Exposiciones fotográficas

Por el Atlas magrebí

Recorriendo el Atlas


   Atlas, el inmenso, se convirtió en una montaña; la barba y el pelo se transformaron en bosques, los hombros en acantilados, las manos en cordilleras; donde había estado su cabeza surgió una altísima cumbre; sus huesos se hicieron de piedra. Entonces cada parte creció de forma desmedida (como ordenaron los dioses) y sobre sus hombros descansó toda la bóveda del cielo con las innumerables estrellas.
   Ovidio. Metamorfosis, 4, 627

 

   El Atlas marroquí se compone de tres cordilleras concatenadas –el Atlas Medio, el Alto Atlas y el Anti Atlas–, la sucesión de las cuales divide diagonalmente a Marruecos en dos zonas climáticas: el noroeste fértil y el sudeste seco. Más al sur comienza el desierto.
Atlas magrebi   El nombre de 'Atlas' proviene de la mitología griega. Según algunas versiones, el titán Atlas reinaba en el noroeste de África, donde tenía un árbol que daba frutos de oro, con un dragón vigilándolo. A este reino se dirigió Perseo tras haber dado muerte a la Medusa; se presentó como hijo de Zeus y pidió hospitalidad a Atlas. Pero éste rechazó a Perseo, exigiéndole que se marchara del país. Entonces Perseo sostuvo la cabeza de Medusa –cuya sola mirada petrificaba– ante los ojos de Atlas, transformándolo en una gigantesca roca y condenándolo a sostener eternamente la bóveda celeste. A este inmenso macizo rocoso se le dio el nombre de cordillera del Atlas. Se decía que estas montañas eran tan altas que tocaban el cielo, aunque sus bosques eran tan espesos que imposibilitaban la ascensión. 

       
   
Marrakesh. La ciudad roja del sur
   
   Nuestro recorrido tiene su punto de partida en Marrakesh, la mayor ciudad del sur de Marruecos y la tercera más poblada del país, después de Casablanca y Rabat.
   Cronológicamente Marrakesh es la segunda ciudad imperial de Marruecos (siendo Fez la primera, y las posteriores Rabat y Mequínez), al haber sido la sede central de un reino que, en el siglo XI, dominó gran parte del Magreb y el sur de España. 
   Del término 'Marrakesh' (también escrito Marrakech) derivan los topónimos con que se conoce al país (cuyo nombre oficial es 'Al-Magreb') en los distintos idiomas europeos: Marruecos, Maroc, Morocco... 
   La ciudad de Marrakesh se asienta en la zona media de la fértil llanura de Hauz, al sur del ued Tensift. Encrucijada de caminos, comunica el norte y la costa con las montañas del Atlas y el Sahara. De Marrakesh parte la única carretera que atraviesa el Alto Atlas para conectar con las regiones presaharianas de Marruecos. 
   A Marrakesh acuden con regularidad los habitantes de todo el sur de Marruecos. Los campesinos llevan sus verduras, frutas y hierbas raras a vender en los zocos. Los artesanos traen tejidos hechos a mano y cacharros de alfarería para la venta ambulante. Con los residentes se mezcla una población flotante de gentes venidas del Atlas, del Anti Atlas, del valle del Sus, del Sahara, convirtiendo a Marrakesh en un activo nudo de intercambios comerciales.
   La vida se concentra de día (foto01) y de noche (foto02) en la plaza Jemaa el-Fna para sorprendernos con la universalidad de sus facetas mercantiles (naranjas, especias, dentaduras, animales...) y de sus personajes humanos (aguadores, encantadores de serpientes, cuentacuentos, acróbatas, adiestradores de monos, tatuajes…) extraídos de un entorno medieval con sus encantos, su ruido y sus olores.
   La medina de Marrakesh fue incorporada por la Unesco al Catálogo del Patrimonio de la Humanidad en 1985. Este organismo ha calificado también las literaturas de transmisión oral como un patrimonio cultural inmaterial que es necesario proteger en todo el mundo, y ha señalado expresamente la tradición de los contadores de cuentos de la plaza Jemaa el-Fna de Marrakesh como ejemplo de la riqueza inventiva que pueden atesorar esos relatos y leyendas que han viajado de boca en boca, de generación en generación, sin haber sido nunca registrados por escrito.

