Exposiciones fotográficas

Lo que queda de las 7 Maravillas

Las siete maravillas del mundo antiguo

 

   Las "Siete Maravillas del Mundo", si nos atenemos a la convención establecida por los escritores clásicos de la antigüedad, eran: 

   Las pirámides de Egipto
   El Mausoleo de Halicarnaso
   El templo de Artemisa en Efeso
   La estatua de Zeus en Olimpia
   El Faro de Alejandría
   El Coloso de Rodas
   Los Jardines Colgantes de Babilonia

   El número 7 siempre ha tenido un alto valor simbólico en las más diversas tradiciones, entre ellas la de la antigua civilización grecorromana. Recordemos como ejemplos los Siete Sabios de Grecia, los Siete Durmientes de Éfeso, las Siete Colinas de Roma, la tragedia de Esquilo Los Siete contra Tebas...
   No es así de extrañar que en la cultura helenística surgiera el concepto de las "Siete Maravillas", una relación de las obras más admirables que el ingenio humano había producido en el mundo, o por lo menos en la porción hasta entonces conocida del mundo. 
   Tal relación incluía las obras cumbres de la arquitectura y escultura cuya originalidad, magnificencia y belleza dejaban maravillados a sus contemporáneos. Aquellas cuya fama estaba destinada a ser imperecedera y que seguirían deslumbrando a las generaciones del futuro.
   Séneca y Aulo Gelio las denominaban septem spectacula, literalmente "los siete espectáculos". Higinio el Mitógrafo las llama septem opera mirabilia. Plinio, Pomponio Mela y Amiano Marcelino se refieren a ellas como septem miracula.
   La idea original de una relación de obras únicas en el mundo debió de producirse a principios del siglo V a C, afianzándose en siglos posteriores. La selección canónica de las Siete Maravillas se atribuye al poeta alejandrino Calímaco, recogida en una obra hoy perdida que teóricamente habría influido en Filón de Bizancio, ingeniero y escritor griego del siglo III a C, a quien se atribuye (erróneamente) un tratado que contiene el más antiguo registro (s. IV a C) llegado hasta nuestros días de este tipo de listado, si bien se limita a consignar los países en que se encontraban tales Maravillas:

   "De cada una de las siete maravillas a todos llega noticia por la fama, pero raros son los que con sus ojos las ven. Porque hay que trasladarse a Persia, atravesar el Eúfrates, viajar al Egipto, irse a vivir con los eleos de la Hélade, llegar a Halicarnaso de Caria, navegar a Rodas y contemplar Éfeso en Jonia. Y después de vagar por el mundo, cuando uno está deshecho por el peregrinaje, entonces se cumple el deseo, cuando hasta la vida, con los años, ha dejado de existir. Por eso es admirable y un gran regalo la cultura, porque libra al hombre de caminar, mostrándole lo hermoso en casa y prestando nuevos ojos a su alma. Y lo extraño es esto: el que va a los sitios ve las cosas una sola vez y, después que se marcha, las olvida. Se le pasan por alto los detalles y luego se le van del recuerdo las particularidades. En cambio, el que se informa de un monumento en un tratado, nota los méritos de la ejecución y, al tener delante, como en un espejo, toda la obra de arte, guarda imborrables, uno por uno, los caracteres de las figuras, pues es con el espíritu como ha visto lo maravilloso..." (De Septem Orbis Miraculis)

   Otro de los muchos escritores clásicos que hicieron una relación de los monumentos del mundo considerados como síntesis de la belleza fue Antípatro de Sidón (s. II a C), quien los especifica con más detalle:
   
   "He posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia, que es una calzada para carruajes, y la estatua de Zeus de los alfeos, y los jardines colgantes, y el Coloso del Sol, y la enorme obra de las altas Pirámides, y la vasta tumba de Mausolo; pero cuando vi la casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles perdieron su brillo, y dije: aparte de desde el Olimpo, el Sol nunca pareció jamás tan grande."

   ¿Qué queda en nuestro siglo XXI de aquellas Siete Maravillas que suscitaron la admiración de los hombres de la antigüedad? ¿En cuáles de ellas podemos aún posar nuestros ojos?
   Tal es el tema de esta exposición de fotografías que presentamos en fotoAleph. 
   Hay que decir de entrada que de las Siete Maravillas del mundo antiguo, prácticamente sólo subsiste en pie una. Mientras que los Jardines Colgantes de Babilonia, la estatua de Zeus en Olimpia o el Coloso de Rodas se han desvanecido en las nieblas de la Historia sin dejar el menor rastro, mientras que del templo de Artemisa en Efeso o del Mausoleo de Halicarnaso sólo podemos ver unos exiguos restos arquitectónicos y escultóricos, y se ha de practicar buceo para descubrir bajo el mar unos pocos sillares del Faro de Alejandría, hay una "maravilla" que ha sobrevivido casi intacta a los estragos del tiempo. 
   Nos referimos a las Pirámides del Egipto de los faraones, cuyo logro culminante es la Gran Pirámide de Keops, el más grandioso monumento en piedra jamás construido en el mundo. 
   Lo cual plantea un intrigante motivo de reflexión: el hecho paradójico de que la más grande y mejor conservada de las Siete Maravillas, la que mejor ha soportado la implacable erosión de los milenios, es, con gran diferencia, la más antigua de las siete. Las pirámides de Egipto fueron construidas dos mil años antes que las restantes "maravillas". Aquéllas perduran prácticamente enteras; de éstas apenas queda nada.





