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Grandeza e incógnitas de Baalbek

El gran enigma de Baalbek

 Baalbek

   Aunque las construcciones romanas de Baalbek son impresionantes por su monumentalidad y belleza, lo más asombroso de este santuario no pertenece a la época romana, ni a la griega, sino a una época considerablemente más antigua, aún sin determinar. 
   Se trata de la plataforma sobre la que está asentado el templo de Júpiter, incluido el gran patio. Esta inmensa infraestructura de 40.000 metros cuadrados, que sirve de cimentación al complejo templario romano, probablemente corresponde al santuario primitivo, ya existente en este lugar, consagrado al dios semítico Baal. Se desconoce la fecha de su construcción, pero parece evidente que fue erigido muchos siglos antes de la llegada de los romanos a estas tierras. 
   El interior de dicha plataforma está horadado por galerías subterráneas abovedadas (foto83), entre ellas dos longitudinales paralelas de 120 m de largo y 5 de ancho, que corren por debajo del gran patio, con bocas de salida al exterior, y que están conectadas entre sí por una galería transversal. Algunos de estos túneles han sido habilitados (foto84) para exhibir ante los visitantes piezas escultóricas y de interés arqueológico exhumadas en las excavaciones (no abundan en Baalbek las estatuas de bulto redondo, víctimas como han sido de sucesivas oleadas de iconoclastia y expolio).
   Lo que más llama la atención de esta infraestructura es el tamaño descomunal de sus bloques de piedra, auténticos megalitos que dejan pequeños por comparación a los sillares de época romana, ya de por sí enormes. De los túneles originarios se conservan los muros hasta cierta altura, habiendo sido recrecidos y cubiertos de bóvedas de medio cañón en la época romana. Se pueden apreciar a simple vista las grandes diferencias de tamaño entre unos y otros sillares, la disparidad de sus respectivos colores, texturas y grados de erosión, así como su distinto tipo de aparejo. Estamos contemplando dos épocas constructivas, separadas por muchos siglos.
   Los muros laterales externos de esta plataforma rectangular, que en ciertos tramos llega a los 15 m de altura, están construidos con sillares de desmesurado tamaño, pesando cada uno cientos de toneladas, e incluyendo algunos bloques de dimensiones inusitadas. Nueve de estos bloques gigantescos son visibles en el lado norte, nueve en el lado sur y seis están situados en el lado oeste. 
Baalbek   Tres de estos últimos megalitos, insertados en una hilada a media altura del muro occidental, componen el llamado Trilithon ('las tres piedras'). Uno de estos tres sillares colosales alcanza los 18 metros de longitud y se calcula que pesa entre 750 y 1.000 toneladas. Los tres están alineados adyacentes y encajados con tal precisión que no dejan ni un resquicio entre sus juntas (fotos 80 y siguientes). 
   Con el tiempo se hicieron tan famosos que los cronistas bizantinos dieron el nombre de Trilithon al conjunto del templo. El tallado de los ingentes bloques de este Trilithon y el esfuerzo sobrehumano desplegado para trasladarlos desde las canteras, izarlos a su nivel de hilada y ajustarlos con tanta exactitud dejan perplejos a los ingenieros y arquitectos de hoy en día.
   Cómo se transportaron, elevaron y ensamblaron estos pesadísimos bloques es un enigma que las investigaciones arqueológicas todavía no han resuelto. Solo sabemos que semejante proeza arquitectónica presupone la existencia, en aquella remota época, de muy avanzados conocimientos de ingeniería constructiva, que solo han llegado a ser igualados con la maquinaria y la tecnología del siglo XIX de nuestra era.
   Todo ello ha dado pie a múltiples elucubraciones. Los musulmanes pensaban que los hombres no eran capaces de mover estas gigantescas piedras, por lo que esta estructura ciclópea no podía ser sino obra de los djinn (genios) o de los demonios. Para los judíos de Baalbek, eran las ruinas del palacio que Salomón hizo erigir para alojar a su esposa real. Los constructores utilizarían máquinas especiales cuyo secreto se perdió. Teorías más recientes (de los años 50 del siglo XX) no son menos disparatadas: la plataforma sería una base de aterrizaje y despegue de naves extraterrestres.
Baalbek   
   Está comprobado que los mayores megalitos de la plataforma que sostiene el grandioso templo de Júpiter provienen de las canteras conocidas como Hajjar al Hibla (foto85), situadas a un kilómetro al sudeste de Baalbek. 
   Visitar estas canteras permite examinar más de cerca y en sus tres dimensiones (longitud, anchura y altura) otros bloques similares que yacen en el lugar y que estaban a todas luces destinados a su incorporación en la plataforma. Son éstos, que se sepa, los bloques de piedra tallada de mayor tamaño y peso del mundo, más grandes que los mayores megalitos de Egipto.
   El nombre de las canteras hace referencia a un gigantesco megalito tallado en forma de paralelepípedo que domina todo el paraje con su espectacular mole, y que es conocido desde antiguo como 'Piedra de la Mujer Embarazada' o Hajjar al Hibla. Con sus 21 m de longitud y más de 4 m de grosor, supera en tamaño a los monolitos encastrados como sillares en el Trilithon. Su peso se ha estimado en 992 toneladas. Para hacernos una idea más gráfica de lo que suponen estas cifras, recordaremos que una longitud de 21 metros equivale a la altura de un edificio de siete pisos.
   Circulan pintorescas creencias sobre el origen del nombre del megalito: el labrado y transporte de las piedras habrían sido efectuados por djinn embarazadas; tocar la piedra propicia la fertilidad de las mujeres... Nos preguntamos si el apelativo 'Piedra de la Embarazada' no tendrá relación con el mito o arquetipo de la petra genitrix, del que escribe Mircea Eliade:
 Baalbek  
   "El simbolismo sexual y ginecológico más transparente se encuentra en las imágenes de la Madre Tierra. Cada región, y casi cada ciudad y pueblo, conocen una roca o una fuente que "dan" hijos. La piedra es fuente de vida y fertilidad, que vive y procrea seres humanos, del mismo modo que ella ha sido engendrada por la tierra. Según un enorme número de mitos primitivos, el hombre ha salido de la piedra. Tal tema se ve probado en las grandes civilizaciones de la América Central (Inca, Maya), tanto como en las tradiciones de ciertas tribus de América del Sur, entre los griegos, los semitas, en el Cáucaso y, en general, desde el Asia Menor hasta Oceanía."
   