   Exposición en fotoAleph: Marrakesh. La puerta al corazón del Magreb

  
   
Atlas magrebiValle del Urika

   A pocos kilómetros al sudeste de Marrakesh emprendemos la ascensión por las agrestes estribaciones del Alto Atlas. El paisaje se transforma completamente y lo mismo ocurre con la tipología arquitectónica de los pueblos de las montañas.
   Sinuosa y pintoresca es la ruta que penetrando en la montaña remonta el cauce del río Urika (Ourika, foto03). En las casas o pueblos fortificados (ksur) de la cordillera del Atlas se confunden las estructuras marrones de los tejados con el color de las arcillas de las colinas a las cuales se encuentran sujetos (foto04). 
   En esta región se recolectan semillas de argán (oro marroquí) que proceden de un árbol multifuncional, porque sus hojas alimentan a las cabras y sus semillas se utilizan para obtener aceite y harina de uso muy variado en alimentación y cosmética, tal como puede observarse en los talleres manuales de la región (foto05).
   El argán, argania spinosa, es un árbol de la familia de las sapotáceas, endémico de los semidesiertos de sudoeste de Marruecos, que vive entre 150 y 200 años. Está considerado como una reliquia de la era terciaria. Espinoso, de porte parecido al olivo, produce unos frutos que segregan al ser prensados un aceite fuertemente aromático. Es frecuente ver arganes cuyas ramas están llenas de cabras: estos animales se las arreglan para trepar a las copas de los árboles y devorar sus frutos. En 1998, la Unesco declaró Reserva de la Biosfera una zona de más de 2.560.000 hectáreas al sudoeste de Marruecos en la que crece el argán, que incluye las ciudades de Agadir y Esauira.

   
   
   
Puerto de Tizi N'Tishka

   Serpenteando por un macizo montañoso con valles profundos, altas cimas (Tubkal, 4.167 m) y escarpadas gargantas horadadas por la fuerte erosión de sus incisivos ríos (foto06), el puerto de Tizi N'Tishka es, a sus 2.260 m, el punto más alto de la carretera que lleva de Marrakesh a los valles presaharianos del Draa y del N'Gorka atravesando el Alto Atlas.

   
   
Atlas magrebi   
El ksar de Ait Ben-Haddu

   El ksar de Ait Ben-Haddu, situado en la orilla izquierda del afluente Mellah (foto07), constituye un conjunto de kasbas adosadas entre callejuelas tortuosas que ascienden por la falda de una colina, construidas con el adobe de la tierra ocre-rojiza del lugar, decorados sus muros con dibujos geométricos (foto08) y adaptándose en extensas terrazas. Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1987, Ait Ben-Haddu ha sido escenario cinematográfico para películas como Lawrence de Arabia y Gladiator entre varias. 
   Su extraordinario conjunto de edificaciones de adobe supone un amplio muestrario y un buen resumen de las técnicas constructivas presaharianas del otro lado de la cordillera del Atlas magrebí.   
   El ksar (= alcázar; plural: ksur) de Ait Ben-Haddu está constituido por seis grandes kasbas (= alcazabas) fortificadas, probablemente erigidas en el siglo XVIII con técnicas muy arcaicas. Estas técnicas consisten en la construcción de muros de adobe, murallas de varias hiladas de ladrillos o piedras, ladrillos moldeados y secados, motivos decorativos geométricos en ladrillo crudo en las partes superiores de los edificios, etc. Las fortalezas y viviendas están tan densamente imbricadas que forman un todo compacto, un conglomerado inextricable de edificaciones por el que se circula por un laberinto de callejas y pasajes cubiertos que van trepando por la montaña, desde lo alto de la cual se divisa una extensa panorámica de la región, con las crestas nevadas del Alto Atlas como telón de fondo.
   Un llamativo granero-fortaleza corona la montaña a la sombra de la cual se asienta el ksar de Ait Ben-Haddu. Este tipo de graneros colectivos se denomina 'agadir' o 'igrem', y es frecuente en el Marruecos meridional. Su carácter defensivo es aquí muy evidente, dado su emplazamiento dominando el pueblo y el sistema de fortificaciones que enlaza el ksar con el granero, que posibilita utilizar éste como último bastión en caso de asedio. En regiones donde no era posible un fuerte control administrativo centralizado, la fortificación de casas y edificios comunales era necesaria para la seguridad tribal.



