Exposiciones fotográficas

Angkor. El corazón de Camboya

El papel crucial del agua en la economía de Camboya


   Si Angkor es el corazón de Camboya, Camboya es el corazón de la península de Indochina. Hace frontera al noroeste con Tailandia, al norte con Laos, al este con Vietnam, y está bañada en su costa sudoeste por el océano Índico (Golfo de Tailandia).
   Hace tan sólo 5.000 años Camboya no existía. Su actual territorio yacía entonces sumergido bajo el mar, en una bahía encajonada entre dos penínsulas.
Mapa de Camboya   El río Mekong, la principal arteria fluvial de Indochina, tenía su desembocadura cerca de lo que hoy es el norte de Camboya, y por ella vertía gran cantidad de sedimentos en el océano. Los depósitos aluviales rellenaron gradualmente la bahía, y Camboya emergió de las aguas: un país tan llano que lo que antaño habían sido islas todavía sobresalen como colinas aisladas en un vasto terreno horizontal. Debido al enorme volumen de sedimentos, y a la gran velocidad que adquiere el Mekong cuando su caudal crece con las nieves derretidas del Tibet sumadas a las copiosas lluvias tropicales en el Asia continental del sudeste, la bahía se colmató con relativa rapidez.
   La tierra ganó terreno al mar. Un entrante de la bahía quedó cortado por las tierras para convertirse en lo que hoy es un lago interior, atravesado por un río. Tanto el lago como el río se llaman Tonlé Sap (= Río de Agua Dulce). Los peces de agua salada, algunos de gran tamaño, se adaptaron poco a poco al nuevo ecosistema de aguas dulces. Se trata del caladero más abundante del mundo: su riqueza piscícola por kilómetro cuadrado supera en 30 veces al Atlántico norte.
   En el mes de septiembre, el lago Tonlé Sap triplica su tamaño, inundando la mayor parte de la llanura de Camboya. Las cabañas de sus orillas están preparadas para la inundación: son construidas, a modo de palafitos, sobre estilizados pilotes de madera, de modo que el nivel de las aguas en el momento de máxima crecida no las llega a alcanzar. Otras cabañas, con paredes de madera o de hojas de palma trenzadas, están asentadas sobre embarcaciones o gabarras, formando auténticos 'pueblos flotantes' (foto31, ver también fotos en El pueblo camboyano) que se desplazan de lugar conforme suben y bajan las aguas.
   "Se puede navegar a través de Camboya", escribió un viajero chino del siglo XIII.
   Grandes bancos de peces nadan a través del país de septiembre a noviembre, desovando en las zonas poco profundas. Cuando las aguas se retiran tras la temporada de lluvias, los campesinos atrapan los peces en las charcas y entre los arbustos. Los pescadores instalan enormes redes en el Tonlé Sap a intervalos de un kilómetro, con pingües resultados. Los elefantes pescan en el agua.
   El avance y retirada de las aguas, determinados por la alternancia de las estaciones húmeda y seca, marcan el pulso de vida de la sociedad camboyana.
   De ahí la importancia vital que tiene la gestión del agua en Camboya. El arroz es el alimento básico de la población. Los arrozales necesitan irrigación en abundancia, y por ello los campos de arroz son delimitados por muretes de barro para empantanar el agua en su interior, siendo sus niveles cuidadosamente regulados para obtener un óptimo rendimiento en la cosecha.
   Pero durante más de la mitad del año no cae una gota de lluvia, y el país entero se va secando poco a poco. Ríos y lagos merman drásticamente de nivel, los estanques desaparecen, los campos amarillean, el agua escasea, y los arrozales se convierten en meros secarrales, a la espera de la próxima temporada de lluvias, que irrumpe hacia julio, y es cuando todo vuelve a verdecer.
  
  
La quimera del agua
Angkor 
   ¿Qué pasaría si durante la estación pluvial se almacenara agua suficiente para prolongar el regadío de los campos durante la estación seca? ¿Se podría duplicar o triplicar la cosecha anual de Camboya?
    Durante mucho tiempo se creyó que este sistema fue la clave de la prosperidad del antiguo reino jemer de Angkor, un periodo culminante en la economía de Camboya, tras el cual el país no habría hecho sino sumirse en una larga decadencia. Esta teoría fue propagada por los primeros arqueólogos franceses que exploraron las ruinas de aquella civilización devorada por la jungla.
  
