Colecciones fotográficas

El legado de los visigodos

Arquitectura visigoda en la Península Ibérica


   La cristianización general del Imperio Romano supuso el comienzo de una nueva etapa histórica en Europa, la que conocemos como 'Edad Media', y tuvo perdurables consecuencias en todos los ámbitos de la sociedad. También en el terreno del arte. Se puede asegurar que el arte medieval es prácticamente monográfico y gira casi siempre en torno al cristianismo, Visigodosconstituyéndose en un medio de propagación del nuevo evangelio. La religión cristiana era la principal fuente de motivos artísticos, y tanto sus contenidos como sus normas de representación eran impuestos por la iglesia.
   Aunque la tradición remontaba los inicios del cristianismo en Hispania a las supuestas predicaciones de San Pablo y Santiago, los orígenes apostólicos de la cristianización de la Península Ibérica se escapan a la comprobación histórica y se difuminan en las brumas de la leyenda. Lo único seguro es que Tarraconense, Bética y Galicia fueron los tres ángulos de la península donde en primer lugar se implantó el cristianismo y, por ende, el arte cristiano. Las primeras comunidades cristianas históricamente documentadas se detectan en el siglo III: se sabe por ejemplo que en 259 murieron martirizados en Tarragona el obispo Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio, en el contexto de las persecuciones promovidas por los emperadores Emiliano y Valeriano. 
   El cristianismo se consolidó progresivamente en Hispania con fundamentales aportaciones de las comunidades cristianas del norte de África (sobre todo de Cartago), de Roma y de Constantinopla. A la par surgió el llamado arte paleocristiano, encuadrable en los siglos IV, V y VI, de cuyas obras quedan en la península, además de un rico muestrario escultórico en los sarcófagos, dispersos y más bien modestos restos arquitectónicos –con excepciones como el mausoleo de Centcelles (ver en fotoAleph Tarragona paleocristiana)–. Mencionaremos también las basílicas de Marialba, Aljezares y San Pedro de Alcántara, el mausoleo de La Alberca, la villa de Torre de Palma y el monumento soterrado de Santa Eulalia de Bóveda. 
   Fue éste un periodo de ruralización, de éxodo de la urbe al campo, en el que muchas ciudades perdieron su importancia. A esto hay que añadir la inestabilidad política provocada por las invasiones bárbaras de suevos, vándalos y alanos en el siglo V y de los visigodos en el siglo VI. No es de extrañar, por tanto, que en tales circunstancias se redujera sensiblemente la demanda y el interés por las obras de arte. El desmoronamiento del Imperio Romano cegó muchas de las vías que habían propiciado la creación artística en tiempos clásicos.
Visigodos   Sin embargo, durante el siglo VII floreció en la Península Ibérica un estilo arquitectónico original, cuyos mejores logros son parangonables a los monumentos bizantinos del siglo VI.
   Llamamos visigótico al estilo artístico que se produjo en España bajo los visigodos, pueblo germánico que se asentó en la Península Ibérica en el siglo VI, fundando un reino que gobernó Hispania hasta principios del VIII d C. El visigótico, el mozárabe y el asturiano son los tres estilos que conforman el llamado 'arte prerrománico español'. 
   El estilo visigótico hunde claramente sus raíces en las tradiciones artísticas hispanorromana y paleocristiana, aunque tiene influencias del arte bizantino y del norteafricano, que impregnan de un vago orientalismo sus obras de arte. El influjo del Oriente helenizado es también muy evidente en la última fase del arte visigótico. Sus realizaciones arquitectónicas presentan una mezcla de elementos romanos, paleocristianos, germánicos, bizantinos e incluso indígenas prerromanos, perfectamente integrados para obtener una unidad orgánica de conjunto.

   La influencia de las técnicas metalúrgicas germánicas se aprecia también en las artes decorativas de los visigodos. La ornamentación de las piezas de orfebrería alcanzó un notable grado de virtuosismo, como se puede comprobar en las características fíbulas aquiliformes, los broches de cinturón, los bucles y otros objetos relacionados con el atuendo personal, ilustrativos de la riqueza de que disfrutaban las elites visigodas. Pero sobre todo en las colecciones de coronas y cruces enjoyadas de los 'tesoros' de Guarrazar y de Torredonjimeno.  
   Muy cerca de Toledo, en la villa de Guadamur, se descubrió el tesoro de Guarrazar, un excepcional conjunto de coronas votivas de los monarcas visigodos que constituye una de las más valiosas colecciones de labor de orfebrería en oro de la Alta Edad Media europea. El tesoro se había escondido cuando los musulmanes invadieron la península, y permaneció oculto hasta el siglo XIX. Hoy se conserva repartido entre Madrid (Museo Arqueológico y Armería del Palacio Real) y París (Museo Cluny). Estas coronas no estaban fabricadas para ceñir testas regias. Eran coronas votivas donadas por los reyes a ciertas iglesias y que se colocaban suspendidas sobre el altar, tal como se hacía en Constantinopla. Están decoradas con pasta vítrea y cabujones engarzados entre filigranas de oro de diseños muy variados, algunos de cuyos motivos vegetales y geométricos los veremos también esculpidos en los frisos e impostas de Visigodoslas iglesias visigodas. La pieza más suntuosa es la corona de Recesvinto; de su aro penden cadenas que sujetan 21 letras colgantes de vidrio y oro repujado, que forman las siguientes palabras: "...ECESVINTHVS REX OFFERET" (la R que falta está en París). 
   En el libro de Las Mil y Una Noches hay un cuento que tiene base histórica y evoca el asombro que causó en los invasores musulmanes, tras apoderarse del reino visigodo, el descubrimiento de estas maravillosas riquezas:
   ...Me han dicho, rey feliz, que en el reino de los cristianos hay una ciudad llamada Toledo y que en ella se encuentra un palacio siempre cerrado. (...) Aquella ciudad se encontraba en al-Andalus. Aquel mismo año la conquistó Táriq ibn Ziyad, siendo califa al-Walid ibn Abd al-Málik, uno de los Omeyas. (...) Táriq se apoderó del país por la fuerza, hizo prisioneros a mujeres y niños, obtuvo ganado y riquezas y descubrió inmensos tesoros, entre los que había más de ciento setenta coronas de perlas y jacintos. (...) Encontró también un libro de oro y plata en el que se indicaban los usos de las piedras nobles, las ciudades, los pueblos, los talismanes y la alquimia. Descubrió otro libro que describía el arte de la joyería para trabajar con jacintos y otras piedras, la manera de preparar venenos y tríacas, la forma de la tierra, de los mares, los países y las minas.
   (Las Mil y Una Noches, noches 271 y 272. Traducción de Julio Samsó)
   
