Exposiciones fotográficas

Lo que queda de las 7 Maravillas

Las siete maravillas del mundo antiguo (2)

 

Indice
   Las pirámides de Egipto
   El Mausoleo de Halicarnaso
   El templo de Artemisa en Efeso
   La estatua de Zeus en Olimpia
   El Faro de Alejandría
   El Coloso de Rodas
   Los Jardines Colgantes de Babilonia

   

   
El Faro de Alejandría

   El Faro de Alejandría fue, después de las pirámides de Egipto, la segunda "Maravilla del Mundo" que mejor resistió los embates del tiempo. Todavía estaba en pie a principios del siglo XIV. Sin embargo, nada queda hoy de ella, a excepción de algunos sillares y columnas hundidos en el mar.
   Alejandría, la ciudad que fundó en 332 a C Alejandro Magno en el Delta del Nilo, estaba construida en la franja de tierra que separaba el mar Mediterráneo del lago Mareotis. Su puerto era la puerta de entrada a Egipto, y por esa puerta penetró la cultura griega al país de los faraones. Frente a su costa, se recortaba en el horizonte marino la silueta de la isla de Pharos.
Las 7 Maravillas   Según Homero, la isla de Pharos era el hogar de Proteo, el profético Anciano Hombre del Mar y pastor de las bestias oceánicas, que tenía el don de la metamorfosis y se transformaba para huir de sus captores en toda clase de animales, plantas y objetos.
   La isla de Pharos fue unida al continente por un puente a modo de malecón construido por Dexiphanes de Cnido. Fue denominado Heptastadion, porque tenía siete estadios de largo (un estadio era una unidad de medida griega equivalente a 180 m, por lo que el Heptastadion superaría el kilómetro de longitud). Con el tiempo, el dique fue cubriéndose de sedimentos hasta conformar un auténtico istmo de casi un kilómetro de ancho, hoy totalmente urbanizado. La ínsula se transformó en península. 
   En la punta este de la isla de Pharos se levantaba el Faro de Alejandría, una de las "Siete Maravillas" del mundo antiguo. En su tiempo fue la torre más alta nunca construida. 
   "En el extremo de la isla hay un escollo que está rodeado totalmente por el mar, en el que se levanta una torre que ha sido construida de manera admirable, de mármol blanco y con muchos pisos; la torre recibe el mismo nombre que la isla." (Estrabón, XVII, 1, 6)
   La construcción de este Faro, que iba a ser el prototipo de todos los faros del mundo, fue iniciada bajo Ptolomeo I y completada bajo su sucesor Ptolomeo II hacia 280 a C. El proyecto fue encomendado a Sóstrato de Cnido, cuya misión era erigir una gran torre de avisos para guiar a los navíos que se dirigían al puerto de Alejandría. 
   Al igual que la tumba de Mausolo dio nombre genérico a todos los grandes monumentos funerarios que la siguieron, la torre de Pharos hizo lo propio con las torres de señales para la navegación. Medía más de 120 metros de alto y en su cúspide se mantenía encendida durante la noche una gran hoguera, la luz de cuyas llamas podía ser percibida mar adentro desde muy lejanas distancias (según Flavio Josefo, desde 60 km). 
   El Faro no solo orientaba a los navegantes en la oscuridad de la noche, sino también durante las horas diurnas, mediante el procedimiento de generar una gran columna de humo que pudiera ser avistada a gran distancia. Se dice que en días de niebla se emitían desde el faro señales sonoras, utilizando para ello unas figuras instaladas en lo alto del faro a modo de acróteras que representaban tritones músicos soplando bocinas.  
   Gracias a la solidez de su estructura y la gran calidad de los materiales empleados en su construcción, el Faro de Alejandría fue, como ya hemos mencionado, la segunda "Maravilla" que más siglos duró levantada. Pero en 1303 y 1323 la isla de Pharos sufrió dos fuertes terremotos que ocasionaron el derrumbamiento de la torre. En 1477 el sultán mameluco Qaytbay construyó un fuerte y una mezquita sobre las ruinas, reutilizando parte de sus materiales (fotos 33 y 34). Aunque usurpa el emplazamiento del Faro, suscitándonos sentimientos de añoranza por la maravilla perdida, hay que reconocer que el fuerte de Qaytbay no solo supone una ilustrativa muestra de los sistemas defensivos árabes de la época, sino que es también en sí misma una sobresaliente obra de arquitectura (foto35).

