Colecciones fotográficas

Grandeza e incógnitas de Baalbek

Introducción a la Ciudad del Sol

   

   En Heliopolis, cerca de Líbano en Fenicia, Aelio Antonino Pío elevó a Júpiter un gran templo considerado como una de las maravillas del mundo.
   Juan Malalas de Antioquía (Chronographia, 11, 280)

Baalbek   Baalbek es la principal ciudad y centro agrícola del valle de la Bekaa, una fértil llanura que discurre entre las cordilleras del Líbano y el Antilíbano. En este apartado paraje, situado a 1.150 m de altitud, se encuentra el complejo de templos más grandioso que erigió el imperio romano en sus extensos territorios.
   De origen muy antiguo (Edad del Bronce Medio, 1900-1600 a C), en esta ciudad se rendía culto desde tiempos inmemoriales a una tríada de deidades asociadas a la agricultura. 
   El nombre de Baalbek hace referencia a Baal, un antiguo dios semítico venerado en oriente próximo por poblaciones caldeas, babilonias, cananeas, fenicias e israelitas. 
   Baal (poderoso señor de las fuerzas de la naturaleza, equivalente al Hadad de la mitología asiria y aramea) era el dios del cielo, de la lluvia y el trueno. Más que un nombre es un título honorífico. Baalbek vendría a significar 'Señor de la Bekaa'. 
   Poco más se sabe, sin embargo, del Baalbek anterior a la conquista de Oriente Próximo por los ejércitos de Alejandro Magno. Tras la muerte del líder macedonio, Baalbek pasó a pertenecer a Egipto, controlado entonces por la recién instaurada dinastía lágida o ptolemaica (fundada por Ptolomeo, oficial y amigo de Alejandro), con capital en Alejandría. 
   Los ptolomeos creyeron oportuno asociar al dios del cielo de Baalbek con el dios del sol egipcio Re y con el dios del sol griego Helios, con el fin de estrechar los lazos culturales y religiosos entre la nueva dinastía egipcia y los pueblos del Mediterráneo oriental. Fue así como Baal fue identificado con Zeus y la ciudad fue rebautizada como Heliopolis ('Ciudad del Sol'), topónimo con que fue conocida durante los siguientes mil años.
   El principal santuario de Baalbek estaba en realidad dedicado a una tríada de divinidades, respondiendo al esquema padre-madre-hijo: 
   - al dios sirio del cielo Baal, equiparado a Zeus o Júpiter Solar; 
   - a la diosa siria de la naturaleza Atargatis, equiparada a Venus; 
   - y a una deidad juvenil, probablemente un espíritu de la vegetación, asimilado por los griegos a Hermes, el pastor, y por los romanos a Mercurio. 
   Una audaz operación de sincretismo, que hizo converger la antiquísima mitología semítica con las teogonías grecolatinas venidas de Roma. Aunque los cultos originarios de Baalbek habían sido de carácter agrícola, en la época clásica los ritos parecen haber adquirido aspectos propios de una religión mistérica, con características orgiásticas. 
   Baalbek/Heliopolis retuvo su función religiosa durante los periodos helenístico y romano, y alcanzó su apogeo en los siglos I y II d C. Determinados a satisfacer las necesidades de culto de los recién instalados colonos, así como a honrar a los dioses locales, los sucesivos emperadores de Roma se volcaron a construir en Baalbek el más grandioso complejo religioso jamás concebido, un alarde de arquitectura monumental que no iba a tener rival en el mundo romano. 
   El templo de Júpiter Heliopolitano se convirtió en uno de los más célebres santuarios del mundo antiguo, que atraía a millares de peregrinos para donar ofrendas, hacer sacrificios, celebrar festejos y suplicar favores a sus dioses ancestrales. 
Baalbek   Por registros numismáticos se sabe que en el siglo III d C se celebraban regularmente en el gran patio del templo de Júpiter ceremonias sacras multitudinarias, que desempeñaban un importante papel en las actividades culturales, atléticas y religiosas de la ciudad. Eran llamadas "los Juegos Sagrados Capitolinos del Festival Universal Heliopolitano".
   El gramático latino Macrobio (s. IV d C) nos dejó la única descripción literaria que se conoce de la imagen de Júpiter Heliopolitano, suprema deidad de Baalbek: "La estatua del dios es de oro, representa a una persona imberbe, sosteniendo en la mano derecha una fusta de auriga y en la izquierda el rayo y espigas de trigo". Macrobio dice también que este dios poseía dotes adivinatorias y podía anunciar profecías. Lo cierto es que el santuario de Baalbek tuvo también funciones de oráculo, cuya fama se propaló por todo el imperio. Cuando el emperador Trajano pasó por Siria para ir a combatir contra los partos, sus acompañantes le aconsejaron consultar el oráculo de Baalbek para pronosticar el desenlace de la campaña.
   Los colosales sillares y columnas de los templos de Baalbek han excitado la imaginación de los viajeros que a lo largo de los siglos han visitado la 'Ciudad del Sol'. Benjamín de Tudela, por ejemplo, llegó al lugar en 1160, y recogió en sus escritos algunas creencias populares en torno a estos singulares edificios. Los habitantes de Baalbek le decían que aquella era la ciudad mencionada en las Escrituras como Baalath y que Salomón la había construido para su esposa, la hija del faraón. "El palacio está construido con piedras de una talla enorme, midiendo cada una veinte palmos de largo y doce de ancho, sin nada que retenga juntas estas piedras", refiriéndose a la ausencia de argamasa o mortero en el aparejo.
   El conjunto templario de Baalbek es un prodigio de la arquitectura clásica, pero además encierra en sus profundidades un gran enigma. Antes de la llegada de griegos y romanos, existía ya en esta ciudad un macro-complejo religioso de origen muy antiguo, cuyos restos están debajo de las estructuras romanas. Se trata de la inmensa plataforma de 40.000 metros cuadrados que cimenta por su base y sostiene los grandiosos templos romanos. Es una plataforma construida con los bloques de piedra más grandes y más pesados del mundo. Todavía no se sabe quiénes fueron sus constructores y cómo pudieron llevar a cabo semejante hazaña. 
   Pero antes de entrar en esta cuestión, conviene, a fin de ubicarnos en el contexto, dar un somero repaso a la historia y arquitectura de Baalbek.

 

 

