Colecciones fotográficas

Estambul. Entre Europa y Asia

Vestigios de Constantinopla

 

   Mostramos en esta exposición algunos de los muchos restos que quedan en Estambul de su época anterior a la conquista turca, además de ese prodigio de la arquitectura que es la basílica de Santa Sofía.
  
  
Las gorgonas de Constantinopla
  
   Poco se puede ver del Bizancio de la época grecorromana en la actual Estambul: lienzos de las murallas, la monumental columna de Constantino, el acueducto de Valente (foto51), y las colecciones recopiladas en el Museo Arqueológico. Para encontrar más hay que buscar en el subsuelo de la ciudad, y precisamente allá descubriremos algunas de las piezas escultóricas más fascinantes que esconde la antigua Constantinopla.
   El Yerebatan Sarnici o Cisterna-Basílica era una de las grandes cisternas subterráneas que fueron excavadas en Constantinopla tras su refundación, con el fin de almacenar agua potable para la ciudad. Este depósito en concreto se acondicionó en tiempos de Constantino para proveer de agua a su grandioso complejo palaciego. El líquido elemento llegaba hasta aquí por los acueductos de Adriano y Valente.
   El Yerebatan es una amplísima sala hipóstila abovedada, sumida en las tinieblas, a la que se puede descender penetrando por una discreta puerta no lejos de Santa Sofía. Totalmente inundada, de las negras aguas de la cisterna emerge un bosque de 336 columnas de capiteles corintios del siglo V d C, distribuidas en 12 filas de 28 columnas, que, con sus ocho metros de altura, soportan las bóvedas del techo (foto49). Antaño había que recorrer este estanque soterrado navegando en una barca; hoy se han habilitado unas plataformas para su visita.
  
   "Baudolino vio el vientre mismo de Constantinopla, allá donde, casi debajo de la iglesia más grande del mundo, se extendía oculta a la vista otra basílica, una selva de columnas que se perdían en la oscuridad como árboles de una floresta lacustre que surgían de las aguas. Basílica o iglesia colegial completamente invertida, porque incluso la luz, que acariciaba apenas los capiteles que se desvanecían en la sombra de las bóvedas altísimas, no procedía de rosetones o vidrieras, sino del acuátil suelo, que reflejaba la llama movida por los visitantes.
   –La ciudad está horadada de cisternas –dijo Nicetas–. Los jardines de Constantinopla no son un don de la naturaleza sino efecto del arte. Pero mira, ahora el agua nos llega solo a media pierna porque la han usado casi toda para apagar los incendios. Si los conquistadores destruyen también los acueductos, todos morirán de sed. Normalmente no se puede ir a pie, se necesita una barca."
   (Umberto Eco, Baudolino, cap. 2)
Estambul  
   Al haber descendido el nivel de las aguas, del fondo de la cisterna asoman inesperadamente unas grandes cabezas con rostro de mujer y mirada amenazadora. Son las gorgonas de Constantinopla. Grandes bloques prismáticos esculpidos con testas de gorgonas, expoliados de antiguos templos clásicos, que fueron reaprovechados por los bizantinos como pedestales para algunas columnas de la cisterna-basílica.
   Las cabezas se colocaron intencionadamente invertidas (foto50), o tumbadas de costado, los labios esbozando una sonrisa vertical, y antes no podían ser vistas al estar ocultas sumergidas bajo el agua. Parece evidente que la finalidad, más que práctica, era simbólica: he aquí toda una metáfora del triunfo del cristianismo sobre el paganismo, que era así devuelto al inframundo, y condenado a morir ahogado en una suerte de laguna Estigia. Pero hoy las gorgonas han vuelto de su tumba subacuática para perturbarnos con sus penetrantes ojos marmóreos.
  
