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Angkor
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Angkor Thom, la gran ciudad muerta
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Angkor Thom = 'Gran Capital'.
Situada a 1,5 km al norte de Angkor Vat. Fundada por Jayavarman VII a finales del siglo XII, sobre el asentamiento de una ciudad anterior (de Udayadityavarman II) cuyo centro y templo de Estado era el Baphuon, y que había sido arrasada en 1177 por la invasión de los cham. Fue la última ciudad fundada por el imperio jemer en la zona de Angkor.
Se ha estimado que la población de Angkor Thom pudo haber alcanzado en su tiempo la cifra de un millón de habitantes.
El trazado urbano de esta ciudad es de planta cuadrada, con un área de 10 km2 cercada por una muralla de más de 12 km de perímetro, a su vez resguardada por un foso de 100 m de ancho que la rodea por su exterior. En el centro mismo del cuadrado se levanta el Bayon, templo de Estado de Jayavarman VII, y al norte de este templo se extiende el recinto del palacio real: una distribución habitual en el urbanismo jemer.
Angkor Thom es, junto a Angkor Vat, una de las zonas monumentales más grandiosas entre las que se conservan en Angkor. En el interior de sus murallas subsisten las ruinas de un gran número de edificios religiosos y civiles, como los templos de Baphuon y Phimeanakas (ambos anteriores a la fundación de la urbe), el célebre templo de Bayon (con sus más de 50 'torres de caras'), el Palacio del rey (con su Terraza de los Elefantes y su Terraza del 'Rey Leproso'), y una multitud de santuarios más pequeños, como los cuatro Prasat Chrung, los cinco templos de Preah Pithu, los dos Kleang, el Tep Pranam, el Preah Paliley, y las doce torres del Prasat Suor Prat. Mencionemos también las cinco puertas monumentales de la muralla y las avenidas que conectaban estas puertas con los edificios principales.
- Puertas de la muralla
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Caminábamos desde hacía una hora a través de la ininterrumpida fronda, por entre flores gigantescas, cuando, por fin, se alzan ante nosotros las fortificaciones de la ciudad, siempre en plena noche verde, bajo el entrelazado del ramaje. Antiguamente estaban protegidas por fosos de cien metros de anchura, que la tierra y las hojas secas acaban de rellenar, y tenían cuatro leguas de perímetro. Hoy se las tomaría por peñascos, por lo altos y toscos, deformados por el trabajo paciente de las raíces, invadidas por la maleza y por los helechos. Y la 'Puerta de la Victoria' por la que vamos a pasar, parece al primer golpe de vista la entrada a una caverna franjeada de lianas...
Pasando esta puerta, coronada por sombrías figuras, penetramos en lo que fue la inmensa ciudad.
Preciso es saberlo; pues, en lo interior de las murallas, la selva se prolonga tan sombría, tan apretada, y desplegando hacia lo alto su ramaje secular.
(Pierre Loti, Peregrino de Angkor)
Las larguísimas murallas de laterita de Angkor Thom, de más de 3 km de lado, y 8 m de altura, pueden ser atravesadas por cinco puertas monumentales. Cuatro de ellas están situadas en el justo centro de cada cara del cuadrado, orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. Dos avenidas conectan respectivamente la puerta norte con la puerta sur, y la puerta este con la oeste, cruzándose en el centro del cuadrado de la ciudad, punto donde se levanta el Bayon. Un quinto portalón, llamado 'Puerta de la Victoria', se abre en la cara oriental de la muralla, unos quinientos metros al norte de la Puerta Este, y de allí parte otra calzada (la 'Avenida de la Victoria') que discurre paralela a la avenida este-oeste y va a parar a la parte central de la Terraza de los Elefantes, donde se halla la entrada principal al Palacio Real de Jayavarman VII.
Estas cinco puertas monumentales son casi idénticas en su factura. El alto umbral de sus entradas está coronado por cuatro gigantescas cabezas que miran a los cuatro puntos cardinales. Se trata de la efigie del bodhisattva Lokeshvara, con los rasgos del rey Jayavarman VII (que se identificaba con aquél), tocado con una alta tiara y adornado de joyas, con los párpados semicerrados en actitud de meditación, y una suave sonrisa esbozada en el rostro. Las descomunales cabezas están realizadas con sillares de piedra caliza moldeados a propósito para obtener con su superposición los rasgos faciales del bodhisattva-rey. De forma que componen una edificación que es a la vez una colosal estatua. Arquitectura y escultura fusionadas en una unidad inseparable. Por dentro las cabezas están huecas, encerrando una alta bóveda. A uno y otro lado del umbral, sendas esculturas de Indra sobre el elefante de tres cabezas Airavata flanquean la puerta. Las seis trompas de los elefantes aferran racimos de flores de loto. La composición se completa con hileras de figuras orantes sentadas por encima de las estatuas de Indra, y dos apsaras o ninfas celestiales danzantes.
Para acceder a estas puertas hay que atravesar el foso acuático de 100 m de ancho que confina la ciudad, pasando sobre diques a modo de puentes. Estas pasarelas están parapetadas por balaustradas compuestas por estatuas gigantes tomadas del motivo mítico del 'Batido del Mar Lácteo'. La balaustrada de la izquierda (mirando a la puerta) está compuesta por una fila de 54 devas o dioses sosteniendo con sus manos una naga o cobra sagrada. La fila de la derecha se compone de 54 asuras o demonios enfrascados en el mismo cometido.