   
   
Skura, un oasis

   En el palmeral de Skura (o Skoura), un oasis seducido por la vegetación lujuriosa de sus palmeras, se oculta un conjunto de maravillosas kasbas (foto09).
   Una de las más grandes y complejas es la de Amerhidil, pero destacan también, diseminadas entre los espesos bosques de palmeras datileras, las impresionantes kasbas de El Kebbaba, Dar Aichil, Dair Ait Sidi el Mati y Dair Ait Sus, así como el granero-morabito de Sidi Mbarek, coronado por una cúpula. 
   La ornamentación de ladrillo mitiga la severidad de muchas construcciones norteafricanas, y lo mismo ocurre en Skura. La parte baja de sus kasbas suele ser de barro estratificado, mientras que la parte alta es de ladrillo crudo dispuesto en forma de entrantes y salientes que forman arcadas, nichos y diseños geométricos. 
Atlas magrebi   Pueblan el gran palmeral de Skura –donde el cultivo predominante, aparte de los dátiles, son los rosales para fabricar la reputada agua de rosas– los bereberes arabizados, habiendo desaparecido los hebreos, que emigraron tras la creación del estado de Israel. Los pocos que se quedaron en Skura se fueron convirtiendo al islam, con el fin de evitar la discriminación.

   
   
   
Valle del Dades

   El río Dades recorre un largo valle en el cual las vertientes desérticas contrastan con el verde que serpentea junto al cauce del río y sus afluentes. De forma dispersa se alternan las kasbas de colores entre marrón y ocre camufladas en las vertientes rocosas del valle (foto11). Las casas y su entorno fértil contrastan con la aridez del contexto (foto10), manteniendo un colorido camuflaje entre la tierra y la obra del hombre.
   El Dades nace entre el monte n'Tizi Mkorn (3.223 m.) y la cadena principal del Atlas, al norte de Msemrir, para dirigirse hacia el sur abriéndose camino entre las escarpadas crestas rocosas y tallando abruptos cañones y barrancos, entre los que destacan por su belleza las célebres gargantas del Dades. Entre éstas y la ciudad de Bumaln se despliegan una serie de pequeños pueblos fortificados de adobe o ksur, cada uno con un conjunto de magníficas kasbas de soberbio perfil turriforme, en medio de un espectacular paisaje de caprichosos plegamientos orogénicos. Aquí ya no se ven palmeras, sino otro tipo de árboles frutales más adaptados a la altitud. 
   Sobresalen por su belleza las kasbas de Ait Larbi, con sus altas y delgadas torres troncopiramidales, embellecidas con tracerías de ladrillo y rematadas por pináculos. Hoy la mayoría de las hermosas kasbas del Dades están semiabandonadas, siendo utilizadas únicamente de establo o almacén para guardar aperos de labranza. 
   Cuando los judíos fueron expulsados de España en 1492, un buen número de familias sefardíes se instalaron en el valle del Dades, sumándose a los hebreos que ya moraban allí desde siglos antes.

   
   
Atlas magrebi  
Las dunas del erg Chebbi

   Se conoce como 'erg' a una zona del desierto caracterizada por una gran acumulación de arena, generalmente en forma de dunas, por contraposición a 'hammada', que designa a una llanura desértica compuesta de piedras y tierra.
   El erg Chebbi es un campo de dunas de arena del Sahara marroquí, de 40 km2 de extensión y con dunas de más de 170 m de altura que se extiende cerca de Merzuga, al este del valle del Tafilalt. Allí se puede convivir con los camellos (foto12), y sus protectores los tuaregs (foto13), personajes ausentes con una filosofía de vida contemplativa, amantes de los sonidos guturales y el sonido sigiloso del viento del desierto (foto14)… siempre inmersos en cantos, historias y leyendas del más allá, descansar en jaimas, y sentir en silencio, bajo la bóveda celeste, la inmensidad del universo y la pequeñez del ser humano.
   Si al atardecer, bajo el crepúsculo solar (foto16), uno pasea descalzo sobre la arena puede contemplar los colores y reflejos variantes que la luz del sol crea en las dunas y así experimentar cierto placer hedonista al sentir todo el calor que desprende el desierto (foto15).