   "Y dio un salto hacia atrás salpicando por doquier, porque en el agua la antorcha había iluminado de repente una cabeza de piedra, del tamaño de diez cabezas humanas, que se dedicaba a sujetar una columna, y también esa cabeza estaba acostada, la boca, aún más vulva, entreabierta, muchas serpientes en la cabeza como si de rizos se tratara y una palidez mortífera de viejo marfil.
   Nicetas sonrió:
   –Esta lleva aquí siglos, son cabezas de medusa que vienen no se sabe de dónde y las usaron los constructores como zócalos. Te asustas por poco..."
   (Umberto Eco, Baudolino, cap. 2)

   Una gorgona era en la mitología griega un ser monstruoso, representado como una temible mujer con cabellera de serpientes. Sus ojos poseían la propiedad de transformar en piedra todo lo que miraban. Un gorgoneion o cabeza de gorgona tenía poderes atropopaicos: protegía del mal de ojo y ahuyentaba los malos espíritus, por lo que se utilizaba como motivo escultórico en los entablamentos de algunos templos, como se puede ver en el Didimaion, cerca de Mileto.
   Homero menciona una sola gorgona, monstruo del inframundo, pero Hesiodo habla de tres: Stheno, Euriale y Medusa, hijas del dios marino Phorcis y de su esposa-hermana Ceto. En Atenas se las consideraba descendientes de Gea, la diosa de la Tierra. De las tres, Medusa era la única mortal, por eso Perseo pudo darle muerte cortándole la cabeza.
   (Ver otra representación de la gorgona Medusa en Mosaicos de Tunicia, con una decoración radial de escamas que recrea el magnetismo de su mirada, provocando un efecto hipnótico).
  
  
Estambul 
El obelisco de Teodosio
   
   La práctica de expoliar los obeliscos del Egipto faraónico para instalarlos en ciudades de Europa viene de la antigüedad. Ya los emperadores romanos mandaban trasladar estos enormes monolitos en embarcaciones para erigirlos a modo de monumentos en plazas y lugares públicos de Roma. Realizar el traslado por mar de estas pesadísimas moles de piedra constituía una auténtica hazaña, y erguirlas verticales, una proeza de ingeniería. Es fácil imaginar el asombro que produciría en los ciudadanos romanos la visión de semejante artefacto venido de lejanas tierras, una prodigiosa obra de cantería que no tenía parangón con nada conocido. ¿Qué mejor modo de simbolizar el poder del césar?
   El emperador Teodosio I siguió esta tradición, y el año 390 se hizo traer a Constantinopla un obelisco del templo de Karnak, originario del reinado de Tutmosis III (1504-1450 a C). Ordenó instalarlo en el famoso Hipódromo –hoy la plaza At Meydani–, en el punto medio de su eje longitudinal o spina (foto52).
   Se trata de un bloque monolítico de pórfido de Asuán de 20 metros de alto. Sobre sus cuatro caras perfectamente pulimentadas hay inscritos jeroglíficos de excelente factura que transcriben loas al dios Horus y al faraón.
   El interés del monumento no solo radica en el obelisco en sí, sino también en el pedestal sobre el que se sustenta. Consiste éste en un macizo bloque prismático de mármol de 6 m de alto, con sus cuatro caras visibles talladas con bajorrelieves en el hierático estilo entre tardorromano y bizantino propio de fines del siglo IV. Los relieves describen diversas escenas relacionadas con las ceremonias imperiales.
   Una cara del pedestal representa a Teodosio, rodeado de su familia, que entrega coronas a los vencedores de las carreras (foto54). En otra cara se ve a Teodosio recibiendo el homenaje de los enemigos vencidos (foto59). En otra se le ve, escoltado de su séquito y sus guardas, asistiendo a una carrera de carros (foto56). La última cara del pedestal es muy curiosa: representa, por así decir, el making of de la erección del obelisco, presenciada por los basileos de la ciudad, donde se aprecia que los obreros utilizaban cuerdas y cabrestantes (foto53). Una inscripción en griego y en latín al pie del pedestal relata la operación de levantar el obelisco, llevada a cabo en unos treinta días bajo las órdenes de un ingeniero llamado Proclos.
   Estos relieves nos dan la oportunidad de contemplar los rostros de los antiguos constantinopolitanos, y conocer con bastante precisión sus peinados y atuendos, así como las armas que utilizaban.
  