   Andalucía fue la cuna del arte visigótico. Esto ha podido comprobarse a pesar de la escasez de restos arquitectónicos que subsisten en su territorio, debido a que los centros de culto visigodo que había en Al-Andalus fueron arrasados por los colonizadores musulmanes, sobre todo a partir de Abderrahman III. A diferencia de las del norte de la península, ninguna iglesia visigoda queda en pie en esta región, reducidas como están a un estado de total ruina, con algunos yacimientos todavía a la espera de excavación. Lo poco que sobrevive de la etapa visigoda de la Bética son fragmentos arquitectónicos exiguos y dispersos, reutilizados en otros edificios o salvaguardados en museos, y, por lo tanto, fuera del adecuado contexto que facilite su interpretación.
   Entre las ruinas mencionaremos la basílica de doble ábside del Cerro de Germo (Córdoba), la de Alcalá de los Gazules (Cádiz) y el eremitorio rupestre de Valdecanales (Jaén). 
Visigodos    La Mezquita de Córdoba, que fue levantada sobre el emplazamiento de una basílica visigoda, contiene integrados en su estructura diversos elementos arquitectónicos y escultóricos reaprovechados de monumentos visigóticos, como el pie de altar a la entrada, un fuste tallado y el capitel de los Evangelistas (la más antigua escultura figurativa de origen visigodo). 
   Estos vestigios revelan en sus estructuras y motivos decorativos una fuerte impronta del arte romano y paleocristiano, más acusada que en realizaciones posteriores, donde se aprecia una evolución hacia un estilo más esquemático y 'barbarizante'. Es muy probable que fuera en Córdoba y Sevilla, y poco más tarde en Mérida (todas ellas importantes ciudades hispanorromanas), donde a lo largo del siglo VI se sentaron las bases del arte visigodo. Un arte cuyo centro de gravedad se trasladó a Toledo cuando esta urbe se convirtió en capital del reino, para irradiar desde allí a las regiones septentrionales (a los llamados campos góticos de León y Castilla la Vieja).
    De Mérida (la antigua Emerita Augusta, capital de la Lusitania), que debió ser la ciudad más monumental de la península en el periodo godo, proviene una excepcional colección de grandes pilastras visigóticas, de unos 3 metros de alto, con una decoración vegetal de notable maestría esculpida en sus cuatro caras. Muchas de ellas se conservan en el museo, pero las piezas más bellas se salvaron precisamente por haber sido reaprovechadas en la época musulmana, como pilastras o como dinteles, en las galerías de acceso al aljibe de la Alcazaba árabe de Mérida. Se pueden ver allí ocho piezas, que pertenecerían por lo menos a tres edificios diferentes, o a tres partes distintas del mismo edificio, cuestión difícil de precisar debido a que fueron reinstaladas en la alcazaba con funciones estructurales que no eran las de origen. Algunas pilastras, por ejemplo, fueron colocadas en posición horizontal para convertirlas en dinteles de puertas (foto01). Estas pilastras rivalizan en calidad con los ejemplares contemporáneos que se conservan de Roma o Ravena. El esquema compositivo reproduce el conjunto basa-fuste-capitel, los tres componentes ensamblados en una sola pieza monolítica. Su decoración tallada en bajorrelieve se inspira libremente en el roleo de vid alejandrino, consistente en un largo tallo que se enrosca y entrelaza formando una sucesión de círculos (foto02), un motivo que aparecerá reiteradamente en la iconografía visigoda. 
Visigodos   El arte visigótico alcanzó su apogeo bajo los reinados de Chindasvinto, Recesvinto y Wamba, en la segunda mitad del siglo VII. El rey Chindasvinto (642-653), gran amante de las artes, contribuyó con sus políticas de mecenazgo al renacimiento cultural en la sociedad hispana. El reino visigodo de Toledo fue una época de brillante creación artística, sobre todo en el terreno de la arquitectura. Sin embargo, en la misma ciudad de Toledo apenas se detectan hoy –aparte de un robusto tramo de murallas– más que unos pocos rastros dispersos de construcciones visigodas, que con el paso del tiempo sufrieron remodelaciones tan drásticas que quedaron irreconocibles. 
   Los edificios monumentales que los visigodos construían –al menos a juzgar por los que se conservan– eran principalmente de carácter religioso: iglesias, capillas y monasterios, la mayoría de los cuales, entre los que sobreviven en la actualidad, se encuentran en Castilla-León, Galicia y Portugal. 
Visigodos   
   La arquitectura de los visigodos es relativamente pequeña en escala, pero hace gala de una excelente labor de cantería, con aparejos de grandes bloques cuidadosamente tallados y encajados en seco, que recuerdan la técnica de los monumentos romanos de la península.
   Todos los templos cristianos de la era visigoda han experimentado transformaciones posteriores que han alterado sensiblemente su perfil. No obstante, se puede dictaminar que las iglesias eran por lo general de planta basilical, ya extensamente implantada en la arquitectura paleocristiana de los siglos precedentes, que a su vez seguía modelos italianos y norteafricanos. Existen, sin embargo, algunas excepciones, como las iglesias de São Frutuoso de Montélios, Santa Comba de Bande y Santa María de Melque, que son de planta cruciforme central articulada en torno a una cruz griega.
    Las iglesias visigodas no solo imitaban las líneas estructurales de los edificios de la antigüedad romana, sino que en su construcción se empleaban frecuentemente elementos arquitectónicos expoliados de las ruinas de monumentos antiguos, que quedaban perfectamente integrados en las construcciones nuevas, de forma paralela a como eran retomados extractos de textos de autores clásicos, cristianos o paganos, para ser glosados en los escritos de Isidoro de Sevilla y otros sabios de la época. Podemos ver así en las iglesias fustes, capiteles, impostas y lápidas de origen romano, alternando con piezas visigóticas equivalentes que a menudo imitaban, esquematizándolo, ese mismo estilo clásico. Una práctica similar se llevaba a efecto, lejos de allí, en la arquitectura contemporánea de los bizantinos.
   Fueran de planta basilical (de triple nave con transepto) o de cruz griega, los interiores de las iglesias estaban muy compartimentados. A menudo las naves laterales se ven interrumpidas por muros transversales o placas de cancel que dividen los espacios, con el fin de separar nítidamente el sanctasanctórum del resto de la iglesia y para diferenciar la zona de los oficiantes de la zona de los feligreses, obedeciendo a los principios de repartición de las áreas litúrgicas establecidos por los concilios de Braga (561) y el IV de Toledo (633). La compartimentación facilitaba también el abovedamiento de los espacios cerrados. Las cubiertas eran con frecuencia de carpintería con tejado a dos aguas, pero se utilizaba también la bóveda de sillares o de ladrillo, en las modalidades de medio cañón, de herradura, e incluso de arista (foto19). El ábside central, que era el lugar más sagrado del santuario, donde se emplazaba el altar, siempre estaba abovedado en piedra. Su interior podía ser de planta circular, pero su exterior era siempre cuadrangular. 