Baalbek



Baalbek. Breve historia

   El Líbano moderno se corresponde en su mayor parte con la antigua Fenicia, cuyos habitantes, conocidos por los griegos como 'fenicios', eran notables mercaderes y navegantes. Desde el tercer milenio hasta finales del primer milenio antes de Cristo, procedieron a fundar colonias comerciales en diversos enclaves de la costa mediterránea.
   Los fenicios exportaban a estos lugares tejidos teñidos con la renombrada púrpura de Tiro, lino fino, objetos de oro, metal y vidrio, pescado seco, sal, vino, así como madera de ciprés, de pino y sobre todo de los famosos cedros del Líbano (ver en fotoAleph colección fotográfica Los cedros sagrados del Líbano).
   Los fenicios desarrollaron un alfabeto de 22 signos, que ya era usado en Byblos por lo menos desde el siglo X a C. Este sistema de escritura fue adoptado por los griegos, y es el antecesor del alfabeto latino.
   Las principales ciudades de Fenicia eran Tiro, Sidón, Beirut y Byblos, en la costa libanesa, que controlaban el tráfico comercial entre Mesopotamia y el Mediterráneo. Caravanas provenientes de las vastas tierras interiores llegaban al valle de la Bekaa, y de allí tomaban alguna de las muchas rutas que atraviesan la cadena del Monte Líbano para llegar a las ciudades portuarias.
   En el punto más prominente del valle de la Bekaa se levantaba Baalbek, que, con sus abundantes manantiales, era una de las principales etapas de las rutas caravaneras. La fuente de Ras el Ain suministraba agua a sus templos desde una distancia de 2 km, e irrigaba las huertas que rodeaban la ciudad.
   Un culto religioso primitivo se desarrolló en Baalbek en torno a una grieta natural que existe bajo el Gran Patio del templo de Júpiter. Este santuario primigenio estaba dedicado al dios semítico Baal-Hadad, que continuó siendo venerado en épocas posteriores.    
   Las excavaciones en este gran patio han revelado a 50 metros de profundidad vestigios de asentamientos humanos de más de 4.000 años de antigüedad. Los cimientos de piedra de las casas fueron construidos sobre un nivel todavía más antiguo de ocupación humana, donde se han encontrado fragmentos de cerámica pintada y esquirlas de obsidiana y pedernal de la temprana Edad de Bronce. En las proximidades se han descubierto tres esqueletos enterrados con piezas de bronce y cuentas de collar de amatista, datadas en el periodo de Baalbeklos hicsos (1730-1580 a C). Al fondo de la grieta mencionada hay un pequeño altar tallado en la roca, que era probablemente venerado como un lugar sagrado desde épocas ancestrales. Sobre este lugar se construyó un patio elevado rodeado de una muralla, al que accedían los devotos por una escalinata.
   Baalbek fue conquistada por Alejandro Magno en 332 a C y, tras su muerte y el desmembramiento de su efímero imperio, pasó a ser regida por la dinastía ptolemaica, con capital en Alejandría. Hacia 200 a C, los seleúcidas, bajo Antioco III el Grande, arrebataron el valle de la Bekaa a los ptolomeos, y Baalbek permaneció como posesión del imperio seléucida hasta que las tropas del general Pompeyo conquistaron Siria (64 a C) y la incorporaron a los dominios de Roma. 
   Cuando los romanos llegaron a Baalbek, decidieron levantar en este lugar sagrado un nuevo complejo religioso, de mayores dimensiones que el ya existente. En primer lugar planearon la adición de un templo al patio primitivo con su altar, y comenzaron construyendo un podio de base, lienzos del cual pueden verse en la muralla ciclópea que rodea el conjunto. 
   En la zona empezó un largo periodo de romanización. Julio César estableció una colonia en Baalbek, llamada como su hija Julia. Marco Antonio dio a Cleopatra como regalo Baalbek y el resto de la Bekaa. En 30 a C Augusto tomó el control de la región y pronto fue consciente de que, gracias a su emplazamiento privilegiado entre las vías comerciales del mundo antiguo, y a su importancia como foco religioso y sede oracular, Baalbek/Heliopolis podía contribuir decisivamente a la propagación de la cultura romana en el cercano oriente. 
   También Beirut (entonces Berytus) era importante para los intereses romanos, porque desde este punto el emperador podía controlar eficazmente tanto las ciudades costeras como el vasto interior. Augusto decidió por ello, hacia 16 a C, asentar veteranos de sus mismas legiones en Beirut y Baalbek. Se estrecharon los lazos entre estos dos centros, y Beirut sirvió en los siglos siguientes como puerto de Baalbek.  
Baalbek   En tiempos del emperador Adriano, que visitó Baalbek en 130 d C, el imperio romano se había consolidado, iniciándose un largo periodo de paz. Baalbek disfrutó particularmente de una gran prosperidad, como centro de una de las regiones más fértiles de todo el imperio, la Bekaa, valle frecuentemente llamado 'el granero de Roma'. A finales del siglo II d C, Baalbek adquirió el privilegio de ser designada colonia Julia Augusta Felix Heliopolitana.
   La construcción en Heliopolis de un complejo de monumentos religiosos a modo de acrópolis, propiciada por la política exterior de Roma, fue preocupación de todos los emperadores a partir del reinado de Augusto hasta el año 312 d C, cuando Constantino el Grande reconoció al cristianismo como religión oficial del imperio y la erección de templos llegó a un brusco final.
   A comienzos de la era bizantina, con la expansión del cristianismo, se edificaron iglesias dentro del recinto templario de Baalbek, a pesar de que el paganismo tenía todavía muchos seguidores. Los templos paganos fueron clausurados, cayeron en descuido y fueron despojados de sus puertas de bronce y tejas de cerámica. El emperador Juliano el Apóstata intentó revitalizar la antigua fe politeísta y muchas de estas iglesias fueron destruidas.
   En 440 d C, Teodosio reinstauró el cristianismo e hizo construir en el centro del Gran Patio una basílica dedicada a san Pedro, reutilizando materiales del templo de Júpiter. Prosiguió la destrucción de los templos y las estatuas. Dos grandes terremotos en 526 y 551 completaron la devastación. La acrópolis de Baalbek fue usada libremente como cantera de piedras sillares. Algunas de las columnas de granito rosa que rodeaban los patios fueron llevadas a Estambul para ornar la gran mezquita de Solimán el Magnífico. Sin embargo, los edificios eran tan gigantescos que resistieron en su mayor parte al pillaje. 
   Durante el periodo bizantino, Baalbek era ya una ciudad venida a menos, de importancia meramente regional, aunque en ella aún se acuñaba moneda. La dominación musulmana de Baalbek comenzó con el reinado del califa Omar el Jattab, cuando su general Abu Ubeida Ibn al-Jarrah conquistó la ciudad en 636 d C. Los ocupantes tomaron posesión de la ceca bizantina y acuñaron monedas con inscripciones en árabe. 
Baalbek   Baalbek cayó sucesivamente bajo el dominio de los omeyas de Damasco, los abasíes de Bagdad en 751, los fatimíes de Egipto en 969, los selyúcidas en 1100 y los kurdos ayubíes de Saladino en 1175. En la época de las cruzadas, los musulmanes transformaron la acrópolis en una enorme fortaleza para albergar sus guarniciones y defenderse de los ataques de los ejércitos cristianos. Sus muros fueron perforados de troneras y rematados de almenas. Sus esquinas fueron reforzadas con altas torres. Abrieron depósitos de agua en el interior del templo de Baco y cavaron un profundo foso alrededor del complejo, sin guardar cuidado por las construcciones clásicas. Paradójicamente todo ello contribuyó a su preservación, pues los templos quedaron así protegidos de eventuales saqueos. Los actuales habitantes de Baalbek aún se refieren al recinto templario como 'el Castillo' (el Qalaa). A pesar de todo, Baalbek fue tomado en 1176 por los cruzados de Trípoli al mando de Raimundo de Saint-Gilles, aunque poco tiempo después fue recapturado por los árabes. Fue arrasado por los mongoles en el siglo XIII. En el XIV pasó a manos de los mamelucos de Egipto. En 1516 fue ocupado por los turcos otomanos, quienes lo conservaron hasta la Primera Guerra Mundial. 
   Las primeras excavaciones con carácter científico de las ruinas de Baalbek fueron emprendidas a finales del imperio otomano por la Misión Arqueológica Alemana, a partir de la visita oficial a Baalbek del kaiser Guillermo II en 1889. Tras la Primera Guerra Mundial los programas de excavaciones y restauración fueron continuados por equipos franceses, y desde la independencia del Líbano en 1943 están a cargo del Departamento Libanés de Antigüedades, con colaboración internacional.
   En 1984 la Unesco incluyó a Baalbek en su lista del Patrimonio de la Humanidad

 

 

 

 

 

 

 

 

Un alarde arquitectónico

   Las ruinas de Baalbek, comparadas con las ciudades antiguas que hemos visitado en Italia, en Grecia, en Egipto así como en otros países de Asia, aparecen como los vestigios de uno de los planes más audaces jamás ejecutados en arquitectura.
   Robert Wood (1717–1771)


Baalbek

 

   Las inmensas ruinas del santuario romano de Baalbek, construido en un lapso de más de 200 años sobre los restos de un santuario anterior, componen un complejo unitario formado por tres templos, denominados de Júpiter, de Baco y de Venus. Sus colosales estructuras están consideradas como uno de los más bellos ejemplos de arquitectura romana del periodo imperial, que sirvió además de modelo a otros arquitectos clásicos.
 
