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Bali

Reflejos del paraíso

 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...
   (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)

   Vi una isla a la que los dioses habían bendecido con todos los encantos de la naturaleza.
   Resplandecía de verdor en los mares tropicales de Indonesia. Sus huertos estaban siempre floridos, su clima siempre templado. El agua era copiosa, y el arroz crecía todo el año.
   Sus nativos nunca olvidaban visitar sus templos –y los había a miles– para hacer ofrendas a las divinidades, en agradecimiento a su benevolencia.
   Y vi que los templos, los bosques, los lagos y los volcanes estaban a su vez poblados por un bestiario fantástico de duendes, demonios, ninfas, genios, furias, dragones y toda suerte de espíritus malignos y benignos.

 

   Entre las 17.500 islas de Indonesia, se puede asegurar que Bali es única.
   Situada al este de Java, la isla de Bali es la perla de una cadena de islas que se extiende desde Malasia hasta Papúa-Nueva Guinea: ese vasto archipiélago que es la parte emergente de un cresterío volcánico en los mares entre Asia y Australia, y cuyos nativos forman la cuarta nación más poblada del mundo: Indonesia.
Bali   Los habitantes de Bali practican con fervor el hinduismo y constituyen la población hindú más numerosa del mundo tras la de la India. Al mismo tiempo Bali es una isla en el mar del islam, el único reducto hindú en un país de abrumadora mayoría musulmana. Y conviene recordar que Indonesia es el país del mundo con mayor número de musulmanes: más de 240 millones.
   La superficie de Bali es reducida: 144 km de su punta este a su punta oeste y 80 km de norte a sur. Pero su pequeñez no le impide albergar una sociedad de 3 millones de habitantes, estructurada con complejidad y poseedora de una cultura sorprendentemente rica.
   Durante cientos de años, Bali ha sido visitada por indios, chinos, javaneses, polinesios, japoneses y europeos, y de todos ha absorbido influencias culturales. No obstante, los balineses han sabido desarrollar su propia cultura, asimilando estos influjos foráneos, pero reelaborándolos a su manera. Es una cultura popular, viva, muy apegada a tradiciones ancestrales de origen animista, donde se cree en los dioses pero también en los duendes, donde la espiritualidad convive con la magia.
   Y que se ha sabido mantener más o menos incólume a los impactos culturales del siglo XX. Bien es verdad que las discotecas atruenan ya en los resorts playeros y las motos llegan hasta los parajes más apartados, pero todavía hoy se puede ver en Bali pueblos que no han cambiado en cincuenta años, que viven en un mundo detenido en el tiempo siguiendo las formas de vida instauradas por sus antepasados.
    La vida en Bali gira en torno a la religión hindú. Los balineses veneran los dioses y diosas del panteón hinduista, pero tienen además sus propios dioses. Y también sus demonios, sus ángeles, sus espíritus benignos y malignos, brujas, árboles y montes sagrados, fuentes purificadoras (foto014), cuevas-templo (foto012). Las labores agrícolas van acompañadas de gran cantidad de ritos propiciatorios, dirigidos a los dioses y a los espíritus, sin cuya bendición las cosechas no pueden prosperar. Bali es una sociedad mayoritariamente campesina que vive de la naturaleza y que rinde culto a la naturaleza en sus manifestaciones visibles e invisibles.
  
