Colecciones fotográficas

Mosaicos de Tunicia

El mosaico como arte

 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...
   (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)

   Vi las ruinas de Cartago, entre las que subsistían lujosos suelos de mosaico en antiguas villas de ricos terratenientes.
   Y en los mosaicos vi los trabajos y los días, las costumbres y los placeres de los habitantes del Imperio romano en tierras de África.
   Vi carreras de caballos, partidas de caza, juegos de circo. Vi pescas abundantes, cosechas de vid y olivo.
   Vi a Ulises, maniatado al mástil de su nave, para poder así escuchar y resistir el canto de las sirenas.
   Vi a Venus en las aguas, y a Apolo entre animales de anfiteatro; vi centauros; vi nereidas y tritones, y a toda la fauna mítica que acompaña al cortejo de Neptuno.
   Vi la petrificante mirada de la gorgona Medusa.
   Vi a las Nueve Musas, inspiradoras del arte del mosaico.

 

   El nombre que se da al arte (y la técnica) de recubrir distintas superficies con teselas de piedra, mármol o vidrio, evoca a las Musas ya desde su origen etimológico, y no casualmente, pues el empleo del mosaico ha sido a lo largo de la Historia caudalosa fuente de inspiración para artesanos y artistas de culturas lejanas entre sí, y fértil terreno creativo del que han surgido logros incontables en ese complejo dominio donde lo arquitectónico y lo pictórico entran en simbiosis, interrelacionando con maestría espacios, formas, luces y colores. Opus musivum, u obra inspirada por las Musas, es expresión romana que aludía a las decoraciones que adornaban las fuentes y las cuevas consagrados a las musas o musae. 
Mosaicos de Tunicia    Si las pinceladas son los átomos de la materia pictórica, las teselas son las moléculas de las que están hechos los mosaicos. Trozos irregulares de materia sólida con una cara lisa vista que, como piezas de puzzle, al ensamblarse para componer imágenes, configuran la materia prima de este arte, cuya riqueza de motivos, de formas, colores y matices le hacen rivalizar con la pintura y le convierten en su más cercano pariente. Pequeños prismas que, fijados adyacentes entre sí y estrechamente apretados unos junto a otros, se transfiguran por yuxtaposición en formas humanas, animales, vegetales, paisajes, bodegones, composiciones geométricas... con un nivel de captación de la realidad que no desdeña ningún matiz, sombreado o gradación cromática en su plasmación icónica, y se atreve con todos los motivos, desde los más sublimes (la teogonía clásica grecolatina) a los más plebeyos: escenas de la vida agrícola, juegos de anfiteatro, o episodios de caza o pesca. 
   Hay que distinguir el mosaico de otras técnicas de decoración arquitectónica en apariencia similares como la incrustación o el alicatado. En la incrustación, las piezas son fijadas en porciones de la superficie que han sido rebajadas para recibirlas adoptando los huecos sus diferentes perfiles. Cada pieza es de distinta forma y tamaño, y todas se ensamblan entre sí para formar dibujos e incluso relieves. Ejemplo señero de este arte (denominado pietra dura por los italianos que lo desarrollaron hasta el virtuosismo) son las incrustaciones de piedras semipreciosas sobre mármol blanco del Taj Mahal y otros edificios mogules de Agra (como el Itimad ud-Daula o el Fuerte Rojo). 
   Algo parecido ocurre con el alicatado (o zelig), del que los edificios meriníes de Marruecos nos ofrecen abundantes y bellos ejemplos. También aquí las piezas son distintas en forma, color y tamaño. Cortadas a mano, pueden tener perfiles de estrella, ser poligonales, trapezoidales, curvas... y se ensamblan todas ellas entre sí como un inmenso tangram para recubrir muros y columnas de mezquitas, medersas, fuentes y palacios, con un grado de complejidad y una visión de conjunto-detalle que implican un profundo conocimiento matemático y geométrico por parte del artesano. 
   Las teselas de los mosaicos (del latín tesserae: cubos o dados) son, por el contrario, anónimas. Son prismas irregulares que por separado no tienen identidad; nada los distingue por su forma, y si el mosaico se desmontara, no podría volver a montarse en base al perfil de sus piezas componentes, pues son fragmentos de diseño intercambiables.  

Mosaicos de Tunicia    
   Entre el mosaico y la pintura ha habido desde antiguo recíprocas influencias de estilo. Ya los mosaicos de los siglos V y IV a C revelan semejanzas, primero con la decoración de la cerámica de la época, y luego con las pinturas murales. 
   Este género decorativo promovió tantas corrientes y estilos como la pintura, con dos direcciones que evolucionaron en paralelo, una puramente geométrica y otra figurativa. 
   En tiempos del Imperio Romano, el mosaico desarrolló sus propias reglas de estilo. Aunque básicamente siguió siendo un medio de decorar suelos, las nuevas composiciones ya tenían en cuenta aspectos como la perspectiva y otras preocupaciones plásticas, como el punto de observación del espectador. En el mismo período hubo una explosión de color, propiciada por el empleo de materiales de tintes más vivos, y una apertura hacia un rango más variado de estilos, que iban desde el diseño de mosaicos monocromos, en blanco y negro, hasta los que recogían la amplia gama de pigmentos que la naturaleza ofrece en sus minerales y piedras para crear composiciones polícromas de suntuosa belleza. 
   El empleo del mosaico no se quedó en los suelos, sino que se trasladó a paredes y bóvedas, jardines y fuentes. Estanques, piscinas, fontanas y ábsides fueron adornados con motivos marinos y piscícolas, que bajo los chorros y cortinas de agua producían efectos ópticos de reverberación y movimiento. 
   Todas estas tendencias y posibilidades estilísticas del mosaico fueron heredadas por el arte paleocristiano y llevadas a su máxima potencia por el arte bizantino. Y la labor del mosaico aún hoy pervive como un medio de expresión plástica, a veces autónomo pero generalmente ligado a campos como los de la arquitectura, el interiorismo y el urbanismo. 