Visigodos   Un rasgo característico y muy definitorio de la arquitectura visigoda es el arco de herradura. Aparece en puertas y ventanas, en las arcadas de separación de naves o en los arcos triunfales que enmarcan el acceso al presbiterio (foto63). Contrariamente a lo que algunos creen, el arco de herradura no fue introducido en la península por los árabes. Existía ya en tiempo de los visigodos. E incluso antes: en ciertas lápidas hispanorromanas de época imperial (provenientes de la provincia de León) y en una estela ibero-romana de la comarca de Lara (Burgos) se ven motivos en bajorrelieve que dibujan arquerías de arcos de herradura. Estos diseños no son decorativos: se cree que reproducen una forma arquitectónica que existió realmente en la era romana, aunque no hayan sobrevivido ejemplos para confirmarlo. Se conocen también ábsides de planta de herradura en villas hispanorromanas tardías, y también en basílicas paleocristianas como la de Marialba, en la provincia de León. El arco de herradura visigodo generalmente sobrepasa con su curva el medio punto en un tercio de su radio. El perfil del extradós de sus dovelas tiende a ensancharse hacia la base divergiendo de la línea del intradós. Es éste el llamado módulo visigodo, que abre un vano más amplio que los módulos del arco de herradura árabe o mozárabe.
   A diferencia del arte paleocristiano, la escultura visigótica no es independiente de la arquitectura, sino que está estrechamente asociada a las edificaciones y es casi exclusivamente decorativa. La ornamentación escultórica se combina con la desnudez de los volúmenes y paramentos para subrayar las armonías constructivas del edificio. Se concentra en elementos arquitectónicos como los capiteles, ábacos, cornisas, pilastras, frisos, impostas, celosías y altares, exhibiendo en su ejecución nuevas preferencias estilísticas tendentes al esquematismo y los juegos geométricos, que confieren a la arquitectura sus rasgos de identidad visigóticos. 
Visigodos   Muchos de los temas ornamentales están sacados de los frescos y mosaicos tardorromanos y paleocristianos, reproducidos en relieve a dos planos, con una talla a bisel muy acusada. Se aprecia también una gran similitud con los motivos y técnicas de la orfebrería de metal repujado, en la que los visigodos eran, como se ha dicho, maestros. Son frecuentes los frisos decorativos con roleos, zarcillos y vegetación entrelazada. Y tambien los motivos zoomorfos, como pájaros, leones y otros animales domésticos y silvestres, cercados en las curvas alternadas de los roleos (foto57), con un estilo que recuerda a los tejidos orientales y la iconografía de los púlpitos bizantinos de Ravena. Las bandas y cenefas de cuerdas (sogueado), de raigambre germánica, y las celosías en las ventanas, con una virtuosa labor de trepanado (foto08), serán elementos que luego pasarán al arte prerrománico asturiano. Abundan los diseños de regla y compás: un leitmotiv muy recurrente lo componen las tramas geométricas de círculos que se intersecan dando como resultado cuadrifolios en forma de aspas (foto12), motivo que es, por así decir, una marca de fábrica de la escultura (y la joyería) visigótica. Otros temas que se repiten son las palmetas bizantinas, los crismones y las cruces visigodas (cruces patadas con brazos terminados en curvas cóncavas). 
   El arte hispanorromano transmitió a su sucesor visigodo muchos estilemas provenientes de las artes indígenas prerromanas practicadas por iberos y celtas, en una especie de retorno a los signos arcaicos y elementales. Las grecas onduladas son de filiación ibérica. Las ruedas solares y otros símbolos astrales tienen su probable precedente en los petroglifos célticos que se ven grabados en muchos megalitos de Galicia y Portugal. 
   La tendencia general a la abstracción geométrica no impidió que se dieran destacables ejemplos de escultura figurativa, como podemos apreciar en las basas y capiteles de la iglesia de San Pedro de la Nave (foto45 y siguientes) y en los ábacos de Quintanilla de las Viñas (foto64 y siguientes), que presentan en bajorrelieve figuras divinas y humanas e incluso motivos historiados, realizados en un estilo algo rígido e ingenuo, con un toque entre paleocristiano y bizantino. Estos capiteles historiados prefiguran, trescientos años antes, uno de los rasgos más característicos del arte románico.
   El paso del tiempo ha borrado en estas iglesias todo rastro de mosaicos o pinturas murales. Pero se sabe que en las épocas paleocristiana y visigoda se producían manuscritos iluminados, de los que solo se conserva, muy mutilado, el Pentateuco Ashburnham, un libro con espléndidas miniaturas a toda página. Las ilustraciones de éste y otros manuscritos servirían de modelo para las composiciones y paleta cromática de los frescos pictóricos, y también para los motivos utilizados en la decoración esculpida. Sistema que se prosiguió más tarde con los beatos miniados, que también fueron fuente de inspiración de la pintura y escultura mozárabes.
   Más avanzada la Edad Media, ya desaparecido el reino visigodo, el surgimiento del Camino de Santiago en la mitad norte de la península, reconquistada a los musulmanes, ayudó a expandir el arte románico, que en España tiene claras influencias del visigótico.

