Exposiciones fotográficas

España rupestre

Una arquitectura con sus propias leyes

Espana rupestre

  

  Entendemos por arquitectura rupestre esa modalidad de la arquitectura que consiste en crear edificios por el procedimiento de esculpir las rocas, peñascos y acantilados naturales. Es éste un fenómeno que se dio en todo el mundo antiguo, y que perduró hasta bien entrada la Edad Media, dejándonos múltiples manifestaciones en Europa, Asia y África.

   


Espana rupestre   Conviene ante todo precisar que en estos textos utilizaremos el término 'rupestre' en un sentido que no es el más habitual en castellano. Aunque cuando hablamos de arte rupestre hacemos por lo común referencia a las pinturas y grabados realizados en la Prehistoria en algunas rocas y cavernas, nos vamos a remitir a la acepción más genérica de la palabra 'rupestre' –perteneciente o relativo a las rocas (del latín 'rupes' = roca)–, para extender el concepto a las creaciones arquitectónicas y escultóricas que el hombre ha producido desde la antigüedad por el arduo procedimiento de moldear la naturaleza, haciendo de las montañas su materia de trabajo.
   A falta de una terminología más precisa, estas cavidades artificiales con frecuencia son denominadas 'cuevas' o 'grutas', y en este texto también utilizaremos estas palabras, aunque no quisiéramos que dieran lugar a equívocos. Las 'cuevas' de que aquí hablamos poco tienen que ver con las cavernas naturales que agujerean la corteza terrestre; son cavidades artificiales socavadas por la mano del hombre en la mole rocosa de los peñascos para crear espacios donde poder vivir y practicar sus ceremonias religiosas.
   De los templos de Abu Simbel en el Nilo a los budas gigantes cincelados en montañas del medio y extremo oriente, pasando por Petra, Capadocia, Ajanta o Lalibela, el arte rupestre abarca muchos países y épocas, combina varias disciplinas (arquitectura, escultura y pintura, amén de las técnicas de cantería) y posee las más diversas funciones y estilos. Lejos de oponerse o sustituir a la arquitectura tradicional de madera, ladrillo o sillar, la complementa y le da otra dimensión. A menudo inusitada, pues no es lo mismo tallar un edificio que construirlo.
Espana rupestre   A diferencia de la arquitectura convencional, que procede por acumulación, superponiendo hilada tras hilada de sillares o ladrillos, incorporando columnas, vigas y dinteles para sostener el techo y contrarrestar los empujes estructurales, en la arquitectura rupestre se procede por sustracción, quitando lo que sobra de la masa rocosa para sacar a la luz el edificio que esconde dentro, para crear un vacío, el espacio vacío del interior del edificio.
   El hombre se enfrenta al más gigantesco bloque de piedra que puede labrar: la montaña. Y con sus modestas herramientas de cantero, con sus picos, sus cinceles y sus azuelas, desollándose los nudillos contra la piedra, desbasta la montaña, la pica, la trepana, la ahueca, la esculpe literalmente como si fuera una estatua colosal.

