Colecciones fotográficas

Rapa Nui

La isla de los gigantes de piedra

 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...
   (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)

   Vi una pequeña isla del Pacífico –apenas una mota de tierra en un océano infinito– que parecía estar habitada por gigantes.
   Cientos de antropoides de sobrecogedor tamaño se erguían inmóviles sobre los páramos de la isla, dando la espalda al mar, mirando severamente al sol con las cuencas de sus ojos vacíos.
   Eran estatuas de los ancestros de los antiguos isleños, cuyas efigies eran perpetuadas en piedra tras su muerte, para dejar sentir eternamente su cercana presencia.
   Y cuyo misterioso influjo sigue intacto, pues, irresistible como un cántico de sirena, sigue atrayendo a la Isla de Pascua a los viajeros de todo el mundo.

 

 

   La isla de Rapa Nui, conocida también en español como Isla de Pascua y en inglés como Easter Island, es una pequeña isla que emerge lejos de todas partes en medio del Océano Pacífico, a 3.700 km al oeste de Chile, país al que administrativamente pertenece. En su idioma rapanui, los nativos la llaman Te pito o te henua ('El ombligo del mundo'). Su superficie es de sólo 163 kilómetros cuadrados.

Rapa Nui   Rapa Nui es mundialmente célebre por las colosales estatuas que pueblan la isla, un fenómeno cultural único en Polinesia y en todo el planeta. Una sociedad de origen polinesio, asentada en la isla desde aproximadamente el año 300 d C, instauró una poderosa tradición de escultura y arquitectura monumentales, de un estilo muy original e imaginativo, exento de cualquier influencia foránea.
   El culto a los antepasados, representado por el masivo tallado de imágenes megalíticas, o moai, fue el rasgo más sobresaliente de la cultura de Rapa Nui, y sus manifestaciones dominan el territorio insular. Para mejor honrar a sus antepasados, y al tiempo dar una muestra de la riqueza y poderío de cada clan, los nativos de Rapa Nui volcaron sus esfuerzos en esculpir enormes estatuas antropomorfas, cada vez más grandes, usando como materia prima las moldeables rocas del volcán Rano Raraku. Los jefes de clan competían por erigir las estatuas más grandes y más elaboradas. Este fenómeno se produjo entre los siglos X y XVI, y generó un fascinante paisaje cultural que no tiene paralelo en otros sitios del mundo.
   Sin embargo, a partir del siglo XVI, la sociedad de Rapa Nui (topónimo indígena de la isla) fue abandonando el megalitismo como expresión política y religiosa, y reemplazándolo por el culto al dios Make-Make, estrechamente vinculado a la fertilidad, la primavera y la llegada de aves marinas migratorias. Este nuevo sistema religioso habría venido de allende los mares, introducido en la isla con la llegada y asentamiento de grupos de población procedentes de América del Sur.


Rapa Nui   La isla de Rapa Nui fue escenario de uno de los mayores desastres ecológicos acaecidos en tiempos premodernos. Los exploradores holandeses que la pisaron por primera vez en 1722, se encontraron con una tierra deforestada, de pastizales abiertos a todos los vientos, sin árboles o arbustos con los que hacer un simple fuego de leña. Según escribe Franz J. Borsswimmer en su ensayo Ecocidio, "lo que no sabían esos primeros colonizadores europeos es que ese paisaje baldío era todo lo que quedaba de una ecosfera antaño floreciente y rica en biodiversidad". Rapa Nui, isla de origen volcánico, había disfrutado en sus buenos tiempos de un ecosistema de selva subtropical, con altos árboles y recios arbustos, con un suelo rico en matorrales, gramíneas, hierbas y helechos. La fauna no era menos abundante. Los aborígenes pescaban, cazaban grandes tortugas, pululaban las focas, anidaban aves como los albatros, los alcatraces, los petreles y las golondrinas de mar. El extremo aislamiento de Rapa Nui, y la ausencia de depredadores, hacían de la isla un lugar ideal para la nidificación, el más pródigo en aves marinas de la Polinesia. Hubo en Rapa Nui un culto a las aves, y en su simbología aparece con frecuencia la imagen del hombre-pájaro.
   Los estudios de polen han detectado que sobreabundó en Rapa Nui un tipo de palmera de frutos comestibles emparentada con la palmera de vino de Chile, cuyos troncos, altos, gruesos y resistentes, fueron al parecer utilizados para el transporte y erección de los moai de la cultura pascuense, y para la construcción de embarcaciones. Cuando la población de Rapa Nui creció hasta más de 20.000 personas en el siglo XVII, el equilibrio socioeconómico se hizo insostenible. La tierra no producía lo suficiente para todos, y los árboles de las selvas se iban talando, en parte para su uso como herramientas para el acarreo y alzado de unos moai cada vez más colosales. La madera se hizo muy escasa. Las canoas deterioradas no podían ser reparadas, no se podía construir buenas casas. Se produjo una escalada de violencia, los isleños se masacraron entre sí en guerras intestinas, se abatieron las estatuas de los moai y la isla se sumió en la degradación social y ecológica, que se agravó cuando empezaron a arribar los primeros colonizadores europeos y los traficantes de esclavos.
   Han pasado tres siglos de aquello, y hoy la Isla de Pascua es un apacible, remoto y diminuto pedazo de tierra en medio del Pacífico que atrae con el hechizo de sus misteriosos gigantes de piedra a viajeros de todo el mundo. Es también uno de los yacimientos antiguos más estudiados por los arqueólogos, habiéndose efectuado excavaciones y reconstrucciones de muchos de los monumentos. Numerosos moai han sido relevantados e instalados de nuevo en sus áreas ceremoniales originales, permitiendo al viajero hacerse una idea cabal de la grandiosidad que llegó a alcanzar esta pequeña civilización aislada del resto del mundo por el más grande de los océanos.
   El Parque Nacional de Rapa Nui fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1995.

