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El tiempo teme a las pirámides

Las pirámides según Herodoto

Las piramides segun Herodoto    Herodoto de Halicarnaso, considerado como el 'Padre de la Historia', visitó Egipto hacia el 450 a C, en la época de la primera dominación persa, tras el periodo saíta. El ilustre historiador griego nos dejó las impresiones de su viaje en el libro II (Euterpe) de su obra magna 'Historia', que narraba la crónica de las guerras entre Grecia y Persia.
   El libro ofrece un vívido relato de la vida y costumbres de la sociedad egipcia de su tiempo, y se adentra con frecuencia en los terrenos de la historia, al transcribir las informaciones que al respecto le suministraban los sacerdotes de Menfis, que eran sus anfitriones. Aunque no se pueden tomar al pie de la letra muchas de las vicisitudes que da por históricas, dado que sus fuentes no eran todo lo fidedignas que cabe desear, sí es cierto que gran cantidad de los datos que proporciona pueden tenerse por auténticos, sobre todo cuando describe hechos y anécdotas de los que era testigo directo.

   Además de hablar con detalle de temas como la momificación, y de investigar asuntos como el siempre recurrente de la localización de las míticas fuentes del Nilo, Herodoto escribió largo y tendido sobre las pirámides de Egipto, monumentos que le impresionaron sobremanera. Interrogó a los nativos, las estudió por su cuenta y llegó a conclusiones, que quedaron recogidas en su libro. Visitó las pirámides de Giza y las del oasis del Fayum, con su legendario Laberinto, que consideró monumento parangonable a las pirámides.  
   Se atrevió a poner por escrito las biografías de Keops, Kefren y Micerino (deletreados así desde Herodoto; sus verdaderos nombres eran Jufu, Kaefre y Menkaure), y la explicación técnica de cómo se construyeron las pirámides. Pero ha de tenerse en cuenta que los hechos que refiere eran muy distantes en el tiempo. Las pirámides, como tales, se habían dejado de construir hacia el siglo XVIII a C, cuando se adoptó el hipogeo como forma de enterramiento real, y las pirámides que vio Herodoto eran lo mismo que son para nosotros: remotas antigüedades, edificios hechos por otros hombres en otros tiempos. Tómense, pues, sus textos con todas las reservas.  
   Otros escritores clásicos que viajaron por Egipto y dejaron sus crónicas fueron Estrabón y Diodoro de Sicilia. Herodoto menciona al historiador Hecateo como antecesor suyo ("Hallándose en Tebas, antes que yo...", II, 143). 

   
   
Pirámide de Keops
   
   124.   Hasta el reinado de Rampsinito, según los sacerdotes, estuvo el Egipto en el mejor orden y en gran prosperidad; pero Keops, que reinó después, precipitó a los egipcios en total miseria. Primeramente, cerró todos los templos y les impidió ofrecer sacrificios; ordenó después que todos trabajasen para él. Los unos tenían orden de arrastrar piedras desde las canteras del monte Arábigo hasta el Nilo; después de transportadas las piedras por el río en barcas, mandó a los otros recibirlas y transportarlas hasta el monte que llaman Líbico. Trabajaban por bandas de cien mil hombres, cada una tres meses. El tiempo en el que penó el pueblo para construir el camino para conducir las piedras fue de diez años; y la obra que hicieron es a mi parecer no muy inferior a la pirámide, pues tiene cinco estadios de largo (888 metros), diez brazas de ancho (18 m) y ocho brazas de alto (14 m) en su mayor altura, y está construida de piedra labrada y esculpida con figuras.  
  
   (A juzgar por la descripción, Herodoto parece referirse a la calzada de acceso al templo alto de Keops –calzada ceremonial que todas las pirámides incorporaron a su complejo funerario a partir de la IV Dinastía–, confundiéndola con un supuesto camino hecho ex profeso para facilitar el arrastre de los bloques de piedra hasta la pirámide).  
  
