Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...
   (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)

   Vi una ciudad surcada de canales, que por la feérica belleza de sus mansiones de tejados puntiagudos, no podía ser otra que Amsterdam.
   Contemplada desde el cielo, Amsterdam me pareció, con su red de canales concéntricos, una inmensa tela de araña que atrapaba suavemente la imaginación de sus visitantes.
   Pero Amsterdam me mostró también su lado oscuro. Vi sus calles desiertas en la noche, los adoquines del empedrado espejeando bajo la lluvia. Vi sus palacios del sexo. Vi el Barrio Rojo, y sus prostitutas tras los escaparates. Vi la silueta de una mujer solitaria esperando a la luz mortecina de una farola.
   Y al mismo tiempo veía pasar ante mis ojos hermosas chicas pedaleando sus bicicletas, que me miraban sonrientes.

   Lo que más llama la atención de Amsterdam es la sencillez de la gente y los pocos complejos que tienen, así como su forma de ver la realidad. Se respira vida y libertad.
   Pedro Martínez Alhambra

FotoCD37

Momentos de Amsterdam
Fotografías:
Pedro Martínez Alhambra

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