   Hajjar al Hibla está considerada como una de las rocas más grandes jamás esculpidas por el ser humano, de unas dimensiones pocas veces vistas en la antigüedad (foto87). El megalito, un prisma geométricamente perfecto, estaba hasta hace poco parcialmente enterrado entre el polvo y los escombros que los siglos han acumulado en la hoya de la cantera. Yace apaisado sobre el firme rocoso con cierto ángulo de inclinación, su cara inferior aún sin desprender del suelo. 
   Una prospección a un centenar de metros al oeste de este monolito, en un sector bajo de las canteras (foto88), llevó al descubrimiento en 1990 de otro megalito de dimensiones también descomunales (foto89). Aunque su longitud es ligeramente más corta (20 m), al ser su anchura y altura algo mayores, el volumen del megalito supera al de la 'Piedra de la Embarazada', y su peso alcanza las 1.104 toneladas. Designaremos a este bloque como megalito occidental.
   Las excavaciones arqueológicas de las canteras de Hajjar al Hibla comenzaron en 2014 bajo la dirección científica de Jeanine Abdul Massih, doctorada en la Universidad Libanesa, en cooperación con una misión alemana. La investigación y el trabajo de campo fueron llevados a cabo por estudiantes de la Universidad Libanesa y los habitantes de Baalbek.
   Al despejarse la hondonada alta de las canteras, aparecieron en sus paredes circundantes numerosas cámaras vaciadas en el mismo macizo rocoso, conteniendo en su interior nichos para albergar sarcófagos. Son tumbas rupestres, que pertenecían a una necrópolis de época romana. 
   En el suelo de roca justo al norte de la 'Piedra de la Embarazada' salió a la luz un nuevo megalito de 19,60 m de longitud y 6,10 de anchura, situado adyacente pero a un nivel por debajo del anterior, y todavía sin desgajar de la roca madre (foto90). Se ha calculado que pesa más de 1.600 toneladas, el récord de los megalitos conocidos en Baalbek.