   Diez años, pues, pasaron para construir ese camino y las cámaras subterráneas en el cerro sobre el que se levantan las pirámides, cámaras que dispuso para su sepultura en una isla, formada al introducir un canal del Nilo. Para construir la pirámide, se emplearon veinte años; es cuadrada, cada lado es de ocho pletros de largo, tiene otros tantos de altura, de piedra labrada y ajustada perfectamente; ninguna de las piedras es menor de treinta pies.  
   125.   La pirámide se construyó de este modo: a manera de gradas, que algunos llaman adarves y otros zócalos. Hechos así el comienzo, levantaron las demás piedras con máquinas formadas de maderos cortos, que las alzaban desde el suelo hasta la primera hilera de las gradas; cuando subían hasta ella la piedra, era colocada en otra máquina levantada sobre la primera grada, y desde ésta era levantada hasta la segunda hilera por otra máquina. Porque había tantas máquinas como hileras de gradas, o bien la misma máquina, siendo una sola y fácilmente transportable, la irían llevando de grada en grada, cada vez que descargaban la piedra: demos las dos explicaciones exactamente como las dan ellos. La parte más alta de la pirámide fue labrada primero, después labraron lo que seguía y por último la parte que estribaba en el suelo y era la más baja de todas. En la pirámide está anotado con letras egipcias cuánto se gastó en rábanos, en cebollas y en ajos para los obreros; y si bien me acuerdo, al leerme el intérprete la inscripción, me dijo que la cuenta ascendía a mil setecientos talentos de plata. Y si esto es así ¿cuánto sin duda se habrá gastado en las herramientas con que trabajaban y en alimentos y vestidos para los obreros, ya que construyeron las obras durante el tiempo mencionado y además trabajaron otro tiempo, durante el cual tallaron y transportaron la piedra y labraron la excavación subterránea, tiempo nada breve?  
   126.   A tal extremo de maldad llegó Keops que, por carecer de dinero, puso a su propia hija en el lupanar con orden de ganar cierta suma, no me dijeron exactamente cuánto. Cumplió la hija la orden de su parte, y aun ella por su cuenta quiso dejar un monumento, y pidió a cada uno de los que la visitaban que le regalara una sola piedra; y decían que con esas piedras se había construido la pirámide que está en medio de las tres, delante de la pirámide grande, cada uno de cuyos lados tiene pletro y medio.  
  
   (Por su ubicación se deduce que Herodoto habla aquí de la segunda pirámide satélite de Keops, atribuida a las reinas Hetepheres I o Merytyetes).


   
Pirámide de Kefren
   
   127.   Decían los egipcios que este Keops reinó cincuenta años, y que, a su muerte, heredó el reino su hermano Kefrén. Éste se condujo del mismo modo que el otro en general y particularmente en levantar una pirámide que no llega a las dimensiones de la de Keops, pues yo mismo la medí. Tampoco tiene cámaras subterráneas, ni llega a ella un canal desde el Nilo, como a la de Keops, que corra por un conducto construido y rodee por dentro una isla, en la cual dicen que yace Keops. Kefrén fabricó la parte inferior de su monumento de piedra etiópica abigarrada, y la hizo cuarenta pies más baja que la otra, y vecina a la grande; ambas se levantan en un mismo cerro, que tendrá unos cien pies de alto.  
   128.   Decían que Kefrén reinó cincuenta y seis años. Calculan que ésos son los ciento seis años durante los cuales los egipcios vivieron en total miseria y durante todo ese tiempo los templos, que habían sido cerrados, no se abrieron. Por el odio contra los dos reyes, los egipcios no tienen mucho deseo de nombrarlos; de suerte que dan a las pirámides el nombre del pastor Filitis, quien por aquel tiempo apacentaba sus rebaños por esos lugares.