   Otros restos del Faro fueron a parar al fondo del mar, y han sido detectados por buceadores especializados en arqueología submarina. Se han inventariado así bajo el agua enormes bloques tallados en forma prismática que muy bien podrían haber sido sillares de la plataforma base del faro, y fustes cilíndricos de columnas que formarían parte de un pórtico columnado. Y se han rescatado esfinges de granito y fragmentos de una estatua de Isis Faria.
Las 7 Maravillas   El concepto de Isis como diosa de la navegación tuvo su origen en Alejandría. Cuando la ciudad se convirtió en un poderoso puerto comercial, la divinidad adoptó una nueva faceta como protectora de los navegantes: Isis Faria. Su templo, asociado a la torre-guía, se levantaba en la misma isla de Pharos. La figura de Isis Faria aparece en numerosas monedas acuñadas en la ceca de Alejandría, que son exhibidas en el Museo Greco-Romano. Está representada sosteniendo una vela de barco inflada por el viento, y ante ella se levanta la torre del Faro. En las monedas mejor conservadas se aprecian los detalles arquitectónicos del famoso monumento, emblema de la ciudad, que, aunque algo deformados por condicionantes de composición, permiten hacernos una idea bastante cabal del aspecto que presentaría ese Faro que maravilló a los viajeros de la antigüedad. 
   Sabemos así que el Faro estaba compuesto de tres niveles claramente diferenciados. El nivel de base era una enorme mole cuadrada de gran altura, el nivel intermedio era de planta octogonal y el nivel superior era cilíndrico. Tal diseño arquitectónico era absolutamente original para la época. En las monedas se distinguen además las figuras de los tritones músicos antes mencionados y se ve que la torre estaba rematada por la estatua de una deidad, probablemente de Poseidón, dios de los mares. Aunque no se sabe a ciencia cierta, es muy factible que en el interior de la torre se hubiera habilitado una rampa de ascenso y descenso, con el fin de que las bestias de carga pudieran acarrear hasta la cima la leña que alimentaba el fuego perpetuo con el que el Faro daba su luz. 
   
Una réplica a pequeña escala
   Examinemos ahora un vestigio arquitectónico que parece corroborar los anteriores datos. Se halla en la costa mediterránea, a 50 km al oeste de Alejandría, en un lugar llamado Abusir.
   Abusir es el nombre actual del sitio donde antaño se levantaba Taposiris Magna, una importante ciudad egipcia de la época grecorromana, de la que sobreviven aún en pie los dos cuerpos del pilono oriental del gran templo dedicado a Osiris.
   En la cima de una pequeña colina desde la que se avista el mar, se levanta solitaria una torre de piedra de la época romana, que bien pudo ser un faro (foto36). Si el desaparecido Faro de Alejandría fue el padre de todos los faros, el de Abusir podría calificarse como uno de sus hijos pequeños. La torre de Abusir está articulada en tres pisos (foto37): la base es de planta cuadrada, el cuerpo medio es octogonal y la torre superior es cilíndrica. Este esquema estructural no solo coincide con el perfil del faro que aparece en las monedas alejandrinas, sino que se ajusta a las descripciones que hacen del Faro de Alejandría los escritores clásicos que lo vieron.
   Algunos investigadores sostienen que los minaretes musulmanes de las mezquitas medievales egipcias copiaron la forma del Faro de Alejandría. Efectivamente, podemos comprobar que muchos de estos minaretes (ver foto del complejo de Qalaun en la colección de fotoAleph El Cairo), aunque muy estilizados y profusamente decorados de arabescos, repiten en esencia el esquema arquitectónico del Faro: cuerpo bajo cuadrado, cuerpo medio octogonal y cuerpo superior circular.