  
   
Las murallas de Constantinopla
  
   Constantinopla fue protegida a lo largo de su historia por la construcción de cuatro sucesivas murallas, cada vez de mayor perímetro, conforme la ciudad iba creciendo en superficie. La última y más larga fue la de Teodosio II, que fue comenzada en 413 bajo la dirección del prefecto Artemio, y restaurada en Estambulmúltiples ocasiones, incluso en la época otomana. Toda la población de la ciudad fue obligada a contribuir para financiar las obras. Un prefecto del pretorio llamado Constantino reforzó la muralla haciendo levantar un segundo lienzo paralelo al primero, con 82 torreones y un foso. Hoy día, el tramo mejor conservado de las murallas es el doble lienzo occidental, que separa la península histórica del continente. Merece la pena recorrer a pie su largo trazado de 5 km, jalonado de robustos torreones cilíndricos y poligonales (foto62), que va desde el Mar de Mármara hasta el Cuerno de Oro (foto61).
   Esta fue la muralla con que se toparon los ejércitos de Mehmet el Conquistador cuando asediaron Constantinopla en 1453. Se sabe que Mehmet mandó fabricar cañones especiales, los más grandes y potentes que se habían fundido nunca, para disparar contra la muralla con intención de derribarla. La intentona fue en vano: el poderoso amurallamiento resistió a sus embestidas. Si la ciudad terminó por caer en manos del enemigo fue por otro motivo: los otomanos lograron infiltrarse por una de sus puertas, la Kerkoporta, que había quedado descuidada en medio de la refriega.
   Adosados a la muralla se construyeron en diversas épocas palacios para alojamiento de los emperadores bizantinos, como el de Blanquernas, que incluía un barrio residencial, y el Tekfur Sarayi o Palacio del Porfirogéneta, del siglo XIII (foto64). De las ruinas de este último solo se conservan los muros exteriores de una torre de dos pisos, perforados de hermosas ventanas de medio punto con dovelas de mármol que alternan los colores blanco y rojo. El apelativo 'porfirogéneta', literalmente 'nacido en púrpura', hace referencia a todos los emperadores bizantinos, los últimos de los cuales habitaron en este palacio hasta que se produjo la caída de Constantinopla.
   Subsisten todavía en Estambul los restos de algunos de los muchos y lujosos palacios de la época imperial bizantina, como, por ejemplo, el Bucoleón, construido probablemente por Teodosio II en el siglo V, que formaba parte de los palacios portuarios a orillas del Mar de Mármara. Muy arruinado, todavía se distinguen tres amplias puertas de dinteles y jambas moldurados en mármol, que darían acceso a un balcón asomándose al mar (foto66).
  
  
   