   En la arquitectura rupestre los edificios son por consiguiente monolíticos. Forman una unidad con la masa del bloque pétreo donde se han perforado. Y eso incluye a todos los elementos estructurales y decorativos que configuran sus exteriores e interiores. Suelos, techos, fachadas, pilares, paredes, todo es uno. Un solo y único monolito que forma parte de la mole montañosa donde está esculpido, que se imbrica y se hace uno con la naturaleza.
   Aquí las casas se empiezan por el tejado. El edificio rupestre se esculpe de arriba abajo: comenzando por el techo y terminando por la base. Bóvedas y cubiertas disfrutan del don de la ingravidez. Para que se hundan, se tiene que hundir la montaña de la que forman parte. Todos los pilares, arcos y vigas que veremos en las fotografías de esta colección son, pues, superfluos. No sostienen nada. Si están ahí es porque sus artífices querían calcar en roca las formas de la arquitectura 'construida'.
   Llámesele arquitectura esculpida o escultura a escala arquitectónica, en cualquier caso se ha de tener presente que en la arquitectura rupestre la naturaleza forma parte del equipo artístico, y con papel protagonista. La montaña que bajo sus faldas alberga estos edificios los arropa al mismo tiempo, los abraza por los cuatro costados, les transmite su solidez, les concede su cuota de inmortalidad. Las líneas regulares de la arquitectura nunca llegan a domar del todo las caprichosas formas de los roquedales. La naturaleza tiene siempre la última palabra, domina con su sola presencia el escenario. Dibuja con sus abruptos paisajes el grandioso telón de fondo, fabrica el armazón que sustenta estas obras arquitectónicas y las impregna de su fuerza telúrica. Arquitectura y naturaleza se funden en un abrazo salvaje.
   Y es que la arquitectura rupestre tiene vocación de eternidad. El tiempo barre las realizaciones de los hombres como si fueran castillos de naipes, pero lo tiene más arduo con los montes. Frente a la brevedad de la vida humana, la duración de una montaña se acerca a lo eterno. Sufre ésta los embates de la erosión, terremotos, fallas, avalanchas, derrumbes, y los resiste casi incólume. Puede que el hombre fuera para los griegos la medida de todas las cosas, pero el calendario de las eras geológicas no está sincronizado con el calendario de las horas del hombre.
    Es así como la arquitectura rupestre tiende a sobrevivir cuando otros edificios coetáneos ya no son sino ruinas o cimientos irreconocibles. A menudo es lo único que queda en lugares donde todas las demás construcciones han desaparecido por completo, escamoteadas por el tiempo, y a consecuencia de ello los monumentos tallados en roca se convierten en valiosos y raros testimonios, muchas veces únicos, de lo que allá hubo.