   
Templo de Júpiter
   
   El templo de Júpiter es el más grande. Para llegar al mismo, en primer lugar hay que subir por una gran escalinata de 39 peldaños y franquear unos propileos que conducen a un patio hexagonal. A continuación atravesar un gran patio cuadrangular que precede al templo, levantado en el punto más alto del complejo, y al que se accede por una nueva escalinata.
   Los propileos consisten en una entrada monumental, dispuesta en una terraza a 10 m de altura y formada por un pórtico columnado entre dos torres, con doce columnas de granito egipcio. El intercolumnio central era más ancho, y aquí el arquitrabe se curvaba en un arco central de medio punto, hoy desaparecido, pero de cuyo aspecto podemos hacernos idea gracias a la pervivencia en las cercanías de la columnata de la basílica-mercado de Bustan el-Khan, de estructura similar (foto75). Inscripciones en los pedestales de tres columnas nos informan que esta entrada fue construida en tiempos de Caracalla (211-217 d C).
   Tres puertas abiertas en el muro de fachada, la central de 6 m de ancho y 8 de alto, dan acceso a un patio de planta hexagonal, una característica nunca vista en un templo romano y que revela influencias orientales (foto03). Tiene 62 m de diámetro. Su perímetro estaba circundado de una galería porticada sostenida por 30 columnas de granito rosa de 8 m de altura, dejando un área central a cielo abierto. Fue construido en tiempos de Filipo el Árabe (244-249 d C) y es, por decirlo así, un antepatio que hace de transición entre las puertas de entrada y el gran patio de sacrificios. 
Baalbek   Este gran patio mide 104 x 103 m y está rodeado en tres de sus lados por ocho exedras rectangulares y cuatro semicirculares, dispuestas alternativamente (fotos 04 y siguientes). Las exedras están enmarcadas por pórticos columnados, cuyas 84 columnas monolíticas de granito rojo (sienita) fueron importadas de las canteras de Siene (Asuán, Alto Egipto). Los muros del patio y las paredes interiores de las exedras están decorados con un doble rango de nichos superpuestos (foto11), que en su tiempo albergarían estatuas de dioses y personajes eminentes. Los frontones de tales hornacinas son triangulares o circulares, alternándose. 
   "La altura de las aras –dicta Vitruvio en su tratado de Arquitectura (IV, 9, 1)– debe graduarse teniendo en cuenta que para Júpiter y todos los dioses celestes se construirán tan altas como sea posible."
   Casi en la mitad del gran patio, frente a frente con el templo de Júpiter, se yergue una construcción de sillares, en forma de torre cuadrangular de 17 m de altura, con dos escaleras internas, estrechas y empinadas, que permitían acceder a la cima, reservada a los sacerdotes. Se trata del ara o altar de sacrificios (foto13), y su situación, insólita en los cánones de la arquitectura romana, supuestamente se debe a que fue erigido sobre el mismo emplazamiento del altar primigenio dedicado a Baal. 
   A uno y otro lado de la torre-altar, emergen en el suelo del patio dos estanques para abluciones (fotos 15 y siguientes). Son rectangulares y muy oblongos. Sus fondos estuvieron tapizados de mosaicos y sus muretes conservan aún su decoración de relieves, que despliegan una gran variedad de figuras y escenas mitológicas, esculpidas con gran delicadeza. Podemos distinguir una bella representación del nacimiento de Venus (foto18), así como ninfas, amorcillos y animales fantásticos como grifos y tritones (foto16). 

   En un podio elevado a 7 m de altura en el extremo occidental del patio, estando podio y patio a su vez situados sobre una plataforma de 15 m de alto –construida en tiempos preclásicos con sillares megalíticos, de lo que hablaremos en el capítulo El gran enigma de Baalbek)–, se levantaba el santuario propiamente dedicado a Júpiter-Hadad-Baal, al que se ascendía por una amplia escalinata de 35 peldaños (foto42) divididos en tres tramos separados por dos rellanos. 
   Este gran templo de Júpiter sería el edificio más antiguo de la superestructura romana del complejo, pues fue comenzado bajo Augusto y terminado hacia el año 60 d C (en tiempos de Nerón). 
Baalbek   Cuando estaba entero era un templo períptero de orden corintio, con su cella rodeada por 10 columnas en la fachada delantera, 10 en la trasera, y 19 columnas en cada fachada lateral. Las columnas estaban compuestas de fustes acanalados de solo tres tambores, y cada una medía 18,9 m de altura y 2,3 m de diámetro. Posiblemente fueron las más grandes del mundo romano. Habiéndose colapsado el edificio en el terremoto de 1759, solo quedan seis columnas en pie, con su correspondiente entablamento. 
   Fragmentos de tal entablamento pueden verse desperdigados por el suelo, lo que permite apreciar de cerca la riqueza escultórica de sus frisos y cornisas (fotos 28 y siguientes), con lujuriosa decoración de grecas, guirnaldas, hojas de acanto y motivos florales, así como rostros de seres mitológicos emboscados en la vegetación. A intervalos regulares sobresalían cabezas de león a modo de gárgolas, que hacían las funciones de caños de desagüe de la lluvia del tejado, los chorros de agua saliendo por sus bocas, "como vomitando" (Vitruvio, III, 5, 15, foto30). El tejado era de vigas de madera de cedro y tejas de cerámica.
   Obsérvese que el número de escalones de las distintas escalinatas es siempre impar. Esto se debe a que los constructores seguían la norma prescrita por Vitruvio en su Arquitectura (Libro III, 4, 4): "En la fachada principal, hay que disponer los peldaños de modo que su número sea siempre impar, pues el primer peldaño se sube con el pie derecho, y luego este pie es el primero que hay que poner en el área del templo".
   Dicho sea esto para evidenciar la minuciosidad con que los constructores aplicaban en Baalbek los cánones de la arquitectura clásica hasta en los menores detalles. Sin embargo, la orientación de este templo y del complejo en general no obedece a las normas marcadas por Vitruvio en su tratado (IV, 5, 1): "Si no hay razón que lo impida y hay libertad de decisión, el templo y la imagen que vaya a colocarse en el interior de la cella se orientarán en dirección al Ocaso". A diferencia de la mayoría de los templos romanos, los de Baalbek no está orientados al oeste, sino más bien al este, con ligera declinación al nordeste. Probablemente había una 'razón' que lo impedía: la existencia previa de la plataforma prerromana sobre la que se asentó el complejo, que condicionó la orientación de sus superestructuras.

   
   
