Colecciones fotográficas

Turquía cristiana

Las mil y una iglesias

 

   Presentamos aquí una pequeña selección de restos arquitectónicos de las antiguas iglesias y monasterios cristianos que todavía resisten al paso del tiempo perdidos en los más recónditos parajes de esa tierra que antaño se llamaba Asia Menor y hoy conocemos como Turquía.


Binbir Kilise o las 1.001 iglesias
   
   En la montañosa región de Turquía que antiguamente se llamaba Licaonia, situada al suroeste de la península anatolia, provincia de Karaman, se esconde un valle conocido como Binbir Kilise. Literalmente, Binbir Kilise significa en turco "Las Mil y Una Iglesias", y tal topónimo hace alusión a la existencia en estos ásperos parajes de un gran número de iglesias bizantinas, cuyos nombres y advocaciones han sido olvidados en el transcurso del tiempo y que se hallan en estado de total ruina, apenas excavadas por los arqueólogos a día de hoy.
Turquia cristiana   Los dos grupos principales de iglesias se encuentran en torno a dos humildes aldeas habitadas por pastores, conocidos como Maden Sehir y Degler. 
   En Maden Sehir hubo antaño un complejo monástico, al pie de una colina que debió ser una acrópolis prehelénica, a juzgar por los restos de cerámica que han sido allí encontrados. Este monasterio fue parcialmente abandonado en el siglo VII, con las primeras invasiones árabes en territorios bizantinos. Al parecer, sus pobladores emigraron a otra antigua ciudad, en el lugar hoy conocido como Degler, situado a una decena de kilómetros monte arriba. A mediados del siglo IX los emperadores de la llamada Dinastía Macedónica expulsaron a los árabes hasta Siria, y el sitio de Maden Sehir comenzó a ser repoblado. Las iglesias arrasadas fueron reconstruidas, y se erigieron nuevos monasterios y santuarios. Con la invasión turca de principios del siglo XIII, esta población terminó por desaparecer.
   Degler, un rústico poblado pastoril que dormita en las estribaciones del Kara Dagi –un volcán extinguido–, estuvo en su tiempo protegido por murallas. Las casas son de sillares de piedra reaprovechados de las ruinas. Los establecimientos monásticos debieron ser muy numerosos, dada la abundancia de restos de iglesias, estancias y cisternas que se integran en el pueblo o subsisten en los aledaños, a veces utilizadas como establos o almacenes de grano. 
   La mayor parte de las iglesias de Binbir Kilise fue construida entre 850 y 1070, muchas de ellas siguiendo el modelo ortodoxo-siríaco de basílica cupulada. Los muros son de grandes bloques de sillería, aparejados en seco, sin argamasa. La escasez de árboles en la región obligó a cubrir los edificios con bóvedas y cúpulas de piedra en lugar de techos planos de madera (foto006). Los arcos son por lo general de herradura muy ligeramente pronunciada (foto012) y abundan las ventanas geminadas con una columnilla de parteluz (foto009). 

   En los alrededores de la ciudad de Karaman, capital de la provincia turca homónima, son particularmente abundantes los vestigios de antiguas instituciones monásticas cristianas. Una de las iglesias mejor conservadas es la de Fisandon, a 8 km de la ciudad, que tras su restauración para ser utilizada como mezquita se halla prácticamente entera (foto015 y siguientes). La fachada, las naves laterales y el ábside están perforados por hileras de ventanas abocinadas y de ligera herradura, alternando las ventanas ciegas con las abiertas (fotos 017 y 018).




Iglesias cristianas en Cilicia
   
   Cilicia es el nombre antiguo de la región sudoriental de la península anatólica comprendida entre la Panfilia al oeste, la cadena de los montes Taurus al norte, los Antitaurus al este y el mar Mediterráneo al sur. Pasillo de tránsito obligado entre Anatolia y los países de Oriente Próximo, la única ruta entre la península y Siria atravesaba Cilicia, que cayó dentro del área de influencia hitita con el nombre de Kizzuwatna. 
Turquia cristiana   Tras la invasión y ocupación persas, en los siglos VI-IV a C Cilicia funcionó como satrapía del imperio aqueménida. Alejandro Magno conquistó en 334-333 a C el Asia Menor y repartió su imperio entre los diádocos (sus generales sucesores). Cilicia pasó a manos de los seléucidas, una de las dinastías herederas del fugaz imperio macedonio. Éstos fundaron la ciudad de Seleucia (la actual Silifke), que alcanzaría renombre como centro de saber, y favorecieron a las comunidades judías, entre las que pronto prendería y echaría raíces el cristianismo. En el I a C, Cilicia fue declarada provincia romana.  
   El apóstol San Pablo, o Saulo, originario de Tarsus (Cilicia), viajó por estas tierras en su labor de evangelización. Por su situación geográfica, cercana a Palestina, esta región fue una de las primeras de Asia Menor en ser cristianizadas. El cristianismo bajo los bizantinos se resintió de los ataques árabes a partir del VII d C. Las sucesivas guerras acarrearon un empobrecimiento general de la zona. Una migración de armenios se estableció allí en el 1080 d C, fundando un reino llamado Cilicio o de la Baja Armenia. Como tierra de paso entre Asia Menor y Tierra Santa, Cilicia fue uno de los principales escenarios de las Cruzadas. 
   La antigua región de Cilicia es abundante en iglesias cristianas primitivas, un incontable número de ellas en estado actual de total ruina y olvido. Reseñamos tres lugares: Alahan, Kanytele y Korykos.


   
   