Esta disposición se repite en las cinco puertas, pero sólo en el puente de la Puerta Sur (que ha sido restaurada) se puede apreciar con claridad, al estar las balaustradas de los restantes puentes muy destruidas.
- Prasat Chrung
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Prasat Chrung = 'Templo de Esquina'.
Además de las cinco grandes puertas que jalonan las murallas de Angkor Thom, hay que señalar los cuatro templos llamados Prasat Chrung que se levantan en las esquinas del inmenso cuadrado que dibuja la muralla.
Sólo se puede llegar a ellos tras caminar un kilómetro y medio desde cualquiera de las puertas, por el camino de ronda que recorre la muralla por su borde superior. Con una caída de 8 m por su exterior y una impenetrable vegetación selvática por su interior, no hay otra manera de acceder a estos solitarios templos.
Son de tamaño relativamente pequeño. Están encuadrados dentro de un muro con entrada al oeste. Y constan de un solo cuerpo de planta cruciforme, precedido por una terraza, con cuatro porches (dos con entradas verdaderas y dos con puertas ciegas) y con la cella coronada por una torre. Están embellecidos con las habituales devatas en nichos, frontones historiados y techumbres imitando tejas.
Cerca del Prasat Chrung de la esquina sudoccidental de la muralla, se puede descubrir, escondida en la densa vegetación, una sexta puerta, la puerta 'secreta' de Angkor Thom. Se trata en realidad de cinco largos y oscuros túneles abovedados que en paralelo traspasan la muralla de lado a lado, y que al parecer servían para evacuar las aguas almacenadas en un gran estanque vecino: el Beng Thom. Hoy día los campesinos utilizan estos túneles para penetrar en Angkor Thom, cortar leña en sus bosques, y salir del recinto con su carga, teniendo que vadear por añadidura el foso de 100 m de ancho que circunda la ciudad muerta, cosa que hacen, el cuerpo sumergido hasta la cintura y los haces de leña sobre la cabeza, por una zona donde las aguas son menos profundas.
Bayon, los mil rostros de Buda
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Cerca de media hora de marcha por esta selva sembrada de restos que es la mortaja de una ciudad en la que, cada piedra, lleva el rastro de una antigua escultura; en la que los guijarros recogidos entre la hierba representa una máscara humana. Y luego henos aquí ante un informe amasijo de rocas, una especie de montaña sobre la cual las 'higueras de las ruinas' despliegan soberbias sus grandes sombrillas verdes: aquí es. Estas rocas fueron, antaño, erigidas por la mano del hombre; son artificiales; son los restos de uno de los más prodigiosos templos del mundo.
Su destrucción es aterradora. ¿Cómo han podido estas masas separarse así, inclinarse, rodar y confundirse en un caos? Hay torres que parecen haberse deslizado en un solo bloque; han descendido de sus basamentos, en una sola pieza. Y las pesadas terrazas se han inclinado. El suelo ha crecido en torno a ellas; el humus, al correr de los siglos, ha comenzado por escalar las altas escaleras, tratando de tragárselo todo.
A través del follaje semiobscuro, se divisa desde aquí como un caos de rocas. La selva lo estrecha fuertemente por todas partes, lo ahoga y lo estruja. Inmensas 'higueras de las ruinas' acaban de destruirlo, asentadas por doquier, hasta en los vértices de las torres que les sirven de pedestal.
Levanto la cabeza hacia esas torres que me dominan, ahogadas de verdor, y me estremezco de pronto por un miedo desconocido, al ver una gran sonrisa, clavada en mí, que sobre mí cae de lo alto... Y después otra sonrisa más, a lo lejos, sobre un lienzo de muralla; y luego tres, y luego cinco y luego diez... Las hay por todas partes y estoy desde todas partes vigilado... ¡Las torres de las cuatro caras!
Son de proporciones de tal modo sobrehumanas estas máscaras esculpidas en el aire, que es preciso meditar para comprenderlas. Sonríen bajo su gran nariz chata y miran, con los párpados medio cerrados, con no sé qué feminidad caduca. Parecen viejas damas discretamente burlonas. Imágenes a las cuales, durante tantos siglos, ni el lento trabajo del bosque, ni las densas lluvias disolventes han podido arrebatar su expresión; la irónica bonachonería, más inquietante aún que el rictus de los monstruos chinos...
Cincuenta torres de distinto tamaño que se escalonaban; cincuenta piñas fantásticas, agrupadas en haces sobre un zócalo, grande como una ciudad, casi pegadas las unas a las otras, cortejo de una torre central gigantesca, de sesenta o setenta metros, que las dominaba a todas con su cúspide florecida por un loto de oro. Y, desde lo alto de los aires, las cuatro caras que ostentaba cada una de ellas, mirando a los cuatro puntos cardinales, mirando por doquier a través de los inclinados párpados, con la misma expresión de irónica piedad y la misma sonrisa, afirmando, repitiendo de un modo obsesionante, la omnipotencia del dios de Angkor.