Baalbek


Templo de Baco
   
   El llamado templo de Baco, o 'pequeño templo', paralelo al gran templo de Júpiter, pero situado a un nivel más bajo, sobrevive prácticamente entero. Es el templo romano mejor conservado del mundo, junto con el templo de Diana en Nimes (la Maison Carrée), al que se asemeja en su estructura y ornamentación.
   Financiada su construcción por ciudadanos sirios y terminado hacia el año 150 d C (en tiempos de Antonino Pío), es también un templo períptero de orden corintio, con 8 columnas de 16,5 m de alto en cada fachada y 15 en cada flanco (fotos 44 y siguientes). Al igual que las del gran templo de Júpiter, las columnas se componen de fustes de tres tambores. En este caso son de fustes lisos, excepto las columnas del pronaos y las adosadas a los muros interiores del naos, que son acanaladas (foto67). Estas columnas adosadas, realzadas sobre pedestales, se alternan con una doble serie de nichos superpuestos (el rango inferior de frontones semicirculares y el superior de frontones triangulares) que en su tiempo acogerían estatuas de dioses.
   De un tamaño mayor que el Partenon de Atenas, la altura del edificio es de 30 m, a su vez elevado sobre un pòdio de 5 m. Se trata de un templo excepcional, embellecido con una exuberante y abarrocada decoración, al que se penetra franqueando una puerta monumental de 13 m de alto (foto61) con relieves primorosamente tallados en sus jambas y dintel (foto64). El bloque central de este dintel, de forma trapezoidal y que sirve de clave, se halla parcialmente desprendido (foto62) como consecuencia de los terremotos, y pende sobre el umbral amenazando con desplomarse de un momento a otro.
   En el fondo del naos, una escalera de nueve peldaños conducía al adyton (una capilla vedada al público a la que solo podían entrar los sacerdotes). Esta estancia tripartita, elevada sobre un estrado, estaba ornada de columnas, hornacinas y estatuas, coronada por un frontón y flanqueada por dos naves laterales provistas de sendas puertas. La puerta de la derecha daba acceso al subsuelo abovedado, la de la izquierda a siete escalones que llevaban a otra cámara. Un gran vano se abría en el centro del adyton y alojaba, sobre un pedestal esculpido, la estatua de la divinidad, visible a los feligreses.
   Esta complicada escenografía del adyton o morada del dios (que ocupa el emplazamiento correspondiente al opisthodomos en la arquitectura clásica), sería muy semejante, por no decir idéntica, a la del adyton del gran templo de Júpiter, hoy totalmente desaparecido.
Baalbek   Se conservan tramos de los techos entre el peristilo y la cella, compuestos de casetones (foto58) con trazados geométricos (triángulos, rombos y hexágonos) que enmarcan diversas figuras divinas, entre ellas Tyché (diosa de la fortuna), Irene (diosa de la paz), Ceres (diosa de la agricultura), Diana, Marte, Baco, Vulcano, Ganímedes y un curioso busto de Cleopatra (foto60), con el áspid picándole, lo que denota que esta reina egipcia ya había entrado, menos de dos siglos después de su muerte, en las esferas de la mitología.
   El lateral sur del peristilo ha perdido casi todas sus columnas, pero una de ellas se mantiene inclinada y apoyada sobre el muro de la cella (fotos 51 y siguientes). Teniendo en cuenta que cada uno de los fustes está compuesto de tres tambores, esta columna es una prueba fehaciente de la extraordinaria pericia técnica de los arquitectos de Baalbek. En vez de argamasa o mortero, utilizaban grapas o abrazaderas de hierro forradas de plomo para ensamblar los sillares y los tambores entre sí. La columna inclinada, en lugar de haberse fragmentado, permanece entera, como si fuera monolítica. 
   Según el conde de Volney (1757-1820), autor de Las ruinas de Palmyra, no fueron solamente los terremotos y las fuerzas de la naturaleza lo que destruyeron Baalbek, sino también la codicia de los hombres, que querían extraer el metal de las piezas internas que habían mantenido abrazadas las piedras durante siglos.
   La iconografía general de los bajorrelieves sugiere que este templo estaría consagrado a las mismas deidades agrícolas que el conjunto del santuario. Se puede distinguir en las tallas del dintel la imagen de un caduceo, símbolo de Mercurio (foto63). Este dios romano estaba identificado con el griego Hermes, dios del comercio y patrono de los mensajeros, viajeros, mercaderes y ladrones. Mercurio, con Maya (su madre), Venus y Baco, eran honrados a mediados de cada mes de mayo con una festividad de especial importancia para los comerciantes, en la que se utilizaba el agua de los manantiales sagrados para ritos lustrales o de purificación. 
   Por otra parte, la abundancia de motivos báquicos (racimos de uvas, hojas de parra y zarcillos de pámpanos, entrelazados con ninfas, ménades y sátiros) apuntan a la práctica de una religión mistérica de salvación, que sustituiría a los antiguos cultos de fertilidad del cercano oriente. 
   
Baalbek

 

Templo de Venus
   
   El llamado templo de Venus se levanta extramuros del recinto templario de Júpiter Heliopolitano, a 200 m de los propileos, en una zona ajardinada que estaba antaño irrigada por un arroyo. Está fechado hacia el siglo III d C.
   Se trata de un templo relativamente pequeño en comparación con los antes descritos, pero de un diseño arquitectónico muy original y elegante, dotado de gran armonía y refinamiento (fotos 69 y siguientes). Su orientación (noroeste-sudeste) es también distinta a la de los edificios del gran complejo.
   De planta circular, en su día coronada por una cúpula, tiene la forma de una concha dentada con seis salientes curvos, sostenidos por otras tantas columnas de capiteles corintios alrededor de la cella, conformando en conjunto una estructura estrellada de lóbulos cóncavos. 
   Se accedía al templo por una escalinata de 21 peldaños, con dos rellanos intermedios. El pronaos o vestíbulo tenía dos hileras de cuatro columnas, que en el pasado sustentaban el frontón del portal de entrada. La puerta medía 6 m de alto por 3,5 de ancho y estaba profusamente decorada de relieves en sus jambas y dintel. La cella tiene un diámetro de 9 m y está decorada con dos rangos de nichos superpuestos, con una cornisa esculpida sobre ellos (foto74).
   No se sabe a qué dios o qué dioses estuvo consagrado. Quizá a Tyché, la diosa de la fortuna. Los antiguos viajeros lo llamaron 'templo de Venus' basándose en la decoración de sus nichos exteriores, que muestran relieves de palomas y están rematados por conchas marinas, motivos iconográficos asociados a la diosa del amor. 
   Un escrito de Eusebio de Cesarea atestigua la pervivencia del culto a comienzos de la época cristiana, que sería de naturaleza orgiástica y donde probablemente se practicaría la prostitución sacra. 
   En la época cristiana, el templo fue utilizado como iglesia por los católicos griegos, bajo la advocación de santa Bárbara, mártir del sigo IV muy venerada en la región, donde se creía que había sufrido su martirio. Con la llegada de los árabes, quedó embebido dentro de la ciudad medieval y con el correr del tiempo terminó semienterrado bajo escombros.
   Además, los terremotos dañaron severamente su estructura, derribando el portal y el pronaos, aunque el pesado entablamento que enlaza las columnas al muro de la cella evitó su total colapso. Fue reconstruido en los años 30 del siglo XX.
   Recientes excavaciones en el recinto amurallado del templo han sacado a la luz calles pavimentadas de mosaicos, un pórtico columnado, un edificio con columnas adosadas y los restos de un segundo santuario en las cercanías, bautizado como 'Templo de las Musas'. 


Baalbek
   En Baalbek sobreviven otros vestigios de la época imperial romana: las columnatas de la basílica cívica (mercado) de Bustan el-Khan (foto75), restos de la muralla de la ciudad, trazas de otro templo dedicado a Mercurio en la colina de Sheik Abdallah, pavimentos de mosaicos de villas patricias... Estos últimos han sido trasladado a Beirut y se exhiben en el Museo Nacional, junto con otras piezas encontradas en Baalbek, como una estatuilla de Venus en bronce y una máscara funeraria de oro.
   Las ruinas romanas de Baalbek fueron a lo largo de los siglos utilizadas como canteras, de las que era posible extraer sólidos y bien escuadrados sillares para usarlos en construcciones modernas. El expolio se prolongó hasta tiempos recientes. 
   Algunas mezquitas, entre las más antiguas de Baalbek, están también construidas con elementos arquitectónicos reaprovechados de edificios romanos. Un claro ejemplo es la mezquita mayor, fundada por los omeyas, que tras su devastación por los mongoles en el siglo XIII, fue reconstruida por los mamelucos durante el reinado del sultán Qalaun (1277-1290). Las columnas que la dividen en tres naves son fragmentos de fustes de origen romano, rematados por capiteles corintios (foto76).

   A 2,5 km de Baalbek se levanta una curiosa estructura en forma de quiosco, conocida como Qubbet ed-Duris (la 'cúpula de Duris'). Se trata de un monumento funerario musulmán, pues está compuesto de ocho columnas de granito rosa dispuestas en círculo, soportando un arquitrabe octogonal que en su día sostendría una cúpula (foto77). Las columnas carecen de basas y capiteles, pues no son sino fragmentos de fustes romanos reaprovechados. Los árabes las extrajeron de las ruinas clásicas en 1243 para la sepultura de un notable de la región.



   En la fértil llanura de la Bekaa subsisten otras muchas ruinas y yacimientos datables en la época romana.
Baalbek   En la pequeña aldea de montaña de Niha, cerca de Zaleh, sobreviven las ruinas de tres templos romanos. El mayor de ellos presenta un relieve escultórico sobre el muro exterior de la escalera que conduce al templo. Esta escultura representa a un dignatario ataviado con una túnica y tocado con un gorro cónico (foto78). Alrededor del cuello porta un pectoral adornado con dos bustos de divinidades. Con la mano derecha hace una libación sobre un pequeño altar y la mano izquierda sostiene un objeto de culto, probablemente un hisopo o aspersorio. La inscripción griega grabada cerca de su cabeza nos informa que se llamaba Narkisios, hijo de Kasios, y era un miembro honorable del consejo de ancianos de la colonia de Heliopolis. Es muy posible que este personaje ejerciera las funciones de gran sacerdote del templo de Júpiter en Baalbek. 