 

Principales monumentos


        Iglesia de San Juan Bautista. Baños de Cerrato (Palencia)
        Cripta de San Antolín en la catedral de Palencia (Palencia)
        Iglesia de Santa Comba de Bande (Orense)
        Capilla de São Frutuoso de Montélios. Braga (Portugal)
        Iglesia de São Pedro de Balsemao. Lamego (Portugal)
        Iglesia de São Gião de Nazaré (Portugal)
        Iglesia de San Pedro de la Nave. El Campillo (Zamora)
        Iglesia de Santa María de Quintanilla de las Viñas (Burgos)
        Iglesia de Santa María de Melque. San Martín de Montalbán (Toledo)



San Juan de Baños

   La comarca de Cerrato (Palencia) era en su tiempo una región altamente romanizada y posteriormente estuvo ocupada por nutridos asentamientos de población visigoda. Entre los ríos Carrión y Pisuerga, cerca de Venta de Baños y a 15 km de Palencia capital, se halla el modesto pueblo de Baños de Cerrato, cuyo topónimo alude a la Visigodosexistencia en el lugar de una surgencia o manantial del que brotan abundantes aguas, un bien muy preciado en estas resecas tierras castellanas. Esta fuente estaba en la época visigoda bajo la advocación de san Juan Bautista, y sus aguas tenían fama de ser medicinales, por no decir milagrosas.
   La iglesia de San Juan Bautista en Baños de Cerrato es el monumento visigodo más antiguo que se conserva en la Península Ibérica y está considerado como uno de los edificios más prototípicos de la arquitectura visigótica. Fue fundada por el rey Recesvinto, hijo y sucesor de Chindasvinto, y levantada a una decena de metros por encima de la fuente antes mencionada. 
   Cuenta la leyenda que el rey, después de una batalla, acudió a Baños de Cerrato para curar sus dolencias de riñón en las aguas de esta localidad. El rey efectivamente se curó, y en agradecimiento ordenó erigir la iglesia. La fuente, que en la era romana formaría parte con toda probabilidad de un establecimiento termal, fue reacondicionada por los visigodos. Aún se pueden ver (foto03), horadados en el terraplén, las bocas de los dos profundos túneles paralelos de los que surgían las aguas, construidos en gruesos sillares y con bóvedas de herradura.
   La iglesia de San Juan de Baños ha experimentado diversas modificaciones estructurales a lo largo de los siglos. Su estado actual presenta una planta basilical de tres naves, con un pórtico en la fachada y una triple cabecera de ábsides cuadrangulares contiguos separados por muros. 
   Una inscripción grabada sobre una placa de mármol encuadrada entre cuatro modillones esculpidos con diferentes motivos en cada cara (ruedecillas solares, conchas, palmetas y águilas), e instalada encima del arco triunfal de acceso a la cabecera de la basílica (foto10), permite fechar con precisión –caso único en la arquitectura prerrománica de la península– el año de fundación de la iglesia. El monarca se dirige al santo bautista el día que le consagra el patronazgo del edificio en estos términos:
   "Precursor del Señor, oh mártir Juan Bautista, guarda en tu poder esta estancia construida a título de ofrenda eterna, que piadosamente yo, el rey Recesvinto, por devoción personal a tu nombre, te he consagrado con toda propiedad, el decimotercer año después de mi gloriosa asociación a la realeza, el año seiscientos noventa y nueve de la era."
Visigodos   El 699 de la era hispánica es, transcrito al actual calendario gregoriano, el año 661. Diversos hallazgos obtenidos en las excavaciones realizadas en el entorno vienen a corroborar esa fecha.
   Sumidos en una suave penumbra, los espacios interiores (foto09) transmiten una sensación de amplitud y de armonioso equilibrio entre sus proporciones volumétricas. El conjunto de las tres naves sin contar los ábsides componen en planta un cuadrado de 11 x 11 m. La elevación de la nave central es aproximadamente el doble de su anchura.
   Las naves están divididas entre sí por dos filas de cuatro arcos de herradura apoyados sobre columnas corintias reaprovechadas de fustes monolíticos en mármoles veteados de diversos colores. De los ocho capiteles corintios solo uno es auténticamente romano; los restantes son copias visigóticas más o menos estilizadas (foto11). Un gran arco triunfal de herradura enmarca y da entrada al ábside central de la cabecera, que está cubierto con una bóveda de herradura apoyada sobre dos largas impostas finamente talladas con el recurrente motivo visigótico de los círculos secantes (foto12).
   Un pequeño porche (inadecuadamente rematado en el siglo XIX con una espadaña) antecede a la nave principal, sobresaliendo de la masa del edificio. Se abre por una amplia puerta en arco de herradura apoyado sobre impostas talladas y con una cruz patada visigoda en relieve sobre la clave (foto06). Una cenefa de círculos secantes bordea el contorno exterior de las dovelas, las cuales, aunque en disposición radial, se ensanchan en su extradós conforme se acercan a la base, otorgando al conjunto una aspecto de mayor solidez. El arco sobrepasa su eje horizontal exactamente en 1/3 del radio, por lo que esta puerta está considerada como el prototipo más perfecto del arco de herradura visigodo.

 



Cripta de San Antolín

   La soberbia catedral gótica de Palencia, llamada "la bella desconocida", encierra en sus entrañas un insólito ejemplar arquitectónico construido en tiempo de los visigodos: la cripta de San Antolín.
Visigodos   Tras descender unas escaleras abiertas en el suelo, se atraviesan unas cámaras abovedadas con arcos fajones al estilo románico primitivo construidas en tiempos del rey de Navarra Sancho el Grande (1034-1035). En lo más profundo de estas estancias se encuentra la parte prerrománica de la cripta, de dimensiones mucho más reducidas (foto15). He aquí los únicos restos que se conservan de la catedral visigoda que hubo en este emplazamiento muchos siglos antes de ser sustituida por la catedral gótica.
   Se dice que el rey Wamba (672-680), el sucesor de Recesvinto, habría llevado de Septimania a Palencia (tras haber aplastado la rebelión del usurpador Pablo) las reliquias del mártir Antolín, un príncipe visigodo del reino de Toulouse, que murió martirizado en el siglo V. Si así fuera, la cripta de San Antolín sería el único ejemplo conservado de un martyrium visigótico, perteneciente a una fundación real del último cuarto del siglo VII.
   El abovedamiento de esta pequeña capilla a la que los palentinos llaman la "cueva", y el de la cámara rectangular que la precede a modo de nártex, está ritmado por una sucesión de tres arcos fajones transversales sobrepasados en herradura.
   El fondo de la capilla está cortado por un muro en el que se abren tres altos y estrechos arcos de herradura sostenidos sobre dos columnas de fustes cilíndricos de mármol. Los dos capiteles remedan de forma muy esquematizada el orden corintio y disponen de sendos ábacos de talla muy trabajada con motivos vegetales y de cruces foliadas (foto16). Las basas semejan capiteles dóricos invertidos. No se conoce con certeza qué forma adopta el espacio situado detrás de este triple arco, que correspondería al ábside de la capilla, por estar prácticamente colmatado con obras de sillar que lo hacen inaccesible.