(Pierre Loti, Peregrino de Angkor)
Hoy el templo de Bayon, que se alza en el mismo centro geométrico del inmenso cuadrado de Angkor Thom, ya no se halla en el estado en el que lo encontraron los viajeros del siglo XIX y principios del XX, pues ha sido desbrozado de su manto de vegetación, y sus torres reconstruidas en la medida en que fue posible. Hasta 1925 no se confirmó que pertenecía al culto budista.
Fue construido bajo el mandato de Jayavarman VII (1181-1219), y remodelado en varias ocasiones.
Se compone de tres recintos concéntricos y de niveles ascendentes, los dos exteriores rectangulares, el interior cruciforme, bordeando a la gran torre central, que excepcionalmente es de planta redonda. Una terraza vigilada por leones y nagas conduce, pasando entre dos estanques, al gopura oriental de entrada, que atraviesa una galería de circunvalación porticada con una doble fila de columnas. Otros tres gopuras cortan la galería por los otros tres lados, y también hay pabellones coronados por torres en las cuatro esquinas del rectángulo.
Las columnas prismáticas de estos gopuras, que sustentaban bóvedas que se desplomaron, exhiben en sus cuatro caras graciosos bajorrelieves de apsaras danzando con acrobáticos movimientos de piernas.
En el lado oriental del patio enmarcado entre el tercer y segundo recinto se levantan dos altas 'bibliotecas' simétricas. Hay que ascender por estrechas escaleras para llegar a la galería de circunvalación del segundo recinto, que tiene una triple nave hipóstila cubierta con falsas bóvedas y semibóvedas. Los gopuras triples que atraviesan por sus cuatro lados la galería, así como los pabellones esquineros, sostienen en total 16 'torres de caras', con cuádruples rostros de Lokeshvara mirando a los cuatro puntos cardinales. Los motivos escultóricos de esta galería son predominantemente de inspiración hindú, lo que puede deberse a la reimplantación del culto hinduista como religión de Estado, dictada por Jayavarman VIII a fines del siglo XIII.
La plataforma con planta en forma de cruz griega del primer recinto, o central, en el nivel superior, ocupa casi todo el espacio del segundo recinto, y la cruz toca con sus brazos los cuatro lados del rectángulo que la circunscribe, quedando en las cuatro esquinas espacios abiertos muy profundos, que más parecen pozos que patios. Sus galerías se ensamblan armoniosamente con la galería del segundo recinto, formando una unidad de conjunto, de trazado un tanto laberíntico. Se sube al nivel superior, situado 3 m por encima del segundo nivel, por escaleras muy angostas.
La terraza del nivel superior está ocupada por una auténtica cordillera de torres de caras, rodeando el gran prasat circular central, con perfil de stupa o relicario budista, de 25 m de diámetro y cuya altura alcanza 43 m sobre el nivel del suelo. Cada torre exhibe cuatro caras de Lokeshvara, que en este caso simboliza también a Buddharaja, el Buda-rey, que vigila los cuatro puntos cardinales del reino, y custodia a sus habitantes, concediéndoles sus bendiciones y garantizando su prosperidad. Originalmente había 54 torres-cara en Bayon, lo que suma un total de 216 rostros de Buda, sonriendo desde todos los ángulos del templo. Se diría que estamos en un palacio habitado por un ejército de gigantes.
Las ocho capillas triangulares que se abren bajo el prasat central tienen una distribución radial que evoca el dharmachakra o Rueda de la Ley que puso en marcha el Buda, cuyos ocho radios representan las ocho sendas del budismo para alcanzar la liberación. La cella circular en el centro de esta rueda albergó en su día una estatua de Buda sentado sobre los anillos de la serpiente Mucilinda, que fue destruida y desalojada de allí tras la reinstauración del brahmanismo, aunque sus restos han podido ser rescatados y restaurados. La estatua está hoy instalada cerca del Kleang sur.
Relieves de Bayon
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Para adornar los muros de Bayon, se concibieron con exuberante prodigalidad desarrollos de bajorrelieves sin fin. Y son también batallas, confusiones de furor, carros de guerra, procesiones interminables de elefantes y grupos de Apsaras y de Devatas con pomposas coronas. Todo ello se borra y muere bajo los musgos. La factura es aquí más infantil, más salvaje que en Angkor Vat: pero la inspiración se revela más violenta, más tumultuosa. Y una profusión tal desconcierta.
(Pierre Loti, Peregrino de Angkor)
Los relieves de Bayon son de gran interés por el hecho de que, a diferencia de los de Angkor Vat, no se refieren sólo a temas míticos de la literatura hindú, sino que describen acontecimientos reales ocurridos en la historia reciente del reino jemer, y asimismo reproducen escenas de la vida cotidiana de los habitantes de Angkor. Por primera vez aparecen en los paneles no sólo dioses, reyes y héroes, sino personas de extracción humilde como campesinos y artesanos. Puede que la filosofía budista tenga que ver con ello, pues el budismo hace hincapié en el ser humano y no en los dioses, como sujeto de iluminación y liberación.
Su estilo es un poco más rígido y esquemático que el de los relieves de Angkor Vat, pero comparte con éstos su horror vacui, que no deja un respiro entre figura y figura, y la minuciosa atención a los detalles.
