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Turquía cristiana

Capadocia: monjes y trogloditas

 

   Los fantásticos paisajes de la región de Turquía que antiguamente se llamaba Capadocia son el resultado de un capricho orogénico, en el que han tomado parte la poderosa acción de los volcanes, la lluvia y el tiempo. 
Turquia cristiana   La gruesa capa de sedimentos volcánicos (lavas solidificadas y cenizas apelmazadas) que conforma la corteza del suelo de Capadocia ha sufrido durante eras la feroz erosión de los elementos atmosféricos de la meseta anatolia, creando poco a poco un irreal decorado poblado de formaciones pétreas inverosímiles, más propias del mundo de los sueños que del real. 
   A su vez, los hombres han intervenido para atormentar aún más estos paisajes, horadando sus entrañas para esculpir iglesias y monasterios, acribillando de túneles las paredes y suelos de roca para construir laberínticas ciudades subterráneas. La arquitectura rupestre alcanza en la Capadocia su apoteosis.
   En el horizonte, como telón de fondo, se yergue la mole sombría del volcán Erciyes Dagi (Argeo en la antigüedad, de 3.917 m), todavía activo con pequeñas erupciones y responsable principal, junto al Hassan Dagi (3.268 m), de la singularidad de la geología capadocia. La blanda toba volcánica del suelo es modelada por los vientos y disuelta por las nieves y las aguas, interceptadas en su fluir por otras rocas más sólidas superpuestas, hasta crear un mundo feérico de bosques de agujas y chimeneas de las hadas, husos, cuernos, hongos, cúpulas, cabañas de brujas, y miles de formaciones tan extravagantes que sólo la imaginación de un Gaudí podría llegar a emular.
   Capadocia constituye uno de los más importantes conjuntos de habitáculos trogloditas del mundo. No sólo son viviendas, almacenes, establos y graneros los espacios que socavan el subsuelo, sino un buen número de complejos eremitorios y monásticos, de iglesias y conventos rupestres a los que a la maestría arquitectónica de sus estructuras talladas hay que unir la variedad y viveza de las pinturas murales que decoran los interiores, gran número de ellas todavía en un aceptable estado de conservación y cuyo conjunto convierte a la Capadocia en un enclave fundamental para la apreciación del arte bizantino.
   Las iglesias rupestres remedaban los edificios religiosos construidos en sillares o ladrillos. Todos las soluciones arquitectónicas que se dan en Anatolia durante la era bizantina aparecen traducidas a la roca, con aportaciones estructurales provenientes de la Armenia y Siria cristianas, entre ellas un tipo de nave con bóveda de medio cañón y ábside de herradura, muy semejante al de las capillas perdidas en los montes de Binbir Kilise (‘Las Mil y Una Iglesias’), en la vecina Licaonia. Las tipologías se multiplican: iglesias de una, dos y tres naves, en cruz griega, de dos y más pisos, o de planta central con cúpula (como las iglesias armenias de Ani o Kars). 
Turquia cristiana   A veces la corteza rocosa de las colinas se desploma, dejando ver en sección sus entrañas huecas, que son interiores de iglesias demediadas por el derrumbe, con las naves vaciadas en la toba cortadas longitudinalmente (foto095).
   A la postre, la naturaleza tiene la última palabra. Con un ritmo lento pero inexorable, la gravedad y la erosión remodelan lo que la mano del hombre ha esculpido con tanto esfuerzo, derribando sin contemplaciones casas, iglesias y monasterios rupestres, o dejándolos a medio desplomar para que podamos ver sus frágiles interiores con sus muros recubiertos de frescos medievales.