Tabla comparativa de medidas

  Hajjar al Hibla Megalito occidental Nuevo megalito
Longitud 21 m 20 m 19,60 m
Anchura 4,50 m 4,80 m 6,10 m
Altura 4,20 m 4,60 m 5,60 m
Volumen 397 m3 441,6 m3 669,53 m3
Peso 992,25 toneladas 1.104 toneladas 1.673,84 toneladas
Inclinación 15,5 grados 15,5 grados 15,5 grados


Baalbek   En resumidas cuentas: el último megalito descubierto en Baalbek es, con bastante diferencia, el más grande de todos.
   Un dato relevante es la común inclinación de 15,5º de los tres megalitos, teniendo en cuenta que el occidental está considerablemente alejado de los otros dos. Esto indica que los tres bloques están tallados en un mismo estrato rocoso de desarrollo oblicuo. Es decir, que la labor de extracción de los bloques de la roca madre estaba en gran parte condicionada por la configuración geológica del terreno. Así, por ejemplo, los megalitos están delimitados en sus caras superior e inferior por los cortes en la estratificación del macizo pétreo, los cuales determinan las alturas de los bloques extraídos. No es por casualidad que la cara inferior del Hajjar al Hibla esté al mismo nivel que la cara superior del nuevo megalito.
Baalbek   La circunstancia de que este nuevo megalito esté inacabado nos permite estudiar, en una fase intermedia del proceso, las técnicas de cantería utilizadas para separar estos inmensos bloques de su estrato lítico natural. El bloque era cincelado con picos. Los canteros cavaban en primer lugar cuatro trincheras, que delimitaban el monolito por los cuatro costados. Las trincheras tenían entre 45 y 70 cm de ancho, ofreciendo la holgura necesaria para que los obreros pudieran maniobrar en sus tareas de desbastado y pulido de las cuatro caras verticales. 
   El siguiente paso era vaciar horizontalmente el subsuelo del bloque, dejando bajo su cara inferior hueco suficiente para introducir elementos que soportaran su peso y a la vez posibilitaran el transporte. ¿Rodillos? ¿Trineos? En la 'Piedra de la Embarazada' podemos observar cómo se empezó el vaciado de la base, que por alguna razón quedó interrumpido. Tal vez porque se previó que su excesivo peso haría casi imposible el traslado, o porque presentó fisuras internas que podrían provocar su resquebrajamiento.

