Exposiciones fotográficas
Tanzania, santuario de la Naturaleza
Tanzania. Cuna de la humanidad
Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...
(Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)
Vi las inacabables llanuras del Serengeti, bullentes de fauna salvaje al pie de las nieves del Kilimanjaro. Vi el cráter del Ngorongoro, con bandadas de flamencos tiñendo de rosa las aguas de su lago volcánico.
Vi una tormenta sobre la sabana. Vi elefantes disfrutando bajo la lluvia. Vi los hipopótamos y cocodrilos del Orangi River.
Vi un leopardo acechando, y las manchas sobre el oro de su piel me parecieron la escritura secreta de los dioses africanos.
Vi el país de Tanzania, el Africa de nuestros sueños, donde los animales y los hombres participan desde hace más de tres millones de años en un eterno rito de común unión con la Naturaleza.
Tanzania es un país situado en la costa Este de Africa. Su capital: Dar es Salaam. Se extiende como una inmensa planicie a los pies del Kilimanjaro, la montaña más alta de Africa. Limitado por fronteras naturales como el Lago Tanganyika, el más profundo del mundo; el océano Indico y el Lago Victoria.
A pesar de sus riquezas naturales, Tanzania es un país pobre. De poco sirven para sus habitantes sus minas de oro, sus reservas de gas natural o sus diamantes. Tampoco la población ha podido beneficiarse de la condonación de su deuda externa en enero del 2006. Sus habitantes, formados por más de 120 grupos tribales de origen bantú y masai, malviven a expensas de sus políticos y de una caprichosa ayuda externa.
Tanzania es considerada por muchos antropólogos como la cuna de la humanidad.
En Africa, cuando sale el sol, la gacela corre para no ser atrapada por el león... En Africa, cuando sale el sol, el león corre para atrapar a la gacela... Siempre, al salir el sol, la vida sigue a través de las extensas llanuras... y los animales preservan su especie a través de los siglos en un escenario único.
Tanzania, posee posiblemente la mayor población de fauna salvaje del mundo.
Albert Sorigue
Conservación de la vida salvaje
Parque Nacional del Tarangire
El parque de Tarangire debe su nombre al río que lo atraviesa. Abundan los baobabs... (foto14). Cuentan los masai que el baobab fue el primer árbol de la creación y, como se aburría, comenzó a deambular por la Tierra. Para castigarlo Dios volvió a plantarlo, pero esta vez boca abajo.
Manadas de elefantes caminan bajo una fina lluvia de mayo; miles de aves pueden refugiarse en su abundante vegetación. Cebras, kudus, y antílopes, pasean por una interminable sabana.
El lago de la vida
Parque Nacional del Lago Manyara
Situado al norte de Tanzania y cerca de la ciudad de Arusha; a los pies de la falla de Rift. La región del lago Manyara es un oasis de verdor entre las inmensas llanuras amarillas de Tanzania. Sus bosques de acacias esconden leones trepadores que se adormecen en sus ramas. Mientras, grupos de graciosos babuinos y monos azules hacen vida social por sus praderas (foto16).
Reserva de la Biosfera
Ngorongoro
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, la caldera volcánica del Ngorongoro, de 20 km de diámetro, es la mejor escenificación del paraíso africano. Entre sus rocosas paredes convive permanentemente la vida salvaje... pacen los ñus, las cebras, los búfalos y las gacelas junto a sus eternos predadores, los leones y las hienas (fotos 18 y siguientes). Miles de flamencos tiñen de rosa las alcalinas aguas de su lago (foto29).
Al amanecer, cuando los primeros rayos del sol se hunden en el cráter, la vista desde arriba es grandiosa... sin duda una de las imágenes más hermosas que ha sido regalada al ser humano (foto18).
La huella del hombre parece un sacrilegio cuando entra en este santuario propiedad de la naturaleza. El pueblo masai, que pastorea con sus rebaños, conoce, respeta y venera un espacio cuya belleza debe de preservarse para siempre.
Los Masai
Dios creó a los masai y luego les regaló el ganado... todo el ganado les pertenece.
(Fotos 35 y siguientes)
“Un grupo de hombres esbeltos y de finas facciones, da grandes saltos a la entrada de un poblado. Las mujeres sonríen desdentadas y nos adornan con sus grandes collares. Los niños, nos miran con sus grandes ojos plagados de moscas y se esconden con timidez. El pueblo Masai nos da la bienvenida.”
Los Masai, antiguos guerreros nómadas provenientes del Norte de Africa, se asentaron cerca del valle del Rift. Actualmente son pastores, su ganado es su riqueza. Creen en un dios único del cielo y de la tierra, Engaï, y su vida se rige por el sol y las lluvias.
Pueblo orgulloso que vive aferrado a sus costumbres y tradiciones; visten con llamativos colores y se adornan con collares, pendientes y gruesos filamentos de cobre.
La vida Masai transcurre plácidamente. Todo lo que necesitan se encierra cada noche en una aldea cercada por postes y espinos. Es un pueblo sabio que, dando la espalda al progreso, ha sabido sobrevivir en un mundo hostil.
Los niños Masai parecen felices. Cuidan al ganado con pequeñas manos inexpertas mientras juegan con artesanales juguetes de madera y piedra. En la escuela, cantan y aprenden a leer. Sus mayores les enseñarán, cuando sean adolescentes, todas aquellas tradiciones que hacen que el pueblo Masai siga pastoreando y conserve su cultura ancestral.
La llanura sin fin
Parque Nacional del Serengeti
El Serengeti es uno de los mayores santuarios de la fauna salvaje que queda en el Planeta y el mayor Parque Nacional de Tanzania con una extensión de casi 15.000 kilómetros cuadrados (fotos 47 y siguientes). Su nombre en masai significa “llanura sin fin” y sus paisajes se corresponden con la mítica imagen de un Africa de grandes espacios, de cielos azules salpicados de blancas nubes, de amaneceres frescos y atardeceres de fuego. Quien ha cruzado el Serengeti no podrá olvidarlo jamás.
El Serengeti es la inmensidad de Africa... no existe un más allá. Extensas nubes de polvo permiten adivinar el acompasado galopar de miles de ñus y cebras que cruzan su extensa vegetación quemada por el sol. Como hace miles de años, los animales migran agrupados por decenas de miles, buscando agua y vida. Se trata de un fenómeno casi único en la Tierra.
De vez en cuando, un grupo de rocas, los kopies (grandes piedras), rompen la monotonía del paisaje mientras que esconden familias de leones adormilados al sol. Y a lo lejos, por un sendero polvoriento, una joven leona preñada camina lentamente en busca de un lugar escondido para poder dar a luz.
El silencio, el lejano gemido de un animal herido, el bullicioso latir de la sabana, el silbido tenue del viento moviendo la hierba, el chillido agudo de los babuinos, el rugido furioso de una pelea, los cascos de los ñus golpeando el suelo, el lejano lamento de una madre llamando a su cría, el murmullo de las gacelas en época de celo... ningún hombre debería perturbar este ecosistema sagrado de la naturaleza. El Serengeti no debe morir, y su preservación debería ser uno de los retos de la Humanidad.
FotoCD46
Tanzania,
santuario de la Naturaleza
Fotografías y textos:
Albert Sorigue
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