   Además de sus templos, todos los pueblos y aldeas de Bali disponen de un lugar de asambleas, por lo general una plaza céntrica que se usa también como mercado y, sobre todo, para celebrar festejos. Cualquier ocasión es buena para organizar un festival religioso. Los balineses parecen dedicar su tiempo libre a una serie interminable de prácticas de carácter simbólico destinadas en su mayor parte a mostrar agradecimiento a las divinidades y a propiciar su benevolencia, o bien a apaciguar su ira. Procesiones, danzas, ofrendas, ceremonias de ayuno, ritos de purificación, cremaciones... marcan el pulso cotidiano de la vida balinesa (ver fotos en Un festival balinés).
   Los balineses son muy amantes de la música, la poesía y la danza. La música está omnipresente en Bali, se escucha en las ceremonias de los templos, en las casas, en las calles y en lugares al aire libre. BaliUna típica orquesta balinesa está constituida por varios instrumentos de percusión como xilofones, metalofones, címbalos y gongs (fotos 061, 093 , 094 y 095), acompañados de una flauta y un rebab o violín de dos cuerdas, con los que se interpreta la música tradicional llamada gamelan, caracterizada por un fluido encadenamiento de diferentes combinaciones rítmicas que van transformando sutilmente la línea melódica sin repetir nunca los acordes. Las danzas (foto096) y las representaciones teatrales desempeñan también un papel muy importante en la sociedad balinesa, y tienen propósitos mágico-religiosos o sirven para narrar en forma de pantomima (foto097) las antiguas leyendas épicas de la literatura clásica hindú.
   Los balineses son notablemente diestros en todo lo relacionado con las artes y la artesanía. Bali es una isla pródiga en artistas populares anónimos, cuya imaginativa inspiración visual, sustentada en una maestría técnica extraordinaria, les permite plasmar en piedra, tabla o lienzo toda clase de figuras divinas o humanas, vegetales o animales, extraídas tanto de la realidad como de la fantasía, destacando sobre todo en escultura, talla de madera y de hueso, pintura, y también en la orfebrería en plata (ver fotos en Las artes en Bali).
   No hay más que visitar un templo para percatarse de ello. Es en la construcción y decoración del hogar de la divinidad donde los artistas ponen lo mejor de sí mismos, y el resultado es ese abrumador despliegue de estatuas, relieves, ornamentaciones vegetales, monstruos guardianes, seres mitológicos y animales fantásticos que podemos admirar tallados, y muchas veces policromados, en puertas, jambas, dinteles, pilares y vigas de las capillas y santuarios que jalonan todos los rincones de Bali (ver fotos en Dioses y monstruos).
   En el centro-sur de la isla, en medio de una llanura salpicada de arrozales (foto025), Ubud, con sus escuelas de escultura y pintura, es el centro cultural de Bali, un pueblo donde se congregan artistas europeos y americanos, y que tiene un museo de Bellas Artes.
   
   Desde un punto de vista geográfico, la isla de Bali fue antaño una extensión de la isla de Java. Tiene la misma flora y fauna, los mismos volcanes, el mismo clima tropical (o más bien ecuatorial, pues está situada a sólo 8º al sur del ecuador). Ambas islas comparten el mismo paisaje cultural a base de colinas escalonadas en aterrazamientos, inundadas las terrazas para cultivar en ellas arroz, volteando en el espejo de sus aguas las palmeras circundantes (foto010).
   La mayor parte de los 5.600 km cuadrados de Bali es montañosa. El horizonte está por todas partes oculto tras cerros y colinas, tras boscosos montes y volcanes. Hay muy pocas zonas llanas. Las montañas de Bali son una prolongación de la cordillera de volcanes de Java. Las laderas de sus empinados conos están en parte ennegrecidas por las riadas de lava solidificada de pasadas erupciones, y cortadas por abruptos barrancos, torrenteras y arroyos.
   El volcán Gunung Agung es el pico más alto de la isla, y alcanza los 3.142 metros sobre el nivel del mar. Es a la vez la montaña sagrada de la isla, sede de los dioses y diosas del hinduismo balinés. Los isleños la consideran 'el ombligo del mundo'.
   El cercano Gunung Batur es uno de los más bellos volcanes de Bali (foto041 y siguientes). Se compone en realidad de dos volcanes concéntricos. El cono del Batur propiamente dicho se ubica en el centro de un inmenso cráter volcánico de 10 km de diámetro, de modo que el volcán está a su vez rodeado de una cordillera anular de montañas, que constituyen las paredes del cráter, la más alta de las cuales (Gunung Abang) alcanza los 2.150 m sobre el nivel del mar.

