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Grecia clásica

El Erecteion o el refinamiento jónico

 

   El Erecteion es un templo de orden jónico dedicado a Atenea y Poseidón, uno de los más venerados de su época, erigido en 421-406 a C en la Acrópolis de Atenas. Su construcción es atribuida, aunque sin total certeza, al arquitecto Mnesicles, el mismo que diseñó los Propileos de entrada a la Acrópolis. 
    El Erecteion es célebre por su elegancia y belleza, por la perfección de sus detalles, y por la complejidad de sus espacios y volúmenes. La distribución de su planta es absolutamente insólita. Comprende un cuerpo principal rectangular de 11,63 x 22,76 metros, al que se le fueron agregando distintas cámaras anexas, provistas de pórticos próstilos de columnas y pilastras jónicas (foto13). El edificio está construido a dos niveles, a fin de salvar un escalonamiento de terreno que se Grecia clasicada en esta parte de la Acrópolis, y la disposición de sus salas está condicionada por la preexistencia de otros santuarios anteriores en este mismo emplazamiento: puntos sagrados a los que debía adecuarse el esquema del nuevo templo. Aunque muy alterada desde que fue convertida en iglesia cristiana por los bizantinos, todavía pueden adivinarse en su distribución dos partes diferenciadas, sin aparente conexión entre sí: la oriental estaba dedicada a Atenea Polias y albergó en sus días una estatua de la diosa en madera de olivo, caída del cielo según la tradición, a la que los devotos proveían de joyas y vestimentas verdaderas; la parte occidental era la consagrada a Poseidón. El templo estaba también dedicado a las deidades agrícolas, y en su interior se custodiaban gran número de estatuas votivas y toda clase de objetos sagrados. 
   El nombre de Erecteion es de origen popular. Deriva de la existencia en el edificio de una capilla dedicada al héroe griego Erectonio, aunque otros creen que el templo fue elevado en honor del legendario rey griego Erecteo (probablemente una divinidad de Atenas; según la Iliada nació en un campo de cereales y fue criado por la diosa Atenea, que le alojó en su templo; más tarde, se le asoció con la serpiente que comparte el templo con Atenea, adquiriendo atributos de espíritu de la tierra). 
Grecia clasica   La tribuna de las Cariátides es uno de los más reconocidos ejemplos de la exquisitez formal que llegaron a alcanzar la arquitectura y la escultura griegas en su edad de oro (fotos 17, 18, 19, 20). Seis jóvenes doncellas, talladas en mármol pentélico a tamaño mayor que el natural, vestidas con vaporosos peplos cuyos sinuosos pliegues realzan sus formas anatómicas, sostienen sobre sus cabezas la cornisa de la 'próstasis', o porche, que sobresale del ala meridional del templo. Perfectamente integradas en la estructura arquitectónica del edificio, y respondiendo al cien por cien a su estilo jónico, las seis cariátides orientan su mirada hacia el Partenón y hacia el camino procesional que conducía al mismo: la Vía Sacra. Su autoría se atribuye a Alcámenes, uno de los discípulos de Fidias. 
 