   Capadocia es el nombre antiguo de la región de la península anatólica (actual Turquía) comprendida entre la Galacia al norte, los montes Taurus al sur, el Distrito de los Lagos al oeste y el río Eúfrates al este. Se cree que deriva del término 'Katpadukya' (= 'Tierra de bellos caballos'), pues los caballos de la región tenían gran fama desde que habían sido ofrecidos en obsequio al rey asirio Asurbanipal, y a los emperadores persas Dario y Jerjes. Hoy el topónimo de Capadocia se aplica a la comarca en torno al triángulo formado por las ciudades de Nevsehir, Kayseri y Nidge, que se caracteriza por las fantásticas formaciones litogénicas creadas a lo largo de los siglos por la erosión de las gruesas capas de ceniza y lava volcánica solidificadas que conforman su suelo.
   Capadocia fue un país abierto a todos los vientos invasores. Sus más antiguos asentamientos se remontan al paleolítico, y también subsisten vestigios hititas, neo-hititas, asirios, persas, griegos y romanos, aunque la mayor parte de los monumentos que podemos admirar hoy allí daten de la época cristiana y sean de estilo bizantino.
   Hay registros arqueológicos del siglo VI a C, de cuando Capadocia era una satrapía persa y tenía templos zoroastrianos y una nobleza feudal iranizada. La región mantuvo ese carácter iranio hasta los tiempos de la ocupación romana.
Turquia cristiana   Alejandro Magno, en su reconquista del imperio persa, rodeó la Capadocia pero no penetró en ella, y este territorio persistió como una brecha rebelde abierta en el interior del nuevo imperio macedonio. Fue su general Pérdicas quien en 322 a C sometió la zona, que se había convertido en refugio montañoso de muchos seguidores de Darío III. A la par que el imperio de Alejandro se desmembraba, Capadocia recobró la independencia, regida por una aristocracia irania y un linaje de reyes que, paradójicamente, acuñaban monedas griegas; este estado de cosas duró hasta la victoria de los romanos en Magnesia (190 a C).
   En el año 17 d C Capadocia fue anexionada a Roma por Tiberio con el rango de provincia. Controlando los pasos estratégicos de los montes Taurus, Capadocia permaneció como un bastión del Imperio Romano de Oriente hasta el siglo XI.
   
   El horizonte abierto tras la conquista de Asia por Alejandro Magno "proporcionó a los viajeros una nueva libertad. Los monjes budistas de Asoka partieron en viajes misioneros desde la India hasta Siria, donde puede que estimularan la aparición de los primeros movimientos monásticos en la historia del Mediterráneo."
   (Robin Lane Fox, Alejandro Magno, conquistador del mundo)
   