   
   Hasta aquí lo que se refiere al tallado de estos prismas gigantes. Por más arduo que se nos antoje semejante trabajo, no cabe duda de que, a tenor de las evidencias, es factible. Lo que viene ahora son las cuestiones verdaderamente peliagudas, las más difíciles de dilucidar y que más incógnitas despiertan. ¿Cómo se trasladaron estos pesadísimos megalitos (cuesta arriba) hasta el santuario de Baal? ¿Cómo pudieron elevarlos a sus correspondientes niveles de hilada en la sillería del muro y ensamblarlos con tal precisión? Entramos en el terreno de las teorías.
   Es verosímil suponer, por pura lógica, que se acondicionó una rampa desde las canteras hasta los templos. A partir de ahí, se suceden las conjeturas. Hay quienes dicen que los megalitos se deslizaban sobre rieles metálicos, utilizando ruedas y travesaños de piedra para reducir la fricción. Y que luego, para elevarlos, se empleaban ingenios parecidos a nuestras grúas actuales y andamios confeccionados con enormes troncos de árbol. 
Baalbek   No debemos subestimar el conocimiento que se tenía en la antigüedad de las técnicas de ingeniería aplicadas a la arquitectura. Ya Herodoto habla (II, 125) de máquinas utilizadas en la construcción de las pirámides de Egipto. El ingeniero y matemático helenístico Herón de Alejandría, a quien se atribuye la invención de varias máquinas, describe diferentes clases de instrumentos para elevar cuerpos pesados. El insigne arquitecto Vitruvio, en su tratado De architectura, consigna los aparatos (grúas, palancas, poleas, polipastos...) que son indispensables para erigir edificios sagrados y para la ejecución de obras públicas.
   Según los arqueólogos que han excavado las canteras de Baalbek, se utilizaban sistemas de cuerdas y enganches fijados en las caras del bloque para ponerlo en movimiento. Una serie de cabrestantes simétricamente situados a ambos lados y un sistema de poleas permitían desplazar los monolitos sobre una rampa específicamente preparada que conducía al santuario. Dieciséis de estas máquinas, cada una de ellas manejada por 32 operarios (512 individuos en total) desarrollarían una fuerza de más de 10 toneladas. La fuerza de tracción era multiplicada por las poleas.
   En las piedras de sillería de los edificios de Baalbek son visibles numerosas muescas y agujeros trapezoidales taladrados por los operarios para insertar clavijas de hierro. Aparte de estas huellas, no se conserva el menor vestigio que pueda apoyar o refutar tales hipótesis.
   Resulta intrigante la total ausencia de escritos que hagan referencia o siquiera alusión al titánico esfuerzo que supuso la erección del proto-santuario de Baalbek. "Es inexplicable –escribe José Pijoan en Summa Artis– que de un lugar tan importante queden tan pocas noticias históricas". Y ninguna de ellas, cabría añadir, anterior al periodo grecorromano. Ni el menor registro epigráfico. Ni la menor crónica sobre tamaña proeza constructiva, que tuvo que movilizar durante décadas a miles de personas.
   
Baalbek   "Es innegable que había en Baalbek un santuario antiquísimo a un Baal semita identificado después con el Sol. Los cimientos del santuario, y hasta la plataforma de los templos, son obra de fenicios, tienen marcas con letra arameas. Los sillares son gigantescos, compiten en escala con los empleados por los egipcios, que a veces tenían prurito en remover piedras colosales. (...) Estos desvaríos arquitectónicos revelan el genio semita, amante de lo colosal y supersticioso del valor de las piedras." (José Pijoan)
   
