Exposiciones fotográficas

La Granja de Segovia

Juegos de agua


   Desde el palacio hasta lo alto del parque se despliega, remontando un terreno en suave pendiente, el conjunto llamado 'Carrera de Caballos', consistente en una sucesión de fuentes y estanques que forman una cascada escalonada de hermosa perspectiva (foto28 y siguientes). De las aguas de los estanques emergen estatuas de jinetes mitológicos montando caballos (fotos 33, 34 y 35). La primera es la fuente del Caracol. Sigue la fuente del Abanico y otra del Caracol, para culminar en el gran estanque de la fuente de Neptuno, con el dios del mar portando su tridente sobre un carro tirado por caballos, rodeado de figuras de cefirillos montando tritones (fotos 31 y 32). El conjunto desemboca en la plazoleta de Andrómeda, con la gran fuente de Perseo liberando a Andrómeda.
La Granja de Segovia   En la fuente de Apolo y Minerva (foto29) se ve a Apolo con la lira entre las manos y a sus pies la serpiente Pitón vencida, mientras dos niños alados, representando el Arte y la Guerra, le ofrecen una corona de laurel y las flechas de su carcaj, respectivamente. Minerva, diosa de la sabiduría, apoyada en su escudo con la inscripción Nec sorte nec fato (ni por la suerte ni por el destino) reduce a la Envidia y la Discordia y tiende a Apolo un ramo de olivo como símbolo de paz.
   Otro gran conjunto es la 'Cascada Nueva', frente a la fachada principal del palacio (foto27): doce estanques escalonados con representaciones alegóricas de los continentes y estaciones del año (Thierry y Fremin). En el punto más alto se levanta la fuente de las Tres Gracias, con un bello grupo escultórico compuesto por las tres hijas que Júpiter tuvo con Eurinome, las diosas de la belleza, el hechizo y la alegría, que sostienen la pileta superior como si fueran cariátides, y a su vez se yerguen sobre una gran taza soportada por un elaborado pedestal con cuatro sátiros.
   La llamada Calle Larga nos lleva a la plazuela de las Ocho Calles, una glorieta rodeada de ocho fuentes, ornadas con elementos arquitectónicos que sirven de marco a las estatuas de Saturno, Minerva, Hércules, Ceres, Neptuno, la Victoria, Marte y Cibeles (Fremin). En el centro de la plazoleta se exhibe la estatua de Psiquis y Mercurio, también debida a Fremin. En la fuente de Hércules, el héroe está sentado bajo un arco, blandiendo su maza y acompañado de trofeos. En la de Marte, el dios de la guerra reposa sobre un escudo empuñando una espada y tiene a sus pies armas de guerra (foto25). En la de Neptuno, el dios de los mares porta un tridente en la mano y a sus pies tiene un delfín y dos hipocampos (foto26). 

   La fuente de Anfítrite domina esta zona. En una carroza, formada por una gran concha tirada por delfines y rodeada de náyades, Anfítitre va en busca de su esposo Neptuno.
   La pequeña fuente de los Dragones (foto17) exhibe un motivo escultórico que se repite en diversas ocasiones en otras fuentes: unos dragones de fiero aspecto, que simbolizaban la fuerza del rey Felipe V y la monarquía.
   La fuente de los Vientos o de Eolo (foto18) presenta al dios sentado sobre un peñasco, acompañado de unos niños que surgen de unos odres y que simbolizan los vientos.
   La fuente de Latona o de las Ranas (foto09 y siguientes) está formada por una plataforma de dos cuerpos octogonales superpuestos que emergen del estanque, coronados por un pedestal cilíndrico que sostiene a la diosa Leto o Latona, madre de los gemelos Apolo y Diana. El estanque está plagado de ranas y de hombres convirtiéndose en ranas, que arrojan por sus bocas chorros de agua. La fuente se debe a Fremin y es una réplica a menor tamaño de la fuente homónima de los jardines de Versalles. En ella se describe el episodio de la transformación en ranas de los campesinos de Licia. Latona, perseguida por Juno, quien mandó contra ella y sus hijos a la serpiente Pitón, arribó a Licia y pidió a sus habitantes de beber. Los licios, subyugados por el poder de Juno, enturbiaron las aguas para convertirlas en barro e impedir a Latona beber. Júpiter, en castigo, les transformó en ranas, condenándoles a vivir en el fango que habían creado. En la fuente se puede ver, precisamente, el momento de la metamorfosis (fotos 12 y 13).
   La fuente de la Fama o de Pegaso (fotos 07 y 08) es un grupo escultórico en forma de peñasco, en cuya cúspide se halla la Fama, dotada de alas, montada sobre el caballo volador Pegaso y tañendo su clarín. Dispara su potente surtidor de agua a más de 40 m de altura, mientras varios guerreros moros caen vencidos a sus pies y se precipitan por el peñasco. Repartidos por la roca aparecen lagartos, flores y troncos de árbol imitando la naturaleza.
   La explanada de la Selva, junto al patio de Coches, ostenta la gran fuente de la Selva, formada por un grupo formado por alegorías de los ríos Duero y Pisuerga en la parte alta y el personaje de Vertumno despojándose de su disfraz de anciano en la parte baja.
   Si el palacio de Versalles está dedicado a Apolo, dios del Sol (¿no era acaso Luis XIV le roi-soleil?), el palacio de La Granja rinde tributo a Diana, diosa de la Luna. En una hornacina de los Baños de Diana (foto20 y siguientes), la última fuente del conjunto en construirse, se representa a Acteón tocando la flauta, mientras que Diana reposa sobre las gradas de mármol, asistida por cinco de sus ninfas.
  
   Al palacio de verano de Felipe V le ha llegado su otoño. Ya no lo habitan los reyes. Sus salones y jardines duermen el sueño de pasadas glorias. Una atmósfera de decadencia, de esplendores marchitos, impregna el ambiente y despierta en el visitante sentimientos de melancolía. Mas no por ello el paraje ha perdido un ápice de su belleza. Muy al contrario, con la senectud el palacio ha ganado en solera, y sus maravillosos jardines, con su armoniosa combinación de bosques continentales y vegetación mediterránea, envuelven aún al paseante en el aura mágica de los mitos paganos.
   La indócil naturaleza de Castilla colabora con los arquitectos y escultores en dotar de más belleza a lo que ya era bello de por sí. Los árboles son aún más gigantescos y frondosos, y en la estación otoñal gustan de vestirse, como los reyes, de púrpura y oro, mientras riadas de hojas de color ámbar y miel alfombran los caminos. Al caer la tarde, los rayos rasantes del sol crepuscular encienden las copas altas de los árboles con un resplandor dorado, y uno cree hallarse perdido en un bosque encantado, poblado de seres imaginarios apostados en los claros de la fronda y recodos de los caminos, o nadando en las aguas de los estanques. Al barroco y al neoclásico que definen los rasgos de estilo de este Real Sitio se superpone así un nuevo modo de expresión estética: el romanticismo. Estamos sumergidos en el feérico escenario de las noches en los jardines de España.

 

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FotoCD93
   

La Granja de Segovia
El crepúsculo del palacio
   
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