    El orden jónico provenía de la Jonia, región de Grecia situada en el Asia Menor (en la actual costa occidental de Turquía), una de cuyas más poderosas polis era la ciudad portuaria de Mileto. Allí se pueden ver numerosas muestras de santuarios en puro estilo jónico, entre los que destacaremos el gran templo de Atenea Polias en Priene (diseñado por el arquitecto Pitio, a quien se atribuye la erección de una de las siete maravillas del mundo antiguo: el Mausoleo de Halicarnaso), considerado como el más paradigmático en su estilo, cuyas gráciles columnas jónicas, enhiestas en medio de las ruinas de la ciudad al pie de un altísimo risco desde cuya cumbre se asoma la acrópolis, son comparables en elegancia a las columnas del Erecteion (ver fotos en Turquía clásica. Arte grecorromano en Oriente).
    El perfil del Erecteion, y el de los templos jónicos en general, supera en verticalidad al de los templos de estilo dórico. Su canon de proporciones es totalmente distinto. Las columnas son más delgadas, y están provistas de trabajadas basas con molduras y toros que se apoyan en un estilóbato, confiriendo al alzado del edificio un aspecto más etéreo. Las estrías de los fustes no moldean las cortantes aristas características de las columnas dóricas, sino que consisten en finas acanaladuras enmarcadas por cantos romos. Los capiteles son fácilmente discernibles por sus típicos pares de volutas en espiral, y están enriquecidos con otros adornos, como el astrágalo y un delicado equino de ovas (foto21). El ábaco es más plano. El entablamento se divide, al igual que en el dórico, en arquitrabe, friso y cornisa, pero todos estos elementos son mucho más ligeros en conjunto y detalles. El friso, en lugar de estar entrecortado con triglifos y metopas, corre a todo lo ancho del frontispicio, y se adorna con una sucesión ininterrumpida de relieves figurativos describiendo temas de la mitología helénica. 
   Los capiteles jónicos de doble voluta que rematan las columnas del Erecteion están considerados como los más bellos entre los producidos en Grecia (foto22). 
   El Erecteion, con sus estilizadas proporciones, sus esbeltas columnas, la delicadeza de sus esculturas, tiene algo de femenino, por contraposición al Partenón, cuya robusta solidez de raigambre doria podría en cierto sentido tomarse como un prototipo de masculinidad. 
   Cuando el Erecteion estaba a medio acabar, su construcción fue súbitamente interrumpida, a causa quizá de la desastrosa expedición ateniense a Sicilia (415-413 a C), pero fue reemprendida en el 409, y el templo se completó en el 406 a C. La reconstrucción de la Acrópolis llegó a su término dos años más tarde, aunque fue entonces cuando se produjo la derrota definitiva de Atenas en la guerra del Peloponeso, y en años posteriores sólo se añadieron edificios secundarios. 
   En época bizantina, y a lo largo de toda la Edad Media, fue aprovechado como iglesia cristiana, y tras la invasión turca, como harén del gobernador otomano. 
   A principios del siglo XIX, Lord Elgin trasladó varias piezas escultóricas del Erecteion a Londres. En el Museo Británico se exhibe una de las cariátides originales. De otra, desaparecida hace siglos, sólo se han encontrado fragmentos. Actualmente el templo ha sido objeto de drásticas restauraciones, habiendo sido sustituidas por réplicas las cariátides genuinas, con el fin de frenar el deterioro que estaban padeciendo a causa de la densa contaminación atmosférica de la Atenas actual. Las cuatro cariátides auténticas que han sobrevivido en Atenas se custodian en el Museo de la Acrópolis.  

 

 