   En épocas imprecisas, esta ciudad, soterrada desde ha siglos, fue uno de los esplendores del mundo. Lo mismo que el viejo Nilo, con sólo su limo, hizo desenvolverse en su valle una civilización maravillosa, aquí, el Mekong, extendiendo anualmente sus aguas, había depositado la riqueza y preparado el imperio fastuoso de los Khemers. Probablemente fue en los tiempos de Alejandro de Macedonia, cuando un pueblo emigrado de la India vino a asentarse en las orillas de este gran río, después de haber sometido a los temerosos indígenas (hombres de ojos pequeños, adoradores de la serpiente). Los conquistadores llevaron con ellos en su huída los dioses del brahmanismo y las bellas leyendas del Ramayana; y, a medida que crecía su opulencia sobre este fértil suelo, elevaban por todas partes templos gigantescos, esculpidos con miles de figuras.
   (Pierre Loti, Peregrino de Angkor)

   Pero la teoría de la 'irrigación intensiva', aceptada hasta fechas tan tardías como los años ochenta del siglo XX, resultó ser falsa, una mera hipótesis propiciada por la visión romántica de los exploradores del siglo XIX. Las nuevas investigaciones científicas en la historia de aquella edad de oro han demostrado que los regadíos en la estación seca no eran posibles en Angkor. El grandioso complejo de estanques, pantanos, redes de canales, fosos rodeando templos... que construyó el imperio jemer, y que aún puede admirarse entre las vastas ruinas de Angkor (uno de los estanques, el Baray Occidental, mide 8 x 2,5 km de lado y todavía está en funcionamiento), parece ser que tenía dos propósitos principales: el transporte naval y el control de las crecidas para una mejor irrigación en la misma temporada de lluvias.
Angkor   El regadío intensivo y permanente de amplios territorios de Camboya en la estación seca, aprovechando las aguas almacenadas en la estación de lluvias, no era sino un mito.
   Y este mito terminó indirectamente por acarrear grandes sufrimientos al pueblo camboyano, ya que en el siglo XX el régimen de los jemeres rojos de Pol Pot (1975-1979) se propuso como principal objetivo el 'retorno' de Camboya a los tiempos del florecimiento económico de Angkor, basándose en tales y tan falaces premisas.
   La dictadura de Pol Pot condenó a trabajos forzados a decenas de miles de ciudadanos para construir por todo Camboya mastodónticas presas y excavar faraónicos canales... que no sirvieron para nada. No sólo por las deficiencias constructivas derivadas de la impericia técnica causada porque la mayoría de los ingenieros agrónomos camboyanos habían sido ejecutados en una purga de 'limpieza ideológica', sino porque todas las energías invertidas perseguían un sueño imposible.  
   Los planes económicos redactados en los despachos de la organización gubernamental pretendían alcanzar 'tres cosechas de arroz anuales' en Camboya (o 'tres toneladas por hectárea'), y esos quiméricos planes se imponían por la viva fuerza, sin previos estudios de viabilidad, entre la población camboyana, exigiendo de los trabajadores esfuerzos sobrehumanos para su logro.
   Esfuerzos que lógicamente acababan en fracaso y hambrunas. Pero entonces la organización culpaba del fracaso a los mismos trabajadores, acusándoles de holgazanería y de estar contaminados por actitudes contrarrevolucionarias. Un nuevo pretexto para aumentar la represión y exigirles aún mayores esfuerzos, en un círculo vicioso que no tenía fin.
   Para más información, ver en fotoAleph exposición El holocausto camboyano.
  
   Aunque la revolución de Kampuchea Democrática parece la revolución más radical del siglo XX, los comportamientos de los revolucionarios no son totalmente extraños a la cultura jemer. Muchos de estos comportamientos pueden encontrar analogías en los de sus antepasados, y en los de las gentes del bosque. La época angkoriana es la referencia consciente a la que comparan su acción los revolucionarios, como antaño hacía el príncipe Sihanuk. Evidentemente, es el modelo angkoriano el que inspiró la realización de gigantescas obras hidráulicas, con la misma megalomanía suicida.
   (François Ponchaud, Cambodge, année zéro)

 

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FotoCD114
   
Angkor
El corazón de Camboya

   
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