En los muros interiores de la galería del tercer recinto, de 4,5 m de alto y recorriendo todo el perímetro del corredor, se puede ver una secuencia continua de escenificaciones de la batalla naval de Tonlé Sap, donde Jayavarman VII derrotó a los cham (pueblo proveniente de Champa, en la actual Vietnam) que habían invadido y arrasado el reino jemer unos años antes. Cada figura se distingue individualmente, y podemos identificar a los cham por sus curiosos cascos en forma de flores invertidas. Se puede reconocer a los ejércitos avanzando en formación, los suministros de vituallas, desfiles triunfales, escenas de sacrificio, y también, intercaladas, escenas de la vida corriente, mercado, peleas de perros y gallos, actividades culinarias y artesanales, etc., con telones de fondo fielmente reproducidos del natural: árboles y plantas, animales, peces y otras criaturas del mundo acuático; y también viviendas populares construidas sobre pilotes, que permiten hacernos una idea sobre la arquitectura civil de la época, de la que no quedan vestigios, pues fue realizada en materiales degradables. Tanto las formas de estas casas, como las de los muebles y utensilios, son las mismas que se pueden ver en los entornos rurales de la actual población jemer de Camboya.
- Palacio Real
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Estos fueron palacios; aquí vivieron reyes prodigiosamente fastuosos –de los que no se sabe nada. Son construcciones humanas estos peñascos que ahora forman un todo con la selva y que miles de raíces envuelven y estrechan como pulpos.
(Pierre Loti, Peregrino de Angkor)
El Palacio Real de Jayavarman VII fue erigido al norte de Bayon sobre los solares de un palacio anterior iniciado por Rajendravarman (944-968) y ampliado por Suryavarman I, cuyo templo Phimeanakas aún subsiste absorbido dentro de las murallas del recinto palaciego definitivo.
Actualmente el palacio es más bien un bosque de altísimos árboles, algunos de cuyos claros están salpicados de estanques rectangulares bordeados de terrazas escalonadas de piedra que se sumergen en el agua. Los paramentos verticales que contienen las aguas del estanque llamado 'Baño de la Reina' (de 125 x 45 m) despliegan una ininterrumpida sucesión de relieves tallados con hileras de figuras orantes sentadas en postura de loto, y divinidades masculinas y femeninas de delicada factura. Los musgos, el moho y los líquenes no consiguen marchitar su belleza. El escalón inferior, que toca el agua, muestra todo un zoo de animales acuáticos como peces, cocodrilos, tortugas, ranas...
Los amplios terrenos del palacio (14 hectáreas) estaban encuadrados dentro de una muralla de laterita de 585 x 246 m de lado, y 5 m de alto, reforzada a su vez, como era habitual, por un foso. Cinco bellos gopuras de planta cruciforme y coronados de torres ornadas de frontones superpuestos permitían atravesar la muralla. El gopura más importante era el oriental, que estaba alineado por el exterior con la escalinata central de la Terraza de los Elefantes.
- Terraza de los Elefantes
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Esta terraza forma parte también del complejo palaciego de Jayavarman VII.
Se trata en realidad de una larga balconada del mismo Palacio Real, que dominaba desde oriente la explanada de la llamada Plaza Real: un amplio terreno deforestado en medio del boscaje que cubre Angkor Thom, y que servía como campo de celebraciones de distintas ceremonias, desfiles, espectáculos circenses, carreras de carros y competiciones deportivas (como el juego de polo, importado de la India), tal como ilustran los relieves de una de sus paredes. La familia real y la corte se asomarían sobre esta balconada con el fin de presenciar, desde un punto de vista privilegiado, las actividades que tenían lugar en la plaza.
La terraza mide 300 m de longitud y 4 m de altura. Tres escalinatas en la parte central y dos en los extremos laterales permiten ascender a la plataforma superior, que está parapetada con balaustradas de nagas. No faltan tampoco las habituales parejas de leones guardianes. Cada una de las escaleras está flanqueada por seis elefantes, divididos en dos grupos de tres, con las testas tocadas con tiaras, y las trompas hurgando en macizos de flores de loto. Altorrelieves con elefantes de perfil, montados por conductores, cubren la pared continua de la terraza, excepto en algunos tramos, que son sustituidos por relieves de Garudas atlantes.
Detrás de la escalera más septentrional, los arqueólogos han sacado a la luz otra estructura que había quedado oculta, sepultada en el interior de la terraza. Los altorrelieves que la cubren están muy bien conservados, y muestran guerreros, danzarinas, y un caballo de cinco cabezas cuyo significado aún no se ha sabido interpretar.
Más atrás, erigida sobre el nivel superior de la terraza, una plataforma coronada por un gran loto de piedra muestra en su frontis un abigarrado grupo de figuras divinas en torno a Rahu, el demonio que provoca los eclipses, también escoltado por dos tríos de elefantes.
- Terraza del 'Rey Leproso'
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Atribuida a Jayavarman VIII (1243-1295).
Situada en el extremo norte de la Terraza de los Elefantes, y ensamblada con ésta.
Probable terraza de cremaciones de los difuntos de la familia real.