   
   
   
Rissani y el valle del Tafilalt

   Antigua Sijilmassa, Rissani es el centro de tráfico mercantil más importante del Tafilalt (foto17), en el cual se concentra la vida rural para el intercambio de animales y productos agrícolas diversos (foto18). 
   El fértil valle del Tafilalt está situado en la confluencia de dos ríos que bajan del Alto Atlas: el Ziz y el Rerís. Siendo muy escasas las lluvias, la economía agrícola de la región depende exclusivamente de las crecidas periódicas de estos dos cursos de agua, que riegan los palmerales y huertos a lo largo de una ancha franja de terreno llano. 
   El Tafilalt ha desempeñado a lo largo de la historia un papel esencial en la política y la economía de Marruecos. Fue pasillo de tránsito en las rutas comerciales de oro y esclavos procedentes de Sudán o Guinea y por ello se convirtió en una región próspera, disputada por todas las dinastías que han reinado en el Magreb. Aquí tuvo sus orígenes la casa real alauita, última y más longeva de todas las dinastías regentes del país, fundada en el siglo XVII y que sigue actualmente en el trono encarnada en Mohamed VI, hijo primogénito de Hassan II y nieto de Mohamed V, primer monarca de Marruecos tras su independencia. 
   Sin embargo, hoy en día no quedan en el Tafilalt sino unos escasos restos de la que fue una populosa y ajetreada urbe comercial, que difícilmente permiten hacerse una idea del grado de prosperidad y lujo alcanzado en su tiempo por sus habitantes. La deforestación, las devastaciones provocadas por las crecidas, y el lento pero inexorable avance de las arenas del desierto han ido borrando poco a poco las trazas del esplendor de antaño. 
   Las muy exiguas ruinas de la que fue capital del Tafilalt, la ciudad de Sijilmassa (fundada, según León el Africano, por un general romano, un tal Sigillum Massæ, aunque tal teoría ha sido cuestionada), yacen hoy olvidadas y en pleno proceso de desmoronamiento a las afueras de la ciudad de Rissani, la actual capital. De aquella urbe de más de 100.000 habitantes, eterna rival de los sultanes de Fez y Marrakesh, que contaba con centenares de castillos y fortalezas, los arqueólogos no han hallado en la actualidad sino unos pocos precarios muros de adobe y guijarros, medio enterrados en la arena. 
   En el valle del Tafilalt puede admirarse, no obstante, una excepcional sucesión de hermosos ksur presaharianos, construidos algunos totalmente en adobe (a excepción de las murallas, que son de piedra), en un estilo arquitectónico que sólo se da en esta zona. Desprovisto por lo general de las afiladas torres y torretas que distinguen los pueblos fortificados de más al sur, un ksar del Tafilalt nos ofrecerá un perfil más horizontal y bajo, pero atravesado el gran portal de entrada nos encontraremos con una populosa aldea escondida tras las murallas, recogida y oscura, con un dédalo de calles cubiertas como largos y negros túneles, donde las tinieblas sólo son rasgadas de vez en cuando por un rayo de sol que se filtra por una rendija. Es un urbanismo pensado para soportar los rigores del sol, la lluvia y las tormentas de arena. No en vano estamos a orillas del Sahara. 
   En toda la franja verde del valle, y sobre todo en los alrededores de la ciudad santa de Rissani, encontraremos decenas de ksur y kasbas, perdidos entre los palmerales y las dunas, además de morabitos y mausoleos salpicados entre los campos de cultivo rodeados de muros de adobe. 
   El sultán alauita Mulay Ismail construyó en Rissani una kasba (imitada posteriormente por otros sultanes, que terminaron por dotar al Tafilalt de un notable conjunto de palacios fortificados), y un extenso y complejo ksar para residencia de la parentela regia, que todavía hoy subsisten. 

   
   
   
Tinerhir y la garganta del Todra

   En el lugar en el cual el río Todra, descendido del Alto Atlas, cambia su curso bruscamente hacia el este se extiende el oasis de Tinerhir, célebre por sus palmerales (foto21) y su pléyade de ksur y de kasbas. Es uno de los rincones más bellos y más frondosos de Marruecos. 
Atlas magrebi   El antiguo mercado del lunes del Todra estaba ubicado donde hoy se levanta el gran pueblo de Tinerhir, centro administrativo e importante encrucijada de rutas, a medio camino entre el Tafilalt y el Draa, y era compartido en el siglo XIX por las tribus de Ait Todra, Ait Atá y Ait Mergad. Actualmente el mercado sigue funcionando los lunes. 
   En los ksur de Tinerhir, los hombres sentados en grupo por el suelo conversan animadamente y observan la maravilla de una puesta de sol entre palmeras. Las mujeres regresan del campo bien erguidas, portando en sus cabezas el fruto de la recolección diaria.
   Esta antigua guarnición militar despliega sus casas de adobe en forma de terrazas junto a un soberbio palmeral, uno de los más vastos de Marruecos. La aglomeración esta coronada por las ruinas de una gran kasba erigida en la cumbre de una colina desde donde se divisa el verde oasis a ambas orillas del río Todra. 
   Ascendiendo este río por los innumerables senderos que se abren paso entre los vergeles y pequeños campos circundados de tapias de adobe e irrigados por acequias, se llega al cabo de unos quince kilómetros a la impresionante garganta del Todra (foto22). Tras contemplar la fuente de los peces sagrados, la garganta, cortada a tajo por las aguas del río, se transforma en un desfiladero extraordinariamente angosto entre unos descomunales acantilados calcáreos de más de 300 m de vertical, que durante un tramo sólo dejan ver una estrecha franja de cielo en lo alto. Al pie mana una fuente cuyas aguas tienen reputación de curar la esterilidad femenina.