Alahan: el salto del arte romano al bizantino
   
   En un agreste collado de las montañas del Taurus, en la antigua Cilicia, se esconden las ruinas de un complejo monástico paleobizantino, del que sobreviven dos soberbias iglesias, una de ellas prácticamente intacta. Datadas con una diferencia de medio siglo, estas dos iglesias son muy ilustrativas de la evolución que experimentó la arquitectura religiosa entre el siglo V, donde se detectan todavía reminiscencias grecorromanas, y el siglo VI, donde ya los rasgos estilísticos bizantinos alcanzan su carta de naturaleza.
Turquia cristiana   La iglesia de los Evangelistas está muy arruinada (foto019 y siguientes). Fue levantada a finales del siglo V, sobre planta basilical de tres naves separadas por dos arquerías de columnas de capiteles corintios. Una bella puerta de entrada con jambas y dintel monolíticos al modo clásico está tallada con relieves ornamentales. En el dintel están representados la cabeza de Cristo en una orla sostenida por ángeles, las cuatro bestias de la visión de Ezequiel y figuras del Apocalipsis de San Juan. En el intradós de la jamba derecha se ve (foto021) a San Miguel sobre dos figuras femeninas con gorro frigio. En el de la izquierda, a San Gabriel de pie sobre un toro. Las dos mujeres con bonete frigio podrían ser adoratrices del culto a Cibeles y el toro haría referencia al animal sagrado de Mitra, por lo que el conjunto simbolizaría el triunfo de los dos arcángeles sobre el paganismo y los enemigos de Cristo. El ábside incluía un synthronon o bancada corrida semicircular (foto022), donde se sentaban los monjes durante los oficios. Una nave lateral albergaba un baptisterio con la cisterna bautismal en forma de cruz griega, donde se practicaba el bautismo por inmersión.
   La iglesia del Este (foto023 y siguientes) ocupa el extremo oriental de la terraza (cuyo suelo se allanó tallando la roca) y está excepcionalmente bien conservada, si se tiene en cuenta que data de comienzos del siglo VI, y es, por tanto, coetánea de Santa Sofía de Constantinopla. Consta de tres naves, con un solo ábside que prolonga la nave central (foto026). La iglesia estaba precedida de un nártex, hoy desaparecido. Desde este vestíbulo se entraba al santuario por tres puertas de jambas y dinteles monolíticos ricamente ornamentados (fotos 024 y 025) con relieves de motivos vegetales (uvas y vides) y animales (peces). En el interior, los arcos del transepto se apoyan sobre recias columnas corintias de fuste monolítico (foto027) y soberbios capiteles de hojas de acanto (foto028), que sostenían la techumbre de una torre. El arco triunfal de acceso al ábside está flanqueado por dos edículos: la prótesis y el diaconicón. En cada ángulo del interior de la torre, dos pares de columnillas, descansando sobre ménsulas ricamente decoradas, sostenían pequeñas arcadas que contribuían a soportar la cubierta de la torre (fotos 030 y 031). La ligereza de estos soportes permite deducir que probablemente la torre no estaba coronada por una cúpula.




La ciudad de la sangre
   
   La ciudad de Kanytele o Kanytelis (hoy Kanlidivane), cuyas ruinas datan de las épocas helenística, romana y sobre todo bizantina, fue construida alrededor de una vasta depresión de 400 m de circunferencia y 60 m de profundidad, que cae en picado hasta una hondonada cuyo fondo no se ve por estar devorado por la selva (foto032). La leyenda cuenta que en las honduras de la fosa se criaban animales salvajes a los que se alimentaba con prisioneros lanzados desde lo alto. Esto, aunque no ha sido confirmado por excavaciones, dio a la localidad su sobrenombre: 'Ciudad de la Sangre'. En el borde superior de la gigantesca dolina todavía se sostiene en pie la iglesia Norte (foto038 y siguientes), uno de los muchos edificios bizantinos arruinados que jalonan el lugar. 
Turquia cristiana   Las amplias losas de lo que pudo ser un ágora, y el aparejo ciclópeo poligonal de una torre delatan que la ciudad existía ya en tiempos helenísticos. Pero la inmensa mayoría de los restos esparcidos por los campos son torres o templos funerarios romanos, y basílicas cristianas construidas a partir de Teodosio II (408-450 d C). En los siglos VIII y IX, aunque dependía de la vecina Olba (Uzuncaburç), conoció gran prosperidad, salvaguardada por sus condiciones geográficas de las incursiones árabes. 
   Algunos de los muros de la iglesia Oeste (foto035 y siguientes) todavía superan los 10 metros de altura. Es de planta basilical, con tres naves rematadas en ábsides no salientes. Se conservan enteros los encuadramientos de algunas puertas, con jambas y dinteles monolíticos delicadamente moldurados. 
   Esparcidos por los roquedales pueden distinguirse las ruinas de un complejo monástico, una cisterna abovedada, un palacio o santuario y diversas tumbas rupestres talladas en las paredes rocosas.
  
   Korykos o Korygos, paraje de la costa cilicia conocido por los oriundos del lugar como Cennet y Cehennem (Cielo e Infierno) en referencia a una cueva y una sima de las cercanías, esconde sus antiguas ruinas en los asalvajados pedregales que circundan la bahía de Kizkalesi, concurrida meta del veraneo local turco. Kizkalesi (el 'Castillo de la Doncella') toma su nombre del hermoso castillo que ocupa un islote en medio de la rada, con sus blancos torreones cilíndricos como chimeneas de una embarcación duplicándose reflejados en las límpidas aguas. En tierra firme alza sus murallones otro castillo no menos imponente, construido en el siglo XII por un príncipe cristiano del llamado Reino de la Baja Armenia, aprovechando materiales del sitio antiguo adyacente. Korykos fue más tarde una escala comercial para genoveses y venecianos. 
   De las ruinas de Korykos, quedan sobre todo las necrópolis romanas y bizantinas (foto047), desperdigadas por los campos vecinos al castillo armenio en la playa. También se encuentran, perdidas entre la vegetación, los restos de tres iglesias, la más importante de las cuales parece ocupar el emplazamiento de un santuario antiguo. Son curiosas las puertas, protegidas por arcos de medio punto de profundo intradós, como si fueran secciones cilíndricas, apoyados sobre alargadas ménsulas de fina labor de talla (foto044). Alguna iglesias retienen huellas de frescos murales, demasiado borrados por el tiempo para poder ser interpretados.


   