Este curioso monumento funerario, que no se asemeja a ningún otro de Angkor, debe su nombre a la estatua de un personaje sedente que estaba instalada en lo alto de la plataforma, y que para su mejor conservación ha sido sustituida por una réplica, custodiándose el original en el Museo de Phnom Penh. Es un desnudo masculino al que el tiempo ha mutilado una mano y un pie y que parece carecer de genitales, por lo que la imaginación popular lo ha apodado como el 'Rey Leproso'. En la tradición jemer, Jayavarman VII había contraído la lepra, y ese sería el motivo por el que mandó construir numerosos hospitales por todo su reino.
La estructura de esta terraza consiste en un bastión de planta más o menos cuadrada, que sobresale hacia la Plaza Real de Angkor Thom, con tres de sus caras quebradas en sucesivos retranqueos y la cuarta adosada a la pared frontal que prolonga hacia el norte la Terraza de los Elefantes.
Los muros del exterior están totalmente cubiertos por siete registros superpuestos ocupados por hileras ininterrumpidas de centenares de figuras sedentes en altorrelieve, que representan a divinidades en su mayoría femeninas. Nagas de siete cabezas rematan las esquinas del registro a nivel de suelo.
Detrás de estos muros se esconde un estrecho y oscuro corredor que perfora las interioridades del macizo de la terraza, realizando en su recorrido los mismos quiebros que se ven en el juego de esquinas y rincones del perímetro exterior. Las paredes del lado más interno del pasadizo despliegan una repetición de los grupos escultóricos de las fachadas exteriores del monumento, distribuidos también en una superposición de registros. Hileras de figuras femeninas con lujosos tocados y alhajas, y de una expresión inquietante, y de tanto en tanto un asura o demonio, blandiendo una espada. Son las divinidades del inframundo.
Este sinuoso pasadizo, preñado de temibles personajes, y donde se puede uno topar también con otro ejemplar de caballo de cinco cabezas, fue descubierto accidentalmente a raíz de unas excavaciones arqueológicas, y algunos expertos creen que estaba destinado a permanecer oculto, fuera de la mirada de cualquier ser humano, al simbolizar las entrañas del monte Meru, ámbito de los seres infernales.
- Tep Pranam
Foto 158
Templo casi totalmente desaparecido. Los escasos restos que sobreviven están datados a fines del siglo XII, y en el XVI.
Situado cerca de la muralla norte de Angkor Thom, entre la Terraza del Rey Leproso y el Prasat Chrung noroccidental, fue erigido sobre el enclave de un monasterio anterior (s. IX).
Una calzada conduce a una bella plataforma moldurada, protegida por soberbios leones rugientes y nagas de múltiples cabezas.
Poco más queda en este paraje del bosque, como no sea una gran estatua reconstruida de Buda, sentado bajo un pabellón moderno de madera. Esta modesta capilla es aún hoy un lugar de culto, que aquí se mantiene vivo y contrasta entre tantas ruinas muertas.
- Preah Paliley
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Situado cerca de la muralla norte de Angkor Thom, unos cien metros al este del Tep Pranam, y al norte del Palacio Real.
Santuario de culto budista, fechado a fines del siglo XIII o principios del XIV.
Tras la reacción antibudista de Jayavarman VIII a mediados del siglo XIII, las aguas volvieron a su cauce de tolerancia, y el budismo pudo en adelante convivir con el hinduismo. Lo prueba el hecho de que templos como el Preah Paliley y otros posteriores conserven intacta la iconografía búdica de sus estatuas y relieves, que no fueron martilleados como sucedió con otros.
Una doble terraza cruciforme con balaustradas de nagas de múltiples cabezas desemboca en el gopura de acceso al recinto, delimitado por una muralla de planta cuadrada de 50 m de lado. Este gopura es en sí un pequeño templo, de planta en forma de cruz y techos ornados con los habituales juegos de frontones lobulados superpuestos en recesión. Sus dinteles y frontones historiados narran en piedra un buen número de episodios de la vida del Buda Sakyamuni.
El templo propiamente dicho se levanta sobre una alta plataforma de arenisca, y lo que queda tras sucesivos derrumbes es una afilada torre central de aspecto troncopiramidal y 19 m de altura, en la cima de lo que semeja una colina natural de tierra, cascotes y hojas secas, en la que crecen inmensos árboles que hincan sus raíces como garras en el suelo y sobrepasan con creces la altura del prasat central. Quien consiga trepar a este empinado y accidentado montículo (un rótulo al pie advierte: 'Warning! Climbing at your risk'), podrá ver en el interior del templo un dintel con un buen relieve de Indra sobre su elefante. Los budistas no rechazaron, sino que asimilaron, la iconografía hindú.
- Prasat Suor Prat
Fotos 164, 165 y 166
Prasat Suor Prat = 'Torres de los Danzantes sobre Cuerdas'.
Doce estilizadas torres de laterita, engalanadas con frontones y antefijas de arenisca en forma de nagas, hacen de telón de fondo del escenario de la Plaza Real de Angkor Thom. Se alinean en el lado oeste de la plaza, en dos filas de cinco torres, separadas por la Avenida de la Victoria, que conduce a la Puerta de la Victoria, más otras dos torres retiradas en segunda línea. Detrás, y muy cerca, se levantan los dos edificios gemelos llamados Kleang Norte y Kleang Sur, que datan de antes de la fundación de Angkor Thom. Las entradas de todas estas edificaciones dan a la plaza.