Exposición de fotografías de Alejandría en fotoAleph
Alejandría. El faro que perdió su luz



   
El Coloso de Rodas
   
   El Coloso de Rodas fue una gigantesca estatua de bronce que representaba en forma humana a Helios, el dios-sol, levantada a principios del siglo III a C en lo que hoy es Rodas de los Caballeros, capital de la isla griega de Rodas. Considerada una de las "Siete Maravillas del Mundo", solo resistió en pie unas pocas décadas, antes de ser abatida por un terremoto. Sus restos se perdieron definitivamente cuando en el siglo VII fueron vendidos a los mercaderes.
   Con sus 1.400 km2, la isla de Rodas (en griego moderno, Rodhos) es la de mayor extensión del Dodecaneso, el archipiélago más oriental del Mediterráneo, y la segunda isla griega más grande después de Creta. Emerge de las aguas del mar Egeo muy cerca de la costa sur de Turquía.
   Bajo un régimen de democracia limitada, en la que las familias más adineradas detentaban el poder, pero con un sistema de gobierno eficiente, la isla de Rodas disfrutó en la antigüedad clásica de una buena administración. Su sistema monetario era ampliamente aceptado en los países mediterráneos. 
Las 7 Maravillas   Sus leyes marítimas, las más antiguas de las que quedan registros, fueron obedecidas en todo el Mediterráneo y adoptadas por Augusto para el imperio romano. Léase a este respecto una cita de Antonino Pío, emperador de Roma de 138 a 161, referido a un litigio marinero: "Yo soy desde luego el señor del mundo, pero la Ley es el señor del mar. Esta cuestión debe ser decidida por la ley marítima de los rodios, dado que no contraviene a ninguna de nuestras leyes". Este corpus de leyes de navegación, que también fue parcialmente incorporado al código bizantino, constituye aún hoy la base del derecho marítimo. 
   La isla-estado de Rodas armó una pequeña pero competente flota para defender su tráfico marítimo. Los barcos de guerra rodios hicieron uso de recipientes con fuego sujetos a palos que disparaban con arcos, anticipándose en varios siglos a la utilización de este tipo de armas por los griegos.
   Además de avezados navegantes, los rodios demostraron ser hábiles mercaderes. Del puerto de Rodas partían navíos mercantes cargados de ánforas con destino a los más lejanos emporios del Mediterráneo. Los principales recursos productivos de la isla radicaban en el cultivo de la vid y la elaboración de vino, al igual que ocurre en el presente. La riqueza y poder que acumularon los rodios (se calcula que hacia 170 a C movilizaban un millón de dracmas anuales por actividades de importación y exportación) propició que la isla de Rodas ejerciera una marcada influencia política en todo el Mediterráneo, sobre todo en defensa de la libertad de navegación. 
   En la época clásica, la isla de Rodas era famosa como un centro de pintura y escultura. La escuela de escultura de Rodas estaba a la altura de las de Atenas o Pérgamo (foto40), con un estilo propio que se caracteriza por ser uno de los más abarrocados del helenismo. Los escultores rodios fueron prolíficos: entre sus muchas obras, las más célebres son el grupo de Laoconte y sus hijos devorados por las serpientes que se custodia en los museos del Vaticano, realizado en mármol por Polidoro, Atenodoro y Agisandro de Rodas, y la Victoria de Samotracia conservada en el Louvre, que aunque fue hallada en la isla de Samotracia, es de autoría atribuida a Pitócrito de Rodas. A este mismo escultor se debería un insólito bajorrelieve rupestre tallado en un peñasco natural en la subida a la acrópolis de Lindos (foto38), que reproduce con gran precisión un navío de la época. En el punto más alto de la acrópolis se levantaba el templo de Atenea Lindia (ss. V - III a C), el santuario más venerado de la isla. La estatua de la diosa era probablemente criselefantina, es decir, realizada en oro y marfil, al igual que las desaparecidas estatuas de Atenea del Partenón y la estatua de Zeus en Olimpia
   
