Exposiciones fotográficas

Jazz people

Jazzeros (por Jaume Sancho)

 

   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto...
   (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)

   El Aleph me permitió ver de forma simultánea a todos los músicos del mundo. Vi compositores y cantantes. Vi virtuosos del piano, contrabajo, trompeta, saxo, trombón... de todas las razas y todos los continentes.
   Y escuché sus músicas, de mil diferentes estilos. Algunas eran melodiosas, otras estridentes. Algunas alegres, otras melancólicas. Pero siempre tenían algo en común: el profundo sentido del ritmo y las dotes de improvisación de que hacían gala sus intérpretes.
   Y sentí que sus distintas cadencias se armonizaban, o ejercían entre sí de contrapunto, creando con la suma de sus acordes una música que no cesaba, una melodía infinita cuyas percusiones reverberaban alrededor de la medianoche en todas las ciudades.
   Vi que estos músicos, aunque de procedencia dispar, formaban un solo pueblo, una comunidad invisible pero universal que hablaba un mismo lenguaje: el de la música de Jazz.

 

   De pequeño no me gustaba el Jazz. El concepto que tenía de la música me hacía incapaz de entender e interpretar aquellos sonidos, bajo mi punto de vista caóticos y frenéticos, y aquellos ritmos y arreglos que se salían de lo que yo creía establecido. SaxoMe limitaba a oír mis discos de Rock Duro o Rock Sinfónico, algún Pop-Rock más o menos decente, con sus ritmos 4x4 fáciles de seguir y con melodías de esas que se pegan fácilmente. Pero, ya de adolescente, hace bastantes años, una noche de verano en una localidad cercana donde habían empezado a programar un Festival de Jazz, lo cambió todo.
    Era ya de madrugada y estaba actuando el último grupo de la noche (por aquel entonces actuaban 5 ó 6 grupos por noche), cuando llegamos. Era una noche cálida, al aire libre, y con bastante cansancio acumulado después de una velada de fiesta. Recuerdo que quedaba muy poca gente en el descampado donde habían organizado el concierto, quizas 50 ó 60 personas, y había un cuarteto actuando en el que el saxofonista era el solista. Nos sentamos en un pequeño montículo de arena, un poco apartado del escenario, en un lateral pero con buena visibilidad, y con la intención de estar sólo unos minutos antes de irnos de regreso a casa.
   El saxofonista, que era el que dirigía el concierto, empezó uno de sus solos, de esos que a mí me parecían caóticos y frenéticos, y para mi sorpresa, aquel día aquella música penetró en mí, suave y pausadamente, sin ningún tipo de impedimento, inundándome poco a poco, llenándome de una extraña sensación de bienestar. Incluso recuerdo que cuando el saxofonista llegó al clímax de su solo, ese momento en el que está al límite de su capacidad, en el que las notas salen desgarradas, que ya le falta el aire pero hace un último esfuerzo para concluir la nota, se me hizo un pequeño nudo en la boca del estómago. Seguía sin entender aquella música, pero lo que había sentido en aquel momento iba mucho más allá que el sonido de unas notas tocadas con más o menos orden, o un ritmo más o menos fácil de seguir, era algo que me había afectado emocionalmente, y eso es lo que me sorprendió.
Ray Brown   Me quedé hasta el final del concierto, y salí de allí con el convencimiento de que había hecho un gran descubrimiento con aquella música. A partir de aquel día me interesé mucho más por el Jazz, empecé a comprar discos, a ir a conciertos, y poco a poco se fue convirtiendo en mi música favorita. Con el paso del tiempo, y una vez llegado a la conclusión de que la parte más importante del Jazz, aparte de la técnica, es la pasión y el sentimiento, me di cuenta de que aquella noche de verano, el Jazz me conquistó, me cautivó, y cuando lo recuerdo, tengo la misma sensación que se tiene cuando uno recuerda los buenos momentos que te ha dado la vida.

 
   Esta colección de fotografías intenta, aunque en el idioma musical un sonido vale más que mil imágenes, plasmar esta pasión y sentimiento que transmite el Jazz, mostrando una serie de músicos que están generalmente en un momento de máxima concentración y expresividad. No están todos los que tendrían que estar –la lista sería interminable–, y las fotografías se han hecho según la disponibilidad que había para hacerlas: permiso del local y del músico para realizar las fotografías, luz medianamente aceptable, posibilidad de movimiento sin molestar al público asistente o a los propios músicos, etc ...
   Y el resultado es éste, un grupo de “Jazzeros” sacando todo lo que llevan dentro, tratando de conquistar y cautivar con su música. Que lo consigan o no, a veces no depende de ellos, sino de la predisposición que tiene cada uno de nosotros a dejarse seducir, a dejarse llevar, a dejar la mente en blanco y que te transporten vete a saber dónde. Quizás por eso el Jazz sigue siendo, a pesar de su larga historia, una música para minorías. Por lo que le cuesta al ser humano lanzarse en busca de su libertad emocional, de encontrarse y escucharse a sí mismo... Por lo que le cuesta o por el miedo que le da... Vete a saber.
   
   Jaume Sancho







PercusionJazz People
    
Las fotografías de 'Jazz People' han sido realizadas en los siguientes lugares:
 
Festival de Jazz de Cap Roig, Palafrugell, Girona
Fotos 11, 12, 13, 14, 15 
 
Festival de Jazz de Escaldes Engordany, Andorra
Fotos 08, 09, 10 
 
Poble Espanyol, Barcelona
Fotos 16, 17, 18
 
Jamboree, Barcelona
Foto 30
 
Sala Clap, Mataró, Barcelona
Foto 42
 
Sala La Mirona, Girona
Foto 43
 
JazzRoom, Barcelona
Foto 46
 
El resto de fotografías han sido realizadas en diferentes ediciones del Festival de Jazz de Terrassa, Barcelona.


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FotoCD36

Jazz people

Fotografías:
Jaume Sancho

© Jaume Sancho
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