EstambulUna iglesia paleocristiana
 
   San Juan de Studion es la iglesia más antigua de Estambul, anterior en un siglo a Santa Sofía. Sus ruinas, poco conocidas y apenas visitadas, se esconden cerca del punto donde la muralla de Teodosio II toca el Mar de Mármara. Actualmente, aunque fuera de uso, cumple las funciones de una mezquita, conocida como Imrahor Camii.
   En origen la iglesia pertenecía al monasterio de San Juan Bautista, fundado en 463, que tuvo gran importancia en la ciudad. Concedía el derecho de asilo, y sus monjes se destacaron por su beligerancia en las querellas iconoclastas. El monasterio fue destruido en 1204 por los cruzados que se apoderaron de Constantinopla, instaurando el efímero Imperio Latino. En 1293 fue reconstruido por el emperador Miguel Paleólogo, pero quedó arrasado durante la conquista de la ciudad por los turcos, en 1453. Finalmente fue transformado en mezquita durante el reinado de Bayaceto II. El edificio sufrió dos incendios y fue abandonado tras el terremoto de 1894, que debilitó su estructura.
   Lo único que hoy queda del monasterio son las ruinas de la iglesia (foto67). Su planta se componía de un atrio en forma de patio, un nártex o vestíbulo y la iglesia propiamente dicha, de tres naves separadas por columnas que sostienen arcos de medio punto. Parece evidente que todos estos elementos arquitectónicos están reaprovechados de otros edificios de la antigüedad romana, como lo revelan los fustes monolíticos de mármol, los enormes capiteles corintios y el entablamento con la típica decoración de molduras y guirnaldas de acanto en los arquitrabes, propia de la época clásica. Se mantienen todavía en pie los dinteles y jambas de mármol de las puertas de acceso a las naves. El pavimento de mosaicos data de la restauración de Miguel Paleólogo.

 

 

 

 