Las esculturas arcaicas del Museo de la Acrópolis

   Construido en la segunda mitad del siglo XIX con el fin de albergar las innumerables estatuas y piezas arquitectónicas que iban saliendo a la luz en la excavaciones del lugar, el Museo de la Acrópolis ocupaba hasta hace poco un discreto espacio en el rincón suroriental de la Roca. A finales de 2007, el Museo fue trasladado al centro de la ciudad de Atenas, e instalado en un nuevo edificio de 14.000 m2, en el barrio de Makrygiani.
   En la década de 1880 arqueólogos griegos y alemanes llevaron a cabo un intenso programa de excavación de todos los terraplenes, oquedades y grietas rellenas de tierra de la Acrópolis, descubriendo la presencia de una multitud de esculturas, relieves y fragmentos de un estilo hasta entonces desconocido. Eran obras de arte en su mayoría del siglo VI y principios del V a C, de la época llamada arcaica, de cuando la tiranía de los pisistrátidas, pertenecientes a los edificios que habían sido objeto de destrucción por parte de los persas en el 480 a C. Al reconstruir la Acrópolis, los atenienses habían enterrado cuidadosamente estas piezas en el mismo sitio, pues se consideraban sagradas, y gracias a ello se pudieron salvar de los estragos del tiempo, logrando llegar en relativo buen estado hasta hoy. Muchas de ellas conservan aún restos de su policromía original.  
Grecia clasica   Se trata en muchos casos de estatuas votivas, donadas en ofrenda, que proliferaron en la época hasta superpoblar los templos y sus alrededores. Consisten en figuras masculinas y femeninas reproducidas de pie y en posición frontal. Las femeninas, llamadas 'korés' (en griego, 'korai'), son jóvenes doncellas ricamente ataviadas con tocados y sutiles vestimentas que caen en serpenteantes pliegues sobre el cuerpo, y que portan por lo general un óbolo u ofrenda en la mano derecha (fotos 262728). Lucen en su mayoría joyas, diademas, grandes pendientes discoidales, y complejos peinados con rizos, trenzas y tirabuzones. Su rostro exhibe una característica sonrisa llena de luminosidad, que proporciona aún más encanto a sus hermosas figuras, y que recuerda poderosamente a la famosa sonrisa etrusca (y no será por casualidad: el arte etrusco es coetáneo del arte griego arcaico).  
   Las figuras masculinas, llamadas 'kuros' (en griego, 'kouroi'), representan a jóvenes desnudos, en posición hierática, dando un paso al frente, y tienen la misma gracia y estilización arcaica que sus compañeras las korés (foto29). Su composición general evoca a esculturas similares muy comunes en el Egipto faraónico y en Mesopotamia, y no sería de extrañar que derivaran de éstas: hay que recordar que los griegos viajaban a Egipto (véase Herodoto), admiraban sus monumentos y obras de arte, y desde la época saíta tenían establecida una colonia comercial (Naucratis) en el Delta del Nilo.  
   La extraordinaria calidad escultórica de las korés y kuros denota que en el siglo VI a C se estaba produciendo una eclosión artística sin parangón en el Mediterráneo helenizado, un florecimiento que no surgía de forma aislada, sino que era propiciado e iba acompañado por grandes avances en los terrenos intelectual y científico. Esta fue la época de los filósofos presocráticos, cuya influencia todavía se deja sentir en el pensamiento europeo. La época de Heráclito de Efeso (536 - 470 a C) y Parménides de Elea (540 - 450 a C). Y también la de grandes matemáticos como Tales de Mileto (624 - 548 a C) y Pitágoras de Samos (572 - 497 a C). Curiosamente, el gran salto cultural del siglo VI a C no fue exclusivo de Grecia, sino que se produjo a nivel mundial: en Oriente Medio predicaba Zoroastro, y Ciro II fundaba el imperio persa aqueménida, que tantos quebraderos de cabeza iba a dar en el futuro a los griegos, iniciando al poco su expansión (más información en fotoAleph: Persepolis. El esplendor de los persas). En India, el ex-príncipe Gautama Sakyamuni fundaba el budismo, y Mahavira el jainismo. En China fue la época de Confucio y Lao-Tsé, patriarcas de la filosofía y la religión chinas.  
  