  

 






Santa Comba de Bande

Visigodos   Esta pequeña iglesia, cuya advocación alude a la mártir Santa Columba de Sens, se halla en Bande (Orense), un pueblo eminentemente rural que domina sobre una colina el pantano generado al embalsar las aguas del río Limia. Está datada, aunque sin total certeza, en la segunda mitad del siglo VII.
   De planta cruciforme, casi de cruz griega (13,30 x 11 m), los cuatro brazos de la cruz están abovedados en medio cañón, y delimitan una sala cuadrada de más altura enmarcada por cuatro arcos de herradura y cubierta con una bóveda de arista (foto18). Todas las bóvedas, excepto la del ábside, están compuestas de grandes ladrillos de origen romano (foto19), y también están hechas de ladrillos, alternados con piedra, las arquivoltas de las ventanas altas de los muros externos.
   El brazo oriental está prolongado con una cámara cuadrada a modo de ábside, y el occidental con un porche coronado por una espadaña. Las excavaciones llevadas a cabo en 1932 permitiron descubrir los cimientos de algunas dependencias anexas que rodeaban completamente la cruz griega, conformando en conjunto un rectángulo de 12 x 16 m, del que sobresalía al este el ábside cuadrado. Las puertas de estos anexos solo tenían comunicación directa con la iglesia, por lo que se cree que el edificio sería un complejo monástico y que las celdas adyacentes servirían de alojamiento para monjes y peregrinos. Desaparecida la mayor parte de estas dependencias, el estado actual del monumento ofrece a la vista un armonioso juego de volúmenes prismáticos escalonados a distintas alturas (foto17), levantados con un robusto aparejo de grandes bloques de granito gallego de ensamblaje irregular.
   El interior es de gran sobriedad, solo ornado con un largo friso de mármol delicadamente tallado con motivos vegetales dispuestos en roleos que recorre las naves a la altura de los arranques de arcos y bóvedas. Y con dos parejas de columnas que flanquean el arco de triunfo de acceso a la capilla absidial. Estas columnas son romanas reaprovechadas, con fustes cilíndricos monolíticos en mármoles de colores veteados. Dos de los capiteles son corintios tardíos, los otros dos visigóticos o de influencia asturiana, y soportan dos impostas de ornamentación geométrica incisa (fotos 20 y 21). La capilla absidial tiene bóveda de piedra en forma de herradura, y está adornada con pinturas murales del siglo XIII.





São Frutuoso de Montélios

   En el extrarradio de Braga, a 3 km del centro, en la localidad de São Jerónimo Real, se encuentra la pequeña capilla de São Frutuoso de Montélios, uno de los escasos santuarios prerrománicos de Portugal. Este singular monumento es único en su género en toda la península, si bien su datación es objeto de controversia. Por algunos Visigodosestudiosos es considerado como visigótico del siglo VII, por otros románico-bizantino, y los hay que postulan que es mozárabe, parcialmente reconstruido en el siglo XI tras haber sido gravemente dañado por los musulmanes.
   Su advocación hace referencia a Fructuoso, una de las personalidades más relevantes del monaquismo del siglo VII, que recibió de Recesvinto el cargo de abad-obispo del monasterio de Dume y más tarde fue nombrado por el X Concilio de Toledo (656) obispo de Braga y metropolitano de la provincia de Galicia.
   El edificio, que sufrió diversas reconstrucciones y modificaciones a lo largo de su historia, está adosado a media altura de una pared lateral de una gran iglesia barroca del siglo XVIII, desde la cual se accede a su interior (foto24). 
   De planta en forma de cruz griega, con una cúpula central, tres de los ábsides son en su interior de planta en arco de herradura y en su exterior prismáticos. Desde los cuatro brazos de la cruz griega se pasa a la sala cuadrada central por cuatro arcos ciegos de herradura en cada uno de los cuales se inscriben tres pequeños arcos abiertos, también de herradura (foto31), separados por columnas cilíndricas de hechura clásica (corintio tardío). Las plantas circulares sobrepasadas de los ábsides este y oeste están demarcadas cada una por cuatro columnas que sostendrían sendas cúpulas. En el ábside norte son seis las columnas, dispuestas formando un círculo circunscrito en su planta. 
   Los muros exteriores presentan un juego de arcos ciegos alternando el arco de medio punto con el angular o mitrado (foto25). Las naves están cubiertas por tejados a dos aguas, sus fachadas rematadas con frontones triangulares enmarcados por finas cornisas (foto29). Otra cornisa de pequeñas arquerías ciegas rodea las caras externas de la torre central (foto27). El exterior del edificio es muy semejante en su estructura al del mausoleo paleocristiano de Gala Placidia, en Ravena (siglo V).

 

 



   
  

São Pedro de Balsemao

   Localizada en una remota aldea encajonada en la margen derecha del profundo valle del río Balsemao, cerca de la ciudad de Lamego y no lejos del río Duero, la Visigodospequeña iglesia de São Pedro de Balsemao es uno de los escasos ejemplares de arquitectura prerrománica que sobreviven en Portugal, protegida con el rango de Monumento Nacional.
   Aunque algunos estudiosos la consideran visigoda del siglo VII, el Instituto Portugués do Património Arquitectónico retrasa su origen a los tiempos de la reconquista cristiana de la región, en el siglo X, época en que la localidad, bajo la tutela de su castillo, se transformó en un importante foco estratégico y administrativo. En la época románica llegó a ser sede parroquial. En el siglo XIV, el obispo de Oporto D. Afonso Pires escogió la iglesia para albergar su sepultura, y le añadió un altar en honor de Santa María. En los siglos XVII y XVIII el templo sufrió drásticas transformaciones y fue integrado en el solar de los vizcondes de Balsemao, confiriéndole el aspecto externo que actualmente presenta en estilo barroco. Los muros tienen empotradas varias estelas funerarias romanas con inscripciones y un término augustal (delimitatorio entre pueblos) del emperador Claudio, fechado en el año 43 d C.
   Formada por dos volúmenes cuadrangulares escalonados (las naves y la cabecera saliente), con coberturas diferenciadas, la iglesia tiene dos accesos por portales laterales con escalinatas. Es de planta basilical, con tres naves separadas por dos triples arcadas sobre columnas con capiteles corintios reaprovechados, e impostas de rollo insertas en las paredes (foto35). Estas arcadas serían en origen de arcos de herradura, pero fueron torpemente reconstruidas en arcos de medio punto. Algunas basas de las columnas están formadas por capiteles (dos toscanos y uno jónico) en posición invertida. En la entrada de la cabecera, un arco triunfal de herradura con molduras en el intradós remite a otros modelos visigodos (cfr. Santa Comba de Bande), apoyándose sobre impostas de rollos y columnas con capiteles corintios profundamente trepanados.
   Las impostas de rollos (foto38) y los frisos ornamentados que recorren los muros constituyen el rasgo verdaderamente original de Balsemao. Exhiben motivos helicoidales, cruciformes, círculos, meandros, rosetas, flores de lis estilizadas y ornamentos de dientes de lobo o de cuerdas, típicos de las tradiciones visigótica y asturiana. Estos motivos están emparentados con diseños indígenas lusitanos que se remontan a la Edad de Bronce y que todavía se pueden ver en algunos productos de la artesanía portuguesa.