Santa Sofía
   
   La catedral de Hagia Sofia (en griego, "Divina Sabiduría") fue construida en Constantinopla bajo el patrocinio del emperador Justiniano. Es un edificio único en el mundo, una de las más grandiosas  iglesias de la cristiandad, pese a los estragos que ha sufrido a lo largo de la historia. Se trata de una basílica coronada por una cúpula, que fue construida en un periodo de tiempo sorprendentemente breve: cinco años, diez meses y cuatro días. Fue completada en 537 y sustituía a una anterior basílica comenzada en tiempos de Constantino, que había sido arrasada en la revuelta de Niká. Alcanzó su forma definitiva en 562, tras una reconstrucción de la cúpula central.
Estambul   Una leyenda recoge las palabras que Justiniano exclamó tras su consagración: "¡Gloria a Dios que me ha considerado capaz de llevar a cabo esta obra. Salomón, te he superado!"
   Sus arquitectos fueron Anthemio de Tralles e Isidoro de Mileto, ambos procedentes de Asia Menor, que eran a la vez matemáticos e ingenieros. Con una atrevida combinación de las formas estructurales, crearon un inmenso espacio interno coronado de aéreas cúpulas (foto43), como nunca antes se había visto y que continúa hoy día suscitando la admiración y asombro de cuantos visitan el santuario.
   "No sabíamos si estábamos en el cielo o en la tierra, pues seguramente no existe tal esplendor y belleza en ningún otro lugar", dejó escrito el príncipe Vladimir de Kiev, que la visitó en 987. 
   Santa Sofía fue durante siglos el centro de la vida religiosa del Imperio Bizantino. Era con creces la iglesia más grande y espléndida de toda la cristiandad. Como sede patriarcal de Constantinopla, dictaba las normas de la liturgia que sería practicada desde entonces en todo el mundo cristiano oriental. La adopción de tal normativa era generalmente espontánea y respondía al prestigio moral y cultural que detentaba la capital del Imperio.
   Aunque las basílicas cupuladas de Justiniano constituyeron el prototipo a partir del cual se desarrolló la arquitectura bizantina, Santa Sofia permaneció como un monumento único, y los posteriores arquitectos cristianos no intentaron emularla. Cuando los turcos tomaron Constantinopla en 1453, supieron apreciar la majestuosidad y belleza del edificio. Santa Sofia escapó a la destrucción, siendo adaptada al culto islámico. Los arquitectos musulmanes (entre ellos Sinan) la tomaron como modelo inspirador para la erección de las soberbias mezquitas otomanas que jalonan con sus cúpulas el paisaje urbano de Estambul.
Estambul   En planta es casi cuadrada, pero si se observa desde el interior, parece ser rectangular, pues posee dos grandes semicúpulas a este y oeste que prolongan la cúpula central, a las que se añaden cuatro cuartos de cúpula sobre exedras esquineras, mientras que a nivel del suelo está dividida en tres naves, separadas por columnas y con galerías en un piso superior. Sobre las galerías hay muros-cortina (sin funciones estructurales) a modo de tímpanos, perforados de ventanas. 
   La gran cúpula central tiene 30 m de diámetro y 50 m de altura, apoyada en los muros laterales y contrafuertes. La transición de la planta cuadrada a la redonda se realizó mediante el uso de pechinas (triángulos curvados), una innovación en la época. Una sucesión de pequeñas ventanas de medio punto rodea la circunferencia base de la semiesfera, produciendo con sus luces un efecto óptico como si la cúpula estuviera flotando en el espacio.
   La luz solar penetra en la catedral a través de otras series de ventanas que perforan las dos semicúpulas laterales y los cuartos de cúpula de las esquinas, así como los tímpanos y el ábside. Según el historiador contemporáneo Procopio, "se podría decir que su interior no estaba iluminado por el sol de fuera sino por una radiación generada interiormente, tal es la abundancia de luz que baña el entero santuario." (Fuente: Rowland J. Mainstone, Hagia Sophia. Arquitecture, Structure and Liturgy of Justinian's Great Church. Thames and Hudson, 1988).
   Las columnas son de un mármol muy fino, escogidas por su color y veteado, mientras que las partes bajas de los muros están revestidas con losas de mármol (foto44). Los capiteles y cornisas están tallados con un profundo cincelado que semeja labor de filigrana (foto45): los componentes formales son los propios de la época clásica, pero el estilo es más esquemático. El resto de la decoración original de tiempos de Justiniano, incluyendo la mayor parte de los mosaicos que embellecían la zona alta de los muros y el techo, ha desaparecido. Si sabemos de su existencia es por las elogiosas descripciones de los escritores antiguos.
   Desde el siglo III d C, y coincidiendo con los movimientos sociales que se produjeron con la progresiva disgregación del Imperio Romano, empezaron a aparecer nuevos campos en el empleo del mosaico, como la ubicación de imágenes sagradas en lugares destacados de centros de culto, tendencia que adoptaron los cristianos primitivos y que se desarrolló en el arte paleocristiano. Pero serán Constantinopla y el Imperio Bizantino los grandes impulsores, los que conducirían hasta su culminación las posibilidades plásticas del mosaico, convirtiendo este medio decorativo en seña de identidad y consustancial rasgo de estilo del arte bizantino. 
Estambul   Los historiadores han investigado la influencia de la Iconoclastia (la polémica en torno a las imágenes que se dio en los siglos VIII y IX) en la evolución del arte bizantino. Los mosaicos reflejan a este respecto muy pocos cambios. Así parece desprenderse al examinar los mosaicos de Santa Sofía, realizados poco tiempo después de la época iconoclasta. Formando parte de la nueva decoración que experimentó la catedral en la segunda mitad del siglo IX, extensas superficies murales fueron revestidas de mosaicos (foto46). Su técnica y colorido, con una preferencia por los tonos claros y las líneas definidas, así como los efectos de brillo creados por la inclinación de las teselas doradas, revelan un lazo de continuidad con la tradición del arte bizantino temprano. La preocupación por la luz se acentúa: los fondos dorados y plateados se combinan para dotar a las figuras de un aura resplandeciente. Estilísticamente se exploran nuevos caminos. En los rostros de las figuras, las teselas son más pequeñas y de trazados más sinuosos (foto47). También se altera la distribución de los personajes. En el ábside de Santa Sofía aparece la Virgen con el Niño sentada en medio de un amplio fondo de oro. Es una de las primeras imágenes de madonna en majestad del arte cristiano. La tendencia a representar figuras al modo de los iconos, inmóviles y aisladas en un fondo dorado, tiene precedentes pre-iconoclastas, pero del siglo IX en adelante fue el programa iconográfico dominante de las iglesias. De estas imágenes de santos y personajes divinos, dispuestos en hileras en las galerías altas, solo unas pocas han sobrevivido. Por dibujos del siglo XIX podemos saber que representaban profetas, obispos y ángeles, y en el centro de la cúpula probablemente había una imagen de Cristo.
   El arte romano del moldeado en bronce pervivió durante el Imperio Bizantino. Las primeras obras que se conservan son precisamente las puertas de bronce de Santa Sofía, que llevan la fecha de 838. Sus paneles muestran monogramas y damasquinados grabados en plata, y están enmarcados con bordes tóricos ornamentados con relieves de roleos y cabezas de clavo.
   Tras la toma de Constantinopla en 1453 por los turcos otomanos, que rebautizaron la ciudad como Estambul, Santa Sofía y otras iglesias bizantinas fueron transformadas en mezquitas. El mobiliario litúrgico fue expoliado. Los mosaicos de Santa Sofía fueron recubiertos con una capa de pintura blanca. La cruz sobre la cúpula fue sustituida por una luna creciente. Custodiando sus cuatro esquinas, se erigieron otros tantos minaretes. 
   En 1934, Santa Sofía fue secularizada por Atatürk. Actualmente el edificio está fuera de culto y tiene el rango de museo nacional.
  