   El descubrimiento a fines del XIX en la Acrópolis de esta pléyade maravillosa de estatuas arcaicas supuso un fuerte choque conceptual para los estudiosos del helenismo, que se vieron obligados a revisar y ampliar la percepción que hasta entonces se tenía del arte griego clásico, como plasmación de los anhelos humanos de perfección y belleza, de simbiosis entre idealismo y naturalismo, en el que el hombre era centro y medida de todas las cosas. Las esculturas arcaicas revelaron la existencia previa de un estilo de representación distinto, quizá menos perfecto, pero rebosante de vida y encanto, y provisto además de un alegre colorido. El término 'arcaico' no debe inducir a engaño: las figuras, lejos de adolecer de rigidez o torpeza, están dotadas de expresión, personalidad y movimiento. Y no hay dos iguales. Cada estatua está individualizada, con distintos atuendos, peinados y joyas, con rostros tan diversos como los de los seres humanos, y todos ellos de gran expresividad y apostura.  
   Resaltemos, entre otras:  
   - La estatua votiva conocida como el Moscóforo o portador del ternero (foto23), de 96 cm de alto, que correspondería en realidad a un noble llamado Rombo, en actitud de ofrecer el animal a Atenea (hacia 570 a C).  
   - Tifón de tres cabezas y cola de serpiente, monstruo enemigo de Hércules (foto24). Fragmento escultórico en piedra caliza estucada y policromada procedente del frontón de un templo arcaico de la Acropolis (560 - 550 a C).  
   - La gran escultura de Atenea con un manto de serpientes entrelazadas, que lucha contra un gigante, extraída del grupo escultórico de la Gigantomaquia, procedente del frontón del Templo Viejo, antecesor del Partenón, restaurado por los pisistrátidas en el 525 a C (foto25).  
   - La extraordinaria colección de korés arcaicas de mármol, de lozanos rasgos juveniles y con abundantes trazas de su policromía original, fechables entre el 520 y 500 a C (fotos 262728).  
   - La hermosa estatua en mármol de un efebo atleta, atribuida a Kritios, el maestro de Mirón, y datada en el 480 a C, en el momento de transición del estilo arcaico al estilo clásico, que ya exhibe la perfección anatómica propia de la escultura griega del siglo de oro (foto30).  

 

 

Otros monumentos de la Atenas clásica

   La Acrópolis de Atenas muestra la evolución de la cultura griega a lo largo de mil años. Entre otros edificios monumentales del complejo y su entorno inmediato, destacan: 

 

   Propileos. Pórtico monumental de acceso al recinto sacro, con grandes tramos de escaleras que pasan bajo dos rangos de columnatas de orden dórico y conducen a cinco puertas. El gran vestíbulo externo estaba cubierto con un lujoso techo de mármol sostenido por vigas del mismo material, con amplios vanos entre ellas. Atribuido a Mnesicles (437 - 432 a C), su construcción fue iniciada nada más concluirse las obras del Partenón. Era el único punto de entrada a la Acrópolis, defendida en el resto de su perímetro por escarpados farallones rocosos reforzados con murallas. En el siglo XIV, una dinastía de nobles atenienses originarios de Florencia (los Acciajuoli) transformó los Propileos en una potente fortaleza, coronada por una gran torre toscana que Schliemann (el arqueólogo germano que descubrió Troya y Micenas) desmanteló en 1875. 

 

   Templo de Atenea Niké, o 'Atenea que Da la Victoria', de Mnesicles y Calicrates (448 - 407 a C). Pequeño templo asomando al abismo desde un bastión natural del promontorio de la Acrópolis, a la derecha de los Propileos. Su planta es casi cuadrada (4,14 x 3,78 m), con una fachada próstila de columnas monolíticas cuyo pórtico sobresale del vestíbulo. De orden jónico y exquisita factura desde el punto de vista arquitectónico y escultórico, el edificio permaneció intacto hasta que en 1686 los turcos lo desmantelaron para usar sus sillares de relleno en muros defensivos ante el asedio de los venecianos. Posteriormente pudo ser reconstruido, aunque gran parte de sus esculturas y relieves terminaron en Gran Bretaña. Unos pocos paneles con altorrelieves de excelente calidad, desgajados de la balaustrada que rodeaba el templo, se conservan en el Museo de la Acrópolis. Uno representa a Atenea Niké, ataviada con una barroca vestimenta, conduciendo un buey al sacrificio (hacia 415 - 410 a C, foto31). El otro muestra al mismo personaje inclinándose para desabrocharse una sandalia (foto32). Este santuario es todo un símbolo de la armonía en que convivieron los pueblos dorios y jonios bajo el gobierno de Atenas. 