   
Pirámide de Micerino
   
   129.   Decían que después de Kefrén reinó Micerino, hijo de Keops. Éste, disgustado con los actos de su padre, abrió los templos, y permitió al pueblo, oprimido hasta la última miseria, que se retirara a sus ocupaciones y sacrificios. Entre todos los reyes, fue el que dio más justas sentencias, y por eso ensalzan a Micerino sobre todos cuantos fueron reyes de Egipto. No sólo juzgaba íntegramente, sino que, a quien criticaba la sentencia, le daba de lo suyo para contentarlo. Aunque era bondadoso con sus súbditos y observaba tal conducta, le aconteció, como primera de sus desgracias, morirse su hija, única prole que tenía en su casa. Muy apenado por el infortunio sobrevenido, y queriendo sepultar a su hija por modo extraordinario, hizo labrar una vaca de madera hueca, la doró, y en ella sepultó a la hija que se le había muerto.  
   (...)  
   133.   Después de la desastrada muerte de su hija, le sucedió lo siguiente a Micerino: le llegó de la ciudad de Buto un oráculo con el aviso de que iba a vivir sólo seis años, y morir al séptimo. Lleno de indignación, Micerino envió al oráculo a reprochar a su vez al dios porque su padre y su tío, que habían cerrado los templos, sin preocuparse de los dioses, oprimiendo además a los hombres, habían vivido largo tiempo y él, que era pío, iba a morir tan pronto. Vínole del oráculo por segunda respuesta que por lo mismo se le acortaba la vida, por no haber hecho lo que debía hacer, pues el Egipto debía ser oprimido duramente ciento cincuenta años, y sus dos antecesores lo habían comprendido y él no. Oído esto y advirtiendo Micerino que su fallo estaba ya dado, mandó fabricar gran cantidad de lámparas y, cuando llegaba la noche, las encendía, bebía y se daba buena vida día y noche, sin cesar, paseando por los pantanos y los prados y por dondequiera hubiese muy buenos lugares de recreo. Todo lo cual discurrió con el intento de demostrar que el oráculo había mentido, para tener doce años en lugar de seis, convirtiendo las noches en días.  
   134.   También Micerino dejó una pirámide, mucho menor que la de su padre; cada lado es de tres pletros menos veinte pies: es cuadrada y, hasta la mitad, de piedra etiópica. Pretenden algunos griegos que pertenece a la cortesana Rodopis, pero no dicen bien, y me parece que lo dicen sin saber siquiera quién fue Rodopis, pues no le hubieran atribuido la construcción de semejante pirámide, en la cual se han gastado infinitos millares de talentos, por decirlo así. Además, Rodopis no floreció en el reinado de Micerino, sino en el de Amasis. (...)  
   136.   Dejo de hablar de Rodopis. Contaban los sacerdotes que, después de Micerino, fue rey de Egipto Asiquis, que mandó hacer los pórticos del templo de Hefesto que dan al levante, y que son con mucho los más bellos y los más grandes; (...) Deseoso este rey de superar a los que habían antes reinado en Egipto, dejó como monumento una pirámide de ladrillo, en la cual está grabada en piedra una inscripción que dice así: "No me desprecies comparándome con las pirámides de piedra; las sobrepaso tanto como Zeus a los demás dioses. Hundieron una pértiga en el lago, recogieron el barro pegado a la pértiga, hicieron con él ladrillos y de ese modo me levantaron."  
  
   (Llama la atención el hecho de que habiendo estado en la meseta de Giza, visitando las pirámides de Keops, Kefren y Micerino, Herodoto no haga la menor mención a la célebre Gran Esfinge que se levanta junto al templo bajo de la pirámide de Kefren. Tal omisión puede ser achacable a que la Esfinge, cuando Herodoto pasó por allí, estaría totalmente cubierta por las arenas del desierto, como tantas veces ocurrió en su historia, y que nuestro viajero simplemente no la vio).
   

   
Pirámides del Fayum y Laberinto
   
   148.   Acordaron dejar un monumento en común, y así acordados, construyeron un laberinto, algo más allá del lago Meris, situado cerca de la ciudad llamada de los Cocodrilos. Yo lo vi, y en verdad es superior a toda ponderación. Si uno sumara los edificios y obras de arte de los griegos, los hallaría inferiores en trabajo y en costo a dicho laberinto, aunque es digno de nota el templo de Efeso y el de Samos. Aun las pirámides eran sin duda superiores a toda ponderación, y cada una de ellas, digna de muchas grandes obras griegas, pero el laberinto sobrepasa a las pirámides.  
   Tiene doce patios cubiertos, y con puertas enfrentadas, seis contiguas vueltas al norte, y seis contiguas vueltas al sur; por fuera las rodea un muro. Las estancias son dobles, unas subterráneas, otras levantadas sobre aquéllas, en número de tres mil, mil quinientas de cada especie. Las estancias levantadas sobre el suelo las hemos visto y recorrido nosotros mismos, y hablamos de ellas después de haberlas contemplado; las subterráneas las conocemos de oídas, porque los egipcios encargados de ellas de ningún modo querían enseñármelas, diciendo que se hallaban allí los sepulcros de los reyes que primero edificaron ese laberinto, y los de los cocodrilos sagrados. (...) Los pasajes entre las salas y los rodeos entre los patios, llenos de artificio, proporcionaban infinita maravilla al pasar de un patio a las estancias y de las estancias a otros patios. El techo de todo esto es de piedra, como las paredes, y las paredes están llenas de figuras grabadas. Cada patio está rodeado de columnas de piedra blanca, perfectamente ajustada. Al ángulo donde acaba el laberinto está adosada una pirámide de cuarenta brazas, en la cual están grabadas grandes figuras; el camino que lleva a ella está abierto bajo tierra.  
   149. Mas, aunque sea tal ese laberinto, causa todavía mayor admiración el lago llamado Meris, cerca del cual está edificado el laberinto. Su contorno es de tres mil seiscientos estadios (...), y tiene cincuenta brazas de hondura donde más hondo es. Por sí mismo muestra que está excavado artificialmente. (Este dato no es cierto: el lago Moeris, actual Qarun, es de origen natural; sus aguas se nutren del caudal que le aporta el Bahr Yusuf, una ramificación del Nilo que corre paralela a éste hasta desembocar en el lago). En el centro, más o menos, se levantan dos pirámides, cada una de las cuales sobresale cincuenta brazas del agua, y debajo del agua tienen construido otro tanto; y encima de cada una se halla un coloso de piedra sentado en su trono. Así, las pirámides tienen cien brazas, y las cien brazas son justamente un estadio de seis pletros (...). El agua del lago no nace allí mismo (porque esta comarca es notablemente árida) sino que ha sido conducida por un canal desde el Nilo; (...) 
   