   Llama la atención la absoluta singularidad del monumento. Difícilmernte podremos encontrar en el Líbano o en Oriente Próximo nada parecido. Echemos un vistazo, para comprobarlo, a las principales ciudades que florecían en la antigüedad no muy lejos de Baalbek y dentro de su posible radio de influencia. 
   Empecemos por el Líbano. Si la gran plataforma de Baalbek fue "obra de fenicios", ¿por qué no queda en las tierras que fueron Fenicia ninguna estructura arquitectónica que se le asemeje mínimamente? El yacimiento fenicio más importante del Líbano está en las afueras de Sidón: el templo de Eshmún, dios fenicio de la sanación, que fue fundado a finales del siglo VIII a C. Aunque los bloques de sillar que se utilizaron en su construcción y sus sucesivas ampliaciones son de imponente tamaño, ni de lejos se acercan a las dimensiones ciclópeas de los de Baalbek.
   En Damasco encontramos un paralelismo con Baalbek. La Gran Mezquita Omeya de la capital siria está construida en el mismo lugar que ocupaba el gran templo romano de Júpiter, del que subsisten algunos restos (ver foto), y este templo a su vez estaba erigido en el mismo emplazamiento de un santuario más antiguo, consagrado al dios de la mitología asiria y aramea Hadad (equivalente a Baal).
    Algo parecido ocurre en Palmyra (Siria), cuyo grandioso Templo de Bel, del siglo I d C, está dedicado a una tríada de deidades de raíces mesopotámicas: el dios Bel (otra pronunciación de Baal) y sus hijos Yarhibol y Aglibol, divinidades solar y lunar. Su capilla central (ver foto, hecha antes de haber sido dinamitada en 2015 por el llamado 'Estado Islámico') se superponía al exacto emplazamiento de un lugar de culto babilónico anterior, lo que explicaría la rareza de su distribución, forzada por la necesidad de mantener los altares en los mismos puntos que ocupaban antes.
   Pero aparte de estas semejanzas, ni en Damasco ni en Palmyra encontramos rastros de los santuarios prerromanos, ni mucho menos megalitos tan gigantescos como los de Baalbek. Lo mismo ocurre con otras ciudades coetáneas de la zona, como pueden ser Antioquía, Alepo, Bosra, Dura Europos, Apamea del Orontes, Gerasa o Jerusalén.
   Para detectar bloques tallados de dimensiones inusuales hemos de acercarnos a Petra, la ciudad que los reyes nabateos hicieron construir (y esculpir) del siglo II a C al II d C en un oasis rocoso del desierto jordano. Entre sus grandiosas tumbas rupestres, señalaremos el llamado Deir o Monasterio, cuya fachada está esculpida en el flanco de una montaña de piedra (ver foto), y tiene 47 m de ancho por 42 m de alto. Se trata, por tanto, de una gigantesca escultura monolítica con forma de edificio. En la cima del monte Attuf, a 1.100 m de altura, tenemos otro ejemplo: dos obeliscos monolíticos de más de 7 m de alto cada uno. No están colocados sobre el suelo sino que forman parte indisociable de él, pues están labrados en la misma masa rocosa que el resto de la montaña (ver foto). Lo desconcertante del caso es que no son los obeliscos los que han sido tallados, sino la montaña entera alrededor de ellos, cuya cima fue vaciada hasta dejar despejados los dos monolitos en pie sobre una superficie aterrazada.
    Las similitudes con Baalbek terminan aquí, en lo que se refiere a la inusitada envergadura de las rocas esculpidas, que en el caso de Petra pueden ser enteros acantilados. Sin embargo, no hay constancia de que en Petra se practicara el traslado o arrastre de grandes monolitos con fines constructivos. Sus enormes tumbas y monumentos funerarios son obras cumbre de la arquitectura rupestre. Su arquitectura civil y religiosa se sometía en cambio a las técnicas tradicionales de construcción de sillería de piedra. Con una doble influencia helenística y oriental, con marcados rasgos autóctonos de la cultura nabatea, pero sin empleo de megalitos.
   ¿Dónde hay, pues, algo parecido a la arquitectura megalítica prerromana de Baalbek? No queda más remedio, aunque solo sea por eliminación, que volver los ojos en dirección a Egipto.
    