   La ciudad de Rodas de los Caballeros, capital de la isla y del archipiélago griego del Dodecaneso, está asentada en una pequeña península junto al histórico puerto Mandrakion, que supuestamente era el emplazamiento del Coloso de Rodas y cuyos muelles están todavía fortificados con murallas construidas en la Edad Media (foto39).
   Los ciudadanos de Rodas conmemoraron el éxito de la resistencia de la ciudad al largo asedio (305-304 a C) organizado por Demetrio Poliorcetes contra la isla (poliorcetes = 'asediador de ciudades'), en el marco de las luchas de poder entre los sucesores de Alejandro Magno, erigiendo alrededor del año 290 a C el célebre Coloso de Rodas, una estatua de bronce de más de treinta metros de alto que representaba a Helios. 
   La estatua de esta divinidad solar se erguía de pie probablemente en el puerto de la ciudad de Rodas. Estaba realizada en bronce con refuerzos de hierro y su interior hueco se había rellenado de piedras para aumentar su estabilidad. Fue obra de Cares de Lindos, un escultor discípulo de Lisipo, el más influyente artista de la época helenística. Cares había esculpido en Tarento una estatua de bronce de Zeus de unos 22 metros de altura, por lo que se le solicitó que construyera una estatua gigantesca al dios Helios, protector de la isla de Rodas. 
   "La más destacada de todas es el Coloso de Helios, del que el autor de los versos yámbicos dice 'De setenta codos de altura, Cares de Lindos me hizo'." (Estrabón, Geographia, XIV, 2, 5)
   Si hemos de dar crédito a las medidas consignadas por Estrabón, setenta codos de alto equivalen nada menos que a 31 metros, la altura de un edificio actual de 10 plantas. Para una estatua de bronce, estas dimensiones son descomunales. 
   Habrá que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para que al Coloso de Rodas le salga un rival de altura. Es la misma época en que el empleo de grandes vigas de acero permitió la construcción de los primeros edificios que superaron en tamaño a las pirámides de Egipto. Y la erección de otro coloso de metal que por primera vez en la historia sobrepasó la altura del Coloso de Rodas: se levanta también en una isla, porta también una corona de la que irradian destellos solares, y su altura alcanza los 46 metros. Hablamos, naturalmente, de la Estatua de la Libertad, en Nueva York. Inaugurada en 1886, la Estatua de la Libertad es una escultura hueca compuesta de placas de cobre ensambladas sobre una estructura de hierro. Fue realizada en París por el escultor francés Augusto Bartholdi, con la colaboración de Gustave Eiffel en la labor de ingeniería de su estructura interna.
   
   Según Filón, el escultor Cares de Lindos forjó el Coloso de Rodas empezando por la base y trabajando hacia arriba. Se necesitaron doce años para realizarlo, de 292 a 280 a C, y los costes del ambicioso proyecto superaron con creces todo lo previsto. 
   "Doce años tardaron en terminarla y costó 300 talentos, que se consiguieron de las máquinas de guerra abandonadas por el rey Demetrio en el asedio de Rodas."(Plinio el Viejo, Historia natural, XXXIV, 18, 3) 
   Al parecer, los rodios habían preguntado al escultor cuánto costaría crear una estatua de 50 pies (15 metros) de altura; cuando les respondió, le inquirieron sobre el coste que tendría una estatua del doble de alto. Él contestó que el doble, y se cerró el contrato. Cares de Lindos no tuvo presente que al doblar la altura de la estatua necesitaría ocho veces más de materiales para su realización, error que le condujo a la bancarrota. Se cuenta que Cares se suicidó para no tener que soportar el oprobio de haber caído en la ruina. La estatua fue terminada por otro escultor de Lindos llamado Laques.
   No se sabe con exactitud el aspecto que presentaba el Coloso, asunto que ha sido objeto de muchas elucubraciones fantasiosas a lo largo de los siglos. En la mitología griega, Helios era imaginado como un hermoso dios antropomorfo coronado con la brillante aureola del sol, que proyecta rayos alrededor de su cabeza. Un rasgo iconográfico que fue adoptado por los partos y por los persas sasánidas para representar a su deidad solar Mitra (ver ejemplos en Nemrut Dagi, Turquía, y en Taq-i Bostan, Irán). 
Las 7 Maravillas   Helios era el dios estatal de la isla de Rodas, su numen protector. Su rostro luce irradiando rayos solares en el anverso de los dracmas y hemidracmas que acuñaban los rodios, mientras que el reverso de las monedas presenta una rosa (en griego, rhodon), el emblema de Rodas. Quizá se tapaba los ojos con una mano, tal como aparece plasmado en un relieve. Su hercúleo cuerpo se exhibiría desnudo, como corresponde a los héroes y los dioses. La idea de que se sostenía a horcajadas con un pie a cada lado de la entrada del puerto, de modo que los barcos navegaban por debajo de sus piernas abiertas, es una fantasía de origen medieval. Tal disposición sería técnicamente imposible para una escultura de bronce de tamañas dimensiones. Las representaciones gráficas del Coloso en siglos posteriores están teñidas de romanticismo, y las contemporáneas oscilan entre lo delirante y el kitsch (véase como muestra una recreación imaginaria dibujada por un artista local, donde el Coloso ejerce además las funciones de faro).