El martirion de San Felipe
   
    Las ruinas de la antigua ciudad frigia de Hierapolis, en la actual provincia turca de Denizli, yacen a una decena de kilómetros de Laodicea. Allí existía desde tiempos remotos un hieron o lugar sagrado, y la ciudad que creció en torno al mismo llegó a ser, aunque sin adquirir relevancia política, uno de los grandes centros de Frigia.
Turquia cristiana   El sitio se llama hoy Pamukkale, que en turco significa 'Castillo de Algodón'. Este nombre hace referencia a un extraordinario fenómeno natural que tiene aquí lugar. Debido a una falla de la terraza donde se asienta la ciudad, a la vera de los montes Gékelez, en varios puntos surgen fuentes de aguas termales a 35º C de temperatura. Esas aguas subterráneas renacidas al mundo arrastran soluciones de calcita que se van depositando en el terreno y solidificando con el tiempo. Al caer en cascadas por los barrancos, los sedimentos se petrifican poco a poco creando a la luz del día formaciones muy similares a las que se esconden en la oscuridad de las cuevas: estalactitas, coladas, piscinas naturales, cataratas pétreas, todo ello de un deslumbrante color blanco.
   Los antiguos habitantes de la zona atribuyeron a estas aguas calientes virtudes curativas, y a fines del siglo II a C instalaron allí una estación termal. Los reyes atálidas de Pérgamo urbanizaron el sitio siguiendo las pautas hipodámicas (trazado urbano ortogonal) de las ciudades helenísticas. Los romanos explotaron a fondo estas aguas termales y reconstruyeron Hierapolis, dotándola de fastuosos monumentos civiles y religiosos. Las ruinas de sus templos, teatros, termas, avenidas y necrópolis permiten entrever lo opulenta que fue en su tiempo esta urbe sacra, a cuyas instalaciones balnearias acudían peregrinos de todo el mundo clásico, griegos, macedonios, romanos, judíos y anatolios.
   Hierapolis fue evangelizada, según la tradición, por Felipe, uno de los doce apóstoles. El apóstol Felipe fue crucificado en 87 d C, en el transcurso de la persecución desatada por el emperador Domiciano contra los seguidores de Cristo. Sobre su supuesto lugar de enterramiento se elevó en los primeros años del siglo V un martyrium (monumento funerario, por lo general de planta circular o poligonal, destinado a cobijar el sepulcro de un mártir), que se convirtió en meta de peregrinación para los cristianos de Asia Menor. La atribución de este mausoleo a San Felipe es sólo conjetural, pues nunca se ha identificado con seguridad el emplazamiento donde fue inhumado el apóstol.
   Lo poco que queda del martirion de San Felipe deja entrever que fue un gran edificio funerario de planta radial. Sus ruinas (foto048) yacen sobre un altozano desde el que se abarca el panorama completo de Hierapolis. Desde la ciudad se ascendía al martirion por una escalera monumental por la que desfilaban las procesiones de devotos. 
   El monumento era de planta octogonal inscrita en un cuadrado, con cuatro corredores recorriendo cada lado. La estructura incluía además ocho capillas irradiando del centro como una estrella de ocho puntas, separadas por otras tantas estancias poligonales. En medio de los corredores se abría una puerta que penetraba en una cámara cuadrada, desde la que se accedía a cada una de las capillas, y de allí a la sala octogonal central.
   Esta sala, de 20 m de diámetro, estaba coronada por una cúpula de entramado de madera revestida exteriormente con láminas de plomo. Las capillas se cubrían con bóvedas de ladrillo y las estancias intermedias, con techumbres de madera. Los ábsides externos se remataban con semicúpulas revestidas de mosaicos. Sobre la dovela clave de las puertas de medio punto se puede distinguir en relieve el monograma de Cristo (foto049).




La tumba de Papá Noel

   La actual ciudad de Demre, en la costa sur de Turquía, se alza sobre el emplazamiento de la antigua Myra, una de las poblaciones con más peso en la confederación licia. La urbe alcanzó el cénit de su crecimiento en el siglo II d C, enriquecida por las donaciones de ciudadanos opulentos. El teatro de Myra, uno de los más completos teatros romanos entre los centenares que sobreviven en Asia Menor, ofrece un ilustrativo testimonio de aquel esplendor. Una necrópolis rupestre de tumbas licias trepa por el escarpado monte que sirve de telón de fondo al teatro, y data del siglo V a C (ver fotos en la colección de fotoAleph Turquía rupestre).
Turquia cristiana   En la época bizantina temprana, Myra adquirió gran fama gracias a la personalidad de Nicolás, nativo de la vecina Patara, que tras viajar por Palestina regresó a Licia para ocupar la sede del obispado de Myra a principios del IV d C. Su vida está envuelta en leyendas hagiográficas que lo pintan como un hombre de piadosas virtudes, benefactor de los niños necesitados y que obraba milagros. A su muerte, la tumba de San Nicolás de Myra se convirtió en meta de peregrinación para los cristianos de Europa y Asia Menor. Los peregrinos vertían aceite dentro del sarcófago y lo volvían a recoger bendecido por su contacto con los huesos del santo. San Nicolás fue adoptado en toda Europa como patrono de los niños y los comerciantes. Existen más de dos mil templos en todo el mundo bajo su advocación. En 1087, el cuerpo del santo fue presuntamente robado por unos mercaderes venidos de Bari, y depositado finalmente en aquella misma ciudad portuaria del sur de Italia. Otras fuentes afirman que los restos fueron trasladados a Bari por unos devotos con el fin de salvaguardarlos de las incursiones musulmanas. Hoy se siguen atribuyendo milagros a las reliquias de san Nicolás de Bari, nombre con el que se le conoce en occidente.
   En las afueras de Demre se puede visitar la iglesia de San Nicolás –fundada en el IV–, donde fue enterrado este obispo, cuya legendaria vida inspiró en la imaginación popular el personaje de San Nicolás o Santa Claus (Sant Nikolaus), el Papá Noel de las navidades (los rótulos anunciadores de la iglesia lo transcriben como 'Baba Noel'). 
   La iglesia paleobizantina original fue destruida por un terremoto en 529, relevantada en el siglo IX (época en que estaba muy en auge el culto a San Nicolás) y varias veces restaurada en los siglos XI y XII. En 1882, por mandato del gobierno ruso, se perpetró una última reconstrucción que alteró sensiblemente el conjunto. Pese a que la distribución interna de espacios se complicó con los sucesivos añadidos, se puede discernir que el templo primitivo, por su carácter funerario, era de planta central, con el crucero inscrito en un cuadrado y coronado por una cúpula, al modo de un martirion. La nave que ocupa un lado del cuadrángulo y tres capillas laterales se prolongan hacia el exterior en otros tantos ábsides (foto050). El ábside mayor contiene un synthronon escalonado de diez gradas de asientos, bajo el cual corre un ambulatorio o pasadizo anular.

 

 

 

Vestigios cristianos en Estambul

   Mostramos en esta exposición algunos de los muchos restos que quedan en Estambul de su época anterior a la conquista turca, incluyendo ese prodigio de la arquitectura que es la basílica de Santa Sofía. 
   
Turquia cristiana
Las gorgonas de Constantinopla
   
   El Yerebatan Sarayi o Cisterna-Basílica era una de las grandes cisternas subterráneas que fueron excavadas en Constantinopla tras su refundación, con el fin de almacenar agua potable para la ciudad. Este depósito en concreto se acondicionó en tiempos de Constantino para proveer de agua a su grandioso complejo palaciego. El líquido elemento llegaba hasta aquí por los acueductos de Adriano y Valente.
   El Yerebatan es una amplísima sala hipóstila abovedada (foto051), sumida en las tinieblas, a la que se puede descender penetrando por una discreta puerta no lejos de Santa Sofía. Totalmente inundada, de las negras aguas de la cisterna emerge un bosque de 336 columnas de capiteles corintios del siglo V d C, distribuidas en 12 filas de 28 columnas, que, con sus ocho metros de altura, soportan las bóvedas del techo.    
   Al haber descendido el nivel de las aguas, del fondo de la cisterna asoman inesperadamente unas grandes cabezas con rostro de mujer y mirada amenazadora. Son las gorgonas de Constantinopla. Grandes bloques prismáticos esculpidos con testas de gorgonas, expoliados de antiguos templos clásicos, que fueron reaprovechados por los bizantinos como pedestales para algunas columnas de la cisterna-basílica. 
   Las cabezas se colocaron intencionadamente invertidas, o tumbadas de costado (foto052), los labios esbozando una sonrisa vertical, y antes no podían ser vistas al estar ocultas sumergidas bajo el agua. Parece evidente que la finalidad, más que práctica, era simbólica: he aquí toda una metáfora del triunfo del cristianismo sobre el paganismo, que era así devuelto al inframundo, y condenado a morir ahogado en una suerte de laguna Estigia. Pero hoy las gorgonas han vuelto de su tumba subacuática para perturbarnos con sus penetrantes ojos marmóreos.