Las torres de Prasat Suor Prat fueron erigidas en tiempos de Indravarman II, el inmediato sucesor del gran Jayavarman VII, en la primera mitad del siglo XIII.
El nombre de este conjunto proviene de la tradición popular, que dice que en la plaza se exhibían espectáculos de funambulistas que caminaban sobre cuerdas tendidas entre torre y torre. Su verdadera función es aún objeto de controversia. ¿Se trataría de atalayas desde las que los funcionarios o personajes importantes del reino podrían presenciar los juegos y ceremonias celebrados en la plaza?
- Preah Pithu
Fotos 167 y siguientes
Llaman Preah Pithu a un complejo de 5 templos (cuatro hinduistas y uno budista), dotados de calzadas, fosos y estanques, semiescondido en el bosque al nordeste de la Plaza Real de Angkor Thom, en un paraje aislado y poco transitado.
Están datados a fines del siglo XIII y en el siglo XIV, en la época en que ya se había restablecido la tolerancia religiosa tras la reacción antibudista de Jayavarman VIII.
Poco más se sabe de estos templos, ni siquiera qué relación tenían entre sí aparte de la de vecindad, ya que son anepigráficos: a diferencia de la mayoría de los santuarios de Angkor, éstos no contienen inscripciones que proporcionen pistas.
A falta de saber sus nombres, se les diferencia con un código: templos 481 T, 482 U, 483 X, 484 V, 485 Y. Cuatro de ellos tienen una estructura de pirámide escalonada con accesos axiales coronada por un prasat más o menos elaborado. El quinto (485 Y) es totalmente diferente y mucho más pequeño, constando de una sola nave al estilo hindú (vestíbulo + cella bajo torre), levantada sobre una terraza en talud.
Las piezas escultóricas de los distintos templos revelan el culto al que pertenecieron. Los frisos con hileras de ascetas sedentes en el templo 483 X denota su adscripción al budismo; el linga en el templo 484 V, al hinduismo en su rama sivaita, etc.
El bosque está plagado de serpientes sagradas, esas nagas de muchas cabezas que abren sus fauces en los parapetos de las calzadas, y a las puertas de los templos; o que asoman como gárgolas en lo alto de las cornisas. Abundan también los leones y los elefantes de piedra, diseminados por los campos.
El ímpetu constructivo de Jayavarman VII
Además de la grandiosa ciudad de Angkor Thom, el 'rey de reyes' Jayavarman VII (1181-1219) mandó construir un sinnúmero de monumentos religiosos y civiles que se expanden no sólo por Angkor, sino por todo Camboya, y más allá de Camboya, por los países colindantes de la Península Indochina que cayeron bajo los dominios del imperio jemer en su momento de máxima expansión.
Jayavarman VII nació en el seno de la familia real. Se sabe que hacia 1160 residió en el reino de Champa (en la actual Vietnam), que estuvo involucrado en una campaña bélica, y que regresó a Camboya en 1166. Doce años más tarde comandó los ejércitos jemer en una guerra de independencia contra los cham, que habían invadido y arrasado el país. Hubo una batalla naval en el gran lago Tonlé Sap, cercano a Angkor, donde los cham fueron derrotados. Se pueden ver imágenes de esta batalla en los muy descriptivos relieves del templo de Bayon. En los siguientes cinco años, Jayavarman consiguió restablecer la hegemonía jemer sobre los pueblos rivales. Y su prestigio creció imparable.
Ascendió al trono en 1181, embarcándose en una sucesión de campañas militares que dieron como resultado la anexión al imperio de partes de lo que hoy son Laos, Birmania y Malasia. Este fue el momento de máxima expansión del imperio de Angkor. El cénit de una civilización que iba a sumirse desde entonces en una larga decadencia hasta perecer y ser tragada por la jungla.
Se conocen también datos de la personalidad de su consorte, la reina Jayarajadevi, una dama muy religiosa y de fuerte carácter, que ejerció una intensa influencia en su marido el rey, sobre todo en lo que respecta a la implantación que tuvo lugar del culto budista mahayana como religión oficial del país.
Jayavarman VII llegó al poder a una edad muy avanzada, pasados los sesenta años, pero ello no le impidió dedicar sus últimas energías a uno de los más ambiciosos proyectos constructivos que se hayan llevado a término, no sólo en Angkor, sino en todo el mundo y en todas las épocas.
Erigió casi más monumentos que todos sus antecesores juntos. Además de la ciudad de Angkor Thom, con el Bayon como templo de Estado y su complejo palaciego anexo, hemos de mencionar otras ciudades/templo como Preah Khan, Ta Prohm o Banteay Kdei; la reconstrucción de estanques como el Srah Srang; el tendido de una gran red de carreteras que, irradiando desde el Bayon, llegaban hasta las provincias más lejanas; la fundación de más de cien hospitales (tenemos un ejemplo de templo-hospital en las ruinas de Ta Prohm Kel, foto 238) y de más de cien albergues de peregrinos y nómadas.
Jayavarman VII, que murió con más de noventa años de edad, ha quedado en la memoria de los camboyanos como un rey poderoso, el más poderoso de su historia, pero a la vez como un soberano benévolo y compasivo para con sus súbditos. La compasión y benevolencia que predica el budismo.