La caída del gigante
   Hacia 225 a C, a causa de un fuerte terremoto que asoló gran parte de la isla de Rodas, la estatua del Coloso se quebró por la zona de las rodillas y terminó por derrumbarse. Había permanecido en pie durante solo 55 años. Era un dios, pero falleció a la edad de un hombre.
   Los rodios recibieron numerosas donaciones de otros países para contribuir a reparar los daños causados por el temblor, lo que es indicativo del elevado prestigio de que gozaba Rodas en todo el mundo griego. El rey Ptolomeo de Egipto se ofreció a financiar la reconstrucción del Coloso, pero un pronunciamiento del oráculo de Delfos indujo a los rodios a decidir que la estatua no se relevantara. 
   Sólo las dos piernas permanecían en pie en tiempos del geógrafo griego Estrabón y del naturalista latino Plinio el Viejo (siglo I d C), que fueron testigos de aquella colosal ruina. Este último escribió que los dedos del Coloso eran tan grandes que un hombre apenas podía rodearlos con sus brazos. 
   "Un terremoto la postró, pero incluso yacente es un milagro. Pocos el pulgar pueden abarcar con los brazos, sus dedos eran más grandes que la mayoría de las estatuas. El vacío de sus miembros rotos se asemeja a grandes cavernas. En el interior se ven magnas rocas, con cuyo peso habían estabilizado su constitución." (Plinio el Viejo, Historia natural, XXXIV, 18, 3)
   "Hoy el Coloso yace en el suelo, destruido por un terremoto hasta la altura de las rodillas. A causa de un oráculo, no se ha vuelto a levantar." (Estrabón, Geographia, XIV, 2, 5)
   
   Si nos atenemos al canon de proporciones de la figura humana masculina en la estatuaria de la época helenística –y recordamos que el artífice del Coloso, Cares de Lindos, era discípulo de Lisipo, el celebrado escultor griego que propuso el nuevo canon de 'ocho cabezas'–, podemos calcular que si el cuerpo del Coloso medía realmente treinta y un metros, sus piernas alcanzarían hasta las rodillas unos ocho metros de alto. Los tobillos son el talón de Aquiles de las estatuas, su zona más delgada y frágil. Si el Coloso se quebró por las rodillas, es de suponer que sus piernas estarían reforzadas con un soporte auxiliar –un tronco de árbol, un pliegue de tela...– para conferir más firmeza a la base de la estatua, como era práctica habitual en la escultura de la época. De poco sirvió en este caso, pues el punto débil de la estatua se desplazó más arriba.
   El radiante Helios, dios protector de la isla, yacía en el suelo como un cadáver que presagiara el fin de la grandeza de Rodas. A partir de entonces, los dioses parecen abandonar la isla a la deriva, y el otrora gigante de los mares comienza a precipitarse en una imparable caída. La creciente hegemonía de los romanos en el Mediterráneo desplaza a Rodas de algunas de sus plazas fuertes. Las antaño fructíferas actividades comerciales de los rodios van decayendo hasta casi desaparecr. La edad de oro de Rodas había tocado a su fin.
   Dicen que los restos del dios caído fueron tenidos por sagrados y nadie osó expoliarlos. Que permanecieron in situ, tirados por tierra, durante más de ocho siglos. El año 653 d C los árabes ocuparon la isla de Rodas y desguazaron los despojos de la estatua para venderlos como chatarra. Se cuenta que con el metal extraído se llenaron las alforjas de más de 900 camellos.
   Tal fue el sórdido destino del Coloso de Rodas, una de las Siete Maravillas del Mundo antiguo. Descuartizado como Orfeo y vendidas sus carnes de bronce al mejor postor, que en este caso fue un mercader judío de Edesa. Quién sabe en qué se reencarnaron con el tiempo esas divinas reliquias metálicas, si en herramientas para labrar los campos o en máquinas de guerra.
   Hoy del Coloso sólo queda en Rodas un vacío, una leyenda, una nostalgia de tiempos perdidos que fueron más poderosos.
   