    
   Se sabe que Egipto mantenía estrechas relaciones políticas y mercantiles con diversas regiones del Cercano Oriente por lo menos desde el tercer milenio antes de Cristo, vínculos que están bien documentados en el Imperio Antiguo (2686-2184 a C), la época de la construcción de las mayores pirámides. Y que puertos como Byblos, Sidón o Tiro, en la costa del Líbano, fueron durante siglos importantes nodos de comunicación en el tráfico de materias primas entre Oriente y Egipto. Madera de cedros del Líbano, plantas de papiro del Nilo, púrpura de Tiro, granito rosa de Asuán...
   En Egipto, desde las primeras dinastías faraónicas, se conocían las técnicas de ingeniería precisas para labrar, desplazar y elevar bloques enormes de piedra, y ajustarlos con extrema precisión en sus correspondientes estructuras. La Gran Pirámide de Keops, la mayor del mundo, está compuesta de más de dos millones de bloques de Baalbeksillar con un peso medio de 2,5 toneladas. Los sillares de la pirámide de Kefren, la segunda más grande del mundo, los superan en peso, con un promedio de 3 toneladas. En el templo alto de la pirámide de Micerino hay algunos bloques de más de 200 toneladas. Estamos hablando de hace 4.500 años.
   Durante el Imperio Nuevo faraónico, la franja costera del levante mediterráneo, incluido el Líbano, estuvo políticamente anexionada a Egipto. En ese periodo (1567-1085 a C), en el valle del Nilo se extraían, trasladaban y levantaban masas monolíticas todavía más grandes, como podemos comprobar si tomamos como muestra los obeliscos y las estatuas de colosos.
   Los dos obeliscos de la reina Hatshepsut (1503-1482 a C) en el complejo templario de Karnak (Tebas), fueron traídos desde las canteras de granito de Asuán. Se tardó siete meses en extraerlos de la cantera, pulirlos y alzarlos sobre sus pedestales. Tenían una altura de 28,58 m y pesaba cada uno 323 toneladas.
   El obelisco de Tutmosis III (1504-1450 a C) en Karrnak, hoy en Estambul, tenía en origen unos 30 m de alto y pesaba 380 toneladas. La práctica de expoliar los obeliscos del Egipto faraónico para instalarlos en otras ciudades del mundo viene de la antigüedad. Ya los emperadores romanos mandaban cargar estos enormes monolitos en embarcaciones para re-erigirlos a modo de monumentos en plazas y lugares públicos de Roma. Transportar por mar estas pesadísimas moles de piedra constituía una auténtica hazaña, y erguirlas verticales, una proeza de ingeniería. El emperador Teodosio I (siglo IV d C) hizo emplazar el obelisco de Tutmosis III en el hipódromo de Constantinopla. Unos relieves del pedestal tardorromano que sustenta el obelisco describen los tinglados que se montaban para la erección del monolito (ver foto), donde se aprecia que los obreros utilizaban cuerdas y cabrestantes.
   Otro obelisco del mismo rey Tutmosis III (hoy en Roma, en la plaza frente a la basílica de San Juan de Letrán) es el más grande aún en pie de los antiguos obeliscos egipcios dispersos por el mundo. Tiene 32,2 m alto y pesa 455 toneladas. 
   Algunas estatuas de colosos superan con creces el peso de los obeliscos egipcios.
    Los célebres colosos de Memnon, que se yerguen en la orilla occidental de Tebas, son dos estatuas gemelas representando a Amenhotep III (1379-1362 a C), que fueron esculpidas en sendos bloques monolíticos de cuarcita, traídos desde las canteras de Gebel el-Ahmar, 700 km al norte de Tebas. La altura de estos colosos con sus pedestales y coronas (que forman parte del mismo monolito) es de 18,90 m. Su peso se calcula en 700 toneladas cada uno.
Baalbek   Otra estatua colosal, aunque derruída y fragmentada, se halla no lejos de allí, en el templo funerario de Ramses II (1304-1237 a C), conocido como 'Ramesseum'. Se trata de una representación esculpida del megalómano faraón, de la que solo sobreviven el torso y la cabeza volcados por tierra (ver foto); los restos de un "colosal naufragio", según expresión de Shelley. En origen era una estatua monolítica exenta, en granito de Asuán, con la que la imagen de Ramses II casi alcanzaba el récord de gigantismo que ostentan sus colosos rupestres de Abu Simbel. Entera, mediría unos 17 m de altura, y, según estimaciones, pesaría más de 1.000 toneladas.
   Hemos dejado para el final el megalito más gigantesco de Egipto, que ofrece muchas analogías con los megalitos de Baalbek. Se trata del Obelisco Inacabado de Asuán.
   El obelisco inacabado yace en una cantera de granito situada en los suburbios meridionales de la ciudad de Asuán. De haber sido desgajado y erigido, este inmenso monolito de 41,75 m de longitud (con un grosor de 2,5 x 4,4 m) habría sido, con diferencia, el mayor de todos los obeliscos egipcios, más alto que el obelisco de Tutmosis III en Roma, que tiene 32 m.
   Tres de sus caras están ya separadas de la roca. Los martillos de dolerita (una piedra de extrema dureza) han abierto trincheras en torno al bloque, para facilitar a los picapedreros el trabajo. Un trabajo que nunca concluyó, pues el obelisco fue abandonado en la cantera. El motivo no fue probablemente la grieta que se aprecia en su cúspide, sino su desproporcionado tamaño. Su peso estimado de 1.197 toneladas harían muy difícil, si no imposible, su transporte y colocación.
   Sobrepasada la cifra de mil toneladas, alcanzamos magnitudes equiparables al peso de los megalitos de Baalbek, que tampoco salieron nunca de su cantera. 