 

   Estatua de Atenea Promaco, o 'Atenea que Combate en Primera Línea'. Sólo se conoce su primitivo emplazamiento, a la entrada de la Acrópolis, dando la bienvenida a los visitantes nada más atravesar los Propileos. Estatua sedente en bronce, encargada por Cimón al genial escultor Fidias, alcanzaba los diez metros de alto, y de ella dice Pausanias, el viajero y geógrafo griego del siglo II d C, que los brillos de su casco y lanza podían ser avistados a 50 kilómetros de distancia por los marinos de Cabo Sunión. El emperador bizantino Justiniano la trasladó en el siglo VI a Constantinopla y, con la conquista y saqueo de la urbe por los ejércitos de las Cruzadas a principios del siglo XIII, su rastro se perdió para siempre, así como el de su hermana del Partenón. Entre los templos de la Acrópolis se levantaban otras magníficas estatuas, algunas debidas a la mano del célebre escultor Mirón. 

 

   Odeón de Herodes Ático. En la ladera suroccidental del promontorio donde se asienta la Acrópolis. Fue mandado construir por Herodes Ático, un acaudalado romano residente en Atenas, en memoria de su esposa, y data del 161 d C. En forma de teatro romano, su colosal cavea, incrustada en el acantilado rocoso del cerro, daba cabida a cinco mil espectadores. Su frontispicio de arcadas superpuestas tenía tres pisos, y el recinto se cubría con un tejado de madera de cedro. Actualmente se sigue utilizando para representaciones teatrales y festivales de música.  
Grecia clasica  
   Teatro de Dionisos. A poca distancia del anterior, al que le unía un largo pórtico, y asimismo adosado a la colina de la Acrópolis, por su falda meridional. Construido a comienzos del siglo V a C, sustituyó a su equivalente en el ágora para la realización de obras de teatro, así como asambleas populares. Tras numerosas reconstrucciones, la mayor parte de lo que ha sobrevivido hasta hoy data de época romana, siendo sus últimas etapas constructivas del siglo III d C. Tenía un aforo de 13.000 espectadores, distribuidos en 67 filas. Los miembros de los jurados tenían asientos más amplios en la parte delantera, y los dignatarios religiosos disfrutaban de pequeños tronos en mármol, en los que aún pueden leerse sus títulos. Aquí se celebraban cada primavera los 'Dionisia', importantes festivales panhelénicos que atraían muchedumbres de todo Grecia, Asia Menor e Italia. El teatro se usaba también como local para debates ideológicos, donde se aireaban conceptos como los de libertad y democracia, y para las reuniones políticas de la 'ecclesia' o comunidad de ciudadanos que ejercía el poder ejecutivo. 

 

   Linterna de Lisicrates. Monumento conmemorativo que simboliza uno de los premios ganados en las competiciones de tragedias y comedias celebradas en el Teatro de Dionisos. Los patrocinadores de los coros ganadores erigían este tipo de elaborados memoriales en la Calle de los Trípodes, al este del teatro, para exhibir sus trofeos, que consistían en trípodes dionisíacos en bronce. El de Lisicrates sería el único que queda en pie, gracias a haber permanecido custodiado en el interior de un convento. Data del año 335 a C, y se compone de un pequeño 'tholos' o templete cilíndrico, de siete metros de alto, cuyas seis columnas adosadas son ejemplares tempranos del orden corintio y sostienen un friso que ilustra un himno a Dionisos. 

 

   Ágora. La avenida del Apóstol Pablo conduce al ágora, amplio espacio civil para reuniones públicas, precedente de los foros romanos, hoy en día un vasto recinto despoblado en el que apenas asoman los cimientos de sus antiguas construcciones (foto34). Los habitantes del barrio que ocupaba la zona del ágora fueron desalojados, y en el lugar se llevaron a cabo excavaciones arqueológicas desde 1931 a 1960, financiadas con fondos del Gobierno Griego, el Plan Marshall y el Instituto Rockefeller. Fue posible así rastrear su evolución arquitectónica desde las primeras edificaciones (correspondientes a las reformas de Solón a principios del VI a C) hasta su destrucción por las hordas bárbaras más de mil años después. Y esta evolución, en la que no faltaron experimentos y fórmulas originales, refleja la progresiva configuración de una polis democrática, con edificios que respondían a los distintos organismos y funciones cívicas de la sociedad de Atenas: políticos, religiosos, comerciales, etc.  
   En el sitio se construyó en los años cincuenta del siglo XX una fría réplica de la Stoa de Atalo, una alargada galería columnada de dos pisos sostenida por 180 columnas, con tiendas en su parte trasera, que había sido donada a Atenas por el rey de Pérgamo Atalo II en el siglo II a C.  
   En las lindes del ágora puede contemplarse el templo griego más entero y mejor conservado entre los que existen: el Hefesteion, santuario al dios del fuego y de la fragua Hefesto (foto33). Es conocido también como el Teseion, en alusión a Teseo, fundador mítico de Atenas, a cuyas hazañas está dedicada la decoración escultórica. Aunque de dimensiones más reducidas, su estructura períptera reproduce las líneas dóricas del Partenón, que lo vigila desde lo alto de la Acrópolis. El Teseion, también datado en el siglo V a C (449 - 444), es el primer gran monumento de la reconstrucción que siguió a las guerras con Persia. Ha llegado hasta nuestros días casi intacto, preservando completo su peristilo, su naos, e incluso las losas de casetones de mármol que conforman el techo. 

