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Bali

Dioses y monstruos

 

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   Bali es una isla hinduista en un archipiélago islámico, una singularidad dentro del estado de Indonesia. Algunos musulmanes y chinos viven al norte y oeste de Bali, y hay también unos pocos cristianos. Aunque el hinduismo se originó en la India, llegó a Bali antes del siglo IX d C, y en esta isla se propagó siguiendo sus propias pautas.
   Los balineses llaman a su propia religión Agama Tirtal (= 'Ciencia del Agua Sagrada'). Es una fusión de ideas religiosas provenientes de China, India, Malasia y Java, donde la teogonía, organización ritual y liturgias del hinduismo clásico se mezclan con el culto a los ancestros y otras creencias animistas y prácticas mágicas, afines al panteísmo. Dividida en dos sectas, la mayoritaria es sivaita. Aunque las epopeyas indias Mahabharata y Ramayana son bien conocidas en Bali y forman parte de la imaginería del teatro y las danzas, la triada de dioses supremos del panteón hindú (Brahma, Vishnú, Siva) resulta para los hindúes balineses demasiado distante. Los balineses tienen su propia trinidad, una deidad en sí misma llamada 'Santuario de las Tres Fuerzas', aunque el principio básico del hinduismo balinés es la creencia en un ser supremo que gobierna la isla, al que llaman Sanghyang Widhi.
Bali   A diferencia de la India, donde sólo ha sido abolido oficialmente, el sistema de castas ha desaparecido en la práctica en Bali, sobre todo entre las generaciones más jóvenes; sólo algunos ancianos aún lo defienden. Las cremaciones de cadáveres en la India son individuales, pero en Bali son colectivas: pueblos enteros entierran temporalmente a sus difuntos para, en una fecha determinada, organizar con gran ceremonial una cremación masiva. Mientras en la India una viuda no puede volver a casarse, en Bali una viuda puede contraer de nuevo matrimonio tantas veces como lo desee. El hinduismo balinés permite comer carne de cerdo, algo poco frecuente en la India e impensable entre los musulmanes de las islas indonesias vecinas.
  
   La cosmovisión de los balineses divide la mayoría de los conceptos en dualidades bipolares: cielo-tierra, montaña-mar, sol-luna, día-noche, puro-impuro, fuerte-débil, cálido-frío, dioses-demonios... La interacción armónica de estos pares de opuestos teje los mimbres del mundo y determina el destino de cada persona.
   Hay en Bali dioses solares, totémicos, dioses ciervos, secretarios de los dioses, tortugas místicas, deidades del mercado, un dios del fuego. Los dioses y las diosas que protegen o amenazan cada uno de los actos realizados por una persona a lo largo de su vida habitan en tronos de piedra o en las estatuas, o flotan simplemente en el aire. Son invitados a bajar a la tierra y se les entretiene con música. Los niños y las niñas portan flores a las capillas y aprenden a danzar a temprana edad para complacer a los dioses (foto062).
   La gran mayoría de los nativos de Bali cree en los espectros y los duendes, seres escurridizos que pueden adoptar variadas apariencias: cuervos, gatos negros, mujeres... Los espíritus lo dominan todo, y los balineses tienen esto muy presente en todo lo que hacen, depositando constantemente ofrendas de flores y frutas para apaciguar a las divinidades enojadas (foto050) o para proteger sus hogares de los malos espíritus.
   No se puede visitar Bali sin coincidir con uno de los numerosos festivales que tienen lugar en la isla en las sesenta festividades religiosas que se celebran al año. Los festivales pueden estar dedicados al arte de la talla de madera, a los instrumentos musicales de percusión, al nacimiento de una diosa...
   Njepi es un festival anual que se celebra en Bali para purificar la isla entera y expulsar de los pueblos a los demonios y malos espíritus. Los seres maléficos son atraídos con generosas ofrendas depositadas como señuelo en los cruces de caminos, y a continuación son ahuyentados por los sacerdotes a base de conjuros. Al anochecer los campesinos hacen sonar gongs y los niños golpean latas con palos para asustar con el ruido a cualquier espíritu maligno que haya quedado todavía merodeando por allí.
   En el festival de Sarasvati, consorte de Brahma y diosa de la sabiduría, la música y la literatura, se hacen ofrendas a los manuscritos literarios. Ese día nadie puede leer. En cada fase de las labores agrícolas se cumplen también los preceptivos rituales correspondientes a la temporada, donando ofrendas a los dioses y cantando textos sagrados. Incluso las peleas de gallos fueron originalmente un ritual religioso practicado en los templos para ofrecer sacrificios cruentos a los dioses.
Bali   Las cremaciones son oportunidad para grandes fiestas. Los restos de los cadáveres de un pueblo, que han esperado bajo tierra la fecha propicia, son exhumados, colocados en féretros de madera tallados con los rasgos de un animal, e incinerados colectivamente en una gran pira construida con bambúes en forma de torre de varios pisos, adornada de flores, espejos y telas de seda. La incineración libera a las almas de los difuntos de sus lazos terrenales.
   Los nativos de Bali, como hindúes, creen firmemente en la reencarnación. El ambiente de estos funerales no es de dolor, sino bullicioso y festivo. Se hacen las consabidas ofrendas y las niñas bailan danzas rituales maquilladas y vestidas con atuendos y peinados tradicionales, al compás del campaneo de una orquesta gamelan.
   