Las pirámides de Egipto

   Las pirámides de Egipto ocupan sin duda el puesto de cabeza entre los monumentos que han maravillado a los hombres desde la antigüedad, y aún hoy, en la era de los alardes tecnológicos, despiertan en quienes tienen ocasión de visitarlas el más profundo de los asombros. 
   Bonaparte se quedó corto al ponderarlas ante sus tropas. Desde lo alto de estas colosales estructuras, no son cuarenta, sino cuarenta y cinco los siglos que nos contemplan. Pero no sólo nos hallamos ante las más antiguas (junto a los zigurats sumerios) realizaciones arquitectónicas de la humanidad, sino que además estos edificios marcan hitos insuperados en cuanto a magnitud, perfección técnica y solidez constructiva. Su sola presencia es la prueba irrefutable: mientras otros monumentos, ciudades e incluso civilizaciones posteriores yacen en las ruinas y el olvido, las pirámides de Egipto siguen ahí, inmortales, incólumes, como si fueran el vivo símbolo de la eternidad. 
Las 7 Maravillas   Las cifras son muy inexpresivas para transmitir una idea de las dimensiones de estos edificios, por lo que conviene recurrir a algunas comparaciones. Tomemos la Gran Pirámide de Keops en Giza, con sus 230 metros de lado-base y su cúspide a 146 metros, altura equivalente a la de un rascacielos de cincuenta pisos (la pirámide de Kefren, con sus 215 m de lado y 143,5 m de alto, la sigue muy de cerca). Cuesta trabajo creer, aunque sea un dato demostrable, que la Gran Pirámide no sólo fue en volumen el mayor monumento de la antigüedad, sino que mantuvo ese primer puesto durante cuarenta y cuatro siglos, a lo largo de toda la Edad Media y la Edad Moderna, y ese puesto sólo fue superado en el siglo XIX, cuando se introdujo el uso de la viga de acero, que posibilitó la construcción de los primeros rascacielos o de estructuras como la Torre Eiffel. Cualquiera de las grandes catedrales góticas de la Europa medieval cabría con holgura en el interior de la pirámide, si ésta fuera hueca, e incluso la mayor de las iglesias de la Cristiandad: la basílica de San Pedro del Vaticano, con su cúpula a 139 m de altura. (Podrían mencionarse como excepción las afiladas agujas ojivales de la catedral de Colonia, que alcanzan los 157 m, pero ello no obsta para que el volumen conjunto de este santuario sea considerablemente inferior al de la pirámide).  
   Las crónicas clásicas hablan de peonadas de 100.000 obreros trabajando por turnos de tres meses durante veinte años para edificar las grandes pirámides de Keops y Kefren ("Trabajaban por bandas de cien mil hombres, cada una tres meses"). Pero estos escritos, que son los más antiguos que se conocen sobre el tema, se deben a Herodoto de Halicarnaso, y datan por tanto del siglo V a C. Comparados con la edad de las pirámides, son como quien dice de anteayer. Cuando el "padre de la Historia" viajó por Egipto, hacía dos milenios que las pirámides habían dejado de ser construidas, y estos monumentos eran muy remotas antigüedades, tan distantes para él en el tiempo como separada está la época de Herodoto (la de la Grecia clásica) de la nuestra. 
   Lo más probable es que, además de nutridos equipos de canteros, obreros y albañiles eficientemente coordinados por arquitectos y capataces, la población entera del país del Nilo estuviera directa o indirectamente al servicio de la faraónica construcción. Los campesinos laborarían las tierras para garantizar, vía tributos, el suministro de alimentos a los trabajadores a pie de obra. En los meses estivales, cuando se producía la inundación anual del río Nilo, que irrigaba y a la vez fertilizaba los campos, los labriegos quedaban ociosos, en compás de espera hasta la bajada de las aguas y el comienzo de la temporada de siembra, por lo que su fuerza de trabajo sería reclutada para la erección de la pirámide. 
   Hay que precisar que todos los operarios involucrados en las construcciones reales recibían un salario del Estado, en forma de alimentos, y su alojamiento estaba organizado en grandes barriadas de casas de familias de obreros y artesanos levantadas a no mucha distancia de los campos de trabajo: las llamadas 'ciudades de las pirámides', de las que quedan abundantes vestigios. 
  Las pirámides no son tumbas solitarias, sino que forman parte de grandes complejos funerarios que, sumados todos, componen una inmensa necrópolis que se estira por la orilla occidental del Nilo a lo largo de unos 100 kilómetros. Se trata de la Necrópolis de Menfis, un cementerio real que fue creciendo durante un lapso de más de quinientos años junto a la capital de los faraones del Imperio Antiguo, con el fin de servirles de residencia para la eternidad.
Las 7 Maravillas   
   La Gran Pirámide de Keops es la mayor de las casi ochenta pirámides de Egipto. De hecho es la pirámide más grande del mundo. Primitivamente alcanzaba los 146 m de alto. Junto a ella se levantan la pirámide de Kefren, la segunda en tamaño (136,5 m de altura), y la pirámide de Micerino (66 m). Las tres, junto a los templos, la Gran Esfinge, pirámides subsidiarias y mastabas circundantes, forman el complejo arqueológico de las Pirámides de Giza. 
   Fue mandada construir por Jufu (llamado por los griegos Keops), el hijo y sucesor de Snefru (fundador de la IV Dinastía), aproximadamente entre 2589 y 2566 a C. Se erigió en un altozano rocoso donde ya existían mastabas de las tres primeras dinastías, situado en el punto más noroccidental de la cadena líbica, en un paraje abundante en roca caliza utilizable de cantera. 
   Se calcula que el número de bloques de sillar empleados en la pirámide (de 69 cm de alto y 2,5 toneladas de media) ronda los 2.300.000, y que la masa de piedras alcanza los 2.500.000 m3
   El interior de la Gran Pirámide esconde el sistema de cámaras y corredores más complejo de todas las pirámides de Egipto. Se compone de: 