   Esta gran caldera está parcialmente inundada de agua, creando un extenso lago en forma de luna creciente, conocido como lago Batur, que en parte se alimenta de manantiales termales. Pequeños pueblos de agricultores se levantan dispersos en sus orillas, y sus habitantes navegan en canoa por el lago y practican la pesca. En uno de estos pueblos, Trunyan, viven aborígenes Bali Aga, los más antiguos habitantes de la isla de Bali, que ya ocupaban estos parajes antes de la invasión del imperio javanés en el siglo XIV.
    En las zonas alpinas de Bali crece una singular y exuberante flora de musgos, orquídeas, plantas trepadoras y helechos arborescentes. Hay árboles gigantes como el baniano, que convierte sus raíces aéreas en nuevos troncos, y el waringin, que se considera sagrado. Se pueden detectar también monos aulladores.
   En la punta occidental de Bali perdura todavía una extensa zona selvática inexplorada, con una población de tigres, y abundantes cérvidos y cerdos salvajes. A lo largo de toda la costa de la isla no es difícil ver enormes tortugas marinas nadando entre las olas.
   En el firmamento nocturno se divisa la Cruz del Sur. Ni rastro de la estrella Polar. Cuando la luna parece menguante, está en fase creciente. Estamos en el hemisferio austral.
Bali  
   En Bali, las estaciones del año se reducen a una. Junto a arrozales ya cosechados, es normal ver crecer espigas de arroz recién sembradas o replantadas o ya maduras. La humedad es muy alta, y el clima permanentemente templado. Con frecuencia se producen chaparrones al atardecer. La temporada de lluvias dura de noviembre a abril. La temporada seca, de mayo a noviembre, coincidiendo con el monzón del sudeste.
   Para aprovechar al máximo las aguas pluviales, los agricultores de Bali han desarrollado sistemas muy sofisticados de irrigación por terrazas. Todas las colinas están aterrazadas artificialmente para poder acondicionar huertos escalonados en sus laderas (foto009). Cuando están dedicados al arroz, cultivo que precisa de abundante agua, las terrazas son delimitadas por muretes de barro que permiten mantener la huerta inundada. Pequeñas aberturas en los muretes desplazan el agua de una huerta a otra, como vasos comunicantes, hasta que todos los terrenos de cultivo quedan adecuadamente irrigados. El sistema se complementa con una red de acequias, acueductos, pequeñas presas y canales subterráneos, que llevan el riego hasta los campos más alejados. La distribución de aguas está cuidadosamente regulada en cada pueblo o comunidad agrícola por una sociedad cooperativa llamada subak. Al caer la tarde, tras la jornada de trabajo, se puede ver a los campesinos y a sus familias bañándose en las acequias.
   La superficie media de una granja familiar es de una hectárea. Además de arroz (que se cultiva por todas las regiones balinesas hasta los 700 m de altura), los principales productos agrícolas de la isla son plantaciones de té, cacao, cacahuetes, patatas y frutas tropicales. Al norte hay explotaciones hortícolas de cebollas, coles y papayas, que crecen mejor en un clima más fresco. Se cultivan también maíz, batatas, mandioca, café, palmeras cocoteras, árboles frutales, y se elabora aceite de palma. Existe una gran cabaña de ganado bovino y porcino. La pesca es una actividad menor.
   Bali debe importar alimentos a causa de su exceso de población. En contrapartida, exporta carne de cerdo, café, copra y aceite de palma. En las últimas décadas la industria turística se ha convertido en una importante fuente de ingresos para la economía de la isla, así como la venta de artículos artesanales.
   Sí, Bali es una isla muy turística, todo el mundo lo sabe. De hecho, Bali ha estado recibiendo oleadas de viajeros ya desde los años 30 del siglo XX. Téngase en cuenta que lo que para los europeos es el lejano oriente, resulta cercano para los japoneses o los australianos. Llama, sin embargo, la atención el escaso impacto negativo que ha tenido la moderna 'cultura occidental' sobre las ancestrales costumbres, creencias y modo de vida de los balineses. Es cierto que se ha dado cierto grado de deterioro en algunos puntos de la isla copados por el turismo de masas, que han aumentado los casos de robo, que se practica la prostitución, que ha hecho su nefasta aparición el sida. Es cierto que se han producido desmadres urbanísticos en la capital Denpasar y en algunas playas de recreo, pese a la ley que prohíbe construir edificios más altos que una palmera. Es cierto que la mayoría de la población sigue viviendo de forma muy humilde, con muy escasos recursos, y que sufre la endémica crisis económica y continuas devaluaciones de la rupia que afectan también al resto de los habitantes de Indonesia. A todos estos problemas hay que añadir la irrupción en este remanso de paz que es Bali de los atentados terroristas con pretextos político-religiosos, como el perpetrado por Jemaa Islamiya en la playa de Kuta en 2002.
   Sin embargo, en un siglo de invasiones turísticas, y pese a todos los problemas y dificultades mencionados, los nativos de Bali no han perdido la afabilidad ni la sincera sonrisa con que acogen al viajero. Continúan, hoy como ayer, y de buen grado, ofreciendo al visitante extranjero toda su hospitalidad, y están siempre dispuestos a hacerle su estancia lo más agradable posible. Un motivo –pero no el único– que contribuye a que la isla de Bali siga pareciéndonos un pequeño paraíso en la Tierra.
   Y es que los balineses creen que el Cielo será exactamente como Bali.        

 

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FotoCD67
    
Bali
La isla de la eterna primavera

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Fotografías: Eneko Pastor
Realizadas en Bali (Indonesia)

   


 

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