Exposición de fotografías de la isla de Rodas en fotoAleph
La isla de Rodas. Sin noticias del coloso




Los jardines colgantes de Babilonia
   
   Se supone que los fabulosos Jardines Colgantes de Babilonia, una de las Siete Maravillas del Mundo antiguo, estaban construidos dentro de las murallas del palacio real de dicha gran urbe mesopotámica. No solo no queda el menor vestigio de ellos, sino que ni siquiera se conoce con certeza cuál sería su exacto emplazamiento.
   Babilonia fue una de las mayores y más importantes ciudades de los albores de la civilización. Durante el segundo y primer milenio antes de Cristo fue la capital de la Mesopotamia meridional, y en los siglos VII y VI a C, la capital del imperio caldeo o neobabilónico. Situada a orillas del río Eúfrates (en el actual territorio de Iraq, a 88 km al sur de Bagdad), de aquella gran metrópolis solo subsisten unas vastas e imponentes ruinas, cuyas murallas de adobe y puertas monumentales, embellecidas con magníficos revestimientos de cerámica vidriada, proporcionan un elocuente testimonio de su pasado esplendor.
   Diversos autores clásicos (Diodoro de Sicilia, Estrabón, Flavio Josefo...) dejaron detalladas descripciones de los Jardines Colgantes de Babilonia. De sus textos se desprende que los jardines, más que "colgantes", eran aterrazados, es decir, compuestos por una sucesión de bancales escalonados en torno a una colina natural o artificial. Las terrazas tenían subsuelos abovedados, sustentados por pilares de piedra, y estaban cubiertas de una exuberante vegetación, que era irrigada con las aguas del Eúfrates mediante sistemas de bombeo. Los suelos de las terrazas estaban acondicionados con varias capas de cañas, betún y plomo para que el agua de riego no se filtrara a través de ellos. 
   Estos jardines, según algunas fuentes, fueron obra de la semilegendaria reina Semíramis (madre del rey asirio Adad-nirari III, que reinó de 810 a 783 a C). Otras versiones atribuyen su construcción al rey Nabucodonosor II (reinó de 604 a 562 a C), que ordenaría crearlos con el fin de consolar a su esposa meda Amitis, que añoraba las verdes montañas de su tierra natal, para lo cual concibió un espacio ajardinado que se asemejaba a una colina boscosa. En tal caso se podría inferir que los Jardines fueron destruidos hasta sus cimientos por los persas aqueménidas tras la caída de Babilonia (539 a C) a manos de Ciro el Grande.
   No se ha encontrado, en contrapartida, ninguna mención a los Jardines Colgantes en registros cuneiformes de la literatura mesopotámica en general o babilónica en particular. Herodoto, que visitó Babilonia en el siglo V a C, tampoco aporta la menor información sobre los jardines, aunque sí habla de las murallas y del palacio. 
   Las prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en las ruinas de Babilonia tampoco han podido identificar nada que responda con seguridad a tal estructura, aunque ciertos vestigios han dado pie a conjeturar su hipotética ubicación. A principios del siglo XX, el arqueólogo alemán Robert Koldewey excavó en Babilonia los cimientos de una serie de terrazas con canales para el agua –distantes del Éufrates unos cientos de metros– y descubrió en la esquina nordeste del palacio real un peculiar complejo de cámaras de cimentación abovedadas. Un pozo inhabitual que atraviesa una de las bóvedas podría formar parte, utilizando una cadena para subir el agua, del sistema de regadío de los Jardines Colgantes. Según este investigador, los Jardines no estarían dispuestos en forma lineal, sino circular, conformando un vergel privado fuera de la vista de los ciudadanos.​ 
   La investigadora británica Stephanie Dalley encontró en 2013 tres tabillas de escritura cuneiforme asiria, llevadas al British Museum, que contienen la descripción de un jardín aterrazado y abovedado construido en Nínive por Senaquerib (rey de Asiria y Babilonia entre 705 y 681 a C). El documento aporta descripciones de sistemas de bombeo de agua y de plantas traídas desde todo el imperio asirio. Quizá los famosos Jardines nunca fueron construidos en Babilonia, sino en Nínive, capital de Asiria, y los griegos confundieron una ciudad con la otra. Sin embargo, no sería imposible que los dos jardines existieran realmente y que la obra de Nabucodonosor utilizara los ingenios hidráulicos y la experiencia de Senaquerib. Todo son suposiciones.
    Tantas ausencias y tan vagos indicios hacen dudar a muchos historiadores sobre la veracidad de los testimonios de Diodoro Sículo y demás autores griegos. Cabría la posibilidad de que sus escritos se basaran en relatos fantasiosos de los soldados grecomacedonios, deslumbrados por la exuberancia del Eúfrates a su paso por Babilonia, tras haber viajado por las vastas llanuras semidesérticas de Mesopotamia. La imagen arquetípica de los Jardines Colgantes podría muy bien haber surgido de la existencia de árboles creciendo en las terrazas escalonadas de un zigurat.