   - Un corredor descendente que partiendo de la entrada en la cara norte, penetra a gran profundidad bajo el lecho de la roca madre para desembocar en la llamada Cámara Subterránea. 
   - Un corredor ascendente que se bifurca del anterior para dirigirse hacia la Cámara del Rey. 
   - Un corredor horizontal que se bifurca del anterior a más altura para conducir a la llamada Cámara de la Reina. 
   - La Gran Galería, el espacio hueco más grande del interior de la pirámide, que es una prolongación de la galería ascendente, y está cubierta con una bóveda formada por aproximación escalonada de las hiladas de sillares de las paredes laterales que alcanza los 8,46 m de altura. 
   - La Cámara del Rey, un paralelepípedo formado por inmensas losas de granito rojo de Asuán, de 10,49 x 5,25 m de base y 5,85 m de alto. Contiene todavía in situ un sarcófago monolítico de granito sin tapa, de dimensiones ligeramente superiores a la puerta de entrada a la cámara, por lo que debió ser instalado en la cámara durante el proceso de construcción de la pirámide y no después. Una pequeña antecámara con raíles tallados en sus paredes permitirían el bloqueo de la Cámara del rey mediante rastrillos deslizantes que caerían desde el techo. 
   - La llamada Cámara de la Reina, una estancia de 5,23 x 5,76, recubierta en caliza, con techo a dos aguas y un nicho en la pared del fondo, cuyo cometido nada tiene que ver con las esposas del faraón (que eran enterradas en las pirámides satélite del exterior) y sigue siendo desconocido. 
   - La Cámara Subterránea, de función también desconocida, excavada en la roca madre de la base del monumento. 
Las 7 Maravillas   Además de estas estancias y galerías principales, hay que mencionar otros elementos constructivos: 
   - Las llamadas cámaras de descarga, una superposición de cuatro pequeños espacios vacíos entre losas de granito situados encima de la Cámara del Rey, el superior con una bóveda a dos aguas, que se ha demostrado no descargan  en realidad el peso de la superestructura. Allí se encontraron unos graffiti de obreros que permitieron la identificación de la pirámide como la de Jufu. 
   - Los conductos, llamados a veces 'de aireación', y otras 'conductos estelares'. Son cuatro pequeños canales de sección cuadrada que, partiendo dos de la Cámara del Rey y dos de la de la Reina, ascienden a través de la masa pétrea de la pirámide en dirección al exterior. Los dos canales que parten de la Cámara del Rey alcanzan efectivamente la superficie de las caras norte y sur de la pirámide. Los que salen de la cámara de la reina se interrumpen al cabo de cierto tramo. Los canales de la cámara del rey han sido explorados (en 1993 y 2002) con pequeños robots móviles provistos de vídeo. Tras deslizarse cuesta arriba hasta los 64 m de alto, cada uno de los robots se ha topado con un obstáculo: una losa vertical labrada en buena caliza obstruyendo el paso, con dos piezas clavadas de cobre a modo de agarraderas, únicos elementos metálicos jamás hallados en la pirámide. La losa del conducto sur fue perforada para continuar la exploración, sólo para hallar tras un corto tramo otra losa vertical bloqueando el conducto. 
   - Un túnel vertical y tallado irregularmente que conecta la base de la Gran Galería (donde confluye el corredor horizontal que lleva a la Cámara de la Reina) con la Cámara Subterránea. Podría ser un túnel de escapatoria para los obreros tras bloquearse los accesos a las cámaras. 
   La Gran Pirámide de Keops continúa deparando sorpresas. En 2017, un equipo internacional de arqueólogos, dirigido por el japonés Kunihiro Morishima, ha detectado, mediante técnicas de interceptación de muones, la existencia sobre la Gran Galería de una gran cámara de descarga, cuyo contenido y cometido se ignoran, ya que todavía no se ha podido acceder físicamente a tal espacio.
   Volviendo al exterior de la Gran Pirámide, hay otro aspecto sorprendente a destacar, y es que esta es la única pirámide que no tiene las caras lisas, sino cóncavas. Cada una de sus caras triangulares está doblada por la mitad por su apotema, formando dos triángulos rectángulos que forman entre sí un pequeño ángulo de apenas 27 minutos de grado. La concavidad es tan ligera que no se aprecia a simple vista, pero sí cuando los rayos del sol naciente los días de equinoccio inciden sobre la pirámide. Entonces media cara queda en sombra y otra media iluminada por el sol. El efecto fue descubierto por el egiptólogo británico Petrie en 1880, y ha sido confirmado mediante fotografías. 
   Al pie de la Gran Pirámide se pueden ver cuatro enormes agujeros en forma de barco (foto05), que en su día contuvieron (uno todavía lo contiene) auténticos barcos de madera, con todas sus piezas, mástiles y remos desmontados y enterrados, cada uno en una fosa. Eran las 'barcas solares' de Keops, listas para su inmediata botadura, con las que el faraón una vez inhumado en la pirámide emprendería su singladura por los espacios del inframundo y los espacios estelares rumbo a la esfera de los dioses, donde sería equiparado al resto de las deidades. Una de las barcas solares de Keops, descubierta en 1872, fue remontada y es custodiada en un museo cercano a su primitivo emplazamiento. Allí podemos admirar el barco más antiguo del mundo, perfectamente conservado gracias a haber sido construido en madera de cedros del Líbano. 
   Paralelas a la cara este de la Gran Pirámide, pero desplazadas más hacia el sur, se levantan las tres pirámides subsidiarias, tradicionalmente atribuidas a las reinas esposas de Keops. En muy diferentes estados de conservación, dejan adivinar su estructura interior escalonada (aunque el revestimiento exterior, perdido, era en origen liso). Cada una de ellas posee, excavada bajo su mole, una cámara subterránea a la que se accede por un corredor descendente. Entre pirámide y pirámide se abre en el suelo una cavidad en forma de nave, de menor tamaño que las fosas naviformes de Keops, y dispuestas de forma transversal a éstas.