 

 

Moai: la presencia de los ancestros

   Existen en la Isla de Pascua más de 600 estatuas colosales de piedra, llamadas moai en la lengua indígena rapanui, además de las ruinas de muros gigantescos de piedra, que dan testimonio de la singular maestría que llegaron a poseer sus artífices en la construcción de monumentos megalíticos.

Rapa Nui   Se llevaron a cabo estudios arqueológicos en 1914 y 1934, y excavaciones en 1955. Un buen número de moai se relevantaron en sus centros ceremoniales originales, pero mayor es el número de los colosos que yacen aún tumbados por tierra en los más diversos puntos de la isla (fotos 52, 53), durmiendo el sueño de los siglos.
   Las excavaciones revelaron que se pueden identificar en la Isla de Pascua tres periodos culturales distintos:
   El periodo primitivo está atestiguado por la existencia de ruinas de un observatorio solar, muros megalíticos de enormes sillares exquisitamente ensamblados y astronómicamente orientados con respecto al movimiento anual del sol, y una heterogénea variedad de estatuas de piedra con forma humana de tamaño pequeño y medio (foto15).
Rapa Nui   Las estatuas de este primer periodo estaban talladas en basalto, escoria y toba volcánica. Los tipos de estatuas de esta fase histórica no tienen contrapartida en otros lugares de Oceanía, pero poseen estrechas afinidades con el estilo de los monumentos erigidos por un pueblo desconocido en los altiplanos de Sudamérica, especialmente en Bolivia, durante el periodo de Tiahuanaco (I milenio d C).

   Se calcula que el periodo cultural intermedio de Rapa Nui empezaría hacia el año 1.100. Esta etapa fue la artísticamente más floreciente y está caracterizada por la producción de un tipo gigantesco de estatuas antropomorfas, en forma de bustos monolíticos con rostros de largas orejas, carentes de piernas, colocadas en largas y macizas plataformas de piedra conocidas como ahu. Terrazas preexistentes de templos del periodo primitivo fueron destruidas y reconstruidas sin tener en cuenta su orientación solar, con el único propósito de soportar el enorme peso de las estatuas de piedra gigantes del nuevo estilo.
   Los ahu o plataformas sagradas de piedra que sostenían a los moai tenían una pared trasera vertical de unos 4,5 m de alto (foto33), y por la parte frontal eran accesibles por una larga rampa tachonada de guijarros en filas ordenadas, cuyo recorrido se doblaba en un ángulo más pendiente para alcanzar la terraza que pisan los moai. Los ahu tenían un doble propósito funerario y ceremonial. Los nativos depositaban a sus fallecidos sobre la plataforma, y mientras los cadáveres eran reducidos a esqueletos por los pájaros, la lluvia y el viento, el ahu adquiría la categoría de tabú. Nadie se acercaba, pero el ahu era vigilado de lejos por los clanes familiares. Pasado un tiempo el clan acudía, se enterraban los huesos dentro del ahu y se celebraba una gran fiesta en honor al difunto.
   Las tradiciones, apoyadas por la arqueología, sugieren que las imágenes de los moai de Rapa Nui representaban a personalidades importantes, que eran divinizadas tras su muerte.


   El tamaño de las estatuas levantadas sobre los ahu fue creciendo hasta alcanzar dimensiones titánicas; los altos y delgados bustos poseían enormes copetes cilíndricos (pukao) de toba roja, colocados en lo alto de sus esbeltas cabezas (fotos 32, 38, 55). La cantera de donde se extraía este tipo especial de toba con la que se esculpían los pukao estaba en el cerro Puna Pau (foto50).
   La mayoría de las esculturas del periodo intermedio varía entre los 3 y los 7 metros de altura, pero las mayores entre las que antaño se levantaban sobre un ahu eran de 11 m de alto, se componían de un solo bloque de piedra de unas 82 toneladas, y tenían un pukao de 11 toneladas en equilibrio sobre su testa.
Rapa Nui   La mayor de las estatuas, todavía en pie, aunque parcialmente enterrada en los profundos sedimentos que tapizan las canteras, tiene más de 12 m de altura, y la mayor de las inacabadas, con su espalda todavía sin separar de la roca, es de unos 22 m de altura (su peso se calcula en unas 300 toneladas). Las esculturas de este periodo provienen de las canteras de toba especial gris amarillenta que se encuentran en las paredes del cráter del Rano Raraku. El interior y exterior de la caldera del cráter están salpicados de numerosas estatuas inacabadas y miles de herramientas de piedra, que dan testimonio de una repentina interrupción en la labor de los escultores.

