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Varanasi. La ciudad de la muerte

La ciudad de la muerte


   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...

   (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)



   Vi el sagrado río Ganges, diosa y madre de la India, a su paso por la ciudad santa de Varanasi. De todo el país venían peregrinos a sumergirse en sus aguas en baños rituales de purificación.
   Y en las escalinatas de sus orillas se agolpaban hombres y mujeres, niños y ancianos, de todas las edades, de todas las castas y clases, unidos por una misma fe.
   Vi incinerar sus difuntos en las piras de cremación, y aventar sus cenizas en las aguas del río, al tiempo que entonaban un antiguo cántico:
    "Como el hombre deja los vestidos viejos para tomar otros nuevos, así el espíritu abandona los cuerpos viejos y se interna en los nuevos.
   Ni le hieren las armas, ni le quema el fuego, ni le mojan las aguas, ni le marchitan los vientos".

 

    El nombre original de Varanasi es Kashi, que deriva de la palabra 'kasha', que significa brillante, es decir 'ciudad de la luz' o de luminosidad espiritual. El nombre actual se cree que es combinación de Varuna y Asi, que es el nombre de los dos ríos que hay en el norte y el sur de la ciudad. Benarés, como se la conoce popularmente, es sólo una modificación del nombre debido a la existencia de una cultura cambiante.
Varanasi   Esta ciudad sagrada es la meta para millones de peregrinos, personas de cualquier condición, campesinos y santones, personajes de relevancia social y parias, hambrientos o enfermos, pero el más solemne de todos ellos es el que camina desnudo porque tiene el propósito de la santidad y todos lo ven pasar con reverencia, como si ya no perteneciese a la vida y la propia vida fuera claudicación. Son gentes que no buscan el equilibrio vital en la posesión, sino en la ausencia de deseos materiales, no en balde para quienes practican una religión que predica el carácter ilusorio de la realidad, aceptar lo efímero de las posesiones terrenales resulta algo completamente natural. 
   Lógicamente, en esta parte del mundo no se está exento de codicia y avaricia, pero la religión relativiza el valor de toda riqueza material, de ahí que no resulte infrecuente que un hombre que ha pasado toda su vida amasando una fortuna, en lugar de disfrutarla en sus últimos años de existencia, decida practicar la vida ascética.
Varanasi   Bañarse en el Ganges, dirigirse en peregrinación a alguno de los muchos lugares sagrados y que sus cenizas sean esparcidas por la corriente del río, constituyen las máximas aspiraciones de todos los hindúes. Por extraño que parezca, si bien sus aguas están contaminadas por desperdicios y cadáveres en descomposición, no transmiten ninguna enfermedad y poseen, incluso, notables propiedades.
   Las aguas del río sagrado han fluido desde el inicio de los siglos, tienen su origen en el centro del Universo y descienden a la tierra a través de los cabellos enredados del dios Shiva.
   Para cualquier hindú, budista o jain, ya sea un paria o un brahmín, la permanencia en la vida es un sufrimiento; por lo tanto, la salvación debe pasar por la aniquilación de ese sufrimiento que sólo se puede alcanzar dejando de ser, extinguiéndose en el todo, en el Dios absoluto, lo que implica huir de la rueda de las reencarnaciones.
   Para algunas de estas gentes que acuden a Varanasi el viaje ha supuesto dejar atrás semanas, quizá meses, de sacrificios y penalidades, pero todo se da por bien empleado con tal de llegar a la sublime recompensa, sumergirse en las aguas del divino Ganges.
   La alegría de los indios es la de quien sabe que el tiempo no existe. Para ellos la vida tiene un sentido muy relativo y, sin embargo, la respetan hasta el punto de que el hinduismo tomó la propia existencia vital como fundamento. 
   Con los primeros destellos del alba, las sinuosas callejuelas que conducen a los 'ghats', las escalinatas a orillas del Ganga Ma se convierten en auténticos ríos humanos. Es cuando se inician los ritos. Pobres y ricos, jóvenes y ancianos se confunden bajo las turbias aguas y en el ambiente se respira un profundo misticismo que jamás deja indiferente a quien lo contempla. Al margen de ello, deambulando por la ciudad resulta fácil encontrarse comitivas que transportan mortajas camino del 'ghat' de Manikarnika, el principal crematorio, donde las piras funerarias arden día y noche sin cesar. Varanasi o Benarés, la más importante de las ciudades sagradas de toda la India, destila esencias imperecederas. Denominada la ciudad de la muerte, es para los hinduistas la antesala de la auténtica vida, una ciudad donde las sensaciones fluyen de forma incesante.
   Después de los 'ghats' de Varanasi, las aguas del Ganges discurren silenciosas a los pies de los enormes muros de la fortaleza de Ramnagar. El agua del río limpia los cuerpos pero es el alma más que el cuerpo el que busca la pureza. Las cenizas que se diluyen en el Ganges son almas que se despiden de sus cuerpos para entrar en unión con Dios. Y lo mismo que las cenizas no son el final, sino el inicio de una nueva vida, la muerte del Ganges termina por fertilizar las tierras de su inmenso delta al llegar al mar de Bengala.
  
   Fernando Rubio

 

 

 

 

Fernando Rubio

   Barcelona (1942)
Fernando Rubio   
   Como periodista e Indólogo está vinculado al I.C.C.R. (Consejo Indio de Relaciones Culturales de Nueva Delhi). 
   
   Al margen de ello, desde 1966 ha desarrollado sus actividades profesionales en el mundo del viaje y la cultura, colaborando con UNESCO, la Embajada de la India en España y publicando reportajes en diferentes medios de comunicación, tanto a nivel español como internacional (La Vanguardia, El País, El Mundo, Viajar, Viajes e Incentivos, Turishoy, Panorama, Los Aventureros, Viajes y Vacaciones, Club, Tiempo de Aventura, Grands Reportages en París, Papeles de la India en Nueva Delhi, etc...). 
 
   A partir de 2000/01 ha venido desarrollando varios programas de trabajo en diferentes países del sudeste asiático y Africa Ecuatorial. 
 
   Estudioso de temas étnicos y antropológicos, ha organizado distintas expediciones en el continente africano y el sureste asiático, llevando a cabo vivencias personales con grupos de aborígenes y minorías religiosas en países como Kenya (masai y kikuyu), Marruecos y Túnez (bereberes), Seychelles (criollos), Siria, Jordania y Arabia Saudita (beduinos), Egipto (coptos y fellahin), Turquía (derviches), Tailandia (akha, yao y padaung), Nepal y Tibet (sherpas, newars, tamang, gurung, dolpo y tharu), India (tamils, orissa, gujaratis, bengalis, rajasthanis, parsis, sugalis) etc... 
 
   En los últimos años ha intervenido en los cursos de verano sobre la India en la Universidad Rovira y Virgili (Tarragona), aparte de dirigir diferentes simposios y pronunciar conferencias (tanto en Barcelona como en Nueva Delhi), amén de desarrollar una serie de proyectos en la India. 
 
   Ha escrito varios libros pendientes de editar y recientemente acaba de terminar "Yo maté a Gandhi". En 1996 fue finalista del Premio de Novela Fernando Lara (Planeta) con la obra "Regreso a la India".
   
Fernando Rubio 
E-mail:  frubiomila@yahoo.es

 

  

FotoCD20 
   
Varanasi

La ciudad de la muerte

Fotografías: Fernando Rubio 
Realizadas en Varanasi (Benares, India)
   
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