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Mosaicos de Tunicia

Historia del mosaico clásico

 

   Como precedente del arte del mosaico podríamos remontarnos quizá al revestimiento de las murallas de la ciudad sumeria de Uruk, en Mesopotamia. Las piezas básicas no son aquí teselas, sino conos de terracota clavados muy juntos entre sí en la superficie del muro, dejando que sus bases queden a la vista. Juegan ya con cierto número de colores y componen patrones visuales geométricos de zigzag, rombos, etc. 
   En Asia Menor (actual Turquía) se conservan incipientes y rústicos ejemplos de lo que podrían considerarse los restos más antiguos de la técnica del mosaico en su acepción actual (decoración de suelos de casas frigias, de hacia los siglos VIII-VII a C, en Gordion, cerca de Ankara, Turquía). 
   Pero fueron los griegos y romanos los que hicieron florecer y desarrollaron el arte del mosaico, y sus técnicas asociadas, hasta unos niveles de calidad que difícilmente pudieron superarse en épocas posteriores. 
   Entre los ejemplos más antiguos de mosaicos están los ya mencionados de Pella, Macedonia (cuna de Alejandro Magno), y Olinto (colonia ateniense destruida por Filipo, padre de Alejandro), hechos con la técnica del guijarro o canto rodado. 
Mosaicos de Tunicia   La invención y la propagación de la técnica del teselado, al modo como se entiende el mosaico hoy, se dio en parte en países del mundo helenístico y en parte en dominios romanos. A finales del siglo IV a C se salta del guijarro a la tesela cúbica, y fue probablemente en Sicilia (Gela) y en la Magna Grecia donde se adoptó definitivamente el opus tessellatum para los mosaicos de calidad. La labor mosaica fue utilizada con profusión en los edificios helenísticos de Siria y Asia Menor.  En Alejandría se conservan primitivos ejemplos de mosaicos de teselas (ss. III-II a C), todavía con elementos arcaizantes, como la inclusión de guijarros o hilos de plomo.  
   En Asia Menor, el reino helenístico de Pérgamo destacó en las Bellas Artes y también como escuela de mosaicos, ya con un mosaísta de nombre conocido (Sosos), citado por Plinio el Joven, cuya obra, hoy perdida, debió alcanzar cotas de virtuosismo en la representación plástica de objetos tridimensionales y efectos ópticos de relieve. Plinio dejó también testimonio de que el primer pavimento hecho de losanges (en Roma) fue ejecutado en el templo de Júpiter Capitolino, tras el comienzo de la Tercera Guerra Púnica. 
   Fue precisamente el Imperio Romano, con sus monumentales realizaciones en los dominios de la construcción y la ingeniería, la fuerza político-cultural que logró extender la disciplina artesanal del mosaico a ambas orillas del mar Mediterráneo, y hasta las más lejanas fronteras, así como diversificar su uso en nuevas aplicaciones. 
   Los romanos, admiradores y herederos del arte griego, introdujeron los mosaicos en la arquitectura doméstica y en lugares de culto. Los principales asuntos son mitológicos: el mosaico no se ha independizado enteramente de la pintura. También se dan algunos mosaicos de temas figurativos enmarcados en bordes ornamentales que describen escenas muy semejantes a las de las alfombras de los suelos. Los motivos de estos mosaicos ayudan a los arqueólogos a identificar las salas de recepción, los comedores, los baños, las habitaciones o las alcobas de las distintas viviendas. 
   Los mosaicos historiados tardaron en generalizarse en Roma. Al principio los pavimentos estaban decorados a base de dibujos geométricos hechos con pequeñas piezas de mármol. Así eran, aunque de mármoles preciosos, los pavimentos de las primeras construcciones imperiales en el Palatino. Los suelos de la Domus Flaviae son de mosaicos con orlas decorativas sin figuras. Pero poco a poco fue surgiendo un repertorio enteramente romano de temas de mosaico. Se introdujeron dioses latinos, los meses del año, medallones con animales, jarros y copas, tritones y nereidas, la Medusa, juegos de circo, barcos en alta mar... 
Mosaicos de Tunicia   Pompeya y Herculano han conservado ejemplos del siglo II a C, en suelos, muros y fontanas. Es célebre el gran mosaico procedente de la Casa del Fauno (trasladado al Museo de Nápoles) que representa la decisiva batalla de Iso, entre Alejandro Magno y Darío III (año 333 a C), realizado con la técnica del mosaico en miniatura, llamada opus vermiculatum, en el que las teselas son tan diminutas que permiten dibujar hasta los menores detalles, mientras que su visión de conjunto reproduce el efecto pictórico del tono continuo. Son curiosos también los mosaicos de Pompeya representando perros guardianes de la casa, colocados en el paso de la entrada a ciertas viviendas. 
   También pueden admirarse mosaicos del siglo II a C en los pavimentos de las casas romanas del islote sagrado de Delos, cuna de Apolo y Artemisa, en el archipiélago griego de las Cícladas. 
   Desde el siglo I d C y durante la expansión del Imperio Romano, aparece una tendencia al mosaico monocromo, en blanco y negro, con diseños más simplificados y sintéticos, y con visión unitaria de conjunto en la decoración de grandes pavimentos, como los de las termas públicas. Hay ejemplos abundantes en el puerto de Ostia antigua, en las termas de Caracalla y, en general, en todo el Mediterráneo. 
   En Tunicia podemos contemplar los suelos monocromos con dibujo de laberinto circular en las exedras de las Grandes Termas del Sudeste, en Maktar. 
   Sin embargo, prevalecieron en paralelo la policromía y los tipos de composición imitando a pinturas enmarcadas, quizá debido a la pervivencia de fuertes tradiciones helenísticas locales. Estos rasgos se dan con especial intensidad en Oriente Próximo (la escuela de Antioquía) y en el norte de África. 
   En Alejandría, en Cirene, en Tripolitania (tierra de origen del emperador Septimio Severo, nacido en Leptis Magna), en Ifriqiya (la actual Tunicia), en Numidia y en otras provincias del África mediterránea florecieron escuelas de gran empuje artístico, que elevaron la labor del mosaico a cotas figurativas de especial brillantez, con un renovado interés por las grandes composiciones y los motivos emblemáticos, y con marcada pasión por el colorido. Un estilo que se exportó y revitalizó el arte del mosaico en el resto del Imperio, pues en época tardorromana hubo un renacer del gusto por los mosaicos opulentos de exuberante policromía; hitos ejemplares serían los vastos mosaicos de los suelos de la villa romana de Cassale, en Piazza Armerina, Sicilia. 
   Desde el siglo III d C, y coincidiendo con los movimientos sociales que se producen con la progresiva disgregación del Imperio, empiezan a aparecer nuevos campos en el empleo del mosaico, como la ubicación de imágenes sagradas en lugares destacados de centros de culto, tendencia que adoptaron los cristianos primitivos y que se desarrolló en el arte paleocristiano. Pero serán Constantinopla y el Imperio Bizantino los grandes impulsores, los que conducirían hasta su culminación las posibilidades plásticas del mosaico, convirtiendo este medio decorativo en seña de identidad y consustancial rasgo de estilo del arte bizantino. 

 

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Mosaicos de Tunicia
Arte romano en tierras de África

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Tunicia
    
   


 

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