   


El obelisco de Teodosio
   
   La práctica de expoliar los obeliscos del Egipto faraónico para instalarlos en ciudades de Europa viene de la antigüedad. Ya los emperadores romanos mandaban trasladar estos enormes monolitos en embarcaciones para erigirlos a modo de monumentos en plazas y lugares públicos de Roma. Realizar el traslado por mar de estas pesadísimas moles de piedra constituía una auténtica hazaña, y erguirlas verticales, una proeza de ingeniería. Es fácil imaginar el asombro que produciría en los ciudadanos romanos la visión de semejante artefacto venido de lejanas tierras, una prodigiosa obra de cantería que no tenía parangón con nada conocido. ¿Qué mejor modo de simbolizar el poder del césar?
Turquia cristiana   El emperador Teodosio I siguió esta tradición, y el año 390 se hizo traer a Constantinopla un obelisco del templo de Karnak, originario del reinado de Tutmosis III (1504-1450 a C). Ordenó instalarlo en el famoso Hipódromo –hoy la plaza At Meydani–, en el punto medio de su eje longitudinal o spina. 
   Se trata de un bloque monolítico de pórfido de Asuán de 20 metros de alto. Sobre sus cuatro caras perfectamente pulimentadas hay inscritos jeroglíficos de excelente factura que transcriben loas al dios Horus y al faraón.
   El interés del monumento no solo radica en el obelisco en sí, sino también en el pedestal que lo sustenta. Consiste éste en un macizo bloque prismático de mármol de 6 m de alto, con sus cuatro caras visibles talladas con bajorrelieves en el hierático estilo entre tardorromano y bizantino propio de fines del siglo IV. Los relieves describen diversas escenas relacionadas con las ceremonias imperiales.
   Estos relieves nos dan la oportunidad de contemplar los rostros de los antiguos constantinopolitanos (foto054), y conocer con bastante precisión sus peinados y atuendos, así como las armas que utilizaban.
   Una cara del pedestal representa a Teodosio, rodeado de su familia, que entrega coronas a los vencedores de las carreras (foto053). En otra cara se ve a Teodosio recibiendo el homenaje de los enemigos vencidos. En otra se le ve, escoltado de su séquito y sus guardas, asistiendo a una carrera de carros. La última cara del pedestal es muy curiosa: representa, por así decir, el making of de la erección del obelisco, presenciada por los basileos de la ciudad, donde se aprecia que los obreros utilizaban cuerdas y torniquetes. Una inscripción en griego y en latín al pie del pedestal relata la operación de levantar el obelisco, llevada a cabo en unos treinta días bajo las órdenes de un ingeniero llamado Proclos.


   

   
Las murallas de Constantinopla
Turquia cristiana   
   Constantinopla fue protegida a lo largo de su historia por la construcción de cuatro sucesivas murallas, cada vez de mayor perímetro, conforme la ciudad iba creciendo en superficie. La última y más larga fue la de Teodosio II, que fue comenzada en 413 bajo la dirección del prefecto Artemio, y restaurada en múltiples ocasiones, incluso en la época otomana. Toda la población de la ciudad fue obligada a contribuir para financiar las obras. Un prefecto del pretorio llamado Constantino reforzó la muralla haciendo levantar un segundo lienzo paralelo al primero, con 82 torreones y un foso. Hoy día, el tramo mejor conservado de las murallas es el doble lienzo occidental, que separa la península histórica del continente (foto055). Merece la pena recorrer a pie su largo trazado de 5 km, jalonado de robustos torreones cilíndricos y poligonales (foto056), que va desde el Mar de Mármara hasta el Cuerno de Oro.
   Esta fue la muralla con que se toparon los ejércitos de Mehmet el Conquistador cuando asediaron Constantinopla en 1453. Se sabe que Mehmet mandó fabricar cañones especiales, los más grandes y potentes que se habían fundido nunca, para disparar contra la muralla con intención de derribarla. La intentona fue en vano: el poderoso amurallamiento resistió a sus embestidas. Si la ciudad terminó por caer en manos del enemigo fue por otro motivo: los otomanos lograron infiltrarse por una de sus puertas, la Kerkoporta, que había quedado descuidada en medio de la refriega.
   
   Adosados a la muralla se construyeron en diversas épocas palacios para alojamiento de los emperadores bizantinos, como el de Blanquernas, que incluía un barrio residencial, y el Tekfur Sarayi o Palacio del Porfirogéneta, del siglo XIII (foto057). De las ruinas de este último solo se conservan los muros exteriores de una torre de dos pisos, perforados de hermosas ventanas de medio punto con dovelas de mármol que alternan los colores blanco y rojo. El apelativo 'porfirogéneta', literalmente 'nacido en púrpura', hace referencia a todos los emperadores bizantinos, los últimos de los cuales habitaron en este palacio hasta que se produjo la caída de Constantinopla.

   Subsisten todavía en Estambul los restos de algunos de los muchos y lujosos palacios de la época imperial bizantina, como, por ejemplo, el Bucoleón, construido probablemente por Teodosio II en el siglo V, que formaba parte de los palacios portuarios a orillas del Mar de Mármara. Muy arruinado, todavía se distinguen tres amplias puertas de dinteles y jambas moldurados en mármol, que darían acceso a un balcón asomándose al mar.


   
   
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Una iglesia paleobizantina
   
   San Juan de Studion es la iglesia más antigua de Estambul, anterior en un siglo a Santa Sofía. Sus ruinas, poco conocidas y apenas visitadas, se esconden cerca del punto donde la muralla de Teodosio II toca el Mar de Mármara. Actualmente, aunque fuera de uso, cumple las funciones de una mezquita, conocida como Imrahor Camii.
   En origen la iglesia pertenecía al monasterio de San Juan Bautista, fundado en 463, que tuvo gran importancia en la ciudad. Concedía el derecho de asilo, y sus monjes se destacaron por su beligerancia en las querellas iconoclastas. El monasterio fue destruido en 1204 por los cruzados que se apoderaron de Constantinopla, instaurando el efímero Imperio Latino. En 1293 fue reconstruido por el emperador Miguel Paleólogo, pero quedó arrasado durante la conquista de la ciudad por los turcos, en 1453. Finalmente fue transformado en mezquita durante el reinado de Bayaceto II. El edificio sufrió dos incendios y fue abandonado tras el terremoto de 1894, que debilitó su estructura.
   Lo único que hoy queda del monasterio son las ruinas de la iglesia. Su planta se componía de un atrio en forma de patio, un nártex o vestíbulo y la iglesia propiamente dicha, de tres naves separadas por columnas que sostienen arcos de medio punto. Parece evidente que todos estos elementos arquitectónicos están reaprovechados de otros edificios de la antigüedad romana, como lo revelan (foto058) los fustes monolíticos de mármol, los enormes capiteles corintios y el entablamento con la típica decoración de molduras y guirnaldas de acanto en los arquitrabes, propia de la época clásica. Se mantienen todavía en pie los dinteles y jambas de mármol de las puertas de acceso a las naves. El pavimento de mosaicos data de la restauración de Miguel Paleólogo.