Colección de fotografías de todas las pirámides de Egipto en fotoAleph
El tiempo teme a las pirámides




El mausoleo de Halicarnaso
   
   El célebre Mausoleo de Halicarnaso era la tumba monumental del rey Mausolo, mandada construir en el siglo IV a C por su viuda Artemisia en la ciudad de Halicarnaso (Asia Menor, actual Turquía). 
Las 7 Maravillas   Aunque fue considerada por su belleza y grandiosidad (superaba en sus dimensiones al Partenón) como una de las Siete Maravillas del Mundo, poco queda de este monumento funerario, el Mausoleo que dio nombre a todos los mausoleos: unas exiguas ruinas a nivel de cimientos, fragmentos arquitectónicos reaprovechados en otras edificaciones y fragmentos escultóricos, algunos in situ y otros distribuidos en diferentes museos.
   Halicarnaso fue en los tiempos clásicos una pujante polis de la Caria (una satrapía persa independiente situada al sur de la Jonia), asentada a orillas de una hermosa bahía del golfo Cerámico, en el mar Egeo. La ciudad disfrutaba de un puerto amplio y bien resguardado, en un emplazamiento clave entre las rutas marítimas mediterráneas. Sus dispersas ruinas emergen por los rincones más inesperados del actual resort playero de Bodrum, en Turquía occidental. 
   Aquí nació Herodoto, patriarca de los historiadores. Herodoto escribió que en tiempos antiguos Halicarnaso participaba en el festival dorio en honor a Apolo, en Triopion, aunque el estilo de vida de sus ciudadanos respondía completamente a la cultura jónica.
   Hacia 370 a C Halicarnaso era capital de la Caria, siendo Mausolo su soberano. Éste tomó parte en la gran insurrección de los sátrapas occidentales contra el imperio aqueménida, aunque más tarde cambió de bando, conquistando Phaselis y Licia occidental para el rey persa. Tras la deserción de varios de los aliados de Atenas, amplió sus dominios y la influencia del Imperio Persa, anexionándose las islas de Rodas y Cos. 
   Mausolo convirtió Halicarnaso en la metrópolis de Caria, dotándola de una larga muralla circundante y numerosos edificios públicos. La arquitectura de la ciudad, así como la de su célebre Mausoleo, mostraba en su estilo una fuerte influencia griega. Los sutiles detalles arquitectónicos y escultóricos aportados por artistas griegos de primera categoría denotan una total helenización de los gustos locales y testimonian la alta calidad que había alcanzado el arte griego en tierras extranjeras.
   El sitio fue sistemáticamente excavado a partir de 1856 por C. T. Newton y A. Biliotti. La antigua ciudad yace debajo de la moderna, pero todavía se pueden detectar largos paños de su muralla, así como restos de un gimnasio, un templo, una columnata y tumbas rupestres.
Las 7 Maravillas
   Del Mausoleo de Halicarnaso, prototipo de muchos monumentos funerarios posteriores, poco más puede verse hoy en día que un solar (foto12), camuflado entre los bloques de casas de un barrio moderno de Bodrum. Los escasos despojos que han sobrevivido a los terremotos y a los múltiples expolios que padeció el monumento desde la Edad Media han sido sacados a la luz y estudiados por un equipo danés de arqueología, y las excavaciones siguen en curso.
   Mausolo, sátrapa de la Caria de 377 a 353 a C, decidió construirse a sí mismo una sepultura de dimensiones colosales, en cuyo diseño participó personalmente. El plan fue proseguido a su muerte en 353 a C, llevado a término (según Plinio) por su esposa-hermana Artemisia y otros familiares.
   El Mausoleo todavía permanecía en pie en el siglo V d C. Sin embargo, cuando los Caballeros de San Juan llegaron al lugar en 1402, el edificio estaba totalmente desplomado a consecuencia de antiguos temblores de tierra. No era más que un inmenso amontonamiento de sillares, que fue utilizado como cantera para la construcción del Castillo de San Pedro (foto11). Un siglo más tarde, al seguir extrayendo los cascotes sobrantes para reforzar las murallas, fueron descubiertas debajo varias cámaras funerarias, que guardaban tesoros, rápidamente expoliados. En el siglo XIX los ingleses enviaron a Londres los últimos restos escultóricos que aún quedaban en el sitio: se pueden contemplar en el Museo Británico (fotos 13 y 14).