   La antigua capital de Capadocia, Cesárea (actual Kayseri) se convirtió a partir del siglo III d C en un importante centro religioso de la cristiandad.
Turquia cristiana   Las más antiguas trazas de asentamientos monásticos en la Capadocia son del siglo IV d C. El movimiento monacal había sido impulsado en Anatolia por el obispo de Cesárea Basilio el Grande. Junto con él destacan en esta época otros teólogos de los llamados Padres Capadocios, como Gregorio de Nyssa y Gregorio Nacianceno.
   El fenómeno del eremitismo, que empezó a propagarse por Asia Menor durante ese lapso impreciso en el que el centro de gravedad del imperio estaba basculando de occidente a oriente, de Roma a Constantinopla, no es un fenómeno exclusivo de Capadocia, sino que se produjo en diversos países del Viejo Mundo. Las ciudades se abandonaban y contingentes de ciudadanos se desplazaban al campo, cambiando la forma de vida urbana por un modo de producción rural. Algunos de estos cristianos renuncian por completo a la vida social y se retiran a la soledad del desierto o de los montes, a vivir entre privaciones como eremitas o ascetas, "lejos del mundanal ruido". 
   Tenemos ejemplos tempranos de este movimiento eremítico, o fuga mundi, en Palestina, en Egipto y en Siria (con Simeón y los estilitas, ascetas cuya renuncia consistía en pasar toda su vida en lo alto de una columna o stylé). 
   Otros cristianos deciden vivir apartados de la sociedad pero agrupados y organizados en cenobios o monasterios, como monjes, practicando el celibato y dedicándose a la oración y a la vida contemplativa. Hacia el siglo VI d C empiezan a esculpirse las primeras iglesias cristianas en los paredones y chimeneas de hadas de Capadocia. Los rasgos formales de estos templos rupestres van evolucionando a lo largo de los siglos, de más sencillos a más complejos, pero siempre en paralelo a la evolución estilística de la arquitectura bizantina convencional. Lo que empezaron siendo simples cámaras de planta rectangular terminaron creciendo y complicándose hasta convertirse en 'catedrales' de tres naves columnadas y dos pisos, con vestíbulos, bóvedas, criptas, capillas anexas... 
Turquia cristiana      
   La arquitectura rupestre de Capadocia es mundialmente célebre, pero es menos sabido que este fenómeno también se produjo en la Edad Media en otros países de Europa muy alejados entre sí, como Bulgaria (monasterio rupestre de Ivanovo), el sur de Italia y Sicilia (pongamos como ejemplo los sassi de Matera, en la región de Basilicata), Francia (celdas rupestres en los farallones del valle del Loira), y España (como los eremitorios rupestres prerrománicos concentrados en torno al alto valle del Ebro, en las provincias de Cantabria, Burgos, La Rioja, Alava y Navarra, que no sólo son coetáneos de los de Capadocia, sino similares en muchos de sus elementos estructurales y estilísticos; ver en fotoAleph exposición España rupestre).
   A partir del siglo VII d C, como consecuencia de las cada vez más frecuentes incursiones árabes, los habitantes de Capadocia se agrupan en comunidades troglodíticas, más fáciles de defender. Los peñascos y chimeneas, los acantilados y farallones de los barrancos son cavados, socavados, con redes internas de galerías, cámaras, estancias, pozos, escaleras... que constituyen en conjunto auténticos termiteros humanos. Iglesias, capillas, monasterios con múltiples celdas son tallados, cincelados, perforados en la blanda roca volcánica. 
   Otras muchas ciudades son literalmente subterráneas, como Kaymakli o Derinkuyu: laberintos de túneles y galerías que se internan bajo el suelo de roca a varios niveles de profundidad, con solo una pequeña boca de salida al exterior, que quedaba inadvertida en medio de una llanura. En algunas de estas ciudades subterráneas podía refugiarse en caso de amenaza una población de hasta mil personas, con sus rebaños de reses y ovejas, que se abastecían de agua mediante un complejo sistema de cisternas y respiraban aire que circulaba por pozos de ventilación.
   El monacato en Capadocia llegó a su apogeo en la época iconoclasta (725-842 d C), tras la prohibición por el emperador bizantino León III el Isaurio de la adoración de iconos y las representaciones pictóricas o escultóricas de figuras humanas. Se distinguen perfectamente los edificios religiosos de este periodo por la austeridad de la decoración mural de sus interiores, a base de símbolos abstractos y geométricos (la cruz como elemento recurrente), superficies en tablero de ajedrez o de formas lineales, utilización de pocos colores, llegando a la monocromía (foto094). 
   Esto cambió tras la Restitución de las Imágenes (842 d C), produciéndose entonces una explosión de colores y formas que desarrolló una compleja iconografía basada en episodios y personajes de las Sagradas Escrituras cristianas (foto096 y siguientes). Las escenas aparecen encuadradas y distribuidas en registros, mientras que los medallones exhiben imágenes de santos venerados por los bizantinos. Las iglesias y pinturas destruidas en el periodo anterior fueron restauradas.
   La región fue ocupada por los turcos selyúcidas a partir de 1071, pero éstos no interfirieron en la religión y modos de vida de los cristianos. Así lo demuestran las iglesias del valle de Peristrema, que son decoradas con frescos de temas evangélicos hacia el siglo XIII. Más tarde, bajo los turcos otomanos, musulmanes y cristianos convivieron también en esta región sin grandes conflictos.
   No obstante, tras las invasiones selyúcida y otomana, los monasterios y eremitorios cristianos de la Capadocia fueron poco a poco desapareciendo y transformándose por la labor de los habitantes locales en viviendas, establos, palomares, molinos o almacenes.


Otra colección de fotografías de Capadocia en fotoAleph
Capadocia. La tierra de los prodigios

 

 

FotoCD147 

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Fotografías:
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