No faltan retratos de tan singular personaje. Y los rasgos faciales que vemos en los retratos escultóricos del rey conservados en los museos, con sus párpados bajos y su sonrisa de beatitud, los podemos reconocer, repetidos y ampliados a dimensiones colosales, en las efigies de las 'torres de caras' que coronan santuarios como el Bayon, las puertas monumentales de las murallas de Angkor Thom, o los gopuras de templos como Banteay Kdei o Ta Som.
No era simple culto a la personalidad. Era un medio de transmitir una doctrina. La doctrina de la meditación que propone el credo budista. Los gigantescos rostros que miran al horizonte desde las cuatro caras de esas torres son retratos del rey, pero también al mismo tiempo del bodhisattva Lokeshvara, que decidió, a pesar de haber llegado al estado supremo de nirvana, seguir reencarnándose en el mundo de los sentidos para guiar a los humanos por el camino de la liberación.
Exponemos a continuación una breve reseña de algunos de los monumentos que legó Jayavarman VII, además de los de Angkor Thom, ya enumerados más arriba:
Banteay Kdei
Fotos 239 y siguientes
Banteay Kdei = 'Ciudadela de las Celdas'.
Construido por encargo de Jayavarman VII en el emplazamiento de un anterior santuario budista del siglo X, del que no quedan vestigios, al oeste del estanque Srah Srang.
De culto budista, el templo fue probablemente erigido en homenaje al tutor del rey.
El complejo está confinado entre cuatro murallas rectangulares concéntricas; la exterior mide 700 x 500 m y contenía la zona residencial. Se entra al recinto por cuatro gopuras axiales coronados por torres de caras, con la efigie de Lokeshvara. Los edificios de piedra se alinean en el eje este-oeste formando una muy larga sucesión encadenada de calzadas, terrazas, nuevos gopuras, salas hipóstilas (una de ellas, la 'Sala de las Danzantes'), y una tupida trama de galerías y corredores que conducen al recinto central, de planta cuatripartita y dominado por nueve prasats.
Srah Srang
Foto 252
Baray o estanque artificial, de 750 x 300 m, proyectado en el siglo X por Kavindrarimathana, el célebre arquitecto al servicio de Rajendravarman.
Reconstruido totalmente por Jayavarman VII, que recubrió las orillas con escalinatas de piedra arenisca, e instaló en el lado oeste un embarcadero aterrazado con balaustradas de nagas y leones guardianes.
Se extiende justo al este de Banteay Kdei, y está alineado con la puerta principal de este templo.
Ta Prohm
Fotos 253 y siguientes
Consagrado el año 1186 por Jayavarman VII, y dedicado a su madre, a la que divinizó identificándola con Prajnaparamita, señora de la perfección del conocimiento y madre divina de todos los budas.
Situado en la esquina sudeste del Baray Oriental.
El templo en sí constituía sólo el centro monumental de una vasta zona residencial de 60 hectáreas, en la que habitaban más de 12.000 personas. Rodeado de un muro de laterita de 600 x 1.000 m el santuario es hoy un intrincado laberinto de capillas, prasats, 'bibliotecas', salas hipóstilas, galerías de circunvalación en distribución concéntrica, 'sala de danzantes' y pabellones, conectados, siempre respetando el ángulo recto, por innumerables puertas y pasillos abovedados. A esto hay que añadir los inmensos árboles (la 'higuera de las ruinas' y el kapok) que atenazan y destripan los edificios con sus raíces despiadadas.
Ta Prohm es uno de esos templos en los que se puede sentir las mismas sensaciones que experimentarían los primeros exploradores que en el siglo XIX redescubrieron las ruinas de Angkor totalmente ahogadas por la vegetación.
Ta Nei
Fotos 262 y siguientes
Otro templo hundido en la espesura de la selva, sus ruinas yacen a un par de kilómetros al norte de Ta Som. Datado en el siglo XII, es de características muy semejantes a las de otros templos de tiempos de Jayavarman VII.
Se componía de tres recintos concéntricos y estaba flanqueado por grandes estanques. Son excelentes los grupos escultóricos que exhibe en los frontones. Señalemos un bello frontón historiado, con una figura en una canoa impartiendo una bendición.
Preak Khan
Fotos 266 y siguientes
Más que un templo, Preah Khan era una auténtica ciudad, de la que han sobrevivido sólo las construcciones en piedra, es decir, los edificios religiosos y las murallas. Estaba enclavada al nordeste de la gran capital Angkor Thom.
Las obras fueron iniciadas en 1184, y el templo fue dedicado por Jayavarman VII a su padre Dharanindravarman, al que identificó con Lokeshvara. Eso no impidió que el santuario fuera además consagrado a otros 450 dioses, genios tutelares y ancestros reales.
Cuatro recintos rectangulares concéntricos, con el prasat principal en el centro, reiteran la distribución habitual de las ciudades-templo del Angkor clásico. El recinto externo mide 700 x 800 m y está contorneado por un foso de 40 m de ancho. La muralla, además de los portalones de entrada, está decorada con esculturas de Garuda-atlante, adosadas a la pared del perímetro a intervalos de 50 m. Se atraviesa el foso por dos diques provistos de parapetos compuestos por el motivo recurrente de las filas de dioses y demonios sosteniendo enormes nagas.