   Las estatuas inconclusas (foto28) evidencian que cada una de ellas tenía sus partes frontal y laterales acabadas y pulidas antes de que la parte trasera fuera desgajada de la roca madre. Las estatuas eran entonces arrastradas y puestas en pie entre los escombros de las canteras para dejar terminadas sus espaldas antes de ser trasladadas a algún lejano ahu. En algunas de estas espaldas se aprecian bajorrelieves tallados a modo de petroglifos: representaban tatuajes (foto47). Las profundas cavidades oculares de forma ovalada (foto07) y los copetes rojos eran añadidos sólo cuando el monumento estaba definitivamente levantado.
   Se erigían de una a doce estatuas en fila sobre un alargado pedestal común (el ahu), casi siempre dando las espaldas al mar, o sea, mirando al interior de la isla (foto39).
   Experimentos realizados por los isleños en 1955 y 1956 demostraron que 180 personas podían arrastrar por tierra una estatua de tamaño medio. Doce isleños fueron capaces de levantar una estatua de 3 m de alto y 25 toneladas e instalarla sobre un ahu; este trabajo fue llevado a cabo durante 18 días sin más herramientas que dos troncos de madera usados como palancas. Piedras de todos los tamaños eran colocadas una a una como calces bajo la estatua a fin de formar un apilamiento que crecía lentamente para ayudar a poner en pie el gigantesco monolito.
   También es peculiar de este segundo periodo medio la aparición del culto a las aves, con ritos de hombres-pájaro, culto que se prolongó durante el tercer periodo.

Rapa Nui   El tercer y último periodo de la cultura indígena de la Isla de Pascua está caracterizado por la nueva tipología habitacional que adoptaron los rapanui, que pasaron a residir en casas en forma de barco, o en cuevas (foto58). La vivienda habitual era de planta elíptica alargada, con techumbre de juncos, esteras o paja, construida aislada o en pequeños grupos. Había viviendas colectivas de planta fusiforme muy elongada (hasta casi 100 m), con cubiertas en bóveda de cañón a base de arcos de madera sujetos sobre postes. El perfil de la casa se asemejaba al de una embarcación invertida.
   Este periodo está marcado por guerras internas, destrucción general y decadencia cultural. Un artefacto que abunda en esta etapa es la punta de lanza de obsidiana, o mataa, que se fabricaba masivamente. El arte megalítico fue reemplazado por la producción de tallas de madera y figurillas de piedra. Abundan las tablillas de madera escritas (llamadas rongo-rongo), con signos incisos, que todavía no se han descifrado, alineados alternativamente de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Los rapanui de esta época ya no sabían leer estas tablillas, que estaban copiadas de ejemplares más arcaicos, y las utilizaban sólo con propósitos rituales.
   En esta fase de declive, los nativos padecieron frecuentemente de escasez de alimentos. Se desarrolló el ceremonial del Tangata manu ('hombre-pájaro'): una competición ritual en la que quien primero recogía el primer huevo del manu tara (el gaviotín pascuense), era proclamado líder por un año. Más información sobre esta ceremonia en Santuario de Orongo.
   Durante este periodo los tesoros artísticos fueron escondidos en cuevas secretas, mientras que las estatuas erguidas de los moai iban siendo sucesivamente derribadas. Los sedimentos de las canteras abandonadas fueron deslizándose ladera abajo y semienterrando los cuerpos de los moai que estaban al pie (fotos 17 y siguientes), haciendo de esta manera imposible su expolio, con lo que se han preservado para la posteridad.
   Las tradiciones afirman que esta destrucción empezó tras un periodo de convivencia pacífica entre dos pueblos de diferente lengua y cultura. Los 'Orejas Cortas' (la etnia de origen polinesio) se rebelaron contra el duro trabajo a que les sometían los 'Orejas Largas' (la etnia de origen sudamericano), y prácticamente los exterminaron inmolándolos en una pira instalada a lo largo de un antiguo foso defensivo. Las dataciones de carbono y las genealogías coinciden en fechar este hecho a principios del tercer periodo de la cultura isleña, que sería hacia 1680.

 

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FotoCD81
  
Rapa Nui

Los colosos de la Isla de Pascua

Fotografías:
José Ignacio Roncal
  
© José Ignacio Roncal

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