   El Museo Arqueológico de Turquía, en Estambul, también custodia alguna escultura con forma de león. Lo que queda in situ es muy poco. Un relieve muy deteriorado de un guerrero (foto16), y fragmentos de un friso con bajorrelieves representando la Amazonomaquia, o guerra mítica de los griegos con las amazonas (foto15), hallados todos en el castillo de San Pedro. El vigor de las escenas de batalla es acentuado por las agitadas posturas de los cuerpos (que consiguen transmitir una viva sensación de movimiento) y por un nuevo uso, como flameante, de las vestiduras.
   El Mausoleo de Halicarnaso, cuyo diseño arquitectónico se debe a Piteo –el creador del templo de Atenea en Priene, ver fotos en la colección Turquía clásica)– en colaboración con Satyros, alcanzaba una altura, descomunal para la época, de 55 m. Su base, de planta rectangular de 38 x 32 m, estaba rodeada por un peribolo de mármol o muro delimitador del temenos (recinto sagrado) de 242 x 105 m. Un elevado podio servía de base a una cámara enclaustrada por una peristasis de 36 columnas jónicas que sostenían una techumbre de estructura piramidal de 24 escalones. Estos datos se deben a Plinio, pero parecen haber sido confirmados por las excavaciones, y por la existencia en la vecina Milasa del Gümüskesen, una especie de réplica en miniatura del Mausoleo, que responde a similares características arquitectónicas.
Las 7 Maravillas   El monumento estaba coronado en su cúspide por un gran grupo escultórico, atribuido al mismo arquitecto Piteo, consistente en una cuadriga sobre la que iban montadas las estatuas de Mausolo y Artemisia. Otras numerosas esculturas se combinaban sabiamente con la arquitectura. Parejas de leones en el tejado, personajes notables en los intercolumnios, relieves con escenas mitológicas en los frisos. El programa escultórico de los frisos corridos de las cuatro caras del podio fue encargado a cuatro de los mejores escultores de la época, entre ellos Leocares y Escopas.
   La cámara sepulcral era subterránea y estaba situada bajo la mole del edificio, dentro de unas galerías excavadas en la roca y cubiertas con falsas bóvedas, donde ya existían tumbas precedentes. Se bajaba a su interior por una escalera, y tenía adyacente otra cámara destinada a sacrificios. El Mausoleo estaba también provisto de un acueducto y un sistema de túneles y canalizaciones para drenar el agua de lluvia.
         
El pequeño mausoleo de Milasa 
   La actual Milas, una industriosa población de la Turquía sudoccidental, se levanta sobre el emplazamiento de la antigua Milasa, en una árida llanura rodeada de montañas no lejos del mar Egeo y a 60 km de Halicarnaso.
   En el siglo IV a C regía en Milasa una dinastía de reyes de origen cario, entre ellos el sátrapa Mausolo, cuando la capital fue conquistada por Alejandro Magno (333 a C). Más tarde la ciudad cayó bajo los dominios de Rodas, hasta que en 168 a C sus habitantes se rebelaron y declararon Milasa independiente. En 129 a C la Caria fue anexionada a la provincia romana de Asia, y la prosperidad de Milasa creció aún más gracias al ímpetu civilizador de los romanos.
   El mausoleo llamado Gümüskesen es el monumento clásico más notable entre los que perviven en Milas (foto18). Se erigió a comienzos del siglo I d C, se conserva casi entero, y los estudiosos coinciden en que parece una réplica en miniatura del célebre Mausoleo de Halicarnaso.
   Sobre un alto basamento que encierra en su interior una cámara destinada a albergar el sarcófago, una serie de columnas y pilastras corintias esquineras sostienen un tejado de forma piramidal. La decoración del techo es una ingeniosa superposición de dinteles y casetones que se apoyan unos sobre otros para crear una compleja bóveda escalonada de gran belleza.