 

 


   
   
   
Santa Sofía
   
   La catedral de Hagia Sofia (en griego, "Divina Sabiduría") fue construida en Constantinopla bajo el patrocinio del emperador Justiniano. Es un edificio único en el mundo, una de las más grandiosas  iglesias de la cristiandad, pese a los estragos que ha sufrido a lo largo de la historia. Se trata de una basílica coronada por una cúpula, que fue construida en un periodo de tiempo sorprendentemente breve: cinco años, diez meses y cuatro días. Fue completada en 537 y sustituía a una anterior basílica comenzada en tiempos de Constantino, que había sido arrasada en la revuelta de Niká. Alcanzó su forma definitiva en 562, tras una reconstrucción de la cúpula central.
Turquia cristiana   Una leyenda recoge las palabras que Justiniano exclamó tras su consagración: "¡Gloria a Dios que me ha considerado capaz de llevar a cabo esta obra. Salomón, te he superado!"
   Sus arquitectos fueron Anthemio de Tralles e Isidoro de Mileto, ambos procedentes de Asia Menor, que eran a la vez matemáticos e ingenieros. Con una atrevida combinación de las formas estructurales, crearon un inmenso espacio interno coronado de aéreas cúpulas (foto060), como nunca antes se había visto y que continúa hoy día suscitando la admiración y asombro de cuantos visitan el santuario.
   "No sabíamos si estábamos en el cielo o en la tierra, pues seguramente no existe tal esplendor y belleza en ningún otro lugar", dejó escrito el príncipe Vladimir de Kiev, que la visitó en 987. 
   Santa Sofía fue durante siglos el centro de la vida religiosa del Imperio Bizantino. Era con creces la iglesia más grande y espléndida de toda la cristiandad. Como sede patriarcal de Constantinopla, dictaba las normas de la liturgia que sería practicada desde entonces en todo el mundo cristiano oriental. La adopción de tal normativa era generalmente espontánea y respondía al prestigio moral y cultural que detentaba la capital del Imperio.
Turquia cristiana   Aunque las basílicas cupuladas de Justiniano constituyeron el prototipo a partir del cual se desarrolló la arquitectura bizantina, Santa Sofia permaneció como un monumento único, y los posteriores arquitectos cristianos no intentaron emularla. Cuando los turcos tomaron Constantinopla en 1453, supieron apreciar la majestuosidad y belleza del edificio. Santa Sofia escapó a la destrucción, siendo adaptada al culto islámico. Los arquitectos musulmanes (entre ellos Sinan) la tomaron como modelo inspirador para la erección de las soberbias mezquitas otomanas que jalonan con sus cúpulas el paisaje urbano de Estambul.
   En planta es casi cuadrada, pero si se observa desde el interior, parece ser rectangular, pues posee dos grandes semicúpulas a este y oeste que prolongan la cúpula central, a las que se añaden cuatro cuartos de cúpula sobre exedras esquineras, mientras que a nivel del suelo está dividida en tres naves, separadas por columnas y con galerías en un piso superior. Sobre las galerías hay muros-cortina (sin funciones estructurales) a modo de tímpanos, perforados de ventanas (foto061). 
   La gran cúpula central tiene 30 m de diámetro y 50 m de altura, apoyada en los muros laterales y contrafuertes. La transición de la planta cuadrada a la redonda se realizó mediante el uso de pechinas (triángulos curvados), una innovación en la época. Una sucesión de pequeñas ventanas de medio punto rodea la circunferencia base de la semiesfera, produciendo con sus luces un efecto óptico como si la cúpula estuviera flotando en el espacio.
   La luz solar penetra en la catedral a través de otras series de ventanas que perforan las dos semicúpulas laterales y los cuartos de cúpula de las esquinas, así como los tímpanos y el ábside. Según el historiador contemporáneo Procopio, "se podría decir que su interior no estaba iluminado por el sol de fuera sino por una radiación generada interiormente, tal es la abundancia de luz que baña el entero santuario." (Fuente: Rowland J. Mainstone, Hagia Sophia. Arquitecture, Structure and Liturgy of Justinian's Great Church. Thames and Hudson, 1988).
Turquia cristiana   Las columnas son de un mármol muy fino, escogidas por su color y veteado, mientras que las partes bajas de los muros están revestidas con losas de mármol. Los capiteles y cornisas están tallados con un profundo cincelado que semeja labor de filigrana: los componentes formales son los propios de la época clásica, pero el estilo es más esquemático (foto063). El resto de la decoración original de tiempos de Justiniano, incluyendo la mayor parte de los mosaicos que embellecían la zona alta de los muros y el techo, ha desaparecido. Si sabemos de su existencia es por las elogiosas descripciones de los escritores antiguos.
   Desde el siglo III d C, y coincidiendo con los movimientos sociales que se produjeron con la progresiva disgregación del Imperio Romano, empezaron a aparecer nuevos campos en el empleo del mosaico, como la ubicación de imágenes sagradas en lugares destacados de centros de culto, tendencia que adoptaron los cristianos primitivos y que se desarrolló en el arte paleocristiano. Pero serán Constantinopla y el Imperio Bizantino los grandes impulsores, los que conducirían hasta su culminación las posibilidades plásticas del mosaico, convirtiendo este medio decorativo en seña de identidad y consustancial rasgo de estilo del arte bizantino. 
   Los historiadores han investigado la influencia de la Iconoclastia (la polémica en torno a las imágenes que se dio en los siglos VIII y IX) en la evolución del arte bizantino. Los mosaicos reflejan a este respecto muy pocos cambios. Así parece desprenderse al examinar los mosaicos de Santa Sofía, realizados poco tiempo después de la época iconoclasta. Formando parte de la nueva decoración que experimentó la catedral en la segunda mitad del siglo IX, extensas superficies murales fueron revestidas de mosaicos. Su técnica y colorido, con una preferencia por los tonos claros y las líneas definidas, así como los efectos de brillo creados por la inclinación de las teselas doradas, revelan un lazo de continuidad con la tradición del arte bizantino temprano. La preocupación por la luz se acentúa: los fondos dorados y plateados se combinan para dotar a las figuras de un aura resplandeciente. Estilísticamente se exploran nuevos caminos. En los rostros de las figuras, las teselas son más pequeñas y de trazados más sinuosos (foto064). También se altera la distribución de los personajes. En el ábside de Santa Sofía aparece la Virgen con el Niño sentada en medio de un amplio fondo de oro. Es una de las primeras imágenes de madonna en majestad del arte cristiano. La tendencia a representar figuras al modo de los iconos, inmóviles y aisladas en un fondo dorado, tiene precedentes pre-iconoclastas, pero del siglo IX en adelante fue el programa iconográfico dominante de las iglesias. De estas imágenes de santos y personajes divinos, dispuestos en hileras en las galerías altas, solo unas pocas han sobrevivido. Por dibujos del siglo XIX podemos saber que representaban profetas, obispos y ángeles, y en el centro de la cúpula probablemente había una imagen de Cristo.
   El arte romano del moldeado en bronce pervivió durante el Imperio Bizantino. Las primeras obras que se conservan son precisamente las puertas de bronce de Santa Sofía, que llevan la fecha de 838. Sus paneles muestran monogramas y damasquinados grabados en plata, y están enmarcados con bordes tóricos ornamentados con relieves de roleos y cabezas de clavo.
   Tras la toma de Constantinopla en 1453 por los turcos otomanos, que rebautizaron la ciudad como Estambul, Santa Sofía y otras iglesias bizantinas fueron transformadas en mezquitas. El mobiliario litúrgico fue expoliado. Los mosaicos de Santa Sofía fueron recubiertos con una capa de pintura blanca. La cruz sobre la cúpula fue sustituida por una luna creciente. Custodiando sus cuatro esquinas, se erigieron otros tantos minaretes (foto059). 
   En 1934, Santa Sofía fue secularizada por Atatürk. Actualmente el edificio está fuera de culto y tiene el rango de museo nacional.