   –Soy la Virgen Eterna que tus antepasados veneraron y en cuyo honor erigieron templos y santuarios en Baalbek y Byblos.
   –Pero aquellos templos y santuarios fueron arrasados y los restos de mis antepasados formaron parte de la tierra –me atreví a decir–; nada quedó que conmemorara su divinidad salvo unas pocas y olvidadas páginas de un libro de historia.
   (...) –Mi vida descansa sobre el mundo de la Belleza al que verás dondequiera que poses tu mirada, y esta Belleza es la Naturaleza misma.
   (...) –Háblame de esa Belleza que la gente interpreta y define, cada uno de acuerdo a su propia concepción; he visto honrarla y venerarla de mil modos diferentes.
   –La Belleza es aquello que cautiva el alma –respondió–, y aquello que prefiere dar a recibir. Cuando te hallas frente a la Belleza sientes que las manos ocultas en tu interior salen a la luz para llevarla a los dominios de tu corazón. Es algo magnífico donde se combinan la dicha y la tristeza; es lo Oculto que tú puedes ver y lo Incierto que puedes comprender y lo Mudo que puedes oír; es lo más Sagrado de lo Sagrado que comienza en ti y trasciende en mucho tu imaginación terrenal.
   Jalil Gibran. Ante el trono de la Belleza

 

 

 

 

BaalbekEl gran enigma de Baalbek

   Aunque las construcciones romanas de Baalbek son impresionantes por su monumentalidad y belleza, lo más asombroso de este santuario no pertenece a la época romana, ni a la griega, sino a una época considerablemente más antigua, aún sin determinar. 
   Se trata de la plataforma sobre la que está asentado el templo de Júpiter, incluido el gran patio. Esta inmensa infraestructura de 40.000 metros cuadrados, que sirve de cimentación al complejo templario romano, probablemente corresponde al santuario primitivo, ya existente en este lugar, consagrado al dios semítico Baal. Se desconoce la fecha de su construcción, pero parece evidente que fue erigido muchos siglos antes de la llegada de los romanos a estas tierras. 
   El interior de dicha plataforma está horadado por galerías subterráneas abovedadas (foto83), entre ellas dos longitudinales paralelas de 120 m de largo y 5 de ancho, que corren por debajo del gran patio, con bocas de salida al exterior, y que están conectadas entre sí por una galería transversal. Algunos de estos túneles han sido habilitados (foto84) para exhibir ante los visitantes piezas escultóricas y de interés arqueológico exhumadas en las excavaciones (no abundan en Baalbek las estatuas de bulto redondo, víctimas como han sido de sucesivas oleadas de iconoclastia y expolio).
   Lo que más llama la atención de esta infraestructura es el tamaño descomunal de sus bloques de piedra, auténticos megalitos que dejan pequeños por comparación a los sillares de época romana, ya de por sí enormes. De los túneles originarios se conservan los muros hasta cierta altura, habiendo sido recrecidos y cubiertos de bóvedas de medio cañón en la época romana. Se pueden apreciar a simple vista las grandes diferencias de tamaño entre unos y otros sillares, la disparidad de sus respectivos colores, texturas y grados de erosión, así como su distinto tipo de aparejo. Estamos contemplando dos épocas constructivas, separadas por muchos siglos.
   Los muros laterales externos de esta plataforma rectangular, que en ciertos tramos llega a los 15 m de altura, están construidos con sillares de desmesurado tamaño, pesando cada uno cientos de toneladas, e incluyendo algunos bloques de dimensiones inusitadas. Nueve de estos bloques gigantescos son visibles en el lado norte, nueve en el lado sur y seis están situados en el lado oeste. 
Baalbek   Tres de estos últimos megalitos, insertados en una hilada a media altura del muro occidental, componen el llamado Trilithon ('las tres piedras'). Uno de estos tres sillares colosales alcanza los 18 metros de longitud y se calcula que pesa entre 750 y 1.000 toneladas. Los tres están alineados adyacentes y encajados con tal precisión que no dejan ni un resquicio entre sus juntas (fotos 80 y siguientes). 
   Con el tiempo se hicieron tan famosos que los cronistas bizantinos dieron el nombre de Trilithon al conjunto del templo. El tallado de los ingentes bloques de este Trilithon y el esfuerzo sobrehumano desplegado para trasladarlos desde las canteras, izarlos a su nivel de hilada y ajustarlos con tanta exactitud dejan perplejos a los ingenieros y arquitectos de hoy en día.
   Cómo se transportaron, elevaron y ensamblaron estos pesadísimos bloques es un enigma que las investigaciones arqueológicas todavía no han resuelto. Solo sabemos que semejante proeza arquitectónica presupone la existencia, en aquella remota época, de muy avanzados conocimientos de ingeniería constructiva, que solo han llegado a ser igualados con la maquinaria y la tecnología del siglo XIX de nuestra era.
   Todo ello ha dado pie a múltiples elucubraciones. Los musulmanes pensaban que los hombres no eran capaces de mover estas gigantescas piedras, por lo que esta estructura ciclópea no podía ser sino obra de los djinn (genios) o de los demonios. Para los judíos de Baalbek, eran las ruinas del palacio que Salomón hizo erigir para alojar a su esposa real. Los constructores utilizarían máquinas especiales cuyo secreto se perdió. Teorías más recientes (de los años 50 del siglo XX) no son menos disparatadas: la plataforma sería una base de aterrizaje y despegue de naves extraterrestres.
Baalbek   
   Está comprobado que los mayores megalitos de la plataforma que sostiene el grandioso templo de Júpiter provienen de las canteras conocidas como Hajjar al Hibla (foto85), situadas a un kilómetro al sudeste de Baalbek. 
   Visitar estas canteras permite examinar más de cerca y en sus tres dimensiones (longitud, anchura y altura) otros bloques similares que yacen en el lugar y que estaban a todas luces destinados a su incorporación en la plataforma. Son éstos, que se sepa, los bloques de piedra tallada de mayor tamaño y peso del mundo, más grandes que los mayores megalitos de Egipto.
   El nombre de las canteras hace referencia a un gigantesco megalito tallado en forma de paralelepípedo que domina todo el paraje con su espectacular mole, y que es conocido desde antiguo como 'Piedra de la Mujer Embarazada' o Hajjar al Hibla. Con sus 21 m de longitud y más de 4 m de grosor, supera en tamaño a los monolitos encastrados como sillares en el Trilithon. Su peso se ha estimado en 992 toneladas. Para hacernos una idea más gráfica de lo que suponen estas cifras, recordaremos que una longitud de 21 metros equivale a la altura de un edificio de siete pisos.
   Circulan pintorescas creencias sobre el origen del nombre del megalito: el labrado y transporte de las piedras habrían sido efectuados por djinn embarazadas; tocar la piedra propicia la fertilidad de las mujeres... Nos preguntamos si el apelativo 'Piedra de la Embarazada' no tendrá relación con el mito o arquetipo de la petra genitrix, del que escribe Mircea Eliade:
 Baalbek  
   "El simbolismo sexual y ginecológico más transparente se encuentra en las imágenes de la Madre Tierra. Cada región, y casi cada ciudad y pueblo, conocen una roca o una fuente que "dan" hijos. La piedra es fuente de vida y fertilidad, que vive y procrea seres humanos, del mismo modo que ella ha sido engendrada por la tierra. Según un enorme número de mitos primitivos, el hombre ha salido de la piedra. Tal tema se ve probado en las grandes civilizaciones de la América Central (Inca, Maya), tanto como en las tradiciones de ciertas tribus de América del Sur, entre los griegos, los semitas, en el Cáucaso y, en general, desde el Asia Menor hasta Oceanía."
   