Colección de fotografías de tema relacionado en fotoAleph
Turquía clásica. Arte grecorromano en Oriente


      


El templo de Artemisa en Éfeso
      
   Éfeso fue una antigua polis greco-jónica que gozó de una extraordinaria prosperidad en tiempos de los griegos y de los romanos, y era sede del célebre Templo de Artemisa, una de las Siete Maravillas del mundo antiguo. 
    Las ruinas de Éfeso se extienden por las faldas de los montes Coreso y Pion, no lejos de la actual ciudad de Selçuk, en la provincia de Esmirna (Turquía). Un emplazamiento privilegiado, pues estaba situado en el extremo occidental de una de las principales rutas comerciales de Asia, y con fácil acceso a otras dos rutas. La zona era una fértil llanura aluvial creada por los sedimentos depositados por el río Cayster, que corre al norte, provocando a su vez que la línea de costa se trasladara más y más hacia el oeste. Los romanos mantuvieron con dificultad un canal que conectaba el mar con un puerto en el mismo núcleo urbano. Si Éfeso fue en su día una ciudad costera, hoy sus ruinas yacen cinco kilómetros tierra adentro.
Las 7 Maravillas   En 189 a C los romanos habían derrotado a Antígono el Grande, rey de Siria, conquistando de paso la antigua polis jonia de Éfeso, que fue entregada al reino de Pérgamo. Atalo III, soberano pergamita, legó a su muerte los territorios de Pérgamo a Roma (133 a C). Desde esa fecha Éfeso quedó integrada en la civilización romana y continuó creciendo como un gran centro comercial, llegando a convertirse en tiempos de Augusto en la principal ciudad de la provincia romana de Asia. Sus magníficos arcos triunfales, sus plazas y vías porticadas (foto19), sus infraestructuras hidráulicas, acueductos, redes de saneamiento (por las cloacas abovedadas podía circular un hombre a caballo), su estadio, su inmenso teatro, su odeón, gimnasios y palestras, sus templos y bibliotecas hicieron de Éfeso un impresionante ejemplo de urbe monumental romana en tierras de Oriente.

   "Efesios, ¿quién hay entre los hombres que no sepa que la ciudad de los efesios es la guardiana de la gran Artemis y de la imagen que bajó de Júpiter?" (Hechos de los Apóstoles, 19, 35)
   
   El Artemision o Gran Templo de Artemisa fue redescubierto en 1869 por el arqueólogo británico J. T. Wood en las afueras de Éfeso, a dos kilómetros al nordeste del monte Pion.
   Aunque las exiguas ruinas del Artemision yacen hoy tierra adentro, es probable que las olas del mar llegaran a los pies del santuario cuando fue fundado hacia el 600 a C, sobre el emplazamiento de un lugar de culto más antiguo dedicado a la diosa-madre frigia Cibeles, que fue asimilada por los griegos a Artemisa (Diana para los romanos). El edificio pasó por tres fases de construcción antes del 550 a C.
   A mediados del siglo VI a C, el rey Creso de Lidia favoreció el culto del templo, ofreciendo columnas y vacas de oro para su total reconstrucción y engrandecimiento (cuarta fase). Las obras de este colosal edificio se prolongaron durante más de un siglo, y se atribuyen a diversos arquitectos, como Teodoro de Samos, Quersifonte de Cnosos y Metagenes. 
   El Artemision resultante fue en tamaño el mayor templo griego de la antigüedad, y su fama traspasó todas las fronteras, no solo por sus descomunales dimensiones, sino por las magníficas obras de arte que lo ornamentaban.
    Se conoce su diseño con bastante exactitud por una descripción de Plinio el Viejo.​ El estilo arquitectónico correspondía al de un templo períptero de orden jónico. Su planta rectangular medía 115 x 55 m, y sus columnas alcanzaban los 19 m de altura. Tenía tres filas de 8 columnas en la fachada oeste, dos filas de 9 columnas en la fachada este, y dos filas de 21 columnas en cada uno de los laterales. La cella era alargada, y el pronaos y el opistodomos estaban también divididos por hileras de columnas, sumando en total 127. Las columnas exteriores de la fachada iban decoradas en sus tambores de base con relieves escultóricos figurativos de gran calidad (columnae caelatae, foto21), algunos de los cuales se debían a la mano del renombrado escultor Escopas.
Las 7 Maravillas   El interior cobijaba una gran estatua de Artemisa, realizada en oro, plata, piedra negra y madera de ébano. El original se ha perdido en los vaivenes de la historia, pero se conservan copias, dos de las cuales están expuestas en el Museo de Selçuk. Henos aquí (foto22) ante una versión de Artemisa distinta de las habituales representaciones griegas y romanas (en las que porta un arco y flechas), y que estaría más bien inspirada en la Magna Mater asiática: una diosa posando de pie, acompañada de ciervos, con los antebrazos tendidos hacia adelante, la cabeza ornada de un vistoso tocado, el cuerpo y las piernas cubiertos por un abigarrado atuendo consistente en animales (toros, esfinges, grifos y abejas), un collar con los signos del zodíaco, y el busto repleto de huevos que parecen glándulas mamarias (símbolo de fertilidad). En la religión griega, Artemisa (identificada con Diana por los romanos) era la diosa de los animales salvajes, la caza, la vegetación, y también de la castidad. Era asimismo protectora de los nacimientos.
   En 356 a C, el Artemision fue destruido por un incendio supuestamente provocado por un tal Eróstrato, nombre que alcanzó la celebridad sólo por haber perpetrado tan luctuosa 'hazaña'. A partir del 350 a C se emprendió una quinta (y última) reconstrucción del edificio, que siguió muy de cerca las pautas marcadas por el precedente templo arcaico, con ciertos añadidos.
   Fue en el Templo de Artemisa donde el apóstol Pablo de Tarso arremetió contra los cultos paganos predicando la nueva doctrina de Cristo. También fue en sus escaleras donde los sicarios de Cleopatra VII asesinaron a su hermana.
   El templo fue arrasado por los godos en su invasión de 262 d C, y ya nunca más fue reconstruido. Hoy poco más queda en el lugar que una columna relevantada y una vaca pastando (foto20). Las primeras excavaciones sacaron a la luz los escasos restos de la última fase del edificio, pero también se descubrieron los cimientos del anterior templo arcaico (el de Creso), que difería poco del nuevo en la planta, y era similar en monumentalidad y belleza. Los restos escultóricos de ambos templos fueron trasladados al Museo Británico de Londres, donde actualmente se exhiben.
   