 

   La Torre de los Vientos. Otro monumento intacto que se conserva en la ciudad baja, cerca del ágora y al pie de la Acrópolis, es la torre levantada en el siglo I a C por el astrónomo Andrónico de Cirro, popularmente conocida como la Torre de los Vientos, a causa de los relieves que adornan la parte superior de las caras de su estructura octogonal (foto35). Cada uno de ellos representa la figura antropomorfa de un Viento (Bóreas, Euro, Noto, Céfiro, etc.), correspondiente al punto cardinal hacia el que está orientado, volando en posición horizontal (foto36).  
   En realidad, esta torre (de casi 13 metros de alto y con un diámetro de 7 m, coronada por una curiosa bóveda formada por gajos trapezoidales de mármol cuya punta se incrusta en un bloque circular que hace de clave) tenía la triple función de reloj de sol, reloj de agua y veleta. Bajo la invasión otomana se conservó intacta, ya que los turcos creyeron ver en ella el mausoleo de dos profetas locales: Sakratis y Eflatun (Sócrates y Platón).  

 

 

Grecia clásica
Tesoros de la Acrópolis de Atenas

 

Bibliografía consultada
  
- Dontas, Jorge (ex-Director de la Acrópolis y Eforo General de Antigüedades). La Acrópolis y su museo (Ediciones Clio, Atenas, 1986) 
- Levi, Peter. Grecia. Cuna de occidente. Atlas culturales del mundo, 2 tomos. (Ediciones Folio. Ediciones del Prado, 1992) 
- Martin, Roland. Arquitectura mediterránea prerromana. Sección 'Arquitectura griega' (Aguilar, Madrid, 1976) 
- Martin, Roland. El mundo griego (colección Arquitectura universal, Ediciones Garriga, Barcelona, 1966) 
- Pasquier, Alain (Conservador del Departamento de Antigüedades Griegas y Romanas del Museo del Louvre). Historia ilustrada de las formas artísticas. Vol. 3: 'Grecia'. Ilustraciones de Christiane Simon (Alianza Editorial, Madrid, 1984) 
- Pesando, Fabrizio. Atenas. La perfección de la antigüedad clásica, en 'Arqueología de las ciudades perdidas', vol. 2 (Salvat, Pamplona, 1986) 
- Pijoán, José. Summa Artis. Historia general del arte. Vol. IV: 'El arte griego' (Espasa-Calpe, Madrid, 1985) 
- Richter, Gisela M. A. El arte griego. Una revisión de las artes visuales de la antigua Grecia (Ediciones Destino, Barcelona, 1988) 
- Stierlin, Henri. Greece. From Mycenae to the Parthenon (Taschen's World Architecture, Taschen, Köln, 1997) 
- V.V.A.A. El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos, Madrid) 

 

 

FotoCD23

Grecia clásica
Tesoros de la Acrópolis de Atenas

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Fotografías: Eneko Pastor 
Realizadas en Atenas (Grecia) y Londres (Inglaterra) 
    
  


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