   Hajjar al Hibla está considerada como una de las rocas más grandes jamás esculpidas por el ser humano, de unas dimensiones pocas veces vistas en la antigüedad (foto87). El megalito, un prisma geométricamente perfecto, estaba hasta hace poco parcialmente enterrado entre el polvo y los escombros que los siglos han acumulado en la hoya de la cantera. Yace apaisado sobre el firme rocoso con cierto ángulo de inclinación, su cara inferior aún sin desprender del suelo. 
   Una prospección a un centenar de metros al oeste de este monolito, en un sector bajo de las canteras (foto88), llevó al descubrimiento en 1990 de otro megalito de dimensiones también descomunales (foto89). Aunque su longitud es ligeramente más corta (20 m), al ser su anchura y altura algo mayores, el volumen del megalito supera al de la 'Piedra de la Embarazada', y su peso alcanza las 1.104 toneladas. Designaremos a este bloque como megalito occidental.
   Las excavaciones arqueológicas de las canteras de Hajjar al Hibla comenzaron en 2014 bajo la dirección científica de Jeanine Abdul Massih, doctorada en la Universidad Libanesa, en cooperación con una misión alemana. La investigación y el trabajo de campo fueron llevados a cabo por estudiantes de la Universidad Libanesa y los habitantes de Baalbek.
   Al despejarse la hondonada alta de las canteras, aparecieron en sus paredes circundantes numerosas cámaras vaciadas en el mismo macizo rocoso, conteniendo en su interior nichos para albergar sarcófagos. Son tumbas rupestres, que pertenecían a una necrópolis de época romana. 
   En el suelo de roca justo al norte de la 'Piedra de la Embarazada' salió a la luz un nuevo megalito de 19,60 m de longitud y 6,10 de anchura, situado adyacente pero a un nivel por debajo del anterior, y todavía sin desgajar de la roca madre (foto90). Se ha calculado que pesa más de 1.600 toneladas, el récord de los megalitos conocidos en Baalbek.

Tabla comparativa de medidas

  Hajjar al Hibla Megalito occidental Nuevo megalito
Longitud 21 m 20 m 19,60 m
Anchura 4,50 m 4,80 m 6,10 m
Altura 4,20 m 4,60 m 5,60 m
Volumen 397 m3 441,6 m3 669,53 m3
Peso 992,25 toneladas 1.104 toneladas 1.673,84 toneladas
Inclinación 15,5 grados 15,5 grados 15,5 grados


Baalbek   En resumidas cuentas: el último megalito descubierto en Baalbek es, con bastante diferencia, el más grande de todos.
   Un dato relevante es la común inclinación de 15,5º de los tres megalitos, teniendo en cuenta que el occidental está considerablemente alejado de los otros dos. Esto indica que los tres bloques están tallados en un mismo estrato rocoso de desarrollo oblicuo. Es decir, que la labor de extracción de los bloques de la roca madre estaba en gran parte condicionada por la configuración geológica del terreno. Así, por ejemplo, los megalitos están delimitados en sus caras superior e inferior por los cortes en la estratificación del macizo pétreo, los cuales determinan las alturas de los bloques extraídos. No es por casualidad que la cara inferior del Hajjar al Hibla esté al mismo nivel que la cara superior del nuevo megalito.
Baalbek   La circunstancia de que este nuevo megalito esté inacabado nos permite estudiar, en una fase intermedia del proceso, las técnicas de cantería utilizadas para separar estos inmensos bloques de su estrato lítico natural. El bloque era cincelado con picos. Los canteros cavaban en primer lugar cuatro trincheras, que delimitaban el monolito por los cuatro costados. Las trincheras tenían entre 45 y 70 cm de ancho, ofreciendo la holgura necesaria para que los obreros pudieran maniobrar en sus tareas de desbastado y pulido de las cuatro caras verticales. 
   El siguiente paso era vaciar horizontalmente el subsuelo del bloque, dejando bajo su cara inferior hueco suficiente para introducir elementos que soportaran su peso y a la vez posibilitaran el transporte. ¿Rodillos? ¿Trineos? En la 'Piedra de la Embarazada' podemos observar cómo se empezó el vaciado de la base, que por alguna razón quedó interrumpido. Tal vez porque se previó que su excesivo peso haría casi imposible el traslado, o porque presentó fisuras internas que podrían provocar su resquebrajamiento.

   
   Hasta aquí lo que se refiere al tallado de estos prismas gigantes. Por más arduo que se nos antoje semejante trabajo, no cabe duda de que, a tenor de las evidencias, es factible. Lo que viene ahora son las cuestiones verdaderamente peliagudas, las más difíciles de dilucidar y que más incógnitas despiertan. ¿Cómo se trasladaron estos pesadísimos megalitos (cuesta arriba) hasta el santuario de Baal? ¿Cómo pudieron elevarlos a sus correspondientes niveles de hilada en la sillería del muro y ensamblarlos con tal precisión? Entramos en el terreno de las teorías.
   Es verosímil suponer, por pura lógica, que se acondicionó una rampa desde las canteras hasta los templos. A partir de ahí, se suceden las conjeturas. Hay quienes dicen que los megalitos se deslizaban sobre rieles metálicos, utilizando ruedas y travesaños de piedra para reducir la fricción. Y que luego, para elevarlos, se empleaban ingenios parecidos a nuestras grúas actuales y andamios confeccionados con enormes troncos de árbol. 
Baalbek   No debemos subestimar el conocimiento que se tenía en la antigüedad de las técnicas de ingeniería aplicadas a la arquitectura. Ya Herodoto habla (II, 125) de máquinas utilizadas en la construcción de las pirámides de Egipto. El ingeniero y matemático helenístico Herón de Alejandría, a quien se atribuye la invención de varias máquinas, describe diferentes clases de instrumentos para elevar cuerpos pesados. El insigne arquitecto Vitruvio, en su tratado De architectura, consigna los aparatos (grúas, palancas, poleas, polipastos...) que son indispensables para erigir edificios sagrados y para la ejecución de obras públicas.
   Según los arqueólogos que han excavado las canteras de Baalbek, se utilizaban sistemas de cuerdas y enganches fijados en las caras del bloque para ponerlo en movimiento. Una serie de cabrestantes simétricamente situados a ambos lados y un sistema de poleas permitían desplazar los monolitos sobre una rampa específicamente preparada que conducía al santuario. Dieciséis de estas máquinas, cada una de ellas manejada por 32 operarios (512 individuos en total) desarrollarían una fuerza de más de 10 toneladas. La fuerza de tracción era multiplicada por las poleas.
   En las piedras de sillería de los edificios de Baalbek son visibles numerosas muescas y agujeros trapezoidales taladrados por los operarios para insertar clavijas de hierro. Aparte de estas huellas, no se conserva el menor vestigio que pueda apoyar o refutar tales hipótesis.
   Resulta intrigante la total ausencia de escritos que hagan referencia o siquiera alusión al titánico esfuerzo que supuso la erección del proto-santuario de Baalbek. "Es inexplicable –escribe José Pijoan en Summa Artis– que de un lugar tan importante queden tan pocas noticias históricas". Y ninguna de ellas, cabría añadir, anterior al periodo grecorromano. Ni el menor registro epigráfico. Ni la menor crónica sobre tamaña proeza constructiva, que tuvo que movilizar durante décadas a miles de personas.
   