   
   
   
Valles del Alto Atlas

   El macizo oriental del Alto Atlas está constituido por Midelt e Imilchil y culmina en el jebel Ayachi (3.737 m). En este valle retenido por los pueblos de Agudim, Amurguer, Imilchil y Uterbat se ha creado un parque nacional poblado por una reserva de cabras salvajes y otros animales alpinos.
   La actividad pastoril es muy importante en la parte oriental de la cadena del Alto Atlas dada la escasa agricultura de estos pueblos tan áridos (foto24).
   Imilchil, una antigua kasba, hoy centro administrativo, se asienta en los territorios del influyente clan bereber de los Ait Haddidu.
Atlas magrebi   En este lugar persisten leyendas relacionadas con las cercanas lagunas Tislit e Isli (foto23), los lagos de 'la novia' y 'el novio', alimentados por las lágrimas de los protagonistas de un amor prohibido, que pertenecían a clanes enemistados.
   Los días de mercado se reúnen todos los habitantes del valle para intercambiar y reponer sus despensas (foto25).
   Cada mes de septiembre se celebra aquí un mussem o feria que congrega a unos 30.000 nómadas de las montañas circundantes, que plantan sus jaimas en las inmediaciones de Imilchil durante más de una semana y ponen en marcha un gran mercado donde se compran y venden corderos, simientes, cereales, especias, tejidos y todos los pertrechos necesarios para sobrevivir al duro invierno que se avecina. 
   Es una buena oportunidad para renovar los lazos familiares, y para que las jóvenes casaderas encuentren un buen marido. De ahí su nombre de 'feria de las novias'. Las chicas se adornan para la ocasión con sus mejores joyas y atuendos. Se organizan también danzas folclóricas. 

   
   
   
Valles del Medio Atlas

   Por pistas que descienden por los bordes de vertiginosos barrancos de casi 3.000 m de altura, nos introducimos en el Medio Atlas hasta llegar al nacimiento del río Om M’Rbia uno de los más caudalosos del país, donde podremos convivir con una familia bereber entre chozas y animales. Las fuentes y cascadas que brotan en la tierra calcárea forman un paisaje impresionante. Desde una plataforma situada por debajo del sendero se puede contemplar la fuerza del río más grande de Marruecos (foto26). Algunas chozas instaladas al borde del agua se aderezan con telas y tapices para acampar una noche o tomar un té contemplando el movimiento de las aguas bravas (foto27).
   
   En la ruta hacia Fez atravesamos bosques de cedros para observar una población de macacos humanizados, sedientos y hambrientos, que se hallan en régimen de libertad plena (foto29).

   
      
