Colecciones fotográficas

Mosaicos de Tunicia

Los mosaicos romanos de Tunicia

 

   La urbanización del norte de África por parte de los romanos fue rápida y relativamente uniforme, aun teniendo en cuenta su diversidad: en el este se realizó sobre asentamientos púnicos anteriores, y más al oeste, romanizando centros nativos númidas y magrebíes. El África romanizada fue una de las regiones Mosaicos de Tuniciamejor articuladas del Imperio, y en época ya cristiana desarrolló una estructura episcopal avanzada. Su economía estuvo vinculada al mundo exterior. Al igual que su famoso aceite de oliva, provechosamente exportado, África abasteció a Roma de trigo, en condiciones poco favorables que no redundaron en una mayor riqueza de la zona. 
    En el norte de África los romanos heredaron una tradición urbana en la que la residencia corriente de los ciudadanos ricos fue la casa helénica con peristilo, es decir, con las habitaciones estructuradas en torno a un patio central porticado con galerías de columnas. Las casas con peristilo de fines de la República romana en Utica constituyen un refinado ejemplo de esta tipología, así como las de Althiburos y Thysdrus (actual El Jem) en Tunicia, o, más a occidente, las de Tipasa, Cesarea y Volubilis, todas ellas por lo común engalanadas con rica decoración de mosaicos. 
Mosaicos de Tunicia    El pavimento de mosaicos prosperó particularmente en Tunicia durante los siglos II y III d C, sobre todo en las villas de terratenientes acaudalados. La evolución estilística produjo programas figurativos más libres, enraizados en la tradición popular. 
   Los motivos gráficos hacían referencia a la mitología religiosa, juegos de circo, caza, pesca y escenas de la vida cotidiana, en una serie de creaciones muy espontáneas, que difieren netamente de las obras pompeyanas. Se puede apreciar todo un compendio de imágenes arquitectónicas: palacios, pórticos, castillos, hipódromos, mausoleos, cabañas, etc. Se ven embarcaciones, y un exuberante despliegue de especies de fauna terrestre y marina en la que se distinguen perfectamente leones, tigres, elefantes, osos y toda clase de fieras de anfiteatro, así como los distintos peces y moluscos que nutren las profundidades del Mare Nostrum. Cada animal, cada planta, está observado del natural y tan perfectamente definido en sus rasgos morfológicos que no deja ningún lugar a dudas para su identificación. 
   Los dioses adoptan apariencia humana. Neptuno en su carro cabalga sobre el océano. Náyades desnudas, ataviadas con sólo joyas, nadan entre los delfines. 
   Los artistas no olvidaron incluir escenas de carreras de caballos o de cuadrigas, con audiencias de espectadores. Escenas de juegos de circo, donde los gladiadores luchan frente a frente con panteras o lobos. Idílicas escenas campestres de siembra y cosecha. Comensales reclinados y atendidos por sirvientes en el triclinium. Pescadores en sus botes. Jinetes en partidas de caza. 
   Los significados simbólicos de los temas mitológicos son evidentes: las Cuatro Estaciones, el Triunfo de Venus, Baco y su cortejo, etc. En cuanto a los restantes, el arte evoca la feliz existencia de un presente dorado, y un ambiente de confianza, bienestar y alegría, dividendos de la pax romana. Uno de los principales méritos de estos mosaicos es su capacidad para introducirnos en la vida íntima cotidiana de ricos comerciantes y terratenientes, ilustrando la prosperidad de una sociedad imperial practicante de la filosofía del carpe diem, el disfrute del día a día. 

Emplazamientos 
   Lugares de origen de los mosaicos mostrados en las fotografías (in situ y trasladados a museos): 
 - Cartago 
 - Utica 
 - Thugga (Dougga) 
 - Bulla Regia 
 - Hadrumetum (Sousse) 
 - Thysdrus (El Jem) 
 - Sufetula (Sbeitla) 

Museos 
   Museos de Tunicia donde se albergan mosaicos procedentes de distintas localidades (épocas romana y paleocristiana): 
 - Bardo (Túnez) 
 - Sousse 
 - El Jem 
 