Fotografías de Éfeso en fotoAleph
Turquía clásica. Arte grecorromano en Oriente
   





La estatua de Zeus en Olimpia

   La gran estatua de Zeus en Olimpia, obra cumbre del periodo clásico del arte escultórico griego, fue la más célebre escultura de su tiempo, considerada como una de las Siete Maravillas del Mundo. No queda nada de ella. Ni siquiera se sabe cuándo y cómo desapareció.
   Olimpia, más que una polis griega, fue en la antigüedad un importante santuario religioso, localizado en el Peloponeso occidental (Grecia), en una región bien irrigada y con abundantes recursos agrícolas. Su nombre se ha perpetuado a través de los siglos por haber sido lugar de origen y escenario de los primeros Juegos Olímpicos de la historia. 
   Los más antiguos vestigios de Olimpia datan de 2000-1600 a C, aunque el santuario propiamente dicho fue fundado hacia el año 1000 a C. Cada cuatro años se celebraba allí un festival religioso, del cual formaban parte los certámenes de atletismo conocidos como Juegos Olímpicos u Olimpiadas. Éstos tuvieron lugar desde el siglo VIII hasta finales del siglo IV a C.
Las 7 Maravillas   Las excavaciones arqueológicas de Olimpia comenzaron en 1829 y se prolongaron hasta bien entrado el siglo XX, despejando en primer lugar el templo de Zeus y más tarde el estadio, que fue reconstruido en 1961. También salieron a la luz otras estructuras, entre ellas el taller del escultor Fidias.
   El recinto sacro de Olimpia, llamado Altis o "huerto sagrado de Zeus", se asentaba en el interior de un cuadrilátero irregular con un lado de más de 180 m, bordeado al norte por la colina de Cronos, y con los otros tres lados demarcados por una muralla. Dentro del recinto se levantaban los templos de Zeus y de Hera –dioses supremos del Olimpo–, los altares de sacrificios, los "tesoros" y ofrendas votivas, así como los edificios administrativos. Extramuros estaban el estadio, las instalaciones deportivas, la palestra, los baños y los alojamientos para visitantes.
   El templo de Zeus era el edificio más importante de Olimpia y uno de los templos dóricos de mayores dimensiones de toda la Hélade. Fue erigido hacia 460 a C bajo dirección del arquitecto Libón de Elis. Su principal material de construcción era un compacto conglomerado de moluscos locales, cuya superficie iba revestida con una capa de estuco blanco. Tenía 6 columnas de fachada y 13 en cada lateral, con un pronaos (o pórtico) y un opistodomos (o pórtico trasero). La naos o cella, encuadrada entre muros, estaba dividida en tres naves por dos filas de delgadas columnas articuladas en dos pisos. La cubierta era de lajas de mármol. La disposición de estas estructuras se ha deducido estudiando los restos arquitectónicos desparramados en el lugar, dado que el templo yace desde hace siglos en la más completa ruina. Su grandiosidad se hace patente al examinar de cerca (foto23), esparcidos por el suelo, los enormes tambores estriados de sus columnas.
   El gran altar de Zeus no estaba, como cabría esperar, frente al templo, sino a un lado y más cerca del templo de Hera. Tenía forma elíptica y consistía en una plataforma elevada (6,7 m de altura) a la que se accedía por escalones.
   En su tiempo, el templo de Zeus estaba ricamente decorado con esculturas, que representaban, en un estilo naturalista y a la vez idealizado, diversos personajes y episodios de la mitología helena. Muchas de ellas, si bien mutiladas e incompletas, han sobrevivido al paso del tiempo y se exhiben en el museo de Olimpia, lo que posibilita hacernos una idea del altísimo grado de calidad de la labor escultórica del santuario. En el frontón de la fachada oriental se hallaba ilustrada la carrera de cuádrigas entre Pélope y Enómao. En el frontón occidental se veía la batalla de los Centauros y los Lapitas (foto25 y siguientes), así como las bodas de Pirítoo. En el vértice del frontón se erguía la figura dorada de la Victoria, y en los dos ángulos laterales había sendos calderos dorados, que no se han conservado. Los frisos que corrían sobre los pórticos delantero y trasero exhibían metopas historiadas representando los doce trabajos de Hércules (seis en cada fachada, fotos 30 y 31). Todas estas esculturas son obras maestras del primer estilo clásico griego, impregnadas todavía de un cierto toque arcaizante, aunque se desconoce el nombre de sus autores. 