   En Bali existen no menos de 20.000 templos hindúes. Están en todas partes: en las casas, los patios, los mercados, los arrozales, las playas, sobre los acantilados marinos, en islotes, en lo profundo de las cuevas, en las faldas de los volcanes...
   Quien desee visitar un templo habrá de descalzarse y atarse a la cintura un sarong, una pieza de tela que cubra sus piernas y le llegue hasta los tobillos. No se permite la entrada a las mujeres durante el periodo de menstruación.
   Un templo balinés (o pura) consiste por lo general en un conjunto de templetes, capillas y pabellones que se levantan en el interior de un recinto habitualmente ajardinado (foto073). Cada templete tiene su función: uno se destina a sede de los dioses, otros dos son para los secretarios de los dioses, otro para el antepasado fundador del templo, otro para Surya, el dios sol, etc. Una de las capillas simboliza al volcán Gunung Agung, otra al Gunung Batur. Un pabellón está destinado a la orquesta de música gamelan y otro sirve de cocina. Entre estas distintas dependencias deambulan los fieles para depositar sus ofrendas y elevar sus plegarias a las distintas deidades.
   Uno o varios portalones ceremoniales preceden y dan acceso al complejo. Son muy características de Bali unas puertas monumentales carentes de techo, cuyo intradós tiene los laterales totalmente lisos, como si hubieran estado cortados a cuchillo dejando demediado un templo (foto066).
   El visitante queda abrumado por la exuberante iconografía que cubre las dependencias del complejo (foto110). Cada oratorio está rodeado de una multitud de relieves y estatuas en bulto redondo, realizadas en madera o piedra volcánica, y en ocasiones coloreadas. Dioses, diosas, semi-dioses, ninfas celestiales (foto141), héroes épicos, animales reales y fantásticos pueblan las fachadas, las paredes laterales y traseras, las esquinas, los jardines circundantes y todos los resquicios de cada santuario. También hay demonios (foto028), genios, dragones (foto124), monstruos y seres temibles –como la bruja Rangda, que simboliza el mal– pululando por las cercanías, o ejerciendo de guardianes. Los pilares, los dinteles y las jambas, las hojas de las puertas, las vigas que sustentan los tejados y todos los elementos arquitectónicos de madera están primorosamente tallados con decoraciones de motivo vegetal.
    En algunos templos los tejados se superponen formando afiladas torres de siete, nueve y hasta once pisos con tejadillos de paja de tamaño decreciente (foto048). La entrada de cada capilla está siempre protegida por una pareja de dioses guardianes (dvarapala), que flanquean la puerta como centinelas, provistos de gruesos mazos (foto140). Parejas de leones, o de monstruos, o de garudas (ser mitad humano mitad ave que sirve de vehículo volador a Vishnú, foto118) muestran sus rostros intimidantes para espantar a todo aquél que venga con malas intenciones. Entre los relieves vegetales asoma la cabeza makara, un dragón marino de feroz aspecto, muy frecuente en la escultura hindú como protector de los umbrales de los santuarios.
Bali   A la ornamentación figurativa a base de bajorrelieves con temas florales y vegetales, hay que añadir la labor decorativa de la flora de verdad, que en Bali campa a sus anchas, favorecida por el clima y la elevada humedad ambiental. Por todas partes crecen parietarias, enredaderas y plantas trepadoras que envuelven en su maraña las estatuas de estos guardianes y las camuflan entre la vegetación (foto114). Los musgos y líquenes las pintan de manchas verdes y ocres, y la erosión de las aguas de lluvia esculpe también sus formas. El arte se funde con la naturaleza, en una isla donde la naturaleza es sacra.
  
   En las laderas occidentales del volcán Gunung Agung, la montaña más alta (3.142 m) y más sagrada de Bali, donde viven los dioses y las diosas, a más de mil metros de altura se levanta uno de los mayores complejos religiosos de la isla: Besakih.
   Besakih es el 'Templo Madre' de Bali, el santuario más importante de la isla (foto033 y siguientes). Todas las regiones de Bali mantienen sus propios templos en este complejo, con sus característicos perfiles de 'pagoda': una esbelta superposición de tejadillos de paja coronando una capilla de madera.
   El Pura Besakih existía ya antes de la llegada del hinduismo a la isla, y había sido erigido en un emplazamiento donde se celebraban ceremonias y festivales de carácter animista. Su complicada estructura arquitectónica integra tres edificios dedicados a cada uno de los tres dioses de la suprema trinidad hindú: Brahma, Vishnú y Siva. Anchas escalinatas de piedra conducen a través de siete niveles aterrazados hasta la parte más alta del complejo.
   En 1963 el volcán Gunung Agung entró en erupción tras haber permanecido durmiente durante 120 años, causando más de 1.600 muertes y una terrible destrucción de bienes materiales que dejó a 86.000 personas sin hogar. Una cuarta parte de la isla quedó cubierta por la lava. Durante una semana, una polvareda ardiente e irrespirable se esparció por todo Bali, e incluso oscureció la parte oriental de Java. Los templos de Besakih quedaron cubiertos de piedras, ceniza y escorias, y cayeron en la ruina. Algunos sacerdotes hindúes se auto-sacrificaron precipitándose en la lava, con la esperanza de aplacar la ira de los dioses. 

 

 

FotoCD67
    
Bali
La isla de la eterna primavera

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Bali (Indonesia)

   


 

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