São Gião de Nazaré

   En una amplia y solitaria playa al sur de Nazaré (Portugal), encajonada entre el monte y el mar, escondida detrás de unas dunas, sobrevive en precario estado la pequeña Visigodosiglesia prerrománica de São Gião, en cuya estructura aún se distinguen, aunque muy desfigurados por sucesivas reconstrucciones perpetradas a lo largo de los siglos, evidentes elementos visigóticos (foto39).
   São Gião es un eslabón entre los estilos prerrománicos de la península, aportando fórmulas arquitectónicas que luego fueron desarrolladas en el arte asturiano y mozárabe. En origen probablemente se componía de una nave de 7 x 4 m entre dos muros de 6 m de alto, flanqueada de dos dependencias anexas alargadas y contiguas a la nave. La nave comunicaba con otra estancia transversal a cuyos dos lados se abrían sendas arcadas dobles, cada una sostenida por una columna de fuste romano reaprovechado. En el centro de esta estancia se abría un ábside rectangular aplanado que sería el único espacio abovedado en piedra, siendo el resto del edificio de cubiertas de carpintería. Se ven también ventanas interiores entre las naves, una puerta en arco de herradura visigodo sobrepasado en 2/3 de radio, e indicios de lo que pudo haber sido una tribuna.
   La talla de los capiteles e impostas reproducen los típicos motivos visigóticos de círculos secantes, cruces patadas, roleos y vegetación. Algunos cimacios sobre los capiteles son basas de columnas romanas recolocadas en posición invertida.
   Visitar la iglesia de São Gião tiene su peligro. Abandonada en un despoblado de difícil acceso al que apenas llegan visitantes, el edificio ha quedado degradado a un estado de semirruina. Todo su interior está apuntalado con postes metálicos para evitar los derrumbes. Con el fin de protegerla de las inclemencias del tiempo recientemente se construyó un enorme tinglado de chapas metálicas que encubre la iglesia por completo e impide contemplar su aspecto exterior. Esta cubierta está también abandonada y deteriorándose. Las chapas, arrancadas por los vientos, se van desprendiendo y cayendo al suelo.

 

 







San Pedro de la Nave

   La iglesia de San Pedro de la Nave es el ejemplar más grande y completo de arquitectura visigoda que haya llegado hasta nuestros días. Relevantada en el pequeño pueblo de El Campillo (Zamora), no es éste el lugar donde fue construida. En 1930-31, la entera iglesia Visigodosfue trasladada piedra a piedra a este pueblo desde su emplazamiento original a pocos kilómetros al oeste en una planicie fluvial surcada por un meandro del río Esla (o sea, una nava, de donde procede probablemente lo de "la Nave"), con el fin de salvarla de ser tragada por las aguas del pantano que iba a generar la inminente construcción de la presa del Esla.
   Su datación fue algún tiempo objeto de controversia, aunque hoy se dan por seguras las fechas estimadas por Gómez-Moreno, arqueólogo e historiador español que a principios del siglo XX avivó con sus investigaciones el interés por la Alta Edad Media y los monumentos prerrománicos peninsulares: la iglesia fue construida en la segunda mitad del siglo VII. "La última fase del arte visigótico español, con rasgos particulares donde se funden tradiciones locales, enseñanzas latinas, ecos de Oriente" (Manuel Gómez-Moreno).
   Tanto la planta como los alzados se articulan en torno a una cruz griega, con el cuadrado central elevado hasta formar una torre provista en lo alto de amplias ventanas que hacen de lucernario. La cruz está inscrita en un rectángulo que queda compartimentado transversal y longitudinalmente en estancias comunicadas entre sí por arcos de herradura de diferentes alturas sobre pilares y columnas, obteniendo como resultado una planta basilical de tres naves (foto42). Dos de los brazos de la cruz se prolongan en sendos porches cuadrangulares que sobresalen de la masa del edificio a norte y sur, mientras que el brazo oriental se prolonga en una cámara cuadrada que sobresale de la cabecera para formar el presbiterio. Es de admirar el juego de volúmenes de las distintas estancias, que revelan el cuidado puesto por los constructores en combinar armoniosamente sus proporciones recíprocas.
Visigodos   Las celdas de los ángulos nordeste y sudeste comunican con la nave central por triples vanos sobre columnillas cilíndricas (foto44). La solidez de los gruesos pilares de sección cuadrada que sostienen las arquerías divisorias de las naves queda aligerada por el empleo de columnas adosadas de fustes cilíndricos monolíticos repescados de monumentos romanos. Cuatro de estas columnas se adosan en las esquinas del cuadrado central del santuario, mientras que dos columnas más cortas sostienen el arco triunfal de herradura que da entrada al presbiterio. 
    Las columnas están provistas de basas y capiteles esculpidos con motivos historiados, de una factura única en la arquitectura peninsular. Las basas muestran cabezas humanas y palmetas alternadas con motivos florales enmarcados en triángulos (foto45). Los capiteles, de forma troncopiramidal invertida, presentan escenas figurativas en relieve plano, en las que se pueden identificar claramente dos episodios del Antiguo Testamento: el sacrificio de Isaac a manos de su padre Abraham (foto48) y Daniel en el pozo de los leones (foto47). Isaac y Daniel tienen en común el haberse ambos salvado de la muerte por intervención divina. Las caras laterales de los capiteles exhiben figuras de apóstoles (fotos 52 y 53). Todos estos temas eran muy habituales en la escultura paleocristiana de los siglos previos, pero el nuevo estilo de talla invita a suponer que son una transcripción al lenguaje de la piedra de ilustraciones de manuscritos miniados visigodos, hoy desaparecidos. 
   Inscripciones grabadas en los mismos capiteles corroboran textualmente el contenido de las escenas. La del sacrificio de Abraham dice: "+ VBI HABRAAM OBTVLIT ISAC FILIVM SVVM OLOCAVSTVM DNO". La de Daniel entre los leones: "+ VBI DANIEL MISSUS EST IN LAQVM LEONVM". Las figuras laterales están encabezadas por "SCS PETRVS APOSTOLVS", "SCS PAVLVS APOSTOLVS", "SCS TOMAS" y "SCS FILIPPVS APOSTOLVS". Algunos objetos de las escenas llevan también inscrito el propio sustantivo por el que son designados; así, el volumen que san Pedro porta en la mano (foto53) tiene incisa la palabra "LIBER" (libro); el altar de sacrificios donde Isaac va a ser inmolado contiene la palabra "ALTARE" (foto48).
   Estos capiteles sustentan impostas empotradas en los pilares traseros (foto46), que están también ricamente esculpidas con motivos de vides y tallos vegetales enroscados encerrando en sus circunvalaciones aves y cuadrúpedos, que recuerdan a los que figuran en los medallones de los tejidos bizantinos y sasánidas.
   Frisos decorativos ejecutados por un maestro o taller escultórico diferente recorren a distintas alturas las paredes. Están cincelados con motivos geométricos repetitivos, círculos yuxtapuestos, rosetas, racimos, cruces patadas y esas ruedecillas solares que hunden sus raíces en la prehistoria hispánica, diseño que también aparece en las estelas funerarias de época romana empotradas en el brazo izquierdo del transepto.
   Pese a encuadrarse en la fase más tardía del reino visigodo, los rasgos estilísticos de este monumento no muestran el menor síntoma de decadencia. Bien al contrario, se considera que San Pedro de la Nave representa la plenitud del arte de los visigodos, el más logrado exponente no solo de la arquitectura sino también de la escultura que nos dejaron en herencia aquellos pueblos 'bárbaros'.