Las 7 Maravillas   
   En el interior del templo de Zeus estaba entronizada la gran estatua de Zeus Olímpico. Se conocen sus características gracias a la descripción pormenorizada que dejó Pausanias (s. II d C) sobre el tamaño, pose y materiales con que fue compuesta (foto24). Los hallazgos numismáticos corroboran este testimonio: existen monedas que reproducen el rostro y el perfil completo de la estatua. Además se conservan los basamentos donde fue levantada, pudiéndose confirmar así sus dimensiones. De unos 12 metros de alto (siete veces el tamaño natural), ocupando toda la altura y anchura de la nave central, mostraba al dios con la cabeza tocada con una corona de olivo, poblada barba, el torso desnudo y el manto cubriendo un hombro y las piernas, sentado sobre un trono cuyo respaldo sobresalía por encima de su cabeza. En la mano derecha sostenía una figura de oro de la diosa de la Victoria (Niké) y con la izquierda blandía un cetro de oro rematado por un águila. Era lo que se conoce como una estatua "criselefantina" (moldeada en oro y marfil, técnica frecuentemente utilizada por los artistas griegos en las estatuas de culto). La carne era de marfil, las vestiduras y sandalias estaban recubiertas de oro, los objetos accesorios eran de oro macizo. El mismo trono era en sí un alarde escultórico: realizado con marfil, ébano, oro y piedras preciosas, su respaldo, brazos, patas y escabel estaban profusamente labrados con excelentes relieves.
   La estatua fue realizada hacia 430 a C por el insigne escultor ateniense conocido como Fidias (ca. 490-430 a C), autor también de la gran estatua de Atenea Partenos custodiada en el Partenón (que data de 438 a C, también desaparecida). La colosal escultura de Zeus Olímpico provocaba una profunda impresión en todos los que la veían y las opiniones coincidían en que Fidias había logrado inmortalizar la imagen genuina del Zeus de Homero. Los escritores antiguos la consideraban como la obra maestra de Fidias. 
   Las escasas obras escultóricas de Fidias que han llegado a nuestros días proporcionan por otra parte una idea clara sobre el refinadísimo estilo del maestro ateniense (ver en fotoAleph foto de las esculturas del Partenón en la colección Grecia clásica).
   La estatua de Zeus fue compuesta pieza a pieza por Fidias y sus colaboradores en un edificio situado fuera del recinto del Altis, al oeste del templo, que siglos más tarde fue habilitado como iglesia. Este edificio se conocía en tiempos de Pausanias como el "taller de Fidias", y las excavaciones llevadas a cabo en 1954-58 parecen verificar tal atribución. En los estratos profundos del edificio y sus alrededores se hallaron grandes masas de material de desecho de las estatuas que se esculpían en el taller. También salieron a la luz herramientas, moldes, esquirlas, ornamentos de vidrio y fragmentos tallados de marfil y hueso. Los moldes de arcilla, muy pesados, a veces reforzados con barras de hierro, tenían una forma inhabitual, ideada para poder martillear las láminas de pan de oro que revestían los ropajes de las estatuas. La cerámica encontrada entre los escombros ha permitido calcular que el taller estaba en plena actividad hacia 430 a C. Por si no fueran suficientes las pruebas, una de las jarras tiene escrita en su fondo las palabras "soy (propiedad) de Fidias".
   De la estatua de Zeus en Olimpia no queda, que se sepa, ni el menor rastro. Se deconocen también por completo las circunstancias de su desaparición. Hay quien afirma que esta magna obra de Fidias fue trasladada a Constantinopla y quedó calcinada en el gran incendio que asoló la ciudad en 475 d C. Cabe también la posibilidad de que no se moviera de Olimpia y quedara destruida en el incendio de 425 d C.

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Indice
   Las pirámides de Egipto
   El Mausoleo de Halicarnaso
   El templo de Artemisa en Efeso
   La estatua de Zeus en Olimpia
   El Faro de Alejandría
   El Coloso de Rodas
   Los Jardines Colgantes de Babilonia

 

 

FotoCD149
   
Lo que queda de las 7 Maravillas
  
Fotografías de

Eneko Pastor
Carlos Molinedo
   
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