   
Fez. La ciudad santa
   
   Fez (o Fès, en árabe Fas), situada en la cuenca del río Sebú, es la capital de la provincia de Fez, en Marruecos.
   Es la cuarta ciudad más poblada de Marruecos y la más antigua de sus cuatro ciudades imperiales (las otras son Marrakesh, Rabat y Mequínez). Su posición geográfica privilegiada, al extremo oriental de la fértil llanura del Sais, en un cruce de importantes rutas norte-sur y este-oeste, propició el inusitado crecimiento de la ciudad y su consagración como capital política del sultanato idrisí (siglo IX), el primer imperio que surgió en el Magreb occidental desde la caída del Imperio Romano.
Atlas magrebi   Fez, además de un importante centro comercial, es la metrópolis espiritual de Marruecos, una ciudad noble, instruida y creativa, poblada por artesanos, mercaderes, estudiantes y gentes letradas, y celosa guardiana de la herencia cultural de la civilización hispano-morisca.
   El trazado urbano de la medina antigua de Fez, un inmenso laberinto de estrechas calles, pasajes cubiertos, escaleras, pasadizos y callejones sin salida que se abren paso ramificándose entre apretadas y verticales casas, fue organizado desde sus orígenes de modo que la urbe se integrara en el medio natural que la rodea, asentándose sobre las faldas de las colinas en torno al ued Fez, y facilitando por medio de puentes la comunicación entre sus dos orillas. 
   Esta medina milenaria conserva la totalidad de su patrimonio arquitectónico pero ha experimentado una gran degradación con el paso de los años en el último siglo, lo que no ha sido óbice para que fuera incluida en 1981 como bien cultural en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
   Desde lo alto de la medina se puede observar la aglomeración de casas viejas que constituyen este núcleo medieval y el contrapunto visual de las antenas parabólicas de TV (foto30).
   La puerta de Bab Buyulud, reconstruida en 1913, luce su esplendor en arabescos y decoración tradicional para dar paso al bullicio del mercado principal de la medina (foto31). En una recoleta plazuela del corazón de la medina los fasis apagan su sed en la bella fuente Nejjarin, decorada con alicatados y voladizo de marquetería (foto32). 
   La medersa Attarin es una de las joyas arquitectónicas de Fez. Fundada por el sultán Abu Said Ohman, es un edificio de dimensiones relativamente reducidas, pero bien proporcionado y de gran riqueza decorativa. Conserva un armonioso patio interior provisto de una fuente central o cisterna de abluciones, sobre un suelo de mosaico alicatado (foto33). En las esquinas del patio, delgadas columnas de alabastro de fuste cilíndrico y capiteles coronados de complicados cimacios sostienen a la vez arcos de estalactitas y arcos de madera de cedro tallada. El resto de la doble arquería superpuesta se sustenta sobre gruesos pilares cuadrados, cubiertos de mosaicos alicatados y bajorrelieves de estuco, revestimientos decorativos que, combinados con la marquetería, se aplican a la totalidad de la superficie de los muros del patio, sin dejar un solo espacio vacío. Dos largas franjas caligráficas en relieve de estuco recorren todo el perímetro del recinto, transcribiendo versículos del Corán.
   La mezquita Qarauin, la más grande de Fez, adquirió sus dimensiones actuales y su aspecto decorativo general cuando los almorávides ampliaron las naves de la mezquita original del siglo IX. El recinto queda perfectamente integrado en el tejido urbano preexistente, y estaba englobado dentro de la célebre universidad de Qarauin, la más antigua del mundo. Hoy el cuerpo principal del edificio consiste en un extenso bosque de columnas que sostienen bóvedas y cúpulas nervadas, junto al que se abre un patio rectangular rodeado de arcadas, con la fuente de abluciones en el centro. En la época saadiana (siglo XVI) se incorporaron dos pabellones a ambos extremos del patio, en una disposición muy semejante a la del Patio de los Leones de la Alhambra de Granada. Los techos de naves y pabellones están cubiertos con tejados de tejas verdes, el color del islam. El acceso a la mezquita está vedado a los no-musulmanes, al igual que ocurre en casi todas las mezquitas de Marruecos.
   Dentro de la medina podemos pasear por las callejuelas de venta de verduras, y ver carnicerías de carne de camello (foto36), talleres de tinción de lanas, y tiendas diversas (foto37). Al norte de la medersa Seffarin distinguimos por un olor pestilente la zona de las tinturas de pieles de Shuara (foto39). En algunas calles podemos contemplar en los muros de las casas adosadas los restos de la última campaña electoral municipal (foto40).

   Exposición en fotoAleph: Fez. Un viaje al medievo musulmán

 

Por el Atlas magrebí
de la mano de un bereber


Bibliografía consultada
  
- Burckhardt, Titus. Fez, ciudad del Islam (Terra Incognita, José J. de Olañeta, Editor. Mallorca 1999)
- Frishman, Martin. Khan, Hasan-Uddin. The Mosque. History, Architectural Development & Regional Diversity (Thames and Hudson, Londres, 1994)
- Michell, George. La arquitectura del mundo islámico. Su historia y significado social. Textos de Ernst J. Grube, James Dickie, Oleg Grabar, Eleanor Sims, Ronald Lewcock, Dalu Jones y Guy T. Petherbridge. (Alianza Forma, Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1985)
- Mimó, Roger. Fortalezas de barro en el sur de Marruecos (Fotografías de Jordi Esteva. Compañía Literaria, Madrid, 1996)
- Unesco. El Patrimonio Mundial (Ediciones San Marcos)

 

FotoCD99
  
Por el Atlas magrebí
de la mano de un bereber

  
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