  
Cartago 

   Virgilio relata en su Eneida que Cartago fue fundada el 814 a C por Dido, hermana del rey Pigmalión, para huir de la tiranía de su hermano, y convierte la ciudad en escenario de los amores frustrados de la reina con Eneas, héroe troyano y futuro fundador de Roma. De hecho, el declive de la ciudad fenicia de Tiro bajo los embates de los asirios llevó a fundar una “nueva ciudad” o Qart Hadash (nombre del que derivaría Cartago) en la cuenca occidental del Mediterráneo, enclave que fue adquiriendo importancia en el control político y comercial de la zona, y sirvió de base para la expansión colonial cartaginesa por el norte de África, Sicilia, Cerdeña, las Baleares y la Península Ibérica. Cartago se reservó siempre el monopolio del comercio con los territorios que visitaba su flota y sus mercaderes. 
Mosaicos de Tunicia   Rival primero de los griegos y luego de la República romana, ya en el 264 a C ambas potencias se disputan los territorios de Sicilia, desencadenándose la primera guerra púnica. Con Amílcar Barca y su hijo Aníbal, Cartago se convierte de nuevo en una seria amenaza para Roma, pero es derrotada en su propio territorio en Zama (201 a C) recibiendo un duro golpe en su poderío marítimo y militar. Aprovechando las luchas entre la ciudad púnica y su ambicioso vecino el reino de Numidia, Roma somete a Cartago a una tercera guerra, y en los años 149-146 a C se apodera de la capital, no sin que sus habitantes, a pesar de los sufrimientos del largo asedio, se defiendan luchando cuerpo a cuerpo con las tropas de Escipión el Africano. 
   Tras el fin de las guerras púnicas y el hundimiento del imperio cartaginés, la ciudad de Cartago formó parte del territorio romano, y, tras un período de ostracismo, en la etapa imperial volvió a rivalizar en esplendor con las grandes urbes romanas del Mediterráneo. Por su posición estratégica, la nueva Cartago se convirtió en capital de la provincia romana de Africa, ciudad de comercio, lujo, placeres y estudios, la primera del occidente latino después de Roma. 
   Entre los incontables restos clásicos que aún surgen desperdigados por las colinas, asomando al mar en medio de las modernas barriadas de la señorial Cartago, y donde no faltan un tophet o necrópolis consagrada a la diosa púnica Tanit, un puerto para barcos de guerra, otro puerto mercante, un hipódromo, un gran anfiteatro, un teatro, un odeón, cisternas y las inmensas termas de Antonino, ocupan lugar destacado los mosaicos in situ de varias villas romanas. 
   Los mosaicos de la Casa de los Caballos (foto 01) muestran escenas relacionadas con los juegos ecuestres a que tan aficionados eran los habitantes de Cartago, divididos durante siglos en dos campos que oponían por parejas a las eternas facciones rivales de los Azules y los Rojos, de los Blancos y los Verdes. Alternan los casetones de mosaico con otros de embaldosado de lajas de mármol u opus sectile (foto 02). Presentan sesenta caballos célebres enjaezados y con penachos, marcados con las iniciales de sus propietarios (fotos 05, 06 y 07), así como retratos de los aurigas (foto 03)
   La enorme afición que despertaban estas carreras de caballos no impedía el recurso a rituales de tipo mágico para perjudicar al equipo rival, como el uso de tablillas de plomo portadoras de maldiciones propiciadas por los dioses infernales; la exposición de una de estas tablillas, encontrada en Cartago, iba acompañada del sacrificio de un gallo:

   "Al igual que este gallo está atado de patas, alas y cabeza, que los pies, manos, cabeza y corazón del auriga de los Azules Victoriosos estén mañana atados, así como los caballos que conduzca."

   Y se enumeran con precisión los nombres de nueve caballos. 
 