   "Es cierto que al salir del desierto, todas las ciudades son bellas, todos los oasis se asemejan al jardín del Edén."
   Amin Maalouf. León el Africano

   Resumiendo: no solo no queda nada de los Jardines Colgantes de Babilonia, no solo ignoramos su preciso emplazamiento, sino que ni siquiera sabemos si existieron realmente. ¿No habrían sido otra cosa, quizá, que los escenarios idealizados de una hermosa leyenda?




   ¿Así nos extinguimos bajo los pies del destino?
   ¿Así nos doblegan los siglos y no nos guardan más que un nombre que escriben sobre sus páginas, con agua en vez de tinta?
   ¿Destruirá la muerte todo lo que edificamos, o dispersará el viento todo lo que decimos?
   ¿Y la sombra cubrirá lo que hacemos?
   ¿Es esta la vida?
   ¿Es un pasado que se fue y cuyos restos desaparecieron? ¿Es un presente que corre siguiendo el pasado, o es un futuro misterioso hasta tanto se haga presente o pasado?
   Jalil Gibran. Los secretos del corazón


_____________________________________________________



Indice
   Las pirámides de Egipto
   El Mausoleo de Halicarnaso
   El templo de Artemisa en Efeso
   La estatua de Zeus en Olimpia
   El Faro de Alejandría
   El Coloso de Rodas
   Los Jardines Colgantes de Babilonia

 

 

FotoCD149
   
Lo que queda de las 7 Maravillas
  
Fotografías de

Eneko Pastor
Carlos Molinedo
   
© Carlos Molinedo
© fotoAleph

© Copyright fotoAleph. Todos los derechos  reservados. 
www.fotoaleph.com

 


 

Otras exposiciones de fotos de temas relacionados en fotoAleph
     
El tiempo teme a las pirámides
   
Las 7 Maravillas
Grecia clásica
Tesoros de la Acrópolis de Atenas

   
Las 7 Maravillas
Turquía clásica
Arte grecorromano en Oriente

   
Las 7 Maravillas
     
Alejandría
El faro que perdió su luz

   
Las 7 Maravillas
La isla de Rodas
Sin noticias del coloso

   
Las 7 Maravillas

Patrimonio de la Humanidad
   

Otras 150 maravillas del mundo