Baalbek   "Es innegable que había en Baalbek un santuario antiquísimo a un Baal semita identificado después con el Sol. Los cimientos del santuario, y hasta la plataforma de los templos, son obra de fenicios, tienen marcas con letra arameas. Los sillares son gigantescos, compiten en escala con los empleados por los egipcios, que a veces tenían prurito en remover piedras colosales. (...) Estos desvaríos arquitectónicos revelan el genio semita, amante de lo colosal y supersticioso del valor de las piedras." (José Pijoan)
   
   Llama la atención la absoluta singularidad del monumento. Difícilmernte podremos encontrar en el Líbano o en Oriente Próximo nada parecido. Echemos un vistazo, para comprobarlo, a las principales ciudades que florecían en la antigüedad no muy lejos de Baalbek y dentro de su posible radio de influencia. 
   Empecemos por el Líbano. Si la gran plataforma de Baalbek fue "obra de fenicios", ¿por qué no queda en las tierras que fueron Fenicia ninguna estructura arquitectónica que se le asemeje mínimamente? El yacimiento fenicio más importante del Líbano está en las afueras de Sidón: el templo de Eshmún, dios fenicio de la sanación, que fue fundado a finales del siglo VIII a C. Aunque los bloques de sillar que se utilizaron en su construcción y sus sucesivas ampliaciones son de imponente tamaño, ni de lejos se acercan a las dimensiones ciclópeas de los de Baalbek.
   En Damasco encontramos un paralelismo con Baalbek. La Gran Mezquita Omeya de la capital siria está construida en el mismo lugar que ocupaba el gran templo romano de Júpiter, del que subsisten algunos restos (ver foto), y este templo a su vez estaba erigido en el mismo emplazamiento de un santuario más antiguo, consagrado al dios de la mitología asiria y aramea Hadad (equivalente a Baal).
    Algo parecido ocurre en Palmyra (Siria), cuyo grandioso Templo de Bel, del siglo I d C, está dedicado a una tríada de deidades de raíces mesopotámicas: el dios Bel (otra pronunciación de Baal) y sus hijos Yarhibol y Aglibol, divinidades solar y lunar. Su capilla central (ver foto, hecha antes de haber sido dinamitada en 2015 por el llamado 'Estado Islámico') se superponía al exacto emplazamiento de un lugar de culto babilónico anterior, lo que explicaría la rareza de su distribución, forzada por la necesidad de mantener los altares en los mismos puntos que ocupaban antes.
   Pero aparte de estas semejanzas, ni en Damasco ni en Palmyra encontramos rastros de los santuarios prerromanos, ni mucho menos megalitos tan gigantescos como los de Baalbek. Lo mismo ocurre con otras ciudades coetáneas de la zona, como pueden ser Antioquía, Alepo, Bosra, Dura Europos, Apamea del Orontes, Gerasa o Jerusalén.
   Para detectar bloques tallados de dimensiones inusuales hemos de acercarnos a Petra, la ciudad que los reyes nabateos hicieron construir (y esculpir) del siglo II a C al II d C en un oasis rocoso del desierto jordano. Entre sus grandiosas tumbas rupestres, señalaremos el llamado Deir o Monasterio, cuya fachada está esculpida en el flanco de una montaña de piedra (ver foto), y tiene 47 m de ancho por 42 m de alto. Se trata, por tanto, de una gigantesca escultura monolítica con forma de edificio. En la cima del monte Attuf, a 1.100 m de altura, tenemos otro ejemplo: dos obeliscos monolíticos de más de 7 m de alto cada uno. No están colocados sobre el suelo sino que forman parte indisociable de él, pues están labrados en la misma masa rocosa que el resto de la montaña (ver foto). Lo desconcertante del caso es que no son los obeliscos los que han sido tallados, sino la montaña entera alrededor de ellos, cuya cima fue vaciada hasta dejar despejados los dos monolitos en pie sobre una superficie aterrazada.
    Las similitudes con Baalbek terminan aquí, en lo que se refiere a la inusitada envergadura de las rocas esculpidas, que en el caso de Petra pueden ser enteros acantilados. Sin embargo, no hay constancia de que en Petra se practicara el traslado o arrastre de grandes monolitos con fines constructivos. Sus enormes tumbas y monumentos funerarios son obras cumbre de la arquitectura rupestre. Su arquitectura civil y religiosa se sometía en cambio a las técnicas tradicionales de construcción de sillería de piedra. Con una doble influencia helenística y oriental, con marcados rasgos autóctonos de la cultura nabatea, pero sin empleo de megalitos.
   ¿Dónde hay, pues, algo parecido a la arquitectura megalítica prerromana de Baalbek? No queda más remedio, aunque solo sea por eliminación, que volver los ojos en dirección a Egipto.
   
