Exposiciones fotográficas

Belchite

La destrucción de un patrimonio


   Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño.
   Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto..         
   (Jorge Luis Borges, extractos de El Aleph)

   

   Vi un pueblo arrasado por la guerra. Vi los despojos de sus casas, calles y monumentos reducidos a un caótico laberinto de cascotes.
   Vi sus torres tambaleantes, y las osamentas de piedra de sus iglesias descomponiéndose bajo un cielo gris plomo que auguraba tormenta.
   Seis mil de sus habitantes habían muerto en aquella guerra. El pueblo entero murió en aquella guerra, pero su cadáver nunca fue enterrado.
   Y en aquel lugar, todo ruina y desolación, ya sólo habitaban los dolorosos recuerdos de la más espantosa de las tragedias.
   Vi las ruinas de Belchite, memoria viva de la guerra civil, aquella barbarie que asoló España hace setenta años. Hace tanto y tan poco tiempo.

 

   Presentamos una pequeña muestra fotográfica, extraída del fondo fotoAleph, centrada en el tema del patrimonio histórico-artístico del pueblo viejo de Belchite destruido durante la Guerra Civil española.
   En Belchite murieron 6.000 seres humanos –y eso es lo que más importa–, pero la contienda produjo también otros 'daños colaterales' irreparables, como los infligidos a los monumentos históricos y obras de arte del pueblo viejo, un tesoro cultural que pertenecía a todos los españoles. Y es que toda guerra es también por extensión una guerra contra la cultura.
   Cuando contemplamos más de setenta años después los espectrales cadáveres de estas iglesias mudéjares, renacentistas y barrocas, los nervios de cuyas bóvedas semejan las costillas de esqueletos gigantes, nos parece irrelevante saber a qué bando pertenecían sus destructores, si a los nacionales o a los republicanos, si fueron los rojos o si fueron los azules. Porque los verdaderos perpetradores de tanta sinrazón no fueron otros que los negros nubarrones del sectarismo, el fanatismo y la barbarie bélica.
Belchite 
   Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

  Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

  Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

  Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
  
  (Francisco de Quevedo) 

 

 

 

 

 

 

FotoCD51
  
Belchite
Memoria de la barbarie
  
Fotografías: Eneko Pastor


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