  
Utica 
Mosaicos de Tunicia
   La más antigua de las escalas fenicias en tierras de Tunicia de las rutas navales de los comerciantes, su fundación data, según Plinio, del 1101 a C, tres siglos antes que la de Cartago. Utica era la segunda ciudad por dimensiones e importancia después de Cartago, según Estrabón. 
    Los restos arqueológicos más antiguos, como la necrópolis, datan de los siglos VIII-VII a C, cuando Utica se constituye en uno de los centros florecientes del occidente púnico, con un papel de primer orden en la expansión fenicia por el Mediterráneo. 
   Utica combatió al lado de Cartago durante las dos primeras guerras púnicas, pero se alió a Roma durante la tercera. Tras la destrucción de Cartago en el 146 a C, Utica, junto a otras seis ciudades africanas, recibió el rango privilegiado de ciudad libre aliada a Roma, lo que la exoneraba de impuestos, y devino residencia del gobernador romano. Con Octavio se convirtió en municipio y bajo Adriano en colonia. 
   Antaño ciudad costera, la línea del mar ha retrocedido debido a la sedimentación del río Bagradas, hasta dejar las ruinas de Utica en el interior, a 11 km de la costa. El asentamiento romano se distribuye en una estructura urbana ortogonal. Tuvo acueductos, cisternas, termas, circo, anfiteatro, foro, tiendas y lujosas casas, ampliadas éstas en la época imperial. 
   La mayor de ellas era la Casa de la Cascada, con un peristilo central columnado, pavimentado con placas de mármol, alrededor del cual se situaban los aposentos. El gran triclinium de la casa posee un lujoso pavimento de opus sectile, a base de losas de mármoles de vetas coloreadas formando composiciones geométricas de gran belleza decorativa, competidoras en su suntuosidad con los efectos visuales obtenidos con los revestimientos de mosaico (fotos 09 y 10). 
   El gran mosaico del Triunfo de Venus (foto 08) es uno de los hallados en Utica y se conserva en el Museo del Bardo. La diosa yace en una barca, cubierta con velos y portando una diadema. Un cupido le presenta un cofre de joyas abierto, y dos aves descienden llevando en el pico un collar. Por encima, bandadas de amorcillos cabalgando sobre aves. 
 

 
Thugga 

   Thugga (la actual Dougga) está emplazada en una sólida posición defensiva, aproximadamente a 90 km al suroeste de Cartago, cerca del pueblo tunecino de Tebursuk. Mucho antes de la llegada de los romanos ya era una ciudad próspera. Su población originaria era una mezcla de púnicos y libios nativos: entre sus monumentos anteriores a la romanización puede verse aún hoy en pie un mausoleo en forma de torre, coronado de una pirámide Mosaicos de Tuniciay adornado con esculturas y bajorrelieves, de fines del siglo III o principios del II a C, erigido en memoria de un príncipe númida. Tras su anexión a la nueva provincia de Africa, los habitantes de Thugga conservaron sus propias instituciones, coexistiendo pacíficamente con la comunidad de ciudadanos romanos. A principios del siglo III d C Thugga se convirtió en municipio romano. La riqueza de la ciudad, resultado de la explotación agraria de las llanuras del Wadi Kralled, se manifiesta en la magnificencia de sus construcciones públicas: capitolio, foro, senado, teatro, mercado, termas de invierno y verano, y templos, como el de Juno Cælestis (reencarnación de la diosa cartaginesa Tanit, símbolo de la Luna y la fertilidad). Y también puede deducirse de la suntuosa decoración de mosaicos de los edificios públicos y de las viviendas privadas. 
   El mosaico que representa (foto 17) a un hombre pescando desde una roca con una caña de sedal y un salabardo procede de una habitación de la llamada Casa de Dionisos y Ulises, abundante en escenas de carácter marítimo. 
   Es célebre el mosaico de Ulises y las Sirenas, del siglo III d C, hallado en el impluvium de esta misma casa y trasladado al Museo del Bardo, en Túnez (fotos 13 y 14). En él se refleja el conocido episodio del Canto XII de la Odisea, en el que Ulises es atado al mástil de la embarcación con el fin de resistir el canto de las sirenas, cumpliéndose así el vaticinio de Circe: 

   "Oye ahora lo que voy a decir y un dios en persona te lo recordará más tarde. Llegarás primero a las Sirenas, que encantan a cuantos hombres van a encontrarlas. Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y escucha su voz ya no vuelve a ver a su esposa ni ve a sus hijos pequeñuelos rodeándole, llenos de júbilo, cuando torna a su hogar: sino que le hechizan las Sirenas con su canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, previamente adelgazada, a fin de que ninguno las oiga; mas si tú deseares oírlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies y de manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil, y que las cuerdas se liguen a él; y así podrás deleitarte escuchando a las Sirenas. Y en el caso de que supliques o mandes que te suelten, átente con más lazos todavía."  