Quintanilla de las Viñas

   Esta iglesia, o más bien fragmento de iglesia, se yergue solitaria en un campo cercano a la aldea de Quintanilla de las Viñas, 30 km al sudeste de Burgos, al pie de los escarpados farallones calizos de la sierra de Lara, en cuyas alturas yacen los vestigios de una fortaleza celtíbera.
Visigodos   Lo que actualmente vemos en pie es solo la parte de cabecera (ábside + transepto) de una iglesia visigoda tardía, que probablemente perteneció a un monasterio, y que de haber sobrevivido entera ocuparía el cuádruple de tamaño. Las excavaciones han sacado a la luz las líneas maestras de la cimentación, permitiendo determinar que constaba de planta basilical de tres naves con dos porches cuadrangulares prolongando los brazos norte y sur del transepto, habiendo desaparecido la totalidad de dichas naves y porches. Las cubiertas originales de la cabecera también se perdieron, aunque en las esquinas del ábside se aprecian arranques que indican que esta cámara estuvo techada con una bóveda de arista en aparejo de piedra, y es probable que el transepto estuviera coronado por un cimborrio central. 
   La decoración escultórica de la iglesia de Quintanilla de las Viñas es abundante y muy singular. En el exterior, tres frisos superpuestos de 46 cm de anchura recorren paralelos la fachada plana del ábside (foto56), y los dos frisos inferiores se prolongan además por las paredes laterales y las caras orientales de los brazos del transepto (foto59). Los frisos están tallados en una piedra caliza de color crema rojizo que contrasta con el resto de los sillares, dando a los muros la apariencia de estar divididos en bandas horizontales. 
   El friso inferior despliega en bajorrelieve un follaje de vid entrelazado en forma de roleo, cuyas curvas circundan racimos de uva, tallos, zarcillos, palmetas y, coincidiendo en el centro del dintel de la puerta, una concha de venera (foto62). 
   En el friso intermedio una cuerda entre dos filetes se entrelaza creando una sucesión de círculos que alternan en su interior diversas especies de aves y de plantas. Entre los pájaros se distinguen patos, palomas, gallos, pintadas y pavos reales, a veces en parejas encaradas a ambos lados del árbol de la vida, a la manera sasánida (foto60). En la cara oriental del ábside, los círculos envuelven rosetas de seis hojas, y, alternados entre ellas, tres anagramas que hasta hoy no han podido ser descifrados (foto58). Cada uno está compuesto, siguiendo modelos bizantinos, por un grupo de cuatro letras unidas por una cruz: FANL - DANL - FCRN. Una interpretación bastante plausible sostiene que estos anagramas corresponderían a los nombres de los donantes que financiaron el edificio, siendo el tercero una abreviatura del verbo "FeCeRuNt" ("lo hicieron").
    El friso superior del ábside desprende un suave aroma a Oriente. Los círculos de la soga entrelazada encierran todo un bestiario de animales reales y fantásticos, que parecen salidos de la antigua iconografía persa (foto57). Entre estos cuadrúpedos se pueden identificar cérvidos, leopardos, grifos o quimeras, corderos, un león y dos toros. Su estilo y modo de representación reflejan acusadas influencias orientales (sasánidas y bizantinas), originadas probablemente en diseños extraídos de filigranas de orfebrería, dibujos estampados en tejidos y otros artículos de lujo provenientes de lejanos países. 
Visigodos   El interior de la iglesia no es menos rico en su decoración esculpida. El arco triunfal de acceso al presbiterio es claramente visigodo: arco de herradura soprepasado en 1/4 de radio (foto63), el extradós con las dovelas basales ensanchándose, realzado con un bajorrelieve de roleo con pájaros, plantas y racimos de uva inscritos en sus círculos, un motivo muy similar al del friso bajo del exterior.
   Las dos columnas de fuste cilíndrico no tienen basas ni capiteles, sustituidos por grandes bloques prismáticos. Los dos bloques superiores hacen las veces de ábacos sustentadores del arco y sus caras externas están esculpidas en bajorrelieve plano con motivos que parecen más paganos que cristianos. En el de la derecha está personificado el Sol (foto64), en el de la izquierda la Luna (foto65), ambos de figura antropomorfa, con sus bustos enmarcados en clípeos (escudos redondos a modo de medallones) sostenidos por ángeles nimbados que vuelan. Las palabras SOL y LVNA inscritas en sus respectivos medallones no dejan lugar a dudas en cuanto a su interpretación. Es curioso que el Sol sea un personaje femenino, mientras que la Luna es masculino. El bloque del Sol lleva en su borde superior una inscripción que dice: "+ OC EXIGVVM EXIGVA OFFLO FLAMMOLA VOTVM" ("Yo, la modesta Flammola ofrezco este modesto presente").
   Hacen juego con estos ábacos los dos bloques esculpidos procedentes de otro lugar del edificio y depositados en el ábside. Cada uno de ellos muestra en bajorrelieve la figura de un santo (no identificado) flanqueado por dos ángeles en vuelo, en una composición simétrica muy similar a la de los ábacos in situ (fotos 66 y 67).
   Algunos estudiosos creen que la iglesia de Quintanilla de las Viñas es el último edificio visigodo construido en la Península Ibérica (otros opinan que sería la de Santa María de Melque). Quizá las naves ausentes no faltan a consecuencia de derrumbamientos, sino de haber sido interrumpida su construcción por el brusco colapso del reino visigodo tras las invasiones musulmanas. Sea como fuere, por su estructura, esta iglesia podría ser clasificada como un eslabón intermedio entre la tipología de San Pedro de la Nave y la de las iglesias prerrománicas asturianas.