  
  
La pequeña Santa Sofía
  
   Esta iglesia ubicada al sur del Hipódromo es contemporánea de la de Santa Sofía. Formaba parte del palacio de Hormisdas y estaba consagrada a San Sergio y San Baco. Los estambulinos la conocen como Küçük Hagia Sophia (= 'Pequeña Santa Sofía') por sus similitudes con la gran basílica bizantina (foto68).
   La mandó construir el emperador Justiniano entre 527 y 536, para cumplir un voto que prometió cuando iba a ser ejecutado por conspirar contra su predecesor Anastasio. La iglesia se convirtió en un lugar de peregrinación en el siglo XII. Fue reconvertida en mezquita bajo el reinado de Bayaceto II.
   Su planta es un cuadrilatéro irregular en el que se inscribe un octógono formado por las columnas que sustentan la cúpula. La nave central, precedida por un nártex, se compone de dos pisos de columnas, algunas de las cuales llevan todavía el monograma de Justiniano y Teodora. La distribución de espacios, con sus exedras, cúpulas y semicúpulas, reproduce en dimensiones más reducidas las formas de la gran basílica de Santa Sofía, logro máximo de la arquitectura en tiempos de Justiniano.
   Otra iglesia de la misma época es Santa Irene, que se levanta en los aledaños de la basílica de Santa Sofía. Fue uno de los primeros templos cristianos de Constantinopla, reconstruido por Justiniano en 532, y agrandado por León Isauriano en el siglo VIII. Tras la conquista de la ciudad por los turcos, el edificio fue convertido en arsenal. Consta de planta basilical, precedida por un nártex, con el crucero coronado por una cúpula (foto69). Como en la basílica de Santa Sofía y la iglesia de San Sergio y San Baco, algunos capiteles muestran el monograma de Justiniano y Teodora. Esta iglesia está actualmente fuera de culto y se utiliza para ofrecer conciertos de música clásica. Tuvimos ocasión de escuchar allí obras de Sarasate.
  