    
   Se sabe que Egipto mantenía estrechas relaciones políticas y mercantiles con diversas regiones del Cercano Oriente por lo menos desde el tercer milenio antes de Cristo, vínculos que están bien documentados en el Imperio Antiguo (2686-2184 a C), la época de la construcción de las mayores pirámides. Y que puertos como Byblos, Sidón o Tiro, en la costa del Líbano, fueron durante siglos importantes nodos de comunicación en el tráfico de materias primas entre Oriente y Egipto. Madera de cedros del Líbano, plantas de papiro del Nilo, púrpura de Tiro, granito rosa de Asuán...
   En Egipto, desde las primeras dinastías faraónicas, se conocían las técnicas de ingeniería precisas para labrar, desplazar y elevar bloques enormes de piedra, y ajustarlos con extrema precisión en sus correspondientes estructuras. La Gran Pirámide de Keops, la mayor del mundo, está compuesta de más de dos millones de bloques de Baalbeksillar con un peso medio de 2,5 toneladas. Los sillares de la pirámide de Kefren, la segunda más grande del mundo, los superan en peso, con un promedio de 3 toneladas. En el templo alto de la pirámide de Micerino hay algunos bloques de más de 200 toneladas. Estamos hablando de hace 4.500 años.
   Durante el Imperio Nuevo faraónico, la franja costera del levante mediterráneo, incluido el Líbano, estuvo políticamente anexionada a Egipto. En ese periodo (1567-1085 a C), en el valle del Nilo se extraían, trasladaban y levantaban masas monolíticas todavía más grandes, como podemos comprobar si tomamos como muestra los obeliscos y las estatuas de colosos.
   Los dos obeliscos de la reina Hatshepsut (1503-1482 a C) en el complejo templario de Karnak (Tebas), fueron traídos desde las canteras de granito de Asuán. Se tardó siete meses en extraerlos de la cantera, pulirlos y alzarlos sobre sus pedestales. Tenían una altura de 28,58 m y pesaba cada uno 323 toneladas.
   El obelisco de Tutmosis III (1504-1450 a C) en Karrnak, hoy en Estambul, tenía en origen unos 30 m de alto y pesaba 380 toneladas. La práctica de expoliar los obeliscos del Egipto faraónico para instalarlos en otras ciudades del mundo viene de la antigüedad. Ya los emperadores romanos mandaban cargar estos enormes monolitos en embarcaciones para re-erigirlos a modo de monumentos en plazas y lugares públicos de Roma. Transportar por mar estas pesadísimas moles de piedra constituía una auténtica hazaña, y erguirlas verticales, una proeza de ingeniería. El emperador Teodosio I (siglo IV d C) hizo emplazar el obelisco de Tutmosis III en el hipódromo de Constantinopla. Unos relieves del pedestal tardorromano que sustenta el obelisco describen los tinglados que se montaban para la erección del monolito (ver foto), donde se aprecia que los obreros utilizaban cuerdas y cabrestantes.
   Otro obelisco del mismo rey Tutmosis III (hoy en Roma, en la plaza frente a la basílica de San Juan de Letrán) es el más grande aún en pie de los antiguos obeliscos egipcios dispersos por el mundo. Tiene 32,2 m alto y pesa 455 toneladas. 
   Algunas estatuas de colosos superan con creces el peso de los obeliscos egipcios.
    Los célebres colosos de Memnon, que se yerguen en la orilla occidental de Tebas, son dos estatuas gemelas representando a Amenhotep III (1379-1362 a C), que fueron esculpidas en sendos bloques monolíticos de cuarcita, traídos desde las canteras de Gebel el-Ahmar, 700 km al norte de Tebas. La altura de estos colosos con sus pedestales y coronas (que forman parte del mismo monolito) es de 18,90 m. Su peso se calcula en 700 toneladas cada uno.
Baalbek   Otra estatua colosal, aunque derruída y fragmentada, se halla no lejos de allí, en el templo funerario de Ramses II (1304-1237 a C), conocido como 'Ramesseum'. Se trata de una representación esculpida del megalómano faraón, de la que solo sobreviven el torso y la cabeza volcados por tierra (ver foto); los restos de un "colosal naufragio", según expresión de Shelley. En origen era una estatua monolítica exenta, en granito de Asuán, con la que la imagen de Ramses II casi alcanzaba el récord de gigantismo que ostentan sus colosos rupestres de Abu Simbel. Entera, mediría unos 17 m de altura, y, según estimaciones, pesaría más de 1.000 toneladas.
   Hemos dejado para el final el megalito más gigantesco de Egipto, que ofrece muchas analogías con los megalitos de Baalbek. Se trata del Obelisco Inacabado de Asuán.
   El obelisco inacabado yace en una cantera de granito situada en los suburbios meridionales de la ciudad de Asuán. De haber sido desgajado y erigido, este inmenso monolito de 41,75 m de longitud (con un grosor de 2,5 x 4,4 m) habría sido, con diferencia, el mayor de todos los obeliscos egipcios, más alto que el obelisco de Tutmosis III en Roma, que tiene 32 m.
   Tres de sus caras están ya separadas de la roca. Los martillos de dolerita (una piedra de extrema dureza) han abierto trincheras en torno al bloque, para facilitar a los picapedreros el trabajo. Un trabajo que nunca concluyó, pues el obelisco fue abandonado en la cantera. El motivo no fue probablemente la grieta que se aprecia en su cúspide, sino su desproporcionado tamaño. Su peso estimado de 1.197 toneladas harían muy difícil, si no imposible, su transporte y colocación.
   Sobrepasada la cifra de mil toneladas, alcanzamos magnitudes equiparables al peso de los megalitos de Baalbek, que tampoco salieron nunca de su cantera. 
   ¿Habrían llegado acaso las máquinas egipcias utilizadas para el arrastre y erección de megabloques al límite de sus capacidades? ¿Habría ocurrido algo por el estilo con los megalitos abandonados de las canteras de Baalbek?
   Desde las canteras de Siene (hoy Asuán), cercanas a la primera catarata del Nilo, los faraones mandaban transportar en barcas fluviales enormes bloques de granito de color rosáceo, llamado 'sienita', para ser utilizados como material noble en muchas de sus realizaciones arquitectónicas y escultóricas. Esta actividad está documentada ininterrumpidamente desde el comienzo de la historia de Egipto: en la calzada de la pirámide de Unas (Saqqara) se ve un relieve que muestra un barco navegando por el río cargado con dos enormes columnas destinadas a un templo. Y es que la construcción naval estaba muy desarrollada en Egipto ya en la era de las pirámides. Valga como ejemplo el barco funerario de Keops (c. 2589-2566 a C), que se conserva entero en Giza, fabricado con madera de cedros del Líbano y capaz de transportar (aunque no era tal su cometido) 45 toneladas. Embarcaciones similares, más adaptadas al acarreo de grandes cargas, surcaban el mar hasta Byblos para obtener madera, material muy escaso en Egipto.
Baalbek   En la época en que se construyeron los templos romanos de Baalbek, este tráfico naviero de materias primas seguía en activo. Consideremos las columnas de granito rosa del templo de Júpiter, que están traídas de Siene. Entre las de los propileos, el patio hexagonal y el gran patio, suman más de un centenar. Es de suponer que sus fustes monolíticos de 10 m de altura media serían ya torneados en las canteras de origen, para aligerar su peso. Reconstruyamos mentalmente el viaje que hacían estas columnas. Primera etapa: una travesía por el Nilo de más de mil kilómetros desde la primera catarata hasta Alejandría, principal puerto del Delta. Segunda etapa: una travesía por el mar Mediterráneo hasta Beirut, en la costa libanesa. Tercera etapa, el traslado por tierra firme desde el puerto, ascendiendo por el valle de la Bekaa, hasta su destino final en Baalbek, cuya acrópolis se eleva a 1.150 m de altitud sobre el nivel del mar.
    Es muy probable que para acarrear los monolitos por tierra se hiciera uso de trineos, siguiendo las antiquísimas técnicas que los egipcios dominaban desde los más tempranos tiempos faraónicos, visualizadas en abundantes pinturas y relieves que representan escenas de arrastre de naos, catafalcos y toda suerte de objetos pesados. La tumba del nomarca Djehutyhotep en Deir el-Bersha (Imperio Medio) mostraba una pintura mural, hoy perdida, que describía el traslado por tierra de una estatua colosal de unas 60 toneladas. El coloso iba montado sobre un trineo de madera, que era arrastrado por 172 trabajadores tirando de cuerdas. 
   También se han hallado evidencias materiales de estos trineos en varias excavaciones. Uno de ellos, descubierto en una pirámide del Imperio Medio en Dashur, mide 4,20 m de largo. No se utilizaban, al parecer, ruedas o rodillos. A veces el equipo de arrastre se reforzaba con bueyes. El trineo se deslizaba por una calzada especialmente acondicionada que, con vistas a reducir la fricción, iba siendo humedecida por un operario que vertía sobre ella el líquido de un cántaro. Un experimento realizado por el arquitecto francés Henti Chevrier en 1930 demostró empíricamente que en una calzada horizontal, preparada con limo pisoteado y mojado, el coeficiente de rozamiento es cercano a cero y, en tales condiciones, basta un hombre para desplazar una tonelada.
   A la vista de los datos que hemos ido desgranando, no creemos aventurado concluir que, fueran quienes fuesen los arquitectos que levantaron en este remoto rincón del Líbano el legendario complejo de templos de Baalbek y la no menos legendaria plataforma que subyace en sus ruinas, eran hombres con extraordinarios saberes en el campo de la ingeniería constructiva. Que eran capaces de labrar bloques de piedra de tamaño inverosímil, extraerlos de las canteras, transportarlos por caminos durante kilómetros, elevarlos a considerables alturas y ajustarlos con precisión milimétrica en la armazón de las obras. Lo paradójico es que tales conocimientos, que para esa época pueden parecer muy avanzados, eran en realidad antiquísimos, heredados muy probablemente de las antiguas civilizaciones del valle del Nilo. 
Baalbek   No hubo solo lazos político-comerciales entre Egipto y el Líbano. Hubo transmisión de conocimiento.
   En cuanto a la inmensa infraestructura prerromana que sirve de plataforma a los templos de Baalbek, dos cuestiones clave siguen en pie. ¿Quiénes la levantaron? ¿Cuándo lo hicieron?
   Si fueron arquitectos egipcios, el arco temporal en que pudo llevarse a cabo tamaña empresa es muy dilatado: abarca tres milenios. Por otra parte el Líbano, país por donde Asia se asoma al Mediterráneo, fue en la antigüedad espacio de encuentro y tierra de asentamiento de una larga sucesión de pueblos, culturas y civilizaciones. ¿Fueron quizá los cananeos? ¿Los arameos? ¿Los fenicios? ¿Los seléucidas? ¿Hebreos de tiempos de Salomón? No hemos encontrado todavía respuestas a estas preguntas. 
   Sobre la arquitectura megalítica de Baalbek, que manejó los sillares de piedra más grandes del mundo (y de todos los tiempos), se cierne un gran signo "?". El enigma continúa.

Textos: Eneko Pastor
   
   

   Aquella hora inspiró los Cantares
De Salomón, y aquel siglo fue el ciego
Poder que destruyó el templo de Baalbek.
   Aquella hora fue el nacimiento del Sermón de la
Montaña, y aquel siglo hizo temblar los castillos de
Palmira y la Torre de Babilonia.

Jalil Gibran. El lugar donde juega la vida

 

 

 


Grandeza e incógnitas de Baalbek

Bibliografía consultada
   
- Caputo, Marinella. Baalbek. La ciudad del sol (artículo de Arqueología de las ciudades perdidas, Tomo 6, Salvat Ediciones, Pamplona, 1988)
- Eliade, Mircea. Herreros y alquimistas (Alianza Editorial, Madrid, 1974)
- Gibran, Khalil. Obras Completas (Ediciones Teorema, Barcelona, 1982)
- Jidejian, Nina. Baalbek. Heliopolis, Cité du Soleil (Librairie Orientale, Beirut, 1998)
- Picard, Gilbert. Imperio romano (Arquitectura universal. Ediciones Garriga, Barcelona, 1965)
- Pijoan, José. Summa Artis. Historia general del arte (Tomo V. Espasa-Calpe, Madrid, 1985)
- VV.AA. Baalbeck (Ministerio de Turismo, Líbano, 2007)
- Vitruvio. Arquitectura (Biblioteca Clásica Gredos. Editorial Gredos, Madrid, 2008)
- Ward-Perkins, John B. Arquitectura romana (Aguilar, Madrid, 1976)

 

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