   
Turquia cristiana   

La pequeña Santa Sofía

   
   Esta iglesia ubicada al sur del Hipódromo de Constantinopla es contemporánea de la catedral de Santa Sofía. Formaba parte del palacio de Hormisdas y estaba consagrada a San Sergio y San Baco. Los estambulinos la conocen como Küçük Hagia Sophia (= 'Pequeña Santa Sofía') por sus similitudes con la gran basílica bizantina. 
   La mandó construir el emperador Justiniano entre 527 y 536, para cumplir un voto que prometió cuando iba a ser ejecutado por conspirar contra su predecesor Anastasio. La iglesia se convirtió en un lugar de peregrinación en el siglo XII. Fue reconvertida en mezquita bajo el reinado de Bayaceto II.
   Su planta es un cuadrilatéro irregular en el que se inscribe un octógono formado por las columnas que sustentan la cúpula. La nave central, precedida por un nártex, se compone de dos pisos de columnas, algunas de las cuales llevan todavía el monograma de Justiniano y Teodora. La distribución de espacios, con sus exedras, cúpulas y semicúpulas (foto065), reproduce en dimensiones más reducidas las formas de la gran basílica de Santa Sofía, logro máximo de la arquitectura en tiempos de Justiniano.
   
   Otra iglesia de la misma época es Santa Irene, que se levanta en los aledaños de la basílica de Santa Sofía. Fue uno de los primeros templos cristianos de Constantinopla, restaurado por Justiniano en 532, agrandado por León III el Isaurio y reconstruido tras el terremoto de 740. Las superestructuras relevantadas, de aparejo de mampostería, se distinguen claramente de las partes subsistentes de tiempos de Justiniano. Tras la conquista de la ciudad por los turcos, el edificio fue convertido en arsenal. Consta de planta basilical, precedida por un nártex, con el crucero coronado por una cúpula. Como en la basílica de Santa Sofía y la iglesia de San Sergio y San Baco, algunos capiteles muestran el monograma de Justiniano y Teodora. Esta iglesia está actualmente fuera de culto y se utiliza para ofrecer conciertos de música clásica. Pudimos escuchar allí obras de Sarasate.


Turquia cristiana


Iglesias convertidas en mezquitas
   
   Tras la toma de Constantinopla por los otomanos, algunas iglesias escaparon a la destrucción al ser transformadas en mezquitas. Mostramos dos ejemplos.
   El conjunto constituido por las dos iglesias adyacentes dedicadas a Theotokos Panachrantos y San Juan Bautista de Lips, pertenecientes ambas al monasterio de Constantino Lips (un alto funcionario de la corte de León VI el Sabio y de Constantino Porfirogéneta), se conoce hoy como la mezquita de Fenari Isa (foto066). La primera iglesia (norte) fue construida en 908 sobre el emplazamiento de una iglesia anterior del siglo VI. La segunda iglesia (sur) fue mandada edificar por Teodora, la esposa de Miguel VIII, a finales del siglo XIII. Un gran incendio en 1633, que destruyó el barrio de los jenízaros, alcanzó también a la mezquita, que fue restaurada en 1636, añadiéndosele un mihrab y un minarete. En 1826 el edificio fue escenario de una masacre de jenízaros. En 1917 sufrió otro incendio, no siendo reconstruido hasta fechas recientes. Los muros externos y los ábsides están ricamente decorados de nichos y cenefas de mármol. La disposición especial de los ladrillos anima las superficies con diferentes ornamentos geométricos (foto067). Siendo una iglesia de culto reservado a los más altos estratos sociales de Constantinopla, la decoración interior era de extraordinaria riqueza y calidad. Los mosaicos han desaparecido, pero se conservan gran cantidad de elementos esculpidos en cornisas, ménsulas y parteluces de ventanas  (Fuente: Cyril Mango, Arquitectura Bizantina, Aguilar, Madrid, 1989).
   
   La mezquita Kalender es otra iglesia reconsagrada al culto islámico por Mehmet II el Conquistador, de la que se desconoce su primitiva advocación. A su alrededor se ven diversas ruinas que recuerdan su origen: una instalación termal y restos de dos iglesias de los siglos VI y VII. El conjunto actual, aunque muy restaurado, data del siglo XII (foto068). La nave estaba revestida de losas de mármoles de colores, y conserva vestigios de mosaicos y pinturas murales (ilustrando éstas episodios de la vida de San Francisco de Asís).