 

 

Materiales

   Algunos de los mosaicos griegos más antiguos que se conservan están hechos a base de pequeños cantos rodados sin alisar, de modo que presentan a la vista una superficie de textura granulada (mosaicos de Olinto y Pella, en Macedonia). 
   Los mismos griegos inventaron la tesela y llevaron el dibujo y la policromía a un elevado nivel de refinamiento en la plasmación de sombras, matices y gradaciones de color. Con teselas minúsculas consiguieron precisar y afinar aún más el trazo en temas que lo exigían, como en los retratos, o en las representaciones de escenas humanas o animales, llegando al extremo de utilizar pequeños fragmentos de hilo de vidrio a modo de teselas miniatura para reflejar detalles delicados de dibujo. 
Mosaicos de Tunicia   El uso de la técnica del mosaico para cubrir suelos exigía como condición el empleo de materiales duros y resistentes al paso de los viandantes. Este hecho le ha otorgado al mosaico su carácter duradero, su aspiración a eterno, y ha dado pie a que se conserve tan grande cantidad de muestras de la época.
  
Piedra
   Material predominante, su extensa gama de colores naturales, unida a su resistencia, fomentó su hegemonía ya en tiempos griegos y romanos, y prosiguió con los bizantinos. 
   El mármol y la caliza eran las variedades preferidas de piedra, junto con el granito y el pórfido, y las teselas resaltaban sus colores naturales. En los mosaicos bizantinos se emplearon también cubos de mármol pintados de rojo. 
   El basalto negro se utilizaba en los dibujos de los mosaicos monocromos en blanco y negro, de los que tantos ejemplares restan en suelos de termas romanas. 
   En la actualidad se sigue usando la piedra como principal materia prima de los mosaicos modernos (ejemplo: los mosaicos murales de importantes edificios públicos de Ciudad de Mexico). 
  
Vidrio
   Apareció ya como elemento de mosaico en el período helenístico. Pero se usaba poco en suelos a causa de su fragilidad. El mosaico de retrato de dama de Bulla Regia (foto 21) tendría probablemente los ojos realizados con piezas de pasta de vidrio, con el fin de resaltar el brillo de la mirada, pero no han llegado a conservarse. 
   Con la incorporación de teselas de pasta de vidrio coloreado, opacas o translúcidas, los mosaístas grecolatinos consiguieron efectos cromáticos más vivos y de tonalidades más intensas y profundas en determinadas porciones del diseño. 
   Las teselas de vidrio dorado fueron usadas por primera vez por los romanos y luego explotadas por los primitivos cristianos y los bizantinos para colorear fondos y aureolas, a fin de conferir a las figuras en ellos enmarcadas un significado de santidad, al simbolizar el oro la luz emanada de Dios. En época cristiana se usaron también teselas plateadas. 
  
Otros materiales
   Cerámica. La materia prima más versátil. Ya entre los griegos se alternaban teselas de terracota con las de piedra. 
   Madreperla y piedras semipreciosas en los mosaicos cristianos primitivos. 
   El uso del jade y turquesas se dio en los mosaicos de las culturas precolombinas, aplicados a máscaras y figuras escultóricas. Alcanzan tal grado de perfección en el ensamblaje de las piezas que pueden ser consideradas como manufacturas cercanas a la joyería, pero el desarrollo de este tipo de mosaico fue paralelo y sin conexión con el mosaico clásico del viejo continente, y siguió otros derroteros. 

 

 

Téciicas

   La base sustentadora más común para el mosaico era el mortero. Los suelos de los edificios romanos soportaban de dos a tres capas de mortero, sobre las que se aplicaba una última capa adherente o nucleus como base para el teselado. Las paredes se enlucían y preparaban de una forma similar. Era importante, tanto en suelo como en muros, la calidad del nivelado, debiéndose realizar con el máximo esmero el raseado de las superficies. 
Mosaicos de Tunicia   Al igual que en las pinturas al fresco, la base adherente se iba aplicando por partes, siendo cada porción del tamaño necesario para que la capa sobre la que iban fijándose las teselas se mantuviera fresca durante el transcurso de una jornada de trabajo. 
   Las teselas se colocaban siguiendo las líneas maestras de un dibujo abocetado sobre la superficie fijadora, que servía de guía e incluso indicaba los colores principales a aplicar en el diseño. Se han descubierto muestras de estos bosquejos básicos ocultas bajo el teselado de numerosos mosaicos murales romanos. 
   También se usaba otro método, que era la incorporación de emblemata en partes del mosaico. Los emblemata eran los paneles centrales y más significativos de suelos y muros, realizados con teselas más pequeñas, y presentando diseños más finos y de mayor calidad artística. Generalmente se realizaban aparte y se transportaban prefabricados para su embebido en el mortero con su dibujo ya completo, mientras el resto de la superficie se teselaba de forma directa. 
   Los bizantinos continuaron experimentando con nuevas técnicas en muros, como la distribución espaciada o angulada de las teselas, o efectos ópticos de titilación, disponiendo las teselas de color oro o plata orientadas en ángulos que reflejaban la luz hacia el campo de visión del espectador, por lo general en motivos tales como los halos o aureolas de personajes santos.  

 

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FotoCD05
  
Mosaicos de Tunicia
Arte romano en tierras de África

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Tunicia
   
   


 

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