La arquitectura rupestre en España
Espana rupestre
    En la Península Ibérica las más antiguas realizaciones arquitectónicas y urbanísticas de factura rupestre se remontan a la antigüedad prerromana. Subsisten varios yacimientos, con ilustrativos vestigios de este tipo de arquitectura llevada a cabo por tribus celtibéricas asentadas en la meseta castellana, como es el caso de los vetones en el castro de Ulaca (Ávila), los arévacos en Tiermes (Soria) y los pelendones en Contrebia Leucade (La Rioja).
   En el castro de Ulaca podemos ver estructuras monolíticas como un altar de sacrificios tallado en un gran bloque de granito y una sauna ceremonial semi-rupestre, pero además podemos comprobar cómo los suelos graníticos de gran parte del recinto están alisados artificialmente para crear superficies horizontales sobre las que se levantaban las viviendas de madera y paja.
   Lo mismo ocurre en el oppidum arévaco de Tiermes, solo que en este caso las técnicas de construcción rupestre se aplicaron a las mismas viviendas y a otros elementos urbanísticos como calles, escalinatas, graderíos y acueductos.
   En Contrebia Leucade existen calles enteras de viviendas rupestres y semi-rupestres, dotadas de aljibes y canales de agua tallados en la misma roca, y un grandioso foso defensivo excavado en la roca madre sobre la que se levanta la muralla.
   Pero el mayor número de edificios rupestres que sobreviven en España datan de la Alta Edad Media, del periodo comprendido entre el desmoronamiento de la sociedad hispano-romana en los siglos IV y V y el advenimiento del románico en el siglo XI. Son por tanto obras encuadrables en la arquitectura prerrománica. En su mayoría son edificaciones de carácter religioso, como iglesias, conventos y eremitorios. Abundan también las necrópolis rupestres, compuestas de fosas rectangulares o antropomorfas talladas en el mismo suelo rocoso, y tapadas con losas.
Espana rupestre   El fenómeno del eremitismo, la práctica de mudarse a lugares apartados a vivir una vida ascética, se produjo en la misma época en diversos países del Viejo Mundo, entre ellos España. Determinados individuos abandonaban las ciudades y se desplazaban al campo, cambiando la forma de vida urbana por una vida de retiro espiritual. Algunos de estos cristianos renunciaban por completo a la vida social y se retiraban a la soledad de las montañas, a vivir entre privaciones como eremitas o ascetas, "lejos del mundanal ruido", de modo muy similar a lo que hoy sucede en la India con los rishis o renunciantes.
   Tenemos ejemplos tempranos de los rastros que dejó este movimiento eremítico, o fuga mundi, en Palestina, en Capadocia (actual Turquía), en Egipto (como ocurrió en la llamada 'Tebaida', donde los ascetas se retiraban a vivir en cuevas artificiales que en algunos casos no eran sino tumbas abandonadas de la época faraónica alrededor de la antigua Tebas, y entre los que hay que mentar un precursor como San Antonio, cuyo ejemplo tuvo muchos seguidores) y en Siria (con Simeón y los estilitas, ascetas cuya renuncia consistía en pasar toda su vida en lo alto de una columna o stylé; ver en fotoAleph fotos del martyrium de San Simeón el Estilita en la colección Siria milenaria).
   Otros cristianos decidían vivir apartados de la sociedad pero agrupados y organizados en cenobios o monasterios, como monjes, manteniendo el celibato y dedicándose a la oración y a la vida contemplativa.
   Hacia el siglo VI d C empezaron a esculpirse las primeras iglesias y eremitorios rupestres en la Península Ibérica. Los rasgos formales de estas edificaciones fueron evolucionando a lo largo de los siglos, de más sencillos a más complejos, pero siempre en paralelo a la evolución de los estilos de arquitectura prerrománica que se dieron en España, concretamente el visigodo, el asturiano y el mozárabe (que a su vez poseen marcadas influencias tardorromanas, paleocristianas, germánicas y bizantinas).
Espana rupestre   Dada la escasez de registros documentales y epigráficos, y la imposibilidad de realizar dataciones por el procedimiento del carbono 14 debido a la ausencia de materiales orgánicos como la madera o los huesos, no se ha podido fijar todavía con precisión la cronología de estos edificios. El único del que se conoce con exactitud la fecha es la iglesia rupestre de San Martín en Villarén (Alto Pisuerga, Palencia), que tiene una inscripción en un muro mencionando el 587 como año de su consagración.
   Lo que empezaron siendo simples covachas artificiales terminaron creciendo y complicándose hasta convertirse en iglesias de tres naves columnadas, algunas de dos pisos, con vestíbulos, tribunas, bóvedas, oratorios y capillas anexas. Las colonias eremíticas se alojaban en una sucesión de celdas excavadas adyacentes entre sí en acantilados y farallones, a veces colgadas a media altura de la pared, y con frecuencia disponían de una iglesia o un espacio común de culto.
   El aspecto que presentan actualmente estos edificios rupestres es muy distinto del que tendrían en su época de funcionamiento, pues los rigores del clima los han erosionado drásticamente, sufriendo en algunos casos desplomes parciales. Y el paso arrasador del tiempo ha borrado toda huella de la labor de carpintería que complementaba la arquitectura de piedra. Por lo perecedero del material, han desaparecido todos los elementos de madera como entresuelos, batientes de puertas, hojas de ventanas, balaustradas y escaleras, así como los porches y estancias anexos que sin duda existían, como lo demuestra la frecuente presencia de mechinales (huecos para empotrar vigas) horadados en los muros de fachada.
   Hay también en Europa obras de arquitectura rupestre en países muy alejados entre sí, como por ejemplo Bulgaria (monasterio rupestre de Ivanovo), Italia (las tumbas etruscas de Cerveteri y los sassi de Matera), la isla de Malta (necrópolis) y Francia (celdas rupestres en los farallones del valle del Loira).
   Los eremitorios e iglesias rupestres altomedievales existentes en España, aunque se reparten por toda la península, se hallan sobre todo concentrados en torno al alto valle del Ebro, en las provincias de Cantabria, Palencia, Burgos, La Rioja, Álava y Navarra. Es sorprendente comprobar que no sólo son contemporáneos de los de Capadocia, sino similares, pese a la lejanía geográfica de esta región de Turquía, en muchos de sus elementos estructurales y estilísticos.

 

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España rupestre

Bibliografía consultada

- Fontaine, Jacques. L'art préroman hispanique (Vol. II. L'art mozarabe. Zodiaque, 1977)
- Latxaga. Iglesias rupestres visigóticas en Álava (La Capadocia del País Vasco y el complejo rupestre más importante de Europa. Editorial La Gran Enciclopedia Vasca, 1976)
- Monreal Jimeno, Luis Alberto. Eremitorios rupestres altomedievales (Universidad de Deusto, 1989)
- Ortego, Teógenes. Tiermes. Ciudad rupestre celtíbero-romana (Ministerio de Cultura. Dirección General del Patrimonio Artístico, Archivos y Museos, 1980)

  

 

FotoCD133
   
España rupestre

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Fotografías: Eneko Pastor

 


   

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