   Ulises y sus compañeros siguen al pie de la letra las instrucciones de Circe, cuando la nave llega a la isla de las Sirenas, empujada por favorable viento. El mismo Ulises habla en primera persona: 

   "Atáronme ellos a la nave, de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil; ligaron las cuerdas al mismo; y, sentándose en los bancos, tornaron a herir con los remos el espumoso mar. Hicimos andar la nave muy rápidamente, y, al hallarnos tan cerca de la orilla que allá hubiesen llegado nuestras voces, no se les encubrió a las sirenas que la ligera embarcación navegaba a poca distancia, y empezaron un sonoro canto: –'¡Ea, célebre Odiseo, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave, para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca, sino que se van todos después de recrearse en ella y de aprender mucho; pues sabemos cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros, por la voluntad de los dioses, y conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierra.'  
Mosaicos de Tunicia   Esto dijeron con su hermosa voz. Sintióse mi corazón con ganas de oírlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que me desatasen; pero todos se inclinaron y pusieron a remar. Y, levantándose al punto Perimedes y Euríloco, me ataron con nuevos lazos, que me sujetaban más reciamente. Cuando dejamos atrás las Sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, quitáronse mis fieles compañeros la cera con que había tapado sus oídos y me soltaron las ligaduras."  
   (La Odisea, Canto XII).

   Como detalle curioso, cabe observar en este mosaico a las sirenas representadas como seres mitad mujer y mitad ave, a diferencia de la iconografía popular actual, que atribuye a estos seres medio cuerpo de pez. 
  
   Los mosaicos dedicados a la mar, a los bajeles, a la pesca, son particularmente abundantes en Tunicia y representan con naturalismo actividades reales en un medio que les resultaba familiar. Se dan no sólo en las ciudades portuarias, sino también en las del interior. En embarcaciones multicolores, los pescadores desnudos –como los dioses– lanzan la red, utilizan la caña (foto 17), el arpón o el tridente (foto 15), echan el ancla (foto 16), recogen la copiosa pesca. Los peces y moluscos se despliegan como en un panel de historia natural; cada especie es perfectamente identificable y distinta a las demás, y su conjunto ilustra la generosa abundancia piscícola que ofrecen las costas del Mediterráneo.  

 

Bulla Regia
Mosaicos de Tunicia    
   Este centro africano del noroeste de Tunicia, conquistado siglos antes de nuestra era primero por Escipión el Africano y más tarde por el rey númida Massinissa, se convirtió en colonia romana con rango de ciudad libre en tiempos de Adriano (117-138 d C). Situada al pie del Jebel R'bia, en una posición dominante sobre la fértil llanura de Medjera, en la ruta de Cartago a Hippo Regia, bajo la pax romana Bulla Regia conoció un largo período de prosperidad. Desde que formó parte de la provincia del Africa Proconsularis, los aristócratas locales modificaron su estilo de vida, romanizándose. Esta aristocracia debía su riqueza a las propiedades territoriales, y al cultivo y exportación de cereales y olivos, consumidos en su mayor parte en Roma. 
    Las casas de Bulla Regia con las habitaciones dispuestas alrededor de un patio central a dos niveles distintos, uno a la altura de la calle y otro subterráneo (posiblemente por razones climáticas: la planta subterránea permitía a sus habitantes protegerse del fuerte calor del estío norteafricano), parecen ser una creación local sin paralelo en ningún otro sitio, y con un probable antecedente en las casas troglodíticas de Matmata, también en Tunicia. 
   Entre las que se han excavado hasta ahora, sobresalen por su extensión, originalidad arquitectónica y belleza decorativa, la Insula de la Caza (que debe su nombre a unos mosaicos con amorcillos cazando en su planta subterránea), la Casa de la Nueva Caza (con un mosaico en el triclinium mostrando al dueño de la casa a caballo en una escena cinegética), la Casa de la Pesca (con mosaicos en las habitaciones subterráneas de amorcillos pescando en un paisaje de cañas y plantas, donde se pueden ver patos y otras aves), y, sobre todo, la llamada Casa de Anfitrite, que conserva los mosaicos más hermosos y mejor conservados de la ciudad. 
   En la planta subterránea de la Casa de Anfitrite, que repite la distribución de la planta baja de la vivienda a nivel de calle, el vestíbulo presenta una rica decoración geométrica, interrumpida frente al triclinium por un panel con una figura femenina, enmarcada por motivos vegetales (foto 21). Probablemente un retrato de la dueña de la casa, ha perdido las teselas que reproducían sus ojos, que serían de pasta de vidrio, en un intento de reflejar el brillo de la mirada. En el triclinium, el motivo central es una extraordinaria escena marítima representando el Triunfo de Venus (foto 20). Sentada sobre dos tritones y semidesnuda, la diosa aparece en el mar, abundante en peces, flanqueada por amorcillos que cabalgan delfines y le presentan espejos o cofres de joyas. 
  