  
Estambul  
San Salvador de Chora
  
   La mezquita llamada Kariye Camii es en realidad la iglesia de San Salvador de Chora, del siglo XIII, que fue reconvertida en mezquita tras la caída de Constantinopla. Se encuentra en el barrio de Chora, cerca de la muralla de Teodosio II (foto70).
   En este lugar había originariamente un monasterio bizantino del siglo VI. La iglesia actual fue en parte financiada por María Dukas, sobrina de Isaac Comneno, hacia finales del siglo XI. El ábside y la cúpula se construyeron hacia 1200. Teodoro Metoquites (1270-1332), primer ministro de Andrónico II, añadió el exonártex (una nave paralela al nártex o vestíbulo) y el paraclesion (una capilla funeraria adyacente a la nave principal).
   Muros, bóvedas y cúpulas de San Salvador de Chora están totalmente revestidos de mosaicos de fondos dorados y frescos bizantinos de excelente calidad –datados entre 1315 y 1321–, que describen escenas de la vida de la Virgen y de la genealogía de Cristo, su infancia y sus milagros. Otros paneles muestran retratos de apóstoles, santos, mártires y padres de la Iglesia.
   Llama la atención la homogeneidad de estilo de los mosaicos y los frescos, que parecen realizados por la misma mano. De hecho hay un detalle gráfico que aparece como un leitmotiv y es un determinado pliegue de las túnicas de los personajes, cuya forma de plegado cayendo en forma de voluta se repite en numerosas figuras. Se dice que el artista lo hizo deliberadamente como una especie de 'firma de autor'.
   La nave central, de planta cuadrada, está coronada por una gran cúpula y prolongada por un ábside. En el paraclesion, de nave estrecha y alargada, con un coro y una cúpula central, destacan los extraordinarios frescos del ábside, muy bien conservados, que ofrecen una representación de la llamada Anastasis (o descenso de Jesús a los infiernos tras su resurrección). Jesucristo, enmarcado en una mandorla, y flanqueado por dos grupos de hombres santos, saca a Adán y Eva de sus tumbas (foto76). Este episodio de la vida de Cristo no aparece en los evangelios canónicos, sino en un evangelio apócrifo: el de Nicodemo.
   "Y el Rey de la Gloria entró en figura de hombre, y todas las cuevas de la Furia quedaron iluminadas. (...) Entonces el Rey de la Gloria, aplastando en su majestad a la muerte bajo sus pies, y tomando a nuestro primer padre, privó a la Furia de todo su poder y atrajo a Adán a la claridad de la luz". (Evangelios apócrifos. El Evangelio de Nicodemo)
   Hoy San Salvador de Chora es un templo, como Santa Sofía, fuera de culto. Ni iglesia ni mezquita: un museo.
Estambul   
  
   
Museo Arqueológico
  
   El Museo Arqueológico de Estambul alberga las mejores colecciones de escultura pre-clásica y clásica de Turquía. Entre la infinidad de obras de arte que se exhiben en sus salas, destacan los sepulcros procedentes de Licia y de la necrópolis de Sidón (Líbano), como el llamado 'Sarcófago de Alejandro', del siglo IV a C, que por la exquisitez y delicadeza de su decoración escultórica hubiera podido muy bien ser una tumba digna del conquistador macedonio.
  
   "Alejandro creía que el modelo de ciudad griega merecía ser diseminado por toda Asia (...) y esta creencia fue su contribución más duradera a la historia."
   (Robin Lane Fox, Alejandro Magno, conquistador del mundo)
  
   Nuestra selección fotográfica incluye un retrato de Alejandro Magno, personaje que tan decisivo papel desempeñó en la historia de Anatolia. Se trata de una cabeza tallada en mármol, la mejor conservada entre las que se conocen de Alejandro y, al decir de algunos estudiosos, la que guarda el mayor parecido físico. Fue esculpida en Pérgamo durante el reinado de Eumenes II (197-156 a C), influenciada en su estilo por otros retratos de Lisipo, y formaba parte de una estatua de cuerpo entero instalada en una casa que dominaba el ágora baja de esa ciudad.
   Presentamos también tres piezas escultóricas que dan fe de la calidad y refinamento que alcanzó el arte de la escultura en Asia Menor durante el periodo grecorromano:
   - Dos lápidas funerarias con bajorrelieves de figuras masculinas, de época griega (foto96).
   - Detalle de un friso con relieves de la Gigantomaquia, o combate mítico de los griegos contra los gigantes (personajes dotados, en lugar de piernas, de extrañas extremidades con apéndices serpentiformes), de época romana (foto97).

 

 

FotoCD120 

Estambul
Entre Europa y Asia

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