   (Todo apunta a deducir que lo consignado en este último párrafo fue producto de una ilusión óptica de Herodoto. Jamás las pirámides de Egipto fueron coronadas con estatuas en sus vértices. Lo que Herodoto probablemente vio fueron dos colosos sedentes de Amenemhat III, el faraón más poderoso entre los que gobernaron en el Imperio Medio desde el Fayum, erigidos ante la fachada de un templo desaparecido en el lugar hoy llamado Biahmu, cercano al lago Moeris. En esta aldea subsisten dos construcciones en mampostería (designadas por los lugareños como 'Kursit el-Faraun') que serían los pedestales de los colosos. Estos pedestales tienen forma piramidal, y cuando Herodoto visitó el lugar estarían anegados por la crecida anual del Nilo, semejando dos pirámides que emergían de las profundidades del lago, rematadas con estatuas. Prueba de que no siempre es de fiar un testimonio visual directo, por muy digno de crédito que sea el testigo).
   

   
Canteras
   
   175.   (...) unas piedras de extraordinario tamaño. Acarreábanse éstas, unas desde las canteras vecinas a Menfis, y otras, enormes, desde la ciudad de Elefantina, distante de Sais veinte días de navegación. 

(Herodoto de Halicarnaso, Historia, Libro segundo, Euterpe)

 

Continuar:  Dinastías del Antiguo Egipto >>

 

El tiempo teme a las pirámides

Bibliografía consultada 
  
- Brodrick, M. Morton, A.A. Diccionario de Arqueología Egipcia (Edimat Libros, Madrid, 2003) 
- Eggebrecht, Arne. El Antiguo Egipto. 3000 años de historia y cultura del imperio faraónico (Plaza & Janés Editores, 1984) 
- Heródoto. Los nueve libros de la historia. Libro segundo: 'Euterpe' (Edición 'Biblioteca personal Jorge Luis Borges', Hyspamérica Ediciones-Orbis, Barcelona, 1987) 
- Malek, Jaromir. In the shadow of the pyramids (Fotografías: Werner Forman. Little, Brown and Company, UK, 1986) 
- Manetón. Historia de Egipto (edición de César Vidal Manzanares. Alianza Editorial, Madrid, 1993) 
- Müller, Hans Wolfgang. Arquitectura del Egipto antiguo (Arquitectura Mediterránea Prerromana, Historia Universal de la Arquitectura, Aguilar, 1973) 
- Parra Ortiz, José Miguel. Historia de las pirámides de Egipto (Editorial Complutense, Madrid, 1997) 
- Pemberton, Delia. El antiguo Egipto (Editorial Debate, Madrid, 1992) 
- Pijoan, José. El arte egipcio hasta la conquista romana (Summa Artis, Historia General del Arte. Vol. III. Espasa-Calpe, Madrid, 1985) 
- Stierlin, Henri (Ed.). Cenival, Jean-Louis de. Egypt (Architecture of the World, Benedikt Taschen, Alemania) 
- Vidal Manzanares, César. Diccionario histórico del Antiguo Egipto (Alianza Editorial, Madrid, 1993) 
- Vidal Manzanares, César. La sabiduría del Antiguo Egipto (Alianza Editorial, Madrid, 1994) 
- V.V.A.A. Egipto. Dioses, templos y faraones. Vol II. (Atlas Culturales del Mundo. Folio-Ediciones del Prado, 1992) 
- V.V.A.A. Egipto. El mundo de los faraones (Editado por Regine Schulz y Matthias Seidel, Köneman, 1997) 
- Wildung, Dietrich. Egypt. From Prehistory to the Romans (Taschen, 1997)

 

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Egipto 

   


 

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