son literalmente subterráneas, como Kaymakli o Derinkuyu: laberintos de túneles y galerías que se internan bajo el suelo de roca a varios niveles de profundidad, con solo una pequeña boca de salida al exterior, que quedaba inadvertida en medio de una llanura. En algunas de estas ciudades subterráneas podía refugiarse en caso de amenaza una población de hasta mil personas, con sus rebaños de reses y ovejas, que se abastecían de agua mediante un complejo sistema de cisternas y respiraban aire que circulaba por pozos de ventilación.
   El monacato en Capadocia llegó a su apogeo en la época iconoclasta (725-842 d C), tras la prohibición por el emperador bizantino León III el Isaurio de la adoración de iconos y las representaciones pictóricas o escultóricas de figuras humanas. Se distinguen perfectamente los edificios religiosos de este periodo por la austeridad de la decoración mural de sus interiores, a base de símbolos abstractos y geométricos (la cruz como elemento recurrente), superficies en tablero de ajedrez (foto073) o de formas lineales, utilización de pocos colores, llegando a la monocromía.
   Esto cambió tras la Restitución de las Imágenes (842 d C), produciéndose entonces una explosión de colores y formas que desarrolló una compleja iconografía basada en episodios y personajes de las Sagradas Escrituras cristianas. Las escenas aparecen encuadradas y distribuidas en registros (foto056), mientras que los medallones exhiben imágenes de santos venerados por los bizantinos (foto075). Las iglesias y pinturas destruidas en el periodo anterior fueron restauradas.
   La región fue ocupada por los turcos selyúcidas a partir de 1071, pero éstos no interfirieron en la religión y modos de vida de los cristianos. Así lo demuestran las iglesias del valle de Peristrema, que fueron decoradas con frescos de temas evangélicos hacia el siglo XIII. Más tarde, bajo los turcos otomanos, musulmanes y cristianos convivieron también en esta región sin grandes conflictos.
   No obstante, tras las invasiones selyúcida y otomana, los monasterios y eremitorios cristianos de la Capadocia fueron poco a poco desapareciendo y transformándose por la labor de los habitantes locales en viviendas, establos, palomares, molinos (foto097) o almacenes.
   Los selyúcidas construyeron en la Capadocia y a lo largo de la entera Anatolia numerosos caravasares o albergues para caravanas, a una jornada de distancia unos de otros, donde hacían etapas los mercaderes de la Ruta de la Seda con sus camellos. 

 

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FotoCD63 
    
Capadocia
La tierra de los prodigios

© Sara Aguirre
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Fotografías: Sara Aguirre, Eneko Pastor y Angel Salaberri 
Realizadas en Capadocia (Turquía)

    
 


 

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