   ¿Habrían llegado acaso las máquinas egipcias utilizadas para el arrastre y erección de megabloques al límite de sus capacidades? ¿Habría ocurrido algo por el estilo con los megalitos abandonados de las canteras de Baalbek?
   Desde las canteras de Siene (hoy Asuán), cercanas a la primera catarata del Nilo, los faraones mandaban transportar en barcas fluviales enormes bloques de granito de color rosáceo, llamado 'sienita', para ser utilizados como material noble en muchas de sus realizaciones arquitectónicas y escultóricas. Esta actividad está documentada ininterrumpidamente desde el comienzo de la historia de Egipto: en la calzada de la pirámide de Unas (Saqqara) se ve un relieve que muestra un barco navegando por el río cargado con dos enormes columnas destinadas a un templo. Y es que la construcción naval estaba muy desarrollada en Egipto ya en la era de las pirámides. Valga como ejemplo el barco funerario de Keops (c. 2589-2566 a C), que se conserva entero en Giza, fabricado con madera de cedros del Líbano y capaz de transportar (aunque no era tal su cometido) 45 toneladas. Embarcaciones similares, más adaptadas al acarreo de grandes cargas, surcaban el mar hasta Byblos para obtener madera, material muy escaso en Egipto.
Baalbek   En la época en que se construyeron los templos romanos de Baalbek, este tráfico naviero de materias primas seguía en activo. Consideremos las columnas de granito rosa del templo de Júpiter, que están traídas de Siene. Entre las de los propileos, el patio hexagonal y el gran patio, suman más de un centenar. Es de suponer que sus fustes monolíticos de 10 m de altura media serían ya torneados en las canteras de origen, para aligerar su peso. Reconstruyamos mentalmente el viaje que hacían estas columnas. Primera etapa: una travesía por el Nilo de más de mil kilómetros desde la primera catarata hasta Alejandría, principal puerto del Delta. Segunda etapa: una travesía por el mar Mediterráneo hasta Beirut, en la costa libanesa. Tercera etapa, el traslado por tierra firme desde el puerto, ascendiendo por el valle de la Bekaa, hasta su destino final en Baalbek, cuya acrópolis se eleva a 1.150 m de altitud sobre el nivel del mar.
    Es muy probable que para acarrear los monolitos por tierra se hiciera uso de trineos, siguiendo las antiquísimas técnicas que los egipcios dominaban desde los más tempranos tiempos faraónicos, visualizadas en abundantes pinturas y relieves que representan escenas de arrastre de naos, catafalcos y toda suerte de objetos pesados. La tumba del nomarca Djehutyhotep en Deir el-Bersha (Imperio Medio) mostraba una pintura mural, hoy perdida, que describía el traslado por tierra de una estatua colosal de unas 60 toneladas. El coloso iba montado sobre un trineo de madera, que era arrastrado por 172 trabajadores tirando de cuerdas. 
   También se han hallado evidencias materiales de estos trineos en varias excavaciones. Uno de ellos, descubierto en una pirámide del Imperio Medio en Dashur, mide 4,20 m de largo. No se utilizaban, al parecer, ruedas o rodillos. A veces el equipo de arrastre se reforzaba con bueyes. El trineo se deslizaba por una calzada especialmente acondicionada que, con vistas a reducir la fricción, iba siendo humedecida por un operario que vertía sobre ella el líquido de un cántaro. Un experimento realizado por el arquitecto francés Henti Chevrier en 1930 demostró empíricamente que en una calzada horizontal, preparada con limo pisoteado y mojado, el coeficiente de rozamiento es cercano a cero y, en tales condiciones, basta un hombre para desplazar una tonelada.
   A la vista de los datos que hemos ido desgranando, no creemos aventurado concluir que, fueran quienes fuesen los arquitectos que levantaron en este remoto rincón del Líbano el legendario complejo de templos de Baalbek y la no menos legendaria plataforma que subyace en sus ruinas, eran hombres con extraordinarios saberes en el campo de la ingeniería constructiva. Que eran capaces de labrar bloques de piedra de tamaño inverosímil, extraerlos de las canteras, transportarlos por caminos durante kilómetros, elevarlos a considerables alturas y ajustarlos con precisión milimétrica en la armazón de las obras. Lo paradójico es que tales conocimientos, que para esa época pueden parecer muy avanzados, eran en realidad antiquísimos, heredados muy probablemente de las antiguas civilizaciones del valle del Nilo. 
Baalbek   No hubo solo lazos político-comerciales entre Egipto y el Líbano. Hubo transmisión de conocimiento.
   En cuanto a la inmensa infraestructura prerromana que sirve de plataforma a los templos de Baalbek, dos cuestiones clave siguen en pie. ¿Quiénes la levantaron? ¿Cuándo lo hicieron?
   Si fueron arquitectos egipcios, el arco temporal en que pudo llevarse a cabo tamaña empresa es muy dilatado: abarca tres milenios. Por otra parte el Líbano, país por donde Asia se asoma al Mediterráneo, fue en la antigüedad espacio de encuentro y tierra de asentamiento de una larga sucesión de pueblos, culturas y civilizaciones. ¿Fueron quizá los cananeos? ¿Los arameos? ¿Los fenicios? ¿Los seléucidas? ¿Hebreos de tiempos de Salomón? No hemos encontrado todavía respuestas a estas preguntas. 
   Sobre la arquitectura megalítica de Baalbek, que manejó los sillares de piedra más grandes del mundo (y de todos los tiempos), se cierne un gran signo "?". El enigma continúa.