Visigodos
Santa María de Melque

   Esta sólida iglesia de robustos sillares de granito, aislada en un descampado a 30 km al sudoeste de Toledo (en su tiempo capital del reino visigodo), no lejos del imponente castillo templario de Montalbán, plantea a los interesados en el arte prerrománico hispano dos enigmas: el de su emplazamiento y el de su datación.
   De todas las iglesias prerrománicas de la Península Ibérica, ésta es –si descartamos las ruinas de la iglesia mozárabe rupestre de Bobastro, Málaga (ver fotos en exposición de fotoAleph 'España rupestre')– la única que queda en pie en la mitad sur de la península. Dado que todos los lugares de culto cristiano que había en Al-Andalus fueron arrasados en las épocas rigoristas de la dominación musulmana (fase final del califato de Córdoba, imperios almorávide y almohade), ¿por qué sobrevivió la iglesia de Melque?
   ¿Y cuál fue la época de su construcción? Los hay que sostienen que es visigoda de finales del siglo VII o principios del VIII, y que se terminó de construir después de la invasión musulmana del 711. Otros la consideran proto-mozárabe, con sucesivas reformas practicadas en la época del dominio islámico. Lo cierto es que la iglesia revela cierto eclecticismo al combinar elementos estilísticos propios de la arquitectura visigoda y de la mozárabe (por ejemplo, los arcos de herradura de las naves se sobrepasan en 1/2 de radio, y los de las ventanas en 2/3, módulos que corresponden al arco de estilo mozárabe).
   A juzgar por los restos de construcciones hallados en sus alrededores, la iglesia de Santa María de Melque probablemente formó parte de un complejo monástico. A semejanza de las iglesias visigodas de Santa Comba de BandeSão Frutuoso de Montélios y San Pedro de la Nave, la planta de Melque en en esencia una cruz griega de muros muy gruesos, con los añadidos de dos absidiolos cuadrangulares anexos a los brazos norte y sur de la cruz (foto68), y un ábside central prolongando el brazo oriental con una planta cuadrada por fuera y circular (sobrepasada en herradura) por dentro. Cuatro amplios arcos de herradura, apoyándose sobre pilastras semicilíndricas adosadas, delimitan el cuadrado central de la cruz, que eleva su altura hasta convertirse en una torre coronada con una cúpula interna. 
   Los cuatro brazos de la cruz griega están cubiertos con bóvedas de medio cañón por dentro y tejados a dos aguas por fuera, rematados en las fachadas por frontones triangulares contorneados con molduras. Grandes ventanas de herradura abocinadas y provistas en su tiempo de celosías se abren en las caras frontales y laterales de los brazos (fotos 69 y 70). Las esquinas de las distintas fachadas no son angulares, sino que están redondeadas, rasgo estilístico sin precedentes conocidos en la arquitectura hispánica.
   La decoración escultórica es extremadamente austera, casi inexistente. Se limita a frisos con un simple motivo de molduras estriadas que recorren las paredes a ciertas alturas, conectando con las impostas igualmente molduradas que sostienen los arcos, y subrayando las articulaciones arquitectónicas de los muros y las cubiertas. Las ventanas lucen también en el espesor de los muros unas impostas con el mismo motivo decorativo.
   Se puede clasificar a la iglesia de Santa María de Melque como un edificio de transición entre la arquitectura de los visigodos, de la que sería su canto de cisne, y la nueva arquitectura de los mozárabes –cristianos que preservaron su fe bajo el dominio musulmán–, que iba a expandirse por la Península Ibérica dentro y fuera de los territorios islámicos hasta el advenimiento e implantación generalizada del arte románico a principios del siglo XI.


Visigodos
Otros restos de arquitectura visigoda en la Península Ibérica
    
Capilla de San Xes de Francelos. Ribadavia (Orense)
Basílica en el Anfiteatro romano de Tarragona
Ermita de la Virgen del Val. Pedro (Soria)
Ruinas de la ciudad de Recópolis. Zorita de los Canes (Guadalajara)
Monasterio de San Pedro de la Mata. Sonseca (Toledo)
Basílica de Santa María de Batres. Carranque (Toledo)
Monasterio de Los Hitos e iglesia de la Asunción. Arisgostas (Toledo)
Conjunto monacal de San Miguel de los Fresnos. Fregenal de la Sierra (Badajoz)
Ruinas y basílica del Cerro del Germo (Córdoba)
Eremitorio rupestre de Valdecanales (Jaén)
Basílica de Alcalá de los Gazules (Cádiz)
Iglesia vieja de São Torcato (Guimaraes, Portugal)
Cabecera de la iglesia de Idanha a Velha (Castelo Branco, Portugal)
   
    

 

 

 

 

 

 

 

El legado de los visigodos

Bibliografía consultada

- Barral i Altet, Xavier. The Early Middle Ages (Taschen's World Architecture, Köln, 1997)
- Bendala Galán, Manuel. La antigüedad. De la prehistoria a los visigodos (Introducción al Arte Español, Sílex, 1990) 
- Fontaine, Jacques. L'art préroman hispanique (Vol. I. Zodiaque, 1973)
- VV. AA. Historia del arte. Tomo IV, Arte prerrománico visigodo, asturiano y mozárabe (Salvat Editores, Barcelona, 1971)


  
FotoCD136

El legado de los visigodos

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Fotografías realizadas en España y Portugal

 


 

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