   
   
San Salvador de Chora
   
   La mezquita llamada Kariye Camii es en realidad la iglesia de San Salvador de Chora, del siglo XIII, que fue reconvertida en mezquita tras la caída de Constantinopla. Se encuentra en el barrio de Chora, cerca de la muralla de Teodosio II (foto069).
Turquia cristiana   En este lugar había originariamente un monasterio bizantino del siglo VI. La iglesia actual fue en parte financiada por María Dukas, sobrina de Isaac Comneno, hacia finales del siglo XI. El ábside y la cúpula se construyeron hacia 1200. Teodoro Metoquites (1270-1332), primer ministro de Andrónico II, añadió el exonártex (una nave paralela al nártex o vestíbulo) y el paraclesion (una capilla funeraria adyacente a la nave principal).
   Muros, bóvedas y cúpulas de San Salvador de Chora están totalmente revestidos de mosaicos y frescos bizantinos de excelente calidad –datados entre 1315 y 1321–, que describen escenas de la vida de la Virgen y de la genealogía de Cristo, su infancia y sus milagros. Otros paneles muestran retratos de apóstoles, santos, mártires y padres de la Iglesia (foto074 y siguientes).
   Llama la atención la homogeneidad de estilo de los mosaicos y los frescos, que parecen realizados por la misma mano. De hecho hay un detalle gráfico que aparece como un leitmotiv y es un determinado pliegue de las túnicas de los personajes, cuya forma de plegado cayendo en forma de voluta se repite en numerosas figuras. Se dice que el artista lo hizo deliberadamente como una especie de 'firma de autor'.
   La nave central, de planta cuadrada, está coronada por una gran cúpula y prolongada por un ábside. En el paraclesion, de nave estrecha y alargada, con un coro y una cúpula central, destacan los extraordinarios frescos del ábside, muy bien conservados, que ofrecen una representación de la llamada Anastasis (o descenso de Jesús a los infiernos tras su resurrección). Jesucristo, enmarcado en una mandorla, y flanqueado por dos grupos de hombres santos, saca a Adán y Eva de sus tumbas (fotos 080 y 081). Este episodio de la vida de Cristo no aparece en los evangelios canónicos, sino en un evangelio apócrifo: el de Nicodemo.
   "Y el Rey de la Gloria entró en figura de hombre, y todas las cuevas de la Furia quedaron iluminadas. (...) Entonces el Rey de la Gloria, aplastando en su majestad a la muerte bajo sus pies, y tomando a nuestro primer padre, privó a la Furia de todo su poder y atrajo a Adán a la claridad de la luz". (Evangelios apócrifos. El Evangelio de Nicodemo)
   Hoy San Salvador de Chora es un templo, como Santa Sofía, fuera de culto. Ni iglesia ni mezquita: un museo.



Otra colección de fotografías de Constantinopla en fotoAleph
Estambul. Entre Europa y Asia

 

 

 

Capadocia: monjes y trogloditas

   Los fantásticos paisajes de la región de Turquía que antiguamente se llamaba Capadocia son el resultado de un capricho orogénico, en el que han tomado parte la poderosa acción de los volcanes, la lluvia y el tiempo. 
Turquia cristiana   La gruesa capa de sedimentos volcánicos (lavas solidificadas y cenizas apelmazadas) que conforma la corteza del suelo de Capadocia ha sufrido durante eras la feroz erosión de los elementos atmosféricos de la meseta anatolia, creando poco a poco un irreal decorado poblado de formaciones pétreas inverosímiles, más propias del mundo de los sueños que del real. 
   A su vez, los hombres han intervenido para atormentar aún más estos paisajes, horadando sus entrañas para esculpir iglesias y monasterios, acribillando de túneles las paredes y suelos de roca para construir laberínticas ciudades subterráneas. La arquitectura rupestre alcanza en la Capadocia su apoteosis.
   En el horizonte, como telón de fondo, se yergue la mole sombría del volcán Erciyes Dagi (Argeo en la antigüedad, de 3.917 m), todavía activo con pequeñas erupciones y responsable principal, junto al Hassan Dagi (3.268 m), de la singularidad de la geología capadocia. La blanda toba volcánica del suelo es modelada por los vientos y disuelta por las nieves y las aguas, interceptadas en su fluir por otras rocas más sólidas superpuestas, hasta crear un mundo feérico de bosques de agujas y chimeneas de las hadas, husos, cuernos, hongos, cúpulas, cabañas de brujas, y miles de formaciones tan extravagantes que sólo la imaginación de un Gaudí podría llegar a emular.
   Capadocia constituye uno de los más importantes conjuntos de habitáculos trogloditas del mundo. No sólo son viviendas, almacenes, establos y graneros los espacios que socavan el subsuelo, sino un buen número de complejos eremitorios y monásticos, de iglesias y conventos rupestres a los que a la maestría arquitectónica de sus estructuras talladas hay que unir la variedad y viveza de las pinturas murales que decoran los interiores, gran número de ellas todavía en un aceptable estado de conservación y cuyo conjunto convierte a la Capadocia en un enclave fundamental para la apreciación del arte bizantino.
   Las iglesias rupestres remedaban los edificios religiosos construidos en sillares o ladrillos. Todos las soluciones arquitectónicas que se dan en Anatolia durante la era bizantina aparecen traducidas a la roca, con aportaciones estructurales provenientes de la Armenia y Siria cristianas, entre ellas un tipo de nave con bóveda de medio cañón y ábside de herradura, muy semejante al de las capillas perdidas en los montes de Binbir Kilise (‘Las Mil y Una Iglesias’), en la vecina Licaonia. Las tipologías se multiplican: iglesias de una, dos y tres naves, en cruz griega, de dos y más pisos, o de planta central con cúpula (como las iglesias armenias de Ani o Kars). 
Turquia cristiana   A veces la corteza rocosa de las colinas se desploma, dejando ver en sección sus entrañas huecas, que son interiores de iglesias demediadas por el derrumbe, con las naves vaciadas en la toba cortadas longitudinalmente (foto095).
   A la postre, la naturaleza tiene la última palabra. Con un ritmo lento pero inexorable, la gravedad y la erosión remodelan lo que la mano del hombre ha esculpido con tanto esfuerzo, derribando sin contemplaciones casas, iglesias y monasterios rupestres, o dejándolos a medio desplomar para que podamos ver sus frágiles interiores con sus muros recubiertos de frescos medievales.

   Capadocia es el nombre antiguo de la región de la península anatólica (actual Turquía) comprendida entre la Galacia al norte, los montes Taurus al sur, el Distrito de los Lagos al oeste y el río Eúfrates al este. Se cree que deriva del término 'Katpadukya' (= 'Tierra de bellos caballos'), pues los caballos de la región tenían gran fama desde que habían sido ofrecidos en obsequio al rey asirio Asurbanipal, y a los emperadores persas Dario y Jerjes. Hoy el topónimo de Capadocia se aplica a la comarca en torno al triángulo formado por las ciudades de Nevsehir, Kayseri y Nidge, que se caracteriza por las fantásticas formaciones litogénicas creadas a lo largo de los siglos por la erosión de las gruesas capas de ceniza y lava volcánica solidificadas que conforman su suelo.
   Capadocia fue un país abierto a todos los vientos invasores. Sus más antiguos asentamientos se remontan al paleolítico, y también subsisten vestigios hititas, neo-hititas, asirios, persas, griegos y romanos, aunque la mayor parte de los monumentos que podemos admirar hoy allí daten de la época cristiana y sean de estilo bizantino.
   Hay registros arqueológicos del siglo VI a C, de cuando Capadocia era una satrapía persa y tenía templos zoroastrianos y una nobleza feudal iranizada. La región mantuvo ese carácter iranio hasta los tiempos de la ocupación romana.
Turquia cristiana   Alejandro Magno, en su reconquista del imperio persa, rodeó la Capadocia pero no penetró en ella, y este territorio persistió como una brecha rebelde abierta en el interior del nuevo imperio macedonio. Fue su general Pérdicas quien en 322 a C sometió la zona, que se había convertido en refugio montañoso de muchos seguidores de Darío III. A la par que el imperio de Alejandro se desmembraba, Capadocia recobró la independencia, regida por una aristocracia irania y un linaje de reyes que, paradójicamente, acuñaban monedas griegas; este estado de cosas duró hasta la victoria de los romanos en Magnesia (190 a C).
   En el año 17 d C Capadocia fue anexionada a Roma por Tiberio con el rango de provincia. Controlando los pasos estratégicos de los montes Taurus, Capadocia permaneció como un bastión del Imperio Romano de Oriente hasta el siglo XI.
   