   
Hadrumetum (Sousse)

  
   P
robable fundación fenicia a orillas del Sahel, como escala en la costa africana en las rutas navales de los comerciantes de Tiro hacia la península ibérica (Gadir), Hadrumetum poseía una ventaja sobre las demás escalas: era la salida al mar de una región con gran riqueza agrícola y ganadera. La Mosaicos de Tuniciaimportancia de este asentamiento en época púnica queda atestiguada por los restos conservados del tophet, especie de necrópolis donde se enterraba a las víctimas de los sacrificios a la diosa Tanit y a Baal-Hammon. Durante la III Guerra Púnica, los habitantes de la ciudad, al igual que los de Utica, se posicionaron a favor de los romanos. 
   El puerto, de grandes dimensiones, es la prueba más manifiesta de la importancia de Hadrumetum, soterrada bajo la actual medina árabe de Sousse, que mantenía relaciones directas con Alejandría. Colonia a partir de Trajano, la ciudad alcanzó gran prosperidad sobre todo gracias al cultivo del olivo, y se convirtió en rival de Thysdrus en la producción y exportación de aceite. Poseía acueductos, foro, anfiteatro, circo, termas y demás monumentos públicos de los que apenas quedan trazas bajo la moderna urbe. 
   Pero los edificios mejor conservados, a partir de la época de Adriano, son las casas, a menudo con importantes mosaicos, de los cuales algunos se hallan en el Museo de Sousse, custodiándose los restantes en el Museo del Bardo, en Túnez. Al sur del foro aparece una casa suntuosa, decorada con mosaicos mostrando Sátiros y Ménades, escenas de lucha y de danza relacionadas con ritos dionisíacos. Otra de las casas, en el sector norte de la ciudad, denominada Trocadero y fechada hacia el 150 d C, poseía una escena mosaica con el rapto de Ganímedes por Zeus transformado en águila, de gran expresividad, y un medallón representando a Leda y el cisne. En otra casa, entre los motivos de tipo marino, destaca una enorme cabeza de Océano. 
   A partir de Septimio Severo la ciudad creció aún más y se construyeron lujosas viviendas en la colina del noroeste. En sus mosaicos predominan los temas dionisíacos, como el Triunfo de Baco coronado por una Victoria sobre una cuadriga tirada por tigres. Otro tema muy difundido es el de las Nueve Musas. El de la Casa de Virgilio es uno de los mosaicos más famosos del África romana: el poeta aparece sentado, acompañado por dos musas de pie, las de la Poesía épica y trágica; en el rollo de pergamino que Virgilio sostiene en sus manos puede leerse un verso de la Eneida. Otras composiciones están pobladas por dioses como Neptuno-Poseidón o Afrodita, por seres sobrenaturales como las nereidas y los amorcillos, por monstruos marinos, grifos, capricornios, panteras, cabras... Son habituales también los temas nilóticos, composiciones de gran fantasía donde, sobre un fondo marino o fluvial, aparecen pescadores, ánades y pigmeos que luchan con hipopótamos o grullas. 
   Entre los mosaicos que se conservan en el Museo de Sousse, mostramos, por su curiosidad, tres: un mosaico representando dos máscaras de teatro (foto 22); un mosaico de entrada de casa (foto 23), mostrando un falo en forma de pez entre dos sexos femeninos, símbolo apotropaico contra el invidus o mal de ojo de los envidiosos, y con la inscripción O CHARI; y un mosaico con cabeza de Medusa (foto 24), procedente del tepidarium de unas termas, cuya decoración radial de escamas alrededor del medallón central provoca un efecto óptico que subraya el magnetismo de la mirada de la gorgona. 