Textos: Eneko Pastor
   
   

   Aquella hora inspiró los Cantares
De Salomón, y aquel siglo fue el ciego
Poder que destruyó el templo de Baalbek.
   Aquella hora fue el nacimiento del Sermón de la
Montaña, y aquel siglo hizo temblar los castillos de
Palmira y la Torre de Babilonia.

Jalil Gibran. El lugar donde juega la vida

 

 

 


Grandeza e incógnitas de Baalbek

Bibliografía consultada
   
- Caputo, Marinella. Baalbek. La ciudad del sol (artículo de Arqueología de las ciudades perdidas, Tomo 6, Salvat Ediciones, Pamplona, 1988)
- Eliade, Mircea. Herreros y alquimistas (Alianza Editorial, Madrid, 1974)
- Gibran, Khalil. Obras Completas (Ediciones Teorema, Barcelona, 1982)
- Jidejian, Nina. Baalbek. Heliopolis, Cité du Soleil (Librairie Orientale, Beirut, 1998)
- Picard, Gilbert. Imperio romano (Arquitectura universal. Ediciones Garriga, Barcelona, 1965)
- Pijoan, José. Summa Artis. Historia general del arte (Tomo V. Espasa-Calpe, Madrid, 1985)
- VV.AA. Baalbeck (Ministerio de Turismo, Líbano, 2007)
- Vitruvio. Arquitectura (Biblioteca Clásica Gredos. Editorial Gredos, Madrid, 2008)
- Ward-Perkins, John B. Arquitectura romana (Aguilar, Madrid, 1976)

 

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