   El horizonte abierto tras la conquista de Asia por Alejandro Magno "proporcionó a los viajeros una nueva libertad. Los monjes budistas de Asoka partieron en viajes misioneros desde la India hasta Siria, donde puede que estimularan la aparición de los primeros movimientos monásticos en la historia del Mediterráneo."
   (Robin Lane Fox, Alejandro Magno, conquistador del mundo)
   
   La antigua capital de Capadocia, Cesárea (actual Kayseri) se convirtió a partir del siglo III d C en un importante centro religioso de la cristiandad.
Turquia cristiana   Las más antiguas trazas de asentamientos monásticos en la Capadocia son del siglo IV d C. El movimiento monacal había sido impulsado en Anatolia por el obispo de Cesárea Basilio el Grande. Junto con él destacan en esta época otros teólogos de los llamados Padres Capadocios, como Gregorio de Nyssa y Gregorio Nacianceno.
   El fenómeno del eremitismo, que empezó a propagarse por Asia Menor durante ese lapso impreciso en el que el centro de gravedad del imperio estaba basculando de occidente a oriente, de Roma a Constantinopla, no es un fenómeno exclusivo de Capadocia, sino que se produjo en diversos países del Viejo Mundo. Las ciudades se abandonaban y contingentes de ciudadanos se desplazaban al campo, cambiando la forma de vida urbana por un modo de producción rural. Algunos de estos cristianos renuncian por completo a la vida social y se retiran a la soledad del desierto o de los montes, a vivir entre privaciones como eremitas o ascetas, "lejos del mundanal ruido". 
   Tenemos ejemplos tempranos de este movimiento eremítico, o fuga mundi, en Palestina, en Egipto y en Siria (con Simeón y los estilitas, ascetas cuya renuncia consistía en pasar toda su vida en lo alto de una columna o stylé). 
   Otros cristianos deciden vivir apartados de la sociedad pero agrupados y organizados en cenobios o monasterios, como monjes, practicando el celibato y dedicándose a la oración y a la vida contemplativa. Hacia el siglo VI d C empiezan a esculpirse las primeras iglesias cristianas en los paredones y chimeneas de hadas de Capadocia. Los rasgos formales de estos templos rupestres van evolucionando a lo largo de los siglos, de más sencillos a más complejos, pero siempre en paralelo a la evolución estilística de la arquitectura bizantina convencional. Lo que empezaron siendo simples cámaras de planta rectangular terminaron creciendo y complicándose hasta convertirse en 'catedrales' de tres naves columnadas y dos pisos, con vestíbulos, bóvedas, criptas, capillas anexas... 
Turquia cristiana      
   La arquitectura rupestre de Capadocia es mundialmente célebre, pero es menos sabido que este fenómeno también se produjo en la Edad Media en otros países de Europa muy alejados entre sí, como Bulgaria (monasterio rupestre de Ivanovo), el sur de Italia y Sicilia (pongamos como ejemplo los sassi de Matera, en la región de Basilicata), Francia (celdas rupestres en los farallones del valle del Loira), y España (como los eremitorios rupestres prerrománicos concentrados en torno al alto valle del Ebro, en las provincias de Cantabria, Burgos, La Rioja, Alava y Navarra, que no sólo son coetáneos de los de Capadocia, sino similares en muchos de sus elementos estructurales y estilísticos; ver en fotoAleph exposición España rupestre).
   A partir del siglo VII d C, como consecuencia de las cada vez más frecuentes incursiones árabes, los habitantes de Capadocia se agrupan en comunidades troglodíticas, más fáciles de defender. Los peñascos y chimeneas, los acantilados y farallones de los barrancos son cavados, socavados, con redes internas de galerías, cámaras, estancias, pozos, escaleras... que constituyen en conjunto auténticos termiteros humanos. Iglesias, capillas, monasterios con múltiples celdas son tallados, cincelados, perforados en la blanda roca volcánica. 
   Otras muchas ciudades son literalmente subterráneas, como Kaymakli o Derinkuyu: laberintos de túneles y galerías que se internan bajo el suelo de roca a varios niveles de profundidad, con solo una pequeña boca de salida al exterior, que quedaba inadvertida en medio de una llanura. En algunas de estas ciudades subterráneas podía refugiarse en caso de amenaza una población de hasta mil personas, con sus rebaños de reses y ovejas, que se abastecían de agua mediante un complejo sistema de cisternas y respiraban aire que circulaba por pozos de ventilación.
   El monacato en Capadocia llegó a su apogeo en la época iconoclasta (725-842 d C), tras la prohibición por el emperador bizantino León III el Isaurio de la adoración de iconos y las representaciones pictóricas o escultóricas de figuras humanas. Se distinguen perfectamente los edificios religiosos de este periodo por la austeridad de la decoración mural de sus interiores, a base de símbolos abstractos y geométricos (la cruz como elemento recurrente), superficies en tablero de ajedrez o de formas lineales, utilización de pocos colores, llegando a la monocromía (foto094). 
   Esto cambió tras la Restitución de las Imágenes (842 d C), produciéndose entonces una explosión de colores y formas que desarrolló una compleja iconografía basada en episodios y personajes de las Sagradas Escrituras cristianas (foto096 y siguientes). Las escenas aparecen encuadradas y distribuidas en registros, mientras que los medallones exhiben imágenes de santos venerados por los bizantinos. Las iglesias y pinturas destruidas en el periodo anterior fueron restauradas.
   La región fue ocupada por los turcos selyúcidas a partir de 1071, pero éstos no interfirieron en la religión y modos de vida de los cristianos. Así lo demuestran las iglesias del valle de Peristrema, que son decoradas con frescos de temas evangélicos hacia el siglo XIII. Más tarde, bajo los turcos otomanos, musulmanes y cristianos convivieron también en esta región sin grandes conflictos.
   No obstante, tras las invasiones selyúcida y otomana, los monasterios y eremitorios cristianos de la Capadocia fueron poco a poco desapareciendo y transformándose por la labor de los habitantes locales en viviendas, establos, palomares, molinos o almacenes.


Otra colección de fotografías de Capadocia en fotoAleph
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FotoCD147 

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Fotografías:
Eneko Pastor
   
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