  
  

Thysdrus (El Jem)

   Entre las ruinas de Thysdrus, sobresale de forma abrumadora el famoso anfiteatro romano del siglo III d C, el sexto más grande edificio de este tipo que se conserva en el mundo (tras el Coliseo de Roma y los anfiteatros de Capua, Puteoli, Verona y Cartago), con una cavea que tenía capacidad para 30.000 espectadores. Su mole domina el pequeño pueblo de El Jem, a unos 200 km al sur de Túnez, en plena región del Sahel. Puede ser divisada desde kilómetros de distancia, asomando por encima de los campos de olivos, cultivo que supone el principal recurso económico de la comarca desde tiempo de los romanos. La importancia de la ciudad antigua, enclavada a medio camino de la vía que unía Hadrumetum con Taparura (Sfax), fue muy superior a la del centro actual.
Mosaicos de Tunicia   El apogeo de la ciudad se dio en el siglo III. Hacia el 230 se emprendió la construcción del anfiteatro, bajo el proconsulado de Gordiano, gran aficionado a los espectáculos. Pero el monumental coliseo, erigido en un período de crisis, tuvo una vida muy corta. En el 238, campesinos y soldados, como consecuencia de la severa presión fiscal impuesta por el emperador Maximino, se rebelaron contra el procurador imperial, y se acuartelaron en el anfiteatro, proclamando a Gordiano emperador. Maximino respondió enviando a la legión III Augusta para derrotar a su rival, y saquear e incendiar a continuación la ciudad, que apenas llegó a recuperarse. 
   El Jem, la antigua Thysdrus, conserva también otros edificios de gran interés, sobre todo un conjunto de lujosas viviendas ricamente decoradas con mosaicos. 
   La Casa del Pavo Real y la Sollertiana Domus albergan un amplio repertorio de motivos icónicos, como el rapto de Ganímedes por Júpiter en forma de águila, Anfitrite y los monstruos marinos, Leda y el cisne, sátiros que persiguen a ménades, o escenas de caza y animales salvajes. En otras casas cercanas, Dioniso-Baco aparece a menudo rodeado de figuras femeninas que simbolizan las cuatro estaciones. 
   Los talleres de Thysdrus, a juzgar por la cantidad y calidad de los mosaicos supervivientes, serían de los más importantes de África, con una variedad de temas en su repertorio figurativo cuya amplitud puede apreciarse al visitar la colección del Museo de El Jem. El enorme Mosaico de las Nueve Musas, fechable en la segunda mitad del siglo III d C, es pieza representativa de un tema muy prodigado en el arte mosaísta, aunque el acabado estilístico revela cierta pérdida de destreza que se dio en esta época tardía. 
   El Museo del Bardo, en Túnez, preserva también excelentes piezas trasladadas desde Thysdrus, como el mosaico de Apolo sauroktono o de la salamanquesa (foto 25) en el que se ve al dios desnudo y con nimbo sujetando este tipo de lagarto de signo protector con un cordel, en el centro de una vasta composición de luchas de animales de anfiteatro, como osos, jabalíes y toros (foto 26). 
   Llama también la atención el mosaico parcialmente conservado del Cortejo de Baco, con tritones y otros seres mitológicos marinos (foto 27).  

  
  

Sufetula (Sbeitla)
 
   Tras sofocar la rebelión de las tribus nómadas en la provincia de Africa en tiempos de Tiberio, se reorganizó el territorio y se fundaron nuevas ciudades, entre ellas Sufetula, la actual Sbeitla, situada en un enclave estratégico en la encrucijada de varias rutas. Es posible que en el lugar existiera ya un santuario indígena. La estructura urbana data del siglo I d C, pero el máximo esplendor de la ciudad se dio en los siglos II y III, al obtener rango de colonia, siendo su principal fuente de recursos el cultivo del aceite, que aún se mantiene hoy en día. 
   Los romanos realizaron grandes obras hidráulicas de abastecimiento de agua para la ciudad y regadío para los campos circundantes. Durante los siglos III y IV la urbe continuó creciendo y en ella floreció el cristianismo, como lo atestiguan los numerosos restos paleocristianos y la existencia documentada de obispos, así como la celebración de un concilio provincial. Durante la ocupación de los vándalos, su nivel de vida continuó siendo próspero. En el siglo VII, Sufetula fue escenario de un importante enfrentamiento entre bizantinos y árabes. 
   De estructura urbana regular, con buenas calles pavimentadas, la ciudad disponía de foro, capitolio (compuesto por un conjunto de tres templos), teatro, anfiteatro, mercado, acueductos, termas, ninfeo y, ya en época posterior, varias basílicas cristianas. 
   Entre éstas destaca la iglesia de Vitalis, que debió servir de basílica episcopal a la comunidad católica de Sufetula. Data del siglo V, y posee cinco naves de suelos decorados con mosaicos de temas muy variados. El baptisterio, concebido según el modelo de la capilla de Jucundus, también en Sufetula, pero mucho mejor conservado, está adosado al ábside este de la iglesia, que es el ábside primitivo, donde se sentaba el clero en las ceremonias. Tiene una escalerilla de entrada y otra de salida, y está todo él revestido de finos mosaicos (foto 28), muestra tardía de la pervivencia de un arte que saltó del paganismo al cristianismo sin solución de continuidad.  