Tras avanzar por calzadas y terrazas, y atravesar un triple pórtico coronado de torres, se accede primero a un templo de Vishnú, y a continuación a los recintos centrales, que están casi colmados de capillas y oratorios, tan apretados entre sí que dificultan la deambulación. Más al este se continúa por una 'Sala de Danzantes', con graciosos bajorrelieves de apsaras bailando y contorneándose en posturas inverosímiles, grabados en las columnas cuadradas de una hermosa sala hipóstila. Otro curioso edificio hipóstilo de dos pisos se levanta en el patio entre el tercer y segundo recintos, y no se parece a ningún otro de Angkor. Sus columnas son cilíndricas, lo que le confieren un vago aire de clasicismo griego. Aún se desconoce su función.
El templo de Preah Khan da fe de la tolerancia mutua que se dio entre el budismo y el hinduismo en la época de Jayavarman VII.
Perdidos en unos campos de las cercanías de Preah Khan, duermen en soledad las ruinas de dos pequeños templos que casi nadie visita: los denominan Prasat Prei (= 'Templo del Bosque') y Banteay Prei (= 'Ciudadela del Bosque'); fotos 282 y 283.
Ambos datan de la era de Jayavarman VII, y responden en todos sus elementos constructivos al estilo llamado 'de Bayon'. Las plantas trepadoras acarician con sus tallos los cuerpos de las devatas.
Ta Som
Fotos 285 y siguientes
Se trata de un templo relativamente pequeño, pero muy bello y bastante bien conservado. Situado en el extremo oriental del baray Jayatataka, 2 km al este de Neak Pean. Fechado a finales del siglo XII (Jayavarman VII).
Dos gopuras monumentales, con los cuatro rostros de Lokeshvara dominando desde lo alto, marcan las entradas este y oeste al recinto del templo. El gopura del este está totalmente tomado por las raíces de un descomunal ficus, cuyos tentáculos abrazan como pulpos el porche, reventándolo y desgajándolo del resto del edificio.
Neak Pean
Fotos 289 y siguientes
Neak Pean = 'Serpientes Entrelazadas'.
Este singular monumento se levanta en medio de un vasto estanque, hoy seco, llamado Jayatataka, a 2,5 km al norte de Preah Khan. En los tiempos angkorianos fue un importante centro de peregrinación.
Se trataba de un complejo de piedra que comprendía trece estanques, de los que un grupo de cinco han sido restaurados: una gran piscina cuadrada central de 66 m de lado tiene adosadas en la parte externa de sus cuatro caras otras tantas piscinas cuadradas de 25 m de lado. Todas las piscinas estaban bordeadas de escalinatas que se sumergían en el agua.
En el centro del estanque principal emerge una isla circular de 33 m de diámetro, que descansa sobre una base moldurada con la forma de dos serpientes sagradas o nagas, que recorren toda la circunferencia de la base y se enroscan por las colas. En el centro de la isla, rodeados de anillos de escalinatas circulares, se levanta un prasat de planta redonda, con cuatro porches adosados y rematado por una gran flor de loto. Tenía una entrada verdadera y tres falsas, talladas éstas con relieves de Lokeshvara en pie: estamos en un monumento budista.
En el estanque central emerge de las aguas (cuando las hay, en la estación de lluvias) el grupo escultórico reconstruido del caballo Balaha, con el mercader Simhala y sus compañeros a los lados, a los que había salvado de un naufragio en las aguas de Lanka, infestadas de ogresas.
En los cuatro puntos axiales del borde del estanque principal se levantan cuatro capillas adornadas de frontones y relieves de Lokeshvara. Cada una de éstas comunican por conducciones internas con una cámara abovedada abierta debajo. Se suponía que las aguas del estanque tenían propiedades curativas. Vertiendo agua en un sumidero situado en la capilla, el líquido manaba por un caño situado en la estancia inferior y era suministrado a los peregrinos. Estos caños eran distintos en cada cámara: el del oeste tenía forma de cabeza de elefante, de cabeza de león el del sur, cabeza de hombre el del este y cabeza de caballo el del oeste, simbolizando respectivamente el agua, el fuego, la tierra y el aire.
A un centenar de metros al norte de Neak Pean se oculta en los bosques Krol Ko (= 'Parque de los Bueyes'), un pequeño pero atractivo templo de roja laterita, muy arruinado (foto 296). Data también del reinado de Jayavarman VII. Son curiosas sus ventanas ciegas de balaustres con la cortina a medio cerrar.
Angkor
Una civilización devorada por la jungla
Bibliografía consultada
- Albanese, Marilia. Los tesoros de Angkor (Libsa, Madrid, 2006)
- Jacques, Claude. Angkor. Résidences des dieux (Fotos: Michael Freeman. Editions Olizane, Ginebra, Suiza, 2007)
- Ishizawa, Yoshiaki. Along the royal roads to Angkor (Fotos: Hitoshi Tamura. Weatherhill, New York, Tokyo, 2005)
- Loti, Pierre. Peregrino de Angkor (Obras Completas, Editorial Cervantes, Barcelona, 1940).
- Unesco. El Patrimonio Mundial (Incafo, Madrid, 1994)
FotoCD55
Angkor
Una civilización devorada por la jungla
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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Angkor (Camboya)
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