 
  

Museo del Bardo (Túnez)

   El Museo Nacional del Bardo, en las afueras de Túnez capital, es el más importante museo arqueológico del Magreb y el que alberga una de las mejores colecciones de mosaicos romanos del mundo. Proceden de las incontables ruinas de ciudades romanas que subsisten en territorio tunecino, las cuales han sido objeto de excavaciones científicas desde fines del siglo XIX. 
Mosaicos de Tunicia   Inaugurado en 1888, su fondo creció gracias a la labor del Servicio de Antigüedades, más tarde Instituto Nacional de Arqueología y de las Artes. Abarca objetos y obras de arte prehistóricos, púnicos, romanos, cristianos y musulmanes, pero entre ellos despuntan, como revelador vestigio del grado de refinamiento de que llegó a gozar la civilización latina en tierras norafricanas, los hermosos y bien conservados mosaicos romanos de Tunicia. 
   Constituyen en su conjunto un libro de imágenes que ilustra el mundo de los dioses y el de los hombres. El panteón grecorromano fue para sus artistas una fuente inagotable de motivos, pero también los trabajos y los días de la gente de aquellas tierras quedan reflejados en sus menores detalles  y descritos con una viveza dramática que nos hace, remontándonos en el tiempo, identificarnos sin dificultad con sus habitantes e intuir sus vivencias. 
   Mostramos una pequeña selección de mosaicos del museo, rescatados de diversas ciudades arruinadas de la Tunicia romana. De un mosaico con tema nilótico de El Alia, que enseña las labores agrícolas de una casa señorial rural, el detalle de un trabajador (foto 30). Un mosaico de bello tema floral como el de Udna (foto 31), compuesto de tallos verticales de mijo saliendo de jarrones y de hojas de acanto entrelazados con follajes de viñas cargadas de uva; cereales y vid que constituyen dos productos básicos en el África de la época. Mosaicos de temas mitológicos grecorromanos, donde podemos ver seres fabulosos como centauros (foto 32), alegorías como la de las Cuatro Estaciones (foto 34), o divinidades como Venus rodeada de amorcillos (foto 33) o la Diana cazadora de un famoso mosaico (foto 35), entre otros ilustres personajes del panteón clásico.  

 

 

 

 

 

Mosaicos de Tunicia
Arte romano en tierras de África

Bibliografía consultada
 
- Adam, Jean-Pierre. La construcción romana, materiales y técnicas (Editorial de los Oficios, León, 1996) 
- Cornell, Tim y Matthews, John. Roma. Legado de un imperio. Vol. II (Atlas Culturales del Mundo, Folio/Ediciones del Prado, 1992) 
- Fradier, Georges. Mosaiques romaines de Tunisie (fotos: André Martin. Ceres Productions, Túnez, 1992) 
- Homero. La Odisea (traducción de Luis Segalá y Estalella, Editorial Losada, Buenos Aires, 1968) 
- Pijoán, José. Summa Artis. Historia general del arte. Vol. V. El Arte Romano (Espasa-Calpe, Madrid, 1985) 
- Rinaldi, Sergio y Cappelli, Rossana. Arqueología de las ciudades perdidas. Vol. 6. Roma y el mundo romano-III (Salvat Ediciones, 1988) 
- Stierlin, Henri. The Roman Empire. Vol. 1 (Taschen's World Architecture, Taschen, 1996) 
- Ward-Perkins, John B. Arquitectura romana (colección Historia Universal de la Arquitectura, Aguilar, 1976)  

 

 

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Mosaicos de Tunicia
Arte romano en tierras de África

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Tunicia
    
   


 

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